Ejemplos con mandando

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Vadim Yakovlev es un veterano de la Primera Guerra Mundial mandando una brigada Cosaca encuadrada en el ejército blanco del General Antón Denikin en Ucrania.
Sam es muy diferente a lo que parece ser valiente y luchará por salvar a su planeta de que el mundo sea destruido mandando a los demonios de vuelta al infierno.
A pesar de las hostilidades en curso en Sur, Michael Collins, ahora mandando el Ejército del Gobierno Provisional, y Jack Lynch, comandante de las fuerzas antitratado, decidió que ellos deben combinar fuerzas para aliviar a los Católicos del Norte quien ellos creyeron estaban siendo victimizados en un pogromo organizado por los protestantes.
Cuando Liniers llegaba al pretil de La Merced, viendo Beresford parado bajo el arco de la Recova Vieja, caer muerto a su ayudante Kenner, hizo con la espada señal de retirada y replegando sus tropas entró en la fortaleza, mandando levantar el puente.
Una vez que fuera un matrimonio combinado por motivos políticos, cuando esa alianza dejo de servirle, engendró un estrategia para librarse de la duquesa, haciéndola ser apañada con un joven escudero, y mandando asesinar al joven casal como venganza.
Más tarde el mismo año, Harrison y Starr animarían a sus seguidores, en los álbumes Living in the Material World y Ringo respectivamente, a unirse al Jim Keltner Fun Club mandando un elefante con nombre y apellido a una dirección de Hollywood, mofándose de McCartney.
Lisa confiesa que ella hacía las llamadas, ya que se había estado mandando cartas con un niño brasileño llamado Ronaldo, pero que él había desaparecido misteriosamente del hogar para niños en donde vivía.
participa en la Tercera Guerra Macedónica, a las órdenes de su cuñado Lucio Emilio Paulo Macedónico, mandando el cuerpo de desembarco que ataca a Perseo de Macedonia.
No obstante, pasado algun tiempo i bien considerada la materia con otras razones de congruencia, se resolvió, que usando el rei de las facultades concedidas por la Santa, Sede a los monarcas de España, para mudar, estender o restrinjir los límites de los obispados de lndias, se declarase, o que la asignacion de la ciudad de la Concepcion, hecha a favor del obispado de la Imperial, fue i es con todos sus términos i tierras contenidas desde ella hasta el rio Maule o entenderla mandando que todos lo curatos, fieles i diezmos de su comprehension, quedasen subordinados al reverendo obispo de la Concepcion, i el señor don Felipe V, ordenó se estendiesen las órdenes correspondientes a este fin.
Es entonces cuando la Agencia actúa, mandando a personas con poderes sobrenaturales capaces de destruir esos monstruos que no son otra cosa que el subconsciente de Haruhi Suzumiya.
Desdentado Es el patriarca y líder de la familia, se la pasa mandando a su hijo colorado, ha estado en la cárcel, sin embargo salio en libertad condicional, y si Colorado muere debe regresar a la cárcel según Sheriff, el policía.
Teodorico I entra en la península y acabó con el movimiento vagauda mandando a luchar contra él, al príncipe Frederico que contó con el apoyo romano.
Le veía en su memoria, lo mismo que se lo había imaginado en las ilusiones crédulas de su niñez, mandando a los hombres a su voluntad, pudiendo enviar unos a la horca y perdonando a otros, según su capricho, sentado a la mesa de los monarcas y jugando con ellos a la baraja, igual que podía hacerlo él con un amigo en la taberna de San José, tratándose tú por tú, y cuando no estaba en la corte, era señor absoluto en barcos de hierro de los que escupen humo y cañonazos ¿Y su célebre abuelo don Horacio? Pep le había visto pocas veces, y sin embargo, temblaba aún de respeto al recordar su aspecto señorial, su cara grave, limpia de sonrisas, y el gesto imponente con que acompañaba sus bondades.
Veinte años había sido el jefe de una enorme explotación agrícola y ganadera, mandando a centenares de hombres en varias estancias.
Batirse no ofrecía para él dificultades, pero libremente o mandando a otros, pues su carácter se encabritaba ante todo lo que significase disciplina.
Tòni le había contado sus aventuras en el golfo de California mandando una pequeña goleta que servía de transporte a los insurrectos de las provincias septentrionales alzados contra el gobierno de Méjico.
Cualquiera que le tropezase en aquella hora le diputaría por un inglesote de los muchos que llegan a Sarrió mandando barcos unas veces, otras a reconocer cotos mineros o a montar alguna industria.
