Ejemplos con negror

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Aunque no fuese todavía muy remota la hora meridiana, estaba el aposento casi obscuro, tal era al exterior el aguacero y el negror del cielo.
El negror de la barba realzaba su interesante palidez, y su abatimiento la asemejaba a las cabezas muertas del Bautista, tan valientes en su claro obscuro, que creó nuestra trágica escuela nacional de pintura.
La sofocación del día anterior y la pesadumbre recientemente recibida habían dado a su rostro un tinte violáceo y como enfermizo que parecía aumentar el negror de sus fieros ojos y afilarle la nariz y hacerle más grande la vasta frente.
Llamaban la atención en ella su tez morena y descolorida, sus ojos de profundo negror, la nariz correctísima, la boca incomparable y la frente hermosa aunque pequeña.
No se notaba sino el negror de la noche, cerrada, profunda.
Experimentaba misteriosa sensación de algo que, en los rumores sombríos de la anticuada sala, se alzaba en incierta forma, chispas fosfóricas resplandecían entre el negror confuso.
Decidió, pues, callar por lo pronto, y de modo disimulado ir aflojando en el asedio de la muchacha con toda la rapidez que le permitiera su decoro, porque no era cosa razonable el ir a jugarse la piel con un mozo que ya llevaba en la conciencia tan negro bagaje y, sobre todo, no estando él, como no estaba, la chaveta perdida por la muchacha, que si él había puesto en ella sus ojos, habíalo hecho más que pensando en el negror de sus grandes pupilas de antílope febril y en su cuerpo maravillosamente cincelado, acordándose de que el Calderero tenía una cuadra de muletos que quitaba las tapaderas de los sentidos, una huerta en el camino de San José, donde los melones que se daban eran más dulces y jugosos que los de Almogía, y, además, en la calle de los Cristos un corralón con más habitaciones que celdillas tiene un panal, no siendo más que una la heredera de tan privilegiada fortuna.
Y como no son los cincuenta años edad apropiada para tales desaciertos, ocurrió, como era de temer, que en el día en que sacamos a relucir de nuevo al señor Francisco, era éste un purí con todas las de la ley, que habíansele por su mal arqueado la espina y abombado enormemente el abdomen, el negror de su pelo, ya más que escaso, era, de modo tal, áspero y tornasolado que delataba hasta vista de pájaro su química procedencia, su dentadura salida de su faltriquera, andaba a cachetes con sus ojos hundidos y siempre lacrimosos, y con su nariz por bajo de cuyos cartílagos brotábale una selva de pelos blancos, en sus mejillas entrelazábanse las arrugas en geométricos y complicadísimos dibujos, y sus piernas, adelgazadas y débiles, eran ya menos que insuficientes a sostener el torso grande y ventrudo.
El mar era extendida tela de un azul puro, refulgente, allá a lo lejos, los montes adquirían tonos de amatista, y los escollos, que otros días tenían un negror sombrío y tétrico, eran, bajo las últimas caricias del sol, de un rojo de caoba, veteado del verde de las vegetaciones marinas.
El contrasentido de las palabras no está en las ideas, porque el mundo estaba alumbrado con el negror de su alma.
Tendría unos diez años, el pelo sombrío, greñoso, abundante, rebelde, la cara de un color moreno agitanado, las pupilas de un negror nocturno, que ahora encristalaba en llanto, temblante en las pestañas.
De arrogante figura, tez cetrina, ojos de fuego y terciopelo, barba de intenso negror y un bosque de descuidados rizos coronando la bella cabeza, Matías es grave y sentencioso a fuer de moro natural y ni se alaba de sus proezas, ni echa por tierra a nadie.

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