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Se han encontrado 59 poemas con la palabra venido

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Luis Cernuda

he venido para ver

-- de Luis Cernuda --

He venido para ver
he venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.
He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.
He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.
He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.
Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;
los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.
Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
guardad los labios por si vuelvo.

Poema he venido para ver de Luis Cernuda con fondo de libro

César Vallejo

Ágape

-- de César Vallejo --

Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!

Poema Ágape de César Vallejo con fondo de libro

Garcilaso de la Vega

En fin, a vuestras manos he venido

-- de Garcilaso de la Vega --

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!

Poema En fin, a vuestras manos he venido de Garcilaso de la Vega con fondo de libro

Anónimo

Lanzarote y el orgulloso

-- de Anónimo --

Nunca fuera caballero
de damas tan bien servido
como fuera Lanzarote
cuando de Bretaña vino,
que dueñas curaban de él,
doncellas del su rocino.
Esa dueña Quintañona,
ésa le escanciaba el vino,
la linda reina Ginebra
se lo acostaba consigo;
y estando al mejor sabor,
que sueño no había dormido,
la reina toda turbada
un pleito ha conmovido:
-Lanzarote, Lanzarote,
si antes hubieras venido,
no hablara el orgulloso
las palabras que había dicho,
que a pesar de vos, señor,
se acostaría conmigo.
Ya se arma Lanzarote
de gran pesar conmovido,
despídese de su amiga,
pregunta por el camino.
Topó con el orgulloso
debajo de un verde pino,
combátense de las lanzas,
a las hachas han venido.
Ya desmaya el orgulloso,
ya cae en tierra tendido.
Cortárale la cabeza,
sin hacer ningún partido;
vuélvese para su amiga
donde fue bien recibido.



Alberti

LOS ÁNGELES MUERTOS

-- de Alberti --

Buscad, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada.
Porque yo los he visto:
en esos escombros momentáneos que aparecen en las neblinas.
Porque yo los he tocado:
en el destierro de un ladrillo difunto,
venido a la nada desde una torre o un carro.
Nunca más allá de las chimeneas que se derrumban,
ni de esas hojas tenaces que se estampan en los zapatos.
En todo esto.
Más en esas astillas vagabundas que se consumen sin fuego,
en esas ausencias hundidas que sufren los muebles desvencijados,
no a mucha distancia de los nombres y signos que se enfrían en las paredes.
Buscad, buscadlos:
debajo de la gota de cera que sepulta la palabra de un libro
o la firma de uno de esos rincones de cartas
que trae rodando el polvo.
Cerca del casco perdido de una botella,
de una suela extraviada en la nieve,
de una navaja de afeitar abandonada al borde de un precipicio.



Amado Nervo

después - después de aquella brava agonía

-- de Amado Nervo --

Después de aquella brava agonía,
ya me resigno..., ¡Sereno estoy!
yo, que con ella nada pedía,
hoy, ya sin ella, sólo querría
ser noble y bueno... ¡Mientras me voy!
es un bendito nombre, que adoro,
ser noble y bueno, y al expirar,
poder decirme: ¡nada atesoro:
di toda mi alma, di todo mi oro,
di todo aquello que pude dar!
desnudo torno como he venido;
cuanto era mío, mío no es ya:
como un aroma me he difundido
como una esencia me he diluido,
y, pues que nada tengo ni pido,
¡señor, al menos vuélvemela!



Amado Nervo

aquel olor...

-- de Amado Nervo --

Era unamicizia di terra lontana
gabriele d'annunzio
¿en qué cuento te leí?
¿en qué sueño te soñé?
¿en qué planeta te vi
antes de mirarte aquí?
¡ah! ¡no lo sé..., No lo sé!
pero brotó nuestro amor
con un antiguo fervor,
y hubo, al tendernos la mano,
cierta emoción anterior,
venido de lo lejano.
Tenía nuestra amistad
desde el comienzo un cariz
de otro sitio, de otra edad,
y una familiaridad
de indefinible matiz...
Explique alguien (si lo osa)
el hecho, y por qué, además,
de tus caricias de diosa
me queda una misteriosa
esencia sutil de rosa
que vienen de un siglo atras...



