Ejemplos con mugía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Mientras en un lado del archipiélago mugía el mar, en el otro manteníase inmóvil y profundo, con una pesadez de aceite.
Además, en el corral mugía una vaca de repletas ubres y cacareaban docenas de gallinas de incansable fecundidad.
Se detuvo ante los puestos de los ostricarios, examinando las valvas de concha-perla alineadas en los estantes, sobre los cestos de ostras de Fusaro, las enormes caracolas, cadáveres huecos, en cuya garganta mugía, según los vendedores, como un recuerdo, el lejano zumbido del mar.
Refirió Fernando lo que en su viaje había observado, la sorda revolución que a modo de volcán mugía en las entrañas del partido carlista, poco antes formidable en su potente unidad guerrera y religiosa, mas nada de lo que dijo fue novedad para el Conde, que por su bien organizado espionaje no ignoraba nada de lo que ocurría entre el Ebro y el Pirineo.
La , que así apodaban a la vaca por sus rubios pelos, mugía dulcemente, estremeciéndose bajo una gualdrapa de arpillera, herida por el fresco de la mañana, volviendo sus ojos húmedos hacia la barraca, que se quedaba atrás, con su establo negro, de ambiente pesado, en cuya paja olorosa pensaba con la voluptuosidad del sueño no satisfecho.
El río mugía sordamente al choque del aguacero y al incesante soplo del viento, y ondulaba en majestuoso compás subiendo y bajando sus arqueadas olas por el suave declivio de la playa.
Una vaca mugía y su mugido catarroso se alargaba por el campo, lento, lento, lento.
El remolino mugía cada vez con más fuerza.
Refirió Fernando lo que en su viaje había observado, la sorda revolución que a modo de volcán mugía en las entrañas del partido carlista, poco antes formidable en su potente unidad guerrera y religiosa, mas nada de lo que dijo fue novedad para el Conde, que por su bien organizado espionaje no ignoraba nada de lo que ocurría entre el Ebro y el Pirineo.
Predicáronles teorías deslumbradoras, con sus ribetes de socialistas, en frases campanudas y rimbombantes que la astucia de los Rigüeltas traducía al lenguaje del país, único accesible a sus incultas inteligencias, pintábaseles con horribles colores todo lo existente, y como un paraíso de felicidades lo porvenir, echáronse nombres a su voracidad maliciosa, como se echan huesos a perros hambrientos, y hasta entraron en Coteruco periódicos de batalla, que corrían de mano en mano y deletreaban los embrutecidos aldeanos en el rincón de la cocina o en el poyo del portal, mientras los maíces se estiraban en la mies, pálidos y entecos, clamando por una azada que los librase del pan de cuco que les chupaba el jugo de la tierra, y el ganado mugía en los pesebres, azotándose hambriento los hundidos ijares con el rabo.
Y mi hermano mugía absolutamente como un buey, y resoplaba al recibir los estacazos.

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