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Se han encontrado 46 poemas con la palabra cobarde

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Amado Nervo

Increpación

-- de Amado Nervo --

Que a aquél que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que mis tristezas, alce la voz y me reproche...
Job, Jeremías, Cristo, Daniel, en vuestra noche
toda llena de angustias de redención, había
un astro, el astro de una ideal teoría:
Dios vino hasta vosotros, Dios besó vuestra frente;
Dios abrió en vuestro cielo la brecha reluciente
de una ilusión...

En mi alma todo es sombra y en ella
jamás ¡jamás! titilan los oros de una estrella;
mi alma es como la higuera por el Señor maldita,
que no presta ni fruto ni sombra, que no agita
sus abanicos de hojas; sus ramas, ¡ay! desnudas,
servirán a la desesperación de algún Judas,
¡de algún ideal tránsfuga que me besó con dolo
y que por fin se ahorca desamparado y solo!

Que aquel que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que las mías, levante su voz de trueno. ¿En dónde
están los grandes tristes? ¡Ninguno me responde!
La eternidad es muda y el enigma cobarde...

Hermana, tengo frío, el frío de la tarde.

Poema Increpación de Amado Nervo con fondo de libro

Amado Nervo

La puerta

-- de Amado Nervo --

Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita mas aprisa, mas aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuándo habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida esta alerta:
¡oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡haz que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!

Poema La puerta de Amado Nervo con fondo de libro

Lope de Vega

Este mi triste y miserable estado

-- de Lope de Vega --

Este mi triste y miserable estado
me ha reducido a punto tan estrecho,
que cuando espero el bien, el mal sospecho,
temiendo el mal, del bien desconfiado.

El daño me parece declarado
y entre mil imposibles el provecho;
propios efetos de un dudoso pecho,
cobarde al bien y al mal determinado.

Deseo la muerte, para ver si ella
halla tan grave mal el bien extremo;
mas quien por bien la tiene no la alcanza.

¡Quién la pasara ya por no temella!
Que estoy tal de esperar, que menos temo
la pena del morir, que la tardanza.

Poema Este mi triste y miserable estado de Lope de Vega con fondo de libro

Lope de Vega

Liñan, el pecho noble sólo estima

-- de Lope de Vega --

Liñán, el pecho noble sólo estima
bienes que el alma tiene por nobleza;
que, como vos decís, torpe riqueza
esté muy lejos de comprar su estima.

¿A cuál cobarde ingenio desanima
segura, honesta y liberal pobreza;
ni cual, por ver pintada la corteza,
quiere que otro señor su cuello oprima?

No ha menester fortuna el virtüoso;
la virtud no se da ni se recibe,
ni en naufragio se pierde, ni es impropia.

¡Mal haya quien adula al poderoso,
aunque fortuna humilde le derribe,
pues la verdad es premio de sí propia!



Lope de Vega

Sosiega un poco, airado temeroso

-- de Lope de Vega --

Sosiega un poco, airado temeroso,
humilde vencedor, niño gigante,
cobarde matador, firme inconstante,
traidor leal, rendido victorioso.

Déjame en paz, pacífico furioso,
villano hidalgo, tímido arrogante,
cuerdo loco, filósofo ignorante,
ciego lince, seguro cauteloso.

Ama si eres Amor, que si procuras
descubrir, con sospechas y recelos
en mi adorado sol nieblas escuras,

en vano me lastimas con desvelos.
Trate nuestra amistad, verdades puras:
no te encubras, Amor, si quieres celos.



Lope de Vega

Un instrumento mismo sonoroso

-- de Lope de Vega --

Un instrumento mismo sonoroso
es en distintas manos diferente;
la espada en el cobarde o el valiente
hace efecto encogido o animoso.

Labran dos joyas de un metal precioso,
éste famosa, aquél impertinente,
dos diversos artífices, y siente
el oro, sin sentir, que está quejoso.

