Ejemplos con preguntándole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aparece un niño preguntándole a un pollo el porque cruzó la calle.
Después de visitar con Paul Gauguin Montpellier donde fueron a ver la colección de Alfred Bruyas en el Museo Fabre, Van Gogh escribió a su hermano Theo, preguntándole si podría encontrar una copia de una litografía del cuadro.
De pronto el marido se encaró con el médico, y preguntándole broncamente:.
Después se había reído preguntándole si había aprendido aquellos usos en el club de regatas.
De un salto estaba Pedro a la portezuela del carruaje, al lado de Sol, preguntándole a Ana qué se le ofrecía.
Miró Sol a Lucía, como preguntándole, a Lucía, que estaba en pie al lado de la cama, duros los labios y los brazos caídos.
Le habló, preguntándole de dónde venía, y el joven sólo supo contestar vagamente con su habitual timidez: Luego calló, como si estas palabras le costasen inmenso esfuerzo.
El tío Frasquito iba a replicar muy disgustado, pero Jacobo le atajó la palabra, preguntándole:.
Y no era posible explicarse más, porque la tertulia se enzarzó y vinieron otros amigos que empezaron a reír y a bromear, tomándole el pelo a Federico Ruiz con aquello de los castillos y preguntándole con seriedad si los había estudiado todos sin que se le escapase alguno en la cuenta.
La miró atentamente, preguntándole que qué hacía allí y en qué pensaba, y por fin Mauricia desplegó sus labios de esfinge, y dijo estas palabras que le produjeron a Belencita una corriente fría en el espinazo:.
Evaristo, preguntándole con mucho interés por su salud, a lo que respondió el anciano con mucha viveza: Ya ve usted meses llevo así un día caigo, otro me levanto ¡ meses! Nada, que viene un día en que la máquina dice, ‘hasta aquí llegamos, compañero’ y no se empeñe usted en remendarla, ni echarle aceite.
Tiembla Fortunata, y él le coge una mano preguntándole por su salud.
Rita y Manolita obligaban al primo a fijarse en los retratos que las representaban apoyadas en una silla o en una columna, actitud clásica que por aquel tiempo imponían los fotógrafos, y Nucha, abriendo un álbum chiquito, se lo puso delante a don Pedro, preguntándole afanosamente:.
Tan deshecha y acabada le parecía al capellán la señorita, que un día se atrevió, venciendo recelos inexplicables, a llamar aparte a don Pedro, preguntándole en voz entrecortada si no sería bueno avisar al señor de Juncal, para que viese.
No olvida en Santiago, donde su llegada se glosa, donde su historia en los Pazos adquiere proporciones leyendarias, donde el éxito de las elecciones, la partida del capellán, el asesinato del mayordomo, se comentan, se adornan, entretienen al pueblo casi todo un mes, y donde las gentes le paran en la calle preguntándole qué ocurre por allá, qué sucede con Nucha Pardo, si es cierto que su marido la maltrata y que está muy enferma, y que las elecciones de Cebre han sido un escándalo gordo.
Entónces le habló la misma persona, preguntándole:.
Un poco más adelante, ya osaron algunos acercársele y detenerlo, alargándole la mano y preguntándole por la salud.
Sin duda creyó Leonora ser verdad lo que su marido le decia, pensando ántes que la fortaleza del ungüento, y no lo que habia visto, le tenia en aquel trance, y respondiéndole que haria lo que la mandaba, mandó al negro que luego al punto fuese a llamar a sus padres, y abrazándose con su esposo, le hacia las mayores caricias que jamas le habia hecho, preguntándole qué era lo que sentia, con tan tiernas y amorosas palabras, como si fuera la cosa del mundo que mas amaba.
Digo pues que una siesta de las del verano pasado, estando cerradas las ventanas, y yo cogiendo el aire debajo de la cama del uno dellos, el poeta se comenzó a quejar lastimosamente de su fortuna, y preguntándole el matemático de qué se quejaba, respondió que de su corta suerte.
Dióla Calvete, y Teodoro cubrió con ella al mozo, preguntándole de dónde era, de dónde venia y adónde caminaba.
