Ejemplos con fieros

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La Historieta del samurái, narra las aventuras en el Japón del Siglo XVI del pirata inglés Jhon Barry, quien arribo en un barco corsario a las costas de Japón, junto con sus compañeros, con el objeto de realizar una incursión, pero fueron detenidos y muertos por los fieros samuráis, siendo el único sobreviviente, enfrentándose después al proceso de ser aceptado y adaptarse a una tierra y cultura extrañas, donde con el tiempo conoce el amor de dama Zumara, aprende a luchar como los guerreros japoneses y aspira a convertirse en samurái, viviendo una serie de aventuras junto con su amigo y rival de amores, el samurái Buntaro.
Como los Alpes formaban una barrera natural al norte, y Roma no tenía interés en enfrentarse de nuevo a los fieros galos en batalla, la mirada de la ciudad se volvió hacia Sicilia y las islas del Mediterráneo, una política que los llevaría al conflicto directo con su anterior aliado, Cartago.
Otro valor de la serie es el primoroso estilo literario en que está compuesto, caracterizado por una más que fina ironía y cierto costumbrismo genuinamente inglés que nos descubre una Inglaterra de cottages con cobertizos, pérgolas, té a las cinco y fieros labradores, y una infancia primorosamente descrita en toda su intensidad.
Eran por naturaleza serios, firmes y fieros pero a la vez generosos.
No tan blandos como ella, de más ásperas entrañas, más fieros y más crueles ciegos como están sus almas.
Este artificio, cuenta la leyenda, repentinamente derivó en una intervención divina: al ser llamadas a combatir por el príncipe, las piedras tomaron vida transformándose en fieros guerreros que recibieron el nombre de Pururaucas.
Guane raíz religiosa de pueblos de Santander, antiguo Móncora, cuna inmemorial del imperio Guane, situado en una pequeña meseta de unos setecientos metros de largo, de sur a norte, y de trescientos cincuenta, de Oriente a Occidente, junto a las colinas que miran hacia la profunda hoya del río Suárez que corre serpenteando por entre fieros y peñascos y con lecho e enormes piedras, testigos mudos de las enormes convulsiones geológicas de tiempos prehistóricos.
En el siglo XVI, el cartógrafo Ignazio Danti que había pintado Córcega en el falso techo de la galería vaticana, escribió: Córcega ha recibido cuatro grandes dones de la naturaleza: Sus caballos, sus perros, sus hombres fieros y valientes y sus vinos, generosísimos, que los príncipes tienen en la más alta estima.
Desde la aparición de María y encuentro de su Imagen en las sierras de Altamira, cerca del río Guadalupe, los montes de Altamira y Villuercas, dejaron de ser morada privilegiada de fieros lobos, osos, ciervos y jabalís.
Un poco más grandes que sus parientes más cercanos, los lobos, son cais igual de fieros que sus amos.
Tienen también mucha fuerza y arrojo, incluso ante otros animales fieros como pueden ser leopardos o lobos.
Había leales realistas, así como fieros oponentes del rey.
Kung Lao, Siro y Taja pelean por mantener en su poder un antiguo cristal, ya que uno de los guerreros más fieros del Lin Kuei, Sub-Zero, se lo quiere robar.
La sonrisa reaparecía en los rostros fieros, la broma francesa saltaba de fila en fila, al alejarse los grupos iniciaban una canción.
Por los agujeros de la careta se veían dos ojos lucientes y fieros.
Pero los conejos, de puro astutos, suelen caer en las manos del cazador, porque no bien sienten ruido, se hacen los muertos, como para que no los delate el ruido de la fuga, y cierran los ojos, cual si con esto cerrase el cazador los suyos, quien hace por su parte como que no ve, y echada hacia la espalda la escopeta, por no alarmar al conejo que suele conocerla, se va, mirando a otro lado, sobre la cama del conejo, hasta que de un buen salto le pone el pie encima y así lo coge vivo: una vez cogió tres, muy manso el uno, de un color de humo, que fue para Ana: otro era blanco, al cual halló manera de atarle una cinta azul al cuello, con que lo regaló a Sol, y a Lucía trajo otro, que parecía un rey cautivo, de un castaño muy duro, y de unos ojos fieros que nunca se cerraban, tanto que a los dos días, en que no quiso comer, bajó por primera vez las orejas que había tenido enhiestas, mordió la cadenilla que lo sujetaba, y con ella en los dientes quedó muerto.
