Ejemplos con podrás

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Es que nunca podrás quererme?.
Lo que no podrás negarte es a darme razones.
¿No te podrás aguardar una quincena por darme gusto? ¿Qué vas hacer tú en España? Meterte en León, y vegetar, vegetar.
Luego podrás marcharte a Barcelona, y yo yo iré a juntarme contigo.
¡Ay, si hubiera triunfado don Carlos! ¡Si no hubiésemos tenido traidores! ¿Verdad, Gabriel? Tú, que hiciste la guerra lo mismo que yo, podrás decir si tengo razón.
Y para demostrar que la religión es fuente de toda grandeza, los más ilustres escritores llevaban hábitos de sacerdote Adivino lo que podrás argüírme.
Pero no podrás menos de concederme que algo indica y algo merece el amor propio que se doblega hasta hacer esta confesión, y que no es caritativo ni cristiano retirar a quien quiere salir del charco la mano que puede ayudarle El padre Cifuentesañadió con triste sonrisa, con ser más que tú, me ha concedido ambas cosas.
Así no podrás decir nunca que te engañé.
Ahora mucho orden y mucha economía, y así podrás ir tirando.
Aunque sea en la sala te podrás quedar.
¿Crees que no te leo yo los pensamientos? ¡Qué podrás tú disimular delante de mí! Pues no, no te sales con la tuya.
De modo que dejándola que se explaye a su gusto en todo lo que sea el mete y saca de la vida doméstica, podrás conservar tu independencia en lo demás.
¿Ahora sales con eso? Tú podrás haber perdido parte de la fe, pero toda no se pierde nunca.
podrás creerlo o no creerlo, como un enfermo puede tomar o no la medicina que el médico le da.
Podrás darte en ella unos atracones de lectura.
Así será, dijo Halima, porque el viérnes, cuando esté el cadí haciendo la zala en la mezquita, le haré entrar acá dentro, donde le podrás hablar a solas, y si te pareciere darle indicios de mi deseo, haráslo por el mejor modo que pudieres.
—No sé qué te diga, Ricardo, replicó Leonisa, ni qué salida se tome al laberinto donde, como dices, nuestra corta ventura nos tiene puestos: solo sé decir que es menester usar en esto lo que de nuestra condicion no se puede esperar, que es el fingimiento y engaño, y así digo que de tí daré a Halima algunas razones que ántes la entretengan que desesperen: tú de mí podrás decir al cadí lo que para seguridad de mi honor y de su engaño vieres que mas convenga, y pues yo pongo mi honor en tus manos, bien puedes creer dél que le tengo con la entereza y verdad que podia poner en duda tantos caminos como he andado y tantos combates como he sufrido: el hablarnos será fácil, y a mí será de grandísimo gusto el hacello, con presupuesto que jamas me has de tratar cosa que a tu declarada pretension pertenezca, que en la hora que tal hicieres, en la misma me despediré de verte, porque no quiero que pienses que es de tan pocos quilates mi valor, que ha de hacer con él la cautividad lo que la libertad no pudo: como el oro tengo de ser con el favor del cielo, que miéntras mas se acrisola, queda con mas pureza y mas limpio: conténtate con que he dicho que no me dará como solia fastidio tu vista, porque te hago saber, Ricardo, que siempre te tuve por desabrido y arrogante, y que presumias de tí algo mas de lo que debias: confieso tambien que me engañaba, y que podria ser que hacer ahora la esperiencia me pusiese la verdad delante de los ojos el desengaño, y estando desengañada, fuese con ser honesta mas humana: véte con Dios, que temo no nos haya escuchado Halima, la cual entiende algo de la lengua cristiana, o a lo ménos de aquella mezcla de lenguas que se usa, con que todos nos entendemos.
—Ricaredo, estáme atento a lo que decirte quiero: la reina mi señora te mandó fueses a servirla, y a hacer hazañas que te hiciesen merecedor de la sin par Isabela: tú fuiste, y volviste cargadas las naves de oro, con el cual piensas haber comprado y merecido a Isabela, y aunque la reina mi señora te la ha prometido, ha sido creyendo que no hay ninguno en su corte que mejor que tú la sirva, ni quien con mejor título merezca a Isabela, y en esto bien podrá ser se haya engañado: y así llegándome a esta opinion que yo tengo por verdad averiguada, digo que ni tú has hecho cosas tales que te hagan merecer a Isabela, ni ninguna podrás hacer que a tanto bien te levante, y en razon de que no la mereces, si quisieres contradecirme, te desafío a todo trance de muerte.
