Ejemplos con dirás

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No te creo, no te creeré nunca Cada vez que nos vemos me cuentas una nueva historia ¿Quién eres? ¿Cuándo dirás la verdad, toda la verdad de una vez? ¡Embustera!.
Antes dirás por qué no te importa mi maldición.
dirás lo que quieres almorzar.
Ni a Pepe Güeto, ¿entiendes? Ni a Pepe Güeto dirás nada.
dirás: ¡estaba ya tan vieja! En reponerla se hubiera gastado más.
¡Ay, Rorró! ¡Qué dirás de mi! ¡Pero, hijito de mi alma, qué misa tan larga! ¿Ya te desayunaste? ¿No? Pues aquí tienes compañera.
¡Tú dirás! En San Sebastián no hay más que jacales, y toda esa gente habrá posado en la casa del Padre.
¡Qué murmuradoras y qué indiscretas! ¡Tú dirás! Le preguntaron a Carmen, sin considerar el estado que guarda, que si era cierto que eras novio de la señorita Fernández y que te ibas a casar con ella.
¿Dices que no le dirás a tu papá que te amo y que me amas? Haz lo que te plazca.
Una cosa voy a pedirte: que el día que ya no me quieras me hables francamente, y me digas la verdad, ¡toda la verdad! Tú dirás que estos temores míos son infundados, que son locuras mías.
No dirás ahora que no te escribo como tú deseas.
Ya me dirás eso que te apena, Linilla, Linilla mía, dime: ¿tienes secretos para mí? Dímelo, dímelo.
¡Tú dirás! ¡El latín que es la llave de las ciencias! Ni latín, ni otras cosas, todo lo que puedo enseñar, todo lo que sé, ¡cuanto aprendiste aquí! Dicen que estoy atrasado, que mi manera de enseñar es , ¿has oido? ¿? Eso lo dicen los pedantes de hoy en día, y todo porque mascullan el francés.
¡Tú dirás! Por unos cacharros cualesquiera.
Me dirás a esto que tú las tienes ahí más exquisitas, y colgadas de los árboles como su madre las parió, y yo te replicaré que aquí las frutas sirven de fondo a un cuadro animadísimo de muchachas.
Iba vestida con la mayor humildad Tú dirás como yo, ¿y el abrigo de terciopelo? ¿y el sombrerito? ¿y las turquesas? Paréceme que me dijo Joaquín que aún llevaba las turquesas No, no, no dijo esto, porque si las hubiera llevado, no las habría visto.
Y cuando te sientas con alguna novedad en tu alma, y te encuentres de la noche a la mañana con todas esas máculas ateas bien curadas, dirás ¡milagro, milagro! y no hay tal milagro, sino que tienes el padre alcalde, como se suele decir.
Lo primero que tienes que hacer es sostener el , quiero decir la paz del matrimonio, respetar a tu marido y no consentir que pierda su dignidad de tal Dirás que es difícil, pero ahí está el talento, compañera Hay que discurrir, y sobre todo, penetrarse bien del propio decoro para saber mirar por el ajeno Lo segundo.
¡Ah!, chulita, dirás que yo tengo la moral muy rara.
No dirás que no he hecho por ti cuanto estaba en mi mano.
Guárdate tus carros de pedernal, que ya te los pondrán en la balanza el día del gran saldo final, ya sabes, cuando suenen las trompetas aquellas, sí, y entonces, cuando veas que la balanza se te cae del lado de la avaricia, dirás: Señor, quítame estos carros de piedra y cascote que me hunden en el Infierno , y todos diremos: no, no, no échenle carga, que es muy malo.
Comprendo que tienes razón, soy un infame, merezco tu desprecio, porque lo que tú dirás, una mujer es siempre una criatura de Dios, ¿verdad? y yo, después que me divertí con ella, la dejé abandonada en medio de las calles justo su destino es el destino de las perras Di que sí.
dirás que qué tiene que ver Es claro, nada, pero vete a saber cómo se enlazan en el pensamiento las ideas.
—Y ¿qué dirás que le respondí?—¡Pues respondí , abrazándola y consolándola, cuando yo era quien necesitaba consuelo!.
—Por las de Nicosia dirás, dijo el turco.
Dirás tú ahora, hijo, si es que acaso me entiendes, que ¿quién me hizo a mi teóloga? y aun quizá entre tí: ¡cuerpo de tal con la puta vieja! ¿por qué no deja de ser bruja, pues sabe tanto, y se vuelve a Dios, pues sabe que está mas pronto a perdonar pecados, que a permitirlos? Á esto te respondo como si me lo preguntaras, que la costumbre del vicio se vuelve en naturaleza, y este de ser brujas se convierte en sangre y carne, y en medio de su ardor, que es mucho, trae un frio que pone el alma tal, que la resfría y entorpece aun en la fe, de donde nace un olvido de sí misma, y ni se acuerda de los temores con que Dios la amenaza, ni de la gloria con que la convida, y en efeto, como es pecado de carne y de deleites, es fuerza que amortigüe todos los sentidos, y los embelese y absorte, sin dejarlos usar sus oficios como deben, y así quedando el alma inútil, floja y desmazalada, no puede levantar la consideracion siquiera a tener algun buen pensamiento, y así dejándose estar sumida en la profunda sima de su miseria, no quiere alzar la mano a la de Dios, que se la está dando por sola su misericordia, para que se levante: yo tengo una destas almas que te he pintado, todo lo veo y todo lo entiendo, y como el deleite me tiene echados grillos a la voluntad, siempre he sido y seré mala.
Así que, aprieta un poco las cinchas a Rocinante y quédate a Dios, y espérame aquí hasta tres días no más, en los cuales, si no volviere, puedes tú volverte a nuestra aldea, y desde allí, por hacerme merced y buena obra, irás al Toboso, donde dirás a la incomparable señora mía Dulcinea que su cautivo caballero murió por acometer cosas que le hiciesen digno de poder llamarse suyo.
Por lo menos quiero, Sancho, y porque es menester ansí, quiero, digo, que me veas en cueros, y hacer una o dos docenas de locuras, que las haré en menos de media hora, porque, habiéndolas tú visto por tus ojos, puedas jurar a tu salvo en las demás que quisieres añadir, y asegúrote que no dirás tú tantas cuantas yo pienso hacer.
Pero, ¿qué dirás cuando te diga yo ahora cómo, entre otras infinitas cosas y maravillas que me mostró Montesinos, las cuales despacio y a sus tiempos te las iré contando en el discurso de nuestro viaje, por no ser todas deste lugar, me mostró tres labradoras que por aquellos amenísimos campos iban saltando y brincando como cabras, y, apenas las hube visto, cuando conocí ser la una la sin par Dulcinea del Toboso, y las otras dos aquellas mismas labradoras que venían con ella, que hablamos a la salida del Toboso? Pregunté a Montesinos si las conocía, respondióme que no, pero que él imaginaba que debían de ser algunas señoras principales encantadas, que pocos días había que en aquellos prados habían parecido, y que no me maravillase desto, porque allí estaban otras muchas señoras de los pasados y presentes siglos, encantadas en diferentes y estrañas figuras, entre las cuales conocía él a la reina Ginebra y su dueña Quintañona, escanciando el vino a Lanzarote,.
No dirás desto nada a nadie, porque pon lo tuyo en concejo, y unos dirán que es blanco y otros que es negro.

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