Y estando los dos en sus pláticas, las demas criadas que estaban escondidas por diversas partes de la casa, una de aquí otra de allí, volvieron a ver si era verdad que su amo habia despertado, y viendo que todo estaba sepultado en silencio, llegaron a la sala donde habian dejado a su señora, de la cual supieron el sueño de su amo, y preguntándole por el músico y por la dueña, les dijo dónde estaban, y todas con el mismo silencio que habian traido, se llegaron a escuchar por entre las puertas lo que entrambos trataban.
Preguntándole por qué, respondió que habia boticario que por no atreverse ni osar decir que faltaba en su botica lo que recetaba el médico, por las cosas que le faltaban ponia otras, que a su parecer tenian la misma virtud y calidad, no siendo así, y con esto la medicina mal compuesta obraba al reves de lo que habia de obrar la bien ordenada.
No les pareció mal a los dos amigos la relacion del asturianillo, ni les descontentó el oficio, por parecerles que venia como de molde para poder usar el suyo con cubierta y seguridad, por la comodidad que ofrecia de entrar en todas las casas, y luego determinaron de comprar los instrumentos necesarios para usalle, pues lo podian usar sin exámen: y preguntándole al asturiano qué habian de comprar, les respondió que sendos costales pequeños, limpios, o nuevos, y cada uno tres espuertas de palma, dos grandes y una pequeña, en las cuales se repartia la carne, pescado y fruta, en el costal el pan, y él les guió donde lo vendian, y ellos del dinero de la galima del frances lo compraron todo, y dentro de dos horas pudieran estar graduados en el nuevo oficio segun les ensayaban las esportillas, y asentaban los costales, avisóles su adalid de los puestos donde habian de acudir: por las mañanas a la carnicería y a la plaza de San Salvador, los dias de pescado a la Pescadería y a la Costanilla, todas las tardes al rio, los juéves a la feria.
Ayudóle a levantar don Quijote y Tomé Cecial, su escudero, del cual no apartaba los ojos Sancho, preguntándole cosas cuyas respuestas le daban manifiestas señales de que verdaderamente era el Tomé Cecial que decía, mas la aprehensión que en Sancho había hecho lo que su amo dijo, de que los encantadores habían mudado la figura del Caballero de los Espejos en la del bachiller Carrasco, no le dejaba dar crédito a la verdad que con los ojos estaba mirando.
Ahora digo dijo don Quijote que no ha sido sabio el autor de mi historia, sino algún ignorante hablador, que, a tiento y sin algún discurso, se puso a escribirla, salga lo que saliere, como hacía Orbaneja, el pintor de Úbeda, al cual preguntándole qué pintaba, respondió: Lo que saliere.
Pero dejémosle aquí, que no faltará quien le socorra, o si no, sufra y calle el que se atreve a más de a lo que sus fuerzas le prometen, y volvámonos atrás cincuenta pasos, a ver qué fue lo que don Luis respondió al oidor, que le dejamos aparte, preguntándole la causa de su venida a pie y de tan vil traje vestido.
Saliéronle al encuentro, y, preguntándole por don Quijote, les dijo cómo le había hallado desnudo en camisa, flaco, amarillo y muerto de hambre, y suspirando por su señora Dulcinea, y que, puesto que le había dicho que ella le mandaba que saliese de aquel lugar y se fuese al del Toboso, donde le quedaba esperando, había respondido que estaba determinado de no parecer ante su fermosura fasta que hobiese fecho fazañas que le ficiesen digno de su gracia.
Desta manera me parece a mí, Sancho, que debe de ser el pintor o escritor, que todo es uno, que sacó a luz la historia deste nuevo don Quijote que ha salido: que pintó o escribió lo que saliere, o habrá sido como un poeta que andaba los años pasados en la corte, llamado Mauleón, el cual respondía de repente a cuanto le preguntaban, y, preguntándole uno que qué quería decir Deum de Deo, respondió: Dé donde diere.
Hízolo así don Quijote, y, preguntándole qué le había sucedido y de qué tenía miedo, le respondió Sancho que todos aquellos árboles estaban llenos de pies y de piernas humanas.
De cuando en cuando daba Sancho unos ayes profundísimos y unos gemidos dolorosos, y, preguntándole don Quijote la causa de tan amargo sentimiento, respondió que, desde la punta del espinazo hasta la nuca del celebro, le dolía de manera que le sacaba de sentido.

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