Ejemplos con desgraciado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Realmente, quien hubiera visto a Escobar, tan desgraciado de formas plásticas, tan desarrapado y cochambroso, jamás pudiera adivinar que el insigne Aligator había profesado en la categoría de la Belleza.
Acuérdate de la lira de VIRGILIO, que cantó nuestras glorias y moduló las quejas del amor desgraciado, sus dulcísimos y melancólicos versos conmueven el alma: él alabó la piedad, encarnada en el hijo de ANCHISES: sus combates no son menos bellos que los que se efectuaron a los pies de los muros troyanos, ENEAS es más grande y piadoso que el iracundo AQUILES: en fin, en mi sentir, VIRGILIO es muy superior al poeta de Chío.
Porque soy un enfermo, un desgraciado como tú.
Me siento ahora más infeliz que en la época en que luchaba por ser algo y me creía el más desgraciado de los hombres.
El jardinero hablaba con orgullo de su estirpe: de su noble y desgraciado pariente el condestable don Álvaro enterrado como un rey en su capilla detrás del altar mayor, del papa Benedicto XIII, altivo y tozudo como todos los de la familia, de don Pedro de Luna, V de su nombre en la silla arzobispal de Toledo, y de otros parientes no menos ilustres.
¡Cuan desgraciado era! ¡Solo contra todos! Al pequeñín lo encontraría muerto al volver a su barraca, el caballo, que era su vida, inutilizado por aquellos traidores, el mal llegando a él de todas partes, surgiendo de los caminos, de las casas, de los cañares, aprovechando todas las ocasiones para herir a los suyos, y él, inerme, sin poder defenderse de aquel enemigo que se desvanecía apenas intentaba revolverse contra él, cansado de sufrir.
Recelos, malos modos, despótico trato, reprensiones inmotivadas, correcciones estúpidas, alardes de ciencia que tenían por objeto mantener un crédito cimentado en arena, y, sobre todo, esa desconfianza ofensiva, insultante, que hay en algunos ricos para con el desgraciado que les sirve y gana poco, de quien se teme todo lo malo, y a quien se puede ultrajar impunemente, pues se sabe que el ultrajado tendrá que callar, porque si habla y replica, y rechaza con noble energía la infame sospecha, se quedará sin el mendrugo diariamente ganado a costa de un trabajo penoso.
¿Dónde estaban los amigos de mis padres? No quedaban más que dos: el bondadoso médico y el desgraciado dómine.
Quedito, muy quedito, temeroso de que alguno me oyera, decía yo el nombre de la dulce niña, como si ella estuviera cerca de mí y pudiera escucharme y fuese yo a decirle: ¡Angelina, te amo, te amo! ¡Ámame! ¿Eres desgraciada? Yo también soy desgraciado.
Nadie sabe mejor que tú que soy pobre y desgraciado.
Unos decían que era un farsante que había huido para comerse en el extranjero los millones robados a sus clientes con la hipócrita comedia de su sencillez y su filantropía, otros aseguraban que era un desgraciado, un iluso, que, enloquecido por anteriores triunfos, se había empeñado en sostenerse a la baja, perdiendo su capital y el de sus admiradores, para huir al fin, pobre y avergonzado, sin que su deshonra le valiera nada.
Algo más que el desgraciado negocio preocupaba a Juanito.
¿No he sido yo la primera en contarle la triste historia de un amor desgraciado?.
Recuerda que es muy desgraciado.
¿No piensas que me calumnias, que calumnias a tu Rodolfo? Huérfano, desgraciado, pobre, el mundo era para mí un valle de dolores, quise cerrar mi corazón a todo afecto, no amar ni ser amado, cuando te conocí y te amé.
¿Por qué me echas en cara mis tristezas y melancolías? Piensa que he sido muy desgraciado, y que padezco de murrias y fastidios.
Este amigodijo Ido, en son de presentación, este amigo mío un italiano, señora se llama el señor de Leopardi, un artista desgraciado.
Acercose tímidamente este desgraciado a Villalonga, que ya estaba levantado para marcharse, y en actitud cohibida, echando los ojos fuera del casco, le habló de algo que debía ser los maldecidos dos meses.
Entre creerse un monstruo de maldad o un ser inocente y desgraciado, mediaban a veces el lapso de tiempo más breve o el accidente más sencillo, que se desprendiese una hoja del tallo ya marchito de una planta cayendo sin ruido sobre la alfombra, que cantase el canario del vecino o que pasara un coche cualquiera por la calle, haciendo mucho ruido.
Bebía los vientos el desgraciado chico por hacerse querer, inventando cuantas sutilezas da de sí la manía o enfermedad de amor.
Al principio no oyó más que el crujir de los hierros de la cama del clérigo, que era muy mala y endeble, y en cuanto se movía el desgraciado ocupador de ella volvíase toda una pura música, la que unida al ruido de los muelles del colchón veterano, hubiera quitado el sueño a todo hombre que no fuese Nicolás Rubín.
Se acordaba de su Jáuregui y de las cosas oportunas y sapientísimas que este decía sobre todo desgraciado que se metía con curas, pues era lo mismo que acostarse con niños.
¿Quién será el desgraciado a quien ha dado el sablazo? A bien que a nosotros no nos importa.
Esta antipatía de Fortunata no estorbaba en ella la estimación, y con la estimación mezclábase una lástima profunda de aquel desgraciado, caballero del honor y de la virtud, tan superior moralmente a ella.
Guillermina, en aquellas grandes crisis oratorias, tuteaba a todo el mundo Después de empujar hacia la puerta a Jacinta y a Rafaela, volviose al desgraciado, que no acertaba a decir palabra, y echándose a reír con angélica bondad, le habló en estos términos:.
Usted es desgraciado porque no le hacen justicia, pero yo lo soy más, tocayo, porque no hay mayor desdicha que el deshonor.
El otro José estaba muy aturdido con la bárbara charla del grande hombre, el más desgraciado de los héroes y el más desconocido de los mártires.
Lo mejor fue para los hijos de la señá Joaquina y para el , el niño ese ¿no sabe la señora?, ese chiquillín que tiene consigo mi vecino Pepe Izquierdo un hombre de bien, tan desgraciado como yo No le quiero quitar al la preferencia.
Y para que usted, señora añadió el desgraciado mirando a Jacinta de un modo que la hizo estremecer, pueda apreciar la justa indignación de un hombre de honor, sepa que mi esposa es ¡adúuultera!.
La Delfina se volvió a sentar junto a su marido y miraba entre espantada y compasiva al desgraciado D.

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