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Roque Dalton García

ayer

-- de Roque Dalton García --

Junto al dolor del mundo mi pequeño dolor,
junto a mi arresto colegial la verdadera cárcel de los hombressin voz,
junto a mi sal de lágrimas
la costra secular que sepultó montañas yoropéndolas,
junto a mi mano desarmada el fuego,
junto al fuego el huracán y los fríos derrumbes,
junto a mi sed los niños ahogados
danzando interminablemente sin noches ni estaturas,
junto a mi corazón los duros horizontes
y las flores,
junto a mi miedo el miedo que vencieron los muertos,
junto a mi soledad la vida que recorro,
junto a la diseminada desesperación que me ofrecen,
los ojos de los que amo
diciendo que me aman.

Poema ayer de Roque Dalton García con fondo de libro

Salvador Novo

junto a tu cuerpo

-- de Salvador Novo --

Junto a tu cuerpo totalmente entregado al mío
junto a tus hombros tersos
de que nacen las rutas de tu abrazo,
de que nacen tu voz y tus miradas, claras y remotas,
sentí de pronto el infinito vacío de su ausencia.

Si todos estos años que me falta
como una planta trepadora que se coge del viento
he sentido que llega o que regresa en cada contacto
y ávidamente rasgo todos los días un mensaje
que nada contiene sino una fecha
y su nombre se agranda
y vibra cada vez más profundamente
porque su voz no era más que para mí oído,
porque cegó mis ojos cuando apartó los suyos
y mi alma es como un gran templo deshabitado.

Pero este cuerpo tuyo es un dios extraño
forjado en mis recuerdos, reflejo de mí mismo,
suave de mi tersura, grande por mis deseos,
máscara, estatua que he erigido a su memoria.

Poema junto a tu cuerpo de Salvador Novo con fondo de libro

León Felipe

como aquella nube blanca

-- de León Felipe --

Ayer estaba mi amor
como aquella nube blanca
que va tan sola en el cielo
y tan alta,
como aquella
que ahora pasa
junto a la luna
de plata.
Nube
blanca,
que vas tan sola en el cielo
y tan alta,
junto a la luna
de plata,
vendrás a parar
mañana,
igual que mi amor,
en agua,
en agua del mar
amarga.
Mi amor tiene el ritornelo
del agua, que, sin cesar,
en nubes sube hasta el cielo
y en lluvia baja hasta el mar.
El agua, aquel ritornelo,
de mi amor, que, sin cesar,
en sueños sube hasta el cielo
y en llanto baja hasta el mar.

Poema como aquella nube blanca de León Felipe con fondo de libro

Pablo Neruda

la bandera

-- de Pablo Neruda --

Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus párpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tú, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.



José María Hinojosa

campo álamos

-- de José María Hinojosa --

Álamos negros
junto al arroyo fresco.
Álamos blancos
junto al arroyo claro.
Álamos blancos
y negros,
cogidos del brazo,
van cantando
al son de la brisa,
por el arroyo abajo.



José Ángel Buesa

soneto con sed

-- de José Ángel Buesa --

Leyendo un libro, un día, de repente,
hallé un ejemplo de melancolía:
un hombre que callaba y sonreía,
muriéndose de sed junto a una fuente.
Puede ser que, mirando la corriente,
su sed fuera más triste todavía;
aunque acaso aquel hombre no bebía
por no enturbiar el agua transparente.
Y no sé más. No sé si fue un castigo,
y no recuerdo su final tampoco
aunque quizás lo aprenderé contigo;
yo, enamorado, soñador loco,
que me muero de sed y no lo digo,
que estoy junto a la fuente y no la toco.



José Ángel Buesa

canción del andén

-- de José Ángel Buesa --

Nadie vino a esperarme.
Yo me encogí de hombros y me eché a andar:
soy un hombre de paso, simplemente;
soy simplemente un hombre que llega y que se va.
No conozco este pueblo,
este pequeño pueblo junto al mar:
hoy, por primera vez, miro estas casas
con sus techos de tejas y sus muros de sal.
Pero sé que esta calle polvorienta
le da vuelta a un parque con bancos de metal,
y que frente a ese parque hay una iglesia,
y que junto a esa iglesia hay un rosal.
Yo conozco el chirrido de una verja oxidada,
y, entre tantos portales, reconozco un portal
aquel portal de la baranda verde,
con un horcón rajado a la mitad.
Y es que estoy en el pueblo de tus cartas de novia,
tu viejo pueblo tristemente igual,
aunque yo vine demasiado tarde,
y aunque tú ya no estás...



Garcilaso de la Vega

SONETO X

-- de Garcilaso de la Vega --

¡Oh dulces prendas, por mí mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería,
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas!

¿Quién me dijera, cuando las pasadas
horas que en tanto bien por vos me vía,
que me habiáis de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
lleváme junto el mal que me dejastes;

si no, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.



Garcilaso de la Vega

Oh dulces prendas, por mí mal halladas

-- de Garcilaso de la Vega --

¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,
dulces y alegres cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía,
y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas
horas en tanto bien por vos me vía,
que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en una hora junto me llevastes
todo el bien que por términos me distes,
llevadme junto el mal que me dejastes.

Sino, sospecharé que me pusistes
en tantos bienes, porque deseastes
verme morir entre memorias tristes.



Miguel Unamuno

Cuando duerme una madre junto al niño

-- de Miguel Unamuno --

Cuando duerme una madre junto al niño
duerme el niño dos veces;
cuando duermo soñando en tu cariño
mi eterno ensueño meces.

Tu eterna imagen llevo de conducho
para el viaje postrero;
desde que en ti nací, una voz escucho
que afirma lo que espero.

Quien así quiso y así fue querido
nació para la vida;
sólo pierde la vida su sentido
cuando el amor se olvida.

Yo sé que me recuerdas en la tierra
pues que yo te recuerdo,
y cuando vuelva a la que tu alma encierra
si te pierdo, me pierdo.

Hasta que me venciste, mi batalla
fue buscar la verdad;
tú eres la única prueba que no falla
de mi inmortalidad.



Nicolás Guillén

un son para niños antillanos

-- de Nicolás Guillén --

Por el mar de las antillas
anda un barco de papel:
anda y anda el barco barco,
sin timonel.
De la habana a portobelo,
de jamaica a trinidad,
anda y anda el barco barco
sin capitán.
Una negra va en la popa,
va en la proa un español:
anda y anda el barco barco,
con ellos dos.
Pasan islas, islas, islas,
muchas islas, siempre más;
anda y anda el barco barco,
sin descansar.
Un cañón de chocolate
contra el barco disparó,
y un cañón de azúcar, zúcar,
le contestó.
¡Ay, mi barco marinero,
con su casco de papel!
¡ay, mi barco negro y blanco
sin timonel!
allá va la negra negra,
junto junto al español;
anda y anda el barco barco
con ellos dos.