Leandro Fernández de Moratín

epigrama

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Aqui yace mi mujer
¡qué dicha para los dos!
ella se fue a ver a dios,
y dios me ha venido a ver



Leopoldo Lugones

El amor eterno

-- de Leopoldo Lugones --

Deja caer las rosas y los días
una vez más, segura de mi huerto.
Aún hay rosas en él, y ellas, por cierto,
mejor perfuman cuando son tardías.

Al deshojarse en tus melancolías,
cuando parezca más desnudo y yerto,
ha de guardarse bajo su oro muerto
las violetas más nobles y sombrías.

No temas al otoño, si ha venido.
Aunque caiga la flor, queda la rama.
La rama queda para hacer el nido.

Y como ahora al florecer se inflama,
leño seco, a tus plantas encendido,
ardientes rosas te echará en la llama.



Lope de Vega

cuando me paro a contemplar mi estado

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.
Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.
Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;
mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.



Lope de Vega

Circe, que de hombre en piedra me transforma

-- de Lope de Vega --

Circe, que de hombre en piedra me transforma,
quiere, o lo quieren los contrarios cielos,
que viva ausente, sin matarme celos,
cosa imposible si de amor se informa.

Tanto el temor con el amor conforma
que era pedir centellas a los hielos
estar ausente y no tener recelos
aun a la sombra que el pensarlos forma.

Al contrario presente aunque atrevido,
bien puede hacer un hombre resistencia,
mas no cuando a traición otro le enviste.

Los celos por los ojos me han venido,
pero por las espaldas el ausencia,
y lo que no se ve no se resiste.



Lope de Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Lope de Vega)

-- de Lope de Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado,
y a ver los pasos por donde he venido,
me espanto de que un hombre tan perdido
a conocer su error haya llegado.

Cuando miro los años que he pasado,
la divina razón puesta en olvido,
conozco que piedad del cielo ha sido
no haberme en tanto mal precipitado.

Entré por laberinto tan extraño,
fiando al débil hilo de la vida
el tarde conocido desengaño;

mas de tu luz mi escuridad vencida,
el monstro muerto de mi ciego engaño,
vuelve a la patria, la razón perdida.



Manuel del Palacio

A un crítico

-- de Manuel del Palacio --

Tu carta recibí, sabe Dios cuándo,
Y á entenderla llegué, sabe Dios cómo;
Me has dado un palizon de tomo y lomo
De esos que al más cerril dejan temblando.

¡Cuánto lo habrás venido meditando!
¡Qué estudiar en un tomo y otro tomo!
¡Qué fino aquello de llamarme romo,
Hipócrita, gandul y hasta nefando!

Sigue por esa senda; luce el brío;
Procura que la ciencia no te empache,
Y sángrala como se sangra un río.

¡No he de ser yo quien tus renglones tache;
Pero para otra vez, amigo mio,
No me escribas oróscopo sin hache!



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 2

-- de Jorge Manrique --

Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio
porque todo ha de pasar
por tal manera.



César Vallejo

Trilce: XIV

-- de César Vallejo --

Cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.



César Vallejo

Trilce: XV

-- de César Vallejo --

En el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.

Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de Daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.

Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.

En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.



César Vallejo

Trilce: XXXIII

-- de César Vallejo --

Si lloviera esta noche, retiraríame
de aquí a mil años.
Mejor a cien no más.
Como si nada hubiese ocurrido, haría
la cuenta de que vengo todavía.

O sin madre, sin amada, sin porfía
de agacharme a aguaitar al fondo, a puro
pulso,
esta noche así, estaría escarmenando
la fibra védica,
la lana védica de mi fin final, hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.

Haga la cuenta de mi vida
o haga la cuenta de no haber aún nacido
no alcanzaré a librarme.

No será lo que aún no haya venido, sino
lo que ha llegado y ya se ha ido,
sino lo que ha llegado y ya se ha ido.



César Vallejo

Trilce: XXXVIII

-- de César Vallejo --

Este cristal aguarda ser sorbido
en bruto por boca venidera
sin dientes. No desdentada.
Este cristal es pan no venido todavía.

Hiere cuando lo fuerzan
y ya no tiene cariños animales.
Mas si se le apasiona, se melaría
y tomaría la horma de los sustantivos
que se adjetivan de brindarse.

