Ejemplos con dichos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pudiera ser que a los españoles se les hubiera ocultado alguno, aunque han puesto sumo cuidado, porque es cosa dificil verlo todo desde el navio, entre peñascos, quebradas y bancos, pero parece han hecho cuanta diligencia cabe, y que en los parages donde pararon, saltaron a tierra, é hicieron registro, no hay duda que han hallado fabulosos los rios que otros señalaban, y varias otras cosas que por sus diarios nos habian hecho creer los dichos extrangeros.
Como ningún amoroso requiebro de Miranda vino a confirmar los dichos de las gentes, estaba Lucía descuidada y tranquila lo mismo que de costumbre.
Dentro sonaban lamentos, consejos dichos con voz enérgica, un rumor de lucha.
En igualdad de índole y de luces intelectuales debe, por consiguiente, valer mucho más quien posee los dichos exteriores requisitos que aquel que no los posee: en igualdad de condiciones internas, la hija de un marqués, por ejemplo, aun cuando sea bastarda, debe conducirse mejor que la hija de un pelafustán.
La enferma parecía no poner atención a los dichos del médico, y me miraba dolorosamente, como si quisiera decirme.
Caminando hacia el Barrio Alto, Andrés a la derecha, yo a la izquierda, conté al buen viejo cuanto me pasaba, los dichos de Castro Pérez, la hipócrita calumnia de Ricardo, y por último, le hablé de mis esperanzas.
Hice risa de mi cólera, me burlé de mí, repitiendo los dichos del boticario, y así logré que se calmara la tempestad.
Había leído tres o cuatro veces la Historia de Alamán, y solía atreverse contra los juicios del célebre escritor, no sin gran disgusto de mi tía Pepa, para quien los dichos de don Lucas eran un evangelio.
Le reprendo y me contesta con Unos dichos y unas palabras.
—Comprenderéis, pues, que no abrigue ni la más remota esperanza de encontrar los dichos cien millones.
Como supiera un día la dama que su hijo frecuentaba los barrios de Puerta Cerrada, calle de Cuchilleros y Cava de San Miguel, encargó a Estupiñá que vigilase, y este lo hizo con muy buena voluntad llevándole cuentos, dichos en voz baja y melodramática: Anoche cenó en la pastelería del sobrino de Botín, en la calle de Cuchilleros ¿sabe la señora? También estaba el Sr.
A aquel bollo blando, que aún parecía conservar la inconsistencia del gelatinoso protoplasma, que aún no tenía conciencia de sí propio ni vivía más que para la sensación, la madre le atribuía sentido y presciencia, le insuflaba en locos besos su alma propia, y, en su concepto, la chiquilla lo entendía todo y sabía y ejecutaba mil cosas oportunísimas, y hasta se mofaba discretamente, a su manera, de los dichos y hechos del ama.
Si aguanta uno por respetos humanos esos dichos, acaso pensarán que ya tiene medio perdida la vergüenza para los hechos.
Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos.
Yo, Hernando de Vallejo, escribano de Cámara del Rey nuestro señor, de los que residen en su Consejo, doy fe que, habiéndose visto por los señores dél un libro que compuso Miguel de Cervantes Saavedra, intitulado Don Quijote de la Mancha, Segunda parte, que con licencia de Su Majestad fue impreso, le tasaron a cuatro maravedís cada pliego en papel, el cual tiene setenta y tres pliegos, que al dicho respeto suma y monta docientos y noventa y dos maravedís, y mandaron que esta tasa se ponga al principio de cada volumen del dicho libro, para que se sepa y entienda lo que por él se ha de pedir y llevar, sin que se exceda en ello en manera alguna, como consta y parece por el auto y decreto original sobre ello dado, y que queda en mi poder, a que me refiero, y de mandamiento de los dichos señores del Consejo y de pedimiento de la parte del dicho Miguel de Cervantes, di esta fee en Madrid, a veinte y uno días del mes de otubre del mil y seiscientos y quince años.

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