Ejemplos con enemigo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y para acabar de perderlas, en el momento de levantarse para hablar, vió en la tribuna de periodistas, que tenía enfrente, a su jurado enemigo, de pie, en primer término, con el lápiz en una mano y el papel en la otra, mirándole con ojos de basilisco.
Siempre que la expedición hacía un alto, y muchas veces mientras caminaba, recontaba los votos seguros, añadía los últimamente, y acababa por formar un estado general, cercenando una tercera parte de los probables y añadiéndoselos al enemigo, para ponerse don Simón en el peor caso imaginable.
Del miedo a las fieras le curaban sus acompañantes, asegurándole que el lobo y otros animalitos por el estilo no hacen caso del hombre como tengan bestias en que cebarse, y los viajeros llevaban, por de pronto, siete caballos que ofrecer a la voracidad del soñado enemigo.
Pero, en cambio, había que echar el resto en aquellas localidades dudosas o adictas al enemigo.
Adviértase que he escogido de intento el testimonio de uno de los románticos más intransigentes, para que se vea cómo no existe y debe tenerse por un fantasma, creado por las necesidades de la polémica, ese idealismo enemigo de la verdad humana, del cual triunfan tan fácilmente los críticos naturalistas, como triunfaba el ingenioso hidalgo de los cueros que encontró en la venta.
Había sido engañado, era un embustero y además su enemigo implacable.
Allí estaba el enemigo: ¡á él!.
Dos tiros el enemigo estaba desarmado.
Instintivamente se agachó, queriendo confundirse con la lobreguez del suelo, no presentar blanco al enemigo.
Mucho le dolía el golpe, andaba apoyado en sus amigos, con la cabeza entrapajada, hecho un , según afirmaban las indignadas comadres, pero hacía esfuerzos para sonreir, y a cada excitación de venganza contestaba con un gesto arrogante, afirmando que corría de su cuenta el castigar al enemigo.
Esto le enfurecía más aún que si el enemigo se hubiera presentado.
El bandido le estaría mirando tal vez por algún agujero, tal vez preparaba su escopeta para dispararla traidoramente desde uno de los ventanillos altos, o instintivamente, con esa previsión moruna atenta a suponer en el enemigo toda clase de malas artes, resguardó su cuerpo con el tronco de una higuera gigantesca que sombreaba la barraca de.
Todos decían lo mismo: se extrañaban de que un hombre como él, religioso, honrado y sin otro defecto que robar algo en el peso, permitiera que su criado acompañase a la hija del enemigo de la huerta, de un hombre malo, del cual se afirmaba que había estado en presidio.
Alborotábase Teresa al conocer los atentados de que eran objeto sus hijos, y como mujer ruda y valerosa nacida en el campo, sólo se tranquilizaba oyendo que los suyos habían sabido defenderse, dejando al enemigo malparado.
En la vida, paciencia para vengarse del enemigo, aguardar la pelota, y cuando viene bien, jugarla con fuerza.
Parecían sus opulentas cabelleras estandartes guerreros, no flotantes y victoriosos, sino enroscados y martirizados por las manos del enemigo.
Quedó inmóvil, con la cabeza baja y los ojos empañados por lágrimas de cólera mientras su brutal enemigo acababa de formular la denuncia.
No dormía, no: escuchaba los ronquidos de su mujer, acostada junto a él, y de sus hijos, abrumados por el cansancio, pero los oía cada vez más hondos, como si una fuerza misteriosa se llevase lejos, muy lejos, la barraca, y él, sin embargo, permaneciese allí, inerte, sin poder moverse por más esfuerzos que intentaba, viendo la cara de junto a la suya, sintiendo en su rostro la cálida respiración de su enemigo.
Este movimiento de la huerta hacia la barraca de su enemigo era una prueba de que se hallaba grave.
Apenas recobró la vista, buscó a su enemigo.
Los amigos del valentón le daban broma al ver que después de las guindillas daba tientos al jarro, sin cuidarse de si su enemigo le imitaba.
¡Cuan desgraciado era! ¡Solo contra todos! Al pequeñín lo encontraría muerto al volver a su barraca, el caballo, que era su vida, inutilizado por aquellos traidores, el mal llegando a él de todas partes, surgiendo de los caminos, de las casas, de los cañares, aprovechando todas las ocasiones para herir a los suyos, y él, inerme, sin poder defenderse de aquel enemigo que se desvanecía apenas intentaba revolverse contra él, cansado de sufrir.
Vio a lo lejos, en la puerta de la taberna de , a su enemigo , con el porrón en la mano, ocupando el centro de un corro de amigos, gesticulante y risueño, como si imitase las protestas y quejas del denunciado.
Luego volvía los ojos hacia su enemigo , que se contoneaba altivamente, como hombre acostumbrado a comparecer ante el tribunal y que se creía poseedor de una pequeña parte de su indiscutible autoridad.
Después examinó el semblante meditabundo y sereno de su sobrino, de aquel estratégico enemigo que se presentaba de improviso cuando se le creía en vergonzosa fuga.

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