Buscar Poemas con Hambre


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Se han encontrado 67 poemas con la palabra hambre

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Jorge Luis Borges

el hambre

-- de Jorge Luis Borges --

Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.
Tú que arrojaste al círculo del horizonte abierto
la alta proa del viking, las lanzas del desierto.
En la torre del hambre de ugolino de pisa
tienes tu monumento y en la estrofa concisa
que nos deja entrever (sólo entrever) los días
últimos y en la sombra que cae las agonías.
Tú que de sus pinares haces que surja el lobo
y que guiaste la mano de jean valjean al robo.
Una de tus imágenes es aquel silencioso
dios que devora el orbe sin ira y sin reposo,
el tiempo. Hay otra diosa de tiniebla y de osambre;
su lecho es la vigilia y su pan es el hambre.
Tú que a chatterton diste la muerte en la bohardilla
entre los falsos códices y la luna amarilla.
Tú que entre el nacimiento del hombre y su agonía
pides en la oración el pan de cada día.
Tú cuya lenta espada roe generaciones
y sobre los testuces lanzas a los leones.
Madre antigua y atroz de la incestuosa guerra,
borrado sea tu nombre de la faz de la tierra.

Poema el hambre de Jorge Luis Borges con fondo de libro

Gabriela Mistral

la casa

-- de Gabriela Mistral --

La mesa, hijo, está tendida
en blancura quieta de nata,
y en cuatro muros azulea,
dando relumbres, la cerámica.
Ésta es la sal, éste el aceite
y al centro el pan que casi habla.
Oro más lindo que oro del pan
no está ni en fruta ni en retama,
y da su olor de espiga y horno
una dicha que nunca sacia.
Lo partimos, hijito, juntos,
con dedos duros y palma blanda,
y tú lo miras asombrado
de tierra negra que da flor blanca.
Baja la mano de comer,
que tu madre también la baja.
Los trigos, hijo, son del aire,
y son del sol y de la azada;
pero este pan «cara de dios»(*)
no llega a mesas de las casas.
Y si otros niños no lo tienen,
mejor, mi hijo, no lo tocaras,
y no tomarlo mejor sería
con mano y mano avergonzadas.
Hijo, el hambre, cara de mueca,
en remolino gira las parvas,
y se buscan y no se encuentran
el pan y el hambre corcovada.
Para que lo halle, si ahora entra,
el pan dejemos hasta mañana;
el fuego ardiendo marque la puerta,
que el indio qechua nunca cerraba,
¡y miremos comer al hambre,
para dormir con cuerpo y alma!

Poema la casa de Gabriela Mistral con fondo de libro

Pablo Neruda

soneto xi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.
Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.
Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de quitratúe.

Poema soneto xi   cien sonetos de amor (1959) mañana de Pablo Neruda con fondo de libro

Pablo Neruda

el monte y el río

-- de Pablo Neruda --

En mi patria hay un monte.
En mi patria hay un río.
Ven conmigo.
La noche al monte sube.
El hambre baja al río.
Ven conmigo.
Quiénes son los que sufren?
no sé, pero son míos.
Ven conmigo.
No sé, pero me llaman
y me dicen «sufrimos».
Ven conmigo.
Y me dicen: «tu pueblo,
tu pueblo desdichado,
entre el monte y el río,
con hambre y con dolores,
no quiere luchar solo,
te está esperando, amigo».
Oh tú, la que yo amo,
pequeña, grano rojo
de trigo,
será dura la lucha,
la vida será dura,
pero vendrás conmigo.



José María Hinojosa

campo canción de los aceituneros

-- de José María Hinojosa --

A josé maría chacón
aceituneros del pío-pío,
muertos de hambre
y muertos de frío.
El zagalejo encarnado,
ciñe tu cuerpo arrecido.
¿Mocita, quieres bailar
en medio de los olivos?
yo cogeré tu tarea
y tu bailarás conmigo.
¡Vente chiquilla hacia los olivos!
hoy cuando demos de mano,
quisiera bailar contigo.
¿Mocita, quieres cantar
debajo de los olivos?
yo tocaré la guitarra
y tú cantarás bajito.
¡Vente chiquilla hacia los olivos!
aceituneros del pío-pío,
muertos de hambre
y muertos de frío.



Alfonsina Storni

Noche divina

-- de Alfonsina Storni --

Este jardín nos cede su delicia,
nos cede el árbol de manzanas lleno.
Fuente de dioses a la sed propicia,
pan del instinto, para el hambre, bueno.

Mas blanco mármol sin igual pudicia
fija en nosotros su mirar sereno:
muslo desnudo, vigoroso el seno,
puro, como la luz que lo acaricia.

Se hacen tus ojos demasiado azules,
cubren tus manos impalpables tules
y algo divino te levanta en vuelo.

No cortemos la fruta deleitosa
y mira el alma en una nube rosa,
cómo es de azul la beatitud del cielo.



Amado Nervo

la sombra de ala

-- de Amado Nervo --

Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de dios;
ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al infinito;
ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.
Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.
Pero di, ¿qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador ¿quién sabe?;
que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un ¿por qué?
de todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.



Amado Nervo

La sombra del ala

-- de Amado Nervo --

Tú que piensas que no creo
cuando argüímos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;

ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al Infinito;

ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.

Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.

Pero di, qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador quién sabe!;

que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un por qué?

De todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.



Leopoldo Lugones

La última careta

-- de Leopoldo Lugones --

La miseria se ríe con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.

El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.

Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.

Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.



Lope de Vega

Pluma, las musas, de mi genio autoras

-- de Lope de Vega --

-Pluma, las musas, de mi genio autoras,
versos me piden hoy. -Alto; a escribillos!
-Yo solo escribiré, señor Burguillos,
estas que me dictó rimas sonoras.

-¿A Góngora me acota a tales horas?
Arrojaré tijeras y cuchillos,
pues en queriendo hacer versos sencillos
arrímese dos musas cantimploras.

Dejemos la campaña, el monte, el valle,
y alabemos señores. -No le entiendo.
¿Morir quiere de hambre? -Escriba y calle.

