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José Ángel Buesa

elegía iv

-- de José Ángel Buesa --

Me llegas en la brisa y en la espuma,
tú, la perdida para siempre...
Tú, la que ennoblecías el sabor del recuerdo,
que ahora llegas más casta y más ausente...
Me llegas en el viento que huele a lejanía,
me llegas en la sal que sabe a muerte,
tú, sombra arrinconada en un silencio;
tú, la perdida para siempre...
Ya no sé por qué sordo camino de la ausencia,
bajo qué estrellas moribundas vienes,
con los pies inseguros llenos de polvo y de rocío,
tú, la perdida para siempre...

Poema elegía iv de José Ángel Buesa con fondo de libro

José Ángel Buesa

me llegabas en la brisa y en la espuma

-- de José Ángel Buesa --

Me llegabas en la brisa y en la espuma,
tú, la perdida para siempre...
Tú, la que ennoblecías el sabor del recuerdo,
que ahora llegas más casta y más ausente...
Me llegas en el viento que huele a lejanía,
me llegas en la sal que sabe a muerte,
tú, sombra arrinconada en un silencio;
tú, la perdida para siempre...
Ya no sé por qué sordo camino de la ausencia
bajo que estrellas moribundas vienes,
con los pies inseguros llenos de polvo y de rocío,
tú, la perdida para siempre...

Poema me llegabas en la brisa y en la espuma de José Ángel Buesa con fondo de libro

Gabriela Mistral

riqueza

-- de Gabriela Mistral --

Tengo la dicha fiel
y la dicha perdida:
la una como rosa,
la otra como espina.
De lo que me robaron
no fui desposeída;
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida,
y estoy rica de púrpura
y de melancolía.
¡Ay, qué amante es la rosa
y qué amada la espina!
como el doble contorno
de dos frutas mellizas
tengo la dicha fiel
y la dicha perdida.

Poema riqueza de Gabriela Mistral con fondo de libro

Alfonsina Storni

Soy esa flor

-- de Alfonsina Storni --

Tu vida es un gran río, va caudalosamente,
A su orilla, invisible, yo broto dulcemente.
Soy esa flor perdida entre juncos y achiras
Que piadoso alimentas, pero acaso ni miras.

Cuando creces me arrastras y me muero en tu seno,
Cuando secas me muero poco a poco en el cieno;
Pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente
Cuando en los días bellos vas caudalosamente.

Soy esa flor perdida que brota en tus riberas
Humilde y silenciosa todas las primaveras.



Líber Falco

Delmira Agustini (Falco)

-- de Líber Falco --

Debajo está la Tierra y gime;
tiemblan los minerales y se buscan.
Se ciñen las parejas, se emparejan,
canta la vida y canta
Y Delmira canta del mundo su destino.

Erguida, inquieta, golpeada en sus costados,
sorbida por abismos donde la muerte espera
-donde una lenta lava negra espera-
iba Delmira hacia su luz perdida.

Oh visionaria! como una sombra
resbala entre las sombras
y entre las sombras crece
la más alta, la más dolorida,
la más hondamente marcada por la vida!

Mujer mordida
por un áspid caliente que da vida
-y que acerca a la muerte-,
iba Delmira hacia su luz perdida.

Mas, qué hondo es el abismo!
Y qué oscura es la muerte!

Mira Delmira y canta.
Sobre el vórtice, canta Delmira
el vértigo incierto de la vida!



Gabriel Celaya

una pareja perdida

-- de Gabriel Celaya --

Una pareja perdida
iban los dos vestidos con descaro
minifalda, melenas
cogidos de la mano,
tan jóvenes que casi daban miedo,
tan absortos en un cero
que, aunque no se veían, les unía absolutos
algo fieramente puro.
Iban a cualquier parte cogidos de la mano.
Se amaban sin tristeza,
ni alegría, ni nada.
Y a veces se miraban, pero no se veían.
Y luego se sentaban en un banco cualquiera.
Pero no se veían.
Ella era muy bonita; parecía aturdida;
él, feroz y esmirriado.
No hablaban. No tenían ya nada que decirse.
Ya no se deseaban.
Pero seguían juntos, cogidos de la mano,
frente a algo que espantaba.
Mientras el transistor seguía sonando.



Idea Vilariño

tal vez no era pensar

-- de Idea Vilariño --

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto,
sino darse y tomar perdida, ingenuamente,
tal vez pude elegir, o necesariamente,
tenía que pedir sentido a toda cosa.

Tal vez no fue vivir este estar silenciosa
y despiadadamente al borde de la angustia
y este terco sentir debajo de su música
un silencio de muerte, de abismo a cada cosa.

Tal vez debí quedarme en los amores quietos
que podrían llenar mi vida con un nombre
en vez de buscar al evadido del hombre,
despojado, sin alma, ser puro, esqueleto.

Tal vez no era pensar, la fórmula, el secreto.
Sino amarse y amar, perdida, ingenuamente.

Tal vez pude subir como una flor ardiente
o tener un profundo destino de semilla
en vez de esta terrible lucidez amarilla
y de este estar de estatua con los ojos vacíos.

Tal vez pude doblar este destino mío
en música inefable. O necesariamente...



Vicente Huidobro

en

-- de Vicente Huidobro --

El corazón del pájaro
el corazón que brilla en el pájaro
el corazón de la noche
la noche del pájaro
el pájaro del corazón de la noche
si la noche cantara en el pájaro
en el pájaro olvidado en el cielo
el cielo perdido en la noche
te diría lo que hay en el corazón que bulle en elpájaro
la noche perdida en el cielo
el cielo perdido en el pájaro
el pájaro perdido en el olvido del pájaro
la noche perdida en la noche
el cielo perdido en el cielo
pero el corazón es el corazón del corazón
y habla por la boca del corazón



Carolina Coronado

la tórtola errante. canción de emilio

-- de Carolina Coronado --

La tórtola errante
solita
como a triste totolita
que va po e monte peririta.
Deja a la tórtola andar
por la mañana perdida
y ensáyame otro cantar
que yo no puedo escuchar
esa canción tan sentida.
Por más que anime el contento
tu linda boca graciosa,
emilio, mi pensamiento
halla muy triste ese cuento
de la tórtola amorosa.
Tengo el alma dolorida
y me arranca tal memoria
esa tórtola afligida,
que pienso que de mi vida
me estás contando la historia.
Sólo que en mi soledad
no tengo como tu amiga
alas, aire y libertad
para calmar la ansiedad
que el corazón me fatiga...
Pero dejémosla ir
por la montaña perdida;
no me tornes a afligir,
emilio, con repetir
esa canción tan sentida.
El girasol más enano
se alza más que tu cabeza;
pues, me quieres con terneza
¡no vengas tú tan temprano
a aumentar, ¡ay! mi tristeza!



Adelardo López de Ayala

Insulto

-- de Adelardo López de Ayala --

Yo perdonara la traición artera,
huésped eterno de tu pecho ingrato,
si alguna vez en tu amoroso trato
me hubieses dicho una verdad siquiera.

¿Yo perdonarte, infame?... ¡Cuando adquiera
todos los bienes que te di insensato,
el ardor de mi cándido arrebato,
el noble arranque de mi edad primera!

¡Pido al cielo que, en cambio de tu calma,
te dé mi pena, y que tu pecho herido
llore con sangre la perdida palma!...

Mas ¡ay! en vano la venganza pido;
que estos males se sienten en el alma,
¡y tú, perversa, nunca la has tenido!



