Ejemplos con hiperbólicas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ésta puede ser reconocida por la mención de Ahura Mazda, ausente en el original, y por frases hiperbólicas como No impondré mi monarquía sobre ninguna nación.
Los metales permiten ser procesados con esquinas y ángulos estrechos, en cambio los polímeros tienden a formar filos menos agudos debido a sus características moléculares, por ello es más eficiente el diseño de una geometría final con ángulos suaves o formas parabólicas e hiperbólicas.
La ecuación de la velocidad es muy similar a la obtenida en las trayectorias hiperbólicas con la diferencia de que la expresión para es positiva.
La catedral tiene planta de cruz latina, formada por ocho parábolas hiperbólicas.
John Stephen Walther, en Hewlett-Packard, generalizó más el algoritmo, permitiendo calcular funciones hiperbólicas, exponenciales, logaritmos, multiplicación, división, y la raíz cuadrada.
Era un erudito en anuncios de específicos y catálogos de farmacia: conocía todos los remedios, y siempre tenía uno, el último lanzado a la circulación, que le merecía hiperbólicas alabanzas, al mismo tiempo que abrumaba con sus ferocidades verbales a los ladrones inventores de los otros.
Y acaban por creerlo a ojos cerrados, y el deseo de regresar a la tierra de la esperanza es cada vez más imperioso, hasta que al fin se embarcan con iguales o mayores ilusiones que la primera vez Y allá van, revueltos con los neófitos de la emigración, y ellos, los desengañados y maldicientes de poco antes, son ahora lo mismo que los veteranos que reaniman a los reclutas en las veladas del vivac con hiperbólicas historias.
En cambio acostumbraba a propinarse cuantos remedios absurdos le aconsejaban las muchas mujerucas que acudían diariamente a su casa para sacarle los cuartos con viles e hiperbólicas adulaciones.
A media mañana se me presentó un día , compungida y bien abarrotada de locuciones hiperbólicas y laberínticas, , anunciándome, , la visita de la divina Madre.
Se me olvidó decir que en los tenebrosos y amargos días de mi enfermedad fue la apertura de Cortes, y en el acto solemne leyó don Amadeo el acostumbrado discurso, como todos los del ritual, enfático y pedantesco, henchido de vanas promesas y preñado de hiperbólicas esperanzas.
Como se ve, el candoroso don Ángel, al volver mohíno y desalentado del campo administrativo de Orleans, se prendaba de las doctrinas hiperbólicas y del bíblico estilo de Roque Barcia.
En la casa expresaba su culto con retóricas de un espiritualismo sutil, y declamaciones hiperbólicas, parafrásticas, imitadas del gran modelo de oratoria, en la calle, alguna vez que se encontraban casualmente, saliendo Teresa de la casa de Jerónima, no se atrevía el buen Tuste a darle convoy, temeroso de que la compañía de un hombre humildísimo mermara el decoro de tan gran señora, y a propósito de esto tuvieron en cierta ocasión unas palabras que merecen transcribirse.
No es cosa averiguada enteramente si la fiesta causó en la opinión pública todo el efecto que la marquesa había soñado, pero no tiene duda que concurrieron a su casa aquella noche muchas y muy distinguidas gentes, que bailaron mucho y que devoraron mucho más, que hubo hiperbólicas ponderaciones, en variedad de tonos y estilos, para la casa y para sus moradores, por el buen gusto, por la riqueza, por lo de los salones y por lo del comedor, que al día siguiente soltaron en los papeles públicos los cronistas obligados de fiestas como aquélla, toda la melaza de su trompetería de hojaldre, para declarar, urbi et orbi, que los marqueses de Montálvez eran los más ricos, los más distinguidos, los más amables marqueses de la cristiandad y sus islas adyacentes, y su hija, la joven más bella, más espiritual y más elegante que se había visto ni se vería en los fastos de la humanidad distinguida, es decir, del «buen tono», en virtud de todo lo cual, aquel baile debía repetirse para gloria de la casa, ejemplo de otras por el estilo, y recreo de la encopetada sociedad madrileña, y finalmente, que se contaron por miles los duros que costó aquel elegante jolgorio, y que el marqués tuvo necesidad de meter, por segunda vez, la cuchara en la olla grande para pagarlos, por los consabidos temores a la usura y las propias repugnancias a las deudas.
Mucho apóstrofe, mucha amenaza en broma, mucho mote y mucha injuria de chanza, risitas picaronas y carcajadas a la fuerza, y ellos entrando poco a poco en medio de la algarabía, con excusas irónicas, hiperbólicas protestas y algún epigrama cruel que se perdió en el estruendo, y así hasta la sala, después de haber sido despojados violentamente en el camino de los sombreros y de los quitasoles.
En la casa expresaba su culto con retóricas de un espiritualismo sutil, y declamaciones hiperbólicas, parafrásticas, imitadas del gran modelo de oratoria, en la calle, alguna vez que se encontraban casualmente, saliendo Teresa de la casa de Jerónima, no se atrevía el buen Tuste a darle convoy, temeroso de que la compañía de un hombre humildísimo mermara el decoro de tan gran señora, y a propósito de esto tuvieron en cierta ocasión unas palabras que merecen transcribirse.
Al pronunciar Lucila mi nombre se arrancó el jesuita con estas hiperbólicas alabanzas: «¡Ah, el señor Liviano! Mucho gusto en verle.
A media mañana se me presentó un día Doña Gramática, compungida y bien abarrotada de locuciones hiperbólicas y laberínticas, ore rotundo, anunciándome, a fuer de solícita embajadora, la visita de la divina Madre.
Ella siguió haciendo nudos y más nudos, y no respondió a mis alabanzas sino echándome otras tan hiperbólicas que me ofendían.
Brindé con los dos mozones, y canté alabanzas hiperbólicas a la bravura de Pito, para que Tona las oyera bien, con lo cual y el tostadillo, se puso el alabado que ardía, y allí mismo pidió por mujer a la hija de Facia, que no hacía más que llorar, así fue que Tona, colorada como un pimiento por lo uno y angustiada por lo otro, llamó a Pito «jastialón desvergonzau», y no alcanzó mejor respuesta la fogosa demanda del rendido pretendiente.
¡Qué diferente lo hallé del tipo que yo me había formado oyendo las descripciones hiperbólicas que me habían hecho de él sus admiradores en América!.

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