Ejemplos con digo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Don Anselmo, yo le digo: ya la ocasión es llegada que me cumpla como amigo una promesa sagrada.
Y digo de conveniencia, porque en sus expansiones con el coronel solía decirle: Me gustan los liberales porque con ellos hablan todos y de todo cuanto les da la gana.
No digo que hayan existido en carne mortal sobre el haz de la tierra, han existido por mí y para mí.
Nuestro tálamo estará labrado en sándalo, digo, ¡qué impropiedad!, en otras maderas preciosas y adornado con gemas orientales.
Lo que digo es que, como Belarmino no sabía curar a su mujer, cuando la tenía, con jarabe de fresno, que no hay melecina mejor pa las mujeronas, pues, la fija, que su mujer le tenía a él siempre atosigao, y pa curarlo, pues, ya sabe usté, le ponía en los lomos cada cataplasma de estaca.
A ti, Pedrín, te digo algo como a mi hijo, si alguna vez sientes una carga en la vida, por mi culpa, perdóname, otra era mi intención.
Él decía profesar la filosofía, pero yo digo que tenía mucho de poeta, así como mi padre, Apolonio, que decía profesar la dramaturgia, tenía mucho de filósofo.
Es más: digo que Dios no querrá que se case.
Impidiendo el matrimonio, ¿decretamos que Angustias sea una desgraciada? Yo digo que no, eso es pan de todos los días.
Digo que son las diez, y que si se cena hoy.
Digo de sobremesa, que no de sobrecomida.
Se lo digo a usted en voz baja, aunque con toda energía, porque quiero evitar espantosas complicaciones, incluso la efusión de sangre.
Yo, se le digo a usted con toda reserva, me creo postergado.
Lo mismo digo yoreplicó iracunda Xuantipa, un día, y otro día, y otro día, y jamás aprendes, babayo.
Le digo a usted que, a veces, extendiendo la mirada sobre mis vecinos de mesa, cuyos dramas privativos se me presentan al pronto con escénica plasticidad, y elevándome a seguida, y como que a pesar mío, a contemplarlos filosóficamente, , como sombras inconsistentes y efímeras, me acomete un escalofrío patético, me dan ganas de llorar y soy capaz de tragarme, sin parar atención y como si fuese un plato de natillas, la empedernida chuleta que me han servido.
¿Qué importa? Digo que si entonces me hubiera retirado, creería usted que yo era un cura sinvergüenza y falsario.
Como Bruto a la silueta de César en la tragedia shakespeariana, digo a la sombra incorpórea del excelente don Amaranto:.
No le digo a usted: zapatero a tus zapatos, porque no quiero provocarle.
Le digo a usted que cuando soltaba un ajo, que en ella eran signo de hallarse contenta, se quedaba uno embobado y sonriente como si escuchase una nota de ruiseñor.
Digo, pues, que nos alojó en su casa como huéspedes, pero no comíamos en su mesa, ni tampoco con la servidumbre, que era numerosa, nos servían aparte.
En estos tiempos no hay posibilidad de ejecutar actos nobles ni actos santos, sí solamente actos provechosos, digo ganar dinero.
Digo error, porque yo hube de comprobar la certidumbre de la historia que antes referí, hay testigos fidedignos que la acreditan.
Dondequiera que voy, no digo ya por las ciudades de estos reinos, sino a otras naciones, pues que he viajado largas tierras, Inglaterra, Rusia, Francia, Alemania, Italia y no digo ya estas naciones europeas, sino otros continentes, África, Asia, América, Australia, dondequiera que voy tengo una casa mía, ¡y qué casas!, mayores que un palacio, y mesa puesta, y lecho apercibido, y jamás me falta dinero para ir hasta el fin del mundo.
He aquí el poema: un monstruo de esos que llaman gárgolas, porque vomitan la lluvia con un ruido peculiar, de donde viene la frase hacer gárgaras, digo que ese monstruo de piedra, que está en la cornisa de una catedral, se ha enamorado de la veleta, que figura una paloma, y que se asienta, ni que decir tiene, en lo más alto de la torre.
Digo legales porque en América se han hecho numerosas ediciones de esta obra sin mi permiso.
¡Qué digo el templo! Es la antorcha que brilla y disuelve las sombras de barbarie de esta huerta.
A usted se lo digo especialmente, señor de tal , y a usted, señor de cual y así soltaba una docena de nombres.
Templos del saber que difundan la luz de la ciencia por esta vega, antorchas que que En fin, si vinieran más chicos a mi templo, digo, a mi escuela, y si los padres, en vez de emborracharse, pagasen puntualmente como usted, señor Bautista, de otro modo andaría esto.
Y no digo más, porque no me gusta ofender.

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