Buscar Poemas con Sereno


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Se han encontrado 82 poemas con la palabra sereno

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Lope de Vega

en el sereno campo de los cielos

-- de Lope de Vega --

Despidiéndose de una dama porque amanecía
en el sereno campo de los cielos
entraba el sol, pisando las estrellas
sus caballos flamígeros, y de ellas
limpiando el manto de color de celos.
Ya cuando vive en últimos desvelos
pasaba de su sueño a sus querellas,
sale la abeja entre las flores bellas,
las aves por el aire esparcen vuelos.
Vase en el mundo dilatando el día
en cercos de oro y arreboles rojos,
y en las hojas las perlas del rocío.
Mas cuando tan hermoso el sol salía,
anocheció para mis tristes ojos,
porque como él salió, se puso el mío.

Poema en el sereno campo de los cielos de Lope de Vega con fondo de libro

Fernando de Herrera

Con el puro sereno en campo abierto

-- de Fernando de Herrera --

Con el puro sereno en campo abierto
vuela mi alado carro, y fresco llega.
El viento arando el golfo; la paz niega
cielo airado, aire adverso, flujo incierto.

Desampara huyendo el mar desierto;
mas el miedo y horror lo aflige y ciega;
noto cruel, que su furor despliega,
las velas rompe, impide entrar el puerto.

Cuando ríe una luz en occidente
que alegra el orbe etéreo, y desfallece
el soplo austrino y cesa el ponto oscuro,

la prora vuelvo, y lejos tardamente
la tierra sola en puntas aparece,
y nunca al puerto arribo que procuro.

Poema Con el puro sereno en campo abierto de Fernando de Herrera con fondo de libro

José Asunción Silva

Crepúsculo1

-- de José Asunción Silva --

En la tarde, en las horas del divino
crepúsculo sereno,
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños.

Sobre un fondo de tonos nacarados
la silueta del templo
las altas tapias del jardín antiguo
y los árboles negros,
cuyas ramas semejan un encaje
movidas por el viento
se destacan oscuras, melancólicas
como un extraño espectro!

En estas horas de solemne calma
vagan los pensamientos
y buscan a la sombra de lo ignoto
la quietud y el silencio.
Se recuerdan las caras adoradas
de los queridos muertos
que duermen para siempre en el sepulcro
y hace tanto no vemos.

Bajan sobre las cosas de la vida
las sombras de lo eterno
y las almas emprenden su viaje
al país del recuerdo.
También vamos cruzando lentamente
de la vida el desierto
también en el sepulcro helada sima
más tarde dormiremos.

Que en la tarde, en las horas del divino
crepúsculo sereno
se pueblan de tinieblas los espacios
y las almas de sueños!

Poema Crepúsculo1 de José Asunción Silva con fondo de libro

Alfonsina Storni

Duerme tranquilo

-- de Alfonsina Storni --

Dijiste la palabra que enamora
A mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
Y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
Debe ser fresca, su decir ameno;
Para tu oficio de amador no es bueno
El rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
Que el de llevar, entre los negros pozos
De las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
De algún bárbaro rey Y tiene estatua.



Alfonsina Storni

Noche divina

-- de Alfonsina Storni --

Este jardín nos cede su delicia,
nos cede el árbol de manzanas lleno.
Fuente de dioses a la sed propicia,
pan del instinto, para el hambre, bueno.

Mas blanco mármol sin igual pudicia
fija en nosotros su mirar sereno:
muslo desnudo, vigoroso el seno,
puro, como la luz que lo acaricia.

Se hacen tus ojos demasiado azules,
cubren tus manos impalpables tules
y algo divino te levanta en vuelo.

No cortemos la fruta deleitosa
y mira el alma en una nube rosa,
cómo es de azul la beatitud del cielo.



Alfonso Reyes

el verdugo secreto

-- de Alfonso Reyes --

Vives en mí, pero te soy ajeno,
recóndito ladrón que nunca sacio,
a quien suelo ceder, aunque reacio,
cuanto suele pedir tu desenfreno.
Me quise sobrio, me fingí sereno,
me dictaba sus máximas horacio,
dormí velando, festiné despacio,
ni muy celeste fui, ni muy terreno.
Poco me aprovechó vivir alerta,
si del engreimiento vanidoso
hallaste tú la cicatriz abierta.
Hoy quiero rechazarte, y nunca oso.
¡Válgame la que a todos nos liberta,
y al orden me devuelve y al reposo!



Amado Nervo

después - después de aquella brava agonía

-- de Amado Nervo --

Después de aquella brava agonía,
ya me resigno..., ¡Sereno estoy!
yo, que con ella nada pedía,
hoy, ya sin ella, sólo querría
ser noble y bueno... ¡Mientras me voy!
es un bendito nombre, que adoro,
ser noble y bueno, y al expirar,
poder decirme: ¡nada atesoro:
di toda mi alma, di todo mi oro,
di todo aquello que pude dar!
desnudo torno como he venido;
cuanto era mío, mío no es ya:
como un aroma me he difundido
como una esencia me he diluido,
y, pues que nada tengo ni pido,
¡señor, al menos vuélvemela!



Amado Nervo

hasta muriéndote

-- de Amado Nervo --

Hasta muriéndote me hiciste bien,
porque la pena de aquel edén
incomparable que se perdió,
trocando en ruego mi vieja rima,
llevó mis ímpetus hacia la cima,
pulió mi espíritu como una lima
y como acero mi fe templó.
Hoy, muy dolido, mas ya sereno,
por ti quisiera ser siempre bueno,
de los que sufren tengo piedad;
en mi alma huérfana, sólo dios priva,
nada mi vuelo mental cautiva,
y es mi esperanza cual siempreviva
que se se abre a un beso de eternidad.



Amado Nervo

via, veritas et vita

-- de Amado Nervo --

Ver en todas las cosas
de un espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡esperar!
¿qué? ¡quién sabe! tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo, y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.
Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: «ven a mí: soy el camino,
la verdad y la vida».



Amado Nervo

jesús

-- de Amado Nervo --

Jesús no vino del mundo de «los cielos».
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.



Amado Nervo

¿qué más me da

-- de Amado Nervo --

In angello cum libello
kempis
¡con ella, todo; sin ella, nada!
para qué viajes,
cielos, paisajes,
¡qué importan soles en la jornada!
qué más me da
la ciudad loca, la mar rizada,
el valle plácido, la cima helada,
¡si ya conmigo mi amor no está!
que más me da...
Venecias, romas, vienas, parises:
bellos sin duda; pero copiados
en sus celestes pupilas grises,
¡en sus divinos ojos rasgados!
venecias, romas, vienas, parises,
qué más me da
vuestra balumba febril y vana,
si de mi brazo no va mi ana,
¡si ya conmigo mi amor no está!
qué más me da...
Un rinconcito que en cualquier parte me
preste abrigo;
un apartado refugio amigo
donde pensar;
un libro austero que me conforte;
una esperanza que sea norte
de mi penar,
y un apacible morir sereno,
mientras más pronto más dulce y bueno:
¡qué mejor cosa puedo anhelar!



