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Pedro Soto de Rojas

Fénix, sol de amor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Con manos de oro la neutral cortina
corre el gran sumiller del cuarto cielo
y, descubriendo su esplendor al suelo,
las extranjeras formas avecina.

El vulgo todo de la luz se inclina,
cediendo a su mayor con santo celo,
que dar al sol la luz y al ave el vuelo
la justicia constante determina.

Sol es, Fénix, de amor vuestro semblante,
sol que dudas aclara y hermosea,
sol que forma los años del amante;

exhalación mi alma, que os desea
y por derecho natural constante
en vos la luz de vos por vos emplea.

Poema Fénix, sol de amor de Pedro Soto de Rojas con fondo de libro

Sor Juana Inés de la Cruz

al que, ingrato me deja, busco amante

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.
Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.
Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.
Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.

Poema al que, ingrato me deja, busco amante de Sor Juana Inés de la Cruz con fondo de libro

Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja busco amante;
y al que amante me sigue dejo ingrata;
constante adoro a quién mi amor maltrata;
maltrato a quién mi amor busca constante.

Al que trato de amor hallo diamante;
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata;
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a áquel, mi pundonor enojo;
de entre ambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo;
de quién no quiero ser violento empleo;
que de quien no me quiere, vil despojo.

Poema Al que ingrato me deja de Sor Juana Inés de la Cruz con fondo de libro

Sor Juana Inés de la Cruz

Al que ingrato me deja, busco amante

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata,
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata,
triunfante quiero ver al que me mata
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo;
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo;
de quien no quiero, ser violento empleo;
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Adelardo López de Ayala

Mi pensamiento

-- de Adelardo López de Ayala --

Bendigo el pensamiento, que no cesa
de abrasarse en tus ojos seductores,
y alado, como el dios de los amores,
siempre a tu oído mi pasión te expresa;

que te sigue constante, y se embelesa
en vagar por las hojas de tus flores,
y te abraza, a pesar de tus rigores,
y cuanto más te enojas, más te besa.

Pájaro que del vuelo sostenido
gime cansado, reposar ansía
entre las pajas del oculto nido...

¡Oh Madre del Amor! En este día
confúndanse en un trémulo gemido
mi pensamiento y la adorada mía.



Adelardo López de Ayala

Mis deseos (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

Quisiera adivinarte los antojos,
y de súbito en ellos transformarme;
ser tu sueño, y callado apoderarme
de todos tus riquísimos despojos;

aire sutil que con tus labios rojos
tuvieras que beberme y respirarme:
quisiera ser tu alma, y asomarme
a las claras ventanas de tus ojos.

Quisiera ser la música que en calma
te adula el corazón: mas si constante
mi fe consigue la escondida palma

ni aire sutil, ni sueño penetrante,
ni música de amor, ni ser tu alma,
nada es tan dulce como ser tu amante.



Adelardo López de Ayala

A la esposa de mi amigo

-- de Adelardo López de Ayala --

Con Placer hablo contigo,
yo que en mi vida te he hablado;
pues eres centro, y abrigo,
Y depósito sagrado
de la dicha de un amigo.

Dueña de su fe segura
y árbitra a un tiempo te ves
de su gozo o su amargura;
que él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.

Aunque Marte galardone
su esfuerzo nunca domado
y cien veces le corone,
y en los negocios de Estado
consiga más que ambicione;

y aunque atenta a su interés,
siempre constante y segura
fortuna bese sus pies,
él no tendrá más ventura
que aquella que tú le des.

La mujer nuestra existencia
condena a dolor profundo
o a perpetua complacencia;
Y no hay poder en el mundo
que revoque la sentencia.

Él adora tu hermosura,
e insoluble el lazo es
que formó vuestra ternura:
¡Ya no tendrá más ventura
que aquella que tú le des!

Como al sol por sus reflejos
logramos adivinar,
y por su aroma al azahar,
y el grave son desde lejos
anuncia cercano el mar,

yo adivino tu alma pura
en la apacible quietud
del hombre que amor te jura,
y contemplo en su ventura
resplandecer tu virtud.



Amado Nervo

Deidad

-- de Amado Nervo --

Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.

Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...



Ana Francisca Abarca de Bolea

Soneto a la muerte del príncipe don Baltasar

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Lapidario sagaz, duro diamante
labra, resiste firme al golpe fiero,
tíñelo en sangre y pierde aquel primero
rigor a la labor menos constante.
Contra Carlos el mal no era bastante,
que queda al golpe cual diamante entero,
tíñelo en sangre amor, y el mal severo,
sujeta con amor a un hijo amante.
El mal lo agrava y el amor lo aflige;
aquél pide remedio, éste no tiene,
y quien conoce aquél a éste no alcanza.
No rige el mal, que amor de madre rige,
y Carlos por amor a perder viene
la vida en flor, y España la esperanza.



A Dios (Arroyal)

-- de León de Arroyal --

Quando alzando los ojos miro el cielo
adornado de estrellas refulgentes,
de luna y sol las vueltas diferentes,
y de los orbes el constante vuelo:

Y tornando á baxarlos, veo el suelo
regado con los rios y las fuetnes,
henchido de hombres, brutos y vivientes,
que procrean su especie con anhelo:

Al contemplar de todo la hermosura,
y el inmutable órden, que en sí tiene,
y observa la feraz naturaleza;

Á tí elevo mi alma con fe pura,
ó eterno Criador; y qual conviene
bendigo en altas voces tu grandeza.



Lope de Vega

Con pálido calor, ardiendo en ira

-- de Lope de Vega --

Con pálido color, ardiendo en ira,
en los brazos de Avero y de Alencastro,
de la difunta doña Inés de Castro
el bravo portugués el rostro mira.

Tierno se allega, airado se retira,
(trágico fin de amor, infeliz astro)
y abrazado a su imagen de alabastro,
con este llanto y voz habla y suspira:

«Si ves el alma, Nise, de mis ojos
desde el cielo, en que pisas palma y cedro,
más que en este laurel y fe constante,

verás que soy, honrando tus despojos,
portugués en amor, en rigor Pedro,
rey en poder, y en la venganza amante».



Lope de Vega

Estos los sauces son y ésta la fuente

-- de Lope de Vega --

Estos los sauces son y ésta la fuente,
los montes éstos y ésta la ribera
done vi de mi sol la vez primera
los bellos ojos, la serena frente.
Éste es el río humilde y la corriente,
y ésta la cuarta y verde primavera
que esmalta alegre el campo y reverbera
en el dorado Toro el sol ardiente.
Árboles, ya mudó su fe constante,
Mas, ¡oh gran desvarío!, que este llano,
entonces monte le dejé sin duda.
Luego no será justo que me espante,
que mude parecer el pecho humano,
pasando el tiempo que los montes muda.