-A mi ganso me vuelvo en prosiguiendo,
que es desdicha, después de no premialle,
nacer volando y acabar mintiendo.



Góngora

En la capilla estoy, y condenado

-- de Góngora --

En la capilla estoy, y condenado
a partir sin remedio desta vida;
siento la causa aun más que la partida,
por hambre expulso como sitïado.

Culpa sin duda es ser desdichado;
mayor, de condición ser encogida.
De ellas me acuso en esta despedida,
y partiré a lo menos confesado.

Examine mi suerte el hierro agudo,
que a pesar de sus filos me prometo
alta piedad de vuestra excelsa mano.

Ya que el encogimiento ha sido mudo,
los números, Señor, deste soneto
lenguas sean y lágrimas no en vano.



Luis Gonzaga Urbina

aantifona

-- de Luis Gonzaga Urbina --

En mi angustia, callada y escondida,
sé tú como enfermera bondadosa,
cuya mano ideal viene y se posa,
llena de suave bálsamo, en la herida.

Ríe en mi tedio sepulcral guarida
como un rayo de sol en una fosa;
perfuma, como un pétalo de rosa,
el fango y la impureza de mi vida.

Del corazón en el silencio, canta;
entre las sombras de mi ser, fulgura;
mi conturbado espíritu levanta;

enciende la razón en mi locura,
¡tengo hambre y sed de bien!... Dame una santa
limosna de piedad y de ternura.....



Manuel del Cabral

¿a quién viene a ver usted

-- de Manuel del Cabral --

Hoy está el pueblo en mi cuerpo.
¿A quién viene a ver usted?
usted no ve que esta herida
es corno un ojo de juez...

Usted que se trae los grillos,
¿a quién viene a ver usted,
que anda más con el instinto
que con los pies?

usted que trae el olfato,
pero con luz viene a oler;
meta la conciencia aquí...
Y no la deje en la piel.

Usted que se trae la bala,
viene a saber por qué fue...
Si hay un rico en este lío,
¿a qué viene? ¿para qué?

aquí só1o hay una boca,
hay una voz, una sed.
Un trozo de grito sangra.
¡Lo cortaron como res!

usted que se trae las llaves,
¿a quién viene a ver usted?
vea estas manos callosas,
ropa rota y sin zapatos
unos pies.

Usted que se trae las manos
pesadas como pared...
¿No ve el hambre?
¿no la ve?

tápenle el grito a este hombre;
y aunque es más la voz que el pie,
pónganle grillos, que sólo
el pobre cabe en la ley...

¿No ve que la sangre huye
y no se sabe por qué ...?
Pero yo sé que hay aquí
quien se la quiere beber ...

¿A quién viene a ver usted?



Manuel del Palacio

Semblanzas: VII

-- de Manuel del Palacio --

Há tiempo entró á servir, y hoy es el amo;
Tiene de aduladores un enjambre;
Á unos quita el honor, á otros el hambre,
Y no sé qué les da, pero me escamo.

De sus necios proyectos al reclamo
Hizo á muchos bailar en el alambre,
Y de un amor antiguo ya fiambre,
Siervo es, y aun algo más que no le llamo.

Coco le juzga quien le trata poco;
Cuco, quien le conoce desde chico;
Caco, quien mártir fué de su descoco;

Quico, quien con sus dones se hizo rico;
Y yo que ni le miro ni le toco,
Coco le encuentro, y cuco, y caco, y Quico.



Jaime Sabines

adán y eva i

-- de Jaime Sabines --

Adán y eva i
estábamos en el paraíso. En el paraíso no ocurrenunca nada. No nos conocíamos. Eva, levántate.
Tengo amor, sueño, hambre. ¿Amaneció?.
Es de día, pero aún hay estrellas. El sol viene de lejoshacia nosotros y empiezan a galopar los árboles. Escucha.
Yo quiero morder tu quijada. Ven. Estoy desnuda, macerada, y hueloa ti.
Adán fue hacia ella y la tomó. Y parecía que losdos se habían metido en un río muy ancho, y que jugaban conel agua hasta el cuello, y reían, mientras pequeños pecesequivocados les mordían las piernas.



Jaime Sabines

te quiero a las diez de la mañana

-- de Jaime Sabines --

Día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, enlas tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuandome pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o enel trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiartesordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.
Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estáshecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla ytu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugaren donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienestoda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemosen la boca de dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay díastambién, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena comola mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraenmis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. Ya ves.¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?



Jorge Luis Borges

1972

-- de Jorge Luis Borges --

Temí que el porvenir (que ya declina)
sería un profundo corredor de espejos
indistintos, ociosos y menguantes,
una repetición de vanidades,
y en la penumbra que precede al sueño
rogué a mis dioses, cuyo nombre ignoro,
que enviaran algo o alguien a mis días.
Lo hicieron. Es la patria. Mis mayores
la sirvieron con largas proscripciones,
con penurias, con hambre, con batallas,
aquí de nuevo está el hermoso riesgo.
No soy aquellas sombras tutelares
que honré con versos que no olvida el tiempo.
Estoy ciego. He cumplido los setenta;
no soy el oriental francisco borges
que murió con dos balas en el pecho,
entre las agonías de los hombres,
en el hedor de un hospital de sangre,
pero la patria, hoy profanada quiere
que con mi oscura pluma de gramático,
docta en las nimiedades académicas
y ajena a los trabajos de la espada,
congregue el gran rumor de la epopeya
y exija mi lugar. Lo estoy haciendo.



César Vallejo

Trilce: XLVI

-- de César Vallejo --

La tarde cocinera se detiene
ante la mesa donde tú comiste;
y muerta de hambre tu memoria viene
sin probar ni agua, de lo puro triste.

Mas, como siempre, tu humildad se aviene
a que le brinden la bondad más triste.
Y no quieres gustar, que ves quien viene
filialmente a la mesa en que comiste.

La tarde cocinera te suplica
y te llora en su delatal que aún sórdido
nos empieza a querer de oírnos tánto.