Juana de Ibarbourou

vida garfio

-- de Juana de Ibarbourou --

Amante: no me lleves, si muero al camposanto
a flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pajarera
o junto a la encantada charla de alguna fuente

a flor de tierrra, amante. Casi sobre la tierra,
donde el sol me caliente los huesos, y mis ojos,
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea
más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.

Yo se que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas.
Que seimpre como topos arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen
en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raices vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados.



José Cadalso

unos pasan, amigo

-- de José Cadalso --

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de venus a marte,
que hay de mercurio a venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de newton o descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



José Cadalso

anacreóntica II

-- de José Cadalso --

Unos pasan, amigo,
estas noches de enero
junto al balcón de cloris,
con lluvia, nieve y hielo;
otros la pica al hombro,
sobre murallas puestos,
hambrientos y desnudos,
pero de gloria llenos;
otros al campo raso,
las distancias midiendo
que hay de venus a marte,
que hay de mercurio a venus;
otros en el recinto
del lúgubre aposento,
de newton o descartes
los libros revolviendo;
otros contando ansiosos
sus mal habidos pesos,
atando y desatando
los antiguos talegos.
Pero acá lo pasamos
junto al rincón del fuego,
asando unas castañas,
ardiendo un tronco entero,
hablando de las viñas,
contando alegres cuentos,
bebiendo grandes copas,
comiendo buenos quesos;
y a fe que de este modo
no nos importa un bledo
cuanto enloquece a muchos,
que serían muy cuerdos
si hicieran en la corte
lo que en la aldea hacemos.



Ricardo Jaimes Freyre

entre la fronda

-- de Ricardo Jaimes Freyre --

Junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura,
nieve y rosa su cuerpo, su rostro nieve y rosa
y sobre rosa y nieve su cabellera oscura.

No altera una sonrisa su majestad de diosa,
ni la mancha el deseo con su mirada impura;
en el lago profundo de sus ojos reposa
su espíritu que aguarda la dicha y la amargura.

Sueño del mármol. Sueño del arte excelso, digno
de escopas o de fidias, que sorprende en un signo,
una actitud, un gesto, la suprema hermosura.

Y la ve destacarse, soberbia y armoniosa,
junto a la clara linfa, bajo la luz radiosa
del sol, como un prodigio de viviente escultura.



Abraham Valdelomar

Cobardía (AV)

-- de Abraham Valdelomar --

Sobre la arena mórbida que inquieto el mar azota
sombreando la cabaña, vigila una palmera.
La «paraca» despeina su verde cabellera
y junto al pescador gira la alba gaviota.

La tortuga longeva pensando en la remota
malhadada aventura que la hizo prisionera
medita una evasión y realizarla espera
si el anciano se embriaga en el sopor que flota.

El asno bajo el viento abre y cierra los ojos.
El perro con desgano husmea los despojos
y enarcada la cola marcha a saciar su sed.

Duerme el viejo la siesta La tortuga resuelve
fugar y de puntitas se aleja pero vuelve
¡la estaba viendo huir, desde un rincón, la red!



Alberti

LO QUE DEJÉ POR TI

-- de Alberti --

Dejé por ti mis bosques, mi perdida
arboleda, mis perros desvelados,
mis capitales años desterrados
hasta casi el invierno de la vida.

Dejé un temblor, dejé una sacudida,
un resplandor de fuegos no apagados,
dejé mi sombra en los desesperados
ojos sangrantes de la despedida.

Dejé palomas tristes junto a un río,
caballos sobre el sol de las arenas,
dejé de oler la mar, dejé de verte.

Dejé por ti todo lo que era mío.
Dame tú, Roma, a cambio de mis penas,
tanto como dejé para tenerte.



Alfonsina Storni

Fiesta

-- de Alfonsina Storni --

Junto a la playa, núbiles criaturas,
Dulces y bellas, danzan, las cinturas
Abandonadas en el brazo amigo.
Y las estrellas sirven de testigo.

Visten de azul, de blanco, plata, verde...
Y la mano pequeña, que se pierde
Entre la grande, espera. Y la fingida,
Vaga frase amorosa, ya es creída.

Hay quien dice feliz: -La vida es bella.
Hay quien tiende su mano hacia una estrella
Y la espera con dulce arrobamiento.

Yo me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco
Contemplo el mar lejano, negro y fosco,
Irónica la boca. Ruge el viento.



Alfonsina Storni

Naturaleza mía

-- de Alfonsina Storni --

Naturaleza mía, la que fuera
Como pesada abeja en primavera,
Ociosa y hecha para siestas de oro,
Voraz, aletargable, mudadera.

Bajo las tardes cálidas, dormida
De amor, ya el nuevo amor te daba brida,
Y tú arrastrabas un pesado cuerpo,
Pesado por el zumo de la vida.

¿Qué hice de tí? Para enfrentar tus males
Sobre tus formas apreté sayales,
Y en flagelarte puse empeño tanto
Que hoy filosofas junto a los rosales.

Disminuida, atáxica, robada,
En tu pura pureza violada,
Miras te baten palmas los sensatos
Con tu ya blanca y última mirada.



Alfredo Espino

Vesperal

-- de Alfredo Espino --

En los quietos charcos he encontrado cielo,
la florida rama se inclina hasta el suelo.
Ha poca llovía. Siento un gran frescor,
como si estuviera dentro de una flor...

De los yerbazales, entre la espesura,
el trémulo vidrio del agua se esconde.
Llora un ternerito: la vaca responde
con una ternura...

Va volando un trino dentro del barranco.
Los blancos pollitos duermen junto al perro
fingiendo un lejano pueblecito blanco
visto desde un cerro...



Amado Nervo

a némesis

-- de Amado Nervo --

Tu brazo en el pesar me precipita,
me robas cuanto el alma me recrea,
y casi nada tengo: flor que orea
tu aliento de simún, se me marchita.
Pero crece mi fe junto a mi cuita,
y digo como el justo de idumea:
así lo quiere dios, ¡bendito sea!
el señor me lo da, él me lo quita.
Que medre tu furor, nada me importa:
puedo todo en aquel que me conforta,
y me resigno al duelo que me mata;
porque, roja visión en noche oscura,
cristo va por mi vía de amargura
agitando su túnica escarlata.



Amado Nervo

De vuelta

-- de Amado Nervo --

-Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río.
¡Vengo chinita de frío!

¡De la escarcha entre el aliño,
era el dormido caudal
como un sueño de cristal
en un edredón de armiño!
(Emblema de mi cariño).

Alegre estaba, señor,
junto a la margen del río,
alegre en medio del frío:
Es que me daba calor
dentro del alma tu amor.

Te vi al tornar, mi regreso
esperando en la ventana,
¡y echó a correr tu Damiana
por darte más pronto un beso!
-¿Por eso? -¡No más por eso!