Alberti

LO QUE DEJÉ POR TI

-- de Alberti --

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.



Alejandro Tapia y Rivera

Un ave errante

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¿Hacia dónde tu vuelo
diriges, ave triste?
¿Quizá, ay de ti, perdiste
la prenda de tu amor?
¿O acaso el árbol bello
donde guardaste el nido,
el hacha ha destruido
o el fuego abrasador?

Tu canto que allá un día
sonaba placentero,
su acento hoy lastimero
al bosque llevará;
que solo es el recuerdo
de dicha ya perdida,
que un eco a voz querida
en vano pedirá.

Cual tú, también yo cruzo
los aires con mi vuelo,
cual tú también anhelo
e ignoro lo que soy;
también ha muerto el árbol
de mis queridas glorias,
de lúgubres memorias
huyendo cual tú voy.

También lloran mis ojos,
y mi palabra ansiosa
se pierde dolorosa
las nubes al cruzar,
mi mente en las tinieblas
se pierde del destino,
cual tú, yo sin camino
me entrego al vago azar.

¡Ah! nuestra noche, oh ave,
es triste y solitaria,
¡cuán vaga es la plegaria
de nuestra soledad!
¿Y qué será de entrambos
en nuestra marcha errante,
cuando su voz levante
la negra tempestad?



Alfonsina Storni

Regreso en sueños

-- de Alfonsina Storni --

Boca perdida en el vaivén del tiempo;
detrás de los paisajes escondida;
boca hacia atrás huyente en el espacio;
boca muerta que fuiste boca viva:

Torbellinos de rostros te apagaron,
tú, que eras rosa ya palidecida;
bloques de casas, cielos circulantes,
telones fueron a velarte esquiva.

Alguna vez la punta de la llama
pintó en el aire la ligera estría
de tu boca atersada a finos verbos:
seda en la seda, flor más florecida.

O levanté la mano para asirte
en la nube traslúcida que lucía
acuchillada del cuchillo mismo
que parte en dos la ya palidecida.



Amado Nervo

¡cuántos desiertos interiores!

-- de Amado Nervo --

¡cuántos desiertos interiores!
heme aquí joven, fuerte aún,
y con mi heredad ya sin flores.
Némesis sopló en mis alcores
con bocanadas de simún.
De un gran querer, noble y fecundo,
sólo una trenza me quedó...
¡Y un hueco más grande que el mundo!
obra fue todo de un segundo.
¿Volveré a amar? ¡pienso que no!
sólo una vez se ama en la vida
a una mujer como yo amé;
y si la lloramos perdida
queda el alma tan malherida
que dice a todo: ¡para qué!
su muerte fue mi premoriencia,
pues que su vida era razón
de ser de toda mi existencia.
Pensarla es ya mi sola ciencia...
¡Resignación! ¡resignación!



Amado Nervo

piedad

-- de Amado Nervo --

¡no porque está callada
y ya no te responde, la motejes;
no porque yace helada,
severa, inmóvil, rígida, la huyas;
no porque está tendida
y no puede seguirte ya, la dejes;
no porque está perdida
para siempre jamás, la sustituyas!



Lope de Vega

si todas las espadas que diez años

-- de Lope de Vega --

Si todas las espadas, que diez años
sobre troya desnudas tuvo el griego,
si de roma abrasada todo el fuego,
si de españa perdida tantos años,
si el toro de metal, si los extraños
caballos fieros de diomedes ciego,
si todo el infernal desasosiego
tan libre de esperanzas y de engaños
sufriese, ardiese, hiciese, atormentase,
despedazase, y siempre me tuviese,
y al dolor que padezco se igualase,
no es posible que el alma lo sintiese
o que, si lo sintiese y os mirase,
entre estas penas gloria no tuviese.



Lope de Vega

cuando me paro a contemplar mi estado

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.
Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;
mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.



Lope de Vega

Cayó la Troya de mi alma en tierra

-- de Lope de Vega --

Cayó la Troya de mi alma en tierra,
abrasada de aquella griega hermosa,
que por prenda de Venus amorosa
Juno me abrasa, Palas me destierra.

Mas como las reliquias dentro encierra
de la soberbia máquina famosa,
la llama en las cenizas victoriosa
renueva el fuego y la pasada guerra.

Tuvieron y tendrán inmortal vida
prendas que el alma en su firmeza apoya,
aunque muera el troyano y venza el griego.

Mas, ¡ay de mí!, que con estar perdida,
aun no puedo decir: ¡aquí fue Troya!,
siendo el alma inmortal y eterno el fuego.



Lope de Vega

Mis pasos engañados hasta agora

-- de Lope de Vega --

Mis pasos engañados hasta agora
por jardines hibleos y pensiles,
por pensamientos y esperanzas viles,
infancia noche, juventud aurora;

razón esclava, voluntad señora,
vistiendo mi virtud como a otro Aquiles,
me han traído, callados y sutiles,
adonde el alma sus engaños llora.

¡Oh pasos ciegos de mi edad perdida!
Que en polvo, en humo, en sombra se convierte,
entrada triste y mísera salida.

El primero que di (¡qué triste suerte!),
ese me descontaron de la vida,
y le puso en sus límites la muerte.



Lope de Vega

Nuevo ser, nueva vida, aliento nuevo

-- de Lope de Vega --

Nuevo ser, nueva vida, aliento nuevo,
Señor, os debo ya, pues reducida
mi vida a vos es otra nueva vida,
de tal manera que me hacéis de nuevo.
De nuevo el alma de esta vida os debo,
aquella con la sangre redimida,
y ésta con la piedad, pues de perdida
al resplandor de la verdad la llevo.
Nada era ya la vida, que apartada
se vio de vos, Señor, ¡Qué triste estado!
Luego ha sido otra vez de vos criada.
De la nada, Señor, me habéis sacado
a nuevo ser, que si el pecado es nada,
en nada me volví por el pecado.



Lope de Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Lope de Vega)

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.



Lope de Vega

Suelta mi manso, mayoral extraño

-- de Lope de Vega --

Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro;
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta y verásle si a mi choza viene,
que aun tienen sal las manos de su dueño.



Líber Falco

Proclama

-- de Líber Falco --

Aquí en Montevideo,
albas madrugadas del mundo
soñó mi corazón, ¡pobre andarín nocturno!
Muchachas de los puertos,
marineros borrachos, desde aquí
cáliz fué mi pecho de vuestro vino amargo.
Hermanos tristes,
yo he visto la Luna hacernos muecas
mientras la última estrella de la noche
azul y lejana se perdía...

Noche negra.
Como un recio patriarca, impenetrable, austera
vela la noche o Dios nuestro desvelo.
Y en vosotros la secreta lumbre
y la montaña empinada hacia el cielo
y el río que la ciñe, limpio abrazo.
Y más allá de la noche las estrellas.
Y vuestra lumbre oculta
y la nuestra encendida en los días,
¡hacia la montaña, más allá de la noche
a rescatar la estrella perdida!



Manuel del Palacio

Al borde de la tumba

-- de Manuel del Palacio --

Pequé, Señor, mas no porque he pecado
De vuestra alta clemencia me despido,
Que cuanto más hubiere delinquido
Os tengo á perdonar más empeñado.

Si verme pecador os ha indignado
Cedereis al mirarme arrepentido;
La misma culpa con que os he ofendido
Os tiene á la indulgencia preparado.