Leopoldo Lugones

Oceánida

-- de Leopoldo Lugones --

El mar, lleno de urgencias masculinas,
Bramaba alrededor de tu cintura,
Y como un brazo colosal, la oscura
Ribera te amparaba. En tus retinas,

Y en tus cabellos, y en tu astral blancura,
Rieló con decadencias opalinas
Esa luz de las tardes mortecinas
Que en el agua pacífica perdura.

Palpitando a los ritmos de tu seno,
Hinchóse en una ola el mar sereno;
Para hundirte en sus vértigos felinos

Su voz te dijo una caricia vaga,
Y al penetrar entre tus muslos finos,
La onda se aguzó como una daga.



Lope de Vega

Tantas virtudes, honras, glorias, famas

-- de Lope de Vega --

Tantas virtudes, honras, glorias, famas,
sólo se hallarán, Álvaro famoso,
en sangre de Guzmán, que el generoso
tronco produce siempre iguales ramas.

Que muestre el sol al Austro ardientes llamas
es fuerza, está en la suya poderoso,
pero al Oriente es caso prodigioso;
tal es la luz con que al nacer te inflamas.

En el mirar al sol claro y sereno,
para que de sus dudas se confirme,
es del águila el hijo conocido.

Probándote a su sol, Guzmán el Bueno,
llamarte puede, viéndote tan firme,
corona y gloria de su excelso nido.



Lope de Vega

Es la mujer del hombre lo más bueno

-- de Lope de Vega --

Es la mujer del hombre lo más bueno,
y locura decir que lo más malo,
su vida suele ser y su regalo,
su muerte suele ser y su veneno
Cielo a los ojos cándido y sereno,
que muchas veces al infierno igualo,
por raro al mundo su valor señalo,
por falso al hombre su rigor condeno.
Ella nos da su sangre, ella nos cría,
no ha hecho el cielo cosa más ingrata;
es un ángel, y a veces una arpía.
Quiere, aborrece, trata bien, maltrata,
y es la mujer, al fin, como sangría,
que a veces da salud y a veces mata.



Lope de Vega

Vida cumplida

-- de Lope de Vega --

Moza fui, gocé mi edad;
pero cuando vieja fui,
otras gozaron por mí
su hermosura y libertad

Setenta años vi el sereno
cielo; gocelos justo:
los cuarenta con mi gusto;
los treinta con el ajeno



Góngora

A los celos

-- de Góngora --

¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!,
Vuélvete al lugar triste donde estabas,
o al reino (si allá cabes) del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mesmo y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.



Góngora

En la muerte de una señora que murió moza en Córdoba

-- de Góngora --

Fragoso monte, en cuyo vasto seno
duras cortezas de robustas plantas
contienen aquel nombre en partes tantas
de quien pagó a la tierra lo terreno:

así cubra de hoy más cielo sereno
la siempre verde cumbre que levantas,
que me escondas aquellas letras santas
de que a pesar del tiempo has de estar lleno.

La corteza do están desnuda, o viste
su villano troncón de hierba verde,
de suerte que mis ojos no las vean.

Quédense en tu arboleda, ella se acuerde
de fin tan tierno, y su memoria triste,
pues en troncos está, troncos la lean.



Góngora

A la pasión de los celos

-- de Góngora --

¡Oh niebla del estado más sereno,
furia infernal, serpiente mal nacida!
¡Oh ponzoñosa víbora escondida
de verde prado en oloroso seno!

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno,
que en vaso de cristal quitas la vida!
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida,
de la amorosa espuela duro freno!

Oh celo, del favor verdugo eterno,
vuélvete al lugar triste donde estabas,
o al reino, si allá cabes, del espanto;

mas no cabrás allá, que pues ha tanto
que comes de ti mesmo y no te acabas,
mayor debes de ser que el mismo infierno.



Luis Lloréns Torres

anhelos

-- de Luis Lloréns Torres --

Oh, los anhelos de ml amor insanos.
Quiero empañar tus límpidos cristales
y ver palidecer esos corales
sobre las perlas de tu boca ufanos.

Quiero que llore, herida en sus arcanos,
tu fuente de rosados manantiales
y que tiemble en tus tiernos maizales
la panoja rindiéndome sus granos.

Yo quiero ser tu vórtice y tu freno;
en el oleaje de tu amor, la roca;
noche en el sol de tu mirar sereno;

sol en la noche que tu trenza evoca;
serpiente en los nidales de tu seno;
y abeja en los panales de tu boca.



Líber Falco

¡Oh, calles de los pueblos!

-- de Líber Falco --

..............................

Duermevela la calle
Duermevela la abuela, cerca
de la candela.

Oh, calles de los pueblos.
En una escoba vieja cabalga mi memoria
y alcanza su madeja:
Desde una esquina,
velo María tu sueño.

En sobre de blancas sábanas
tu viajas viaje sereno,
niña de cuerpo moreno.
¡Qué delicado mensaje
y que rúbrica, tu pelo!

¿Será en vano mi desvelo?
Quiero pensarlo y no quiero.
Tu duermes toda la noche.
Yo toda la noche muero.

..............................

Oh, calles de los pueblos.
A su vera duermen las niñas.
Tienen los ojos azules.
Tienen el cuerpo moreno.
Oh... Muros de los pueblos.



Jorge Luis Borges

jonathan edwards (1703 1785)

-- de Jorge Luis Borges --

(1703-1785)
lejos de la ciudad, lejos del foro
clamoroso y del tiempo, que es mudanza,
edwards, eterno ya, sueña y avanza
a la sombra de árboles de oro.
Hoy es mañana y es ayer. No hay una
cosa de dios en el sereno ambiente
que no le exalte misteriosamente,
el oro de la tarde o de la luna.
Piensa feliz que el mundo es un eterno
instrumento de ira y que el ansiado
cielo para unos pocos fue creado
y casi para todos el infierno.
En el centro puntual de la maraña
hay otro prisionero, dios, la araña.



César Vallejo

Rosa blanca

-- de César Vallejo --

Me siento bien. Ahora
brilla un estoico hielo
en mí.
Me da risa esta soga
rubí
que rechina en mi cuerpo.

Soga sin fin,
como una
voluta
descendente
de
mal...
Soga sanguínea y zurda
formada de
mil dagas en puntal.

Que vaya así, trenzando
sus rollos de crespón;
y que ate el gato trémulo
del Miedo al nido helado,
al último fogón.

Yo ahora estoy sereno,
con luz.
Y maya en mi Pacífico
un náufrago ataúd.



Delmira Agustini

Por campos de ensueño

-- de Delmira Agustini --

Pasó humeante el tropel de los potros salvajes,
feroces los hocicos, hirsutos de pelajes,
las crines extendidas, bravías, tal bordones,
pasaron como 'pasan pamperos y aquilones.

Y luego fueron águilas de esplendidos plumajes
trayendo de sus cumbres magníficas visiones,
con el sereno vuelo de las inspiraciones
augustas, con soberbias de olímpicos linajes.

Cruzaron hacia Oriente la limpidez del cielo,
tras ellas como cándida hostia que alzara el vuelo,
una paloma blanca como la nieve asoma.

