Ejemplos con mandaran

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Como el presidente del Banfield era militar, hizo que al mes lo mandaran de nuevo a Buenos Aires, a trabajar de mozo en el casino de oficiales que estaba en Pichincha y Garay.
De ahí que dichas autoridades mandaran levantar la primitiva ermita.
que le mandaran lejos, lejos, a Filipinas por ejemplo, poniendo así la mayor distancia posible entre el adorable cuerpo de la señora y la mano impía del esposo.
En verdad, la melaza romántica no se avenía con las asperezas del deber social y católico, pero yo entraba por todo, y cuando mi Obdulia salía con la tecla del matrimonio, yo le aseguraba que en cuanto me mandaran los papeles.
Fue menester que los padres mandaran en seguimiento del exaltado chico a dos hombres de confianza, los cuales lograron detenerle a mitad del camino, y para sujetarle rigurosamente, impidiendo una nueva catástrofe, don Santiago le llevó a Toledo y le puso interno en la Academia de Infantería.
Agradecidos a su bondad quisimos recompensarle, pero no consintió en admitir nada, y como los gendarmes le mandaran que avivase el paso de las caballerías para marchar más a prisa, él, sabiendo cuánto daño hacía al paciente la celeridad de la carrera, fingió enfermedades en el escuálido ganado y desperfectos en el viejo coche para justificar el tardo paso con que andaba.
Más le agradaba que la mandaran lavar, brochar los pisos de baldosín, limpiar las vidrieras y otros menesteres propios de criadas de escalera abajo.
Pero el pueblo parecía dispuesto a colarse sin que se lo mandaran.
¿Cuándo se ha visto que el que ha de ser mandado haga las leyes? ¿Sería justo que nuestros criados nos mandaran? Aquí no hay Rey ni Dios.
¡Oh malaventurado escudero, alma de cántaro, corazón de alcornoque, de entrañas guijeñas y apedernaladas! Si te mandaran, ladrón desuellacaras, que te arrojaras de una alta torre al suelo, si te pidieran, enemigo del género humano, que te comieras una docena de sapos, dos de lagartos y tres de culebras, si te persuadieran a que mataras a tu mujer y a tus hijos con algún truculento y agudo alfanje, no fuera maravilla que te mostraras melindroso y esquivo, pero hacer caso de tres mil y trecientos azotes, que no hay niño de la doctrina, por ruin que sea, que no se los lleve cada mes, admira, adarva, espanta a todas las entrañas piadosas de los que lo escuchan, y aun las de todos aquellos que lo vinieren a saber con el discurso del tiempo.
En esto se armó lo de África, tentome un poco el patriotismo y otro poco la ambición, conseguí, bajo cuerda y sin que lo supiera mi mujer, que me mandaran allá, fuime, haciéndola creer que me obligaban a ello, volví de comandante acabada la guerra, destináronme a Barcelona con el regimiento a que pertenecía, y entre si me convenía más dejar aquí la familia o llevarla conmigo, enviudé, vilo todo de un solo color, y ese muy negro, disipáronse de repente todas mis ambiciones, pedí el retiro, concediéronmele, y quedéme en Villavieja donde había vivido muchos años, habían nacido mis hijos, y poseían, por herencia de su madre, media docena de tejas y cuatro terrones.
Chisco, sin decir una palabra, ató el Canelo con un cordel que llevaba liado a la cintura, y mandó a Chorcos que hiciera otro tanto con la perruca, antojándoseme a mí que había leído en la actitud sobresaltada de aquellos nobles animales, la confirmación de los supuestos de Pito, al cual advirtió, con la amenaza de amarrarle a él también si no tomaba en serio la advertencia, que no hiciera cosa alguna sin que se la mandaran hacer.
La pidió que la mandaran a la cárcel, que les firmaba cualquier cosa, pero ella ya no soportaría más porque tenía una punción en el estómago, le dolían los oídos, así era que continuamente se desmayaba y cuando la regresaban otra vez al pie de, la cama donde la picaneaban, que era una cama elástica de metal, le hacían tocar los cables y cuando lo hacía le pasaban corriente, cuando esto ocurría le volvían las convulsiones.
Habíamos dejado la tropa en un potrero pastoso, antes de que nos mandaran para la costa, a hacer noche y descansar en un puesto.
Para todo lo que le pedían ahí estaba siempre listo para cualquier trabajo que le mandaran, dispuesto siempre a agachar el lomo y a remover la tierra.
Le había caído en gracia Sapito, lo había visto muchas veces trabajando en la estancia donde estaba conchabado el padre, siempre dispuesto, alegre, risueño, obedeciendo sin rezongar cualquier cosa que le mandaran, y le había gustado.
Rosita se dejaba ver por allí alguna vez, soñolienta, deseando que la mandaran traer algo, o prestar cualquier servicio.
¿Cuándo se ha visto que el que ha de ser mandado haga las leyes? ¿Sería justo que nuestros criados nos mandaran? Aquí no hay Rey ni Dios.
Sin que se lo mandaran les ayudó, poniendo en ello toda su energía muscular, que no era mucha, y cuando quedó terminada felizmente la operación, tiráronle al suelo una perra chica.
Hallábase entonces de cónsul Luculo, y aunque estaba mal con Pompeyo y ambicionaba para sí la Guerra Mitridática, puso empeño en que se mandaran los fondos que reclamaba por temor de que se diera este pretexto a Pompeyo, que deseaba retirarse de la guerra de Sertorio y tenía vuelto el ánimo a la de Mitridates, en que le parecía haber mayor gloria y ser éste enemigo más domeñable.
Cuando despertó, nadie tampoco lo llamó, ni le dijo nada, pero le parecía estar hacía tiempo ya en la estancia, y, sin que le mandaran, cumplió con lo que ya consideraba su obligación.
Entonces el califa Harún Al-Raschid se encaró con todos ellos y les dijo desde el trono en que estaba sentado: ¡Hice que os mandaran venir aquí para que examinéis a esta adolescente en lo que afecta a la variedad y profundidad de sus conocimientos, y no perdonéis nada que contribuya a que resalte a la vez vuestra erudición y su saber! Y todos los sabios respondieron, inclinándose hasta tierra y llevando las manos a sus ojos y a su frente: ¡El oído y la obediencia a ti y a Alah, ¡oh Emir de los Creyentes!.

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