Lope de Vega

Pedro, una vez que de la escuela vino

-- de Lope de Vega --

Pedro, una vez que de la escuela vino,
como tierno David, tejió de suerte
la honda de su fe divina y fuerte,
que hizo de tres lazos y de un lino,
qe cuando Goliat en el camino
pensó rendirle con violenta muerte,
de los rubíes, que en la tierra vierte,
honró su frente círculo divino.
Al paso de Milán salió el gigante
contra el pastor, que sin tenerle miedo,
le puso el pecho y la verdad delante.
Bajó la sangre a confesar el ''Credo'',
y fue Pedro escribiendo tan constante,
que pudo derribarle con un dedo.



Lope de Vega

Sentado Endïmión al pie de Atlante

-- de Lope de Vega --

Sentado Endïmión al pie de Atlante,
enamorado de la Luna hermosa,
dijo con triste voz y alma celosa:
«En tus mudanzas, ¿quién será constante
«Ya creces en mi fe, ya estás menguante,
ya sales, ya te escondes desdeñosa,
ya te muestras serena, ya llorosa,
ya tu epiciclo ocupas arrogante;
ya los opuestos indios enamoras,
y me dejas muriendo todo el día,
o me vienes a ver con luz escasa».
Oyóle Clicie, y dijo: «¿Por qué lloras,
pues amas a la Luna que te enfría?
¡Ay de quien ama al sol que solo abrasa!»



Mientras que bebe el regalado aliento

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Mientras que bebe el regalado aliento
de tu divina boca, ¡oh Laura mía!;
mientras asiste al Sol que roba al día,
por más hermosa luz, luz y contento,

tu dueño; o ya repose —¡oh blando asiento!—
su cuello en ése que a la nieve fría
prestar color, prestar beldad podría,
vuelve, si no la vista, el pensamiento.

¡Ay, si acaso, ay de mí, lucha amorosa
la lengua oprime! ¡Oh bien dichoso amante,
si no más, si oprimiere desdeñosa!

No olvides a tu ausente, a tu constante,
que es ave el pensamiento, ¡oh Laura hermosa!
y llegará a tu Fabio en un instante.



Manuel Acuña

A ch...

-- de Manuel Acuña --

Si supieras, niña ingrata,
lo que mi pecho te adora;
si supieras que me mata
la pasión que por ti abrigo;
tal vez, niña encantadora,
no fueras tan cruel conmigo.

Si supieras que del alma
con tu desdén ha volado
fugaz y triste la calma,
y que te amo más mil veces,
que las violetas al prado
y que a los mares los peces;

tal vez entonces, hermosa,
oyeras el triste acento
de mi querella amorosa;
y atendiendo a mi reclamo,
mitigaras mi tormento
con un beso y un "yo te amo".

Si supieras, dulce dueño,
que tú eres del alma mía
el sólo y único sueño;
y que al mirar tus enojos,
la ruda melancolía
baña en lágrimas mis ojos;

tal vez entonces me amaras,
y con tus labios de niño
mis labios secos besaras;
y cariñosa y sonriente
a mi constante cariño
no fueras indiferente.

Ámame, pues, niña pura
ya que has oído el acento
del que idolatrarte jura;
y atendiendo a mi reclamo,
ven y calma mi tormento
con un beso y un "yo te amo".



Pobre importuno

-- de Dionisio de Solís --

¿Por qué aspira sin fruto, Arnardi bella,
a lo que darme tu piedad resiste?
¿por qué mi amor en alcanzar insiste
lo que me impide merecer mi estrella?

¿No fuera bien buscar a mi querella,
en el asilo de mi tumba triste,
el anhelado fin, pues que consiste
mi única dicha y mi consuelo en ella?

¡Necio, que pronto de esperar cansado,
se abate tu pasión, antes osada,
y con el miedo la fortuna mide!

¿Qué amador fue constante y no fue amado?
¿O qué mujer, del hombre importunada,
no la concede al fin lo que le pide?



Rafael Obligado

hojas

-- de Rafael Obligado --

¿ves aquel sauce, bien mío,
que, en doliente languidez,
se inclina al cauce sombrío,
enamorado tal vez
de las espumas del río?

¿oyes el roce constante
de su ramaje sediento,
y aquel suspiro incesante
que de su copa oscilante
arranca tímido el viento?

mañana, cuando sus rojas
auroras pierda el estío,
lo verás, húmedo y frío,
ir arrojando sus hojas
sobre la espuma del río;

¡y que ella, en rizos livianos
llevando la hoja caída,
las selvas cruza y los llanos...
Para dejarla sin vida
en los recodos lejanos!

¡ah! ¡cuán ingrata serías,
y cuán hondo mi dolor,
si estas hojas, que son mías,
abandonara, ya frías,
como la espuma, tu amor!



Pablo Neruda

soneto lxxxvii cien sonetos de amor (1959) noche

-- de Pablo Neruda --

Las tres aves del mar, tres rayos, tres tijeras
cruzaron por el cielo frío hacia antofagasta,
por eso quedó el aire tembloroso,
todo tembló como bandera herida.
Soledad, dame el signo de tu incesante origen,
el apenas camino de los pájaros crueles,
y la palpitación que sin duda precede
a la miel, a la música, al mar, al nacimiento.
(Soledad sostenida por un constante rostro
como una grave flor sin cesar extendida
hasta abarcar la pura muchedumbre del cielo).
Volaban alas frías del mar, del archipiélago,
hacia la arena del noroeste de chile.
Y la noche cerró su celeste cerrojo.



Pablo Neruda

trabajo frío

-- de Pablo Neruda --

Dime, del tiempo resonando
en tu esfera parcial y dulce
no oyes acaso el sordo gemido?
no sientes de lenta manera,
en trabajo trémulo y ávido,
la insistente noche que vuelve?
secas sales y sangres aéreas,
atropellado correr ríos,
temblando el testigo constata.
Aumento oscuro de paredes,
crecimiento brusco de puertas,
delirante población de estímulos,
circulaciones implacables.
Alrededor, de infinito modo,
en propaganda interminable,
de hocico armado y definido
el espacio hierve y se puebla.
No oyes la constante victoria
en la carrera de los seres
del tiempo, lento como el fuego,
seguro y espeso y hercúleo,
acumulando su volumen
y añadiendo su triste hebra?
como una planta perpetua aumenta
su delgado y pálido hilo
mojado de gotas que caen
sin sonido en la soledad.