Yo hago esfuerzos también; porque no hay
valor para servirse de estas aves.
Ah! qué nos vamos a servir ya nada.



César Vallejo

la tarde cocinera se detiene

-- de César Vallejo --

xlvi
la tarde cocinera se detiene
ante la mesa donde tú comiste;
y muerta de hambre tu memoria viene
sin probar ni agua, de lo puro triste.
Mas, como siempre, tu humildad se aviene
a que le brinden la bondad más triste.
Y no quieres gustar, que ves quien viene
filialmente a la mesa en que comiste.
La tarde cocinera te suplica
y te llora en su delatal que aún sórdido
nos empieza a querer de oírnos tánto.
Yo hago esfuerzos también; porque no hay
valor para servirse de estas aves.
Ah! qué nos vamos a servir ya nada.



César Vallejo

el libro de la naturaleza

-- de César Vallejo --

Profesor de sollozo he dicho a un árbol
palo de azogue, tilo
rumoreante, a la orilla del mame, un buen alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
entre el agua evidente y el sol falso,
su tres de copas, su caballo de oros.
Rector de los capítulos del cielo,
de la mosca ardiente, de la calma manual que hay en los asnos;
rector de honda ignorancia, un mal alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
el hambre de razón que le enloquece
y la sed de demencia que le aloca. .
Técnico en gritos, árbol consciente, fuerte,
fluvial, doble, solar, doble, fanático,
conocedor de rosas cardinales, totalmente
metido, hasta hacer sangre, en aguijones, un alumno
leyendo va en tu naipe, en tu hojarasca,
su rey precoz, telúrico, volcánico, de espadas.
¡Oh profesor, de haber tánto ignorado!
¡oh rector, de temblar tánto en el aire!
¡oh técnico, de tánto que te inclinas!
¡oh tilo! ¡oh palo rumoroso junto al marne!



César Vallejo

La cena miserable

-- de César Vallejo --

Hasta cuándo estaremos esperando lo que
no se nos debe... Y en qué recodo estiraremos
nuestra pobre rodilla para siempre! Hasta cuándo
la cruz que nos alienta no detendrá sus remos.

Hasta cuándo la Duda nos brindará blasones
por haber padecido!...
Ya nos hemos sentado
mucho a la mesa, con la amargura de un niño
que a media noche, llora de hambre, desvelado...

Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
Hasta cuándo este valle de lágrimas, a donde
yo nunca dije que me trajeran.
De codos
todo bañado en llanto, repito cabizbajo
y vencido: hasta cuándo la cena durará.

Hay alguien que ha bebido mucho, y se burla,
y acerca y aleja de nosotros, como negra cuchara
de amarga esencia humana, la tumba...
Y menos sabe
ese oscuro hasta cuándo la cena durará!



Olga Orozco

la realidad y el deseo

-- de Olga Orozco --

A luis cernuda
la realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de dios.
Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en loimposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.
La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.



Pablo Neruda

la bandera

-- de Pablo Neruda --

Levántate conmigo.
Nadie quisiera
como yo quedarse
sobre la almohada en que tus párpados
quieren cerrar el mundo para mí.
Allí también quisiera
dejar dormir mi sangre
rodeando tu dulzura.
Pero levántate,
tú, levántate,
pero conmigo levántate
y salgamos reunidos
a luchar cuerpo a cuerpo
contra las telarañas del malvado,
contra el sistema que reparte el hambre,
contra la organización de la miseria.
Vamos,
y tú, mi estrella, junto a mí,
recién nacida de mi propia arcilla,
ya habrás hallado el manantial que ocultas
y en medio del fuego estarás
junto a mí,
con tus ojos bravíos,
alzando mi bandera.



Pablo Neruda

v

-- de Pablo Neruda --

Hilo de trigo y agua,
de cristal o de fuego,
la palabra y la noche,
el trabajo y la ira,
la sombra y la ternura,
todo lo has ido poco a poco cosiendo
a mis bolsillos rotos,
y no sólo en la zona trepidante
en que amor y martirio son gemelos
como dos campanas de incendio,
me esperaste, amor mío,
sino en las más pequeñas
obligaciones dulces.
El aceite dorado de italia hizo tu nimbo,
santa de la cocina y la costura,
y tu coquetería pequeñuela,
que tanto se tardaba en el espejo,
con tus manos que tienen
pétalos que el jazmín envidiaría
lavó los utensilios y mi ropa,
desinfectó las llagas.
Amor mío, a mi vida
llegaste preparada
como amapola y como guerrillera:
de seda el esplendor que yo recorro
con el hambre y la sed
que sólo para ti traje a este mundo,
y detrás de la seda
la muchacha de hierro
que luchará a mi lado.
Amor, amor, aquí nos encontramos.
Seda y metal, acércate a mi boca.



Pablo Neruda

ausencia

-- de Pablo Neruda --

Ausencia
apenas te he dejado,
vas en mí, cristalina
o temblorosa,
o inquieta, herida por mí mismo
o colmada de amor, como cuando tus ojos
se cierran sobre el don de la vida
que sin cesar te entrego.
Amor mío,
nos hemos encontrado
sedientos y nos hemos
bebido todo el agua y la sangre,
nos encontramos
con hambre
y nos mordimos
como el fuego muerde,
dejándonos heridas.
Pero espérame,
guárdame tu dulzura.
Yo te daré también
una rosa.



Pedro Bonifacio Palacios

Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

Si te postran diez veces, te levantas
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas
asimilan el humus avarientas,
deglutiendo el rencor de las afrentas
se formaron los santos y las santas.

Obsesión casi asnal, para ser fuerte,
nada más necesita la criatura,
y en cualquier infeliz se me figura

que se mellan los garfios de la suerte...
¡Todos los incurables tienen cura
cinco segundos antes de su muerte!



