Ejemplos con duelo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El duelo continuo que sostienen con la mar, influye en el temple de su voluntad mucho más que en el calor de su fantasía.
El comisario civil, de uniforme, encabezaba el duelo, detrás se extendía una reata de mujeres enlutadas, rodeando a la familia, que mostraba el semblante encendido y abotargados los ojos de llorar.
En vano le hizo presente Velarde el ridículo inmenso que atraería aquel duelo sobre Villamelón, sobre ella, sobre él mismo, había ya Currita tirado su programa, y su espíritu inquieto, arrastrado siempre por mil objetos que le atraían sin satisfacerle, habíase fijado en aquel duelo que ansiaba ver realizado con esa fuerza expansiva del vapor comprimido que caracteriza los deseos en las almas de temple enérgico.
Además, ella no pedía ninguna catástrofe, ningún duelo a muerte, contentábase con un poco de ruido, un duelo de mojiganga como tantos otros: cruzar un par de tiros e irse después a almorzar en Fornos Ella se encargaba del almuerzo y haría poner, desde luego, , que era, en sus días de broma, el plato favorito del buen Juanito Velarde.
¡Nada, absolutamente nada!pensaba el paladín trazando monigotes en la arena, pero ante la perspectiva del duelo, ante la idea de cruzar un par de tiros, parecíale oír ya el estampido de las armas de fuego, y a este eco siniestro surgía en su mente el fantasma del crimen, primero, el de la muerte, después, el del infierno, por último, donde no hay reposo ni paz, ni descanso, ni esperanza, sino eterno llanto, eterno crujir de dientes, eterna rabia.
¿Y a qué es el duelo? ¿A tijera o a aguja?.
Diógenes dijo que sí, que se batirría, perro como le tocaba la elección de armas, exigió que el duelo fuerra a cañonazos, ¡figúrrate tú! Paco le envió a decirr entonces que donde quierra que le encontrase le darría de bofetadas, Diógenes contestó que se le acerrcarra si podía Y se le acerrcó, en efecto.
Nos hemos comprometido en un duelo a muerte.
El tiempo acaba con el duelo, la tierra consume el cadáver y el olvido devora los recuerdos.
El Conde, a fin de que nadie se enterase y procurase inquirir el motivo, buscó al galán y le obligó a reñir con él a la espada, sin ninguno de los trámites y formalidades del duelo.
A poco de volver el Conde a Madrid y después del duelo, nos entró a todos mucho terror de que el Conde llegase a entender que existía V.
Unos contaban que había muerto en campaña, después de batirse como un héroe, otros que pereciera en un duelo a que le llevó una aventura escandalosa, quienes que se había casado en Guadalajara con una rica heredera, quienes qué estaba procesado por un delito que la Ordenanza castiga con peña de muerte.
Parece ciertoasí lo asegura don Basilio,que Fuenleal pereció en un duelo, pero no garantiza que fuera por causas de escandalosos amoríos ni por altos motivos de pundonor militar.
El que ata vuestro pié izquierdo al de vuestro enemigo en un duelo a navaja:.
La bandera nacional, izada a media asta sobre los edificios públicos, pregona el duelo.
Cuando habéis perdido una prenda del alma y os espanta la idea de comer o de beber, mientras recibís el duelo, mientras acompañáis el cadaver al Campo Santo, en las patéticas crisis de vuestro dolor, el cigarro es lícito, , bien mirado por la sociedad española y por la madre naturaleza, y el único placer que os permitís.
No adornaban la mesa flores, a no ser las rosas de trapo de las o ramilletes de piñonate, dos candelabros con bujías, altos como mecheros de catafalco, solemnizaban el comedor, y los convidados, transidos aún del miedo que infunde el terrible sacramento del matrimonio visto de cerca, hablaban bajito, lo mismo que en un duelo, esmerándose en evitar hasta el repique de las cucharillas en la loza de los platos.
Aparte de la manía de referir en las sobremesas y entre amigos de confianza mil anécdotas, no contrarias al pudor, pero sí a la serenidad del estómago de los oyentes, era don Manuel persona cortés y de buenas formas para presidir, verbigracia, un duelo, asistir a una junta en la Sociedad Económica de Amigos del País, llevar el estandarte en una procesión, ser llamado al despacho de un gobernador en consulta.
Porque quiero hacerte sabidor, Sancho, que no afrentan las heridas que se dan con los instrumentos que acaso se hallan en las manos, y esto está en la ley del duelo, escrito por palabras expresas: que si el zapatero da a otro con la horma que tiene en la mano, puesto que verdaderamente es de palo, no por eso se dirá que queda apaleado aquel a quien dio con ella.
Y ¿quién consiente en mi duelo? El cielo De ese modo, yo recelo morir deste mal estraño, pues se aumentan en mi daño, amor, fortuna y el cielo.
Días ha que he sabido vuestra desgracia y la causa que os mueve a tomar las armas a cada paso, para vengaros de vuestros enemigos, y, habiendo discurrido una y muchas veces en mi entendimiento sobre vuestro negocio, hallo, según las leyes del duelo, que estáis engañados en teneros por afrentados, porque ningún particular puede afrentar a un pueblo entero, si no es retándole de traidor por junto, porque no sabe en particular quién cometió la traición por que le reta.
Mi señor don Quijote de la Mancha, que un tiempo se llamó el Caballero de la Triste Figura y ahora se llama el Caballero de los Leones, es un hidalgo muy atentado, que sabe latín y romance como un bachiller, y en todo cuanto trata y aconseja procede como muy buen soldado, y tiene todas las leyes y ordenanzas de lo que llaman el duelo en la uña, y así, no hay más que hacer sino dejarse llevar por lo que él dijere, y sobre mí si lo erraren, cuanto más, que ello se está dicho que es necedad correrse por sólo oír un rebuzno, que yo me acuerdo, cuando muchacho, que rebuznaba cada y cuando que se me antojaba, sin que nadie me fuese a la mano, y con tanta gracia y propiedad que, en rebuznando yo, rebuznaban todos los asnos del pueblo, y no por eso dejaba de ser hijo de mis padres, que eran honradísimos, y, aunque por esta habilidad era invidiado de más de cuatro de los estirados de mi pueblo, no se me daba dos ardites.
Y así, según las leyes del maldito duelo, yo puedo estar agraviado, mas no afrentado, porque los niños no sienten, ni las mujeres, ni pueden huir, ni tienen para qué esperar, y lo mesmo los constituidos en la sacra religión, porque estos tres géneros de gente carecen de armas ofensivas y defensivas, y así, aunque naturalmente estén obligados a defenderse, no lo están para ofender a nadie.

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