Únicamente por la noche, en el silencio del claustro alto, aquellos matrimonios que se reproducían y morían entre las piedras de la catedral osaban repetirse las murmuraciones del templo, la interminable maraña de chismes que crecía sobre la monótona existencia eclesiástica, lo que los canónigos murmuraban contra Su Eminencia y lo que el cardenal decía del cabildo, guerra sorda que se reproducía a cada elevación arzobispal, intrigas y despechos de célibes amargados por la ambición y el favoritismo, odios atávicos que recordaban la época en que los clérigos elegían a sus prelados, mandando sobre ellos, en vez de gemir, como ahora, bajo la férrea presión de la voluntad arzobispal.
Con el ansia cariñosa con que recibe todo el que tiene gana de charlar a cualquiera que puede servir de auditorio, recibió el viejo a Jacobo, mandando al punto poner otro cubierto en la mesa Necesitaba él desahogarse, porque el berrenchín, el bochorno que había pasado el día anterior aún no le había salido del cuerpo.
Sobre las dos gradas que formaban el presbiterio había, a la izquierda del retablo, una especie de armario de cristales, embutido en la pared, donde se guardaban reliquias: allí se dirigió Currita, mandando a Germán que abriese la puerta.
El tío Frasquito no podía ya con las piernas, y esforzábase en vano por discurrir algo parecido a la hazaña de Churruca en Trafalgar, cuando privado también de una de las suyas por una bala de cañón, siguió mandando el combate desde el puente del navío metido en un tonel de afrecho.
Hizo entonces una valiente protesta en que sacó a relucir sus leales opiniones alfonsinas, y mandando a un viejo empleado en la contaduría de la casa que guiase a sus habitaciones a aquellas gentes y presenciara el registro, retiróse dignamente a la sala de billar, seguida de sus doncellas como una reina de sus damas: allí hizo traer a los dos niños, Lilí y Paquito, y abrazándolos tiernamente y sentándolos en sus rodillas, parecía parodiar el triste grupo de la reina María Antonieta, refugiándose con sus hijos en un rincón de las Tullerías, invadidas por el populacho.
Se armó tal zaragata, que tuvo que intervenir Ido con frases de concordia, y Segunda manoteaba, echando la culpa al calzonazos de su hermano, y este increpaba a Encarnación, y la chiquilla daba de rechazo contra Maxi, y fue tal el vocerío que hubo de presentarse en la puerta, que estaba abierta, Estupiñá, y penetró en la casa con ademanes policiacos, mandando callar a todo el mundo y amenazando con traer una pareja.
Creeríase que Juan Pablo las estrujaba con los codos, después de acribillarlas con su dialéctica, y cuando cogía un lápiz y trazaba números con febril mano sobre el mármol, para probar que no debe haber presupuesto, parecía un Fouquier de Thinville firmando sentencias de muerte y mandando carne a la guillotina.
Él estaba mandando oro y más oro.
Guillermina recorría toda la , desde la puerta del cuarto de Severiana hasta la de la calle, dando órdenes, inspeccionando el público y mandando que se pusieran en última fila las individualidades de uno y otro sexo que no tenían buen ver.
La otra galera, viendo tan mal suceso, con mucha priesa le dió cabo, y le llevó a poner debajo del costado del gran navío, pero Ricaredo que tenia los suyos prestos y lijeros, que salian y entraban como si tuvieran remos, mandando cargar de nuevo la artillería, los fué siguiendo hasta la nave, lloviendo sobre ellos infinidad de balas.
Mandóselos volver al punto Roque Guinart, y, mandando poner los suyos en ala, mandó traer allí delante todos los vestidos, joyas, y dineros, y todo aquello que desde la última repartición habían robado, y, haciendo brevemente el tanteo, volviendo lo no repartible y reduciéndolo a dineros, lo repartió por toda su compañía, con tanta legalidad y prudencia que no pasó un punto ni defraudó nada de la justicia distributiva.
Roque, que atendía más a pensar en el suceso de la hermosa Claudia que en las razones de amo y mozo, no las entendió, y, mandando a sus escuderos que volviesen a Sancho todo cuanto le habían quitado del rucio, mandándoles asimesmo que se retirasen a la parte donde aquella noche habían estado alojados, y luego se partió con Claudia a toda priesa a buscar al herido, o muerto, don Vicente.
¡Ay dijo entonces Sancho Panza, y cuán no pensados sucesos suelen suceder a cada paso a los que viven en este miserable mundo! ¿Quién dijera que el que ayer se vio entronizado gobernador de una ínsula, mandando a sus sirvientes y a sus vasallos, hoy se había de ver sepultado en una sima, sin haber persona alguna que le remedie, ni criado ni vasallo que acuda a su socorro? Aquí habremos de perecer de hambre yo y mi jumento, si ya no nos morimos antes, él de molido y quebrantado, y yo de pesaroso.

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