Ejemplos con hiperbóreos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ya la mitología griega hablaba de los Hiperbóreos, gigantes que vivían más allá de los vientos del norte y dentro de sus mitos encontramos grandes referencias a gigantes, entre ellos los titanes, incluyendo a Prometeo, que dio el fuego a los hombres.
Apolo luego escondió la flecha en el país de los hiperbóreos y la recuperó una vez que Zeus hubo perdonado este acto una vez que Apolo hubo servido al rey Admeto.
Yo deduzco que sí hay hombres Hiperbóreos, es decir, más allá del Bóreas, los habrá también más allá del Noto o Hipernotios.
Tampoco negamos que la alegoría de Osiris y Tiphón se hubiese representado en la vieja Europa, sin embargo, vamos más lejos, tenemos derecho a pensar en los Hiperbóreos y en sus Cultos Solares junto con sus Dragones e Infiernos.
Sus familias, o mejor diré, su familia, pues era una misma la de ambos, se jactaba, no sin fundamento, de descender de los primitivos atlantes, que habían emigrado muchos siglos hacía, cuando se hundió en el mar la Atlántida, y que, yendo unos por mar siempre, habían llevado a Egipto la cultura, mucho antes de la civilizadora expedición de Osiris, mientras que otros, conocidos después con el nombre de hiperbóreos, desembarcando en Francia, habían difundido la luz y fundado florecientes Estados, caminando hacia Oriente hasta más allá de las montañas Rifeas, e influyendo, por último, en el despertar a la vida política y culta de los arios y de los semitas.
Pero ¿qué lengua hablaban estos protoscitas o hiperbóreos, cuyo centro y foco civilizador fue un París de hace seis o siete mil años lo menos? Hablaban la lengua euskara, vulgo vascuence.
Los galos y sus bardos y druidas, poetas y sacerdotes, lo enseñaron todo, pero su misma ciencia era ya reflejo confuso y recuerdo no completo de la ciencia que poseyeron, en el centro del país fértil y hermoso que hoy se llama Francia, antes de la venida de los celtas, otros hombres más primitivos y excelentes que llamaremos hiperbóreos o protoscitas.
Yo no extrañaría que un hombre aficionado a fábulas e invenciones como Heraclides, a la relación verdadera de la toma de la ciudad hubiera añadido de suyo lo de los Hiperbóreos y lo del Gran Mar.
De este infortunio y de esta pérdida parece que se difundió al punto un rumor oscuro por toda la Grecia, pues Heraclides Póntico, que poco más o menos vivió por aquella edad, en su libro Del alma dice que desde occidente vino la noticia de que un ejército de los Hiperbóreos, que vino de la parte de afuera, se apoderaba de la ciudad griega-romana, fundada allí sobre el Gran Mar.
XIII. Otra historia corre sobre este punto entre griegos y bárbaros igualmente. Aristeas, natural de Proconeso, hijo de cierto Caistrobio y poeta de profesión, decía que por inspiración de Febo había ido hasta los Isedones, más allá de los cuales añadía que habitaban los Arimaspos, hombres de un solo ojo en la cara, y más allá de estos están los Grifes que guardan el oro del país, y más lejos que todos habitan hasta las costas del mar los Hiperbóreos. Todas estas naciones, según él, exceptuados solamente los Hiperbóreos, estaban siempre en guerra con sus vecinos, habiendo sido los primeros en moverla los Arimaspos, de cuyas resultas estos habían echado a los Isedones de su tierra, los Isedones a los escitas de la suya, y los cimerios que habitaban vecinos al mar del Sur, oprimidos por los escitas, habían desamparado su patria.
Creo que bastará lo dicho acerca de los Hiperbóreos, pues no quiero detenerme en la fábula de Abráis, quien dicen era de aquel pueblo, contando aquí cómo dio vuelta a la tierra entera sin comer bocado, cabalgando sobre una saeta.
Volviendo a las doncellas de los Hiperbóreos, desde que murieron en Delos suelen, así los mancebos como los jóvenes, antes de la boda cortarse los rizos, y envueltos alrededor de un huso, los deponen sobre el sepulcro de las dos doncellas, que está dentro de Artemisio o templo de Diana, a mano izquierda del que entra, y por más señas en él ha nacido un olivo.
Pero viendo los Hiperbóreos que no volvían a casa sus enviados, y pareciéndoles cosa dura tener que perder cada vez más a sus anuos diputados, pensaron con esta mira llevar sus ofrendas en aquellos manojos de trigo hasta sus fronteras, y entregándolas a sus vecinos, pedirles que las pasasen a otra nación, y así corriendo de pueblo en pueblo dicen que llegaron de Delos a su destino.
Añaden los Delios, que antes de esto los Hiperbóreos enviaron una vez con aquellas sacras ofrendas a dos doncellas llamadas, según dicen, Hipéroque la una y Laódice la ora, y juntamente con ellas a cinco de sus más principales ciudadanos para que les sirviesen de escolta, a quienes dan ahora el nombre de Perférees, conductores, y son tenidos en Delos en grande estima y veneración.
Pero los que hablan más largamente de ellos son los Delios, quienes dicen que ciertas ofrendas de trigo venidas de los Hiperbóreos atadas en hacecillos, o bien unos manojos de espigas como primicias de la cosecha llegaron a los escitas, y tomadas sucesivamente por los pueblos vecinos y pasadas de mano en mano, corrieron hacia Poniente hasta el Adria, y de allí destinadas al Mediodía los primeros griegos que las recibieron fueron los Dodoneos, desde cuyas manos fueron bajando al golfo de Melea y pasaron a Eubea, donde de ciudad en ciudad las enviaron hasta la de Caristo, dejando d enviarlas a Andro, porque los de Caristo las llevaron a Teno, y los de Teno a Delos: con este círculo inmenso vinieron a parar a Delos las ofrendas sagradas.
Hesíodo, con todo, habla de los Hiperbóreos, y también Homero en los epígonos, si es que Homero sea realmente autor de tales versos.
Nada dicen de los pueblos Hiperbóreos ni los escitas ni los otros pueblos del contorno, a no ser los Isedones, quienes tampoco creo que nada digan, pues nos lo repetirían los escitas, así como nos repiten lo de los Monóculos.
Todas estas naciones, según él, exceptuados solamente los Hiperbóreos, estaban siempre en guerra con sus vecinos, habiendo sido los primeros en moverla los Arimaspos, de cuyas resultas estos habían echado a los Isedones de su tierra, los Isedones a los escitas de la suya, y los cimerios que habitaban vecinos al mar del Sur, oprimidos por los escitas, habían desamparado su patria.

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