Gabriela Mistral

el encuentro

-- de Gabriela Mistral --

A su sombra
le he encontrado en el sendero.
No turbó su ensueño el agua
ni se abrieron más las rosas;
abrió el asombro mi alma.
¡Y una pobre mujer tiene
su cara llena de lágrimas!
llevaba un canto ligero
en la boca descuidada,
y al mirarme se le ha vuelto
grave el canto que entonaba.
Miré la senda, la hallé
extraña y como soñada.
¡Y en el alba de diamante
tuve mi cara con lágrimas!
siguió su marcha cantando
y se llevó mis miradas...
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias.
¡No importa! quedó en el aire
estremecida mi alma.
¡Y aunque ninguno me ha herido
tengo la cara con lágrimas!
esta noche no ha velado
como yo junto a la lámpara;
como él ignora, no punza
su pecho de nardo mi ansia;
pero tal vez por su sueño
pase un olor de retamas,
¡porque una pobre mujer
tiene su cara con lágrimas!
iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
Pero ¡yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!



Gabriela Mistral

despertar

-- de Gabriela Mistral --

Dormimos, soñé la tierra
del sur, soñé el valle entero,
el pastal, la viña crespa,
y la gloria de los huertos.
¿Qué soñaste tú mi niño
con cara tan placentera?
vamos a buscar chañares
hasta que los encontremos,
y los guillaves prendidos
a unos quioscos del infierno.
El que más coge convida
a otros dos que no cogieron.
Yo no me espino las manos
de niebla que me nacieron.
Hambre no tengo, ni sed y
sin virtud doy o cedo.
¿A qué agradecerme así
fruto que tomo y entrego?



Gertrudis Gómez de Avellaneda

El recuerdo importuno

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

¿Serás del alma eterna compañera,
Tenaz memoria de veloz ventura?
¿Por qué el recuerdo interminable dura,
Si el bien pasó cual ráfaga ligera?

¡Tú, negro olvido, que con hambre fiera
Abres ¡ay! sin cesar tu boca oscura,
De glorias mil inmensa sepultura
Y del dolor consolación postrera!

Si a tu vasto poder ninguno asombra,
Y al orbe riges con tu cetro frío,
¡Ven! que su dios mi corazón te nombra.

¡Ven y devora este fantasma impío,
De pasado placer pálida sombra,
De placer por venir nublo sombrío!



Gustavo Adolfo Bécquer

rima lxv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Llegó la noche y no encontré un asilo,
¡y tuve sed...!, Mis lágrimas bebí;
¡y tuve hambre! ¡los hinchados ojos
cerré para morir!
¡estaba en un desierto! aunque a mi oído
de las turbas llegaba el ronco hervir,
yo era huérfano y pobre... ¡El mundo estaba
desierto... Para mí!



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano I

-- de Gutierre de Cetina --

Y casi puesto a la hambrienta boca,
de turbado lo suelta y no lo toca,
vencido de un temor bajo, villano,
vandalio; y el amor, fiero tirano,
que al alma asombra con sospecha loca,
mientra la vida deseando apoca,
la hambre cresce y cresce el temor vano.
En tanto, el caro fruto deseado
de la vista al pastor desaparesce,
y ni comer se deja ni tocarse;
cuando con un sospiro apasionado
dijo: «tal sea de aquél a quien se ofresce
un bien de que no sabe aprovecharse».



Santiago Montobbio

vuelta

-- de Santiago Montobbio --

Vuelta
crepusculaba amenazas y con fingidos jazmines
carne daba a miserias o batallas
por conseguir ponerse nombre
a través de papeles o misterios sepultados:
cinturas con livianas mordeduras de hambre,
martillos, rojos, clavados adioses y ojos
con demasiadas tortugas como para ser fotografiados:
crepusculaba, del cielo precisamente huérfano
nostalgias de sí o de nada
crepusculaba.



Cuéntame tu pena

-- de Vicenta Castro Cambón --

CUÉNTAME tu pena,
porque aunque lo calles
yo sé que en el alma,
hondo, donde nadie
llega con los pobres
ojos de la carne,
tienes una herida,
una herida grande.
Con fibras de mi alma
yo haré venda suave;
de tu herida déjame
restañar la sangre;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
yo sé que abundantes
serian tus lágrimas
si las derramases.
Llora sobre mi alma;
que en mis lagrimales
las lágrimas tuyas
sus crisoles hallen;
y si amargas quejas
a Dios has de darle
deja que tus quejas
por mis labios pasen;
pero séme dócil
cual niño a su madre.

Cuéntame tu pena;
tengo sed, tengo hambre
de las amarguras
que llenan tu cáliz;
pero séme dócil
cual niño a su madre.
Deja que la copa
de tu mano arranque:
temo que tu mano
sea —no te enfades—
la que en esa copa
hiel pone y vinagre.



Hermano que sabes

-- de Vicenta Castro Cambón --

HERMANO que sabes de hambre y sed
espera:

aquí tienes rústica miel, y en mi cántaro
hay para tu labio febril agua fresca.

Tal vez reconoces mi voz:
soy aquella
que poniendo en tu alma fraterna mirada
te robó pesares al cantar su pena.



Vicente Huidobro

Solitario invencible

-- de Vicente Huidobro --

Resbalando
Como canasta de amarguras
Con mucho silencio y mucha luz
Dormido de hielos
Te vas y vuelves a ti mismo
Te ríes de tu propio sueño
Pero suspiras poemas temblorosos
Y te convences de alguna esperanza

La ausencia el hambre de callar
De no emitir más tantas hipótesis
De cerrar las heridas habladoras
Te da una ansia especial
Como de nieve y fuego
Quieres volver los ojos a la vida
Tragarte el universo entero
Esos campos de estrellas
Se te van de la mano después de la catástrofe
Cuando el perfume de los claveles
Gira en torno de su eje



Vital Aza

Cuento

-- de Vital Aza --

Ayer hallé a un cesante
de rostro macilento,
que frente a un panecillo
tan duro como un hierro,
–pues que quizás tuviera
dos meses por lo menos,–
contábale afligido
dolores y tormentos,
vertiendo cada lágrima
que era un dolor el verlo.
Tomele por un loco
y a él me acerqué con miedo,
diciéndole: –Amiguito,
perdone si molesto;
pero saber quisiera
por qué tan triste y serio
le encuentro conversando
con ese pan tan seco.
Y respondiome el hombre
al punto, y muy atento:
–¿Desea usted, amigo,
saber lo que pretendo?
La cosa es muy sencilla,
y aunque a las claras veo
que usted me juzga loco,
verá que soy muy cuerdo.
¡Seis días han pasado!
¡Seis días, caballero,
sin que un bocado solo
entrara en este cuerpo!
Y como el tiempo pasa
y el hambre va creciendo,
con este pan me encaro,
–porque es fuerza comerlo,–
mas como está tan duro
y así con él no puedo,
le cuento mil desgracias
y horrores mil le cuento
¡a ver si de este modo
consigo enternecerlo!



