Ejemplos con fatídico

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Al atardecer de ese mismo día, los estudiantes salieron de su refugio en el casco para refugiarse en la escuela de ciencias biológicas, la cual fue rodeada y literalmente baleada en distintos momentos de ese fatídico día, ya por la madrugada el ejército mismo tomo brutalmente las instalaciones golpeando a mujeres y hombre por igual.
Desde allí, los carlistas solo tienen que disparar hacia abajo, sin hacer puntería, puesto que sus balas siempre encuentran el blanco en alguno de los cuerpos de la masa de soldados isabelinos que se apretujan para salir del fatídico valle para ganar la llanura.
Tras el fatídico hecho, vendría un proceso de expansión y reconstrucción, cual expansión es perdurable hasta el día de hoy, grandes construcciones como zonas residenciales en el norte y sur de la ciudad han marcado la historia de expansión de la conurbación.
Estecho Fatídico / An Súnda Salach se encuentra entre Inishmaan e Inisheer fue conocido como Bealach na Fearbhaighe.
Cuando legan a la cita con el profesor Arnolfis, este les cuenta por primera vez la versión de lo que realmente ocurrió el fatídico día en que murió Carlota, la mujer del retrato.
En el baile todo parece transcurrir de manera normal y las cosas se tornan más increíbles para Carrie cuando a la hora de votar descubre que ella y Tommy están nominados para ser el Rey y la Reina del baile, inesperadamente, Carrie gana, pero todo esto es una broma cruel con un fatídico desenlace.
Cuando llegaron las noticias del fatídico suceso, el resto de los bóers presentes en Natal decidieron vengar a Piet Retief y nombraron como líder a Andries Pretorius, un experimentado comandante natural de Graaff-Reinet y descendiente de uno de los primeros colonos holandeses de El Cabo.
Junto a él estarán el capitán Griswald, también capitán de su anterior y fatídico viaje, y el científico Dr.
Un fatídico día, una misteriosa mujer irrumpe en la mansión y desencadena una serie de eventos que cambiarán el mundo para siempre.
Lo primero que María hace al llegar, es citar a todos los que participaron en el fatídico viaje: Esteban, Servando, uno de sus socios, Demetrio, el abogado de la empresa, y su esposa Daniela, Bruno, el otro socio de la empresa, y su esposa Fabiola, y las dos tías de Esteban, Carmela y Alba.
Su liderazgo se mostró fatídico.
Cuando su amigo Germán del Campo fue asesinado por los pistoleros del PNR, López Mateos estaba a punto de experimentar el fatídico destino de Sasha Yegulev.
El hecho fatídico fue programado en la semana del Jubilee de la Reina, y los Pistols alquilaron un bote y tocaron en vivo siguiendo la fiesta por el río Támesis.
Desde ese fatídico incidente, Hikari juró vencer a Kei en cualquier cosa ya sea es gimnasia como en conocimientos.
Sentóse Felicita, respiró fuerte, tomó aliento, pero no se reposó, sino que, tan pronto como había tocado el asiento, saltó en pie de nuevo, sacudida por aquel dinamismo fatídico que la tenía en los huesos, y tomando unos papelorios que llevaba debajo del brazo, los extendió sobre el mostrador.
Zeus quedaba dueño de la tierra, el fatídico Hades reinaba en los abismos plutónicos, y Poseidón se enseñoreaba de las llanuras azules.
De nuevo, y esta vez detrás del cuarto de mamá, el fatídico aullido explotó.
Vió el semblante desencajado, fatídico, de Valentina, la cual blandía en la mano derecha un arma.
Y en las esquinas de la habitación, en caballetes negros, sin ornamentos dorados, ostentaban su rica encuadernación cuatro grandes volúmenes: de Edgar Poe, el Cuervo desgarrador y fatídico, con láminas de Gustavo Doré, que se llevan la mente por los espacios vagos en alas de caballos sin freno: el el poema persa, el poema del vino moderado y las rosas frescas, con los dibujos apodícticos del norteamericano Elihu Vedder, un rico ejemplar manuscrito, empastado en seda lila, de , de Alfredo de Musset, y un el libro de Mignon, cuya pasta original, recargada de arabescos insignificantes, había hecho reemplazar Juan, en París, por una de tafilete negro mate embutido con piedras preciosas: topacios tan claros como el alma de la niña, turquesas, azules como sus ojos, no esmeraldas, porque no hubo en aquella vaporosa vida, ópalos, como sus sueños, y un rubí grande y saliente, como su corazón hinchado y roto.
¡Oh ansiedad, oh enigma fatídico! ¿Qué diría la carta? Pues la carta, con el lenguaje burlón de sus garabatos, esto decía:.