Quienes lo ven allí triste individuo
incoloro, lo enviarían por amor,
por pasado y a lo más por futuro:
si él no dase por ninguno de sus costados;
si él espera ser sorbido de golpe
y en cuanto transparencia, por boca ve
nidera que ya no tendrá dientes.

Este cristal ha pasado de animal,
y márchase ahora a formar las izquierdas,
los nuevos Menos.
Déjenlo solo no más.



César Vallejo

este cristal aguarda ser sorbido

-- de César Vallejo --

xxxviii
este cristal aguarda ser sorbido
en bruto por boca venidera
sin dientes. No desdentada.
Este cristal es pan no venido todavía.
Hiere cuando lo fuerzan
y ya no tiene cariños animales.
Mas si se le apasiona, se melaría
y tomaría la horma de los sustantivos
que se adjetivan de brindarse.
Quienes lo ven allí triste individuo
incoloro, lo enviarían por amor,
por pasado y a lo más por futuro:
si él no dase por ninguno de sus costados;
si él espera ser sorbido de golpe
y en cuanto transparencia, por boca ve
nidera que ya no tendrá dientes.
Este cristal ha pasado de animal,
y márchase ahora a formar las izquierdas,
los nuevos menos.
Déjenlo solo no más.



César Vallejo

aniversario

-- de César Vallejo --

¡cuánto catorce ha habido en la existencia!
¡qué créditos con bruma, en una esquina!
¡qué diamante sintético, el del casco!
¡cuánta más dulcedumbre
a lo largo, más honda superficie:
¡cuánto catorce ha habido en tan poco uno!
¡qué deber,
qué cortar y qué tajo,
de memoria a memoria, en la pestaña!
¡cuanto más amarillo, más granate!
¡cuánto catorce en un solo catorce!
acordeón de la tarde, en esa esquina,
piano de la mañana, aquella tarde;
clarín de carne,
tambor de un solo palo,
guitarra sin cuarta ¡cuánta quinta,
y cuánta reunión de amigos tontos
y qué nido de tigres el tabaco!
¡cuánto catorce ha habido en la existencia!
¿qué te diré ahora,
quince feliz, ajeno, quince de otros?
nada más que no crece ya el cabello,
que han venido por las cartas,
que me brillan los seres que he parido,
que no hay nadie en mi tumba
y que me han confundido con mi llanto.
¡Cuánto catorce ha habido en la existencia!



César Vallejo

en el rincón aquel, donde dormimos juntos

-- de César Vallejo --

xv
en el rincón aquel, donde dormimos juntos
tantas noches, ahora me he sentado
a caminar. La cuja de los novios difuntos
fue sacada, o talvez qué habrá pasado.
Has venido temprano a otros asuntos,
y ya no estás. Es el rincón
donde a tu lado, leí una noche,
entre tus tiernos puntos,
un cuento de daudet. Es el rincón
amado. No lo equivoques.
Me he puesto a recordar los días
de verano idos, tu entrar y salir,
poca y harta y pálida por los cuartos.
En esta noche pluviosa,
ya lejos de ambos dos, salto de pronto...
Son dos puertas abriéndose cerrándose,
dos puertas que al viento van y vienen
sombra a sombra.



César Vallejo

acaba de pasar el que vendrá

-- de César Vallejo --

Acaba de pasar el que vendrá
proscrito, a sentarse en mi triple desarrollo;
acaba de pasar criminalmente.
Acaba de sentarse más acá,
a un cuerpo de distancia de mi alma,
el que vino en un asno a enflaquecerme;
acaba de sentarse de pie, lívido.
Acaba de darme lo que está acabado,
el calor del fuego y el pronombre inmenso
que el animal crió bajo su cola.
Acaba
de expresarme su duda sobre hipótesis lejanas
que él aleja, aún más, con la mirada.
Acaba de hacer al bien los honores que le tocan
en virtud del infame paquidermo,
por lo soñado en mi y en él matado.
Acaba de ponerme (no hay primera)
su segunda aflixión en plenos lomos
y su tercer sudor en plena lágrima.
Acaba de pasar sin haber venido.