Honran una pintura o la difaman,
con las mismas colores acabada,
pinceles del discípulo o maestro.

Yo soy con el amor, que todos aman,
instrumento, pintura, joya, espada,
más afinado porque soy más diestro.



Lope de Vega

Desmayarse, atreverse, estar furioso

-- de Lope de Vega --

Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;

no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;

huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño;

creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño;
esto es amor: quien lo probó lo sabe.



Luis Cañizal de la Fuente

padre de todas las crismas

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Padre de todas las crismas
(paisaje pasoliniano)
se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.
Entrado el sol en esos deambulatorios
todo lo hace el fervor,
la mano como garra piadosa sobre el pecho,
el rosario sonoro de las gotas pendientes,
la mirada ascendente,
la actitud recogida del cobarde,
la salida gloriosa del que huye por la puerta grande
a las afueras en que crece la hierba de la desconfianza,
anhelando a barrunto los trazados termómetro
y su camino alegre; y encontrarlo
cicatrizado por la violencia
en túmulos canela.
Desolación. Desnorte. Mirada circular,
y es sólo entonces cuando se despierta
el hedor del baldío de la tierra.



Manuel del Palacio

A los treinta años

-- de Manuel del Palacio --

Heme lanzado en la fatal pendiente
Donde á extinguirse va la vida humana,
Viendo la ancianidad en el mañana
Cuando aun la juventud está presente.

No lloro las arrugas de mi frente
Ni me estremece la indiscreta cana;
Lloro los sueños de mi edad lozana,
Lloro la fe que el corazón no siente.

Me estremece pensar cómo en un día
Trocóse el bien querido en humo vano
Y el alentado espíritu en cobarde:

¡Maldita edad razonadora y fría
En que para morir aun es temprano,
Y para ser dichoso acaso es tarde!



Manuel del Palacio

Los alfonsistas

-- de Manuel del Palacio --

¡Miradlos! ¡Ellos son! Turba cobarde,
Que de su afan en el delirio insano,
Empuja á Robespierr con una mano
Y acaricia con otra á Calomarde.

Ayer luchaba con bizarro alarde
Contra un poder estúpido y tirano;
Hoy por resucitar se esfuerza en vano
Aquella estirpe, de que Dios nos guarde.

Para ser de sus culpas Cirineo
Nada encuentra mejor que un niño intenso,
Si no por él, por su familia reo;

Y mezclando el hosanna y el responso
Desdeña el nombre de Tomás por feo,
Y se llena la boca de Alifonso.



Manuel del Palacio

Tierra

-- de Manuel del Palacio --

Envuelta en los celajes de la tarde
Oh, tierra codiciada, al fín te miro,
Y brota de mis labios un suspiro
Y se dilata el corazón cobarde.

¡Tierra que siempre amé, que Dios te guarde!
Y ora tumba me ofrezcas ó retiro,
Haz que la dulce brisa que respiro
El fuego temple que en mis venas arde.

Dicha, esperanza, amor, en tí se encierra
Cuanto el humano corazón ansía,
Cuanto nos da placer, encanto y guerra;

Por eso lloro al verte de alegría:
Y pues te llaman todos madre tierra,
¡Recíbeme en tus brazos, madre mia!



Ignacio María de Acosta

Consejos a Fileno

-- de Ignacio María de Acosta --

Lloras Fileno? y de Dorina ausente
doblas la cuita que tu pecho aqueja
porqué a los ruegos vislumbrar no deja
un solo rayo que tu amor aliente...?

Quiéres que débil, a tu ardor presente
su altivo pecho a tu primera queja
cuando el que pide, el desamor semeja
atras volviendo la cobarde frente...?

Calma ese llanto: los pesares calma
y ese temor que por tu mal mantiene
turbada la razón, sin fuerza el alma.

Vuelve a Dorila y tu pasión previene,
pide, insta, ruega, y te dará la palma
que lleva siempre el que constancia tiene.



