Ejemplos con melancolías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Emil Kraepelin la designa como locura depresiva en una de sus clasificaciones, sin abandonar el término melancolía para nombrar la enfermedad, y manteniendo depresión para referirse a un estado de ánimo, afirmaba que las melancolías eran formas de depresión mental, expresión que se le atribuye.
Una de sus melancolías más dolorosas era a causa de las tortas celestiales.
Tú solo puedes traer a la literatura castellana ese mundo nuevo de intensas melancolías y de rudos afectos.
Y ella que, cuando amenaza con lo innoble del rasero nivelador, justifica las protestas airadas y las amargas melancolías de los que creyeron sacrificados por su triunfo toda distinción intelectual, todo ensueño de arte, toda delicadeza de la vida, tendrá, aún más que las viejas aristocracias, inviolables seguros para el cultivo de las flores del alma que se marchitan y perecen en el ambiente de la vulgaridad y entre las impiedades del tumulto.
Mi pobre madre padeció siendo muy joven, allá en su castillote de Bretaña, ataques de nervios, melancolías y trastornos que nunca ha logrado curar del todo, si bien se aliviaron algo después de mi nacimiento.
Bajo la calma del cielo plateado, el campo emanaba tónica frescura que traía al alma pensativa, ante la certeza de otro día de seca, melancolías de mejor compensado trabajo.
La había prestado un buen servicioOjeda reía amargamente al pensar en esto, habían sido felices unas horas, y luego se separaban como extraños, sin recuerdos y sin melancolías: lo mismo que si se hubiesen conocido a la caída de la tarde en un bulevar de París para pasar media hora juntos en un hotel y no volver a encontrarse nunca.
Sólo con oírte me siento animado y se me abre un poco esa puerta de la nutrición que llamamos apetito, y se me cierra la de esos desvanes que llamamos melancolías.
Densas melancolías le asaltaron, perdió el apetito, y costaba Dios y ayuda hacerle tomar las medicinas.
¿Por qué me echas en cara mis tristezas y melancolías? Piensa que he sido muy desgraciado, y que padezco de murrias y fastidios.
A pesar del estado de mi ánimo y del abatimiento de mi espíritu, cuando tejía con ella la red de viva plática, recobraba yo mi buen humor de otro tiempo, y me volvía alegre y jovial, y me olvidaba de esas enervantes melancolías que han sido, y acaso todavía lo son, nota sombría de mi carácter, de este carácter mío soñador y lánguido, dado a la pereza y al fantaseo, al delirio vago y a la meditación sin objeto.
Recordé cosas y sucesos pasados, evoqué memorias dolorosas de la niñez, pesares y amarguras infantiles, los tristes días de colegio, las melancolías del primer amor.
Entonces me dí cuenta de ciertas melancolías de la niña, cuando yo hablaba de bodas y noviazgos.
Frecuentemente me encerraba yo en mi recámara para dar rienda suelta a mis cavilaciones y melancolías.
¿No es verdad que ese hombre recordaría con placer, acaso con incomparable alegría, las sombras del calabozo en que vivió tantos años? ¿No es cierto que algunas veces suspiraría amorosamente al recordar su prisión, el estrecho recinto que fué para él casa, patria y mundo? Pues así vuelven a mí las tristezas y melancolías de ayer, cuando aun no me amabas, cuando la luz de tu cariño no iluminaba mi alma.
¡Ten calma! ¡Eres un muchacho sin experiencia! Déjate de melancolías y de novelas, abomina de Lamartine y de Zorrilla, y recuerda que tu poeta favorito fué rico porque se casó con una inglesa millonaria.
exclamaba Virgilio en su hermosísimo idioma para dar idea de ese mundo de melancolías en que se cierne el espíritu, recordando tiempos que huyeron, a presencia de los mudos objetos que fueron testigos de risueños planes y desengañadoras alegrías.
En los últimos días de aquel infausto año, entráronle a Jacinta melancolías, y no era para menos, pues el desairado y risible desenlace de la novela hubiera abatido al más pintado.
Antes que dejarle caer en las melancolías, vale más darle un disgusto.
Ya se explicaba perfectamente las melancolías, los suspiros ahogados de Nucha.
El afecto hacia Clara le atraía a la ciudad, pero, como Clara andaba muy distraída en sus amores y era muy dichosa, no consolaba tanto las melancolías del Comendador como su rubia sobrina.
Era hombre poco dado a melancolías.
Doña Visitación procuraba sofocar los dolores y soledades de su marchita viudez por medio de un continuado y estrecho trato con todos los santos y santas de la corte celestial, y la vida devota ofrecía ancho campo a su espíritu para distraerle de sus pertinaces melancolías.
Por ahora baste decir que Leonardo hubiera llegado al último grado de la desesperación, si un ángel tutelar, un nuncio de felicidad no se presentara a deshora en la casa, quitándole de pronto sus melancolías y haciéndolo el más dichoso mortal de la tierra.
el amo es bueno, sólo que con sus melancolías no sirve para nada y el otro lo hace todo, y sabe Dios cómo van las cosas, que si el señor conde falta algún día, van a salir sapos y culebras de la administración.
Por fin, los que le rodeaban, que eran todos los de la casa, le hicieron el gusto de dejarle solo, en plena y absoluta posesión de sus melancolías, asegurándole que le darían conocimiento de cuanto ocurriese.
Ya esta mas Consolada de sus Melancolías, y Dios y su Santa madre permitan que olbide a Aquel pelafustran que tanto nos izo rrabiar.
Pero no había vuelto a recobrar su buen humor, y el trasladarse a Toledo, precisamente cuando el pobre preso había sido también conducido a las cárceles de esta ciudad, no era el mejor medio para curarse de sus melancolías.
Dícese que, aunque se vio viuda, no quiso salir del monesterio, ni, menos, hacer profesión de monja, hasta que, no de allí a muchos días, le vinieron nuevas que Lotario había muerto en una batalla que en aquel tiempo dio monsiur de Lautrec al Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba en el reino de Nápoles, donde había ido a parar el tarde arrepentido amigo, lo cual sabido por Camila, hizo profesión, y acabó en breves días la vida a las rigurosas manos de tristezas y melancolías.
Fue el parecer del médico que melancolías y desabrimientos le acababan.

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