César Vallejo

cual mi explicación

-- de César Vallejo --

xiv
cual mi explicación.
Esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas para arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de trujillo a lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.



César Vallejo

si lloviera esta noche, retiraríame

-- de César Vallejo --

xxxiii
si lloviera esta noche, retiraríame
de aquí a mil años.
Mejor a cien no más.
Como si nada hubiese ocurrido, haría
la cuenta de que vengo todavía.
O sin madre, sin amada, sin porfía
de agacharme a aguaitar al fondo, a puro
pulso,
esta noche así, estaría escarmenando
la fibra védica,
la lana védica de mi fin final, hilo
del diantre, traza de haber tenido
por las narices
a dos badajos inacordes de tiempo
en una misma campana.
Haga la cuenta de mi vida
o haga la cuenta de no haber aún nacido
no alcanzaré a librarme.
No será lo que aún no haya venido, sino
lo que ha llegado y ya se ha ido,
sino lo que ha llegado y ya se ha ido.



César Vallejo

El que vendrá

-- de César Vallejo --

Acaba de pasar el que vendrá
proscrito, a sentarse en mi triple desarrollo;
acaba de pasar criminalmente.

Acaba de sentarse más acá,
a un cuerpo de distancia de mi alma,
el que vino en un asno a enflaquecerme;
acaba de sentarse de pie, lívido.

Acaba de darme lo que está acabado,
el calor del fuego y el pronombre inmenso
que el animal crió bajo su cola.

Acaba
de expresarme su duda sobre hipótesis lejanas
que él aleja, aún más, con la mirada.

Acaba de hacer al bien los honores que le tocan
en virtud del infame paquidermo,
por lo soñado en mi y en él matado.

Acaba de ponerme (no hay primera)
su segunda aflixión en plenos lomos
y su tercer sudor en plena lágrima.

Acaba de pasar sin haber venido.



Diego Hurtado de Mendoza

Por tan difícil parte me han llevado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Por tan difícil parte me han llevado
Los importunos años que he vivido,
Que aun bien el medio dellos no he cumplido,
Y mil veces el fin he deseado.

Y toda la esperanza por do he andado,
De un mal á otro mayor siempre he venido;
En fin, á tal extremo soy traido,
Que no puedo temer mas triste estado.

Ansí que, ya sin bien, sin confianza,
Estoy de aqueste mal, que ahora muero,
Podría ya muy bien hacer mudanza;

Mas tanto por la causa mi mal quiero,
Que siento que me estraga la esperanza,
Y estoy harto mejor si desespero.



Pablo Neruda

poema 8 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Abeja blanca zumbas ebria de miel en mi alma
y te tuerces en lentas espirales de humo.
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa.
Ah silenciosa!
cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche.
Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa.
Tienes ojos profundos donde la noche alea.
Frescos brazos de flor y regazo de rosa.
Se parecen tus senos a los caracoles blancos.
Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra.
Ah silenciosa!
he aquí la soledad de donde estás ausente.
Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas.
El agua anda descalza por las calles mojadas.
De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas.
Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma.
Revives en el tiempo, delgada y silenciosa.
Ah silenciosa!



Pablo Neruda

el joven monarca

-- de Pablo Neruda --

Como continuación de lo leído y precedente de lapágina que sigue debo encaminar mi estrella al territorioamoroso.
Patria limitada por dos largos brazos cálidos, de largapasión paralela, y un sitio de oros defendidos por sistema ymatemática ciencia guerrera. Sí, quiero casarme con lamás bella de mandalay, quiero encomendar mi envoltura terrestrea ese ruido de la mujer cocinando, a ese aleteo de falda y pie desnudoque se mueven y mezclan como viento y hojas.
Amor de niña de pie pequeño y gran cigarro, flores deámbar en el puro y cilíndrico peinado, y de andar enpeligro, como un lirio de pesada cabeza, de gruesa consistencia.
Y mi esposa a mi orilla, al lado de mi rumor tan venido de lejos, miesposa birmana, hija del rey.
Su enrollado cabello negro entonces beso, y su pie dulce y perpetuo: yacercada ya la noche, desencadenado su molino, escucho a mi tigre ylloro a mi ausente.



