Ejemplos con renegrido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entre las aves encontramos el hornero, el arañero cara negra, el tordo renegrido, la cardenalilla, el pico de plata, el cabecita negra, la torcacita, el jilguero, la tacuarita azul, el benteveo, el carpintero real, el chingolo, el zorzal colorado, el cardenal, entre otras.
Familia ICTERIDAE, Cacicus solitarius, boyero pico blanco, Cacicus chrysopterus, boyero ala amarilla, Icterus cayanensis, boyerito, Agelaius ruficapillus, varillero congo, Agelaioides badius, músico, Molothrus bonariensis, renegrido o morajú, Molothrus rufoaxillaris, tordo pico corto, Leistes superciliaris, pecho colorado,.
Renegrido ,- sucio ,- aún hermoso.
Susana observó rápidamente todo esto, porque la idea de escaparse cruzó por su mente en medio del vértigo de su rabia, como cruza el fulgor del relámpago el ámbito renegrido de la atmósfera cargada de tempestades.
Susana observó rápidamente todo esto, porque la idea de escaparse cruzó por su mente en medio del vértigo de su rabia, como cruza el fulgor del relámpago el ámbito renegrido de la atmósfera cargada de tempestades.
para ti un palacio que revista por fuera el aspecto de renegrido.
Un negrillo muchacho se presentó casi al mismo tiempo trayendo la dulce y fragante preparación de yerba paraguaya, contenida en un poro renegrido, rodeado de una ancha salvilla de plata, como era de usanza entre la gente rica de aquellos tiempos.
-Cuando le recogimos del duro suelo -decía la pobre mujer, llenos de lágrimas los ojos-, cuando pudimos ver sus cabellos empapados en sangre, desgarradas sus manos y el rostro macilento y renegrido como el de un muerto, confieso que sentí partírseme el corazón, cual si yo hubiese sido su hermana, su propia madre.
Es decir, calzando chinelas rojas, pantalones amarillos, una especie de abullonada falda-corsé de color verde y el renegrido cabello suelto sobre los hombros, como los de una mujer desesperada.
La luz del sol caía en el patio como tamizada por las verdes hojas del parral, las ramas del jazmín y de la madreselva tendían sobre los blancos muros a modo de caprichosos pabellones, brillaban en los limpios arriates casi todas las tintas con que Dios matizara las flores en los campos de Andalucía, trasudaba el renegrido cubo en cristalino goteo sobre el alto brocal del pozo, y sentada en una silla de pequeñas dimensiones en uno de los ángulos del patio, cosía cantando a media voz la bellísima bienamada de Antoñico el Cartagenero, y cosiendo y cantando seguía cuando la voz de la señora Pepa le anunció la visita de Joseíto el Cardenales.
Las pasiones fueron pocas veces turbulentas en Lima, porque ella cifraba entonces su nombradía en el ojo renegrido de las mujeres, y en las magníficas pestañas que concentrando el fuego de sus miradas, les dieron aquella vivacidad especial que las hizo tipo en su género.
La virginal pantalla de sus párpados, modestamente bajados, sujetaba la radiante luz de sus hermosos ojos de criolla, y cuando su madre la hizo conocer lo que de ella querían y le preguntó su parecer, tartamudeó su conformidad, balanceando el talle y retorciendo, turbada, la punta de la espesa trenza de su renegrido pelo.
Por supuesto, que en el paso de la cena y en el del prendimiento figuraban el rubio Judas, con un ají en la boca, y los sayones de renegrido rostro.
-¡Es verdad! - murmuré al ver penetrar en el establecimiento un hombre de unos cuarenta años, flaco, renegrido, ligeramente encorvado, vestido a la más elegante usanza del barrio, con el sombrero sobre la frente, las manos en los bolsillos de la chaqueta y el aspecto de persona ensombrecida y amargada por la vida.
Cuentan que así fue pasando de estancia en estancia, durante largo tiempo, el buey corneta renegrido, siempre cambiando de marca, sin que se le pudieran conocer las anteriores, admirándose los dueños de ver de repente aparecer en su hacienda este extraño animal tan desconocido, a pesar de ser de su propiedad, y poco a poco se volvieron todos los vecinos de aquellos pagos tan delicados para la carne ajena como si hubieran vivido en las costas del Gualichú, en tiempo de Rosas.
Un día que había mandado pedir rodeo a ese vecino, para ver si apartaba los animales de su propiedad antes que se los comiese todos, le llamó inmediatamente la atención al entrar entre la hacienda, un buey corneta renegrido, metido entre ella.
Desató el lazo, y apurando el caballo, ya la iba a alcanzar, cuando, pesadamente, entre dos cortaderas, se levantó, como un monumento, el enorme buey corneta, renegrido e impasible.
Tuvo a la fuerza que descansar unos cuantos días, durante los cuales, más de una vez, pasó por su memoria la figura del buey corneta, enorme, renegrido, con su mirada fatídica.
«¿De dónde habrá salido éste?» -pensó-, y aproximándose a él, para mirarle la marca, se quedó estupefacto al conocer la suya propia, admirablemente estampada y con toda nitidez en el pelo renegrido y lustroso del animal.
Aquella copla estaba pidiendo a voces una puñalada por contestación, y como no era el Carambuco hombre capaz de no dársela a quien así se la reclamaba, un momento después abrióse la puerta como si acabara de estrellarse una avalancha en el renegrido maderamen.
Media hora después, cuando nuestro héroe volvió a montar en su caballo, llevaba aprendido de labios del tío Antón todo cuanto deseaba conocer de la vida de Dolores: cómo la liviana pasión de ésta con el hijo del amo del lagar de Pizarrozo había tenido por resultante un rapaz, a la sazón un chavalete alto y espigado como un pino, cómo a la muerte de sus tíos -su único amparo en su desventura- había tenido que trabajar para ella y para su hijo en el lagar de los Puchetas, cómo envejecida, además de por el tiempo, por la lucha había perdido todos sus encantos, y cómo ya aquella imagen que aún de vez en cuando surgía de entre sus recuerdos gallarda y tentadora no era más que una hembra de cuerpo duro y filamentoso, de semblante renegrido y aviejado, incapaz de despertar un solo pensamiento de amor, y sí sólo una compasión infinita.

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