Lope de Vega

Antonio, si los peces sumergidos

-- de Lope de Vega --

Antonio, si los peces sumergidos
en el centro del mar para escucharos
sacan las frentes a los aires claros,
y a vuestra viva voz prestan oídos,
los que vivieren de razón vestidos,
y más quien por la patria debe amaros,
a la dulzura de esos hechos raros
¿qué mucho que suspendan los sentidos?
Ya con el Niño Dios, Joséf segundo,
parecéis en los brazos, y Él se ofrece
en figura de amor. ¡Qué amor profundo!
Tanto se humilla, y tan os engrandece,
que porque parezcáis tan grande al mundo,
Dios tan pequeño junto a vos parece.



Lope de Vega

Bien fue de acero y bronce aquel primero

-- de Lope de Vega --

Bien fue de acero y bronce aquel primero,
que en cuatro tablas confió su vida
al mar, a un lienzo y a una cuerda asida,
y todo junto al viento lisonjero;

¿Quien no temió del Orïón severo
la espada en agua de la mar teñida,
el arca doble al Austro, y la ceñida
obtusa luna, de nublado fiero?

El que fió mil vidas de una lengua
de imán tocada, al Ártico mirando,
y en líneas treinta y dos, tres mil mudanzas.

Pero más duro fue para su lengua,
quien puso (las que tienen contemplando)
en mar de una mujer sus esperanza.



Lope de Vega

Querido manso mío, que venistes

-- de Lope de Vega --

Querido manso mío, que venistes
por sal mil veces junto aquella roca,
y en mi grosera mano vuestra boca
y vuestra lengua de clavel pusistes,
¿por qué montañas ásperas subistes
que tal selvatiquez el alma os toca?
¿Qué furia os hizo condición tan loca
que la memoria y la razón perdistes?
Paced la anacardina, porque os vuelva
de ese cruel y interesable sueño,
y no bebáis del agua del olvido.
Aquí está vuestra vega, monte y selva;
yo soy vuestro pastor, y vos mi dueño;
vos mi ganado, y yo vuestro perdido.



Lope de Vega

Sobre ocho veces treinta el sol corría

-- de Lope de Vega --

Sobre ocho veces treinta el sol corría
los años de un enfermo, que aguardaba
junto a Betsaida el ángel que bajaba,
y a las sagradas aguas revolvía.
A Cristo, que salud le prometía,
de la falta del hombre se quejaba,
que la divina luz, que le llamaba,
la noche de su error desconocía.
Yo, que imito sus obras y su nombre,
ciego a la viva luz que me reduce,
aguardo mi remedio descuidado.
Mas no puedo decir por falta de hombre,
pues tengo un hombre en Dios que me conduce
a las aguas del mar de su costado.



Luis Cañizal de la Fuente

verberare vibrar

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Verberare gt;vibrar. Ahora, las siete de la mañana del uno de agosto. Recién despierto al margen del paraíso humanal de guimares. Echado de la cama por una pesadilla y su recomposición.
*
La hoguera viva de quemar mis sueños
me ha dejado el cabello
pintado de pavesas de pavor,
y héme aquí que me cato, una a una,
con dedos de cordura,
las nadas de la nada
mientras espero junto a la ventana que amanezca;
me alumbra mientras tanto
la luz valiente de una brisa anisada
que viene rauda de esa mar de escena
al pie del espectáculo.



Luis Cernuda

escondido en los muros

-- de Luis Cernuda --

Este jardín me brinda
sus ramas y sus aguas
de secreta delicia.
Qué silencio. ¿Es así
el mundo?... Cruz al cielo
desfilando paisajes,
risueño hacia lo lejos.
Tierra indolente. En vano
resplandece el destino.
Junto a las aguas quietas
sueño y pienso que vivo.
Mas el tiempo ya tasa
el poder de esta hora;
madura su medida,
escapa entre sus rosas.
Y el aire fresco vuelve
con la noche cercana,
su tersura olvidando
las ramas y las aguas.



Luis Gálvez de Montalvo

Pastora, tus ojos bellos

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Pastora, tus ojos bellos
Mi cielo puedo llamallos,
Pues en llegando á mirallos,
Se me pasa el alma á ellos.

Ojos cuya perfeccion
Desprecia humanos despojos,
Los ojos los llaman ojos,
Quel alma sabe quien son.
Pastora, la fuerza dellos
Por espejo hace estimallos,
Pues viene junto el mirallos
Y el pasarse el alma á ellos.

Desta verdad sin recelo,
Que tus ojos son el cielo,
Y su poder celestial,
Pastora, pues solo vellos
Fuerza el corazon á amallos,
Y la gloria de mirallos,
A pasarse el alma á ellos.



Luis Rosales

la transfiguración

-- de Luis Rosales --

Siento tu cuerpo entero junto al mío;
tu carne
es
como un ascua,
fresca e imprescindible
que está fluyendo hacia
mi cuerpo, por un puente
de miel lenta y silábica.
Hay un solo momento en que se junta
el cuerpo con el alma,
y se sienten recíprocos,
y viven
su trasfiguración,
y se adelantan
el uno al otro en una misma entrega,
desde su mismo origen deseada.
Siento tus labios en mis labios, siento
tu piel desnuda y ávida,
y siento,
¡al fin!
esa frescura súbita
como una llamarada
de eternidad, en que la carne deja
de serlo y se desata,
se dispersa en el vuelo,
y va cayendo
en la tierra sonámbula
de tu cuerpo que cede interminable-
mente cediendo,
hasta
que el vuelo acaba y ya la carne queda
quieta, milagreada,
y me devuelve al cuerpo,
y todo ha sido
un pasmo, un rebrillar y luego nada.



Luis Rosales

de cómo vino al mundo la oración

-- de Luis Rosales --

De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;
de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;
de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;
de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento.



Líber Falco

Desgracia

-- de Líber Falco --

Perdona, pero tú no sabes.
¿Sabes lo que es estar solo, solo,
volver a casa a las dos de la mañana,
mojar un pan mohoso, triste y duro,
roerlo solo,
y sentado en una orilla del mundo
ver a los astros que rutilan
y no saber qué preguntar ni qué decir,
y confundir las hambres, y roer solo tú allá...
Un pan mohoso, triste y duro?

Perdona, yo anduve un día, mucho tiempo,
calles y calles junto a puertas y paredes,
nadie dijo mi nombre;
sólo tú una vez, y qué locura,
para tu frente de violetas
tuve una risa de dos dientes.



Líber Falco

Despedida (Falco)

-- de Líber Falco --

La vida es como un trompo, compañeros.
La vida gira como todo gira,
y tiene colores como los del cielo.
La vida es un juguete, compañeros.

A trabajar jugamos muchos años,
a estar tristes o alegres, mucho tiempo.
La vida es lo poco y lo mucho que tenemos;
la moneda del pobre, compañeros.