Pedro Soto de Rojas

Favor

-- de Pedro Soto de Rojas --

Bien venidos seáis, rubios cabellos,
verde listón, seáis muy bien venido;
haya vuestro viaje sucedido
cual merecéis y cual merecen ellos.

Pues vistes -ay- aquellos ojos bellos,
luz objeto del sol esclarecido,
cómo quedan decid: sienta el oído,
pues que mis ojos no merecen vellos.

¿Se desatan en llanto -dulce suerte-
en esta ausencia que con sangre lloro?
Hablad, cabellos, pues de Fénix fuistes.

Muertos estáis, mas vuestro fin me advierte
en verde campo con señales de oro
que alegres los espere, aunque están tristes.



Rafael María Baralt

A la Santa Cruz (1)

-- de Rafael María Baralt --

Fuiste suplicio en que a morir de horrenda
muerte de oprobio y de dolor profundo
el hombre a sus esclavos, iracundo,
en su justicia condenó tremenda.

Y ora, contrito, religiosa ofrenda
de amores rinde ante tus pies el mundo
y de ti brota en manantial fecundo
consuelo al justo, al pecador enmienda.

¿Por qué trocado tu baldón en gloria,
y en júbilo por qué tu pesadumbre,
y en santo libro tu infernal historia?

Porque el Venido de la excelsa cumbre
dejó en tus brazos su feliz memoria,
y de su amor inextinguible lumbre.



Rafael María Baralt

A la Santa Cruz (2)

-- de Rafael María Baralt --

Suplicio fuiste en que a morir de horrenda
muerte afrentosa y con valor profundo
el hombre a sus esclavos, iracundo,
en su justicia condenó tremenda.

Purificada por Jesús, ofrenda
de amor y cultos te consagra el mundo;
y hallan en ti consuelo el moribundo,
el justo premio, el pecador enmienda.

¿Por qué trocados tu baldón en gloria,
en dulce libertad tu servidumbre,
en santo libro tu infernal historia?

Porque el Venido de la excelsa cumbre
dejó en tus brazos su feliz memoria,
y de su empírea majestad vislumbre.



José María Eguren

el bote viejo

-- de José María Eguren --

Bajo brillante niebla,
de saladas actinias cubierto,
amaneció en la playa,
un bote viejo.

Con arena, se mira
la banda de sus bateleros,
y en la quilla verdosos
calafateos.

Bote triste, yacente,
por los moluscos horadado;
ha venido de ignotos
muelles amargos.

Apareció en la bruma
y en la armonía de la aurora;
trajo de los rompientes
doradas conchas.

A sus bancos remeros,
a sus amarillentas sogas,
viene los cormoranes
y las gaviotas.

Los pintorescos niños,
cuando dormita la marea
lo llenan de cordajes
y de banderas.

Los novios, e la tarde,
en su alta quilla se recuestan;
y a los vientos marinos,
de amor se besan.

Mas el bote ruinoso
de las arenas del estuario,
ansía los distantes
muelles dorados.

Y en la profunda noche,
en fino tumbo abrillantado,
partió el bote muriente
a los botes lejanos.



Gabriela Mistral

desvelada

-- de Gabriela Mistral --

Como soy reina y fui mendiga, ahora
vivo en puro temblor de que me dejes,
y te pregunto, pálida, a cada hora:
«¿estás conmigo aún? ¡ay, no te alejes!»
quisiera hacer las marchas sonriendo
y confiando ahora que has venido;
pero hasta en el dormir estoy temiendo
y pregunto entre sueños: «¿no te has ido?».



Garcilaso de la Vega

SONETO I

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por dó me ha traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estoy olvidado,
a tanto mal no sé por dó he venido:
sé que me acabo, y mas he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme,
si quisiere, y aun sabrá querello:

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Garcilaso de la Vega

SONETO II

-- de Garcilaso de la Vega --

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!



Garcilaso de la Vega

SONETO XXVII

-- de Garcilaso de la Vega --

Amor, amor, un hábito vestí
el cual de vuestro paño fue cortado;
al vestir ancho fue, más apretado
y estrecho cuando estuvo sobre mí.

Después acá de lo que consentí,
tal arrepentimiento me ha tomado,
que pruebo alguna vez, de congojado,
a romper esto en que yo me metí.