Yo olvido el ave egregia y el bruto que foguea
pensando que en los cielos solemnes de la Idea
a veces es muy bella, muy bella una paloma.



Efraín Huerta

órdenes de amor IV

-- de Efraín Huerta --

Ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo.

Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.

Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.



Emilio Bobadilla

París en la guerra

-- de Emilio Bobadilla --

Emporio voluptuoso de fiestas y placeres,
de artísticos torneos, de decadentes vicios;
para la carne, ardores de exquisitas mujeres,
y para el pensamiento complejos artificios.

La germánica ira tu esplendor amenaza
y en tu cara de pronto la risa se congela;
en el aire sereno siniestros giros traza
el avión traicionero que en torno tuyo vuela.

La orgía —ola de lujo, de músicas y besos—,
el pavor paraliza en medio de la noche.
¡Adiós, horas febriles de lúbricos excesos!

Huyen de ti, empujados por militares leyes,
millonarios y pobres, en tren, a pie o en coche,
y hoy pacen en tu bosque de Bolonia los bueyes...



Julián del Casal

a un dictador

-- de Julián del Casal --

Noble y altivo, generoso y bueno
apareciste en tu nativa tierra,
como sobre la nieve de alta sierra
de claro día el resplandor sereno.
Torpe ambición emponzoñó tu seno
y, en el bridón siniestro de la guerra,
trocaste el suelo que tu polvo encierra
en abismo de llanto, sangre y cieno.
Mas si hoy execra tu memoria el hombre,
no del futuro en la extensión remota
tus manes han de ser escarnecidos;
porque tuviste, paladín sin nombre,
en la hora cruel de la derrota,
el supremo valor de los vencidos.



Julián del Casal

en un hospital

-- de Julián del Casal --

Tabernáculo abierto de dolores
que ansía echar el mundo de su seno,
como la nube al estruendoso trueno
que la puebla de lóbregos rumores;
plácenme tus sombríos corredores
con su ambiente impregnado del veneno
que dilatan en su ámbito sereno
los males de tus tristes moradores.
Hoy que el dolor mi juventud agosta
y que mi enfermo espíritu intranquilo
ve su ensueño trocarse en hojarasca,
pienso que tú serás la firme costa
donde podré encontrar seguro asilo
en la hora fatal de la borrasca.



Julián del Casal

el anhelo de una rosa

-- de Julián del Casal --

A manuel de la cruz
yo era la rosa que, en el prado ameno,
abrí mi cáliz de encendida grana,
donde vertió sus perlas la mañana,
como en un cofre de perfumes lleno.
Del lago azul en el cristal sereno
vi mi corola retratarse ufana,
como ante fina luna veneciana
ve una hermosura su marmóreo seno.
Teniendo que morir, porque el destino
hizo que breve mi existencia fuera,
arrojándome al polvo del camino;
anhelo estar en mi hora postrimera,
prendida en algún seno alabastrino
o en los rizos de oscura cabellera.



Julián del Casal

paisaje de verano

-- de Julián del Casal --

Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus ondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.



Pedro Salinas

el poema

-- de Pedro Salinas --

Y ahora, aquí está frente a mí.
Tantas luchas que ha costado,
tantos afanes en vela,
tantos bordes de fracaso
junto a este esplendor sereno
ya son nada, se olvidaron.
Él queda, y en él, el mundo,
la rosa, la piedra, el pájaro,
aquéllos , los del principio,
de este final asombrados.
¡Tan claros que se veían,
y aún se podía aclararlos!
están mejor; una luz
que el sol no sabe, unos rayos
los iluminan, sin noche,
para siempre revelados.
Las claridades de ahora
lucen más que las de mayo.
Si allí estaban, ahora aquí;
a más transparencia alzados.
¡Qué naturales parecen,
qué sencillo el gran milagro!
en esta luz del poema,
todo,
desde el más nocturno beso
al cenital esplendor,
todo está mucho más claro.



José María Heredia

A mi querida

-- de José María Heredia --

Ven, dulce amiga, que tu amor imploro:
luzca en tus ojos esplendor sereno,
y bajo en ondas al ebúrneo seno
de tus cabellos fúlgidos el oro.

¡Oh mi único placer! ¡oh mi tesoro!
¡Cómo de gloria y de ternura lleno,
estático te escucho, y me enageno
en la argentada voz de la que adoro!

Recíbate mi pecho apasionado:
ven, hija celestial de los amores,
descansa aquí, donde tu amor se anida.

¡Oh! nunca te separes de mi lado;
y ante mis pasos de inocentes flores
riega la senda fácil de la vida.



José María Heredia

Inmortalidad

-- de José María Heredia --

Cuando en el éter fúlgido y sereno
Arden los astros por la noche umbría,
El pecho de feliz melancolía
Y confuso pavor siéntese lleno.

¡Ay! ¡así girarán cuando en el seno
Duerma yo inmóvil de la tumba fría!...
Entre el orgullo y la flaqueza mía
Con ansia inútil suspirando peno,

Pero ¿qué digo? -Irrevocable suerte
También los astros a morir destina,
Y verán por la edad su luz nublada.

Mas superior al tiempo y a la muerte
Mi alma, verá del mundo la ruina,
A la futura eternidad ligada.



José María Heredia

Soneto a mi esposa

-- de José María Heredia --

Cuando en mis venas férvidas ardía
la fiera juventud, en mis canciones
el tormentoso afán de las pasiones
con dolorosas lágrimas vertía.

Hoy a ti las dedico, esposa mía,
cuando el amor más libre de ilusiones
inflama nuestros puros corazones
y sereno y de paz nos hice el día.

Así perdido en turbulentos mares
mísero navegante al cielo implora,
cuando le aqueja la tormenta grave;

y del naufragio libre, en los altares
consagra fiel a la deidad que adora
las húmedas reliquias de su nave.



José María Pemán

porque es igual que tú, claro y sereno

-- de José María Pemán --

Estoy enamorado del otoño.
Adoro los cipreses porque son
como tu cuerpo, conjunción suprema
de arquitectura y música.
Y adoro
ese verde con sol de los pinares
tan parecido al verde de tus ojos.
Adoro esa tristeza sin palabras
que guardamos los dos como un tesoro...
Y esa risa sin risa
que, como una limosna,
por caridad, le damos a los otros.



José Tomás de Cuellar

La flor y el sol

-- de José Tomás de Cuellar --

CRECE gallarda flor en la pradera;
Y púdica, velando el albo seno,
Desdeña del amor dulce veneno.
Casta y hermosa en su virtud austera.

Se encumbra el rojo sol y reverbera
Su lumbre pura en el zenit sereno;
Y un rayo nada más de vida lleno
Abre la flor que á amar se resistiera.

Así tu corazón, cerrado un día,
Esquivaba la luz de mis amores
Y el tierno afán que mi alma enloquecía;
Pero mi amor, con vivos resplandores.
Abrió tu pecho á la ventura mía,
Como abre el sol el cáliz de las flores.