A gastarla jugamos muchos años
entre risas, trabajos y canciones.
Así vivimos días y compartimos noches.
Mas, se acerca el invierno que esperó tantos años.

Cuando el Sol se levanta despertando la vida
y penetra humedades y delirios nocturnos,
cómo quisiera, de nuevo, estar junto a vosotros
con mi antigua moneda brillando entre las manos!

Mas, se acerca el invierno que esperó tantos años.
Adiós, adiós, adiós, os saluda un hermano
que gastó su moneda de un tiempo ya pasado.
Adiós, ya se acerca el invierno que esperó tantos años.



Líber Falco

Días y noches: V

-- de Líber Falco --

Volví a mi casa
bajo la niebla de la tarde triste.
Pasé por calles
junto a muros viejos.
Nadie lo vio
y mi corazón lloraba.
Mi corazón a veces se desviste.

Hermano,
bajo la niebla de la tarde triste,
desnuda vuestra alma;
que el corazón es viejo y sabio.
Y el corazón existe.



Líber Falco

El viaje (Falco)

-- de Líber Falco --

Desde este tren de ensueño,
ferrocarril, humo negro, vía,
mirad a las gallinas picoteando en la tierra.
El rancho en la hondonada.
La vaca triste.
Y el alma mía que les canta.
La vaca triste. El rancho en la hondonada.
Desde este tren de ensueño,
nada...

He de cantarle entonces
a las tinas solas.
Se fueron las lavanderas
hacia una eterna siesta.

He de cantarle a las tinas solas.
Junto a las cachimbas,
las tinas solas.

Desde este ferrocarril de ensueño,
he de cantarle a las muchachas de las estaciones.
¿Quién dijo que las muchachas
en los andenes,
no lloran y ríen
viendo pasar los trenes,
en los andenes?
Yo he visto a Pancha Pérez,
secarse una lágrima con el puño de la bata,
y decir adiós con el pañuelo.
–Ah, no, muchacha, óyeme.
Este ferrocarril es un ferrocarril de hierro.
Este ferrocarril escupe un humo negro.
Y va hacia la ciudad,
y la ciudad tiene también
un corazón de hierro.

Ah, no.
Deja que te sueñe en los andenes.
Viendo pasar los trenes,
en los andenes.



Líber Falco

La moneda

-- de Líber Falco --

Mira cómo los niños,
en un aire y tiempo de otro tiempo,
ríen.
Cómo en su inocencia,
la Tierra es inocente
y es inocente el hombre.
Míralos cómo al descubrir la muerte
mueren, y ya definitivamente
ya sus ojos y dientes
comienzan a crecer junto a las horas.

Deja que ellos guarden sin saberlo,
el secreto último de su inocencia
nuestro último sueño, ya olvidado.

Cuando todo termine,
deja que un niño lleve
nuestra única y última
moneda.



Líber Falco

Visita

-- de Líber Falco --

A esa hora de la madrugada,
hora en que los enfermos mueren,
en que los cristales se enfrían,
en que Dios nos olvida,
a esa hora la ví.
Una lenta lava triste, caminaba su cara.
Mano de hueso, pie de sombra oscura,
la boca manándole negruras,
junto a mi cama estaba.



Manuel Acuña

la felicidad

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡esa es la felicidad!...
Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡esa es la felicidad...!



Manuel Acuña

La felicidad (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Un cielo azul de estrellas
brillando en la inmensidad;
un pájaro enamorado
cantando en el florestal;
por ambiente los aromas
del jardín y el azahar;
junto a nosotros el agua
brotando del manantial
nuestros corazones cerca,
nuestros labios mucho más,
tú levantándote al cielo
y yo siguiéndote allá,
ese es el amor mi vida,
¡Esa es la felicidad!...

Cruza con las mismas alas
los mundos de lo ideal;
apurar todos los goces,
y todo el bien apurar;
de lo sueños y la dicha
volver a la realidad,
despertando entre las flores
de un césped primaveral;
los dos mirándonos mucho,
los dos besándonos más,
ese es el amor, mi vida,
¡Esa es la felicidad...!



Manuel del Palacio

La restauración

-- de Manuel del Palacio --

Bien haces, Isabel, por vida mía,
En no abdicar tu cetro y tu corona,
Que los bravos que cercan tu persona
Bastan para salvar tu dinastía.

Mientras les des el pan de cada día,
Y gocen junto á tí la vita bona,
Te ofrecerán su pluma ó su tizona,
Que de léjos insulta ó desafía.

Los conozco muy bien; acaso alguno,
Que si le nombro manchará mis labios,
Me pagó benefícios con agravios;

Y sé bien que entre todos, ó uno á uno,
Te llevarán con uñas ó con cuernos,
No digo yo á palacio, á los infiernos.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIX

-- de Manuel del Palacio --

Cuando su arpada lengua se desata
Y brota de su labio la armonía,
Yo, que jamás contengo mi alegría,
Esto se llama, digo, hablar en plata.

Viene después la reflexión ingrata
Que de la mente el entusiasmo enfria,
Y encuentro en su brillante algarabía
Junto al águila real la garrapata.

Sensible corazón, gallardo estilo,
Arte, elegancia, erudición, dulzura,
De todo tiene cuando suelta el hilo.

Oyéndole se goza la ventura,
Y dice mi compadre don Camilo
Que no le falta nada... Para cura.



Manuel del Palacio

En el álbum de Maria C. Larravide

-- de Manuel del Palacio --

El cisne que navega
por el dormido lago;
el ruiseñor que entona
de noche su cantar;
la tórtola que gime
cruzando el aire vago;
la estrella que aparece,
la brisa al susurrar,
no tienen el aroma,
la luz, la poesía,
la gracia, la frescura,
la dulce languidez
que el cielo ha derramado
simpática María,
sobre tus negros ojos
y tu rosada tez.
El lirio dio a tu aliento
su embriagadora esencia;
la palma a tu cintura
prestó la ondulación;
y hay en tu risa el grato
candor de la inocencia,
junto al volcán interno
que abrasa el corazón.
Feliz una y mil veces
aquel que logre un día
los ojos en ti fijos
y el alma fija en ti,
decirte una palabra,
una tan sólo: ¡mía!
Y en tus amables labios
beber el dulce: ¡sí!



Jaime Sabines

me doy cuenta de que me faltas

-- de Jaime Sabines --

Y de que te busco entre las gentes, en el ruido,
pero todo es inútil.
Cuando me quedo solo
me quedo más solo
solo por todas partes y por ti y por mí.
No hago sino esperar.
Esperar todo el día hasta que no llegas.
Hasta que me duermo
y no estás y no has llegado
y me quedo dormido
y terriblemente cansado
preguntando.
Amor, todos los días.
Aquí a mi lado, junto a mí, haces falta.
Puedes empezar a leer esto
y cuando llegues aquí empezar de nuevo.
Cierra estas palabras como un círculo,
como un aro, échalo a rodar, enciéndelo.
Estas cosas giran en torno a mí igual que moscas,
en mi garganta como moscas en un frasco.
Yo estoy arruinado.
Estoy arruinado de mis huesos,
todo es pesadumbre.