Pedro Antonio de Alarcón

Chispas y témpanos

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Al fuego lento de tus ojos frito,
tengo en mi corazón verano eterno:
tú, en las neveras de constante invierno,
guarda, Inés, un alma de granito.

Yo me acerco a tu hielo y no tirito,
ni las llamas mitigo de mi infierno:
tú llegas de mi alma al hogar tierno
y en sus ascuas tu nieve no derrito.

¿Cómo encuentro calor donde no hay llama?
¿Cómo no da calor la llama mía?
¿Cómo mi incendio tu esquivez no inflama?

¿Cómo tu hielo mi pasión no enfría?
¡Ay! ¿cuándo nos veremos igualados,
abrasados los dos, o ambos helados?



Pedro Calderón de la Barca

a las flores

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra el príncipe constante
éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.
Este matiz que al cielo desafía,
iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!
a florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.
Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.



Pedro Calderón de la Barca

la noche

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra el príncipe constante.
Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.
Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.
De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.
¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?



Pedro Calderón de la Barca

A las flores (Calderón de la Barca)

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra El Príncipe constante

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos horas fueron.



Pedro Calderón de la Barca

La noche (Calderón de la Barca)

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Este soneto forma parte de la obra El Príncipe constante.

Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.

Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.

De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.

¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?



Pedro Salinas

el contemplado

-- de Pedro Salinas --

Tema
de mirarte tanto y tanto,
de horizonte a la arena,
despacio,
del caracol al celaje,
brillo a brillo, pasmo a pasmo,
te he dado nombre; los ojos
te lo encontraron, mirándote.
Por las noches,
soñando que te miraba,
al abrigo de los párpados
maduró, sin yo saberlo,
este nombre tan redondo
que hoy me descendió a los labios.
Y lo dicen asombrados
de lo tarde que lo dicen.
¡Si era fatal el llamártelo!
¡si antes de la voz, ya estaba
en el silencio tan claro!
¡si tú has sido para mí,
desde el día
que mis ojos te estrenaron,
el contemplado, el constante
contemplado!



Rafael María Baralt

A la señorita venezolana Teresa G.

-- de Rafael María Baralt --

Si del Guaire gentil en la ribera
naciste ufana entre risueñas flores,
y sus plateadas ondas los ardores
del sol templaron en tu edad primera.

Si allí constante daba primavera
a tus tersas mejillas sus colores;
si todo te reía, si de amores
en torno a ti brillaba la pradera.

¿Por qué luego, del Betis seducida,
la maternal orilla abandonaste,
prefiriendo el extraño al propio cielo?

Vuelve, Teresa, a do empezó tu vida,
o pagando el amor que me inspiraste,
dame una patria en el hispano suelo.

POETA:

El ardor que me inflama, niño avieso,
a Celia ingrata justiciero inspira,
tu dios, ella mujer, y no te aira,
verla ostentar el corazón ileso.

CUPIDO:

Lleva con gloria de tu amor el peso,
y en tan grande ocasión pulsa la lira.
¿No es sublime el dolor que a Safo inspira
el canto no mortal, en bronce impreso?

POETA:

De intentar el gran salto no respondo,
ni de vate llorón, quiero yo estado,
fugitivo andaré. ¿Dónde me escondo?

CUPIDO:

Emprende ufano entre celestes flores.
Y en tanto muero de tu luz privado;
que no verte es morir ídolo amado.



José María Heredia

para grabarse en un árbol. soneto

-- de José María Heredia --

Para grabarse en un árbol
soneto
árbol, que de fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.
Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.
A dios, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.
Aquí moró el placer: aquí premiado
miró fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron, fue dichoso.



José María Heredia

Para grabarse en un árbol

-- de José María Heredia --

Árbol, que de Fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.

Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.

Adiós, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.

Aquí moró el placer: aquí premiado
miró Fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron fue dichoso.



Juan Bautista Arriaza

Brindando en un convite de bodas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.



Juan Bautista Arriaza

Católico monarca

-- de Juan Bautista Arriaza --

Católico monarca, que has vencido,
siendo escudo a la fe de tus mayores,
más que del fiero Marte los rigores,
las perfidias de un siglo corrompido.

Tú, que Fernando y español nacido,
colmaste nuestros votos y clamores,
doblando a sí la afrenta a los traidores
con dos títulos más de ser querido;

Hoy renueva, Señor, Madrid el gusto
de haberte visto regresar triunfante
de la opresión de un invasor injusto.

Cuánta gloria no encierra un solo instante,
pues da a tu sacra sien lauro el más justo,
y al pueblo libre palma de constante!



Juan Bautista Arriaza

Constante Celia

-- de Juan Bautista Arriaza --

Constante Celia, a quien la suerte en vano
contradijo un afecto generoso,
yo te aplaudo el placer de hacer dichoso
a quien se enlaza a tu preciosa mano.

Amor, que un tiempo te afligió tirano,
hoy te arrebata en carro victorioso,
y coronada de su mirlo hermoso
al tálamo nupcial te lleva ufano.

Al blando yugo allí rindes el cuello;
y, cediendo a la noche misteriosa,
te mira el sol en su último destello.

Con el cariño que una flor dichosa,
que hoy la deja botón cerrado y bello,
para verla mañana abierta rosa.



Juan Bautista Arriaza

Virtudes militares más dignamente premiadas

-- de Juan Bautista Arriaza --

Tú que audaz recorriste sin cansarte
los reinos de Cibeles y Neptuno,
superando los riesgos uno a uno
que al constante valor presenta Marte.

Tú que de Iberia un tiempo baluarte,
y hoy rayo a los rebeldes importuno,
lidias porque en el orbe no haya alguno
que de tu patria insulte al estandarte.

Yo te saludo ¡oh bravo sin pretextos!
Soldado entre soldados sin segundo,
norma igual de leales y modestos;

y de mi pecho digo en lo profundo:
ciña mi rey muchos laureles de estos,
y yo le fío rey de todo el mundo.



Juan Boscán

Si el corazón de un verdadero amante

-- de Juan Boscán --

Si el corazón de un verdadero amante,
y un continuo morir por contentaros,
y un extender mi alma en desearos,
y un encogerme, si os estoy delante;

y si un penar con un sufrir constante,
satisfecho y contento con miraros,
y un derramar mis pasos por buscaros,
preguntando por vos a cada instante;

y si un tener mi razonar compuesto,
en hablándoos, sin más, luego turbarme,
con un grande embarazo y desvarío,

los accidentes son que han de llevarme
con público pregón a morir presto,
la culpa es vuestra y el dolor es mío.