José Ángel Buesa

canzonetta

-- de José Ángel Buesa --

Érase un verde bosque de eterna primavera,
y érase un niño iluso que vagaba al azar...
El niño entró en el bosque siguiendo una quimera;
entró en el bosque... Y nadie lo ha visto regresar.
Érase un mar sereno, de tan hondo que era,
y érase un nauta loco que vio un día aquel mar...
El nauta aborrecía la paz de la ribera;
empuñó el remo... Y nadie lo ha visto regresar.
Mujer: comprende el símil. Yo también quise un día
penetrar el secreto de tu melancolía,
y me perdí, y no pude regresar.
Porque en tus ojos verdes se extravió mi destino,
como el niño en el bosque, como el loco marino en el mar.



Juan de Arguijo

Venus en la muerte de Adonis

-- de Juan de Arguijo --

Despues que en tierno llanto desordena
Cíterea la voz por el violento
Fin de su Adónis, y con triste acento
El bosque Idalio á su dolor resuena,

Y en flor sobre el acanto y azucena
Hermosa trueca el mísero y sangriento
Jóven, modera el grave sentimiento,
Y el ímpetu á sus lágrimas enfrena;

Y no hallando en su tristeza medio,
Vuelve al usado ornato, y reflorece
Del ya sereno rostro la luz pura;

Asi el pesar con la razon descrece
Desesperado el bien: que tal vez cura
A un grande mal la falta de remedio.



Gabriela Mistral

promesa a las estrellas

-- de Gabriela Mistral --

Abiertos en un oscuro
terciopelo: de lo alto,
¿me veis puro?
ojitos de las estrellas,
prendidos en el sereno
cielo, decid: desde arriba,
¿me veis bueno?
ojitos de las estrellas,
de pestañitas inquietas,
¿por qué sois azules, rojos
y violetas?
ojitos de la pupila
curiosa y trasnochadora,
¿por qué os borra con sus rosas
la aurora?
ojitos, salpicaduras
de lágrimas o rocío,
cuando tembláis allá arriba,
¿es de frío?
ojitos de las estrellas,
fijo en una y otra os juro
que me habéis de mirar siempre,
siempre puro.



Garcilaso de la Vega

¡Oh celos de amor, terrible freno

-- de Garcilaso de la Vega --

¡Oh celos, de amor terrible freno
quen un punto me vuelve y tiene fuerte;
hermanos de crueldad, deshonrada muerte
que con tu vista tornas el cielo sereno!

¡Oh serpiente nacida en dulce seno
de hermosas flores, que mi esperanza es muerte:
tras prósperos comienzos, adversa suerte,
tras suave manjar, recio veneno!

¿De cuál furia infernal acá saliste,
oh cruel monstruo, oh peste de mortales,
que tan tristes, crudos mis días heciste?

Tórnate al infierno sin mentar mis males;
desdichado miedo, ¿a qué veniste?,
que bien bastaba amor con sus pesares.



Gaspar María de Nava Álvarez

Situación inalterable del justo

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Al ambicioso aterran los cuidados
de ser entre los hombres el primero.
Al avaro la sed del vil dinero,
cercado de temor por todos lados.

Al jugador la suerte de los dados,
de los dañosos naipes y el tablero.
Al soberbio le ahoga su ardor fiero.
Al lascivo deseos no arreglados.

A éstos destruye la voraz conciencia,
poniendo los delitos por delante,
y dándoles pesar con su presencia.

Mas el justo, sereno su semblante,
sabe la grande indubitable ciencia
de no temer a nadie ni un instante.



Gutierre de Cetina

sigue a la obscura noche el claro día

-- de Gutierre de Cetina --

Y aquella obscuridad que el aire hace,
el sol la aclara toda y la deshace,
y la sombra y temor de sí desvía.
Así de mi verdad, señora mía,
el sol que alguna vez mirar os place,
aclara, justifica y satisface
la obscuridad que mala lengua envía.
Desterrad, pues, por dios, aquella sombra
que el aire os ocupó claro y sereno,
para que el sol de la verdad se vea.
Y entonces, si de mí cosa os asombra,
veréis de un tal amor mi pecho lleno,
tan claro que no hay sol que más lo sea.



Gutierre de Cetina

cuál fiera tempestad, cuál accidente

-- de Gutierre de Cetina --

Mi tan sereno mar ha vuelto airado?
¿qué es del fuego, señora, en que abrasado
fue vuestro corazón tan dulcemente?
si en el perpetuo olvido amor consiente
que así se haya deshecho y apagado,
¿qué fue, si no fue amor, mi bien pasado?
y si fue amor, ¿qué es de él, dóestá presente?
ya que justa ocasión de mí os partiese,
¿cómo puede hora ser que en solo un hora
tanto amor, si era amor, de vos se fuese?
sombra de amores fue, no amor, señora:
mostrásteme la luz por que sintiese
mayor obscuridad sin ella agora.



Gutierre de Cetina

padre océano, que del bel tirreno

-- de Gutierre de Cetina --

Gozas los amorosos abrazados,
de gloria, si sintieses mis cuidados,
cuanto yo de pesar estarías lleno.
En la parte del cielo más sereno,
para colmar la cima de tus hados,
vi a tu hijo bañar los delicados
pies de una ninfa que nació en su seno.
«¡Ay! ¡quién fuese hora tú!», yo ledecía,
y de puro celoso, lo enturbiaba
con llanto que del alma me salía.
Mas él, que tanto bien comunicaba,
mientra con mi llorar lo revolvía,
claro en sus ondas mi dolor mostraba.



Gutierre de Cetina

si así durase el sol sereno cuanto

-- de Gutierre de Cetina --

Dura la noche tenebrosa, obscura,
si en medio del placer mi desventura
no transformase el gozo en triste llanto,
¿cuál vida podría ser alegre tanto,
cuál mal que iguale al bien de tal ventura,
cuál remedio mayor de mi tristura
que mudar en alegre el triste canto?
en la gloria mayor de mi tormento
voy por tranquilo mar ledo cantando,
mientra alegres se muestran vuestros ojos.
Mas, ¡ay!, que cuando más, más gloria siento,
se me deshace el bien considerando
cuál me suelen parar vuestros enojos.



Hernando de Acuña

Oh celos, mal de cien mil males lleno

-- de Hernando de Acuña --

¡Oh celos, mal de cien mil males lleno,
interior daño, poderoso y fuerte,
peor mil veces que rabiosa muerte,
pues bastas a turbar lo más sereno!

Ponzoñosa serpiente, que en el seno
te crías, donde vienes a hacerte
en próspero suceso adversa suerte
y en sabroso manjar cruel veneno.

¿De cuál valle infernal fuiste salido?
¿Cuál furia te formó?, porque natura
nada formó que no sirviese al hombre.

¿En qué constelación fuiste nacido?,
porque no sólo mata tu figura,
pero basta a más mal sólo tu nombre.



Hernando de Acuña

Tiempo fue ya que Amor no me trataba

-- de Hernando de Acuña --

Tiempo fue ya que Amor no me trataba
con tamaña aspereza como ahora,
tiempo fue ya que puso en mi señora
honesta compasión, que no mostraba;

tiempo fue ya que en parte mejoraba
todo lo que mis daños empeora;
tiempo fue ya del cual una sola hora
con mil veces morir no se pagaba.

