Ejemplos con renegrida

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Abundan las de piedra renegrida por el tiempo, y aun hay que contar las que habrán derribado los siglos y las revoluciones.
En las primeras no había tal cristal, o si lo había, se levantaba, de cuyas resultas no faltó quien pasase su mano por la renegrida faz del cadáver.
No era más que humo: se consideraba subiendo en espiral renegrida, y siempre quemándose, siempre quemándose y consumiéndose, difundido ya, aniquilado, evaporado, acabado.
Sentado en un sillón forrado de raído terciopelo verde estaba un hombre vestido de gris, renegrida onda de cabellos le soslayaba la frente, y calzaba botines de cana clara.
¡Qué horror! Acongojados, emprendimos la marcha, rodeados de aquella gavilla de ladrones, con renegrida barba encrespada en el mentón y cimitarra de dorada empuñadura al cinto.
El nieto de Raisuli escuchó el relato del fotógrafo, y su mano izquierda, involuntariamente, comenzó a sobar su barba renegrida.
A pesar de su barba renegrida y de la frente abultada en una vertical rayadura de arrugas, se comprendía que era joven.
Ahora, el decente turbante verde que adornaba su cabeza, la escrupulosamente limpia chilaba que con hacendosos pliegues revestía su flaco cuerpo, la renegrida barba que le caía sobre el pecho indicaban que Abdalá el Susi era un musulmán devoto, que no sólo había cumplido con su peregrinación a La Meca, sino que también era muy probable que disfrutara de ciertas rentas.
Le arregló el estropeado sombrero y le asentó el pelo, por sobre la oreja, donde la sangre aparecía coagulada y renegrida.
-Eso jase la sangre agua -dijo en aquel instante el señor Frasquito el Silguero, el cual, en uno de los ángulos del hondilón, en una silla retrepada contra el muro, entreteníase en pasar por el lomo a un enorme gato rabón, colocado sobre sus escuálidas piernas, la mano enjuta y renegrida como un sarmiento.
Todo, en este bendito país, se tiene que mestizar a la fuerza: las ovejas en las cabañas y las vacas en los rodeos, y la gente en todas partes, y si es cierto que el mejor toro es el que, de más lejos viene, seguro que, con el tiempo, no habrá morena por renegrida que sea, que no tenga nietos rubios.
Dominaba estas tristes cosas el esqueleto de la casa derrumbada, hendida por el rayo como por un lanzazo, renegrida por el incendio, con el techo en los cimientos, los cimientos hechos lodo por la humedad, las paredes trocándose lentamente en polvo.
No era más que humo: se consideraba subiendo en espiral renegrida, y siempre quemándose, siempre quemándose y consumiéndose, difundido ya, aniquilado, evaporado, acabado.
Uno, de facciones muy finas, con la tez morena, los ojos vivos y relucientes, la nariz algo más que aguileña y los labios de rojo intenso entre la barba renegrida, llevaba blusa y chiripá negros y en la cintura un ancho tirador todo cubierto de monedas de oro y de plata.
Y sin embargo ¡qué poca confianza deberían inspirar a la dueña de casa los labios rojos que relumbran como sangre, entre la espesa barba renegrida, dejando ver en cruel y sarcástica sonrisa, los dientes blancos y amenazadores, mientras que en los ojos irónicamente relucientes traslucen el invencible deseo!.
-¿Entonces no vas ya a jacelle la visita a la Olores? -preguntó el ventero a Antoñico, al par que acariciaba con su mano renegrida y huesosa las redondas ancas del caballo.
Y después de haber contemplado el panorama penetren los que nos siguen en la venta de San Cayetano, no sin quitarse antes el sombrero ante la imagen del Santo encerrada en una tosca hornacina, saluden a la ventera, una cuarentona renegrida por el sol y picardeada por sus tratos y contratos con la arriería andante, al ventero, un hombrecillo todo nervios y marrullerías, de solapado sonreír y de mirar malicioso, y como nunca por cortés condenóse ningún nacido, saluden también con un «A la paz de Dios, señores» a los en la venta congregados por la sed y por el cansancio, y oigan tras los saludos de rúbrica entre gente bien nacida, lo que dice el señor Antón el Zorzales al reanudar la interrumpida conversación, que dirige a su típico auditorio:.
Cuando penetró en el limpio patio del corralón Paco el Coquinas, brillaba todo en él, iluminado por el sol de la tarde, como de coral los floridos geráneos de los arriates y como de esmeraldas la enredadera que tendía sobre el muro sus a modo de faldellines de encajes, trasudaba el cubo en cristalino goteo sobre el limpísimo brocal del pozo, porraceaba, junto a éste, sobre el ladrillo de lavar, la señá Consuelo la renegrida ropa de su hombre, picoteaban acá y acullá algunas gallinas, desperezábase al sol un gato de morisca piel en graciosas ondulaciones, parecía de cristal purísimo el espacio, de zafir el horizonte, todo, en fin, parecía entonar al unísono un cántico a la vida.
Sus cabellos rubios desteñidos, y sus ojos claros de mirar impávido y cándido contrastan notablemente con la cabellera renegrida e hirsuta y los ojillos obscuros y vivaces de Petaca, que dos años mayor que su primo, de cuerpo bajo y rechoncho, es la antítesis de Cañuela a quien maneja y gobierna con despótica autoridad.
viendo los arcos de piedra renegrida y las misteriosas esculturas de.

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