Juan Cruz Varela

A la memoria de mi padre

-- de Juan Cruz Varela --

¡Oh Señor de la vida y de la muerte!
¿Por qué no me escuchaste? Yo humildoso
mi faz cosía con el polvo negro,
y te rogaba que el instante aciago,

señalado al morir del padre mío,
lentamente viniera, y tarde entrara
en la serie constante de las horas.
¿Por qué no me escuchaste, y en mis ojos

perenne material de amargo llanto
sin piedad has abierto? Si una sombra
de unirse había a las del reino oscuro,

¿Mi vida aquí no estaba? En flor yo hubiera
a la tumba bajado, y ningún hijo,
ninguna esposa, en mi morir pensara.



Juan de Arguijo

El triste fin, la suerte infortunada

-- de Juan de Arguijo --

El triste fin, la surete infortunada
(Ajeno premio de la fe constante)
Del uno y otro miserable amante,
A quien perdió una noche y una espada,

Oculta en sombre obscura esta labrada
Piedra. Tú, peregrino caminante,
Repara el grave caso, y con semblante
Pio suspende el curso á tu jornada;

Que darás tiernas lágrimas no dudo
A estas cenizas, donde aun dura ardiente
El fuego que causó desdicha tanta;

Debida composión al mal que pudo
Mudar color en la cercana fuente,
Y el de su fruto en la silvestre planta.



Juan de Arguijo

La constancia

-- de Juan de Arguijo --

Aunque en soberbias olas se revuelva
El mar, y conmovida en sus cimientos
Gima la tierra, y los contrarios vientos
Talen la cumbre en la robusta selva;

Aunque la ciega confusion envuelva
En discordia mortal los elementos,
Y con nuevas señales y portentos
La máquina estrellada se disuelva,

No desfallece ni se ve oprimido
Del varon justo el ánimo constante,
Que su mal como ajeno considera;

Y en la mayor adversidad sufrido,
La airada suerte con igual semblante
Mira seguro y alentado espera.



Juan de Arguijo

Ulises

-- de Juan de Arguijo --

El griego vencedor que tantos años
Vió contra sí constante la fortuna;
El que pudo sagaz de la importuna
Circe vencer los mágicos engaños;

El que en nuevas regiones y en extraños
Mares temer no supo vez alguna;
El que, bajando á la infernal laguna
Libre volvió de los eternos daños,

Los ojos cubre y cierra los oídos
De las sirenas á la vista y canto,
Y se manda ligar á un mástil duro;

Y negando al objeto los sentidos,
La engañosa belleza y fuerte encanto
Huyendo vence, y corta el mar seguro.



Gabino Alejandro Carriedo

la mano

-- de Gabino Alejandro Carriedo --

(bourdelle)
apoyada en el cosmos,
la mano se hace móvil
modulación, trabaja
para no diluirse.
Crea formas y leyes
que se van conjugando,
dinámica energía
que la vida prolonga.
La mano: ese misterio
de expresión, esa mente
manual que todo lo hace:
ella inicia la acción.
Mente lúcida, invero-
símilmente perfecta,
la mano es una máquina
en constante vigilia.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

Significado de la palabra yo amé

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Con yo amé dice cualquiera
Esta verdad desolante:
-Todo en el mundo es quimera,
No hay ventura verdadera
Ni sentimiento constante.-
Yo amé significa: -«Nada
Le basta al hombre jamás:
La pasión más delicada,
La promesa más sagrada,
Son humo y viento ¡y no más!»



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xlv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

En la clave del arco ruinoso
cuyas piedras el tiempo enrojeció,
obra de un cincel rudo campeaba
el gótico blasón.
Penacho de su yelmo de granito,
la yedra que colgaba en derredor
daba sombra al escudo en que una mano
tenía un corazón.
A contemplarle en la desierta plaza
nos paramos los dos:
y, “ése, me dijo, es el cabal emblema
de mi constante amor”.
¡Ay!, y es verdad lo que me dijo entonces:
verdad que el corazón
lo llevará en la mano..., En cualquier parte....
Pero en el pecho, no.



Gutierre de Cetina

el tiempo es tal que cualquier fiera agora

-- de Gutierre de Cetina --

Ama su igual y por él llora o canta;
muestra el ciervo en bramar fiereza tanta,
mas a la cierva es dulce y la enamora;
la ronca voz del cuervo de hora en hora
cualquier dureza de su par quebranta;
y el triste ruiseñor su amiga espanta,
por lo cual se lamenta, aflige y llora.
Si yo me quejo, la razón me sobra,
pues ni tener respeto al ser constante
vale, ni tanto amar a ser amado.
Amor lo hace, y muestra bien ser obra
suya hacer que valga un ignorante
dichoso más que un cuerdo desdichado.



Gutierre de Cetina

con ansia que del alma le salía

-- de Gutierre de Cetina --

La mente del morir hecha adivina,
contemplando vandalio la marina
de la ribera bética, decía:
«pues vano desear, loca porfía,
a la rabiosa muerte me destina,
mientras la triste hora se avecina,
oye mi llanto tú, dórida mía.
»Y si tu crüeldad contenta fuese,
por premio de esta fe firme y constante,
que sobre mi sepulcro se leyese,
»no en letras de metal, mas de diamante,
dórida ha sido causa que muriese
el más leal y el más sufrido amante».



Salvador Rueda

sonetos IV

-- de Salvador Rueda --

Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos...

7



A los retratos de Generalife

-- de El Solitario --

Mira, español, tus ínclitos abuelo,
que mostrando lo heroico de su cuna
libraron de la altiva media luna
estos palacios y felices suelos:

Estos son los que en bélicos desvelos
no dejaron región ni playa alguna
sin que rindiese el cuello a la fortuna
que a España dieron los piadosos cielos.

Dechados del valor y la hidalguía,
y sin par en lo fiel y lo constante,
su Rey por ellos venerar se hacía.

A virtud tan heroica y triunfante
compara tu menguada bizarría,
y espira de vergüenza en el instante.



El anillo (Calderón)

-- de El Solitario --

Ve, pobre anillo, hasta la linda mano
de la hermosa que adora mi fiel pecho.
Ve, ve, cumple y disfruta satisfecho
de galardón tan alto y soberano.

Dile pues que en tu óvalo galano
quisiera yo enlazar con dulce estrecho
mi blando corazón, de cera hecho,
con el suyo, aunque helado y tan tirano.

En tu círculo de oro misterioso,
y en el firme diamante que te adorna,
el más constante eterno amor aprenda:

Mas si me vende, el cerco prodigioso,
tú mismo con estrépito trastorna,
y así esta magia su traición reprenda.