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje I

-- de Jaime Torres Bodet --

Por el caminito
de la tarde clara,
con las manos juntas,
vámonos amada.
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.
Cogeremos rosas,
cortaremos ramas,
buscaremos nidos,
romperemos bayas...
Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace dulce el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas claras...
Bajo el cielo de oro,
hay en la montaña
una encina negra
que hace oscura el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...
Otoño nos cita
con su son de flautas:
vámonos al bosque
de la sien de plata,
besaré tu boca
con mi boca amarga:
vámonos cantando
por la tarde clara.



Jaime Torres Bodet

invitación al viaje II

-- de Jaime Torres Bodet --

Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.

Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.

Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas...

Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:
subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...

Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.



Javier del Granado

el médico de la aldea

-- de Javier del Granado --

Como el dulce rabí de galilea,
con la sonrisa iluminó la infancia,
y derramó de su alma la fragancia
sobre la humilde gente de la aldea.

Su espíritu en el héspero aletea,
su corazón palpita en nuestra estancia,
y su mano a través de la distancia
la plata de la luna espolvorea.

San vicente de paúl y san francisco
transmigraron a su alma consagrada
a cosechar espinas en el risco.

Junto a la cuna meditar lo he visto.
Se cuajaba de estrellas su mirada
cuando pedía lo imposible a cristo.



Jorge Guillén

más verdad

-- de Jorge Guillén --

Sí, más verdad,
objeto de mi gana.
Jamás, jamás engaños escogidos.
¿Yo escojo? yo recojo
la verdad impaciente,
esa verdad que espera a mi palabra.
¿Cumbre? sí, cumbre
dulcemente continua hasta los valles:
un rugoso relieve entre relieves.
Todo me asombra junto.
Y la verdad
hacia mí se abalanza, me atropella.
Más sol,
venga ese mundo soleado,
superior al deseo
del fuerte,
venga más sol feroz.
¡Más, más verdad!



Jorge Isaacs

A orillas del torrente

-- de Jorge Isaacs --

Del raudal rumoroso en las riberas
Mirábamos del sol la última luz
En las copas jugar de las palmeras,
Y abajo, en lejanía,
Con los oleajes de la mar bravía
En el confín del horizonte azul.

Pálida cual los nardos que en su frente
Ajaba el frenesí de mi pasión,
Arrojando el más bello a la corriente,
"Mira, dijo, ya en vano
Resistir quiero a tu poder ufano...
El raudal eres tú, yo soy la flor".

Trébol silvestre su sepulcro alfombra
Do en mis brazos durmió junto al raudal,
Y las palmeras que voluble sombra
Nos dieron en los días
De juventud y locas alegrías,
Sombra al sepulcro solitario dan!



Jorge Luis Borges

juan lópez y john ward

-- de Jorge Luis Borges --

Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cadauno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sinduda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar,de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y desímbolos. Esa división, cara a los catógrafos,auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil;ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó father brown.Habíaestudiado castellano para leer el quijote.
El otro profesaba el amor de conrad, que le había sido reveladoen una aula de la calle viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unasislas demasiado famosas, y cada uno de los dos fuecaín, y cada uno, abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.



Jorge Luis Borges

al vino

-- de Jorge Luis Borges --

En el bronce de homero resplandece tu nombre,
negro vino que alegras el corazón del hombre.
Siglos de siglos hace que vas de mano en mano
desde el ritón del griego al cuerno del germano.
En la aurora ya estabas. A las generaciones
les diste en el camino tu fuego y tus leones.
Junto a aquel otro río de noches y de días
corre el tuyo que aclaman amigos y alegrías,
vino que como un éufrates patriarcal y profundo
vas fluyendo a lo largo de la historia del mundo.
En tu cristal que vive nuestros ojos han visto
una roja metáfora de la sangre de cristo.
En las arrebatadas estrofas del sufí
eres la cimitarra, la rosa y el rubí.
Que otros en tu leteo beban un triste olvido;
yo busco en ti las fiestas del fervor compartido.
Sésamo con el cual antiguas noches abro
y en la dura tiniebla, dádiva y candelabro.
Vino del mutuo amor o la roja pelea,
alguna vez te llamaré. Que así sea.



César Vallejo

Trilce: XXIX

-- de César Vallejo --

Zumba el tedio enfrascado
bajo el momento improducido y caña.

Pasa una paralela a
ingrata línea quebrada de felicidad.
Me extraña cada firmeza, junto a esa agua
que se aleja, que ríe acero, calla.

Hilo retemplado, hilo, hilo binómico
¿por dónde romperás, nudo de guerra?

Acoraza este ecuador, Luna.



César Vallejo

Trilce: LVII

-- de César Vallejo --

Craterizados los puntos más altos, los puntos
del amor, de ser mayúsculo, bebo, ayuno ab-
sorbo heroína para la pena, para el latido
lacio y contra toda corrección.

¿Puedo decir que nos han traicionado? No.
¿Qué todos fueron buenos? Tampoco. Pero
allí está una buena voluntad, sin duda,
y sobre todo, el ser así.

Y qué quien se ame mucho! Yo me busco
en mi propio designio que debió ser obra
mía, en vano: nada alcanzó a ser libre.

Y sin embargo, quién me empuja.
A que no me atrevo a cerrar la quinta ventana.
Y el papel de amarse y persistir, junto a las
horas y a lo indebido.

Y el éste y el aquél.



César Vallejo

zumba el tedio enfrascado

-- de César Vallejo --

xxix
zumba el tedio enfrascado
bajo el momento improducido y caña.
Pasa una paralela a
ingrata línea quebrada de felicidad.
Me extraña cada firmeza, junto a esa agua
que se aleja, que ríe acero, calla.
Hilo retemplado, hilo, hilo binómico
¿por dónde romperás, nudo de guerra?
acoraza este ecuador, luna.



César Vallejo

nervazón de angustia

-- de César Vallejo --

Nervazón de angustia
dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!
regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos!:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas fieras de longinos!
desclávame mis clavos, oh nueva madre ,mía,
sinfonía de olivos, escancia tu llorar!
y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!
pasas..., Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.
Son las ocho de la mañana de un crema brujo...
Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue... Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apaguél
y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café...!