Cuando vuelve al redil de sus amores
Una oveja perdida y recobrada,
En júbilo se inundan los pastores;

Yo soy, Señor, oveja descarriada;
Mirad, Pastor divino, mis dolores,
Y recobradme al fin de la jornada.



Manuel del Palacio

Al borde de la tumba (Melodías íntimas)

-- de Manuel del Palacio --

Pequé, Señor, mas no porque he pecado
De vuestra alta clemencia me despido,
Que cuanto más hubiere delinquido
Os tengo á perdonar más empeñado.

Si verme pecador os ha indignado
Cederéis al mirarme arrepentido;
La misma culpa con que os he ofendido
Os tiene á la indulgencia preparado.

Cuando vuelve al redil de sus amores
Una oveja perdida y recobrada,
En júbilo se inundan los pastores;

Yo soy, Señor, oveja descarriada;
Mirad, Pastor divino, mis dolores,
Y recobradme al fin de la jornada.



Manuel del Palacio

Dos amores

-- de Manuel del Palacio --

Te amé cuando en la senda de la vida
Flores no más hollabas con tu planta;
Te vuelvo á amar en esta que te encanta
Edad de sueños para mí perdida.

No es el amor que á la virtud mentida
Himnos de gloria y de ventura canta,
Ni la pasión consoladora y santa
Al dulce soplo de la fé nacida.

Es ese afán que en su entusiasmo loco
Funde lo deleznable con lo eterno,
Que trueca en oro la mundana escoria,

Que hasta su misma dicha tiene en poco,
Y que si en un dolor copia el infierno,
Da en un placer la imágen de la gloria.



Manuel del Palacio

Dos amores (Melodías íntimas)

-- de Manuel del Palacio --

Te amé cuando en la senda de la vida
Flores no más hollabas con tu planta;
Te vuelvo á amar en esta que te encanta
Edad de sueños para mí perdida.

No es el amor que á la virtud mentida
Himnos de gloria y de ventura canta,
Ni la pasión consoladora y santa
Al dulce soplo de la fé nacida.

Es ese afán que en su entusiasmo loco
Funde lo deleznable con lo eterno,
Que trueca en oro la mundana escoria,

Que hasta su misma dicha tiene en poco,
Y que si en un dolor copia el infierno,
Da en un placer la imágen de la gloria.



Manuel Gutiérrez Nájera

Madre Naturaleza

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Madre, madre, cansado y soñoliento
quiero pronto volver a tu regazo;
besar tu seno, respirar tu aliento
y sentir la indolencia de tu abrazo.

Tú no cambias, ni mudas, ni envejeces;
en ti se encuentra la virtud perdida,
y tentadora y joven apareces
en las grandes tristezas de la vida.

Con ansia inmensa que mi ser consume
quiero apoyar las sienes en tu pecho,
tal como el niño que la nieve entume
busca el calor de su mullido lecho.

!Aire! ¡más luz, una planicie verde
y un horizonte azul que la limite,
sombra para llorar cuando recuerde,
cielo para creer cuando medite!

Abre, por fin, hospedadora muda,
tus vastas y tranquilas soledades,
y deja que mi espíritu sacuda
el tedio abrumador de las ciudades.

No más continuo batallar: ya brota
sangre humeante de mi abierta herida,
y quedo inerme, con la espada rota,
en la terrible lucha por la vida.

¡Acude madre, y antes que perezca
y bajo el peso, del dolor sucumba;
o abre tus senos, y que el musgo crezca
sobre la humilde tierra de mi tumba!



Jaime Sabines

sitio de amor

-- de Jaime Sabines --

Sitio de amor, lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:

(ésta es la última vez que yo te quiero.
En serio te lo digo.)

Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.

En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.

(Cuando miro tus ojos
pienso en un hijo.)

Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.

Tu corazón a flor de piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
ese tu andar buscándome por donde yo no he ido:

todo eso que tú haces y no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.

Niña de los espantos, mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, qué cosas dijo.



Jaime Sabines

mi corazón emprende...

-- de Jaime Sabines --

Mi corazón emprende de mi cuerpo a tu cuerpo
último viaje.
Retoño de la luz,
agua de las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. Ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes,
quiero esa tensa humedad que te palpita ,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de oscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
Tú también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.



Jorge Guillén

ya se acortan las tardes

-- de Jorge Guillén --

Ya se acortan las tardes
ya se acortan las tardes, ya el poniente
nos descubre los más hermosos cielos,
maya sobre las apariencias velos
pone, dispone, claros a la mente.
Ningún engaño en sombra ni en penumbra,
que a los ojos encantan con matices
fugitivos, instantes muy felices
de pasar frente al sol que los alumbra.
Nos seduce este cielo de tal vida,
el curso de la gran naturaleza
que acorta la jornada, no perdida
si hacia la luz erguimos la cabeza.
Siempre ayuda la calma de esta hora,
lenta en su inclinación hasta lo oscuro,
y se percibe un ritmo sobre el muro
que postrero fulgor ahora dora.
Este poniente sin melancolía
nos sume en el gran orden que nos salva,
preparación para alcanzar el alba,
también serena aunque mortal el día.



Jorge Luis Borges

all our yesterdays

-- de Jorge Luis Borges --

Quiero saber de quién es mi pasado.
¿De cuál de los que fui? ¿del ginebrino
que trazó algún hexámetro latino
que los lustrales años han borrado?
¿es de aquel niño que buscó en la entera
biblioteca del padre las puntuales
curvaturas del mapa y las ferales
formas que son el tigre y la pantera?
¿o de aquel otro que empujó una puerta
detrás de la que un hombre se moría
para siempre, y besó en el blanco día
la cara que se va y la cara muerta?
soy los que ya no son. Inútilmente
soy en la tarde esa perdida gente.



Jorge Luis Borges

la cifra

-- de Jorge Luis Borges --

La amistad silenciosa de la luna
(cito mal a virgilio) te acompaña
desde aquella perdida hoy en el tiempo
noche o atardecer en que tus vagos
ojos la descifraron para siempre
en un jardín o un patio que son polvo.
¿Para siempre? yo sé que alguien, un día,
podrá decirte verdaderamente:
no volverás a ver la clara luna,
has agotado ya la inalterable
suma de veces que te da el destino.
Inútil abrir todas las ventanas
del mundo. Es tarde. No darás con ella.
Vivimos descubriendo y olvidando
esa dulce costumbre de la noche.
Hay que mirarla bien. Puede ser la última.



Jorge Manrique

canción es una muerte escondida

-- de Jorge Manrique --

I
es una muerte escondida
este mi bien prometido,
mas no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.
Ii
mas sólo porque me quiera
quien en vida no me quiere,
yo quiero sufrir que muera
mi vivir, pues siempre muere;
y en perder vida perdida
no me cuento por perdido,
pues no puedo ser querido
sin peligro de mi vida.



Josefina Pla

todo comenzó en el espejo

-- de Josefina Pla --

Espejo

todo comenzó en el espejo.
En la palma indiferente del agua
la nube fingió islas, cimientos el arco iris.
Todo comenzó en el espejo.
En el cielo engañifa de la charca
la rama empolló el huevo de la luna;
cosió el pájaro un velo con costura perdida.

Todo comenzó en el espejo.
La estrella guiñó mintiendo al pez incauto;
la luna escribió música que no despertó a nadie.

Y en el espejo una mañana
reconoció el viajero su secreto fantasma,
se vio pómulo y sien,
pupilas de agua para siempre cautiva,
frente como una lápida de sí mismo.
Se vio por fuera, se olvidó por dentro.
Y comenzó a clasificarse
según color y pelo.