Jorge Isaacs

SÓLO AMISTAD

-- de Jorge Isaacs --

A la eterna amistad que así me juras,
Tu desdén y tu olvido ya prefiero.
¿Sólo amistad tus ojos me ofrecían?
¿Sólo amistad mis labios te pidieron?

De tu perjurio, en pago mi perjurio,
De tu cobarde amor, mi amor en premio,
Demandas hoy, ¡ahora que arrancarte
Del humillado corazón no puedo!

Si no he soñado que te amé y me amaste,
Si esa felicidad no ha sido un sueño
y nuestro amor fue un crimen... Ese crimen
A mi vida te unió con lazo eterno.

Cuando a la luz del arrebol lujoso,
De la verde ribera en los oteros
Silvestres flores para mí cogías
Con que adornaba yo tus bucles negros;

Cuando en la cima del peñón, el río
A nuestros pies rodando turbulento,
Libres como las aves que cruzaban
El horizonte azul con tardo vuelo,

Te oprimí temblorosa entre mis brazos
Y enjugaron tus lágrimas mis besos...
¿Sólo amistad entonces me ofrecías?
¿Sólo amistad mis labios te pidieron?



Jorge Luis Borges

ewigkeit

-- de Jorge Luis Borges --

Torne en mi boca el verso castellano
a decir lo que siempre está diciendo
desde el latín de séneca: el horrendo
dictamen de que todo es del gusano.
Torne a cantar la pálida ceniza,
los fastos de la muerte y la victoria
de esa reina retórica que pisa
los estandartes de la vanagloria.
No así. Lo que mi barro ha bendecido
no lo voy a negar como un cobarde.
Sé que una cosa no hay. Es el olvido;
sé que en la eternidad perdura y arde
lo mucho y lo precioso que he perdido:
esa fragua, esa luna y esa tarde.



Jorge Luis Borges

snorri sturluson (1179 1241)

-- de Jorge Luis Borges --

(1179-1241)
tú, que legaste una mitología
de hielo y fuego a la filial memoria,
tú, que fijaste la violenta gloria
de tu estirpe de acero y de osadía,
sentiste con asombro en una tarde
de espadas que tu triste carne humana
temblaba. En esa tarde sin mañana
te fue dado saber que eras cobarde.
En la noche de islandia, la salobre
borrasca mueve el mar. Está cercada
tu casa. Has bebido hasta las heces
el deshonor inolvidable. Sobre
tu pálida cabeza cae la espada
como en tu libro cayó tantas veces.



Josefina Pla

soy

-- de Josefina Pla --

Carne transida, opaco ventanal de tristeza,
agua que huye del cielo en perpetuo temblor;
vaso que no ha sabido colmarse de pureza
ni abrirse ancho a los negros raudales del horror.

¡Ojos que no sirvieron para mirar la muerte,
boca que no ha rendido su gran beso de amor!
manos como dos alas heridas: ¡diestra inerte
que no consigue alzarse a zona de fulgor!

planta errátil e incierta, cobarde ante el abrojo,
reacia al duro viaje, esquiva al culto fiel;
¡rodillas que el placer no hincó ante su altar rojo,
mas que el remordimiento no ha logrado vencer!

garganta temerosa del entrañable grito
que desnuda la carne del último dolor:
¡lengua que es como piedra al dulzor infinito
de la verdad postrera dormida en la pasión!

haz de inútiles rosas, agostándose en sombra,
pozo oculto que nunca abrevó una gran sed;
prado que no ha podido amansarse en alfombra,
¡pedazo de la muerte, que no se sabe ver!



Emilio Bobadilla

Ah, la Historia

-- de Emilio Bobadilla --

¡La Historia...! Abro la Historia: delirante desfile
de crímenes, de intrigas, de relatos de guerras;
heroico al que de un golpe más hombres aniquile
y viole más mujeres y se robe más tierras.

Al que la paz propone o a la concordia induce,
cuatro tiros o al palo por traidor y cobarde;
honores, lauros, oro, al que a matar azuce
o en patriótica fiebre de latrocinios arde.

