Ejemplos con cerril

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Representaba la expresión verdadera, venida de abajo, de la democracia cerril e imperfecta.
Aquí y acullá, y en todas partes, la historia del siglo XIX es la historia de la clase mediaclase media más rica y culta allá, más miseranda y cerril acá, la historia de una época de libertad anárquica, la libertad de explotación, torbellino de átomos insensatos e incoherentes, época egoísta y brutal, que pensó suprimir el dolor fingiendo ignorar que lo hubiese, y alardeó de las ideas y la belleza porque las avillanó y sometió cotizable en el mercado, como cualquiera otro artículo de comercio, época, en fin, en que el negociante venció y aniquiló al filósofo y al poeta.
Al llegar a una calle, que luego supe se llamaba, tan pendiente que por ella había que andar a gatas, se paró el cerril carcunda y dijo estas palabras, volviendo su rostro hacia mí como para que yo me enterase bien:.
El padre pareció mirarme con simpatía y alegrarse de tenerme por yerno: dijo que, siendo yo persona de mucha lectura y escritura, podía enseñar algo a la chica que se conservaba cerril.
Y cuando el cerril retoño estaba más encantado en la contemplación de una maravilla nunca vista en el lugar, el autor de sus días se escurría entre el gentío, y al volver el muchacho en sí, ya el padre salía montado en el macho por la Puerta de Serranos, con la conciencia satisfecha de haber puesto al chico en el camino de la fortuna.
Pero siempre que venga a Madrid, he de ir a tomarle el pulso y a ver cómo anda esa educación, sin perjuicio de que antes de entrar en el convento, le he de dar a usted un buen recorrido de doctrina cristiana para que no se nos vaya allá enteramente cerril.
Afeminaciones, afeminaciones , gruñía entre dientes, convencidísimo de que la virtud en el sacerdote, para ser de ley, ha de presentarse bronca, montuna y cerril, aparte de que un clérigo no pierde, , los fueros de hombre, y el hombre debe oler a bravío desde una legua.
Fadrique cerril, hubiera sido más vándalo aún.
Entonces estaba yo cerril, pero ya V.
El estrépito es horrible, y el desastre arranca al cerril muchacho, no ya una interjección, sino una blasfemia.
Venía enteramente cerril, con ideas del tiempo de la Nanita y proyectos aprendidos en algún pliego de aleluyas.
¡qué cerril vienes!.
¡Y qué agrado le causaba el discurrir sola de calle en calle, sin la enojosa guardia de una fregona cerril que comúnmente desempeñaba su papel con sequedad policíaca!.
Hubiera sido muy de mi agrado llegarme allá para ver a Espartero y hablar con él, pero no quise hacer ostentación de mis concomitancia sayacuchas, y empleaba las horas de aquel destierro paseando con los curas amigos de Cornellá y míos, uno de los cuales era ilustradísimo, de buena sombra y un tantico maleante, el otro cerril y tozudo, con un acento catalán tan gordo y áspero, que me costaba trabajo entenderle cuando llenaba su boca de palabras castellanas, como si la llenara de sopas calientes.
Hay también tipos de varonil desvergüenza que sostienen la tradición mejor que los galanes lánguidos, y en los pueblos tenemos el tenorio cerril, que no deja mal puesto el pabellón de la galantería ilegal.
Quizás aquella apreciable mula tiene razón, pensé yo al oírla, y traje a mi memoria el ejemplo de María Ignacia, que, si en estudios no estaba menos cerril que Virginia y Valeria, me salió excelente mujer, y ha sabido cultivar por sí, en la vida más que en los libros, sus nativas dotes, fundando fácilmente el nuevo saber sobre el raso de su ignorancia.
Menos afortunado era el maestro en la escritura, porque los dedos de la cerril discípula no conservaban la flexibilidad y sutileza de su virgen entendimiento.
Y no podía suceder otra cosa delante de aquellos espejos relucientes, entre aquellas colgaduras ostentosas, lacayos de luengos levitones y señoras muy emperejiladas, con lo arisca y cerril que ella iba de la aldea.
-¿Quién hace caso de ese señor? -decía Visitación la del Banco- un hombre cerril, santo, eso sí, pero montaraz.
¡A este perro cerril no hay quien lo dome!.
La Condesa se hubiera quedado sola con su servidumbre, si el cielo no hubiera dispuesto que el más alegre y entendido de sus hijos, cuando apenas tenía doce años, hiciese la travesura de montar en un potro cerril, que se despeñó y rodó con él por un barranco, dejándole lisiado para siempre, y tan cojo, que difícilmente podía salir de casa, a no tomar muletas, en vez de tomar las armas.
Hubo, pues, dimes y diretes, semanas enteras de hocico y de ceñudo silencio en la mesa, pero aquella vez tuvo un poco de carácter don Serapio, y fue el rapaz a su casa, medio cerril, medio culto, pero listo como un pájaro y revelando en todas sus vetas una madera de facilísimo pulimento.
El sorprendido y cerril amante, que entre las carcajadas de la gente no veía «más que con sus celos y al través del ignominioso tinte de su cara, en lugar de echar al garrote la panoja que tenía entre las manos, la arrojó furioso hacia su rival, pero éste tenía la cabeza más dura que la panoja, y habiéndola recibido cerca del occipital, resbalando sobre él el proyectil fue a parar a las narices del forastero, que estaba sentado un poco más atrás y en la misma dirección.
que contener a don Silvestre, que, embravecido como un toro con aquellas banderillas que tan inhumanamente ponía a su inofensivo desparpajo cerril la intransigente civilización, quiso acometer a garrotazos a aquella turba de enclenques, famélicos, petardistas, vagabundos y tahúres que poblaban el salón, disfrazados de ''personas decentes''.
Como no salía de casa y se había propuesto arreglarse un completo plan de vida dentro de ella, se casó con la criada, una lebaniega cerril, siempre vestida de sayal y con «bocio».
y de no sé cuántas cosas más, he de buscarlos, repito, entre los más sencillos aldeanos del más apartado rincón de la Montaña, contando, por supuesto, con que sabrán otorgarme su indulgencia aquellos señores del buen tono por el crimen de lesa etiqueta que cometo al oponerles, siquiera por un instante, un parangón tan grosero, tan inculto, tan cerril.
Podía contarse con el apoyo de doña Marta, después que don Sotero la demostrara que era indispensable aquel enlace para la salvación de su alma y la de su hija, pero ese intento no podía llevarse a ejecución sin antes ver lo que el cepillo de la educación labrara en la cerril naturaleza del muchacho.
Y en dos zancadas atravesó la sala, y en pocas más llegó al portal, y como ya hacía rato que se estaban oyendo las campanas de la iglesia y algunos estallidos de cohetes, en cuanto se vio al aire libre comenzó a relinchar y a dar corcovos, como potro cerril que columbra el verde de la rozagante pradera.
Hallábase como potro cerril, entre la espuela del padre y el freno del preceptor, y bajo el peso de cinco asignaturas.
a este perro cerril no hay quien lo dome!.

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