Ejemplos con desgracia

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Pero mi padre, sin inmutarse, explicará que le ha sobrevenido la desgracia porque es un elegido de los diosesmi padre siempre habla de Dios en plural, como los paganos, y añadirá que todos los personajes trágicos son semidivinoserudición compostelana, y la explicación la dará en verso, con lo cual se le mitiga el dolor de la descalabradura.
Y a la verdad, ¿quién osará disputarle la supremacía, así como ninguna obra puede competir con su , valiente y atrevida, y su reflexiva y prudente ? ¿Quién, como él, ha cantado tu grandeza y la de los demás dioses, tan magníficamente como si nos hubiera sorprendido en el Olimpo mismo y asistido a nuestras asambleas? ¿Quién contribuyó más a que el odoro incienso de la Arabia se quemase abundantemente ante nuestras imágenes y se nos ofreciesen pingües hecatombes, cuyo sabroso humo, subiendo en caprichosos espirales, nos era tan grato que aplacaba nuestras iras? ¿Quién, como él, refirió las batallas más sublimes en más hermosos versos? Él cantó a la divinidad, al saber, a la vírtud, el valor, al heroísmo y a la desgracia, recorriendo todos los tonos de su lira.
De ignorado y oscuro que era, pasó a ser juguete de la envidia y ruines pasiones, abrumado por la desgracia, triste destino de los grandes genios.
Hasta los pájaros huían de aquellos campos de muerte, tal vez por temor a los animaluchos que rebullían bajo la maleza o por husmear el hálito de la desgracia.
Tísicos colchones, jergones rellenos de escandalosa hoja de maíz, sillas de esparto, sartenes, calderas, platos, cestas, verdes banquillos de cama, todo se amontonaba sobre el carro, sucio, gastado, miserable, oliendo a hambre, a fuga desesperada, como si la desgracia marchase tras de la familia pisándole los talones.
El insufrible tacaño, el voraz usurero, al conocer su desgracia le ofreció ayuda con una bondad paternal y conmovedora.
Unos carreteros de la vecindad le hablaron para compadecer su desgracia, invitándole a tomar algo, y él se apresuró a aceptar.
La gente de la huerta, con la facilidad que tiene todo el mundo para olvidar la desgracia ajena, apenas si de tarde en tarde recordaba la espantosa tragedia del tío , preguntándose qué sería de sus hijas.
Ahogábase entre las tapias, necesitaba ver su campo, como los que necesitan contemplar su desgracia para anegarse en la voluptuosidad del dolor.
La vivificante sangre de la huerta iba lejos, para otros campos cuyos dueños no tenían la desgracia de ser odiados, y su pobre trigo allí, arrugándose, languideciendo, agitando su cabellera verde, como si hiciera señas al agua para que se aproximara y le acariciase con un fresco beso.
La desgracia nos ha traído aquí, pero hemos paleado las onzas.
No podía quejarse de sus tierras, pero dentro de la barraca era donde temía encontrar a la desgracia, eterna compañera de su existencia, esperándole para clavar en él sus uñas.
Se habían acostumbrado ya a aquella desgracia: la madre lloraba automáticamente, y los demás, con una expresión triste, seguían dedicándose a sus habituales ocupaciones.
Iba a caer al suelo, apoplético, agonizante de cólera, asfixiado por la rabia, pero se salvó, pues de repente, las nubes rojas que la envolvían se rasgaron, al furor sucedió la debilidad, y viendo toda su desgracia, se sintió anonadado.
Apenas reconoció a Batiste pareció comprender toda su desgracia.
Agobiados por el dolor, vieron que la huerta venía repentinamente hacia ellos, y no protestaron, porque la desgracia necesita consuelo, pero tampoco agradecieron el inesperado movimiento de aproximación.
Los dos pequeños, satisfechos en el fondo de una desgracia que atraía sobre la barraca la atención de toda la vega, guardaban la puerta, cerrando el paso a los chicos que, como bandadas de gorriones, llegaban por caminos y sendas con la malsana y excitada curiosidad de ver al muertecito.
Hubo en Batiste y su mujer un intento de rebelión, pero su voluntad no tenía fuerzas ¿Para qué? Bien venida, y si entraba para gozarse en su desgracia, podía reir cuanto quisiera.
No, allí no había doblez: era una víctima, por eso sabía comprender la desgracia de ellos, que eran víctimas también.
La desgracia les hace olvidar, les aproxima a ustedes.
La barraca, vomitando lejos de ella su digestión de gentío, quedó muda, sombría, con ese ambiente lúgubre de los lugares por donde acaba de pasar la desgracia.
Y al tener de repente la visión clara de su desgracia, al pensar en el pobre Pascualet, que a tales horas estaba aplastado por una masa de tierra húmeda y hedionda, rozando su blanca envoltura con la corrupción de otros cuerpos, acechado por el gusano inmundo, él, tan hermoso, con aquella piel fina por la que resbalaba su callosa mano, con sus pelos rubios que tantas veces había acariciado, sintió como una oleada de plomo que subía y subía desde el estómago a su garganta.
Tan extremada como había sido hasta poco antes la desgracia, era ahora la fortuna.
Según se amortiguaba el recuerdo de aquella desgracia, la gente parecía arrepentirse de su impulso de ternura, y se acordaba otra vez de la catástrofe del tío y la llegada de los intrusos.
¡Adiós amistades recientes, respetos nacidos junto al ataúd de un pobre niño! Toda la consideración creada por la desgracia veníase abajo como torre de naipes, desvanecíase como tenue nube, reapareciendo de golpe el antiguo odio, la solidaridad de toda la huerta, que al combatir al intruso defendía su propia existencia.
El padre, presintiendo una nueva desgracia, corrió tras él, sin comprender sus atropelladas palabras.
Y afectando dar poca importancia a la porfía y a su propia fortaleza, habló de su falta de apetito como de una gran desgracia, después de haberse pasado dos días en aquel sitio devorando y bebiendo brutalmente.

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