Antonio-Plaza-Llamas

Antonio-Plaza-Llamas

Militar, poeta y periodista mexicano cuyo nombre completo es Antonio Plaza Llamas

Guanajuato, 2 de junio de 1833 - Ciudad de México, 26 de agosto de 1882

30 Poesías de Antonio-Plaza-Llamas

Poemas más populares de Antonio-Plaza-Llamas


a una ramera

Vitium in corde est idolum in altare
san jerónimo
i
mujer preciosa para el bien nacida,
mujer preciosa por mi mal hallada,
perla del solio del señor caída
y en albañal inmundo sepultada;
cándida rosa en el edén crecida
y por manos infames deshojada;
cisne de cuello alabastrino y blando
en indecente bacanal cantando.
Ii
objeto vil de mi pasión sublime,
ramera infame a quien el alma adora.
¿Por qué el dios ha colocado, dime,
el candor en tu faz engañadora?
¿por qué el reflejo de su gloria imprime
en tu dulce mirar? ¿por qué atesora
hechizos mil en tu redondo seno,
si hay en tu corazón lodo y veneno?
iii
copa de bendición de llanto llena,
do el crimen su ponzoña ha derramado;
ángel que el cielo abandonó sin pena,
y en brazos del demonio ha entregado;
mujer más pura que la luz serena,
más negra que la sombra del pecado,
oye y perdona si al cantarte lloro;
porque, ángel o demonio, yo te adoro.
Iv
por la senda del mundo yo vagaba
indiferente en medio de los seres;
de la virtud y el vicio me burlaba;
me reí del amor de las mujeres,
que amar a una mujer nunca pensaba;
y hastiado de pesares y placeres
siempre vivió con el amor en guerra
mi ya gastado corazón de tierra.
V
pero te vi te vi ¡maldita hora
en que te vi, mujer! dejaste herida
a mi alma que te adora, como adora
el alma que de llanto está nutrida.
Horrible sufrimiento me devora,
que hiciste la desgracia de mi vida.
Mas dolor tan inmenso, tan profundo,
no lo cambio, mujer, por todo el mundo.
Vi
¿eres demonio que arrojó el infierno
para abrirme una herida mal cerrada?
¿eres un ángel que mandó el eterno
a velar mi existencia infortunada?
¿este amor tan ardiente, tan interno,
me enaltece, mujer, o me degrada?
no lo sé no lo sé yo pierdo el juicio.
¿Eres el vicio tú? ¡adoro el vicio!.
Vii
¡ámame tú también! seré tu esclavo,
tu pobre perro que doquier te siga.
Seré feliz si con mi sangre lavo
tu huella, aunque al seguirte me persiga
ridículo y deshonra; al cabo, al cabo,
nada me importa lo que el mundo diga.
Nada me importa tu manchada historia
si a través de tus ojos veo la gloria.
Viii
yo mendigo, mujer, y tú ramera,
descalzos por el mundo marcharemos.
Que el mundo nos desprecie cuando quiera,
en nuestro amor un mundo encontraremos.
Y si horrible miseria nos espera,
ni de un rey por el otro la daremos;
que cubiertos de andrajos asquerosos,
dos corazones latirán dichosos.
Ix
un calvario maldito hallé en la vida
en el que mis creencias expiraron,
y al abrirme los hombres una herida,
de odio profundo el alma me llenaron.
Por eso el alma de rencor henchida
odia lo que ellos aman, lo que amaron,
y a ti sola, mujer, a ti yo entrego
todo ese amor que a los mortales niego.
X
porque nací, mujer, para adorarte
y la vida sin ti me es fastidiosa,
que mi único placer es contemplarte,
aunque tú halles mi pasión odiosa,
yo, nunca, nunca, dejaré de amarte.
Ojalá que tuviera alguna cosa
más que la vida y el honor más cara,
y por ti sin violencia la inmolara.
Xi
sólo tengo una madre. ¡Me ama tanto!
sus pechos mi niñez alimentaron,
y mi sed apagó su tierno llanto,
y sus vigilias hombre me formaron.
A ese ángel para mí tan santo,
última fe de creencias que pasaron,
a ese ángel de bondad, ¡quién lo creyera!,
olvido por tu amor ¡loca ramera!
xii
sé que tu amor no me dará placer,
se que burlas mis grandes sacrificios.
Eres tú la más vil de las mujeres;
conozco tu maldad, tus artificios.
Pero te amo, mujer, te amo como eres;
amo tu perversión, amo tus vicios.
Y aunque maldigo el fuego en que me inflamo,
mientras más vil te encuentro, más te amo.
Xiii
quiero besar tu planta a cada instante,
morir contigo de placer beodo;
porque es tuya mi mente delirante,
y tuyo es mi corazón de lodo.
Yo que soy en amores inconstante,
hoy me siento por ti capaz de todo.
Por ti será mi corazón do imperas,
virtuoso, criminal, lo que tú quieras.
Xiv
yo me siento con fuerza muy sobrada,
y hasta un niño me vence sin empeño.
¿Soy águila que duerme encadenada,
o vil gusano que titán me sueño?
yo no sé si soy mucho, o si soy nada;
si soy átomo grande o dios pequeño;
pero gusano o dios, débil o fuerte,
sólo sé que soy tuyo hasta la muerte.
Xv
no me importa lo que eres, lo que has sido,
porque en vez de razón para juzgarte,
yo sólo tengo de ternura henchido
gigante corazón para adorarte.
Seré tu redención, seré tu olvido,
y de ese fango vil vendré a sacarte.
Que si los vicios en tu ser se imprimen
mi pasión es más grande que tu crimen.
Xvi
es tu amor nada más lo que ambiciono,
con tu imagen soñando me desvelo;
de tu voz con el eco me emociono,
y por darte la dicha que yo anhelo
si fuera rey, te regalara un trono;
si fuera dios, te regalara un cielo.
Y si dios de ese dios tan grande fuera,
me arrojara a tus plantas ¡vil ramera!
antonio plaza llamas