Retórica opulenta, tribunicios arranques,
sofismas y denuncias del odio y de la envidia
que en lagunas de púrpura convierten los estanques...

El déspota triunfante, vencido el inocente
y ambos al fin vencidos por la misma perfidia:
¡Robespierre asesino y Jesús impotente!



Pedro Bonifacio Palacios

Piu Avanti

-- de Pedro Bonifacio Palacios --

No te des por vencido, ni aun vencido,
no te sientas esclavo, ni aun esclavo;
trémulo de pavor, piénsate bravo,
y arremete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo;
no la cobarde estupidez del pavo
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora;
o como Lucifer, que nunca reza;
o como el robledal, cuya grandeza
necesita del agua y no la implora...

Que muerda y vocifere vengadora,
ya rodando en el polvo, tu cabeza!



Rafael de León

duda

-- de Rafael de León --

¿por qué tienes ojeras esta tarde?
¿dónde estabas, amor, de madrugada,
cuando busqué tu palidez cobarde
en la nieve sin sol de la almohada?

tienes la línea de los labios fría,
fría por algún beso mal pagado;
beso que yo no sé quién te daría,
pero que estoy seguro que te han dado.

¿Qué terciopelo negro te amorena
el perfil de tus ojos de buen trigo?
¿qué azul de vena o mapa te condena

al látigo de miel de mi castigo?
¿y por qué me causaste este pena
si sabes, ¡ay, amor!, que soy tu amigo?



José Ángel Buesa

canción de la búsqueda

-- de José Ángel Buesa --

Todavía te busco, mujer que busco en vano,
mujer que tantas veces cruzaste mi sendero,
sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano
y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»
Y, sin embargo, espero. Y el tiempo pasa y pasa.
Y ya llega el otoño, y espero todavía:
de lo que fue una hoguera sólo queda una brasa,
pero sigo soñando que he de encontrarte un día.
Y quizás, en la sombra de mi esperanza ciega,
si al fin te encuentro un día, me sentiré cobarde,
al comprender, de pronto, que lo que nunca llega
nos entristece menos que lo que llega tarde.
Y sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...
Pues quizás esté mustia tu frente soñadora,
ya sin calor la llama, ya sin fulgor la estrella...
Y al no decir: «¡es ella!» como diría ahora
seguiré mi camino, murmurando: «era ella...»



Juan de Arguijo

A la muerte de Cicerón

-- de Juan de Arguijo --

Deten un poco la cobarde espada,
Cruel Pompilio, ingrato, y considera
La injusta empresa que á tu brazo espera,
Y largos siglos ha de ser llorada.

¿Posible es que se ve tu mano armada
Contra el gran Tulio, á quien librar debiera
En igual recompensa de la fiera
Muerte, á tu ingratitud recomendada?

¡Oh, cuán poco aprovecha la memoria
Del recibido bien, que al obstinado
Ninguna cosa de su error le muda!

Desciende el golpe sobre la alta gloria
De la latina lengua; derribado
Deja el valor, y la elocuencia muda.



Gabriela Mistral

coplas

-- de Gabriela Mistral --

Todo adquiere en mi boca
un sabor persistente de lágrimas;
el manjar cotidiano, la trova
y hasta la plegaria.
Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.
¡Ojos apretados
de calientes lágrimas!,
¡boca atribulada y convulsa,
en que todo se me hace plegaria!
¡tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡ni voy en tu busca
ni consigo tampoco olvidarte!
un remordimiento me sangra
de mirar un cielo
que no ven tus ojos,
¡de palpar las rosas
que sustenta la cal de tus huesos!
¡carne de miseria,
gajo vergonzante, muerto de fatiga,
que no baja a dormir a tu lado,
que se aprieta, trélmulo,
al impuro pezón de la vida!



