Ejemplos con relinchos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En demonología Beleth es un demonio, rey del Orden de los Poderes, cabalga un caballo pálido, cuyos relinchos suenan como trompetas.
Cuenta que cuando una mujer casada o comprometida, nativa o mestiza seducía o era conquistada por un misionero, por raro sortilegio, se convertía en un duende con cuerpo de mula, cabeza y pecho de mujer, que vagaba en las noche de luna llena asustando a los pobladores de los pueblos y caseríos, con sus relinchos espeluznantes y el ruido producido por sus cascos, al galopar sin rumbo por los alrededores.
Fortalecido por el contacto de estos dos testimonios de viril ciudadanía, que no le abandonarían mientras viviese, se juntaba con los otros igualmente pertrechados, y empezaba para él la vida juvenil y amorosa: las serenatas con acompañamiento di relinchos, los bailes, las excursiones a las parroquias que celebraban la fiesta de su santo patrón, donde se divertía tirando al galle con certeras pedradas, y sobre todo los , los tradicionales cortejos, la busca de novia, costumbre la más respetable de todas, que daba origen a riñas y muertes.
Por una de ojos negros y manos morenas se buscaban y se provocaban en la obscuridad de la noche con relinchos de desafío, se de lejos antes de venir a las manos.
Al cerrar la noche iban acudiendo por distintos caminos los del cortejo, unos en grupos, canturreando con acompañamiento de relinchos y cloqueos, otros solitarios, haciendo vibrar en su boca el zumbido del , un instrumento compuesto de dos laminillas de hierro que gruñía como un moscardón y les hacía olvidar la fatiga de la marcha.
Y toda la , tras esta invitación, abandonaba la casa, perdiéndose en la obscuridad sus pasos y relinchos.
Los dispersáronse en la sombra, sin gritos, relinchos ni canciones, como si volvieran de un entierro.
Los coraceros, llevando un chaleco amarillo sobre el pecho de acero, estaban sentados, con las piernas colgantes, en las puertas de los vagones-establos, de cuyo interior salían relinchos.
Su cólera fué la del caballo de labor que rompe los tirantes de la máquina de trabajo, eriza su pelaje con relinchos de locura y muerde.
Esto sí, de adentro, muy cerca aún, el maligno malacara respondía a sus desesperados relinchos, con un relinchillo a boca llena.
De la profundidad del monte, el malacara respondía a los relinchos vibrantes de su compañero, con los suyos cortos y rápidos, en que había sin duda una fraternal promesa de abundante comida.
A la cabeza de la fila formada por sus vasallos, el Emir balanceábase sobre las caderas, levantaba un pie y lanzaba relinchos bajo la mirada protectora de la Eufrasia, que, subida en un caramanchel, presidía la fiesta con toda la majestad de su busto corpulento.
Cuando las necesidades del servicio hacían transcurrir junto a esta barrera a las camareras rubias, de limpio delantal y albo gorro, los mozos contemplativos parecían desesperarse y un rumor de palabra mascadas y de relinchos contenidos agitaba su cuerpo.
Llegaba hasta Batiste el confuso rumor de un hervidero invisible, subían los relinchos y las voces desde el fondo del cauce.
De los corrales salía un discordante concierto animal: relinchos de caballos, mugidos de vacas, cloquear de gallinas, balidos de corderos, ronquidos de cerdos, un despertar ruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba cargada de acre perfume de vegetación, deseaban correr por los campos.
Partían de él relinchos desesperados, cacareos de terror, gruñidos feroces, pero la barraca, insensible a los lamentos de los que se tostaban en sus entrañas, seguía arrojando curvas lenguas de fuego por las puertas y las ventanas.
Solos quedaron don Quijote y Sancho, y, apenas se hubo apartado Sansón, cuando comenzó a relinchar Rocinante y a sospirar el rucio, que de entrambos, caballero y escudero, fue tenido a buena señal y por felicísimo agüero, aunque, si se ha de contar la verdad, más fueron los sospiros y rebuznos del rucio que los relinchos del rocín, de donde coligió Sancho que su ventura había de sobrepujar y ponerse encima de la de su señor, fundándose no sé si en astrología judiciaria que él se sabía, puesto que la historia no lo declara, sólo le oyeron decir que, cuando tropezaba o caía, se holgara no haber salido de casa, porque del tropezar o caer no se sacaba otra cosa sino el zapato roto o las costillas quebradas, y, aunque tonto, no andaba en esto muy fuera de camino.