Háseme vuelto oscura noche el día,
turbóse el tiempo cuando más sereno,
el sol, cuando más claro, oscureció.

Amor tornó a seguir los que seguía,
y el bien que tuve, como bien ajeno,
de absoluto poder me le quitó.



Idea Vilariño

el mar

-- de Idea Vilariño --

Tan arduamente el mar,
tan arduamente,
el lento mar inmenso,
tan largamente en sí, cansadamente,
el hondo mar eterno.

Lento mar, hondo mar,
profundo mar inmenso...

Tan lenta y honda y largamente y tanto
insistente y cansado ser cayendo
como un llanto, sin fin,
pesadamente,
tenazmente muriendo...

Va creciendo sereno desde el fondo,
sabiamente creciendo,
lentamente, hondamente, largamente,
pausadamente,
mar,
arduo, cansado mar,
padre de mi silencio.



Salvador Díaz Mirón

A Berta

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ya que eres grata como el cariño
ya que eres bella como el querub,
ya que eres blanca como el armiño,
¡sé siempre ingenua, sé siempre tú!

El torpe engaño que el vicio fragua
nunca se aviene con la virtud.
¡Sé transparente como es el agua,
como es el aire, como es la luz

Que tu palabra -dulce armonía
que tu alma exhala como un laúd,
como una alondra que anuncia el día
presa en la sombra que flota aún-

sea un arroyo sereno y puro
do, al inclinarme como un saúz,
mire las guijas del fondo oscuro
y las estrellas del cielo azul.



Salvador Novo

hoy no lució la estrella de tus ojos

-- de Salvador Novo --

Hoy no lució la estrella de tus ojos.
Náufrago de mí mismo,
húmedo del brazo de las ondas,
llego a la arena de tu cuerpo
en que mi propia voz nombra mi nombre,
en que todo es dorado y azul como un día nuevo
y como las espigas herméticas, perfectas y calladas.
En ti mi soledad se reconcilia para pensar en ti.

Toda ha mudado
el sereno calor de tus miradas
en fervorosa madurez mi vida.
Alga y espumas frágiles, mis besos
cifran el universo en tus pestañas,
-playa de desnudez, tierra alcanzada
que devuelve en miradas tus estrellas.

¿A qué la flor perdida
que marchitó tu espera,
que dispersó el destino?
mi ofrenda es toda tuya en la simiente
que secaron los rayos de tus soles.
Al poema confío la pena de perderte.
He de lavar mis ojos de los azules tuyos,
faros que prolongaron mi naufragio.

He de coger mi vida deshecha entre tus manos,
leve jirón de niebla
que el viento entre sus alas efímeras dispersa.
Vuelva la noche a mí, muda y eterna,
del diálogo privada de soñarte,
indiferente a un día
que ha de hallarnos ajenos y distantes.



Salvador Rueda

sonetos V

-- de Salvador Rueda --

Tíñese el mar de azul y de escarlata;
el sol alumbra su cristal sereno,
y circulan los peces por su seno
como ligeras góndolas de plata.

La multitud que alegre se desata
corre a la playa de las ondas freno,
y el musculoso pescador moreno
la malla coge que cautiva y mata.

En torno de él la muchedumbre grita,
que alborozada sin cesar se agita
doquier fijando la insegura huella.

Y son portento de belleza suma:
la red, que sale de la blanca espuma:
y el pez, que tiembla prisionero en ella.

8



Antonio Ros de Olano

Fatalidad

-- de Antonio Ros de Olano --

De luz vestida en el azul sereno,
limpio reflejo de la casta luna,
diosa del mar en transparente cuna,
la amé en un tiempo, de esperanza ajeno.

¡Fatal amor!... El corazón sin freno
triunfó del Hado... ¡Mísera fortuna!
¡La Náyade de límpida laguna
fue Venus libre y me abismé en su seno!

Luego la vi en el féretro tendida,
pavorosa beldad de carne inerte,
astro apagado en luctuosa esfera...

Y ¡ay del deseo! Me atedió en la vida...,
Y amé el dolor con que me hirió su muerte,
¡vuelto al afán de mi ilusión primera!



Manuel Machado

Al mariscal Joffre, vencedor del Marne

-- de Manuel Machado --

Este que veis aquí, grave y sereno,
Con la tranquila majestad del roble,
Fue el paladín más noble de lo noble,
Como otro Alonso de Quijano, el Bueno.

Por los eternos bárbaros hollada,
Francia inmortal le dio su espada un día,
Y él escribió aquel día con su espada
“vivir”, “vencer”, donde “morir” decía.

Salva a orillas del Marne fue la Tierra,
Y alzó el caudillo la divisa fuerte
Que en tres palabras toda gloria encierra:

Titán feliz, porque domó a la Suerte.
Gran capitán, porque venció a la Guerra.
Héroe inmortal, porque mató a la Muerte.



Manuel Reina

La estatua (Reina)

-- de Manuel Reina --

En medio del jardín yérguese altiva,
en riquísimo mármol cincelada,
la figura de un dios de ojos serenos,
cabeza varonil y formas clásicas.
En el invierno, la punzante nieve
y el viento azotan la soberbia estatua;
pero ésta, en su actitud noble y severa,
sigue en el pedestal, augusta, impávida.
En primavera, el aureo sol le ofrece
un manto de brocado; las arpadas
aves con sus endechas la saludan;
los árboles le tejen con sus ramas
verde dosel; el cristalino estanque
la refleja en sus ondas azuladas,
y los astros colocan en su frente
una diadema de bruñida plata.
Mas la estatua impasible está en su puesto
sin cambiar la actitud ni la mirada.
¡Así el genio inmortal, dios de la tierra,
siempre blanco de envidias o alabanzas,
impávido, sereno y arrogante,
sobre las muchedumbres se levanta!



Mario Benedetti

estados de ánimo

-- de Mario Benedetti --

Canciones de amor y desamor
a veces me siento
como un águila en el aire
(de unacanción de pablo milanés)
unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas
unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano
a veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces
sereno en mi confianza
confiado en que una tarde
te acerques y te mires
te mires al mirarme.



Medardo Ángel Silva

Palabras de otoño

-- de Medardo Ángel Silva --

A Miguel Ángel Barona

Guárdate tus sonrisas: mi corazón hastiado,
como fruto en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha sido larga, amiga: estoy cansado,
y quisiera gozar de mi hora vespertina.

Odio aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga limosnas de piedades ajenas.
Yo tengo una tragedia, y se llama Mi vida:
para escribirla usé la sangre de mis venas.

Mi otoño anticipado me vuelve reflexivo;
me encuentras casi triste, sereno, pensativo;
no siento las delicias del flirt, es la verdad.

Mi espíritu se orienta hacia la eterna aurora,
hasta que la clepsidra de Dios anuncie la hora
de ser con mi Señor para la eternidad.



