Ejemplos con fragancia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El juez evalúa las entradas que buscan calidades deseables tales como formas de la flor nuevas, los colores de la flor, demostración de la flor en contraste con su follaje, fragancia, duración del periodo de floración, y tolerancias a enfermedades o la resistencia a los parásitos.
Produce buena fragancia de sus flores blancas, al principio huelen a almendras.
En los diseños tradicionales el contenedor está provisto de una tapa con agujeros por los cuales se libera lentamente la fragancia.
Esta orquídea florece entre junio y agosto, con una a diez flores con fragancia que abren a la vez.
Picuado, zona de producción en España: Córdoba, características del fruto: Aceite afrutado con regusto de almendra, sabor fresco, con toque a manzana y dulce fragancia.
La canción I'm a Terrible Person, perteneciente a su primer álbum: Rooney, fue utilizada para el comercial de la nueva fragancia de Carolina Herrera, CH.
Las flores viejas tornan a rosa y desarrollan una fragancia fuerte.
Su delicada fragancia y la belleza de sus flores la hacen muy apreciada para el jardín y como flor cortada.
Se lo usa como fragancia y como saborizante.
Da unas flores blancas o amarillentas y que despiden una peculiar fragancia.
La leyenda señala que entre las diez y media y las once de la noche entran sus padres en la habitación a luz de candil, y perciben una fragancia y olor suave no acostubrados allí, y al acercarse su madre para comprobar como se había acomodado Miguel Juan en el lecho improvisado de aquella noche, lo encuentra durmiendo, pero, según la leyenda local, ve admirada que por debajo de la capa paterna asomaban dos pies cruzados.
Ante la posteridad, ante la historia, todo gran pueblo debe aparecer como una vegetación cuyo desenvolvimiento ha tendido armoniosamente a producir un fruto en el que su savia acrisolada ofrece al porvenir la idealidad de su fragancia y la fecundidad de su simiente.
De todo el coro de aromas se formaba uno solo, penetrante, fortísimo, que se subía a la cabeza, como si fuera la fragancia de una rosa no más, pero rosa enorme, encendida, que exhalaba de su boca de púrpura hálito fascinador y mortal.
Es fama que, para dar al champaña su fragancia, destilan en cada botella, por un procedimiento desconocido, tres gotas de un licor misterioso.
Allí unos huevos duros, o blanquillos, que venían recostados, cada uno en su taza de güiro, sobre unas yerbas de grata fragancia, que olían como flores.
La condesa encontró en la escalera, prestas a salir de paseo, a la generala y a sus hijas, dos ángeles acabados de salir del colegio de York, en Inglaterra, que comenzaban a perder en la atmósfera viciada de los salones su perfume natural de candor y pureza, como pierden su sana fragancia el romero y el tomillo encerrados en una caja de almizcle.
Su boquita de ángel se entreabrió un momento para dejar escapar su secreto, como deja escapar una flor su fragancia, y de nuevo tornó a bajar los ojos, poniéndose más y más encarnada, y guardando silencio, con una cándida sonrisa dibujada sobre los labios.
Doblegábanse los nispereros con el peso de los amarillos racimos cubiertos de barnizadas hojas, asomaban los albaricoques entre el follaje como rosadas mejillas de niño, registraban los muchachos con impaciencia las corpulentas higueras, buscando codiciosos las brevas primerizas, y en los jardines, por encima de las tapias, exhalaban los jazmines su fragancia azucarada, y las magnolias, como incensarios de marfil, esparcían su perfume en el ambiente ardoroso impregnado de olor de mies.
Tendió la vista por la sala y pudo contemplar, desde luego, el Madrid heterogéneo de siempre, en que la virtud y el vicio se mezclan en amigable consorcio, representando la historia eterna de la manzana podrida que comunica a las sanas su podredumbre y sus gusanos, sin tomar de ellas ni el sabor exquisito, ni la fragancia saludable, la indecorosa y dañina mescolanza de grandes nombres y grandes vergüenzas, honras sin tacha y reputaciones escandalosas, revestidas todas con el mismo brillante barniz de formas elegantísimas, barajadas y confundidas por el mismo apetito ciego de placeres, por los mismos impulsos necios de vanidad, por el mismo afán irresistible de sacudir el ocio, de distraer el tedio, espantosa y continua tentación de los grandes y de los ricos, que les arrastra a todas sus extravagancias y les lleva a todos sus extravíos.