Escapósele a aquella una leve exclamación de sorpresa, que el tío Frasquito pescó al vuelo, mas un azulado relámpago iluminó en aquel momento la escena, un inmenso diseño cromático, nacido en las alturas de la orquesta y resuelto en las profundidades de los bajos en un rumor apagado y fatídico, anunció la caída del rayo, y entre truenos y relámpagos y sublimes convulsiones de los instrumentos de cuerda, escapósele lo que Butrón añadía, pudiendo percibir tan sólo estas palabras dichas por el diplomático con grande insistencia:.
que había llorado sobre el rosado papel lágrimas de agua de Colonia, que había, en fin, creído, al empuñar la pluma en sus manos lavadas con , tremolar una bandera con un palo de sombrilla por asta y un encaje de Bruselas por lienzo ¡Oooh! Cuando Pedro López posó su turbada planta en el palacio de los marqueses, cuando vio profanadas por groseros pies de sicarios de un poder bastardo y despótico aquellas mullidas alfombras que tantas veces habían hollado en rítmicos movimientos del baile las bellezas más valiosas de la corte, angustia mortal oprimió su corazón, nube de sangre cegó sus ojos, y una palmada de su propia mano vino a herir su frente sin que¡pásmese el lector!notase Pedro López que sonaba a hueco Sonóle a un ¡ay! fatídico, a voz triste, lejana, misteriosa, crepuscular, que murmuraba a lo lejos: ¡El primer paso! ¡El primer paso dado hacia el noventa y tres el primer paso dado hacia el Terror! ¡Oooh! Allí había visto Pedro López sumida en el más profundo desconsuelo, y vistiendo elegante , con falda , de fular de seda y encajes crema a la bella condesa de Albornoz, ideal como la Ofelia de Shakespeare a orillas del lago, digna como la María Stuard de Schiller en el castillo de Fotheringhay, sublime como la princesa Isabel, la hermana de Luis XVI, que llamó la posteridad el ¡Aaaah! Allí había visto Pedro López y estrechado su mano al hidalgo caballero, al pundonoroso marqués de Villamelón, postrado en el lecho del dolor, cual león enfermo, derramando lágrimas de varonil despecho por no poder desenvainar, en defensa de su noble hogar allanado, la gloriosa espada de cien ilustres progenitores ¡Oooh! Y en torno de aquellas dos nobles figuras realzadas aquel día por el infortunio, elevadas por ruin despotismo de un gobierno sobre el gloriosísimo pedestal de la picota de sus iras, Pedro López había visto agruparse, más hermosas mientras más doloridas, y tan elegantes en su sencillo negligé, de mañana como en sus soberbias de otras ocasiones, a las bellísimas duquesas de A.
¡Buen nublado se me viene encima! Mi casa comienza a parecer una sucursal del infierno, y voy dudando si vivo en plena realidad o está alguien, por arte de magia, ensayando a costa mía el efecto de alguna de aquellas novelas de hace treinta años, en que un personaje misterioso y fatídico desbarataba la paz de una familia.
¡Pues qué sucedería si después, cuando la vieja barajó los naipes y, repartiéndolos en cuatro montones, empezó a interpretar su sentido fatídico, pudiese él oír distintamente todas las palabras que salían del antro espantable de su boca! Había allí concordancias de la sota de bastos con el ocho de copas, que anunciaban nada menos que amores secretos de mucha duración, apariciones del ocho de bastos, que vaticinaban riñas entre cónyuges, reuniones de la sota de espadas con la de copas patas arriba, que encerraban tétricos augurios de viudez por muerte de la esposa.
En seguida se volvió hácia Soledad, saludóla, quitándose caballerescamente el sombrero, y, como en esto principiase la música, comenzó tambien el fatídico baile de aquellos dos séres que no habian cruzado nunca una palabra y que, sin embargo, podia decirse que habian pasado la vida juntos, alentados por una sola alma, subordinados a un mismo destino.
Las once de la mañana iban a dar cuando el jóven salió del despacho de su protector, y no eran todavía las once y media cuando ya estaba hecho un ascua de oro, en la silenciosa plaza de su mismo apellido, pero no sentado esta vez en el fatídico poyo que tantas amarguras le recordaba, sino paseándose humildemente a la puerta del Colegio de Niñas, en la esperanza de que Soledad siguiese yendo todavía a él, y contando por milésimas los instantes que faltaban para las doce.
El enfermo acompañó con risa irónica su fatídico consejo.
Sus ojeras eran más obscuras y extensas que de ordinario, había adelgazado mucho, la palidez de su rostro hubiera inspirado miedo, si su rostro no hubiera sido tan hermoso, su distracción y su embebecimiento parecían a veces más propios de un ser del otro mundo que de una criatura de éste, y en su andar vacilante y en el brillo momentáneo de sus ojos, seguido siempre del prolongado adormecimiento de tan divinas luces, había como un mal agüero, como un anuncio fatídico, que no pudo menos de perturbar la férrea conciencia de Doña Blanca, de doblegar bastante su inflexibilidad, y de aterrarla por último.
Yo las vi llorando como unas Magdalenas y soplándose las palmas de las manos, escaldadas por aquel fatídico instrumento de cinco agujeros que pendía de fatal espetera en el despacho de D.
No recordamos si es hoy cárcel u hospital, pero entonces era la Inquisición, nombre fatídico que parecía transformar el edificio haciéndole más feo de lo que realmente era.

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