No había bien acabado de decir estas razones Sancho, cuando llegaron a sus oídos relinchos de Rocinante, los cuales relinchos tomó don Quijote por felicísimo agüero, y determinó de hacer de allí a tres o cuatro días otra salida, y, declarando su intento al bachiller, le pidió consejo por qué parte comenzaría su jornada, el cual le respondió que era su parecer que fuese al reino de Aragón y a la ciudad de Zaragoza, adonde, de allí a pocos días, se habían de hacer unas solenísimas justas por la fiesta de San Jorge, en las cuales podría ganar fama sobre todos los caballeros aragoneses, que sería ganarla sobre todos los del mundo.
Veis también cómo los relinchos del caballo dan señales que va contento con la valiente y hermosa carga que lleva en su señor y en su señora.
Relinchos fortísimos iban y venían de un grupo a otro, como si los animales se dijeran: ¿Por qué nos han separado?.
-Atiende -le dijo a José el caballo blanco-, ahora voy a dar muchos saltitos y hacer piruetas, y esto le hará gracia a Bella-Flor, te dirá que quiere montar un rato, y tú la dejarás que monte, entonces yo me pondré a dar coces y relinchos, se asustará, y tú la dirás entonces que eso es porque no estoy hecho a que me monten las mujeres, y montándome tú, me amansaré, te montarás, y saldré a escape hasta llegar al palacio del Rey.
A todo esto, el mocetón del campanario no daba señales de cansarse: los relinchos no cesaban abajo, debían de pasar de tres docenas los cohetes disparados hasta entonces, y la carral de vino tinto, acostada sobre la pértiga, comenzaba a verse rondada por la sediente y animosa juventud.
¡Qué hermosas mañanas! El cura, cerrando los ojos, veia las oscuras acequias con sus rumorosos cañaverales, los campos con sus hortalizas que parecian sudar cubiertas de titilante rocio, las sendas orladas de brozas con sus timidas ranas, que, al ruido de pasos, arrojábanse con nervioso salto en los verdosos charcos, aquel horizonte que por la parte de mar se incendiaba al contacto de enorme hostia de fuego, los caminos desde los cuales se esparcia por toda la huerta chirrido de ruedas y relinchos de bestias, los fresales que se poblaban de seres agachados, que a cada movimiento hacian brillar en el espacio el culebreo de las aceradas herramientas, y los rosarios de mujeres que con cestas a la cabeza iban al mercado de la ciudad saludando con sonriente y maternal ¡bon dia! a la linda pareja que formaban la florista garbosa y avispada y aquel muchachote que con su excesivo crecimiento parecia escaparse por pies y manos del trajecillo negro y angosto que iba tomando un sacristanesco color de ala de mosca.
Fue aquello, pues, un caos de humo, de polvo, de rugidos, de lamentos, de relinchos, de llamas, de sangre, de cadáveres deshechos, cuyos miembros volaban todavía o volvían a la tierra entre balas, piedras y otros proyectiles, de caballos sueltos que huían coceando, de palos de ciego dados sobre amigos y enemigos por los lapezeños que aún seguían en pie, y de puñaladas, pistoletazos y pedradas, que venían de abajo, de arriba, de todas partes, como si hubiese llegado el fin del mundo.
Su hija se dispone a hacerle el dúo, cuando se oye en el corral un coro de relinchos y un ruido sobre los morrillos, como si avanzaran veinte caballos.
El ruido sobre los morrillos y los relinchos los producen las almadreñas y los pulmones de los mozos.
El coro contesta con relinchos a esta primera tirada de ''algarabía'', que así se llama técnicamente la introducción de los marzantes, y vuelve a continuar la voz pidiendo «morcillas en blanco, o aunque sea en negro,» y otras cosas por el estilo, hasta que concluye diciendo:.
Esta orden es acogida afuera con otro coro de relinchos, y al punto comienzan a cantar los marzantes, en un tono triste y siempre igual, un larguísimo romance que empieza:.
Cuando sabe que se han marchado, alborota la cocina a berridos, dale su padre un par de guantadas, interpónense el seminarista y su madre, apágase la lumbre, oscila la luz del candil, dormita la moza, maya perezoso el gato, caésele la pipa más de una vez de la boca al tío Jeromo, habla torpe sobre los fenómenos de la luz el seminarista, y cuando los relinchos de los marzantes se escuchan lejanos, hacia el fin de la barriada, desfila a paso tardo y vacilante la familia del tío Jeromo a buscar en el reposo del lecho el fin de tan risueña y placentera velada.

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