Ejemplos con fatídica

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

De haber fichado por el Torino, Kubala hubiera formado parte de la plantilla que realizó aquella gira fatídica.
Mefisto apela a Fausto para que acelere el paso, y una vez que coronan una elevación rocosa, comienzan a llegar brujos y brujas, espectros vivientes del mundo, que alaban a Satanás, el cual, después de habérsele ofrecido una esfera de cristal como si fuese el mundo, le canta un aria inmensísima, de una fuerza y musicalidad poderosas, bajo una letra entrañable y fatídica, vituperando la execrable humana raza, acompañada de golpes de gong, platillos y exacerbado derroche orquestal.
Sorprendido por la fatídica noticia, su resolución fue tan rápida como drástica.
Después de la ceremonia, una mujer que fue cocinera de Bass la semana fatídica aseguró haber visto aparentemente a Frank Jackson acercarse al sitio de reposo de los restos de Bass, según ella: Se bajó del caballo, estuvo parado un momento, y con una mirada lastimera, lanzó un poco de tierra sobre la tumba.
Tras experimentar esta fatídica derrota, el pueblo y el Senado aprendieron la lección de que el único medio para expulsar a Aníbal de Italia era emplear las Tácticas Fabianas.
El ave fatídica se cernía obstinada sobre el jardín.
El sueño de las altas horas le pesaba en los párpados, rendidos, pero acunada por la nave milagrera de su novio y perseguida por la imagen fatídica de Julio, no podía dormir ni sosegar, hasta que, ya alboreciendo, se sumió en un leve descanso lleno de estremecimientos.
Tenía los ojos entoldados por la nube fatídica del , y la boca seca y dura, abierta en una mueca desgarrante.
Salvador ignoraba que Carmen unía siempre a la idea de la muerte la aparición del ave fatídica, pero al notar el entristecimiento de su semblante, adivinador y cuidadoso, le dijo, como quien cuenta una infantil conseja:.
Cuando la voz catarrosa e incorpórea dijo, con la frialdad de una sentencia fatídica: El sapo no factura la beligerancia, la inquisición, el pongo y quito de los comensales.
La luna, filtrándose con trabajo por una nube, comenzó a alumbrar aquella fatídica escena.
Pero inmediatamente después de reflexión tan consoladora, venía la contraria, la negra, la que tomaba su fatídica fuerza de la claridad de la anterior: Si este temporal dura días, y no hay medio de traer víveres, y los moros nos atacan, toda esta noble juventud, esta flor de España, perecerá.
He pasado por una calle, y he oido cantar sobre mi cabeza, entre el ruido de copas y platos y las risas de alegres muchachas, la copla fatídica de mi abuela:.
Guardo la fatídica yema para otro, sí, para otro, en quien ahora recaen todos mis odios.
Pero ¡de qué manera! ¡Qué fatídica luz en nuestras frentes! ¡Qué lobreguez en las nubes! ¡Qué aparente movilidad en el suelo que pisábamos!.
Presentación vio también la fatídica imagen y estuvo a punto de desmayarse en mis brazos.
Con esto prosiguió Cocles en su fatídica impasibilidad, pero no Morrel, que calculó con terror que, a pesar del plazo, era hombre perdido cuando tuviese que abonar los pagarés del comisionista.
Algunos años más tarde, en el colegio, la lluvia solía venir a embargar mis sentidos y muchas mañanas, antes que sonara la fatídica campana que nos llamaba al estudio, me despertaba oyendo llover como si el agua hubiera trasnochado para estar lista ya a esa hora.
El hambre, la miseria, compañera fatídica de aquél que en la lucha por la vida está predestinado, por el mero hecho de nacer de un vientre proletario, a sobrellevar sobre sus encorvados hombros el peso de todas las injusticias sociales, los rigores de todas las inclemencias de la madrastra Natura y las ambiciones de los explotadores que se sirven de él y especulan con su carne miserable, sin cuidarse de ver que esa masa carnosa llamada «obrero» que da su cerebro a la bruta y patente máquina de hierro que carece de él, es un ser sensible, un ser humano que posee estómago, que está dotado de un corazón capaz de sentir los más nobles y puros sentimientos de honradez, virtud e ideal mil veces más sublimes que los del canalla explotador que le roba el derecho a la vida, no puede ser nunca elementos de unión y de amor entre los hombres y sólo sí, un agente que se aprovechan de él los que hacen su agosto agitando las masas ignorantes en beneficio y provecho de sus maquiavélicos deseos de medro, impidiendo por lo tanto el logro de la redención.
Pero ahora, ¿adónde va Juana Weber con su pequeño cementerio de niños? Será obra de la fatalidad, pero hay en esta historia fatídica un hecho innegable: en los brazos de Juana Weber murieron misteriosamente varias criaturas.
Voy a ver si coordino mis impresiones del modo y forma que las recibí, y tal y como se grabaron para siempre en mi cerebro a la mortecina luz del farol que alumbró con infernal relámpago tan fatídica escena.
Tuvo a la fuerza que descansar unos cuantos días, durante los cuales, más de una vez, pasó por su memoria la figura del buey corneta, enorme, renegrido, con su mirada fatídica.
Como yo afirmase con toda sinceridad que no se me alcanzaba de dónde podía venir el tremendo golpe, puso cara fatídica, y alzando el dedo índice cual si quisiera horadar el techo, repitió: «De arriba, Sr.
Casi todos los presentes, hasta que oyeron aquella declaración fatídica, conservaban un resto de esperanza, algunos, ciegos optimistas, creían que habría componenda, bien porque Narváez hubiese amedrentado a Isabel, bien porque esta pudiera librarse a tiempo del encantamento que aprisionaba su soberano albedrío.
¿Qué era preferible? ¿El peligro evidente de volar, o el desaire de suspender la lucha? Esta duda fatídica inspiró al animoso Barcáiztegui una frase que había de ser célebre: Hoy no mojo la pólvora.
Si el horrible desengaño dejó a los pobres insurrectos enteramente aplanados y casi sin respiración, Prim oyó con frío dolor la noticia, que era un toque más de la fatídica trompeta del fracaso, que ya conocían bien sus oídos.
Mas nada pudo hacer para dominar la confusión en aquella hora fatídica.
Y el estrado, los tradicionales, los vetustos sillones de baqueta y la mesa, abajo, imponente en su solemne aparato, tendida de damasco blanco y rojo, arrastrando el ancho fleco de su carpeta por la alfombra, mientras de entre el tintero, enorme, y más allá la campanilla, cuyo timbre de llamada era como una descarga eléctrica en el pecho, la urna, la urna fatal se destacaba del conjunto, negra, fatídica, siniestra en su elocuencia muda de mito.
Edgard Poe buscaba la luz fatídica y misteriosa con que alumbra sus portentosas investigaciones por los abismos del espíritu humano, en el alcohol.
En Toledo, en Cuenca, en Valencia, en León, en Burgos, en Navarra, en Lérida, en Santander y en otras muchas provincias, la mano fatídica se cernió sobre las urnas electorales, amenazando llenarlas de candidaturas para invadir mañana los escaños del Congreso.

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