Y los amantes murieron por él dos y tres veces,
y los viejos gustaron anticipada la agonía,
y el hombre del color perdió patria y amigos,
y la belleza vendió a su esposo el sueño.

-Todo comenzó en el espejo-.



Diego de Torres Villarroel

pago que da el mundo a los poetas

-- de Diego de Torres Villarroel --

Dícese de quevedo que fue claro
y que en algunas coplas está obsceno;
góngora puede ser que fuese bueno,
pero ya sus comentos le hacen raro.
El calderón, que nos lo venden caro,
sólo de lo amatorio fue muy lleno
y nos dejó en lo cómico un veneno
que nos hemos bebido sin reparo.
La idea de juan pérez fue abatida,
de solís intrincada. ¡Infeliz suerte,
oh ciencia pobre, facultad perdida!
¡mundo borracho, que al varón más fuerte
después de ajarlo miserable en vida
predicas estas honras en su muerte!



Diego Hurtado de Mendoza

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Planta enemiga al mundo, y aun al cielo,
Que nos encubres tanta hermosura,
Véate yo perdida la verdura
Y esparcidas las hojas por el suelo.

Si la escondes movida con buen celo,
Porque no pueda verse tal figura
Sin muerte y conocida sepultura,
Aunque en miralla no falta consuelo.

El ser della vencido es la vitoria,
Y la muerte peor es el no vella;
Mas ya que porque no mueran los vivos

Acuerdas de engañarnos y escondella,
A los que somos muertos y cautivos
¿Por qué quieres quitarnos esta gloria?



Emilio Bobadilla

Desolación (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

Los troncos centenarios, retorcidos de yedras,
las viejas alquerías que en tarde de disanto
el violín campesino con su gemir de llanto
enterneció doliente hasta en las mismas piedras;

la cabaña perdida en la maleza hirsuta,
rodeada de terneros, gallinas y palomas;
los reticentes valles, las soñolientas lomas
y el huerto generoso de perfumada fruta;

el cenobio escondido en la espesura umbrosa,
la ermita visionaria del místico eremita,
la catedral de encaje, de crestería radiosa...

¡Qué son sino recuerdos que lloran entre escombros,
soledad en que brota la triste margarita,
desfile fantasmático de trágicos asombros!



Emilio Bobadilla

El emperador: 1

-- de Emilio Bobadilla --

Como un histrión, en multiformes trajes,
imitando a Nerón, se pavonea,
y en sus continuos y pomposos viajes
de su poder omnímodo alardea.

Sobre Europa, de pronto, la borrasca
desata de sus iras imperiales
y pueblos heteróclitos enfrasca
en contiendas terrestres y navales.

De victoria en victoria, va al fracaso,
—paradoja que puede traducirse:
es ley que el sol camine hacia el ocaso—;

huye perdida, al cabo, la entereza,
y a la patada que le dan al irse,
¡en vez de sangre vomitó... Cerveza!



Emilio Bobadilla

Presentimiento (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

Derecho, dignidad y patria unidos,
con la tudesca máquina acabaron
y rotos —¡ellos rotos!— y vencidos
¡piedad casi de hinojos imploraron!

Y las águilas, ebrias de jactancias,
se desplomaron en su raudo vuelo.
¿Qué se hicieron las viejas arrogancias?
¡Con estrépito vino todo al suelo!

El Kaiser huye y busca un escondite
temiendo —es el que vence quien legisla—
las justas represalias del desquite...

¡Y acaso al verse en su destierro a solas,
presienta el aislamiento de una isla
perdida entre el tumulto de las olas...!



Enrique González Martínez

y pienso que la vida...

-- de Enrique González Martínez --

Y pienso que la vida se me va con huida
inevitable y rápida, y me conturbo, y pienso
en mis horas lejanas, y me asalta un inmenso
afán de ser el de antes y desandar la vida.

¡Oh los pasos sin rumbo por la senda perdida,
los anhelos inútiles, el batallar intenso!
¿cómo flotáis ahora, blancas nubes de incienso
quemado en los altares de una deidad mentida?

páginas tersas, páginas de los libros, lecturas
de espejismos enfermos, de cuestiones oscuras. . .
¡Ay, lo que yo he leído! ¡ay, lo que yo he soñado! . . .

Tristes noches de estéril meditación, quimera
que ofuscaste mi espíritu sin dejarme siquiera
mirar que iba la vida sonriendo a mi lado . . .

(¡Ay, lo que yo he leído! ¡ay, lo que yo he soñado!)



Enrique Lihn

gallo II

-- de Enrique Lihn --

Canta este gallo, el mismo, y yo: ¿soy otro?
que degollé, y a la redonda estaban
todos mis años;
el número ha crecido, pero en esto
no se distinguen entre sí, escuchándolo
sólo un poco más cerca de la muerte.
Gallo, qué insomnio,
clarín de qué batalla más perdida,
vindicativo, no, ni cruel,
pero enemigo, enemigo, enemigo.



Arturo Borja

Vas Lacrimae

-- de Arturo Borja --

Para Alfonso Aguirre

La pena La melancolía
La tarde siniestra y sombría
La lluvia implacable y sin fin
La pena La melancolía
La vida tan gris y tan ruin.
¡La vida, la vida, la vida!
La negra miseria escondida
royéndonos sin compasión
y la pobre juventud perdida
que ha perdido hasta su corazón.
¿Por qué tengo, Señor, esta pena
siendo tan joven como soy?
Ya cumplí lo que tu ley ordena:
hasta lo que no tengo, lo doy



Julián del Casal

ruego

-- de Julián del Casal --

Déjame reposar en tu regazo
el corazón, donde se encuentra impreso
el cálido perfume de tu beso
y la presión de tu primer abrazo.
Caí del mal en el potente lazo,
pero a tu lado en libertad regreso,
como retorna un día el cisne preso
al blando nido del natal ribazo.
Quiero en ti recobrar perdida calma
y rendirme en tus labios carmesíes,
o al extasiarme en tus pupilas bellas,
sentir en las tinieblas de mi alma
como vago perfume de alelíes,
como cercana irradiación de estrellas.



Olegario Víctor Andrade

El orto

-- de Olegario Víctor Andrade --

(imitación de Longfellow)

Surgió del hondo mar adormecido
un viento vagabundo,
diciendo a las tinieblas: ¡Recogeos,
que ya despierta el mundo!

Pasó sobre los buques que veleros
rompen la onda sonora
gritándoles: ¡arriba, marineros,
que ya viene la aurora!

Se internó por la selva obscura y fría
poblada de visiones,
¡despertad! — murmurando, — ¡viene el día
germinador de frutos y pasiones!

A los añosos troncos de ancha copa
y gigantesca talla:
"De verdes hojas desplegad al aire
el pendón de batalla!"

Al ave que dormita en la espesura
el ala entumecida:
"Batid el vuelo, que se acerca el alba,
el ave de la vida!"

Al gallo vigilante de la choza
perdida en la llanura:
"Cantad, cantad que avanza el enemigo
de la tiniebla obscura!"

A la espiga del campo doblegada
al peso de su grano:
"La aurora, vuestra hermana, se levanta
tras el monte lejano!"

Al viejo campanario de la aldea
con lengua de metal: "Cantad el día"
y a los muertos del triste cementerio:
"Dormid, dormid, no es tiempo todavía!"