Angel María Dacarrete

En Siberia

-- de Angel María Dacarrete --

Solo contigo, y con tu Madre Santa,
Señor y Jesús mio,
Muevo al acaso la insegura planta
Por el páramo frio.

Cárcel mortal entre nevados cerros
Me dieron los tiranos
Porque osé quebrantar los viles hierros
Que arrastran mis hermanos.

A Tí, postrada la rodilla en tierra,
Se alzó mi alma contrita,
Y el grito di de Libertad y Guerra
Que espanta al Moscovita.

Mas cayeron sus bárbaras legiones
Sobre mi patria hermosa,
Como tropel de tigres y leones
A quien el hambre acosa.



Andrés Eloy Blanco

¿Cuántas estrellas tiene el cielo?

-- de Andrés Eloy Blanco --

La última noche que pasamos juntos,
lo preguntó:
-¿Cuántas estrellas tiene el cielo?
-Trescientas cincuenta mil.
-¿A que no?
-¿A que sí?

-Cállate. Esta noche
no quiero que preguntes esas cosas.
Esta noche, si quieres preguntar
cuántas estrellas tiene el cielo,
o cualquier otra cosa,
pregunta algo así como ¿me quieres?
¿tienes frío? ¿quién dice que tiene hambre?

Esta noche, pregunta algo que sea
contestado en el mundo sin palabras.
Interroga con toda tu sangre
algo en que toda la vida del mundo
esté preguntando,
algo así como ¿quién llora?
¿hace falta algo?

Y verás como todo hace falta
y sabrás cuántas estrellas tiene el cielo
cuando sepas que el cielo tiene una sola estrella
para cada momento,
porque con una que se pierda
dará un paso de sombra la luz del Universo.



Antonio de Zayas

Plazuela

-- de Antonio de Zayas --

OR los balcones de la antigua casa
El sol al ras, y por las rotas tejas
De las bohardillas, perezoso pasa.

No hay ni una flor en las salientes rejas
Veladas por zurcidos cortinajes
De listado percal. Flotan consejas

De hidalgos pobres de harapientos trajes
Por la angosta plazuela adonde, vanos,
Hazañas a contar de sus linajes

Fueron ayer, con las siniestras manos
El arriaz amparando del acero
Salido de los hornos toledanos.

Abre sus puertas al calor de Enero
La humilde vecindad. ¡Que el sol el hambre
Próvido aplaca cuando no el puchero!

De chiquillos famélicos enjambre
Va a apoyar la cabeza en las rodillas
De mozas que les hurgan la pelambre.

¿Dó estáis, golas de olán, negras ropillas,
Pomposas faldas y agarenos mantos.
Nubes de estrellas en las dos Castillas?

Oigo repique de campanas... Cantos
Siento de monjas escapar de un coro...
Por la vida de ayer corren sus llantos...

¡Y yo también con lágrimas la añoro!



Mario Benedetti

futuro cada vez más jíbaro

-- de Mario Benedetti --

A medida que la distancia
entre el presente y el final se acortan
y el futuro se aclara y se enaniza
y se está un poco harto
de husmear en los residuos del pasado
uno valora y hasta mitifica
la fusión con el cuerpo del amor
y una que otra mirada que atravesó la niebla
aquellos que se aman o se amaron
saben que allí estaba la clave
la negación del acabóse
y por supuesto la vacuna
contra el maldito desamparo
en el futuro cada vez más jíbaro
no figuran feriados ni esperanzas
menos aún llegan explicaciones
de por qué cómo dónde cuándo
el borde lejos ya está cerca
el borde cerca es un despeñadero
hay que aprender a sentir vértigo
como si fuese sed o hambre



Mario Benedetti

la vida ese paréntesis

-- de Mario Benedetti --

Cuando el no ser queda en suspenso
se abre la vida ese paréntesis
con un vagido universal de hambre
somos hambrientos desde el vamos
y lo seremos hasta el vámonos
después de mucho descubrir
y brevemente amar y acostumbrarnos
a la fallida eternidad
la vida se clausura en vida
la vida ese paréntesis
también se cierra incurre
en un vagido universal
el último
y entonces sólo entonces
el no ser sigue para siempre



Mario Benedetti

ahora en cambio

-- de Mario Benedetti --

Hubiera entregado el dios que no poseo,
hubiera aprendido tres o cuatro signos,
y así desalentado,
así fiel, ceniciento,
invariable como un recuerdo atroz,
me hubiera respondido,
me hubiera transformado en ademanes
me hubiera convencido como todos,
refugiado en el hambre universal,
salvado para siempre y para nada.
Ahora en cambio estoy un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mi tristeza es un vaso de oraciones
que se derraman sobre el césped
y desde el césped nace dios
y está también un poco solo,
de veras un poco solo y solo.
Mas yo le ayudo a conocer las aves
y en toda su extensión la herejía vegetal,
los corazones de sus alegres huérfanos,
la tierra que es la palma de su mano.



