Ejemplos con negrura

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La cosmovisión de Hardy es atea y de un radical y obsesivo pesimismo, de invasora negrura.
Pero al noreste, los isabelinos ven rasgar la negrura los últimos fogonazos producidos por los soldados de Oráa que están consiguiendo salir de Barabia a la llanura mientras que al este, por donde cae Arquijas, el resplandor de las enormes hogueras encendidas por Córdova para incinerar a sus muertos ilumina el cielo.
Aunque existen documentos que atestiguan la verdad de ciertos hechos que se cuentan en el libro, el ambiente presentado en el texto y la contextualización de los actos históricos resulta de una negrura y negatividad casi inverosímiles.
Cuentan que cada año por la noche de San Juan,a la media noche, una dama desnuda aparece arriba de la torre del castillo de Montsoriu con una antorcha encendida en la mano izquierda y en la otra con un cuerno de caza que al sonido del mismo, aparece un caballero con un caballo negro, monta a la Dama Roja en su grupa y desaparecen en la negrura de la noche.
Veía una rueda, una enorme rueda, inmensa como el globo terráqueo, perdiéndose su parte más alta en las nubes, hundiéndose el arco inferior entre el polvo sideral que brillaba en la negrura celeste.
Al dulce sopor de antes, blando y vacío como la nada, fue sucediendo un sueño poblado de visiones incoherentes, de imágenes de fuego vibrantes sobre un fondo de intensa negrura, de tormentos que arrancaban a su pecho gemidos de miedo y alaridos de angustia.
Un lazo de color de rosa pendía sobre su pecho a guisa de corbata, un ramito de hierbas asomaba a una de sus orejas, y el sombrero de cinta bordada a flores echado sobre el cogote dejaba en libertad una onda de rizos cayendo sobre el rostro moreno, enjuto, malicioso, animado por la luz de unos ojos africanos, de intensa negrura.
Cantó cuanto quiso, se guardó la pistola con aire de vencedor, pero luego, a la salida, en la negrura de los campos, cuando los se dispersaban con de irónica despedida, dos certeras pedradas salidas de la sombra dieron con el bravucón en el suelo, y durante varios días dejó de acudir al cortejo por no mostrarse con la cabeza entrapajada.
Entre tanta negrura, una niña, con voz débil, hilo de cristal acuoso en la sombra, canta entonadamente, cual una princesa:
Rió de la sobriedad de Ferragut, que aclaraba con agua la rojiza negrura del vino italiano.
La noche le envolvía con todas las asechanzas de una selva virgen, mientras brillaba ante sus ojos una gran ciudad coronada de diamantes eléctricos, esparciendo en la negrura del espacio un halo de incendio.
Estos pulpos del Acuario no eran mas que habitantes ribereños de las costas mediterráneas, parientes pobres de los calamares gigantescos que alumbran con su fuego azul de planetas devoradores la lúgubre negrura de la noche oceánica.
No se veía más que la negrura exterior, que apenas contrastaba la confusa penumbra del andén, el farolillo del guarda que lo recorría, y los mustios reverberos aquí y allí esparcidos.
Al alzarse el velo para enjugarlas, Ojeda vio un triángulo de arrugas en las comisuras de sus ojos, un cerco de negrura cadavérica en torno de ellos.
Más allá de la baranda, el misterio: una intensa negrura que devoraba el resplandor eléctrico, no dejándole avanzar más que algunas pulgadas en sus entrañas sombrías, espumarajos fosforescentes, rumor sordo de fuerzas invisibles que avisaban su presencia con choques y rebullimientos.
En Cabo Verde y en Sierra Leona llegaban las gentes a la más extrema negrura y las tierras parecían quemadas.
La marinería, al limpiar las cubiertas, habían salpicado con su mangueo algunos escarpines de charol que marchaban titubeantes sin encontrar su camino y cuya negrura estaba constelada de manchas de ceniza y de champán.
El cielo está pálido, la negrura ha ascendido de los barrancos a las cumbres, los bancales, las viñas, los almendros se confunden en una mancha informe.
Destacan en la negrura la mancha blanca de la calva y los trazos de la blanda gorguera, sus mejillas están secas, arrugadas, y sus ojos, puestos en anchos y redondos cajos, miran con melancolía a quien frente por frente a él va embujando palabras en las cuartillas.
¿Necesitaré describir este joven? Es alto, va vestido de negro, lleva una cadenita de oro, en alongados eslabones, que refulge en la negrura, como otra idéntica que lleva el consejero Corral, pintado por Velázquez.
La ventanilla está elevada hasta el comedio, por el espacio abierto, en la negrura intensa del cielo, una estrella fulgura, ya blanca, ya azul, ya violeta, ya anaranjada, en rápidos, en vivos, en misteriosos cambiantes.
Y mientras la luna le acaricia el lomo, y se ve por el contraste del perfil luminoso toda la negrura de su cuerpo, el monstruo, con cabeza de mujer, estará devorando rosas.
Los que apenas se marcaban en el infinito se aproximan al inventarse un nuevo anteojo, y tras ellos surgen en la negrura del espacio otros y otros, y así por los siglos de los siglos.
Peinaba graciosamente sus cabellos, y solía adornarse con alguna flor, de ordinario con entreabierto capullo de rosa, purpúreo o blanco, que hacía parecer más intensa la negrura de aquel pelo sedoso, negro como las alas del cuervo.
El estertor fatigoso, la inmovilidad del enfermo, las sombras cadavéricas que se extendían sobre el rostro, marcando sus huecos con triste negrura y haciendo destacar fúnebremente el perfil de la nariz, acabaron con la serenidad del pobre viejo, arrancándole un grito que parecía salirle del alma:.
Toda la estancia se llenó de una negrura triste y severa.
No consentía la oscuridad distinguir más que sus imponentes proporciones, escondiéndose las líneas y detalles en la negrura del ambiente.
Hacía una mañana hermosísima, sobre todo para aquellos felices mortales que no tuvieran fijos sus ojos en la negrura del revuelto mar de las pasiones, sino que hubiesen preferido salir al campo a espaciar su vista y su alma por el sublime templo de la Naturaleza, por la pintada Tierra, llena de prodigios, por la rutilante bóveda del Cielo, y por el propio cielo de una conciencia suficientemente limpia para poder reflejar las misteriosas visiones de lo Infinito.
Después abrió la ventana que daba a la huerta, y poniendo los codos en el antepecho de ella, contempló la inmensa negrura de la noche.
En fin, su grandeza, su contoneo, su negrura y su acompañamiento pudiera y pudo suspender a todos aquellos que sin conocerle le miraron.

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