César Vallejo

craterizados los puntos más altos, los puntos

-- de César Vallejo --

lvii
craterizados los puntos más altos, los puntos
del amor, de ser mayúsculo, bebo, ayuno ab-
sorbo heroína para la pena, para el latido
lacio y contra toda corrección.
¿Puedo decir que nos han traicionado? no.
¿Qué todos fueron buenos? tampoco. Pero
allí está una buena voluntad, sin duda,
y sobre todo, el ser así.
Y qué quien se ame mucho! yo me busco
en mi propio designio que debió ser obra
mía, en vano: nada alcanzó a ser libre.
Y sin embargo, quién me empuja.
A que no me atrevo a cerrar la quinta ventana.
Y el papel de amarse y persistir, junto a las
horas y a lo indebido.
Y el éste y el aquél.



César Vallejo

el acento me pende del zapato

-- de César Vallejo --

El acento me pende del zapato;
le oigo perfectamente
sucumbir, lucir, doblarse en forma de ámbar
y colgar, colorante, mala sombra.
Me sobra así el tamaño,
me ven jueces desde un árbol,
me ven con sus espaldas ir de frente,
entrar a mi martillo,
pararme a ver a una niña
y, al pie de un urinario, alzar los hombros.
Seguramente nadie está a mi lado,
me importa poco, no lo necesito;
seguramente han dicho que me vaya:
lo siento claramente.
¡Cruelísimo tamaño el de rezar!
¡humillación, fulgor, profunda selva!
me sobra ya tamaño, bruma elástica,
rapidez por encima y desde y junto.
¡Imperturbable! ¡imperturbable! suenan
luego, después, fatídicos teléfonos.
Es el acento; es él.



César Vallejo

esto

-- de César Vallejo --

Esto
sucedió entre dos párpados; temblé
en mi vaina, colérico, alcalino,
parado junto al lúbrico equinoccio,
al pie del frío incendio en que me acabo.
Resbalón alcalino, voy diciendo,
más acá de los ajos, sobre el sentido almíbar,
más adentro, muy más, de las herrumbres,
al ir el agua y al volver la ola.
Resbalón alcalino
también y grandemente, en el montaje colosal del cielo.
¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero
en mi vayna; daré en hojas de plátano sagrado
mis cinco huesecillos subalternos,
y en la mirada, la mirada misma!
(dicen que en los suspiros se edifican
entonces acordeones óseos, táctiles;
dicen que cuando mueren así los que se acaban,
¡ay! mueren fuera del reloj, la mano
agarrada a un zapato solitario).
Comprendiéndolo y todo, coronel
y todo, en el sentido llorante de esta voz,
me hago doler yo mismo, extraigo tristemente,
por la noche, mis uñas;
luego no tengo nada y hablo solo,
reviso mis semestres
y para henchir mi vértebra, me toco.



César Vallejo

¿y bien ¿te sana el metaloide pálido

-- de César Vallejo --

¿y bien? ¿te sana el metaloide pálido?
¿los metaloides incendiarios, cívicos,
inclinados al río atroz del polvo?
esclavo, es ya la hora circular
en que en las dos aurículas se forman
anillos guturales, corredizos, cuaternarios.
Señor esclavo, en la mañana mágica
se ve, por fin,
el busto de tu trémulo ronquido,
vense tus sufrimientos a caballo,
pasa el órgano bueno, el de tres asas,
hojeo, mes por mes, tu monocorde cabellera,
tu suegra llora
haciendo huesecillos de sus dedos,
se inclina tu alma con pasión a verte
y tu sien, un momento, marca el paso.
Y la gallina pone su infinito, uno por uno;
sale la tierra hermosa de las humeantes sílabas,
te retratas de pie junto a tu hermano,
truena el color oscuro bajo el lecho
y corren y entrechócanse los pulpos.
Señor esclavo ¿y bien?
¿los metaloides obran en tu angustia?



César Vallejo

el libro de la naturaleza

-- de César Vallejo --

Profesor de sollozo he dicho a un árbol
palo de azogue, tilo
rumoreante, a la orilla del mame, un buen alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
entre el agua evidente y el sol falso,
su tres de copas, su caballo de oros.
Rector de los capítulos del cielo,
de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
rector de honda ignorancia, un mal alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
el hambre de razón que le enloquece
y la sed de demencia que le aloca. .
Técnico en gritos, árbol consciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espadas.
¡Oh profesor, de haber tánto ignorado!
¡oh rector, de temblar tánto en el aire!
¡oh técnico, de tánto que te inclinas!
¡oh tilo! ¡oh palo rumoroso junto al marne!



César Vallejo

viniere el malo, con un trono al hombro

-- de César Vallejo --

Viniere el malo, con un trono al hombro,
y el bueno, a acompañar al malo a andar,
dijeren «sí» el sermón, «no» la plegaria
y cortare el camino en dos la roca...
Comenzare por monte la montaña,
por remo el tallo, por timón el cedro
y esperaren doscientos a sesenta
y volviere la carne a sus tres títulos...
Sobrare nieve en la noción del fuego,
se acostare el cadáver a mirarnos,
la centella a ser trueno corpulento
y se arquearen los saurios a ser aves...
Faltare excavación junto al estiércol,
naufragio al río para resbalar,
cárcel al hombre libre, para serlo,
y una atmósfera al cielo, y hierro al oro...
Mostraren disciplina, olor, las fieras,
se pintare el enojo de soldado,
me dolieren el junco que aprendí,
la mentira que inféctame y socórreme...
Sucediere ello así y así poniéndolo,
¿con qué mano despertar?
¿con qué pie morir?
¿con qué ser pobre?
¿con qué voz callar?
¿con cuánto comprender, y, luego, a quién?
no olvidar ni recordar
que por mucho cerrarla, robáronse la puerta,
y de sufrir tan poco estoy muy resentido
y de tánto pensar, no tengo boca.



César Vallejo

La voz del espejo

-- de César Vallejo --

Así pasa la vida, como raro espejismo.
La rosa azul que alumbra y da el ser al cardo!
junto al dogma del fardo
matador, el sofisma del Bien y la Razón!

Se ha cogido, al acaso, lo que rozó la mano;
los perfumes volaron, y entre ellos se ha sentido
el moho que a mitad de la ruta ha crecido
en el manzano seco de la muerta Ilusión.

Así pasa la vida,
con cánticos aleves de agostada bacante.
Yo voy todo azorado, adelante..., Adelante,
rezongando mi marcha funeral.

Van al pie de brahmánicos elefantes reales,
y al sórdido abejeo de un hervor mercurial
parejas que alzan brindis esculpidos en roca
y olvidados crepúsculos una cruz en la boca.

Así pasa la vida, vasta orquesta de Esfinges
que arrojan al vacío su marcha funeral.



César Vallejo

Nervazon de angustia

-- de César Vallejo --

Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;
desclava mi tensión nerviosa y mi dolor....
Desclava, amada eterna, mi largo afán y los
dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

Regreso del desierto donde he caído mucho;
retira la cicuta y obséquiame tus vinos:
espanta con un llanto de amor a mis sicarios,
cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!
¡Sinfonía de olivios, escancia tu llorar!
Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,
cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

Pasas... Vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio
con gotas de curare, filos de humanidad,
la dignidad roquera que hay en tu castidad,
y el judithesco azogue de tu miel interior.