Poema a una ramera de Antonio-Plaza-Llamas con fondo de libro

flor de un día

De un día

yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.

Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones,
y te entregué mi corazón de niño.

No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.

¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿Me crees, por ventura, pebetero?

no esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.

Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo, en cambio, mujer, te dejo el alma.

Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la vida el moribundo,
como piensa en la gloria el condenado.


Poema flor de un día de Antonio-Plaza-Llamas con fondo de libro

la voz del inválido

Bajo la sombra de sauz añoso
frente a un albergue rústico y apartado,
se hallan, un joven de naciente gozo,
y un viejo descreído, mutilado.
Los surcos de la frente marchitada
las escépticas frases qué congelan,
la irónica sonrisa y la mirada
del viejo su pasado nos revelan.
El apuesto garzón, el casi niño,
con marcada humildad escucha atento
al anciano, que lleno de cariño
le dice así con paternal acento:

ii

conque, andrés, ¿vas a partir?
¿se torna el rapaz en hombre?
¡bien!... Escucha y no te asombre,
andrés, lo que vas a oír.
En el revuelto océano
en que fui náufrago un día,
quiero que lleves por guía
la débil voz del anciano.
No cual clérigo profundo
evangelizarte anhelo:
la virtud es flor del cielo
que se marchita en el mundo.
No de ilusiones que halagan
te hablaré, ni de moral;
quiero; andrés, que no hagas mal
ni dejes que te lo hagan.
Franklin dijo en parte alguna,
hablando del mundo, que:
lo que salva no es la fe
sino el no tener ninguna.
No creas consejos ni apólogos,
busca siempre la verdad:
la fe, chico, es necedad
que llaman virtud los teólogos.
Yo no te aconsejo el vicio,
el que mal hace, mal halla;
quiero que vistas con malla
tu corazón tan novicio.
Y ya que tus tiernos años
están flacos de experiencia,
escucha, andrés, con paciencia
la voz de los desengaños.
También locas ilusiones
mi juventud conmovieron,
y las que ilusiones fueron
son ya negras decepciones.
Por eso en estulta calma
niego todo con cinismo,
porque el torpe escepticismo
viento es que congela el alma.