Pablo Neruda

el amor

-- de Pablo Neruda --

El amor
qué tienes, qué tenemos,
qué nos pasa?
ay, nuestro amor es una cuerda dura
que nos amarra hiriéndonos
y si queremos
salir de nuestra herida,
separarnos,
nos hace un nuevo nudo y nos condena
a desangramos y quemarnos juntos.
Qué tienes? yo te miro
y no hallo nada en ti sino dos ojos
como todos los ojos, una boca
perdida entre mil bocas que besé, más hermosas,
un cuerpo igual a los que resbalaron
bajo mi cuerpo sin dejar memoria.
Y qué vacía por el mundo ibas
como una jarra de color de trigo
sin aire, sin sonido, sin substancia!
yo busqué en vano en ti
profundidad para mis brazos
que excavan, sin cesar, bajo la tierra:
bajo tu piel, bajo tus ojos
nada,
bajo tu doble pecho levantado
apenas
una corriente de orden cristalino
que no sabe por qué corre cantando.
Por qué, por qué, por qué,
amor mío, por qué?



Pablo Neruda

soneto vi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

En los bosques, perdido, corté una rama oscura
y a los labios, sediento, levanté su susurro:
era tal vez la voz de la lluvia llorando,
una campana rota o un corazón cortado.
Algo que desde tan lejos me parecía
oculto gravemente, cubierto por la tierra,
un grito ensordecido por inmensos otoños,
por la entreabierta y húmeda tiniebla de las hojas.
Pero allí, despertando de los sueños del bosque,
la rama de avellano cantó bajo mi boca
y su errabundo olor trepó por mi criterio
como si me buscaran de pronto las raíces
que abandoné, la tierra perdida con mi infancia,
y me detuve herido por el aroma errante.



Pedro Bonifacio Palacios

Ayer y hoy

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

I

Humilde como el voto del creyente,
bendito como el ángel de mi guarda,
tímido, solitario, romancesco,
fe y esperanza.

II

Como tú, virginal y sin mancilla,
como yo, visionario y entusiasta,
era el amor que te ofrecí; inocente,
como mi alma.

III

Ignoto, como ráfaga perdida,
ardiente, como lágrima callada,
torcido, desolado, borrascoso,
amor de paria.

IV

Triste como el destello de la luna,
solo, como la luna solitaria,
es el recuerdo de ese amor maldito,
como mi alma.



Rafael Mendive

La indiferente

-- de Rafael Mendive --

¿Dónde la flor de tu esperanza es ida,
Pálida virgen que enlutada lloras;
¿Dónde la hermosa luz de las auroras
Que alumbraron la senda de tu vida?

¿Por qué a la nave del silencio asida,
Ni amor te inflama, ni consuelo imploras,
Y en las sombras del tiempo aterradoras,
La imagen ves de tu ilusión perdida?

Si aún tienes corazón, espera, y lucha
Por derrocar el tenebroso imperio
De la duda que oprime tu existencia:

Mas si no late por tu mal, escucha:
-A gemir en perpetuo cautiverio,
Te condena tu propia indiferencia.



José María Hinojosa

erótica imprevista

-- de José María Hinojosa --

Hundido entre juncales,
eludí la pasión
de la mujer sin carne.
Eludí la pasión,
dentro de mi ramaje
y sin quererlo yo.
Perdida entre arenales
la mujer, ya voló
mi carne con su carne.



José Tomás de Cuellar

La samaritana

-- de José Tomás de Cuellar --

«DADME á beber del agua de la vida»
Dijo Sarai á Cristo allá en Samaria,
Incrédula tal vez y temeraria.
Jesús al ver á la mujer perdida

Delante de él con la cabeza erguida
Cabe el brocal del pozo solitaria,
Levantó, como losa funeraria,
El velo de su historia envilecida.



José Tomás de Cuellar

La vida y la muerte (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

QUISO Dios y bajando conmovida
El alma á disfrutar humana suerte,
Vino á abrazar á la materia inerte
En la remota inmensidad perdida.

De ese abrazo de amor nació la vida.
De otro abrazo de amor nace la muerte.



José Ángel Buesa

poema de la duda

-- de José Ángel Buesa --

Nuestro amor ya es inútil como un mástil sin lona,
como un cauce sin agua, como un arco sin flecha,
pues lo que enciende un beso lo apaga una sospecha,
y en amor es culpable el que perdona.
Ya es sombra para siempre lo que miró la duda
con su mirada amarga como una fruta verde;
y el alma está perdida cuando pierde
el supremo pudor de estar desnuda.
Así, frente a la noche, te he de tender la mano
con un gesto cordial de despedida,
y tú no sabrás nunca lo que pesa en mi vida
la angustia irremediable de haberte amado en vano.



Juan de Tassis y Peralta

determinarse y luego arrepentirse

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Empezar a atrever y acobardarse,
arder el pecho y la palabra helarse,
desengañarse y luego persuadirse;
comenzar una cosa y advertirse,
querer decir su pena y no aclararse,
en medio del aliento desmayarse,
y entre el temor y el miedo consumirse;
en las resoluciones, detenerse,
hallada la ocasión, no aprovecharse,
y, perdida, de cólera encenderse,
y sin saber por qué desvanecerse:
efectos son de amor, no hay que espantarse,
que todo del amor puede creerse.



Fray Luis de León

Cuando me paro a contemplar mi vida

-- de Fray Luis de León --

Cuando me paro a contemplar mi vida
Y echo los ojos con mi pensamiento
A ver los lasos miembros sin aliento
Y la robusta edad enflaquecida,

Y aquella juventud rica y florida
Cual llama de candela en presto viento,
Batida con tan recio movimiento
Que a pique estuvo ya de ser perdida,

Condeno de mi vida la tibieza
Y el grande desconcierto en que he andado
Que a tal peligro puesto me tuvieron.

Y con velocidad y ligereza
Determino de huir de aqueste estado
Do mis continuas culpas me pusieron.



Félix María Samaniego

Décimas (El jardín de Venus, Samaniego)

-- de Félix María Samaniego --

Una fe con testimonio
del pecado original
tendrá, alma virginal,
la noche del matrimonio.
No divise a Marco Antonio 5
Tácito, que vas perdida;
llora mucho por tu vida,
cena poco por tu alma,
y para ganar la palma
o haya lámpara encendida. 10

Ten tu lecho conyugal
con su mancha de artificio,
penitente sacrificio
sobre el ara original;
haya suspiro mortal, 15
y si Adán cogiera a Eva,
que toda fruta se prueba
en el jardín de la vida
dile con ansia afligida:
- Ay, señor, ¿dónde me lleva? 20

Si la piadosa madrina
al tálamo te llevare
y al esposo llamare,
dile: - Señor, no soy digna;
mas si el pobre determina 25
no parecer impotente,
dile con mucho dolor:
- Misericordia, Señor,
que soy cordera inocente.