Gerardo Diego

romance del duero

-- de Gerardo Diego --

Río duero, río duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río duero, río duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

En una tarde tempestuosa

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Del huracán espíritu potente
que hoy libre dejas la región precita,
¡ven, con el tuyo mi furor escita!
¡ven con tu fuego a coronar mi frente!

Deja que el rayo con fragor reviente,
mientras cual hoja seca, o flor marchita,
tu fuerte soplo al robre precipita
roto y deshecho al bramador torrente.

Ven a librarme de la pena extraña
que a un alma altiva con baldon devora
y el brillo puro a la razón empaña.

Ven! y al inerte pecho que te implora
da tu poder y tu iracunda saña,
y el llanto seca que cobarde llora.



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano I

-- de Gutierre de Cetina --

Y casi puesto a la hambrienta boca,
de turbado lo suelta y no lo toca,
vencido de un temor bajo, villano,
vandalio; y el amor, fiero tirano,
que al alma asombra con sospecha loca,
mientra la vida deseando apoca,
la hambre cresce y cresce el temor vano.
En tanto, el caro fruto deseado
de la vista al pastor desaparesce,
y ni comer se deja ni tocarse;
cuando con un sospiro apasionado
dijo: «tal sea de aquél a quien se ofresce
un bien de que no sabe aprovecharse».



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano II

-- de Gutierre de Cetina --

Al mísero vandalio, que guiaba
sus ovejuelas, por su mal mostraba
cosa que su dolor mayor hacía.
Una avecilla que caído había
en la encubierta liga, vio que estaba,
y mientra por soltarse trabajaba,
más la enredaba el visco y la prendía.
Mirando el mal ajeno estaba atento,
y pensando hallar en él consuelo,
duro ejemplo le trajo al pensamiento.
«¡Mirad dijo el pastor que ha hecho el cielo
por mostrar en dibujo aquel tormento
que padece el que ha dado en un recelo!»



Gutierre de Cetina

del dulce fuego que en el pecho me arde

-- de Gutierre de Cetina --

No sé cómo decir que estoy quejoso,
ni en medio del ardor fiero, rabioso,
sé de quién fíe, ni de quién me guarde.
Contra la ley de amor soy tan cobarde
que aun el mismo dolor pedir no oso
tanto tiempo de venia y de reposo
que me pueda quejar, aunque es ya tarde.
Pero si a dicha alcanzo tanta suerte
que la turbación pierda del sentido,
y al corazón torna el valor usado,
aún espero, señora, que el sonido
del triste lamentar podrá moverte
a piedad de haberme maltratado.



Vicente Espinel

Siempre alcanza lo que quiere

-- de Vicente Espinel --

Siempre alcanza lo que quiere
Con damas el atrevido,
Y el que no es entremetido
De necio y cobarde muere.

La honestidad en las damas
Es un vela que las fuerza,
Cuando amor tiene mas fuerza,
A no descubrir sus llamas:
Por eso el que las sirviere
Gánase por atrevido,
Que el que no es entremetido, c.

Mil ocasiones hallamos
Con las damas que queremos,
Y cuando mas las tenemos
De cortos no las gozamos:
Pues mire el que amor tuviere
Que en el bando de Cupido,
El que no es entremetido, c.



Andrés Eloy Blanco

Miedo

-- de Andrés Eloy Blanco --

La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.

Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.

Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.

Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!



Andrés Eloy Blanco

Miedo (poema)

-- de Andrés Eloy Blanco --

La sombra de una duda sobre mí se levanta
cuando llega el arrullo de tu voz a mi oído;
miedo de conocerte; pero en el miedo hay tanta
pasión, que me parece que ya te he conocido.

Yo adiviné el misterio cantor de tu garganta.
¿Será que lo he soñado? Tal vez lo he presentido:
mujer cuando promete y nido cuando canta;
mentira en la promesa y abandono en el nido.

Quizá no conocernos fuera mejor; yo siento
cerca de ti el asalto de un mal presentimiento
que me pone en los labios una emoción cobarde.

