Ejemplos con enemigos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Ay! ¡Y para esto habían peleado con los moros tantos señores arzobispos de Toledo, conquistando villas, asaltando castillos y acotando dehesas, que pasaban a ser propiedad de la catedral, contribuyendo al mayor esplendor del culto a Dios! ¡Y para caer en las manos puercas de los enemigos de todo lo santo habían testado tantos fieles en la hora de la muerte, reinas, magnates y simples particulares, dejando lo más sano de su fortuna a la Santa Iglesia Primada, con el deseo de salvar su alma! ¿Qué iba a ser de las seiscientas personas, entre grandes y chicos, clérigos y seglares, dignidades y simples empleados, qué comían de las rentas de la catedral? ¿Y a eso llamaban libertad? ¿A robar lo que no era suyo, dejando en la miseria a un sinnúmero de familias que se mantenían de la olla grande del cabildo?.
Aun así, le restaba una fortuna considerable a la Iglesia Primada, y mantenía su esplendor como si nada hubiese ocurrido, pero el señor Esteban husmeaba el peligro desde el fondo de su jardín, enterándose por los canónigos de las conspiraciones liberales y de los fusilamientos, horcas y destierros a que tenía que apelar el señor rey don Fernando para contener la audacia de los negros , enemigos de la monarquía y la Iglesia.
¡Pero cuando son muchos los enemigos! Muy mal, se había metido en un paso difícil.
En la barraca quedaba la pobre muchacha ocultándose en su para gemir, haciendo esfuerzos por no mostrar su dolor ante la madre, que, irritada por tantas contrariedades, se mostraba intratable, y ante el padre, que hablaba de hacerla pedazos si volvía a tener novio y daba que hablar con ello a los enemigos del contorno.
Esta calumnia, inventada por los enemigos de su padre, era lo que más enfurecía a los muchachos.
Los enemigos, hijos o sobrinos de los que en la taberna juraban acabar con Batiste, iban acortando el paso, para hacer menor la distancia entre ellos y los tres hermanos.
El arrugado viejo se erguía, sus mortecinos ojos brillaban como débiles pavesas, movía el cayado cual si aún estuviese pinchando a los enemigos.
Dentro de su casa ya se guardarían los enemigos de venir a buscarles.
Bien sabía la pobre lo que eran sus compañeras, hijas y hermanas de los enemigos de su familia.
Su aspecto de hombre resuelto a todo imponía respeto a los enemigos.

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