El despecho (Estébanez Calderón)

-- de El Solitario --

Ya que no puedo, por desdicha mía,
llamarte dulce esposa en tierno abrazo,
anudando tu talle con el lazo
que teje amor en su feliz porfía,

quieran los cielos, por oculta vía,
en árbol trasformarme a breve plazo
convirtiendo en corteza mi regazo,
y mi cabello en verde lozanía.

Y múdeme también en yedra amante
que ensortije mi tronco de contino,
confundiendo tus hojas con mi rama:

que así mi amor, por fiel y por constante,
al fin conseguirá contra el destino
templar en ti lo ardiente de su llama.



El propósito desesperado

-- de El Solitario --

Si por robarte a mi pasión ardiente
tus deudos, descargando el fiero amago,
te arrebatasen con ardid aciago
de estos ojos que lloran por ti ausente;

aunque en un fuerte alcázar eminente
te encante por las artes de algún mago,
y que entorno te cerquen con un lago
de fuego hirviendo con voraz corriente;

O aunque te oculten en el hondo silo
del monte más oscuro y más distante;
por lograrte lanzárame tranquilo,

y hendiera un mar de lava fulminante,
o bajara en tu busca al negro asilo,
siempre que fueses a mi amor constante.



La ingratitud

-- de El Solitario --

La blanca rosa que embalsama el viento,
inclinando su corola divina,
tributo paga al agua cristalina
que fértil le regó su verde asiento.

Trisca en la jaula el colorín contento,
y en armónico son gozoso trina,
si así agradar más fácil imagina
al que le presta pródiga el sustento.

Premia al besar la cándida paloma
el ardor cariñoso de su amante,
y el altivo desdén a su afán doma:

Mas tú a mi amor más dura que diamante
desoyes de mi labio el tierno idioma,
siempre esquivando mi pasión constante.



Sor Juana Inés de la Cruz

ante la ausencia

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte



Mis cuatro madrinas

-- de Vicenta Castro Cambón --

LA única hermana de mi padre, un día
que fué de contento para la familia,
su nombre me impuso, jurando en la pila
que yo del rebaño de Cristo sería.

Con vestidos blancos de encajes y cintas
me adornó el cariño de aquella madrina.

Más tarde, juguetes y mil cosas lindas
gracias a los mimos tuve de Rosita,
la que a confirmarme en la fe divina
me llevó una fiesta de la Pura y Limpia.

Hoy, con sólo verme, la gente adivina
que pródiga en dones que el tiempo no quita
tengo en la Desgracia celosa madrina.
Por esta constante compañera mía
mi planta conoce todas las espinas.

Y por todas partes, con Desgracia en riña,
a mi encuentro viene mi cuarta madrina.
Bondad es su nombre; mil almas amigas
me alcanzan los dones con que ella me mima.

De Bondad los dones son rosas suavísimas
que a tus pies deshojo, madre Poesía.



Por ese camino

-- de Vicenta Castro Cambón --

El camino fué largo, muy largo,
fué malo también:
los tropiezos que en él abundaban
lo hacian difícil, cansaban los pies.

Mucho lodo cubría el camino,
y más de una vez
nuestros pies, doloridos y débiles,
andando inseguros hundiéronse en él.

¡Cuántas charcas hallamos al paso!
¡Qué ingrato nos fué
del continuo croar de los sapos
la voz que auguraba: "pronto ha de llover"!

Hasta el viento, mi amigo constante,
fué malo esta vez:
se empapaba en hedor de pantanos
que a cada momento traíanos cruel.

Y el camino fué largo y fué malo...
Y qué ¡extraño es!
en caminos muy cortos y fáciles
que anduve en la vida más que hoy me cansé.

Es porque este penoso camino
estéril no fué:
porque mi alma, en sus ansias de abeja,
por ese camino buscó y hallo miel.



Vicente García de la Huerta

A la feliz expedición contra Argel en 1784

-- de Vicente García de la Huerta --

Del gran Carlos la sabia providencia
al bien común atenta determina
de Argel con el incendio y con la ruina
poner freno a la bárbara regencia.

La Constancia, el Valor y la Prudencia
de Barceló a la grande acción destina;
mas la Fortuna, el Viento, el Mar se obstina
contra su Celo, Esfuerza y Experiencia.

Vence los Elementos y la Suerte
del héroe balear; confunde, huella,
abras a Argel. Adversidad ninguna

intimida al varón Constante y fuerte;
que el Valiente los Riesgos atropella
y el Prudente domina a la Fortuna.



Vicente Huidobro

Ilusiones perdidas

-- de Vicente Huidobro --

Hoja del árbol caída en infancia
hoja caída de rodillas
en el centro de su olvido
dulce juguete de esperanzas y relámpagos
sangrando la cabeza malherida
como las ilusiones ópticas
en su palacio de muerte inolvidable
constante barco de corazón doliente
entre naufragio y sombra apresurada.

Hoja del nudo caído en árbol caído en infancia
adónde te arrastran hoja de dulce corazón
y los excesos del fuego de las águilas visuales
hojas de las ramas calefaccionables
detenidas en el aire
prontas a podredumbre entre sus propios brazos
como las aguas embrujadas.



Antonio-Plaza-Llamas

a baco

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

A baco
salud, ¡oh baco! tu poder insólito,
es en la tierra talismán vivífico;
quien ha probado tu licor magnífico,
se vuelve siempre tu constante acólito...
Por ti, en las jaulas el glorioso hipólito
maldicen el idiota y el científico
al mundo artero, que sonríe pacífico
de sus pesares, con cinismo insólito,
pero tú en cambio con bondad magnánima
cuando enardeces mi cerebro escuálido
haces vivir mi lacerada ánima
haces crecer mi corazón inválido:
y juro, por san juan y la verónica,
pasar la vida en borrachera crónica.
Antonio plaza llamas



Mariano Melgar

A Silvia

-- de Mariano Melgar --

Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse.

Bien puede el tiempo rápido cebarse
en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse.

Bien puede en fin la suerte vacilante,
que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;

Que el mundo, al tiempo y a mi varia estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella».



Marilina Rébora

bordados de dios

-- de Marilina Rébora --

Bordados de dios
¿qué quiere decir glauco?
muy simplemente, verde.
Y añil, ¿qué significa?
azul; es bien sencillo.
¿Y el escarlata, madre? di, para que me acuerde,
como siempre recuerdo que el gualdo es amarillo.
Del latín scarlatum deriva el carmesí,
o más preciso el rojo, el de caperucita,
y ya más definidos, los tonos de rubí:
encarnado, bermejo, sin que el punzó se omita.
Colores y colores, colores, madre mía,
en variedad constante que todo lo renueva
para dar a las cosas infantil alegría.
Por eso dios se afana derramando colores
y, para que tengamos siempre alegría nueva,
borda ese paraíso, prisma de resplandores.



