Ejemplos con verdosa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sus ganas de ser impulsivo se manifiestan en forma de un hombre calvo de cara verdosa y que tiene el poder de hacer cosas como si fuera un dibujo animado, lo cual se debe a que Stanley es fan de ellos.
La espalda amarilla verdosa oscura con listas negras.
Nacen también en la vertiente Este de la Sierra la Maravilla los ríos Zuñiga y Potosí y las quebradas Cachima, Verdosa y Lindera, de mayor caudal que las de la ladera occidental y cuyas aguas parcialmente se utilizan para el abastecimiento del Acueducto Regional del Táchira y otros acueductos rurales.
La piel de alrededor del ojo es de amarilla verdosa a verde oliva, el iris verde con tinge amarillo a gris.
Ogremon tiene la forma de un ogro, es decir, humanoide pero encorvado y deforme, con una tonalidad verdosa.
Su tonalidad de piel es rosada y su pelo es una especie de alga verdosa.
El buen Pep, ceñudo, con una palidez verdosa en su tez obscura, manejaba al herido al mismo tiempo que daba órdenes.
En el fondo de esta masa verdosa, iluminada con transparencias de ópalo por el sol poniente, veía agarradas a las peñas extrañas vegetaciones, bosques minúsculos, en cuyas frondas pegajosas movíanse bestias de formas fantásticas, rampantes y veloces o torpes y sedentarias, con duras corazas grises y rojizas, erizadas de defensas, armadas de tenazas, de lanzas y de cuernos, dándose caza entre ellas y persiguiendo a seres menos fuertes que pasaban como exhalaciones, haciendo brillar en la rapidez de la fuga su transparencia de cristal.
En la sombra verdosa de las higueras, amplias, bajas y redondas, apoyadas en un círculo de estacas como un techo de verdura, caían los higos abiertos por el calor, reventando en el suelo como enormes gotas de azúcar purpúreo.
Sin dentadura ni peluquín, la piel flácida, verdosa, negruzca, color de corambre, los ojos soterrados, barba y bigote blancos, Novillo no conservaba traza de su pretérita fisonomía.
La toca blanca hacía resaltar la verdosa palidez de su rostro chupado.
Por las mañanas, al despertar en él, se veía envuelto en una atmósfera, verdosa y suave, lo mismo que si hubiese dormido en el fondo de un lago encantado.
De este modo veía a los pulpos del Acuario con dimensiones gigantescas, tal como deben ser los calamares monstruosos que viven en fondos de miles de metros, iluminando la lobreguez de las aguas con la estrella verdosa de sus núcleos fosforescentes.
Una atmósfera densa y verdosa daba a su blancura un reflejo semejante al de la luz en las cuevas del mar.
Lo reconoció a pesar de su palidez verdosa y del extravío de su mirada.
El agua era verdosa, agua muerta, agua de lluvia, con una costra de vegetación perforada por las burbujas respiratorias de los pequeños organismos que empezaban a vivir en sus entrañas.
Chichí estaba en el salón tendida en un sofá, pálida, con una blancura verdosa, mirando ante ella fijamente, como si viese a alguien en el vacío.
La palidez verdosa de su rostro, el brillo de fiebre de sus ojos, una rigidez que le hacía marchar como un autómata, eran los únicos signos de su emoción.
Parecía más grande, más fuerte, a pesar de la palidez verdosa que descoloraba su rostro.
El cubo del jardinero rompía un instante la capa verdosa de su superficie, dejando ver el azul negruzco de las grandes profundidades, pero apenas extinguidos los círculos excéntricos de la inmersión, volvían a aproximarse y a confundirse las verdes lentejas, y otra vez desaparecía el agua bajo su mortaja vegetal, sin un estremecimiento, sin un susurro, muerta e inmóvil como el templo en el silencio de la tarde.
Descendía el sol a un ángulo del jardín, y el resto quedaba en una claridad verdosa, de penumbra conventual.
Su sombra verdosa era semejante al crepúsculo que envolvía el alma del jardinero.
En el interior de éste, los clérigos, al terminar el coro de la tarde, leían, a la verdosa claridad que se filtraba entre el follaje, los periódicos del campo carlista o comentaban entusiasmados las hazañas de Cabrera, mientras que en lo alto, indiferentes para las insignificancias humanas, revoloteaban las golondrinas en caprichosa contradanza, lanzando silbidos como si rayasen con su pico el cristal del cielo.
Volvía a oírse el susurro de los palomos, y abajo, en el jardín, piaban unos pájaros, como enardecidos por el rayo de sol que reanimaba la verdosa penumbra.
El maestro, que lucía su casaquilla verdosa de los días de gran ceremonia y su corbata de mayor tamaño, tomó asiento fuera, al lado del padre.
Nelet, levantando las tapas de la cesta, iba arreglando en el interior los manojos de frescas hortalizas, mientras la señora no dejaba tranquilo un solo instante su limosnero, pagando en piezas de plata y recibiendo con repugnancia calderilla verdosa y mugrienta.
Brilló en el río la última ráfaga de luz, la verdosa claridad del aire se tornó en un vago reflejo de color de violeta, ennegrecióse el valle, y llegó la noche.
La claridad se esparcía por la mesa, y el resto de la habitación estaba en penumbra manchada, con verdosa pátina de tapiz viejo.
El cielo se oscureció más en el momento de expresarse así Nucha, un relámpago alumbró súbitamente las profundidades de las arcadas del claustro y el rostro de la señorita, que adquirió a la luz verdosa el aspecto trágico de una faz de imagen.
Pero aquella viva llamarada de su orgullo ofendido y de su pensamiento descubierto pasó rápidamente dejándola pálida y verdosa.

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