Que con esto y con callar, 30
suspirar y presumir,
llorar, dudar y gemir,
el pobre la ha de tragar;
y si no quiere pasar
el agosto por abril, 35
para aliviar tu fortuna
di: - No hubo virgen ninguna
después de las once mil.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xiii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Tu pupila es azul, y cuando ríes,
su claridad suave me recuerda
el trémulo fulgor de la mañana
que en el mar se refleja.
Tu pupila es azul, y cuando lloras,
las transparentes lágrimas en ella
se me figuran gotas de rocío
sobre una violeta.
Tu pupila es azul, y si en su fondo
como un punto de luz radia una idea
me parece, en el cielo de la tarde,
¡una perdida estrella!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima vi

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;
símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce ofelia, la razón perdida
cogiendo flores y cantando pasa.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxviii

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cuando entre la sombra oscura
perdida una voz murmura
turbando su triste calma,
si en el fondo de mi alma
la oigo dulce resonar,
dime: ¿es que el viento en sus giros
se queja, o que tus suspiros
me hablan de amor al pasar?
cuando el sol en mi ventana
rojo brilla a la mañana
y mi amor tu sombra evoca,
si en mi boca de otra boca
sentir creo la impresión,
dime: ¿es que ciego deliro,
o que un beso en un suspiro
me envía tu corazón?
y en el luminoso día
y en la alta noche sombría,
si en todo cuanto rodea
al alma que te desea
te creo sentir y ver,
dime: ¿es que toco y respiro
soñando, o que en un suspiro
me das tu aliento a beber?



Gutierre de Cetina

mientras las tiernas alas, pequeñuelo

-- de Gutierre de Cetina --

Mi nuevo desear firmes hacía,
mientra de mí alejarse no podía,
por ser nueva la pluma, a mayor vuelo,
obediente me estaba, y al señuelo,
a la primera voz, luego acudía,
ni de volar tan alto presumía,
que con los pies no fuese por el suelo.
Hasta que con el tiempo ya crecida
la pluma, por su mal, de puro ufano,
sacándolo a volar mi mala suerte,
le lanzó a una esperanza tan perdida
que ni el deseo vuelve ya la mano,
ni parará hasta hallar la muerte.



Gutierre de Cetina

cuando del grave golpe es ofendido

-- de Gutierre de Cetina --

El cuerpo, de improviso es lastimado,
o por nuevo accidente es alterado
por caso de que no fue prevenido,
la sangre corre luego al desvalido
corazón como a miembro señalado,
y de allí va a parar do el golpe ha dado,
de do nace el quedar descolorido.
Hizo en mi pecho amor mortal herida;
corrió luego la sangre allí alterada
y reparóse donde estaba el daño.
De allí quedé con la color perdida:
al rostro el corazón se la ha usurpado
para favorescer su mal extraño.



Hernando de Acuña

En ausencia

-- de Hernando de Acuña --

Vivir, señora, quien os vio, sin veros,
no es por virtud ni fuerza de la vida,
que, en partiendo de vos, fuera perdida,
si el dejaros de ver fuese perderos;

mas de tanto valor es el quereros,
que, teniéndoos el alma en sí esculpida,
de su vista y memoria, que no olvida,
ninguna novedad basta a moveros.

Así, aunque lejos de vuestra presencia,
vos sola me estaréis siempre presente
y no me faltaréis hora ninguna,

sin que puedan tenerme un punto ausente
el áspero desdén, la cruda ausencia,
nueva llaga de amor, tiempo o fortuna.



Salvador Díaz Mirón

mudanza

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía:
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... La sombra y el ansia del desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.



Salvador Díaz Mirón

Consonancias

-- de Salvador Díaz Mirón --

A M...

Tu traición justifica mi falsía
aunque lo niegues con tu voz de arrullo;
mi amor era muy grande, pero había
algo más grande que mi amor, mi orgullo.

Calla, pues. Ocultemos nuestro duelo,
la queja es infecunda y nada alcanza;
agonicemos contemplando el cielo
ya que el cielo es nuestra única esperanza.

No creas que este mal decrezca y huya:
cada vez menos parco y más despierto
imperará en mi vida y en la tuya
«como reina el león en el desierto».

Los años rodarán en el abismo
sin que recobres la perdida calma.
¡Tú siempre llevarás, como yo mismo,
un cadáver en lo íntimo del alma!

El tiempo no es el médico discreto
que, por medio del fórceps del olvido,
saca del fondo de la entraña el feto
muerto allí como el pájaro en su nido.



Salvador Díaz Mirón

Mudanza (Salvador Díaz Mirón)

-- de Salvador Díaz Mirón --

Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.

Mi vida toda júbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.

Ayer, la inspiración rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y tú, sonriente y dulce en tu ventana,
hablándome de dichas y de amores.

Ayer, cuanto era luz y poesía,
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancolía,
y las noches pletóricas de estrellas...

Y hoy... La sombra y el ansia y el desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espíritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.



Salvador Novo

hoy no lució la estrella de tus ojos

-- de Salvador Novo --

Hoy no lució la estrella de tus ojos.
Náufrago de mí mismo,
húmedo del brazo de las ondas,
llego a la arena de tu cuerpo
en que mi propia voz nombra mi nombre,
en que todo es dorado y azul como un día nuevo
y como las espigas herméticas, perfectas y calladas.
En ti mi soledad se reconcilia para pensar en ti.

Toda ha mudado
el sereno calor de tus miradas
en fervorosa madurez mi vida.
Alga y espumas frágiles, mis besos
cifran el universo en tus pestañas,
-playa de desnudez, tierra alcanzada
que devuelve en miradas tus estrellas.

¿A qué la flor perdida
que marchitó tu espera,
que dispersó el destino?
mi ofrenda es toda tuya en la simiente
que secaron los rayos de tus soles.
Al poema confío la pena de perderte.
He de lavar mis ojos de los azules tuyos,
faros que prolongaron mi naufragio.

He de coger mi vida deshecha entre tus manos,
leve jirón de niebla
que el viento entre sus alas efímeras dispersa.
Vuelva la noche a mí, muda y eterna,
del diálogo privada de soñarte,
indiferente a un día
que ha de hallarnos ajenos y distantes.



Santiago Montobbio

confesión última

-- de Santiago Montobbio --

Confesión última
de entre la mentiras una de las que prefiero
es la luna. Antigua o perdida, ni los locos
la creen, y con sus torpes palabras pueden
fabricársele torpes vestiduras. Porque
el poeta gata falsa a veces no está
para cielos o pájaros es por los que os hago
una confesión última. De la noche
no hablo. Porque sin engaño o niño
cómo osar decirte
que la noche es mentira.



Tirso de Molina

Pastorcico nuevo

-- de Tirso de Molina --

Pastorcico nuevo
de color de azor,
bueno sois, vida mía,
para labrador.

Pastor de la oveja,
que buscáis perdida,
y ya reducida
viles pastos deja;
aunque vuelta abeja,
pace vuestras flores.
Si sembráis amores
y cogéis sudor;
bueno sois, vida mía,
para labrador.



Caridad (Castro)

-- de Vicenta Castro Cambón --

Señor, cuando a la busca de una oveja perdida
al camino te lanzas, el alma agradecida
se anonada y no acierta la palabra de amor.
Señor, yo sé que vienes en busca de mi hada
y a la puerta te aguardo de mi pobre morada;
más sólo sé decirte: ¡Heme a tus pies, Señor!



Vicente Aleixandre

las manos

-- de Vicente Aleixandre --

Mira tu mano, que despacio se mueve,
transparente, tangible, atravesada por la luz,
hermosa, viva, casi humana en la noche.
Con reflejo de luna, con dolor de mejilla, con vaguedad de sueño
mírala así crecer, mientras alzas el brazo,
búsqueda inútil de una noche perdida,
ala de luz que cruzando en silencio
toca carnal esa bóveda oscura.
No fosforece tu pesar, no ha atrapado
ese caliente palpitar de otro vuelo.
Mano volante perseguida: pareja.
Dulces, oscuras, apagadas, cruzáis.
Sois las amantes vocaciones, los signos
que en la tiniebla sin sonido se apelan.
Cielo extinguido de luceros que, tibios,
campo a los vuelos silenciosos te brindas.
Manos de amantes que murieron, recientes,
manos con vida que volantes se buscan
y cuando chocan y se estrechan encienden
sobre los hombres una luna instantánea.