—Haz cuenta, traidor y desalmado hombre, quien quiera que seas, que los despojos que de mí has llevado, son los que pudiste tomar de un tronco o de una coluna sin sentido, cuyo vencimiento y triunfo ha de redundar en tu infamia y menosprecio, pero el que ahora pretendes no le has de alcanzar sino con mi muerte: desmayada me pisaste y aniquilaste, mas ahora que tengo brios, ántes podrás matarme: que si ahora despierta sin resistencia concediese con tan abominable gusto, podrias imaginar que mi desmayo fué fingido, cuando te atreviste a destruirme.
Tomas de Avendaño, que soy yo, y de aquí podrás ir coligiendo y averiguando que te he dicho verdad en cuanto a la calidad de mi persona, y que te la diré en cuanto de mi parte te tengo ofrecido, y quédate adios, que hasta que ellos se vayan no pienso volver a esta casa.
Aquí pudieras tambien preguntarme qué gusto o provecho saca el demonio de hacernos matar las criaturas tiernas, pues sabe que estando bautizadas, como inocentes y sin pecado se van al cielo, y él recibe pena particular con cada alma cristiana que se le escapa: a lo que no te sabré responder otra cosa, sino lo que dice el refran, que tal hay que se quiebra dos ojos, porque su enemigo se quiebre uno, y por la pesadumbre que da a sus padres, matándoles los hijos, que es la mayor que se puede imaginar, y lo que mas le importa es hacer que nosotras cometamos a cada paso tan cruel y perverso pecado: y todo esto lo permite Dios por nuestros pecados, que sin su permision yo he visto por esperiencia que no puede ofender el diablo a una hormiga, y es tan verdad esto, que rogándole yo una vez que destruyese una viña de un mi enemigo, me respondió que ni aun tocar a una hoja della podia, porque Dios no queria, por lo cual podrás venir a entender, cuando seas hombre, que todas las desgracias que vienen a las gentes, a los reinos, a las ciudades y a los pueblos, las muertes repentinas, los naufragios, las caidas, en fin, todos los males que llaman de daño, vienen de la mano del Altísimo y de voluntad permitente: y los daños y males que llaman de culpa, vienen y se causan por nosotros mismos.
No tengas pena, señora: de aquí a mañana respondió Leonela yo pensaré qué le digamos, y quizá que, por ser la herida donde es, la podrás encubrir sin que él la vea, y el cielo será servido de favorecer a nuestros tan justos y tan honrados pensamientos.
Ruégale tú que se sirva de darte a entender cómo podrás poner por obra lo que te manda, que ella es tan buena que sí hará.
Todas las que quisieres podrás volver respondió Agi Morato, que mi hija no dice esto porque tú ni ninguno de los cristianos la enojaban, sino que, por decir que los turcos se fuesen, dijo que tú te fueses, o porque ya era hora que buscases tus yerbas.
Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría, y siendo sabio no podrás errar en nada.
Bien puede ser eso replicó Ricote, pero yo sé, Sancho, que no tocaron a mi encierro, porque yo no les descubrí dónde estaba, temeroso de algún desmán, y así, si tú, Sancho, quieres venir conmigo y ayudarme a sacarlo y a encubrirlo, yo te daré docientos escudos, con que podrás remediar tus necesidades, que ya sabes que sé yo que las tienes muchas.
Llega Cipión a África, tropieza en saltando en tierra, tiénenlo por mal agüero sus soldados, pero él, abrazándose con el suelo, dijo: No te me podrás huir, África, porque te tengo asida y entre mis brazos.
Finge que te ausentas por dos o tres días, como otras veces sueles, y haz de manera que te quedes escondido en tu recámara, pues los tapices que allí hay y otras cosas con que te puedas encubrir te ofrecen mucha comodidad, y entonces verás por tus mismos ojos, y yo por los míos, lo que Camila quiere, y si fuere la maldad que se puede temer antes que esperar, con silencio, sagacidad y discreción podrás ser el verdugo de tu agravio.
Y estás obligado a hacer esto por una razón sola, y es que, estando yo, como estoy, determinado de poner en plática esta prueba, no has tú de consentir que yo dé cuenta de mi desatino a otra persona, con que pondría en aventura el honor que tú procuras que no pierda, y, cuando el tuyo no esté en el punto que debe en la intención de Camila en tanto que la solicitares, importa poco o nada, pues con brevedad, viendo en ella la entereza que esperamos, le podrás decir la pura verdad de nuestro artificio, con que volverá tu crédito al ser primero.
De esa manera, Antonio, bien podrás hacernos placer de cantar un poco, porque vea este señor huésped que tenemos quien, también por los montes y selvas hay quien sepa de música.

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