Mario Benedetti

la cercanía de la nada

-- de Mario Benedetti --

Ahora
sé que mi único destino
es la certidumbre de la vejez
la cercanía de la nada
y su belleza aterradora
fayad jamis
cuando se acercan a la nada
y más aún cuando se enfrentan
al pavoroso linde de tinieblas
los poderosos no consiguen
pasar de contrabando su poder
ni la mochila azul de sus lingotes
ni el chaleco antimuerte
ni el triste semillero de sus fobias
pero cuando los pobres de la tierra
se acercan a la nada
los aduaneros nada les confiscan
salvo el hambre
o la sed
o el cuerpo en ruinas
los pobres de la tierra
pasan como si nada
pero tampoco se hagan ilusiones
ya que la nada es nada más que eso
y esa belleza sobrecogedora
que aterra a poderosos e indigentes
a todos los ignora por igual



Rosalía de Castro

Los robles (Rosalía de Castro)

-- de Rosalía de Castro --

LOS ROBLES

I

Allá en tiempos que fueron, y el alma
Han llenado de santos recuerdos,
De mi tierra, en los campos hermosos,
La riqueza del pobre era el fuego;
Que al brillar, de la choza en el fondo,
Calentaba los rígidos miembros
Por el frío y el hambre ateridos,
Del niño y del viejo.

De la hoguera sentados en torno,
En sus brazos la madre arrullaba
Al infante robusto;
Daba vuelta, afanosa la anciana
En sus dedos nudosos, al huso,
Y al alegre fulgor de la llama,
Ya la joven la harina cernía,
O ya desgranaba
Con su mano callosa y pequeña,
Del maíz las mazorcas doradas.



Miguel Unamuno

a mi buitre I

-- de Miguel Unamuno --

Este buitre voraz de ceño torvo
que me devora las entrañas fiero
y es mi único constante compañero
labra mis penas con su pico corvo.
El día en que le toque el postrer sorbo
apurar de mi negra sangre, quiero
que me dejéis con él solo y señero
un momento, sin nadie como estorbo.
Pues quiero, triunfo haciendo mi agonía
mientras él mi último despojo traga,
sorprender en sus ojos la sombría
mirada al ver la suerte que le amaga
sin esta presa en que satisfacía
el hambre atroz que nunca se le apaga.



Miguel Unamuno

A Nietzsche

-- de Miguel Unamuno --

Al no poder ser Cristo maldijiste
de Cristo, el sobrehombre en arquetipo,
hambre de eternidad fué todo el hipo
de tu pobre alma hasta la muerte triste.

Á tu aquejado corazón le diste
la vuelta eterna, así queriendo el cipo
de ultratumba romper, oh nuevo Edipo,
víctima de la Esfinge á que creiste



Miguel Unamuno

La tinaja de Pandora

-- de Miguel Unamuno --

No aun al mundo la segunda aurora
vierte en rosas envuelto su rocío
y nuestra madre ya, pobre Pandora,
pagando su hambre de saber, vacío

ve en sus manos el vaso que atesora
de la vida el secreto, y de él el río
de los males brotar. Y mientras llora
la ceguera fatal de su albedrío



Nicolás Guillén

adivinanzas

-- de Nicolás Guillén --

Adivinanzas
en los dientes, la mañana,
y la noche en el pellejo.
¿Quién será, quién no será?
el negro.
Con ser hembra y no ser bella,
harás lo que ella te mande.
¿Quién será, quién no será?
el hambre.
Esclava de los esclavos,
y con los dueños tirana.
¿Quién será, quién no será?
la caña.
Escándalo de una mano
que nunca ignora la otra.
¿Quién será, quién no será?
la limosna.
Un hombre que está llorando
con la risa que aprendió.
¿Quién será, quién no será?
yo.



Juan Gelman

xci

-- de Juan Gelman --

Toda poesía es hostil al capitalismo
puede volverse seca y dura pero no
porque sea pobre sino
para no contribuir a la riqueza oficial

puede ser su manera de protestar de
volverse flaca ya que hay hambre
amarilla de sed y penosa
de puro dolor que hay puede ser que

en cambio abra los callejones del delirio y las bestias
canten atropellándose vivas de
furia de calor sin destino puede
ser que se niegue a sí misma como otra

manera de vencer a la muerte
así como se llora en los velorios
poetas de hoy
poetas de este tiempo

nos separaron de la grey no sé que será de nosotros
conservadores comunistas apolíticos cuando
suceda lo que sucederá pero
toda poesía es hostil al capitalismo



Juan Gelman

no quiero otra noticia sino vos...

-- de Juan Gelman --

No quiero otra noticia sino vos
cualquiera otra es migajita donde
se muere de hambre la memoriacava
para seguir buscándotese vuelve
loca de oscuridadfuega su perra
arde a pedazosmira tu mirar
ausenteespejo donde no me veo
azogás esta sombracrepitás
sudo de frío cuando creo oír
tehelado de amor yago en la mitad
mía de vosno acabo de acabar
es claramente entiendo que no entiendo



Juan Gelman

todo el día viví con tu ausencia mejor dicho...

-- de Juan Gelman --

Todo el día viví con tu ausencia mejor dicho
todo el día viví de tu ausencia ya que los
terremotos
otros desastres internacionales
no me distrajeron de ti
yo soy un hombre mundial me interesa
la revolución en pakistán la falta
de revolución en el yorkshire donde
una vez vi que lloraban
de hambre o de rabia nomás
¿cómo es posible entonces que
entre las tempestades o sus calmas
que vienen a ser lo mismo desde
cierto punto de vista yo
no haya olvidado tu valor la
suave apariencia que adquirís y todo
sea como tu olor después de haber amado
antes de haber amado sea como tu olor?



Federico García Lorca

Casida del herido por el agua

-- de Federico García Lorca --

Quiero bajar al pozo
quiero subir los muros de Granada
para mirar el corazón pasado
por el punzón oscuro de las aguas.

El niño herido gemía
con una corona de escarcha.
Estanques, aljibes y fuentes
levantaban al aire sus espadas.
¡Ay qué furia de amor! ¡qué hiriente filo!
¡qué nocturno rumor! ¡qué muerte blanca!,
¡qué desiertos de luz iban hundiendo
los arenales de la madrugada!
El niño estaba solo
con la ciudad dormida en la garganta.
Un surtidor que viene de los sueños
lo defiende del hambre de las algas.
El niño y su agonía, frente a frente
eran dos verdes lluvias enlazadas.
El niño se tendía por la tierra
y su agonía se curvaba.