Son las ocho de una mañana en crema brujo....
Hay frío....Un perro pasa royendo el hueso de otro
perro que fue....Y empieza a llorar en mis nervios
un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática
un dionisiaco hastío de café....!



César Vallejo

Unidad

-- de César Vallejo --

En esta noche mi reloj jadea
junto a la sien oscurecida, como
manzana de revólver que voltea
bajo el gatillo sin hallar el plomo.

La luna blanca, inmóvil, lagrimea,
y es un ojo que apunta... Y siento cómo
se acuña el gran Misterio en una idea
hostil y ovoidea, en un bermejo plomo.

Ah, mano que limita, que amenaza
tras de todas las puertas, y que alienta
en todos los relojes, cede y pasa!

Sobre la araña gris de tu armazón,
otra gran Mano hecha de luz sustenta
un plomo en forma azul de corazón.



Dulce María Loynaz

hoja seca

-- de Dulce María Loynaz --

A mis pies la hoja seca viene y va
con el viento;
hace tiempo que la miro,
hecho un hilo, de fino, el pensamiento...

Es una sola hoja pequeñita,
la misma que antes vino
junto a mi pie y se fue y volvió temblando...

¿Me enseñará un camino?...



Dulce María Loynaz

el perdedor

-- de Dulce María Loynaz --

Has perdido jugando una canción:

yo te la iré a buscar junto a la fuente
donde el agua es más honda y el sopor
más largo...
Hoy la devolveré a tu pecho ardiente
hecha sombra... ¡O hecha sol!

has perdido jugando tu mejor
perla, la que era un coágulo de aurora,
la llamada alba triste:
no llores por tu perla, perdedor...
Yo te la buscaré hora tras hora,
guijarro tras guijarro y flor tras flor...

Has perdido-jugando...-El resplandor
de una estrella: ¡has perdido hasta una estrella!
y hasta una estrella he de encontrarte yo...

Tanto puedo por ti, tanto... Voy a seguir la huella
sobre el mar de una estrella
que se perdió...

Has perdido jugando un gran amor...



Dulce María Loynaz

la hormiga

-- de Dulce María Loynaz --

La miel guardé y se me agrió la miel:
-mariposa con sed junto a mis rosas...-

Guardé la luz y se extinguió en lo obscuro:
-noche la de tu amor... ¡Y sin auroras...! -

Guarde el beso... Y el beso se hizo estrella,
dulzura muerta, claridad remota
y fría... -Tú en la tierra; yo en la tierra...
La tierra dura que se pega... -Ahora
guardo la estrella y me pregunto a veces
qué nueva frialdad será en la hora
de mañana, qué sal aun no probada,
¡qué sombra todavía entre mi sombra!...



Emilio Bobadilla

La retirada

-- de Emilio Bobadilla --

Por los campos que el fuego dejó sin una brizna,
por los campos luctuosos, por los campos desiertos,
que rembranesco el humo de la pólvora aún tizna,
en macabras posturas se derraman los muertos.

El río tiene coágulos de púrpura; en el cielo
surgen nubes que en hoscos jirones se deshacen;
corren despavoridos los caballos en pelo
y los fusiles mudos junto a los muertos yacen.

La bandera en harapos, mugriento el uniforme,
el zapato hecho trizas, roma la bayoneta,
va el ejército exánime, cabizbajo, conforme,

por el peso abrumado de dolores acerbos,
y sombreando su paso, como negro cometa,
una curva se alarga de silenciosos cuervos...



Enrique Lihn

kafka

-- de Enrique Lihn --

Soy sensible a este abismo, me enternece
de otra manera la lectura de kafka:
pruebo, con frialdad, el gusto de la muerte
que nos hace falta algo
junto a lo cual no somos nada
una cámara oscura
que proyecta esta ausencia pavorosa
pruébese lo contrario
con lujo de razones luminosas,
igual el sol parece que cavila
sobre el origen de sus manchas, sí:
en cada cosa hay un fantasma oculto
nuestro trabajo, ¿no es un exorcismo,
una respuesta al desafío oscuro?



Enrique Lihn

cementerio de punta arenas

-- de Enrique Lihn --

Ni aun la muerte pudo igualar a estos hombres
que dan su nombre en lápidas distintas
o lo gritan al viento del sol que se los borra:
otro poco de polvo para una nueva ráfaga.
Reina aquí, junto al mar que iguala al mármol,
entre esta doble fila de obsequiosos cipreses
la paz, pero una paz que lucha por trizarse,
romper en mil pedazos los pergaminos fúnebres
para asomar la cara de una antigua soberbia
y reírse del polvo.
Por construirse estaba esta ciudad cuando alzaron
sus hijos primogénitos otra ciudad desierta
y uno a uno ocuparon, a fondo, su lugar
como si aún pudieran disputárselo.
Cada uno en lo suyo para siempre, esperando,
tendidos los manteles, a sus hijos y nietos.



Ernesto Cardenal

acuarela

-- de Ernesto Cardenal --

Los ranchos dorados cercados de cardos;
chanchos en las calles;
una rueda de carreta
junto a un rancho, un excusado en el patio,
una muchacha llenando su tinaja,
y el momotombo
azul, detrás de los alegres calzones colgados
amarillos, blancos, rosados.



Ernesto Cardenal

epigrama XXXII

-- de Ernesto Cardenal --

Hay un lugar junto
a la laguna de tiscapa
un barco debajo
de un árbol de quelite
que tu conoces
(aquella a quien escribo
estos versos, sabrá
que son para ella)
y tu recuerdas
aquel banco y
aquel quelite;
la luna reflejada
en la laguna de tiscapa,
las luces del palacio
del dictador
las ranas cantando
abajo en la laguna
todavía está aquel
árbol de quelite
todavía brillan
las mismas luces;
en la laguna de tiscapa
se refleja la luna;
pero aquel banco
esta noche estará vacío
o con otra pareja



Julián del Casal

prometeo

-- de Julián del Casal --

Bajo el dosel de gigantesca roca
yace el titán, cual cristo en el calvario,
marmóreo, indiferente y solitario,
sin que brote el gemido de su boca.
Su pie desnudo en el peñasco toca
donde agoniza un buitre sanguinario
que ni atrae su ojo visionario
ni compasión en su ánimo provoca.
Escuchando el hervor de las espumas
que se deshacen en las altas peñas,
ve de su redención luces extrañas,
junto a otro buitre de nevadas plumas,
negras pupilas y uñas marfileñas
que ha extinguido la sed en sus entrañas.