Miguel Hernández

18

-- de Miguel Hernández --

18
ya de su creación, tal vez, alhaja
algún sereno aparte campesino
el algarrobo, el haya, el roble, el pino
que ha de dar la materia de mi caja.
Ya, tal vez, la combate y trabaja
el talador con ímpetu asesino
y, tal vez, por la cuesta del camino
sangrando subre y resonando baja.
Ya, tal vez, la reduce a geometría,
a pliegos aplanados quien apresta
el último refugio a todo vivo.
Y cierta y sin tal vez, la tierra umbría
desde la eternidad está dispuesta
a recibir mi adiós definitivo.



Juan Nicasio Gallego

Cargado de mortal melancolía

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cargado de mortal melancolía,
de angustia el pecho y de memorias lleno,
otra vez torno a vuestro dulce seno,
campos alegres de la patria mía.

¡Cuán otros, ay, os vio mi fantasía,
cuando de pena y de temor ajeno,
en mí fijaba su mirar sereno
la infiel hermosa que me amaba un día!

Tú, que en tiempo mejor fuiste testigo
de mi ventura al rayo de la aurora,
selo de mi dolor, césped amigo;

pues si en mi corazón, que sangre llora,
esperanzas y amor llevé conmigo,
desengaños y amor te traigo ahora.



Julio Flórez

a mi hijo, león julio

-- de Julio Flórez --

¿ves ese roble que abatir no pudo
ayer el huracán que asoló el monte
y que finge en el monte un alto y rudo
centinela que mira el horizonte?
el rayo apenas lo agrietó; sereno
sobre su vieja alfombra de hojarasca
se yergue aún como retando al trueno
que la furia azuzó de la borrasca.
Se tú como ese roble: que la herida
que abra en tu pecho el dardo de la suerte
sin causarte escozor sane enseguida.
Labora y triunfa como sano y fuerte
para que el lauro que te da la vida
flote sobre el remanso de la muerte.
Julio flórez



Julio Flórez

A Bogotá

-- de Julio Flórez --

Poem

I

Oh mi ciudad querida, hoy tan lejana y tan inaccesible a mi deseo, que al evocarte en mi memoria creo que fuiste un sueño de mi edad temprana!

Te evoco así, como a quimera vana, y al evocarte, sin cesar te veo resplandecer bajo el ardor febeo sobre la gran quietud de la sabana.

Y al pensar que en ti van, hora tras hora, sucumbiendo los seres que amé tanto y que la tierra sin cesar devora,

surges bajo la nube de mi llanto, no como ayer: alegre y tentadora, sino como un inmenso camposanto.

II

¡Oh mi bella ciudad! Cómo en tu seno vibró mi ser y aleteó mi rima cuando en tu corazón hallé la cima que asalta el rayo y que apostrofa el trueno.

Te poseí bajo tu azul sereno, entre el halago dulce de tu clima, y te ofrendé mi juventud opima con tanto ahínco y con amor tan pleno,

que en las tinieblas de tus noches frías y hasta en tus más recónditos rincones deben sonar, cual ecos de otros días:

los sollozos de todas mis canciones, los estruendos de todas mis orgías y los gritos de todas mis pasiones!



Julio Herrera Reissig

la velada

-- de Julio Herrera Reissig --

La cena ha terminado: legumbres, pan moreno
y uvas aún lujosas de virginal rocío...
Rezaron ya. La luna nieva un candor sereno
y el lago se recoge con lácteo escalofrío.

El anciano ha concluido un episodio ameno
y el grupo desanúdase con un placer cabrío...
Entre tanto, allá fuera, en un silencio bueno,
los campos demacrados encanecen de frío.

Lux canta. Lidé corre. Palemón anda en zancos.
Todos ríen... La abuela demándales sosiego.
Anfión, el perro, inclina, junto al anciano ciego,

ojos de lazarillo, familiares y francos...
Y al son de las castañas que saltan en el fuego
palpitan al unísono sus corazones blancos.



Julio Herrera Reissig

buen día

-- de Julio Herrera Reissig --

«do re mi fa» de un piano de vidrio en el follaje...
Regálase la brisa de un sacro olor a hinojos;
y protegiendo el dulce descanso del villaje
vela el paterno cielo con un billón de ojos...

Lumbres en la montaña vuelcan sobre el paisaje
claroscuros cromáticos y vagos infra-rojos;
pulula en monosílabos crescendos un salvaje
rumor de insectos; ladran perros en los rastrojos.

De súbito, el sereno, en trasnochado canto,
pregona: «¡son las cinco!» tal como por encanto,
de gárrulas comadres y vírgenes curiosas

reviven los umbrales; y noche todavía,
cruzan de boca en boca los ingenuos «buen día»
como hilos de alegre rocío entre las rosas.



Julio Zaldumbide Gangotena

América y España

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Bolívar, tú que en mil gloriosas lides
romper supiste del león de España
la ira y poder, con más ilustre hazaña
que hizo en el león Nemeo Alcides;

hoy que sereno con tus pasos mides
el prado Elisio; que, la horrible saña
depuesta, habitas en feliz compaña
con las iberas almas de los Cides;

mira aquí las naciones que formaste
con España gozar la paz sagrada,
que tú allá con sus hijos asentaste:

que esta materna y filial lazada
que las une, romper tú no intentaste,
y estado habría a prueba de tu espada.



Evaristo Carriego

La que se quedo para vestir santos

-- de Evaristo Carriego --

Ya tienes arrugas. ¡Qué vergüenza!... Bueno
serás abuelita sin ser madrecita.
Ayer, recordando tu pesar sereno,
me dio mucha pena tu cara marchita.

... ¿Ni siquiera una novela empezada?
Quizás el idilio que duró un verano,
hasta que una noche por buena y confiada,
se cansó la novia de aguardar en vano.

Y tu sufrirías, o no sufrirías,
nerviosas esperas, y te quedarías
como es natural,

tan indiferente que al día siguiente
ya no habría nada, nada: solamente
húmedas las puntas de tu delantal.



Evaristo Carriego

Por ella

-- de Evaristo Carriego --

...Déjala, prima! Deja que suspire
la tía: ella también tiene su pena,
y ríe alguna vez, siquiera. ¡Mira
que no te ríes hace tiempo!
Suena
de improviso tu risa alegre y sana
en la paz de la casa silenciosa
y es como si se abriera una ventana
para que entrase el sol.
Tu contagiosa
alegría de antes! La de entonces, esa
de cuando eras comunicativa
como una hermana buena que regresa
después de un largo viaje.
La expansiva
alegría de antes! Se la siente
sólo de tiempo en tiempo, en el sereno
olvidar de las cosas...



Fernando de Herrera

El suave color que dulcemente

-- de Fernando de Herrera --

El suave color que dulcemente
espira, el tierno ardor de rosa pura,
la viva luz de eterna hermosura,
el sereno candor y alegre frente;

el semblante do yace amor presente,
la mano que a la nieve de blancura
orna, pueden volver la noche oscura
en día y claridad resplandeciente.

En vos el sol se ilustra, y se colora
el blanco cerco, y ledas las estrellas
fulguran, y las puntas de Diana.