Mario Benedetti

josé martí pregonero

-- de Mario Benedetti --

Tu nombre es como el crisol
donde se funde la hazaña
tu nombre es como la caña
que endulza con lluvia y sol
de su destino naciente
sólo tu pueblo es el dueño
cual figuraban en tus sueño
por fin es libre tu gente
josé marti pregonero
no moriste en tu pregón
tus versos viven y son
pregones de un pueblo entero
tu isla exporta el verano
y hay flambollán y justicia
la buena tierra nutricia
da frutos para el cubano
tu nombre es como el crisol
donde se funde la hazaña
tu nombre es como la caña
que endulza con lluvia y sol
tan sobrio y tan desbordante
tan bueno y tan orgulloso
tan firme y tan generoso
tan pequeño y tan gigante
tan profundamente isleño
tan claramente cubano
tan latinoamericano
en tu suelo y en tu sueño
siempre nos tienes despierto
con tu constante mirada
con tu suerte despejada
y con tu fe de ojos abiertos
tu nombre es como el crisol
donde se funde la hazaña
tu nombre es como la caña
que endulza con lluvia y sol.



Medardo Ángel Silva

La sombra de una lágrima

-- de Medardo Ángel Silva --

Y pregunté a la mágica sibila:
—¿Un constante recuerdo, un vago aroma
de sueño extinto, de ternura muerta,
como la suave estela de un perfume,
quedará de mi paso por la vida,
entre los hombres?...

Y la Maga dijo:
—Algo menos: la sombra de una lágrima.

Pues que me siento efímero...
Pues que me siento efímero y fugaz, comparable
a la flor, o más bien a la nube variable,
amo las hebras de humo que una escala remedan
para los sueños líricos, y las olas que ruedan
hacia playas remotas que nunca he de mirar.

Porque me hace la vida serena y resignada
el meditar que un día retornaré a la nada,
como el humo a los cielos y las olas al mar.



Meira Delmar

otra presencia

-- de Meira Delmar --

Ahora estamos unidos
para siempre.
No importa que te hayas
marchado,
que la puerta
no se abra más
para esperar tus pasos,
ni importa que en las manos
que me encuentran
no me rocen las tuyas.
Andas conmigo,
vas, vienes a mi lado,
y miras con mis ojos
derramarse en el mar
el ocaso.
Oyes el viento en la noche
cuando pasa estremeciendo
las ventanas,
y me sigues constante
por la oscura comarca
del insomnio.
Revestida de ausencia
tu perdida presencia
me acompaña.
!--Img



Miguel Hernández

19

-- de Miguel Hernández --

19
yo sé que ver y oír a un triste enfada
cuando se viene y va de la alegría
como un mar meridiano a una bahía,
a una región esquiva y desolada.
Lo que he sufrido y nada todo es nada
para lo que me queda todavía
que sufrir, el rigor de esta agonía
de andar de este cuchillo a aquella espada.
Me callaré, me apartaré si puedo
con mi constante pena, instante, plena,
a donde ni has de oírme ni he de verte.
Me voy, me voy, me voy, pero me quedo,
pero me voy, desierto y sin arena:
adiós, amor, adiós, hasta la muerte.



Miguel Unamuno

a mi buitre I

-- de Miguel Unamuno --

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.



Miguel Unamuno

A mi buitre II

-- de Miguel Unamuno --

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.

El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

Haces grande merced en despreciarme

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Haces grande merced en despreciarme,
en mostrárteme dura y desdeñosa
y en ser para conmigo escrupulosa
me haces merced pensando tú injuriarme.

Te obligas más queriendo desdeñarme
y te das la sentencia rigurosa
queriendo presumida y cautelosa
según tu corto juicio condenarme.

Porque en medio de todos tus rigores,
de esas tus esquiveces y desdenes
permaneciendo yo siempre constante

sin que se disminuyan mis amores
a acreditarte tú de ingrata vienes
y yo de firme y verdadero amante.



Nicolás Fernández de Moratín

Aplauso a Dorisa

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Bendita sea la hora, el año, el día
y la ocasión y el venturoso instante
en que rendí mi corazón amante
a aquellos ojos donde Febo ardía.

Bendito el esperar y la porfía
y el alto empeño de mi fe constante
y las saetas y arco fulminante
con que abrasó Cupido el alma mía.

Bendita la aflicción que he tolerado
en las cadenas de mi dulce dueño
y los suspiros, llantos y esquiveces,

los versos que a su gloria he consagrado
y han de vencer del duro tiempo el ceño,
y ella bendita innumerables veces.



Nicolás Fernández de Moratín

Bendita sea la hora

-- de Nicolás Fernández de Moratín --

Bendita sea la hora, el año, el día
y la ocasión y el venturoso instante
en que rendí mi corazón amante
a aquellos ojos donde Febo ardía.

Bendito el esperar y la porfía
y el alto empeño de mi fe constante
y las saetas y arco fulminante
con que abrasó Cupido el alma mía.

Bendita la aflicción que he tolerado
en las cadenas de mi dulce dueño
y los suspiros, llantos y esquiveces,

los versos que a su gloria he consagrado
y han de vencer del duro tiempo el ceño,
y ella bendita innumerables veces.



Federico García Lorca

Poema de la saeta: Sevilla

-- de Federico García Lorca --

Sevilla es una torre
llena de arqueros finos.

Sevilla para herir.
Córdoba para morir.

Una ciudad que acecha
largos ritmos,
y los enrosca
como laberintos.
Como tallos de parra
encendidos.

¡Sevilla para herir!

Bajo el arco del cielo,
sobre su llano limpio,
dispara la constante
saeta de su río.

¡Córdoba para morir!

Y loca de horizonte,
mezcla en su vino
lo amargo de Don Juan
y lo perfecto de Dioniso.

Sevilla para herir.
¡Siempre Sevilla para herir!



Fernando de Herrera

La muerte pido, un corazón amante

-- de Fernando de Herrera --

La muerte pido, un corazón amante
vos me entregáis, y me dejáis ausente
de las bellas lazadas de oro ardiente
y del sereno y celestial semblante.

¿Por qué no temo pues el mal instante,
aunque sus rayos Marte ya clemente
contraiga, si el dolor que está presente
cansa el pecho en sus lástimas constante?

Este afán no esperado, esta partida
el errante furor enciende fiero,
no el trabajo cruel de enferma suerte.