Mas ¿quién podrá de este hábito librarse,
teniendo tan contraria su natura,
que con él ha venido a conformarse?

Si alguna parte queda por ventura
de mi razón, por mí no osa mostrarse;
que en tal contradicción no está segura.



Garcilaso de la Vega

Amor, Amor, un hábito vestí

-- de Garcilaso de la Vega --

Amor, amor, un hábito vestí
el cual de vuestro paño fue cortado;
al vestir ancho fue, más apretado
y estrecho cuando estuvo sobre mí.

Después acá de lo que consentí,
tal arrepentimiento me ha tomado,
que pruebo alguna vez, de congojado,
a romper esto en que yo me metí.

Mas ¿quién podrá de este hábito librarse,
teniendo tan contraria su natura,
que con él ha venido a conformarse?

Si alguna parte queda por ventura
de mi razón, por mí no osa mostrarse;
que en tal contradicción no está segura.



Garcilaso de la Vega

Cuando me paro a contemplar mi estado (Garcilaso de la Vega)

-- de Garcilaso de la Vega --

Cuando me paro a contemplar mi estado
y a ver los pasos por do me han traído,
hallo, según por do anduve perdido,
que a mayor mal pudiera haber llegado;

mas cuando del camino estó olvidado,
a tanto mal no sé por do he venido;
sé que me acabo, y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte
a quien sabrá perderme y acabarme
si ella quisiere, y aun sabrá querello;

que pues mi voluntad puede matarme,
la suya, que no es tanto de mi parte,
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?



Gutierre de Cetina

padre me llama el sol del alegría

-- de Gutierre de Cetina --

A mí la vista del más entristece;
apenas alejándose anochece
cuando muero por ver venido el día.
Todo cuanto en la tierra el cielo cría
reposa con la noche, en mí parece
que con fuerza mayor a la par crece
también la obscuridad del alma mía.
Y si del que mal hace es deseada,
que no querría ver luz en todo el año,
¿por cuál razón a mí me desagrada?
que demás de tratar de día mi daño,
en la noche, al descanso aparejada,
soy más cierto ministro de mi engaño.



Hernando de Acuña

Amor y un gran desdén, que le guerrea

-- de Hernando de Acuña --

Amor y un gran desdén, que le guerrea,
han ya venido a singular combate;
no hay quien entre ellos de concierto trate,
por do fuerza será que el fin se vea.

Mas mi razón vencida, que desea
que el fiero vencedor se desbarate,
para que tanto mal no se dilate,
de nuevo armada, en mi favor pelea.

Ya Amor con dos contrarios se congoja,
y en su poder, do tanto confiaba,
no se asegura ya ni se confía.

Del arco tiene ya la cuerda floja,
ya vuelve las saetas a su aljaba,
ya de mi libertad se acerca el día.



Hernando de Acuña

Mil veces de tu mano me he escapado

-- de Hernando de Acuña --

Mil veces de tu mano me he escapado
y al punto de la muerte y fin venido,
y tantas he tornado y te he seguido,
Amor, y nunca quedo escarmentado;

mil veces he propuesto y he jurado
de no seguir tu bando y tu partido,
viéndome en tu poder triste y perdido,
y tantas mi palabra y fe he quebrado.

Ahora, en este trance y mal que siento,
causado de tus manos crudamente,
bien justo era cumplir el juramento;

mas, triste, ¿qué haré, que no consiente
la dura suerte, el áspero tormento,
que el siervo del señor se halle ausente?



Salvador Díaz Mirón

El muerto

-- de Salvador Díaz Mirón --

Como tronco en montaña venido al suelo.
Frente grandiosa y limpia, soberbia y pura.
Negras y unidas cejas, con la figura
del trazo curvo y fino que marca el vuelo.

De un pájaro en un croquis que apunta un cielo.
Nariz igual a un pico de halcón albura
de canas. ¡El abeto, ya sin verdura,
dio en tierra y está en parte cinto de hielo!

El ojo mal cerrado tiene abertura
que muestra un hosco y vítreo claror de duelo,
un lustre de agua en pozo yerta en su hondura.