Quiero bajar al pozo
quiero morir mi muerte a bocanadas
quiero llenar mi corazón de musgo
para ver al herido por el agua.



Francisco Acuña de Figueroa

A una flaquísima tuerta

-- de Francisco Acuña de Figueroa --

Aquí yace Estefanía,
flaca y aguda mujer,
que bien pudo aguja ser,
pues sólo un ojo tenía.

Momia, esqueleto de alambre,
en torno a sus huesos vanos
yacen también los gusanos,
pues se murieron de hambre.



Francisco de Quevedo

A una vieja que traía una muerte de oro

-- de Francisco de Quevedo --

No sé a cuál crea de los dos,
Viéndoos, Ana, cual os veis:
Si vos la muerte traéis,
O si os trae la muerte a vos.

Queredme la muerte dar
Por que mis males remate:
Que en mí tiene hambre que mate
Y en vos no hay ya qué matar.



Francisco Villaespesa

la fiera de mi carne está ya ahíta

-- de Francisco Villaespesa --

La fiera de mi carne está ya ahíta,
y bostezando náuseas se ha dormido...
(¿Maduró ya el granado que, escondido,
el hambre torva del viajero evita?)
saciada ya su sed, mi ardor dormita
como un ebrio que al sueño pide olvido...
(Oculto manantial, ¿a dónde ha ido
tu frescura lustral de agua bendita?)
estos ojos viciosos e imprudentes
lanzan venenos, como las serpientes,
y estas manos voraces son dos hienas...
Mi sangre el cáliz de su boca aroma...
(¿En dónde están tus ojos de paloma?
¿en dónde están tus manos de azucenas?)



José Asunción Silva

El mal del siglo

-- de José Asunción Silva --

EL PACIENTE:
Doctor, un desaliento de la vida
que en lo íntimo de mí se arraiga y nace,
el mal del siglo... El mismo mal de Werther,
de Rolla, de Manfredo y de Leopardi.
Un cansancio de todo, un absoluto
desprecio por lo humano... Un incesante
renegar de lo vil de la existencia
digno de mi maestro Schopenhauer;
un malestar profundo que se aumenta
con todas las torturas del análisis...

EL MÉDICO:
-Eso es cuestión de régimen: camine
de mañanita; duerma largo; báñese;
beba bien; coma bien; cuídese mucho:
¡Lo que usted tiene es hambre...!



José Martí

bien: yo respeto

-- de José Martí --

bien: yo respeto
a mi modo brutal, un modo manso
para los infelices e implacable
con los que el hambre y el dolor desdeñan,
y el sublime trabajo; yo respeto
la arruga, el callo, la joroba, la hosca
y flaca palidez de los que sufren.
Respeto a la infeliz mujer de italia,
pura como su cielo, que en la esquina
de la casa sin sol donde devoro
mis ansias de belleza, vende humilde
piñas dulces y pálidas manzanas.
Respeto al buen francés, bravo, robusto,
rojo como su vino, que con luces
de bandera en los ojos, pasa en busca
de pan y gloria al istmo donde muere.



José Martí

sólo el afán...

-- de José Martí --

Sólo el afán...
Sólo el afán de un náufrago podría,
compararse a mi afán:
lejos el cielo y hondo el mar;
a un alma sin amor, que en el tumulto
de rostro en rostro, por su tarda amante
en vano inquiere, y lívida jadea:
¡yo sé, madres sin hijos, la tortura
de vuestro corazón! ¡yo sé del triste
sediento, y del hambriento, y del que lleva
un muerto en las entrañas! asgo el aire,
suplico en alta voz, desesperado
gimo, a la sorda sombra pido un beso:
de mí no sé. Me olvido. Me recoge
la desesperación: y entre los brazos
del hambre, a tanto el plato, me despierto!
yo sé que de las rosas
holladas al morir brota un gemido:
yo he visto el alma pálida que surge
de la yerba que troncha el casco duro
cual lágrima con alas: yo padezco
de aquel dolor del agua cristalina
que el sol ardiente desdeñoso seca.
Sé de mis náuseas mortales y el deseo
de vaciar de una vez el pecho ansioso,
como en la mesa el bebedor cansado
vuelca la copa del inútil vino.



Blas de Otero

en el principio

-- de Blas de Otero --

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.
Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.
Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.



Blas de Otero

hija de yago

-- de Blas de Otero --

Aquí, proa de europa preñadamente en punta;
aquí, talón sangrante del bárbaro occidente;
áspid en piedra viva, que el mar dispersa y junta;
pánica iberia, silo del sol, haza crujiente.
Tremor de muerte, eterno tremor escarnecido,
ávidamente orzaba la proa hacia otra vida,
en tanto que el talón, en tierra entrometido,
pisaba, horrible, el rostro de américa adormida.
¡Santiago y cierra españa! derrostran con las uñas
y con los dientes rezan a un dios de infierno en ristre,
encielan a sus muertos, entierran las pezuñas
en la más ardua historia que la historia registre.
Alángeles y arcángeles se juntan contra el hombre.
Y el hambre hace su presa, los túmulos su agosto.
Tres años y cien caños de sangre abel, sin nombre...
(Insoportablemente terrible es su arregosto.)
Madre y maestra mía, triste, espaciosa españa,
he aquí a tu hijo. Úngenos, madre. Haz
habitable tu ámbito. Respirable tu extraña
paz. Para el hombre, paz. Para el aire, madre, paz.



Clemente Althaus

España (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Juntó la Muerte ante su trono un día
a los ministros do su furia aciaga,
por dar la palma al que, de todos, haga
mas fiero el cargo que a su saña fía.

Fue la sangrienta Guerra a la porfía,
el Terremoto que ciudades traga,
Incendio y Hambre y Peste, y cuanta plaga
sirve del mundo a la señora impía.

El premio horrendo cada cual espera,
indecisa la negra Soberana
sus méritos iguales considera;

mas viene España, y los laureles gana,
que es ella de las plagas la más fiera
y el gran azote de la estirpe humana.