Vicente Wenceslao Querol

Golondrina de otoño

-- de Vicente Wenceslao Querol --

Del norte huyendo las glaciales brumas,
de África busca el prolongado estío,
y rauda pasa, las azules plumas
rozando leve en el cristal del río.

Si atrás pudiera yo, corazón mío,
dejar así el dolor con que me abrumas,
el nido huyendo de mi hogar vacío,
surcara, oh mar, tus pérfidas espumas.

Pero ella ve el turbión que se avecina
y va a otros climas de apacible calma,
porque remonta hasta el cenit su vuelo.

Yo imitaré a esa pobre golondrina
y hallaré la perdida paz del alma
subiendo en alas de la fe hasta el cielo.



José Alcalá Galiano

Aparición

-- de José Alcalá Galiano --

Miré tu rostro, y de la inmensa altura
Bajé á mi corazón,
Y al verle encadenado á tu hermosura
Bendije mi prision.

La noche en su silencio y con su calma
Adormeció mi sér,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
Su eterno padecer;

Una sola mirada de tus ojos
Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
De amor me estremeció.

La quietud con su mágico misterio
Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
Y prorumpí á llorar.

Léjos de las miserias de la vida,
De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
Allí buscando un Dios.

Y cuando más ansioso le buscaba
Aparecer te ví,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
Ví reflejarse en tí.



Antonio Machado

Renacimiento

-- de Antonio Machado --

Galerías del alma... ¡El alma niña!
Su clara luz risueña;
y la pequeña historia,
y la alegría de la vida nueva...
¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
Y volver a sentir en nuestra mano,
aquel latido de la mano buena
de nuestra madre... Y caminar en sueños
por amor de la mano que nos lleva.
*
En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Las más hondas palabras
del sabio nos enseñan,
lo que el silbar del viento cuando sopla,
o el sonar de las aguas cuando ruedan.



Antonio-Plaza-Llamas

el borracho

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Generoso en la copa, ruin en todo;
ronca la voz, inyecta la mirada,
párpados gruesos, faz abotagada
y siempre crudo cuando no beodo.
Perdida la razón, goza a su modo,
y nunca estar en su razón le agrada;
que el vino es todo, la razón es nada,
y sólo vive al empinar el codo.
Cuando al inflamarle empieza el aguardiente,
lenguaraz, atrevido y vivaracho,
es intrépido, franco y excelente
amigo; pero juzgo sin empacho
que no es franco, ni amigo, ni valiente;
porque el borracho, en fin, sólo es . . . Borracho.



Anónimo

Romance del alcaide de Alhama

-- de Anónimo --

-Moro alcaide, moro alcaide,
el de la barba vellida,
el rey os manda prender
porque Alhama era perdida.
-Si el rey me manda prender
porque Alhama se perdía,
el rey lo puede hacer,
mas yo nada le debía,
porque yo era ido a Ronda
a bodas de una mi prima;
yo dejé cobro en Alhama
el mejor que yo podía.
Si el rey perdió su ciudad,
yo perdí cuanto tenía:
perdí mi mujer y hijos,
las cosas que más quería.



Manuel Machado

Cantares

-- de Manuel Machado --

Vino, sentimiento, guitarra y poesía
hacen los cantares de la patria mía.
Cantares...
Quien dice cantares dice Andalucía.

A la sombra fresca de la vieja parra,
un mozo moreno rasguea la guitarra...
Cantares...
Algo que acaricia y algo que desgarra.

La prima que canta y el bordón que llora...
Y el tiempo callado se va hora tras hora.
Cantares...
Son dejos fatales de la raza mora.

No importa la vida, que ya está perdida,
y, después de todo, ¿qué es eso, la vida?...
Cantares...
Cantando la pena, la pena se olvida.

Madre, pena, suerte, pena, madre, muerte,
ojos negros, negros, y negra la suerte...
Cantares...
En ellos el alma del alma se vierte.

Cantares. Cantares de la patria mía,
quien dice cantares dice Andalucía.
Cantares...
No tiene más notas la guitarra mía.



Manuel Reina

Flores secas

-- de Manuel Reina --

No extrañéis que conserve, cual tesoro,
esas pálidas flores;
sus hojas son las páginas de oro
de una historia de amores.

Esas páginas traen a mi memoria
la ventura perdida;
el tiempo del placer y de la gloria,
mañana de la vida.
........................................
El fuego en tu corola ya no arde,
despedazada rosa;
lindo adorno tú fuiste, cierta tarde,
del pecho de una hermosa.

Este mustio clavel, bella Dolores,
borró nuestros enojos;
aún me parece ver, en sus colores,
los de tus labios rojos.

Esos nardos, con pétalos brillantes,
Adelina hechicera,
bañaron en aromas penetrantes
tu blonda cabellera.

Amelia regalome esta camelia
con lúbrico embeleso,
dando a la flor la encantadora Amelia
un encendido beso.

Tus pétalos de plata, raso y oro,
marchitada azucena,
aún parecen regados por el lloro
de la dulce Filena.
........................................
Las flores están ya tristes y yertas;
sus hojas, en jirones;
todo pasó; las flores están muertas
como mis ilusiones.



Marilina Rébora

renacer

-- de Marilina Rébora --

Renacer
estoy sola, señor, y hay mucha gente en torno,
estoy triste no obstante la riente algazara
y mi imagen es débil, perdida, sin contorno,
bien que la luz del sol le dé sobre la cara.
Temerosa, señor, del más humilde adorno
y de otras tantas cosas que el mundo nos depara,
pienso en la noche próxima del viaje sin retorno,
el instante postrero que a todos nos separa.
Mas te siento, señor, junto a mí por momentos,
tu divina presencia ilumina el ambiente
y percibo que vuelven a su ritmo mis días,
para que así se acaben entonces mis lamentos,
renaciendo a mi propia existencia sonriente
pues que tú me regalas con nuevas alegrías.



Marilina Rébora

dios existe

-- de Marilina Rébora --

Dios existe
dos de la madrugada. En trémula zozobra;
los silencios, vivientes; la oscuridad sin borde;
cuando la fuerza falta y la tristeza sobra,
en soledad infinita para estar más acorde.
De improviso resuena el son de un benteveo
con tono tan alegre que regocija el alma,
y es tal la donosura de su simple gorjeo
que sonrío, infantil, renacida la calma.
Y digo: dios existe; es el quien me conversa
como a niña medrosa perdida en la espesura,
para que no me queje sintiéndome en olvido.
La breve melodía, al viento se dispersa.
Y me quedo pensando por tierna conjetura:
¿en qué rincón de cielo habrá colgado un nido?



Mario Benedetti

el barrio

-- de Mario Benedetti --

Volver al barrio siempre es una huida
casi como enfrentarse a dos espejos
uno que ve de cerca otro de lejos
en la torpe memoria repetida
la infancia la que fue sigue perdida
no eran así los patios son reflejos
esos niños que juegan ya son viejos
y van con más cautela por la vida
el barrio tiene encanto y lluvia mansa
rieles para un tranvía que descansa
y no irrumpe en la noche ni madruga
si uno busca trocitos de pasado
tal vez se halle a sí mismo ensimismado
volver al barrio siempre es una fuga



Rosalía de Castro

No va solo el que llora

-- de Rosalía de Castro --

No va solo el que llora.
No os sequéis, por piedad, lágrimas mías;
Basta un pesar al alma,
Jamás, jamás le bastará una dicha.

