Ejemplos con mujercillas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Bailad tranquilos, granujas alegres e insolentes, mirad la , burgueses bondadosos, reíd como gallinas cacareadoras, mujercillas que celebráis las contorsiones de los monigotes! Todos ignoráis que el volcán ruge a pocos pasos de vosotros, no sabéis que hay un hombre que prepara la más horrible de las tragedias, y mañana, cuando salga en los periódicos la extensa relación de lo ocurrido, no podréis imaginaros que la fiera en figura humana que mató al rival, a la novia y hasta a la mamá, si es que se decide a bajar, era el joven dulce y simpático que, pálido como un muerto, estaba hecho un poste cerca del cafetín.
Tienes razon, y has de saber que este alguacil tenia amistad con un escribano con quien se acompañaba: estaban los dos amancebados con dos mujercillas, no de poco mas o ménos, sino de ménos en todo: verdad es que tenian algo de buenas caras, pero mucho de desenfado y de taimería putesca: estas les servian de red y de anzuelo para pescar en seco, en esta forma: vestíanse de suerte que por la pinta descubrian la figura, y a tiro de arcabuz mostraban ser damas de la vida libre: andaban siempre a caza de estranjeros, y cuando llegaba la vendeja a Cádiz y a Sevilla, llegaba la huella de su ganancia, no quedando breton con quien no embistiesen: y en cayendo el grasiento con alguna destas limpias, avisaban al alguacil y al escribano adónde y a qué posada iban, y en estando juntos les daban asalto y los prendian por amancebados, pero nunca los llevaban a la cárcel, a causa que los estranjeros siempre redimian la vejacion con dineros.
A no haberle añadido esas puntas y collar dijo don Quijote, por solamente el alcahuete limpio, no merecía él ir a bogar en las galeras, sino a mandallas y a ser general dellas, porque no es así comoquiera el oficio de alcahuete, que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada, y que no le debía ejercer sino gente muy bien nacida, y aun había de haber veedor y examinador de los tales, como le hay de los demás oficios, con número deputado y conocido, como corredores de lonja, y desta manera se escusarían muchos males que se causan por andar este oficio y ejercicio entre gente idiota y de poco entendimiento, como son mujercillas de poco más a menos, pajecillos y truhanes de pocos años y de poca experiencia, que, a la más necesaria ocasión y cuando es menester dar una traza que importe, se les yelan las migas entre la boca y la mano y no saben cuál es su mano derecha.
Lo que suelen hacer algunas mujercillas simples y algunos embusteros bellacos es algunas misturas y venenos con que vuelven locos a los hombres, dando a entender que tienen fuerza para hacer querer bien, siendo, como digo, cosa imposible forzar la voluntad.
Pero las mujercillas, y los hombres de afeminadas condiciones,.
¡Oh gentes! ¡Oh mujercillas! ¡Oh soldados!.
Mas el concepto que los Seleucienses formaron fue que Esopo había sido un sabio, viendo que Surenas presentaba por delante el cabo de alforja en que se contenían las obscenidades milesíacas, cuando en pos de sí traía una Síbaris Pártica en tanto número de concubinas como las que conducía en sus carros, siendo su ejército, al parecer, como las víboras y las culebras, porque las partes anteriores, y que primero aparecían, eran feroces y terribles, estando cercadas de lanzas, de arcos y de caballos, y luego la cola remataba en rameras, en crótalos, en cantos y en nocturnas disoluciones con infames mujercillas.
Por de contado, de los graves cargos que a éste se hacían, aunque él los negaba, de que por dinero defendía causas en el Senado, de que era injusto con los aliados, de que adulaba a mujercillas, y, finalmente, de que era encubridor de gente mala, ninguno, ni aun con falsedad, se hizo jamás a Nicias.
Y fue la doctrina que huyese de mujercillas, porque a una me acabarían vida y hacienda, y que pues tenía buen entendimiento me sería muy fácil conocer quién me quería a mí o a mis dineros, y a todo esto ayudaba mi amigo el portugués valientemente.
-Digo que es muy gran picardía lo que conmigo se ha usado, y que a no estar este caballero delante yo enseñara cómo se me había de tratar, y que estos ardides son de mujercillas de mal vivir.
-Señor caballero, si en efecto lo es usted, puede saber que la curiosidad indiscreta es gravísimo defecto, propio más bien de mujercillas y hombres bajos, que de gente noble y principal.

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