Y si asoma a mis ojos la sed de conocerte,
van a ti mis audacias, mujer extraña y fuerte,
pero el amor me grita: -¡si has llegado muy tarde!



Antonio García Gutiérrez

Carta a Filena

-- de Antonio García Gutiérrez --

Aunque siempre fuí cobarde
Contigo, amoroso alarde
Hacer de un recuerdo quiero:
Era á mitad de Febrero;
Era á mitad de una tarde.

Con el alma de amor llena,
Buscando alivio á la pena
Que mi corazón traspasa,
Llamé á tu puerta, Filena,
Y estabas solita en casa.

No sé si aliviar quisiste
Mis amantes desvarios:
Ello es que viéndome triste
Enternecida pusiste
Tus labios sobre los mios.

Sin duda fué caridad:
Sin duda fué solo un medio
De mostrarme tu piedad;
Pero ¡ay! que ha sido el remedio
Peor que la enfermedad.

Mira, Filena querida,
Si hay desdicha parecida
A esta mi desdicha fuerte:
Lo que á tantos da la vida
A mi me ha dado la muerte.



Rosalía de Castro

Los que a través de sus lágrimas

-- de Rosalía de Castro --

I

Los que a través de sus lágrimas,
Sin esfuerzo ni violencia,
Abren paso en el alma afligida
Al nuevo placer que llega;

Los que tras de las fatigas
De una existencia azarosa,
Al dar término al rudo combate
Cogen larga cosecha de gloria;

Y, en fin, todos los dichosos,
Cuyo reino es de este mundo,
Y dudando ó creyendo en el otro
De la tierra se llevan los frutos;

¡Con qué tedio oyen el grito
Del que en vano ha querido y no pudo
Arrojar de sus hombros la carga
Pesada del infortunio!

— Cada cual en silencio devore
Sus penas y sus afanes
— Dicen — , que es de animosos y fuertes
El callar, y es la queja cobarde.



Medardo Ángel Silva

Voces

-- de Medardo Ángel Silva --

Cuando retornas, divina Primavera,
solloza el alma presa en su dolor cobarde...
Y una voz fresca y pura dice en mi oído: ¡Espera!
Y una voz melancólica grita en mi pecho: ¡Es tarde!...

En piélagos de duda boga mi pensamiento.
¿Y qué hallaré —suspira— tras la dura jornada?
De la voz fresca y pura no percibo el acento
y la voz melancólica grita en mi pecho: ¡Nada!



Miguel Unamuno

Inactual

-- de Miguel Unamuno --

He llegado harto pronto ó harto tarde
al mundo, en esta nuestra edad de hierro
en que rinden los hombres al becerro
de oro un mezquino corazón que arde

en turbia fiebre, un corazón cobarde
que se complace en su mortal encierro
y sigue á gozo el son del vil cencerro,
de triste servidumbre haciendo alarde.



Julio Herrera Reissig

Éxtasis (Herrera y Reissig)

-- de Julio Herrera Reissig --

Bion y Lucina, émulos en fervoroso alarde,
permútanse fragantes uvas, de boca a boca;
y cuando Bion ladino la ebria fruta emboca
finge para que el juego lánguido se retarde...

Luego, ante el oportuno carrillón de la tarde,
que en sus almas perdidas inocencias evoca,
como una corza tímida tiembla el amor cobarde,
y una paz de los cielos el instinto sofoca...

Después de un tiempo inerte de silencioso arrimo,
en que los dos ensayan la insinuación de un mimo,
ella lo invade todo con un suspiro blando;

¡y él, que como una esencia gusta el sabroso fuego,
raya un beso delgado sobre su nuca, y ciego
en divinos transportes la disfruta soñando!



Julio Herrera Reissig

éxtasis

-- de Julio Herrera Reissig --

Bion y lucina, émulos en fervoroso alarde,
permútanse fragantes uvas, de boca a boca;
y cuando bion ladino la ebria fruta emboca
finge para que el juego lánguido se retarde...