*
Tú vas a la corte. Allí
activo en tu bien rebúllete.
Consérvate, aséate, instrúyete,
y vive, andrés, para ti.
Obra mucho y cierra el labio,
que llega a su fin más pronto,
con su actividad el tonto
que con su pereza el sabio.
Es la corte cosa brava,
todos mal de todos piensan.
Los enemigos comienzan
donde la nariz. Acaba.
Tú allí con muy buenos modos
sé expansivo, sé jovial:
de todos piensa muy mal;
pero habla muy bien de todos.
Que mascarada es completa
la corte que veo con asco,
y sufre allí más de un chasco
quien no toma su careta.
Allí es el afeite aseo,
sinceridad el cinismo;
la locura excentricismo;
la adulación galanteo;
se le llama bueno al bobo,
se llama al miedo prudencia,
porque es difícil papel
se llama la charla ciencia,
se llama fianza al robo.
Allí en duda has de poner
la castidad del beato,
la mansedumbre del gato,
la virtud de la mujer.
Allí todo es falsedad.
Vanidad de vanidades.
Allí abundan nulidades
rellenas de vanidad.
Todos quieren que su nombre
a los hombres envanezca,
y no hay hombre que merezca
llamarse siquiera hombre.
Que de aquella sociedad,
llena de lodo y materia,
es muy grande su miseria
y mayor su vanidad.
El hombre, tenlo presente,
en ese mundo hostigoso,
hace un viaje muy penoso
y no medra si no miente.
Ese tránsito empalaga:
que no molestan en el viaje,
los ricos con su carruaje,
los mendigos con su plaga.
Y magüer razón te sobre,
en la sociedad, buen chico,
evita el odio del rico
y la intimidad del pobre.
Mas si das a la indigencia,
nunca la humilles cruel;
no hagas de amarga hiel
el papel de providencia.
Saber dar es gran virtud,
y dar sin tacto, locura:
lo que se da sin finura,
se acepta sin gratitud.
Hay favores tan sin gracia,
que dejan huella sensible
en el alma, y más horrible
hacen ellos la desgracia.
Muchos hay que dan lo suyo
por cálculo o vanidad,
pero, hijo, esa caridad,
es la virtud del orgullo.
Nunca des con mirada doble;
porque el hombre desgraciado
es un objeto sagrado
para quien tiene alma noble.
La desgracia lenifica
sin esperar gratitud;
porque, andrés, la ingratitud
a la caridad deifica.

*

Tus apuros, si los tienes,
cuenta al que cuente reales;
es decir, cuenta tus males
sólo al que los torne en bienes.
Nunca vistas con descuido;
porque en la corte deshonra
más que una mancha en la honra
un mancha en el vestido.
Tu lujo siempre modera,
no al lujo te entregues, no,
mira que el lujo empezó
por unas hojas de higuera.
Cuida y no te faltará:
da poco y no se te olvide
que quien da a todo el que pide
pide al fin a quien no da.
Ten siempre el bolsillo a tasa,
para que siempre algo sobre;
porque, andrés, el hombre pobre,
de pobre hombre nunca pasa.
Del placer haz poco uso,
si ilusión quieres tener,
que abusando del placer,
no hay placer en el abuso.