Tal me hallo en la ausencia aborrecida,
que el dado corazón fue triste agüero
al duro cierto riesgo de la muerte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 19

-- de Francisco de Quevedo --

Ondea el oro en hebras proceloso;
corre el humor en perlas hilo a hilo;
juntó la pena al tajo con el nilo,
éste creciente, cuando aquél precioso.
Tal el cabello, tal el rostro hermoso
asiste en fili al doloroso estilo,
cuando por las ausencias de batilo,
uno derrama rico, otro lloroso.
Oyó gemir con músico lamento
y mustia y ronca voz tórtola amante,
amancillando querellosa el viento.
Dijo: «si imitas mi dolor constante,
eres lisonja dulce de mi acento;
si le compites, no es tu mal bastante».



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 99

-- de Francisco de Quevedo --

Arde lorenzo y goza en las parrillas;
el tirano en lorenzo arde y padece,
viendo que su valor constante crece,
cuanto crecen las llamas amarillas.
Las brasas multiplica en maravillas,
y el sol entre carbones amanece,
y en alimento a su verdugo ofrece
guisadas del martirio, sus costillas.
A cristo imita en darse en alimento
a su enemigo: esfuerzo soberano
y ardiente imitación del sacramento.
Mírale el cielo eternizar lo humano,
y viendo victorioso el vencimiento,
menos abrasa que arde vil tirano.



Francisco de Quevedo

amor constante más allá de la muerte

-- de Francisco de Quevedo --

Cerrar podrá mis ojos la postrera
sombra que me llevare el blanco día,
y podrá desatar esta alma mía
hora a su afán ansioso lisonjera;
mas no, de esotra parte, en la ribera,
dejará la memoria, en donde ardía:
nadar sabe mi llama la agua fría,
y perder el respeto a ley severa.
Alma a quien todo un dios prisión ha sido,
venas que humor a tanto fuego han dado,
médulas que han gloriosamente ardido,
su cuerpo dejará, no su cuidado;
serán ceniza, mas tendrá sentido;
polvo serán, mas polvo enamorado.



Francisco Sosa Escalante

En la muerte de Francisco Gómez del Palacio

-- de Francisco Sosa Escalante --

De sacra libertad en los altares,
Constante y fuerte consagró su vida
De su patria al honor, que fué su egida
En las horas de dicha, en los pesares.

Patria y Ciencia por dioses tutelares
Tuvo su heróica fé, siempre encendida
En ese santo amor que no se olvida
A despecho del tiempo y sus azares.

El, de las leyes el recinto augusto
Con noble acento varonil llenaba,
En defensa del débil, de lo justo;

Y si la lira de marfil pulsaba
¡Qué tierno su cantar! ¡qué excelso gusto
En su verso magnifico mostraba!



Francisco Sosa Escalante

En la muerte de mi padre

-- de Francisco Sosa Escalante --

Como destroza el huracán bravío
Antiguo roble poderoso y fuerte,
Al golpe así de la implacable muerte
Bajaste al antro del sepulcro frío.

¡Oh padre bondadoso! ¡padre mio!
Perdon si estuve, por mi adversa suerte,
Tan distante de tí para ofrecerte
De mis ardientes lágrimas el rio.

Si es verdad que se mira desde el cielo
Lo que pasa en el mundo infortunado,
¡Oh padre de mi amor! mira mi duelo,

Y á Dios implora porque el hijo amado
Funde constante su ardoroso anhelo
En merecer llevar tu nombre honrado.



Francisco Sosa Escalante

Juárez

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hijo del pueblo que en humilde cuna
Ve de la luz primer los resplandores,
De la dulce niñez en los albores
Le niega sus tesoros la fortuna

Mas como el hombre, si en su ser aduna
El génio á la virtud, á superiores
Esferas se levanta, las mayores
Grandezas alcanzó sin mancha alguna.

En los combates de la vida fiera
Su firme voluntad y heróico brío
Constante brilla y su moral austera;

De la invasión ante el estrago impío
Alza la libre tricolor bandera,
Y aumenta de la patria el poderío.



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante IV)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hubo en Thule, ¿te acuerdas, Margarita?
Un rey á quien su dama en el instante
Postrero de la vida, dióle amante
Copa áurea en prenda de pasion bendita.

El tiempo que á la nada precipita
Cuanto ilumina el sol con luz brillante,
Vencer no pudo la pasion constante
Ni disipar del rey la amarga cuita.

Al entregar el trono á su heredero
A la hora de morir, la copa de oro
Lanzó del mar hasta el abismo fiero....

Cuando te alejes, ruiseñor canoro,
Y triste escuche tu cantar postrero,
Arrojaré mi lira al mar sonoro.



Francisco Sosa Escalante

Perdón!

-- de Francisco Sosa Escalante --

Los celos con su llama abrasadora
Mi frente calcinaban, dueño mío,
Mirando tu esquivez y tu desvío
Miéntras constante el corazón te adora.

Pude un momento vacilar, señora,
En negras horas de mortal hastío,
Como desvía su corriente el río
Que da sus aguas á la mar sonora.

Pasó la fiebre del delirio insano,
Volvió mi vida á trascurrir serena
Y encuentra mi alma en tu bondad consuelo.

Perdón si te ofendí; cual humo vano
Disípese el pesar que te enajena
Y que brille la paz en nuestro cielo.



Francisco Villaespesa

la rueca

-- de Francisco Villaespesa --

La virgen hilaba,
la dueña dormía,
la rueca giraba
loca de alegría.
¡Cordero divino,
tus blancos vellones
no igualan al lino
de mis ilusiones!
gira, rueca mía,
gira, gira al viento,
que se acerca el día
de mi casamiento.
Gira, que mañana
cuando el alba cante
la clara campana,
llegará mi amante.
Hila con cuidado
mi velo de nieve,
que vendrá el amado
que al altar me lleve.
Se acerca; lo siento
cruzar la llanura,
me trae la ternura
de su voz el viento.
Gira, gira, gira,
gira, rueca loca,
mi amado suspira
por besar mi boca.
Cordero divino,
tus blancos vellones
no igualan al lino
de mis ilusiones.
La niña cantaba,
la dueña dormía,
la luz se apagaba
y sólo se oía
la voz crepitante
de leña reseca
y el loco y constante
girar de la rueca.



José Cadalso

Sobre el poder del tiempo

-- de José Cadalso --

Todo lo muda el tiempo, Filis mía,
todo cede al rigor de sus guadañas:
ya transforma los valles en montañas,
ya pone un campo donde un mar había.

El muda en noche opaca el claro día,
en fábulas pueriles las hazañas,
alcázares soberbios en cabañas,
y el juvenil ardor en vejez fría.

Doma el tiempo al caballo desbocado,
detiene el mar y viento enfurecido,
postra al león y rinde al bravo toro.

Sola una cosa al tiempo denodado
ni cederá, ni cede, ni ha cedido,
y es el constante amor con que te adoro.