Jamás Viena corriendo hacia el Práter, Berlín hacia el Linden, París hacia el Bosque, habían presentado espectáculo tan original y pintoresco como el que ofrecía a la puesta del sol aquella inmensa avalancha de trenes lujosísimos, la mayor parte descubiertos, atestados de mujeres de todos tipos, de todas edades, con trajes de colores vivos, mantillas blancas o negras, peinetas de teja y flores en la cabeza, en el pecho, en las manos, en los asientos y portezuelas de los coches, en las frontaleras de los caballos y en las libreas de los cocheros, confundiéndose, sin atropellarse, en aquella baraúnda ordenadísima, carruajes, caballos, jinetes, arneses, prendidos, libreas, cocheros con la fusta enarbolada, lacayos con los brazos cruzados, retintines de bocados y crujidos de látigos, efluvios de primavera y perfumes de tocador, olor a búcaro de la tierra recién regada, y fragancia de lilas, azucenas y violetas, envuelto todo como en una gasa en un polvillo fino y brillante, iluminado todo con golpes de luz bellísimos por los reflejos del sol poniente, que penetraba por entre las copas de los árboles, haciendo brotar resplandores de incendio en la plata de los arneses, los botones de las libreas y el herraje de los coches.
La fina membrana, blanca, suavísima, iba en pocos minutos de la rodilla de la buñolera, de la servilleta nivea, a la sartén hirviente, chillaba la manteca al apoderarse de la masa, la cual se esponjaba en mil ampollas, y a poco salía el buñuelo incitante y tentador, aunque despidiendo cierta fragancia empalagosa.
Mi sitio favorito, a donde iba yo todas las tardes, era una roca casi plana, que parecía derrumbada del último picacho, y que ladeada sobre un peñasco, me brindaba cómodo asiento que circundaban buvardias coralíneas, cebadillas de suave fragancia, helechos maravillosos y vaporosas gramíneas que, mecidas por el viento, esparcían el pardo plumón de sus espigas maduras.
Estos vientos huracanados recorren los valles, bajan al fondo de las hondonadas, barren las llanuras e inundan de mil aromas la ciudad: olores de líquenes y musgos, esencia de azahar, suave fragancia de liquidámbar y de mil flores campesinas.
No le hacía gracia ninguna flor que no tuviese fragancia, y particularmente las camelias le eran antipáticas.
Gozaba en ver su belleza, en aspirar la fragancia de su inocencia y en examinarla para cerciorarse de sus adelantos.
Pero a pesar de estas profanaciones artísticas, la iglesita estaba muy mona, como diría Manolita, apacible, misteriosa y relativamente fresca, inundada de la fragancia de las flores naturales.
Barbarita no gustaba de prodigar su tesoro, y apenas acercaba el papel a las respingadas narices de las otras, lo volvía a retirar con movimiento de cautela y avaricia, temiendo que la fragancia se marchara por los respiraderos de sus amigas, como se escapa el humo por el cañón de una chimenea.
Habia comenzado a oscurecer, y el dulce misterio de tal hora, la amenidad del sitio, la húmeda frescura del aire, en cuya primaveral fragancia reconoceria el aroma de los árboles, plantas y hierbecillas entre que se habia criado, el armonioso rumor, igual siempre, y para él tan familiar, que alzan allí, en aquella estacion del año, al caer las sombras de la noche, los más humildes cantores del Creador del mundo, ora desde las empantanadas aguas, ora desde los adolescentes trigos, todo sumergió a Manuel en una profunda paz moral, muy diferente de la ventura, pero mejor consejera del alma que el esperanzado deseo.
De otra planta no hacen caso, pero su fragancia, y oler semejante al laurel, nos hizo sospechar que beneficiándola produciria un excelente balsamo.
Pues ¡es verdad replicó don Quijote que no acompaña esa grandeza y la adorna con mil millones y gracias del alma! Pero no me negarás, Sancho, una cosa: cuando llegaste junto a ella, ¿no sentiste un olor sabeo, una fragancia aromática, y un no sé qué de bueno, que yo no acierto a dalle nombre? Digo, ¿un tuho o tufo como si estuvieras en la tienda de algún curioso guantero?.

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