Ejemplos con sacando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Usted fuma?le preguntó el candidato sacando la petaca.
¡Ya, ya!gruñó por cuarta vez el tabernero, sacando una mano del bolsillo para rascarse el cogote sin quitarse el sombrero.
Y ¿sobre qué va usted a hablar?preguntó el periodista, sacando de su cartera unas cuartillas y un lápiz.
¡Magnífico dato para la !dijo el periodista, sacando sus avíos de nuevo y escribiendo a escape en otra cuartilla de papel.
Aquí distraigo el aburrimiento murmurando y sacando tiras de pellejo.
Era una afinidad electiva , así lo había definido Goethe, sobreponiéndose el sabio al poeta, sacando la frase de la química, que da tal nombre a la tendencia de dos cuerpos a combinarse formando un nuevo producto distinto.
El hundía sus manos sucias y huesosas en las profundidades de la sotana, sacando tres gruesos talonarios, uno rojo, otro verde y el tercero blanco.
Él, como buen servidor de Dios, era pobre también, y no creía faltarle sacando cierto producto al dinero que había podido reunir en fuerza de contraerse, con dolorosas privaciones, dentro de su miseria.
La azul claridad del alba, que apenas, lograba deslizarse entre los aleros de los tejados, se esparcía con mayor libertad en la plazuela del Ayuntamiento, sacando de la penumbra la vulgar fachada del palacio del arzobispo y las dos torres encaperuzadas de pizarra negra de la casa municipal, sombría construcción de la época de Carlos V.
Mientras estas buenas gentes recordaban emocionadas mi hospedaje en su vivienda, fueron sacando todos los objetos que yo había dejado olvidados.
Cantaba alegre como un pájaro, mientras iba sacando la ropa del arca y la colocaba sobre su lecho, aún caliente y con las huellas de su cuerpo.
El labrador fué sacando de su faja toda aquella indigestión de ahorros que le hinchaba el vientre: un billete que le había prestado el amo, unas cuantas piezas de a duro, un puñado de plata menuda envuelta en un cucurucho de papel, y cuando la cuenta estuvo completa no pudo librarse de ir con el gitano al sombrajo para convidarle a una copa y dar unos cuantos céntimos a por sus trotes.
Su cabeza se hundió en el barro, tragando el líquido terroso y rojizo, creyó morir, quedar enterrado en aquel lecho de fango, y al fin, con un esfuerzo poderoso, consiguió enderezarse, sacando fuera del agua sus ojos ciegos por el limo, su boca que aspiraba anhelante el viento de la noche.
En esta confusión, cuando Juanito, sacando los codos, guardaba de empujones a las dos mujeres, vio a corta distancia a su familia y la del señor Cuadros.
Y el señor Cuadros hablaba del dinero con expresión de desprecio echando atrás la cabeza y sacando el vientre como si lo tuviera forrado con billetes de Banco.
Al terminar el acto, armaban una algarabía de mil diablos, discutiendo e insultándose en un ininteligible, y sacando a colación la madera, el metal y la cuerda, como si tratasen de construir un navio.
Sentados en los mullidos sillones del salón, encontrábanse como en la gloria, sacando hacia fuera los rellenos vientres, que hervían como calderas al fuego de la digestión, y sintiendo subir al cerebro un humillo tenue que al pasar por los ojos tomaba un delicioso tinte rosa.
En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo, y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo, el tocino temblón como gelatina nacarada, la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa, y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.
Los carruajes pasaban dando tumbos mortales, y los jinetes sacando chispas del empedrado, al caracolear de la escarceadora caballería.
En aquella botica concurrían: Venegas, espíritu fuerte, liberal de la nueva echada, republicano incipiente, muy enconado contra el malaventurado ensayo imperial, Jacinto Ocaña, monarquista hasta la médula de los huesos, que siempre que hablaba de Maximiliano, se descubría respetuosamente, y que a cada instante trababa disputas con Venegas, sacando a bailar la Saratoga y el Tratado Mac-Lane, el doctor don Crisanto Sarmiento, retrógrado por los cuatro costados, que vivía suspirando por el régimen colonial, que se hacía lenguas de Revillagigedo, que de buena gana viera restablecido en México el Santo Tribunal de la Fe, y que cuando alguno hablaba de la Independencia, decía, echándola de agudo:.
Un momento antes entraban sudorosas, echando espuma, sacando chispas del empedrado, ahora se pasean solas por el gran patio, arrastrando las cadenas, sonando sus cadenas tintinantes.
Viendo que no le dejaban tocar a nadie, y que su facha causaba risa, el chico daba patadas en medio del corro, sacando la lengua y presentando sus diez dedos como garras.
¡Se pasaba las noches en vela, sacando de su cabeza unas fábulas!, todo tocante a damas infieles, guapetonas, que se iban de picos pardos con unos duques muy adúlteros y los maridos trinando ¡Qué cosas inventaba! Y por la mañana las ponía en limpio en papel de marquilla con una letra que daba gusto verla.
La mano pequeña y bonita del ceguezuelo hería con gracia las cuerdas, sacando de ellas arpegios dulcísimos y esos punteados graves que tan bien expresan el sentir hondo y rudo de la plebe.
Don Baldomero II se sonrió con aquella bondad patriarcal tan suya, y sacando otra vez lista y lápiz, dijo en alta voz: Rossini, diez reales: le tocan mil doscientos cincuenta.
Rubín se alegró de aquella ocasión que se le presentaba de prestar un servicio a mujer tan hermosa, y sacando su reloj con mucha solemnidad, dijo: Las nueve menos siete minutos y medio.
La lectura la cansaba también y la aburría soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no entendía ni jota de lo que el texto decía.
Porque él iba sacando un carácter de que aún no se había enterado la gente, un carácter de acero, y todo lo que se decía de su timidez era conversación.
Se las puso, y sacando obra de su cesta de costura, empezó a repasar unas sábanas.
Pues a sortear y dirigir aquella revolución doméstica, que atajarla era imposible, y el que se le pusiera delante, arrollado sería sin remedio De esta idea provino la relativa tolerancia con que habló a su sobrino en la segunda noche de confianzas, la maña con que le fue sacando noticias y pormenores de su novia, sin aparentar curiosidad, aventurándose a darle algunos consejos.

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