Clemente Althaus

Imitado del quichua

-- de Clemente Althaus --

No más respondas incierto,
y pues que tus padres crudos
se oponen a nuestros nudos,
huye conmigo al desierto.
¡Eres hombre y del temor
te dejas así vencer!
Yo no temo, y soy mujer,
que audacia me da el amor.
A la hora en que el sol más arde
yo tenderé mis cabellos,
toldo formando con ellos
que de sus rayos te guarde.
Cuando el cansancio prolijo
mover no te deje el pie,
yo en brazos te llevaré,
cual madre amorosa al hijo.
Si sed te abrasa encendida,
yo lloraré tanto y tanto,
que pueda mi triste llanto
darte copiosa bebida;
y serán los ojos míos
dos inagotables fuentes,
donde tus labios ardientes
beban del dolor los ríos.
Y, si te empieza a acosar
del hambre el fiero aguijón,
mi arrancado corazón
te ofreceré por manjar.



Ramón López Velarde

El mendigo (Ramón López Velarde)

-- de Ramón López Velarde --

Soy el mendigo cósmico y mi inopia es la suma
de todos los voraces ayunos pordioseros;
mi alma y mi carne trémulas imploran a la espuma
del mar y al simulacro azul de los luceros.

El cuervo legendario que nutre al cenobita
vuela por mi Tebaida sin dejarme su pan,
otro cuervo transporta una flor inaudita,
otro lleva en el pico a la mujer de Adán,
y sin verme siquiera, los tres cuervos se van.

Prosigue descubriendo mi pupila famélica
más panes y más lindas mujeres y más rosas
en el bando de cuervos que en la jornada célica
sus picos atavía con las cargas preciosas,
y encima de mi sacro apetito no baja
sino un pétalo, un rizo prófugo, una migaja.

Saboreo mi brizna heteróclita, y siente
mi sed la cristalina nostalgia de la fuente,
y la pródiga vida se derrama en el falso
festín y en el suplicio de mi hambre creciente
como una conucopia se vuelca en un cadalso.



Roberto Juarroz

menos que el circo ajado de tus sueños

-- de Roberto Juarroz --

Menos que el circo ajado de tus sueños
y que el signo ya roto entre tus manos.
Menos que el lomo absorto de tus libros
y que el libro escondido
de páginas en blanco.
Menos que los amores que tuviste
y que el tizne que alarga los amores.
Menos que el dios que alguna vez fue ausencia
y hoy ni siquiera es ausencia.
Menos que el cielo que no tiene estrellas,
menos que el canto que perdió su música,
menos que el hombre que vendió su hambre,
menos que el ojo seco de los muertos,
menos que el humo que olvidó su aire.
Y ya en la zona del más puro menos
colocar todavía un signo menos
y empezar hacia atrás a unir de nuevo
la primera palabra,
a unir su forma de contacto oscuro,
su forma anterior a sus letras,
la vértebra inicial del verbo oblicuo
donde se funda el tiempo transparente
del firme aprendizaje de la nada.
Y tener buen cuidado
de no errar otra vez el camino
y aprender nuevamente
la farsa de ser algo.



Romildo Risso

Pero de estos gustos...

-- de Romildo Risso --

-Cargue, nomás... Que es "carreta"...
Hay ruedas, pa dir rodando...
Los güeyes, van cuasi sueltos...
¡Qué han de sentir el recargo!...

Hemos dicho: "a tanto el viaje":
Pero, páresé, compadre:
Usté mira su provecho,
Yo miro mis animales!...

Que los concluya una peste,
Santo y güeno... Dios lo manda...
Pero, que yo los reviente...
No se ha'e ver! Menos, por plata!...
... ... ... ... ... ... ... ... ...
Qué se habrá créido, ese zonzo!...
... ... ... ... ... ... ... ... ...
Esto sí que es dir livianos!...
Hasta las tripas vacidas...
(Dende ayer, que piden algo...)
... ... ... ... ... ... ... ... ...
Con hambre, lo que no harían...
Si se lo devoran, hartos...
... ... ... ... ... ... ... ... ...
Oro, tendrán a montones:
Pero de estos gustors... Cuándo!...



Roque Dalton García

50 aniversario

-- de Roque Dalton García --

Un hombre sale al patio trasero de su casa
(ahí no llega nunca el duro viento del otoño)
tiene en sus manos una pequeña copa de aguardiente
y se mesa con cariño el cabello
aquí las canas del hambre
aquí las de aquel día en que fue héroe
entre miles de héroes
aquí las huellas del asco
las señales de quien tocó con dedos jóvenes lagrandeza
las del temor
la de la inmensa alegría
las del todopoderoso conocimiento
en el fondo del cielo luce una estrella
que él llama esperanza
el hombre alza su copa
y bebe



Rosario Castellanos

agonía fuera del muro

-- de Rosario Castellanos --

Miro las herramientas,
el mundo que los hombres hacen, donde se afanan,
sudan, paren , cohabitan.

El cuerpo de los hombres prensado por los días,
su noche de ronquido y de zarpazo
y las encrucijadas en que se reconocen.

Hay ceguera y el hambre los alumbra
y la necesidad, más dura que metales.

Sin orgullo (¿qué es el orgullo? ¿una vértebra
que todavía la especie no produce?)
los hombres roban, mienten,
como animal de presa olfatean, devoran
y disputan a otro la carroña.

Y cuando bailan, cuando se deslizan
o cuando burlan una ley o cuando
se envilecen, sonríen,
entornan levemente los párpados, contemplan
el vacío que se abre en sus entrañas
y se entregan a un éxtasis vegetal, inhumano.

Yo soy de alguna orilla, de otra parte,
soy de los que no saben ni arrebatar ni dar,
gente a quien compartir es imposible.

No te acerques a mi, hombre que haces el mundo,
déjame, no es preciso que me mates.
Yo soy de los que mueren solos, de los que mueren
de algo peor que vergüenza.
Yo muero de mirarte y no entender.



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Ariiba