Ejemplos con mugrienta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Baja al Prado, oye que una vieja mugrienta y decrepita le pide limosna, ella la despide, insta la vieja: vuelvese la petrimetra y halla- ¿quién lo diría?- que la pobretona es su madre.
Tiene aún en la mano la carta mugrienta y trágica, que acaba de leer una vez más.
Cubría sus pies descalzos con una mugrienta toquilla de su casera, y no dejaba de la mano la tarea de contestar con tembloroso pulso la copiosa correspondencia de sus parientes de Madrid.
Como yo no entendía nada de aquel murmullo -añadió Ansúrez sacando de su bolsillo una mugrienta cartera, y de esta un papel-, le rogué a don Jacob que me lo escribiera con letras castellanas, para ver de aprendérmelo de memoria.
Ciertas mañanas, llegaba muy contento a la hora de comer, sus hermanas le oían cantar paseando por las habitaciones, y ¡caso raro! él, tan despreocupado en materias de adorno, enfadóse dos veces porque le planchaban mal las camisas, y pidió seriamente a la mamá que le comprase una corbata, pues la que llevaba era un asco, de deshilachada y mugrienta.
Doña Manuela marchaba por el estrecho callejón que formaban las huertanas, sentadas en silletas de esparto, teniendo en el regazo la mugrienta balanza, y sobre los cestos, colocados boca abajo, las frescas verduras.
Don Román vestía su eterno traje, su traje típico: pantalones anchos, larga levita negra, verduzca y mugrienta, chaleco blanco, pringado de rapé en las solapas, el cuello de la camisa altísimo, arrugado, sin almidón, ancho y apretado corbatín.
Nelet, levantando las tapas de la cesta, iba arreglando en el interior los manojos de frescas hortalizas, mientras la señora no dejaba tranquilo un solo instante su limosnero, pagando en piezas de plata y recibiendo con repugnancia calderilla verdosa y mugrienta.
No, ella le quería, y aunque le diese algún disgusto, consideraba a Rafael, a pesar de su sotana mugrienta y su cara de granuja, como un rendido trovador de los que en aquella época de romanticismo hacían el gasto en todos los extravíos de imaginación femenil.
Del bolsillo de la blusa salía una moneda mohosa, del sudador de la gorra otra de dos céntimos, y por las ventanas de los rotos zapatos sacábanse alguna pieza de cobre mugrienta y sudada.
El tétrico conductor, con su librea negra y mugrienta, pasó, rociando de injurias al distraído y amenazándole con su látigo.
En efecto, la capa del señorito de Santa Cruz tiene un siete tremendo, y debajo de ella asoma la americana con los ribetes deshilachados, corbata mugrienta, y el cuello de la camisa de dos semanas Entonces ella se deja caer sobre él, y le dice con efusión cariñosa: Alma mía, yo trabajaré para ti, yo tengo costumbre, tú no, sé planchar, sé repasar, sé servir tú no tienes que trabajar yo para ti Con que me sirvas para ir a entregar, basta no más.
Por la noche fue Guillermina, y Jacinta, que conservaba la mugrienta tarjeta con las señas de Ido, se la dio a su amiga para que en sus excursiones le socorriese.
Entre tanto, y supiera o no don Antonio lo que traía entre manos, ello es que Juan Pablo se había comprado una chistera nueva, y tenía el proyecto de trocar su capa, algo deshilachada de ribetes y mugrienta de forros, por otra nueva.
Atizóse el ratón su medio cuartillo, brilláronle los ojuelos, limpió el labio con la bocamanga de la mugrienta chaqueta, y declaró con acento sincero y candoroso:.
Ella tendría que venir a buscarle, como penitente, entre la oscura lobreguez de un templo, al triste y fatigoso resplandor de los amarillentos cirios, caería de rodillas a sus pies, y le hablaría avergonzada a través de tupida y mugrienta celosía, oculto el rostro con el espeso velo y acobardado el ánimo por el terror religioso.
Tras los vidrios pendía una mugrienta cortineja.
De una mugrienta bolsita de cañamazo cuya boca se recogía con un bramante, y que Genoveva llevaba en el seno, sacó y contó hasta doce pesos en pesetas sevillanas, reales y medios de plata, de los cuales, deducidos los siete, poco más o menos, costo de las mercancías negociadas, restó una ganancia neta de cinco duros.
Esto era, que ínter el carnicero en un grupo descuartizaba a golpe de hacha, colgaba en otro los cuartos en los ganchos a su carreta, despellejaba en éste, sacaba el sebo en aquél, de entre la chusma que ojeaba y aguardaba la presa de achura salía de cuando en cuando una mugrienta mano a dar un tarazón con el cuchillo al sebo o a los cuartos de la res, lo que originaba gritos y explosión de cólera del carnicero y el continuo hervidero de los grupos, dichos y gritería descompasada de los muchachos.
Y el cura metió una mano en el bolsillo interior de su larga y mugrienta levita de alpaca, y sacó de aquella cueva que olía a tabaco, entre migas de pan y colillas de cigarros, un cucurucho que debía de contener onzas de oro.
Hecho el lío de ropa, pasó el Tuerto su brazo izquierdo por debajo de los nudos, metió dentro de la gorra algunos mechones de pelo que le caían sobre los ojos, tiró de una bolsa de piel mugrienta que guardaba en un bolsillo de sus pantalones, sacó de ella tabaco picado, hizo un cigarro, encendióle en un tizón que le trajo su mujer, que lloraba, aunque en silencio, fijóse en los chicuelos, que también lo rodeaban, y, haciendo un gran esfuerzo, dijo con voz insegura:.
Merced al desorden que este nuevo lance produjo en el ''duelo'', la viuda logró alcanzar con las uñas el pelo de su adversaria, zarandeóla un rato a su gusto, gritaron entrambas con horribles imprecaciones, terciaron los hombres en el asunto, hubo diferencias entre ellos, sacudiéronse el polvo algunos, y en pocos instantes aquella mugrienta habitación se transformó en un campo de batalla, verdaderamente aterrador, batalla que hubiera costado mucha sangre, a no presentarse en la sala, muy a tiempo, el alcalde de mar.
Vive en la opulencia, contempla la miseria que agobia a su vecino, y cree de buena fe que si él se arruinara sucumbiría al rigor de la desesperación antes que aclimatarse a las privaciones, a la levita mugrienta, a la estrechez de una buhardilla y, sobre todo, al desdén de los ricos.
Sentóse a una mugrienta mesa y pidió un vaso de leche, que le sirvieron inmediatamente.
Viendo entonces Foción a un pobre anciano que pasaba por la calle con una capa mugrienta, les preguntó si le reputaban peor que aquel, y diciéndole los forasteros que no los tuviese en tan mal concepto: Pues ése, les repuso, vive con menos que yo, y está contento: finalmente, si no hago uso de todo ese dinero, en vano le tendré en mi poder, y si hago uso, me desacreditaré a mí mismo, y desacreditaré al rey para con la república”.
Ya en su mugrienta faltriquera danzan las monedas de cobre que les permitirán refocilarse en el bodegón de la calle de Toledo.
Mesa con carpetas de badana mugrienta.
Revolviendo con no poco trabajo encontró la caja mugrienta, y ya estaba el hombre raspando el fósforo para sacar lumbre cuando la mujerona se incorporó asustada, diciéndole:.
Se había cortado el pelo al rape, haciéndose un tipo de cura montaraz, que se completaba con ropas negras y raídas, faja mugrienta, obscura, y gorra de pelo de conejo.
Seis sillones de cuero, un escaño de roble y una mugrienta mesa pegada a la pared, formaban el mueblaje de la casa.

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