*
Por si acaso en sueño cálido
buscas de marte la gloria,
voy e contarte la historia
a que debo estar inválido.
Allá en mis años mejores
se encendió lid fratricida,
porque a mi patria querida
plugo cambiar de opresores.
Del patriotismo la llama
ardió en mi pecho de tierra.
Marché, andrés, en cruda guerra,
reñí, como perro en brama.
El éxito no fue malo:
vencimos a los traidores,
y volví pisando flores
con una pierna de palo.
Cubierto de gloria, chico,
dejome el gobierno cruel;
¿había de comer laurel
como si fuera borrico?
otros con férvido arrojo
la victoria celebraron.
Oro y destino pescaron,
y yo quedé pobre y cojo.
Así es la guerra maldita:
a muchos les da oropeles,
y carruajes y corceles,
y a otros las piernas les quita.
Vengué yo ajenos agravios
y al fin ¿qué saqué?... ¡Desprecios!
la guerra la hacen los necios
en provecho de los sabios.
No seas de los que combaten,
pero odia a los que se rindan;
pues sacan más los que brindan,
que los tontos que se baten.
A la guerra, andrés, no vayas,
y sin luchar vencerás;
porque un brindis vale más
que el humo de cien batallas.
Está la patria hecha trizas
con tanta gente malévola,
y del brazo de scévola
no quedan ya ni cenizas
es un loco temerario
el que anda entre los cañones:
es mejor en los salones
esgrimir el incensario.
Si por figurar te apuras,
lisonjea a los beneméritos,
y fía más que de los méritos
de tus buenas coyunturas.
No te oirán si no te encorvas:
ya que ellos tienen, andrés,
las orejas en los pies,
ten el talento en las corvas.
Para que a ciegas no andes,
te aconsejo, por mi nombre,
dejes tu grandeza de hombre,
con todos los hombres grandes.
La dignidad no conviene,
ni la honradez, hijo de eva;
quien no adula no se eleva;
el que no es vivo no tiene.

*

Si no estás en gran bonanza,
no busques, hijo, mujer,
el pobre ha de mantener
solamente la esperanza.
El amor es gran locura,
y el bendito matrimonio,
lazo que tiende el demonio
y convierte en soga el cura.
El consorcio, en conclusión,
para un pobre es grave mal;
y su tálamo nupcial
túmulo es de su ilusión.
Nunca el marido descansa
y sus sacrificios crecen:
pero ellos no se agradecen,.
Porque con ellos no alcanza.
Tú pondrás del ara encima
tu independencia sin juicio,
y ese inmenso sacrificio
ninguna mujer lo estima.
Es feliz quien por fortuna
mujer buena tiene, andrés:
pero más dichoso es
el que no tiene ninguna.
Amor es mentida flama,
la gratitud no parece:
sólo, andrés, una madre ama
y sólo un perro agradece.
*

Mas si tú afectos deseas,
te lo digo con dolor,
cree hasta en el mismo amor,
pero en la amistad no creas.
Con experiencia lo digo,
andrés, consérvalo impreso:
un libro, un perro y un peso
forman un completo amigo.
Los que el mundo desconocen
dicen, sobrino, que es fama,
que en la cárcel y en la cama
los amigos se conocen.
En cualquier situación seria
tendrás número importuno
de amigos, mas no habrá uno
cuando estés en la miseria.
La amistad es falso cobre,
la amistad, óyelo, chico,
forma la ilusión del rico
y el desengaño del pobre.
La amistad, en conclusión,
la amistad, tenlo presente,
es, sobrino, un accidente
del oro o la posición.
Quien fuere en la vida cero
no tendrá un amigo, andrés;
si el dinero amigo es,
sé amigo tú del dinero.
Mejor que un peso, ten dos,
no hagas mal por egoísmo,
y duda hasta de ti mismo
vete, y... ¡Bendígate dios!

iii

un instante después, por el camino
triste a un jinete galopar se veía,
y un viejo de mostacho blanquecino
con la vista al jinete perseguía.
Cuando ni el polvo que el corcel alzara
pudo el viejo mirar, sintió que ardiente
gota de llanto resbaló en su cara,
y suspirando doblegó la frente.
Y ¿qué será de ti? -exclamó el anciano
tu incierto porvenir ¿porqué me altera?.
Corre a luchar con ese mundo insano;
vete a sufrir la suerte que te espera.
La lucha con el mundo no te asombre,
hombre no es el que luchar no sabe;
porque nació para luchar el hombre
como nació para volar el ave.
Jamás el hombre del destino oscuro
el negro velo levantar espere;
envuelto entre la sombra está el futuro.
El hombre es lo que la suerte quiere.


Poema la voz del inválido de Antonio-Plaza-Llamas con fondo de libro

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