Luego, ante el oportuno carrillón de la tarde,
que en sus almas perdidas inocencias evoca,
como una corza tímida tiembla el amor cobarde,
y una paz de los cielos el instinto sofoca...

Después de un tiempo inerte de silencioso arrimo,
en que los dos ensayan la insinuación de un mimo,
ella lo invade todo con un suspiro blando;

¡y él, que como una esencia gusta el sabroso fuego,
raya un beso delgado sobre su nuca, y ciego
en divinos transportes la disfruta soñando!



Fernando de Herrera

Osé y temí; más pudo la osadía

-- de Fernando de Herrera --

Osé y temí; más pudo la osadía
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más me enciende y arde
cuanto más la esperanza se desvía.

Gasté en error la edad florida mía;
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser que el seso guarde
a quien se entrega ciego a su porfía.

Tal vez pruebo -mas, ¿qué me vale?- alzarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerza el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.



Francisco de Quevedo

parnaso español 12

-- de Francisco de Quevedo --

En dar al robador de europa muerte,
de quien eres señor, monarca ibero,
al ladrón te mostraste justiciero
y al traidor a su rey castigo fuerte.
Sepa aquel animal que tuvo suerte
de ser disfraz a júpiter severo,
que es el león de españa el verdadero,
pues de áfrica el cobarde se lo advierte.
No castigó tu diestra la victoria,
ni dio satisfacción al vencimiento:
diste al uno consuelo, al otro gloria.
Escribirá con luz el firmamento
duplicada señal, para memoria,
en los dos, de tu acierto y su escarmiento.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 65

-- de Francisco de Quevedo --

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado;
es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado;
es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo;
enfermedad que crece si es curada.
Éste es el niño amor, éste es su abismo.
¡Mirad cual amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!



Francisco Sosa Escalante

Remordimiento

-- de Francisco Sosa Escalante --

Acaso, Lélia, al espirar la tarde,
Mirando sus postreros resplandores
A la orilla del mar, en mis amores
Piensas, y treme el corazon cobarde.

Es inútil tu afan de hacer alarde
De tu olvido crüel y tus rigores,
Pues tiene la conciencia aterradores
Tormentos de que no hay quien te resguarde.

Era en tarde otoñal clara y serena;
¿Te acuerdas bien? tu boca con mi boca,
Y tú en mis brazos con ferviente anhelo.

Del mar azul en la movible arena.
Movible como tú, de dicha loca
Mentiste amor ante la faz del cielo.



José Martí

antes de trabajar

-- de José Martí --

Antes de trabajar, como el cruzado
saludaba a la hermosa en la arena,
la lanza de hoy, la soberana pluma
embrazo, a la pasión, corcel furioso
con mano ardiente embrido, y de rodillas
pálido domador, saludo al verso.
Después, como el torero, al circo salgo
a que el cuerno sepulte en mis entrañas
el toro enfurecido. Satisfecho
de la animada lid, el mundo amable
merendará, mientras expiro helado,
pan blanco y vino rojo, y los esposos
nuevos se encenderán con las miradas.
En las playas el mar dejará en tanto
nuevos franos de arena: nuevas alas
asomarán ansiosas en los huevos
calientes de los nidos: los cachorros
del tigre echarán diente: en los preñados
arboles de la huerta, nuevas hojas
con frágil verde poblarán las ramas.
Mi verso crecerá: bajo la yerba
yo también creceré: ¡cobarde y ciego
quien del mundo magnífico murmura!