Juguete del destino, arista humilde,
Rodé triste y perdida;
Pero conmigo lo llevaba todo:
Llevaba mi dolor por compañía.



Mauricio Bacarisse

Fragilidad

-- de Mauricio Bacarisse --

Mi alma tierna y melancólica
se ha enamorado de ti,
Magdalena hecha en mayólica
por Bernardo Palissy.

Serás mi único tesoro
hasta que venga la Intrusa;
eres lo que más adoro
con mi madre y con mi musa.

Como un ópalo en mi dedo
turba mi felicidad
ese inexpresable miedo
a tu gran fragilidad.

Eres un alma perdida
del Infortunio en las fauces;
eres Ofelia subida
a las ramas de los sauces.

Eres de nieve y cristal,
y si te estrecho en mis brazos
la copa del Ideal
ha de quebrarse en pedazos.

Eres un astro de oros
en mi existencia confusa;
eres lo que más adoro
con mi madre y con mi musa.

Por si algún día estoy falto
de tu amor y tu bondad,
vivo en triste sobresalto
por tu gran fragilidad.



Medardo Ángel Silva

El viajero y la sombra

-- de Medardo Ángel Silva --

A los que hemos mirado –en una noche horrenda–
a nuestra cabecera la faz de la Ignorancia,
puesto que comprendimos, se nos cayó la venda
y tenemos la ciencia de la sonrisa helada.

Y vimos –presentimos más– la cosa estupenda
y la tiniebla en que se hundirá nuestra nada
y la noche absoluta en la perdida senda
sin amores, sin albas, sin fin de la jornada.

No obstante, cautelosos, en nuestra ceguedad,
vamos hacia la fuente de Piedad y Verdad...
¡Pero el mayor suplicio es ignorar el puerto

y, en la tormenta hostil que nuestro sueño enluta,
al ser como un navío, cuyo piloto muerto
y aferrado al timón, no puede darle ruta!



Meira Delmar

otra presencia

-- de Meira Delmar --

Ahora estamos unidos
para siempre.
No importa que te hayas
marchado,
que la puerta
no se abra más
para esperar tus pasos,
ni importa que en las manos
que me encuentran
no me rocen las tuyas.
Andas conmigo,
vas, vienes a mi lado,
y miras con mis ojos
derramarse en el mar
el ocaso.
Oyes el viento en la noche
cuando pasa estremeciendo
las ventanas,
y me sigues constante
por la oscura comarca
del insomnio.
Revestida de ausencia
tu perdida presencia
me acompaña.
!--Img



Meira Delmar

soneto del amor evocado

-- de Meira Delmar --

Toca mi corazón tu mano pura,
lejano amor cercano todavía,
y se me vuelve más azul el día
en la clara verdad de la hermosura.
Memoria de tu beso, la dulzura
recobra su perdida melodía.
Y torna al cielo de la frente mía
el ángel inicial de la ventura.
El viento es otra vez un manso río
de jazmines abiertos. El estío
entreabre su vena rumorosa.
Y el tiempo se detiene desvelado,
a orillas del recuerdo enamorado
que enciende el corazón cuando le roza.
!--Img



Miguel Unamuno

Horas serenas del ocaso breve

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, la lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

La mar ciñe a la noche su regazo

-- de Miguel Unamuno --

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.

Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor, y el alma siente
que noche y mar se enredan en su lazo.

Y se baña en la oscura lejanía
de su germen eterno, de su origen,
cuando con ella Dios amanecía,

y aunque los necios sabios leyes fijen,
ve la piedad del alma la anarquía
y que leyes no son las que nos rigen.

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

Horas serenas

-- de Miguel Unamuno --

Horas serenas del ocaso breve,
cuando la mar se abraza con el cielo
y se despierta el inmortal anhelo
que al fundirse la lumbre, lumbre bebe.

Copos perdidos de encendida nieve,
las estrellas se posan en el suelo
de la noche celeste, y su consuelo
nos dan piadosas con su brillo leve.

Como en concha sutil perla perdida,
lágrima de las olas gemebundas,
entre el cielo y la mar sobrecogida

el alma cuaja luces moribundas
y recoge en el lecho de su vida
el poso de sus penas más profundas.



Miguel Unamuno

Soledad (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

Pobre alma triste que caminas sola
perdida del desierto en las arenas,
llevando á cuestas solitarias penas
oscuras, que no brillan con la aureola

del martirio! El simún ola tras ola
de la vida te rompe las cadenas
y la soez cuadrilla de las hienas
la que fué tu mansión al fin viola.



Miguel Unamuno

Blas, el bobo

-- de Miguel Unamuno --

Blas, el bobo de la aldea,
vive en no quebrado arrobo;
La aldea es de Blas el bobo,
pues toda a Blas le recrea.

Blas, que se crió desde niño
sin padres, con madre moza,
en una perdida choza,
libre de carnal cariño;

Blas, tradición la más pura,
sabe todo el calendario,
reza a la tarde el rosario
y le ayuda a misa al cura.

Gracias a Blas el bendito
no descarga Dios su vara
sobre la aldea, la ampara
Blas, botón del infinito.



Juan Nicasio Gallego

A Margarita en sus días

-- de Juan Nicasio Gallego --

Dos veces y no más Márgara mía,
veces y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

Gozoso entonces admirar solía
los rasgos de tu imperio peregrino,
y al eco de tu labio purpurino
colmaba el pecho insólita alegría.

Todo cambió. Por términos extraños
perdida ya de verte la esperanza,
me acosan males, tedio, desengaños.

Sólo en mi corazón no hallo mudanza;
que el poder de las penas y los años
en él tu imagen a borrar no alcanza.



Juan Nicasio Gallego

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando no hallaba ni aun en sueño vano
de mi triste prisión fácil salida,
por generoso impulso dirigida
tú me tendiste protectora mano.

Por ti recobro, ilustre Soberano
cuanto me puede hacer grata la vida.
Familia tierna, libertad perdida,
el sol de España, el suelo carpetano.

Que admiras hoy benévolo confío,
de mi tosco buril escaso fruto,
estos humildes rasgos que te envío,

mientras exento ya de pena y luto
por tanto alto favor el pecho mío
te da en su gratitud mejor tributo.



Julia de Burgos

¡oh mar, no esperes mas!

-- de Julia de Burgos --

Tengo caído el sueño
y la voz suspendida de mariposas muertas.
El corazón me sube amontonado y solo
a derrotar auroras en mis párpados.

Perdida va mi risa
por la ciudad del viento más triste y devastada.
Mi sed camina en ríos agotados y turbios,
rota y despedazándose.

Amapolas de luz,
mis manos fueron fértiles tentaciones
de incendio.
Hoy, cenizas me tumban para el nido distante.

¡Oh mar, no esperes más!
casi voy por la vida como gruta de escombros.
Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre.
Inútilmente estiro mi camino sin luces.
Como muertos sin sitio se sublevan mis voces.

¡Oh mar, no esperes más!
déjame amar tus brazos con la misma agonía
con que un día nací.
Dame tu pecho azul,
y seremos por siempre el corazón del llanto...



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