Dos quetzales altivos, dos quetzales de cola de tres plumas, larga la del centro como una flecha verde, se asían a los bordes de la taza de Ana: ¡el quetzal noble, que cuando cae cautivo o ve rota la pluma larga de su cola, muere! Las asas de la taza de Lucía eran dos pumas elásticos y fieros, en la opuesta colocación dedos enemigos que se acechan: descansaba sobre tres garras de puma, el león americano.
Apéate del caballo, y verás quién tiene más fieros dientes.
Guardad esos fieros para las mujeres y para los rapaces, que a mí no se me asusta con ellos.
¡Ave María! ¡Qué fieros! ¡Ni que le hubiera salido un lobo al camino!.
Gabriel alababa al leer esto la prudencia y la tolerancia del buen moro Abu-Walid, pero aún admiraba más, con entusiasmo de seminarista, a aquellos prelados fieros, intransigentes y batalladores, que atrepellaban leyes y pueblos para mayor gloria de Dios.
Y los gorriones, los pardillos y las calandrias, que huían de los chicos como del demonio cuando los veían en cuadrilla por los senderos, posábanse con la mayor confianza en los árboles inmediatos, y hasta se paseaban con sus saltadoras patitas frente a la puerta de la escuela, riéndose con escandalosos gorjeos de sus fieros enemigos al verlos enjaulados, bajo la amenaza de la caña, condenados a mirarlos de reojo, sin poder moverse y repitiendo un canto tan fastidioso y feo.
Hacíanse visibles sus fieros instintos, petrificados en plena juventud é insensibles al paso del tiempo.
Los cinco y siete grados bajo cero que nos ha regalado Boreas durante el difunto Januario, pertenecen ya a la historia: el estanque del Retiro, el baño de la Elefanta y las charcas del camino de Vicálvaro se han deshelado completamente, los patines y los chanclos de goma han caido en desuso, el sol hace cacarear a las gallinas y desentumece las yemas de algunos árboles, el aire ha adquirido elasticidad y aromas, los gorriones empiezan a hacer de las suyas en los campanarios, mientras que los fieros infanzones de la gatomaquia firman una paz honrosa a la sombra de las chimeneas.
Y leña, más leña La infeliz víctima, aquel antiguo y leal amigo, modelo de honradez y fidelidad, gimió a los fieros golpes, abriéndose al fin en tres o cuatro pedazos.
De repente un espantoso estruendo, formado por los más discordantes y fieros ruidos que pueden desgarrar el tímpano humano, asordó la estancia.
Y es de saber que, llegando a este paso, el autor de esta verdadera historia exclama y dice: ¡Oh fuerte y, sobre todo encarecimiento, animoso don Quijote de la Mancha, espejo donde se pueden mirar todos los valientes del mundo, segundo y nuevo don Manuel de León, que fue gloria y honra de los españoles caballeros! ¿Con qué palabras contaré esta tan espantosa hazaña, o con qué razones la haré creíble a los siglos venideros, o qué alabanzas habrá que no te convengan y cuadren, aunque sean hipérboles sobre todos los hipérboles? Tú a pie, tú solo, tú intrépido, tú magnánimo, con sola una espada, y no de las del perrillo cortadoras, con un escudo no de muy luciente y limpio acero, estás aguardando y atendiendo los dos más fieros leones que jamás criaron las africanas selvas.
Pues, ¿tan loco es vuestro amo respondió el hidalgo, que teméis, y creéis que se ha de tomar con tan fieros animales?.
¿Puédese, por ventura, en un instante esperar y temer, o es bien hacello, siendo las causas del temor más ciertas? ¿Tengo, si el duro celo está delante, de cerrar estos ojos, si he de vello por mil heridas en el alma abiertas? ¿Quién no abrirá de par en par las puertas a la desconfianza, cuando mira descubierto el desdén, y las sospechas, ¡oh amarga conversión!, verdades hechas, y la limpia verdad vuelta en mentira? ¡Oh, en el reino de amor fieros tiranos celos, ponedme un hierro en estas manos! Dame, desdén, una torcida soga.
Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de sólo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes.

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