José Martí

a un clasicista que habló de suicidarse

-- de José Martí --

A un anciano abatido
avive el buen cristiano
el seso adormecido,
ponga al hierro mortífero la mano,
mas no a la sien insano,
sino a tierra, en arado convertido.
Mírese por el suelo
el vasto cráneo roto,
tinto en su sangre el pudoroso velo
de sus hijas, y al soto
el cuerpo echado, el alma opaca al cielo.
Y mire al reluciente
señor, de ira vestido,
y de luz de relámpagos, la frente
nublar de oro encendido
y cielo abajo echar al impaciente.
Y corno desraigado
roble del alto erebo
mírese por los vientos arrastrado
y deshecho, y de nuevo
por prófugo a la vida condenado.
Pues ¿cómo en el remanso
sabroso de la muerte
derecho igual al plácido descanso
tendrán el alma fuerte
y la cobarde, el réprobo y el manso?



Baltasar del Alcázar

Dios nos guarde

-- de Baltasar del Alcázar --

De la que a nadie despide
y al que la pide a las nueve
a las diez ya no le debe
nada de lo que la pide:
De la que así se comide
como si no hubiera tarde
Dios nos guarde
De la que no da esperanza,
porque no consiente medio
entre esperanza y remedio,
que el uno al otro no alcanza;
de quien desde su crianza
siempre aborreció dar tarde
Dios nos guarde
De la que en tal punto está
que de todo se adolece,
y al que no la pide ofrece
lo que al que le pide da;
de quien dice al que se va
sin pedirla, que es cobarde,
Dios nos guarde.
De la que forma querella
de quien en su tierna edad
le impidió la caridad
y los ejercicios de ella;
de la que si fue doncella
no se acuerde por ser tarde,
Dios nos guarde



Claudio Rodríguez

salvación del peligro

-- de Claudio Rodríguez --

Esta iluminación de la materia,
con su costumbre y con su armonía,
con sol madurador,
con el toque sin calma de mi pulso,
cuando el aire entra a fondo
en la ansiedad del tacto de mis manos
que tocan sin recelo,
con la alegría del conocimiento,
esta pared sin grietas,
y la puerta maligna, rezumando,
nunca cerrada,
cuando se va la juventud, y con ella la luz,
salvan mi deuda.
Salva mi amor este metal fundido,
este lino que siempre se devana
con agua miel,
y el cerro con palomas,
y la felicidad del cielo,
y la delicadeza de esta lluvia,
y la música del
cauce arenoso del arroyo seco,
y el tomillo rastrero en tierra ocre,
la sombra de la roca a mediodía,
la escayola, el cemento,
el zinc, el níquel,
la calidad del hierro, convertido, afinado
en acero,
los pliegues de la astucia, las avispas del odio,
los peldaños de la desconfianza,
y tu pelo tan dulce,
tu tobillo tan fino y tan bravío,
y el frunce del vestido,
y tu carne cobarde...
Peligrosa la huella, la promesa
entre el ofrecimiento de las cosas
y el de la vida.
Miserable el momento si no es canto.



Clemente Althaus

A Méjico

-- de Clemente Althaus --

Desgraciada Nación, tan sólo rea
de ser menor en armas y pujanza,
en cuya reconquista hoy hace alianza
la codicia famélica europea:

no el universo sucumbir te vea,
cual res cobarde, sin blandir la lanza;
y, aunque del triunfo falte la esperanza,
entra en la cruda desigual pelea.

Cae a lo menos con honor y gloria,
y en el mayor conflicto nunca olvides
que es la lucha el deber, no la victoria;

mas, si defensa al patriotismo pides,
tal vez en ti renovará la Historia
de Salamina y Maratón las lides.



Clemente Althaus

Adiós (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

¿Por qué, por qué te conocí tan tarde?
¿Por qué, si ya no puedes ser tú mía,
sentí, al verte, tan honda simpatía,
y la lengua, al hablar, tembló cobarde?

Adiós, adiós: no será bien que aguarde
que crezca junto a ti de día en día
el crudo fuego que, si ayer nacía,
hoy ya con llamas tan intensas arde.

Adiós, que amarte yo fuera delito
y de tú gran belleza seductora
el fiero riesgo con la ausencia evito:

que un recuerdo le des tan sólo implora
el que de ti purísimo y bendito
eternamente lo tendrá, Señora.



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