Tal vos contemplo, que la roja aurora
y de Venus la lumbre soberana,
en vuestra faz ardiendo son más bellas.



Fernando de Herrera

La muerte pido, un corazón amante

-- de Fernando de Herrera --

La muerte pido, un corazón amante
vos me entregáis, y me dejáis ausente
de las bellas lazadas de oro ardiente
y del sereno y celestial semblante.

¿Por qué no temo pues el mal instante,
aunque sus rayos Marte ya clemente
contraiga, si el dolor que está presente
cansa el pecho en sus lástimas constante?

Este afán no esperado, esta partida
el errante furor enciende fiero,
no el trabajo cruel de enferma suerte.

Tal me hallo en la ausencia aborrecida,
que el dado corazón fue triste agüero
al duro cierto riesgo de la muerte.



Fernando de Herrera

Las luces do el amor su fuerza apura

-- de Fernando de Herrera --

Las luces do el amor su fuerza apura
con el sereno ardor de sus centellas;
el oro crespo, en mil sortijas bellas
de rayos coronado, y llama pura;

las palabras vestidas de dulzura,
que la armonía celestial en ellas
parece, el pecho duro a mis querellas,
la mano que a la nieve vuelve oscura,

son causa del tormento y dolor mío,
con muchas que callando siento y veo,
y no me valen en mi esquiva suerte.

En su dureza sólo el bien confío;
porque a vana esperanza y gran deseo
no se debe pedir sino la muerte.



Fernando de Herrera

Oh cara perdición! ¡oh dulce engaño

-- de Fernando de Herrera --

¡Oh cara perdición! ¡oh dulce engaño!
suave mal, sabroso descontento,
amado error del tierno pensamiento,
luz, que nunca descubre el desengaño,

puerta por la cual entra el bien y el daño,
descanso y pena grave del tormento,
vida del mal, alma del sufrimiento,
de confusión revuelta, cerco extraño,

vario mar de tormenta y de bonanza,
segura playa y peligroso puerto,
sereno, instable, oscuro y claro cielo,

¿por qué como me diste confianza
de osar perderme, ya que estoy desierto
de bien, no pones a mi mal consuelo?



Fernando de Herrera

Sol, que con alas de oro vas luciente

-- de Fernando de Herrera --

Sol, que con alas de oro vas luciente,
y al Euro tu primer ardor colora,
mostrando al blanco cerco de la aurora
la fogosa corona y roja frente;

cuando el ondoso claustro de occidente
entrares, donde reina alegre Flora,
si la luz que esté ausente amante adora
vieres, lleva esta triste voz doliente:

«Después que vos dejé, mis bellos ojos,
y en puras perlas hebras enlazadas,
la noche oscureció al sereno día;

el bien me falta, y sobran los enojos,
y en horas de tristeza mal contadas
ningún lugar me queda de alegría».



Fernando de Herrera

Suave Filomena, que tu llanto

-- de Fernando de Herrera --

Suave Filomena, que tu llanto
descubres al sereno i limpio cielo:
si lamentaras tú mi desconsuelo,
o si tuviera yo tu dulce canto,

yo prometiera a mis trabajos tanto,
qu'esperara al dolor algún consuelo,
i se movieran d'amoroso zelo
los bellos ojos cuya lumbre canto.

Mas tú, con la voz dulce i armonía,
cantas tu afrenta i bárbaros despojos;
yo lloro mayor daño en son quexoso.

O haga el cielo qu'en la pena mía
tu voz suene, o yo cante mis enojos
buelto en ti, russeñol blando i lloroso.



Francisco Sosa Escalante

13 de agosto de 1521

-- de Francisco Sosa Escalante --

Del bello Anáhuac la gentil señora,
La gran Tenoxtitlan que en oro y flores
La frente reclinaba á los fulgores
Del sol radiante que sus cumbres dora,

Ya es presa de Cortés; ya la invasora
Hueste que siembra por doquier horrores,
Los templos profanó, y en sus furores
Nada respeta, ni a mujer que llora.

Cayó el imperio que Tenoch un dia
Fundó á la orilla del sereno lago,
Y Cuauthemoc heroico defendía.

Callad! no importa! pues el aire vago
Difunde la tremenda profecía:
.



Francisco Sosa Escalante

¡Bendita seas!

-- de Francisco Sosa Escalante --

En el sagrario del hogar, tranquilas
Las gratas horas de tu vida ruedan,
Sin que los propios sinsabores puedan
Nunca el llanto arrancar de tus pupilas.

Jamás el bien al practicar vacilas,
Porque tus nobles sentimientos vedan
Pensar que hay séres que el dolor remedan
Y pasan del mendigo entre las filas.

¡Cuánto es modesta la virtud, señora,
De tu benigno corazon, ajeno
A torpe vanidad embriagadora!

Bendígate el Señor cuando á su seno
Partas radiante en tu postrera hora,
De fé cristiana al resplandor sereno.



Francisco Sosa Escalante

Desolación (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Rugió la tempestad, cubrióse el cielo
Con negro manto funeral, sombrío,
Y al triste navegante el mar bravío
Hundió en abismo de profundo duelo.

Al ave incauta que tendiera el vuelo
Hácia ignota region por el vacío,
Allí la sorprendió; cadáver frío
Era al tocar con su plumaje el suelo.

Las verdes ondas del sereno lago
Que el cielo azul y las pintadas flores
Ayer copiaban con amante halago,

Hoy agitan los vientos bramadores,
Y siembra por doquier luto y estrago
La horrenda tempestad en sus furores!



José Alonso y Trelles

La güeya

-- de José Alonso y Trelles --

Pulpero, eche caña,
Caña de la güena,
Yene hasta los topes ese vaso grande,
No ande con miserias.

Tengo como un juego
La boca de seca,
Y en el tragadero tengo como un ñudo,
Que me áhuga y me apreta.

Déme esa guitarra...
¡Quién sabe sus cuerdas
No me dicen algo que me dé coraje
Pa echar esto ajuera!...

Hoy de madrugada
Yegé a mi taperas,
Y observé en el pasto mojáo po'el sereno
Yo no sé que güeyas...

Tal vez de algún perro...
Pero ¡de ande yerba!
Si al lao de mi rancho no tengo chiquero,
Ni en mi casa hay perra...

Dentré, y a mi china
La encontré dispierta...
Pulpero, eche caña, que tengo la boca
Lo mesmo que yesca...

Yo tengo, pulpero,
Pa que usté lo sepa,
La moza más linda que han visto los ojos
En tuita la tierra.

Con eya mi rancho
Ni al cielo envidéa...
Pero eche otro vasdo pa ver si me olvido
Que he visto una güeya...



