Ejemplos con podré

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Caballero es que yo no podré pagarle a usted lo que le debo hasta que encontremos a Miranda.
¡Tampoco aquí podré estar sólo para morir en paz!.
Pero debo advertirle que hasta dentro de una semana no podré resolverlo.
Así,pensaba yome salvaré, y no podré decirle nunca que la amo.
Hay gente mala ¡eres muy muchacho, y bueno es que sepan que tienes esto para defenderte! Ponte la ropa, vístete de charro, quiero verte, porque mañana no podré venir.
¿Cuándo te vas? ¿Mañana? No podré ir a decirte adiós.
Y podré salir por ahí mostrando mis manos manchadas con la sangre de los adúlteros y decir a gritos: ‘Aprended de mí, maridos, a defender vuestro honor.
Si me descuidopensó con gran ansiedad, me cogerá la muerte, y no podré hacer esto ¡qué gran idea! Ocurrírseme tal cosa es señal de que voy a ir derecha al Cielo Pronto, pronto, que la vida se me va.
Si no lo hago, Dios mío, me va a ser imposible ser ángel, y no podré tener santidad.
¡Qué contenta estoy, Señor, qué contenta! Yo bien sé que nunca podré alternar con esa familia, porque soy muy ordinaria, y ellos muy requetefinos, yo lo que quiero es que conste, que conste, sí, que una servidora es la madre del heredero, y que sin una servidora no tendrían nieto.
¡Ay, Cristo, qué remordimiento tan grande! Iré con este peso a todas partes, y no podré ni respirar.
Me persiguen, yo no sé si podré defenderme, soy débil, ayúdeme usted’.
Pero si me habla usted de esa manera, no podré seguir, tendré que retirarme.
No podré, no podrépensaba al dormirsehacer esta comedia mucho tiempo.
Dile cómo estoy y que no la podré ver hasta mañana.
El pobrecillo es un bendito de Dios, pero no le podré querer aunque viva con él mil años.
Mas lo que yo podré hacer por serviros es lo que ahora diré: corred y decid a vuestro padre que se entretenga en esa batalla lo mejor que pudiere, y que no se deje vencer en ningún modo, en tanto que yo pido licencia a la princesa Micomicona para poder socorrerle en su cuita, que si ella me la da, tened por cierto que yo le sacaré della.
Podré yo verme en la región de olvido, de vida y gloria y de favor desierto, y allí verse podrá en mi pecho abierto cómo tu hermoso rostro está esculpido.
Las nuevas que te podré dar, ¡oh amigo Anselmo! dijo Lotario, son de que tienes una mujer que dignamente puede ser ejemplo y corona de todas las mujeres buenas.
De modo que, por estas razones y por otras muchas que te pudiera decir para acreditar y fortalecer la opinión que tengo, deseo que Camila, mi esposa, pase por estas dificultades y se acrisole y quilate en el fuego de verse requerida y solicitada, y de quien tenga valor para poner en ella sus deseos, y si ella sale, como creo que saldrá, con la palma desta batalla, tendré yo por sin igual mi ventura, podré yo decir que está colmo el vacío de mis deseos, diré que me cupo en suerte la mujer fuerte, de quien el Sabio dice que ¿quién la hallará? Y, cuando esto suceda al revés de lo que pienso, con el gusto de ver que acerté en mi opinión, llevaré sin pena la que de razón podrá causarme mi tan costosa experiencia.
Mira, Sancho respondió don Quijote: si el consejo que me das de que me case es porque sea luego rey, en matando al gigante, y tenga cómodo para hacerte mercedes y darte lo prometido, hágote saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, porque yo sacaré de adahala, antes de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino, para que la pueda dar a quien yo quisiere, y, en dándomela, ¿a quién quieres tú que la dé sino a ti?.
Sólo le daba pesadumbre el pensar que aquel reino era en tierra de negros, y que la gente que por sus vasallos le diesen habían de ser todos negros, a lo cual hizo luego en su imaginación un buen remedio, y díjose a sí mismo: ¿Qué se me da a mí que mis vasallos sean negros? ¿Habrá más que cargar con ellos y traerlos a España, donde los podré vender, y adonde me los pagarán de contado, de cuyo dinero podré comprar algún título o algún oficio con que vivir descansado todos los días de mi vida? ¡No, sino dormíos, y no tengáis ingenio ni habilidad para disponer de las cosas y para vender treinta o diez mil vasallos en dácame esas pajas! Par Dios que los he de volar, chico con grande, o como pudiere, y que, por negros que sean, los he de volver blancos o amarillos.
Los vaqueros y cabreros que andan por estas montañas, movidos de caridad, me sustentan, poniéndome el manjar por los caminos y por las peñas por donde entienden que acaso podré pasar y hallarlo, y así, aunque entonces me falte el juicio, la necesidad natural me da a conocer el mantenimiento, y despierta en mí el deseo de apetecerlo y la voluntad de tomarlo.
Por amor de Dios, señor mío, que no vea yo en cueros a vuestra merced, que me dará mucha lástima y no podré dejar de llorar, y tengo tal la cabeza, del llanto que anoche hice por el rucio, que no estoy para meterme en nuevos lloros, y si es que vuestra merced gusta de que yo vea algunas locuras, hágalas vestido, breves y las que le vinieren más a cuento.
Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera.
Pero tiempo podrá venir en que se enmiende esa falta, y no dura más en hacerse la enmienda de cuanto quiera vuestra merced ser servido de venirse conmigo a mi aldea, que allí le podré dar más de trecientos libros, que son el regalo de mi alma y el entretenimiento de mi vida, aunque tengo para mí que ya no tengo ninguno, merced a la malicia de malos y envidiosos encantadores.
No podré hacer eso respondió Sancho, porque, en apartándome de vuestra merced, luego es conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresaltos y visiones.
¡Desdichado de mí! respondió Sancho, si acaso esta aventura fuese de fantasmas, como me lo va pareciendo, ¿adónde habrá costillas que la sufran? Por más fantasmas que sean dijo don Quijote, no consentiré yo que te toque en el pelo de la ropa, que si la otra vez se burlaron contigo, fue porque no pude yo saltar las paredes del corral, pero ahora estamos en campo raso, donde podré yo como quisiere esgremir mi espada.
Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo, sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea, su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha, su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía, su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas.

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