José de Diego

de mi vida

-- de José de Diego --

Prendido lo vi cuando estaba el carpintero
el nido trabajando con su agudo puñal
y era un ronco y constante picotear de acero
en el tronco astillante de la palma real.

Mecientes de las auras el soplo matinal
o en tierra ya las fibras del profundo agujero,
se las iba llevando en ci pico un jilguero
que en la copa tejiera su pequeño nidal.

Mi vida es como el árbol erguido y altanero;
devora sus entrañas un feroz carpintero,
alegra su ramaje un lírico jilguero.

Es el árbol del bien y es el árbol del mal;
el dolor sus reliquias ofrece al ideal
y resuena en la cumbre el cántico triunfal.



José Joaquín de Olmedo

Canción II

-- de José Joaquín de Olmedo --

Divino encanto,
si acaso mi llanto
mueve tu atención,
cesa en el empeño
de herir con tu ceño
al que te hizo dueño
de su corazón.

Y si te ofendo,
ingrata, diciendo
mi dolencia atroz,
moriré fino,
pues ya me convino
el dulce destino
de morir por vos.

Nada dijera
si callar pudiera
tan grave dolor.
Mas nadie sabe
que siendo tan grave
en mí ya no cabe
todo su rigor.

¡Ay!, bella ingrata,
si tu rigor trata
de abatir mi amor,
mi pecho amante
morirá al instante
con una constante
desesperación.

Y si no dejas
que quepa en mis quejas
todo tu rigor,
ingrata bella,
con dura querella,
maldigo la estrella
que a ti me rindió.



José Joaquín de Olmedo

Décimas

-- de José Joaquín de Olmedo --

Para templar el calor
de la estación y la edad,
me abandonas sin piedad,
mi hechizo, mi único amor.
Te engañas, porque el ardor
de un alma fina y constante,
si está de su bien distante,
crece en el agua, en la nieve,
y sólo templarse debe
en el seno de un amante.

Ven, pues, dulce amiga, luego,
que tú eres la sola fuente
que puede mi sed ardiente
saciar, y templar mi fuego.
En vano buscaré ciego
más gracia, más perfección,
otro afecto, otra pasión,
porque tus ojos divinos
solos saben los caminos
que van a mi corazón.



José Martí

a juan doniila

-- de José Martí --

Mi querido amigo juan:
he puesto ahora mismo el nombre
de usted como ejemplo de hombre,
en unas cartas que van
camino al cayo, y dirán
al constante cayo hueso
que en esta angustia y exceso
de oficio que ahoga mi vida,
por lo noble no lo olvida
su amigo: ni olvida el $1.00.
Su
martí



Clemente Althaus

A don José Gálvez

-- de Clemente Althaus --

¿Y de la tumba en el sagrado seno
aún te persigue la venganza impía?
¡Mas el inicuo, en su odio contra el bueno,
aún no perdona a su ceniza fría!
Y los que ayer rieron con tu muerte,
que fue de un mundo universal lamento,
hoy no quisieran ni en imagen verte
de Mayo coronando el monumento.
Y es razón; que aún en mármol tu semblante,
como ya en vida tu presencia austera
cruda amenaza a la maldad triunfante
y perennal remordimiento fuera.
Y creyeran tu mármol impaciente
ver arder a su vista en ira santa,
y ellos bajaran con rubor la frente
y aterrados cayeran a tu planta.
Mas, si a tus manes el honor postrero
niega la envidia, en su rencor constante,
pronto será que el popular dinero
monumento más digno te levante.
Aunque el más digno de tus altos hechos
no son mármol ni bronce; no, tu gloria
otro tiene mayor en nuestros pechos
donde olvido no teme tu memoria.
Y en asilo tan santo y tan secreto
seguro vives, porque allí no alcanza
poder sañoso, infamador decreto,
ni torpe envidia, ni feroz venganza.



Clemente Althaus

A Rossini

-- de Clemente Althaus --

Aún me parece que en el Cielo santo
con desusada gloria
en medio de los ángeles estuve
a donde de tu canto
la constante memoria
de nuevo el alma estremecida sube:
mas di Rossini, dime
si propicio querube,
celeste amigo que tu canto inspira,
en noche solitaria
te enseñó el más ardiente y más sublime
himno que sabe su divina lira,
en esa pura celestial plegaria;
o si tú mismo al cielo suspendido,
al angélico coro
¿la escuchaste cantar en harpas de oro,
con ella absorto el soberano oído?
Por esa hora dichosa,
por el celeste olvido
del mundo, de mí mismo, de mis males;
por el alto placer que mi alma endiosa,
a tu valor divino desiguales,
estos versos te envío agradecido,
¡oh delicia y amor de los mortales!



Clemente Althaus

Imitaciones

-- de Clemente Althaus --

I

Breve carta, oh bella infiel,
mi inmensa pasión mal pinta:
y si la mar fuera tinta
y el cielo fuera papel,
antes que poder pintar
mi amor y constante duelo,
se llenara todo el cielo
y se secara la mar.

II

¿No te parece, di, mortal pecado
robarme y no volverme el corazón?
¿Qué sacerdote, di, te ha confesado,
que te ha podido dar la absolución?

III

A Roma la celebrada
para ver San Pedro fui,
y estuve casi en la entrada:
pero me acordé de ti
y me volví sin ver nada.

IV

A mirar el cielo ven:
¡Qué de estrellas! pues son más
los pesares que me das
con tu continuo desdén.

V

Dicen que a casarte vas:
¡Ah! no te cases: espera;
deja que ésta triste muera
Y después te casarás.

VI

Perdí mi corazón, y todos dicen
que tú lo has encontrado:
devuélvemelo pues, niña del alma,
o dame el tuyo en cambio.

VII

A ti pie siento llevar,
privado de mi albedrío,
como el arroyuelo al río
o como el río a la mar.



Ramón López Velarde

la tónica tibieza

-- de Ramón López Velarde --

La tónica tibieza
¿cómo será esta sed constante de veneros
femeninos, de agua que huye y que regresa?
¿será este afán perenne, franciscano o polígamo?
yo no sé si está presa
mi devoción en la alta
locura del primer
teólogo que soñó con la primera infanta,
o si, atávicamente, soy árabe sin cuitas
que siempre está de vuelta de la cruel continencia
del desierto, y que en medio de un júbilo de huríes,
las halla a todas bellas y a todas favoritas.
No sé... Mas que en la hora reseca e impotente
de mi vejez, no falte la tónica tibieza
mujeril, providente
con los reyes caducos que ligaban las hoces
de israel, y cantaban
en salmos, y dormían sobre pieles feroces.



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