José Cadalso

injuria el poeta al amor

-- de José Cadalso --

Amor, con flores ligas nuestros brazos;
los míos te ofrecí lleno de penas,
me echaste tus guirnaldas más amenas,
secáronse las flores, vi los lazos,
y vi que eran cadenas.
Nos guías por la senda placentera
al templo del placer ciego y propicio;
yo te seguí, más viendo el artificio,
el peligro y tropel de tu carrera,
vi que era un precipicio.
Con dulce copa, al parecer sagrada,
al hombre brindas, de artificio lleno;
bebí; quemóse con su ardor mi seno;
con sed insana la dejé apurada
y vi que era veneno.
Tu mar ofrece, con fingida calma,
bonanza sin escollo ni contagio;
yo me embarqué con tan falaz presagio,
vi cada rumbo que se ofrece al alma,
y vi que era un naufragio.
El carro de tu madre, ingrata diosa,
vi que tiraban aves inocentes;
besáronlas mis labios imprudentes,
el pecho me rasgó la más hermosa
y vi que ran serpientes.
Huye, amor, de mi pecho ya sereno,
tus alas mueve a climas diferentes,
lleva a los corazones imprudentes
cadenas, precipicios y veneno,
naufragios y serpientes.



José Cadalso

oda sáfico adónica. a la nave en que se embarcó ortelio en bilbao para inglaterra

-- de José Cadalso --

A la nave en que se embarcó ortelio en bilbao para inglaterra
ya deja ortelio la paterna casa,
ya le recibes, navecilla humilde,
ya queda lejos la jamás domada
cántabra gente.
Nave que llevas tan amable vida,
céfiro grato llévete sereno,
hasta que pongas a la amiga costa
áncora firme.
Alce neptuno el húmido tridente,
abra las ondas para darte paso,
salgan en coros ninfas y tritones
para guiarte.
Ni toques costa, ni movible arena,
ni sople hinchado contra tu velamen,
gúmena y jarcia, desde el alto polo
hórrido norte.
Las naves altas de cañón tremendo,
con la bandera del amado carlos,
no te abandonen al atroz pirata
que áfrica cría.
Ni temas golpes de la suerte aleve.
Yo pido al cielo para ti bonanza,
y al que le ruega por su dulce amigo,
júpiter oye.



José Cadalso

injurial el poeta al amor

-- de José Cadalso --

Amor, con flores ligas nuestros brazos;
los míos te ofrecí lleno de penas,
me echaste tus guirnaldas más amenas,
secáronse las flores, vi los lazos,
y vique eran cadenas.
Nos guías por la senda placentera
al templo del placer ciego y propicio;
yo te seguí, mas viendo el artificio,
el peligro y tropel de tu carrera,
vique era un precipicio.
Con dulce copa al parecer sagrada,
al hombre brindas, de artificio lleno;
bebí; quemose con su ardor mi seno;
con sed insana la dejé apurada
y vi que era veneno.
Tu mar ofrece, con fingida calma,
bonanza sin escollo ni contagio;
yo me embarqué con tal falaz presagio,
vi cada rumbo que se ofrece al alma,
y vi que era unnaufragio.
El carro de tu madre, ingrata diosa,
vi que tiraban aves inocentes;
besáronlas mis labios imprudentes,
el pecho me rasgó la más hermosa
y vi que eranserpientes.
Huye amor, de mi pecho ya sereno,
tus alas mueve a climas diferentes,
lleva a los corazones imprudentes
cadenas, precipicios y veneno,
naufragios yserpientes.



Bartolomé de Argensola

Por verte, Inés, ¿qué avaras celosías

-- de Bartolomé de Argensola --

Por verte, Inés, ¿qué avaras celosías
no asaltaré? ¿Qué puertas, qué canceles,
aunque los arme de candados fieles
tu madre y de arcabuces las espías?

Pero el seguirte en las mañanas frías
de abril, cuando mostrarte al campo sueles,
bien que con los jardines y claveles
de tu rostro a la Aurora desafías,

eso no, amiga, no; que aunque en los prados
plácido iguala el mes las yerbas secas,
porque igualmente les aviva el seno,

con las risueñas auras, que en jaquecas
sordas convierte al húmedo sereno,
hace los cimenterios corcovados.



Carolina Coronado

acuérdate de mí

-- de Carolina Coronado --

Y cuando ya no veas
las playas españolas
que tan tristes y solas
van a quedar sin ti,
cuando estés en la nave
mirando al océano,
acuérdate ¡ay!, hermano,
¡acuérdate de mí!
si el cielo está sereno
y el agua hermosa en calma,
en tanto que mi alma
te sigue desde aquí,
en tanto vaya el onda
sulcando tu navío,
¡ay! siempre, hermano mío,
¡acuérdate de mí!
y si el cielo se irrita
y la mar se embravece,
mientras la gente rece
en derredor de ti,
levanta confiado
tus ojos hacia el cielo,
y al pedirle consuelo
¡acuérdate de mí!
en calma y en bonanza
siempre en el océano
repite, dulce hermano,
«yo me acuerdo de ti».
Siempre con sol y estrellas
por la región marina,
repite «carolina»



Ricardo Güiraldes

Leyenda (Güiraldes)

-- de Ricardo Güiraldes --

El río dijo al sauce: «Yo soy la vida y, en mi incesante correr, renuevo emociones».

El sauce dijo al río: «Yo soy el poeta, ¿no ves como te embellezco, rezando sobre ti las estrofas de mis ramas?»

Dijo el río: «Pues ven conmigo, tú me darás la belleza de tu canto, yo el encanto de nuevas bellezas».

Y aceptó el sauce; pero en la primer caída, la frágil armazón de verdura se desgarró sobre las toscas.

Y dijo el sauce: «Déjame, que si bien soy un momento de alegría en tu carrera, no puedo, sin romperme, seguirte todo el tiempo».

Y el río, para quien el sauce empezaba a ser carga, le depositó en un rincón sereno.

El sauce ha reverdecido y sus hojas besan el agua.

El río sigue su brutal correr, mas al pasar frente al poeta, amansa su delirio, y las aguas, acariciando las raíces, han labrado el remanso.

Un encanto fatal, envuelve aquel sitio dormido. La doncella que pasa, no debe ceder al llamado tranquilo.

«La Porteña», 1913.



Rubén Darío

walt whitman

-- de Rubén Darío --

En su país de hierro vive el gran viejo,
bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
algo que impera y vence con noble encanto.
Su alma del infinito parece espejo;
son sus cansados hombros dignos del manto;
y con arpa labrada de un roble añejo,
como un profeta nuevo canta su canto.
Sacerdote que alienta soplo divino,
anuncia, en el futuro, tiempo mejor.
Dice al águila: «¡vuela!»; «¡boga!», al marino,
y «¡trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino,
con su soberbio rostro de emperador!
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Rubén Darío

Walt Whitman (Darío)

-- de Rubén Darío --

En su país de hierro vive el gran viejo,
Bello como un patriarca, sereno y santo.
Tiene en la arruga olímpica de su entrecejo
Algo que impera y vence con noble encanto.

Su alma del infinito parece espejo;
Son sus cansados hombros dignos del manto;
Y con arpa labrada de un roble añejo,
Como un profeta nuevo canta su canto.

Sacerdote que alienta soplo divino,
Anuncia, en el futuro, tiempo mejor.
Dice al águila: «¡Vuela!»; «¡Boga!», al marino,

Y «¡Trabaja!», al robusto trabajador.
¡Así va ese poeta por su camino,
Con su soberbio rostro de emperador!



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