Octavio Paz

visitas

-- de Octavio Paz --

A través de la noche urbana de piedra y sequía
entra el campo a mi cuarto.
Alarga brazos verdes con pulseras de pájaros,
con pulseras de hojas.
Lleva un río de la mano.
El cielo del campo también entra,
con su cesta de joyas acabadas de cortar.
Y el mar se sienta junto a mí,
extendiendo su cola blanquísima en el suelo.
Del silencio brota un árbol de música.
Del árbol cuelgan todas las palabras hermosas
que brillan, maduran, caen.
En mi frente, cueva que habita un relámpago...
Pero todo se ha poblado de alas.



Salomé Ureña

tristezas (a mi esposo ausente)

-- de Salomé Ureña --

Nuestro dulce primogénito,
que sabe sentir y amar,
con tu recuerdo perenne
viene mi pena a aumentar.

Fijo en ti su pensamiento,
no te abandona jamás:
sueña contigo y, despierto,
habla de ti nada más.

Anoche, cuando, de hinojos,
con su voz angelical
dijo las santas palabras
de su oración nocturnal;

cuando allí junto a su lecho
sentéme amante a velar,
esperando que sus ojos
viniese el sueño a cerrar,

incorporándose inquieto,
cual presa de intenso afán,
con ese acento que al labio
las penas tan sólo dan,

exclamó como inspirado:
!tú no te acuerdas, mamá?
el sol ¡que bonito era
cuando estaba aquí papá!



Oliverio Girondo

aridandantemente

-- de Oliverio Girondo --

Aridandantemente
sigo
solo me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo
de un extremo a otro estero
aridandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro



Oliverio Girondo

corso

-- de Oliverio Girondo --

La banda de música le chasquea el lomo
para que siga dando vueltas
cloroformado bajo los antifaces
con su olor a pomo y a sudor
y su voz falsa
y sus adioses de naufragio
y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel
que los árboles le peinan al pasar
junto al cordón de la vereda
donde las gentes
le tiran pequeños salvavidas de todos los colores
mientras las chicas
se sacan los senos de las batas
para arrojárselos a las comparsas
que espiritualizan
en un suspiro de papel de seda
su cansancio de querer ser feliz
que apenas tiene fuerzas para llegar
a la altura de las bombitas de luz eléctrica.



Oliverio Girondo

milonga

-- de Oliverio Girondo --

Sobre las mesas, botellas decapitadas de champagne con corbatasblancas de payaso, baldes de níquel que trasuntan enflaquecidosbrazos y espaldas de cocottes.
El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, contradice elpelo rojo de la alfombra, imanta los pezones, los pubis y la punta delos zapatos.
Machos que se quiebran en un corte ritual, la cabeza hundida entre loshombros, la jeta hinchada de palabras soeces.
Hembras con las ancas nerviosas, un poquitito de espuma en las axilas,y los ojos demasiado aceitados.
De pronto se oye un fracaso de cristales. Las mesas dan un corcovo ypegan cuatro patadas en el aire. Un enorme espejo se derrumba con lascolumnas y la gente que tenía dentro; mientras entre un oleajede brazos y de espaldas estallan las trompadas, como una rueda decohetes de bengala.
Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta.



Oliverio Girondo

porque me cree su perro

-- de Oliverio Girondo --

Porque me cree su perro
y sacaréme la niebla
el turbio zumo oscuro del traspienso
la pulpa
la soborra de mente
toda su gris resaca me sacaré hasta el meollo
antes de que se asiente
la áspera espera arena que taté teté yo y lamí
y tragué yo en la sed
a trago tardo largo
lo hueco
lo plenamente hueco y que no es más que hueco
pero crece
sin fin ni sino o causa o pauta o pausa me sacaré yo el lastreque no lastra
por no saber a piedra
por no saber saber
ni saber no saber
los decesos del seso y sus desechos me sacaré yo de pie
junto con tanta sombra sórdida que sobra de cuanto fue y nofue
o fue fue
y no se fue
aunque retorne al árbol del primo primo simio me sacaréyo sin tino la maraña
demasiadísimo humana
y mil y miles vueltas y revueltas y contras y recontras
y sus colas
y sus entelequitas y emocioncitas nómadas
y más y más
de cuajo me sacaré el obtuso yo zurdo absurdo burdo que aúnbusca ser herido aunque sonría
entre otros obvios sordos escombros naturales
y restos casi muertos de algún yo otro propio que todavíaulula
porque me cree su perro



Oliverio Girondo

pedestre

-- de Oliverio Girondo --

En el fondo de la calle, un edificio público aspira el mal olorde la ciudad.
Las sombras se quiebran el espinazo en los umbrales, se acuestan parafornicar en la vereda.
Con un brazo prendido a la pared, un farol apagado tiene lavisión convexa de la gente que pasa en automóvil.
Las miradas de los transeúntes ensucian las cosas que se exhibenen los escaparates, adelgazan las piernas que cuelgan bajo las capotasde las victorias.
Junto al cordón de la vereda un quiosco acaba de tragarse unamujer.
Pasa: una inglesa idéntica a un farol. Un tranvía que esun colegio sobre ruedas. Un perro fracasado, con ojos de prostituta quenos da vergüenza mirarlo y dejarlo pasar (1).
De repente: el vigilante de la esquina detiene de un golpe de batutatodos los estremecimientos de la ciudad, para que se oiga en un solosusurro, el susurro de todos los senos al rozarse.



Oliverio Girondo

yolleo

-- de Oliverio Girondo --

Yolleo
eh vos
tatacombo
soy yo

no me oyes
tataconco
soy yo sin vos
sin voz
aquí yollando
con mi yo sólo solo que yolla y yolla y yolla
entre mis subyollitos tan nimios micropsíquicos
lo sé
lo sé y tanto
desde el yo mero mínimo al verme yo harto en todo
junto a mis ya muertos y revivos yoes siempre siempre yollando y yoyollandosiempre
por qué
si sos
por qué dí
eh vos
no me oyes
tatatodo
por qué tanto yollar
responde
y hasta cuándo



Pablo Neruda

entierro en el este

-- de Pablo Neruda --

Yo trabajo de noche, rodeado de ciudad,
de pescadores, de alfareros, de difuntos quemados
con azafrán y frutas, envueltos en muselina escarlata:
bajo mi balcón esos muertos terribles
pasan sonando cadenas y flautas de cobre,
estridentes y finas y lúgubres silban
entre el color de las pesadas flores envenenadas
y el grito de los cenicientos danzarines
y el creciente monótono de los tam-tam
y el humo de las maderas que arden y huelen.
Porque una vez doblado el camino, junto al turbio río,
sus corazones, detenidos o iniciando un mayor movimiento,
rodarán quemados, con la pierna y el pie hechos fuego,
y la trémula ceniza caerá sobre el agua,
flotará como ramo de flores calcinadas
o como extinto fuego dejado por tan poderosos viajeros
que hicieron arder algo sobre las negras aguas, y devoraron
un alimento desaparecido y un licor extremo.



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