Ejemplos con mugrientas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estos, a diferencia del resto, son una raza de criaturas mugrientas y de poca inteligencia, que habitan lugares rechazados por el resto de seres de este mundo.
Aquellos hombres de largas blusas y boinas mugrientas, apoyados en fuertes garrotes, miraban con asombro, como si fuesen de una raza distinta, a los arrogantes mineros, que se llamaban a gritos y se abrían paso reclamando el auxilio del alguacil, única autoridad que guardaba el orden del inmenso concurso, sin más arma que un mimbre blanco.
Discutía con un grupo de pastores de la sierra: hombres negruzcos y retorcidos como sarmientos, con chaquetones pardos y abarcas y polainas, hembras con pañuelos rojos y faldas mugrientas y remendadas que pasaban de generación a generación.
Veía en sus pesadillas arroyos claros y murmuradores, ríos inmensos, y buscando frescura para su boca, paseaba la lengua por las paredes mugrientas, sintiendo cierto alivio al contacto de la cal del enjalbegado.
Blas le puso en la cabeza el primogénito de todos los , en una mano las mugrientas carteras, en otra los dos duros que para el caso le dio la señorita, la puerta se cerró y oyose el pesado, inseguro paso del hombre eléctrico por las escaleras abajo.
Después aparecieron las autoridades de menor cuantía, dos y un inspector que hacía molinetes con el bastón para que se viesen las borlas mugrientas.
Sobre el hule que cubría la camilla estaba el rosario de Tirso y un librito de lecturas devotas, con las tapas abarquilladas y mugrientas.
Junto a la casa de Dios varios mendigos extendían las mugrientas manos, y cuando no pasaba gente se insultaban con el más desvergonzado vocabulario, que trocaban en quejumbrosos ayes si alguna señora vieja se detenía a leer los cartelillos de triduos y novenas.
A duras penas, con un mal cuchillo, hizo astillas la peana en que se sostenía la santa imagen puesta a la cabecera de la cama, colocó en el hogar los pedacitos de madera carcomida, y en torno suyo fue agrupando, apoyándolos sobre las tapas mugrientas y sobadas, los libros de rezo, las obras sagradas, los accesorios de sus trajes sacerdotales, los alzacuellos, los rosarios, todo lo que podía recordarle aquel pasado que hubiera querido aniquilar de un solo golpe.
Alzábase cerca de la estación una venta con honores de posada, y junto a su puerta, sentados en torno de dos mesillas mugrientas e inseguras cubiertas de jarrillos de vino, bebían y vociferaban hasta media docena de arrieros y zagales.
Y mostró vacías y al revés las dos mugrientas faltriqueras cosidas a sus calzones.
Disformes y mutilados muebles se veían colocados en un testero, mugrientas ropas cubrían un jergón puesto sobre tablas, y algunas armas rotas y mohosas yacían en un rincón en compañía de un arpa vieja y de unos vasos de tosco barro.
Levantábanse de la almohada trescientas caras soñolientas, sonaba un verdadero concierto de bostezos, caían arrolladas las mugrientas mantas, dilatábanse con brutal desperezamiento los robustos e inactivos brazos, liábanse los tísicos colchones conocidos por «petates» en el mísero antro, y comenzaba la agitación, la diaria vida en el edificio antes muerto.
Las puertas eran macizas y ''acuarteronadas'', con bisagras de perno, desclavadas y herrumbrosas, los tillos, de castaño apolillado y con enormes rendijas, las paredes dobles, mugrientas y jibosas.
Un sordo rumor corría ya entre las mozas del pueblo, agrupadas en uno de los costados del salón, sobre una fila de banquetas mugrientas, adquiridas por el empresario en el saldo de muebles de deshecho de un café.
Junto a las chozas, armadas de sendas estacas, cinco mujeres, desgreñadas y mugrientas, o más bien cinco furias, rodeaban a un perro y le mataban a palos.
Disformes y mutilados muebles se veían colocados en un testero, mugrientas ropas cubrían un jergón puesto sobre tablas, y algunas armas rotas y mohosas yacían en un rincón en compañía de un arpa vieja y de unos vasos de tosco barro.
¡Había, sin embargo, tanto de previsto en el episodio! Escaleras mugrientas y desvencijadas, casa mal oliente, buhardilla estrecha.
En los merenderos, en torno a las mugrientas mesas, los hombres en mangas de camisa, y las mujeres de pintados pañuelos de percal, bebían peleón, esperando ansiosos noticias de la fiesta, mientras en los corrales, y a los sones de los organillos que entonaban las cascabeleras notas de los schotis y las habaneras, bailaban muy apretaditos, con crujir de almidonadas enaguas y tintinear de espuelas y sables, soldados y chulos con las Menegildas, y de algunos coches rezagados saltaban, saludados por maldiciones de aurigas y obscenidades de hampones, algunos atrasados amadores de la fiesta.
Por entre los últimos lienzos empezaban a asomar las cabezas mugrientas de los comparsas.
¡Bonita justicia! ¿A quién pertenecía ese botín sino a nosotros? ¿Dónde está la justicia en que se lo regale a quien no ha hecho nada por ganárselo? ¡Miren cómo me lo gané yo! Veinte largos años en aquel pantano plagado de fiebres, trabajando todo el día en los manglares y encadenado toda la noche en las mugrientas barracas de los presos, comido por los mosquitos, atormentado por la fiebre intermitente, sufriendo los abusos de todos aquellos malditos policías negros, encantados de poder ajustarle las cuentas a un blanco.
imaginándose que los negociantes aquellos estaban atornillados a próximas quiebras por espantosos pagarés, y que la desdicha que le arrojaba a él al fondo de la desesperación se cerniría también sobre sus mugrientas mujeres, que, con los mismos dedos con que momentos antes habían retirado los trapos en que menstruaban, cortarían ahora el pan que ellos devorarían entre maldiciones dirigidas a sus competidores.
molinillo de café, latas mugrientas y algunas piezas de loza.

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