Moscas espanto y quito con el pañuelo;
y en la faz del cadáver sombra insegura
flota esbozando un cóndor al par que un velo.



Vicente Huidobro

Aeroplano

-- de Vicente Huidobro --

Una cruz
se ha venido al suelo

Un grito quebró las ventanas
Y todos se inclinan
sobre el último aeroplano

El viento
que había limpiado el aire
Naufragó en las primeras olas
La vibración
persiste aún
sobre las nubes

Y el tambor
llama a alguien
Que nadie conoce

Palabras
tras los árboles

La linterna que alguien agitaba
era una bandera
Alumbra tanto como el sol

Pero los gritos que atraviesan los techos
no son de rebeldía

A pesar de los muros que sepultan

LA CRUZ DEL SUR

Es el único avión

que subsiste



Vicente Huidobro

Contacto externo

-- de Vicente Huidobro --

Mis ojos de plaza pública
Mis ojos de silencio y de desierto
El dulce tumulto interno
La soledad que se despierta
Cuando el perfume se separa de las flores y emprende el viaje
Y el río del alma largo largo
Que no dice más ni tiempo ni espacio

Un día vendrá ha venido ya
La selva forma una sustancia prodigiosa
La luna tose
El mar desciende de su coche
Un jour viendra est déjà venu
Y Yo no digo más ni primavera ni invierno

Hay que saltar del corazón al mundo
Hay que construir un poco de infinito para el hombre



Mario Benedetti

corazón coraza

-- de Mario Benedetti --

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.



Mario Benedetti

el aguafiestas falta sin aviso

-- de Mario Benedetti --

El aguafiestas no ha venido esta tarde
josé lezama lima
tal vez se le olvidó tu santo y seña
después de todo no es tan importante
no va a flamear el cielo por su ausencia
ayúdate secúndate solázate
búscate en la quimera de los otros
inventa tus estrellas y repártelas
besa los nombres en sus dos mejillas
deja que el corazón te elija el mundo
abrázate del miedo y no lo sueltes
vuélvete sombra pero no te envicies
sálvate de turbiones y de nieblas
ponte el otoño con su sol de gala
libérate en las manos que te avisan
descúbrete en los ojos que te nombran
ya no vendrá deslígate distánciate
de su resuello de sus sortilegios
de sus malas noticias de su rabia
no dejes que te ensalme de amargura
defiende como loba tu alegría
el tiempo no diseña el pasatiempo
el canto no reclama el desencanto
el viento no vindica el aspaviento
la fiesta no perdona al aguafiestas



Mario Benedetti

el puente

-- de Mario Benedetti --

Para cruzarlo o para no cruzarlo
ahí está el puente
en la otra orilla alguien me espera
con un durazno y un país
traigo conmigo ofrendas desusadas
entre ellas un paraguas de ombligo de madera
un libro con los pánicos en blanco
y una guitarra que no sé abrazar
vengo con las mejillas del insomnio
los pañuelos del mar y de las paces
las tímidas pancartas del dolor
las liturgias del beso y de la sombra
nunca he traído tantas cosas
nunca he venido con tan poco
ahí está el puente
para cruzarlo o para no cruzarlo
yo lo voy a cruzar
sin prevenciones
en la otra orilla alguien me espera
con un durazno y un país.



Rosalía de Castro

Predestinados

-- de Rosalía de Castro --

Es el abismo el que le atrae
desde su fondo más oscuro,
para que deje esta vida tan triste
que él ve cubierta de eterno luto.

No bien una sombra se disipa
otra se agranda... Se agranda y le envuelve
sin que adivine por qué ha venido,
por qué le busca, ni qué le quiere,
pero le aterra y le acobarda
y a donde va le sigue siempre.

Si algún dolor abandona su alma,
otro más vivo y más intenso,
en sus entrañas haciendo el nido,
para él inventa nuevos tormentos,
mucho más hondos y más terribles
siempre los últimos que los primeros.

Un mal espíritu, algún demonio
de cuantos hay el más cruel
ha presidido su nacimiento
y oculto guía siempre su pie
hacia los bordes de la alta sima
a ver si puede verle caer.

Vacila su planta ya... Y sus ojos
vagos se fijan en lo infinito,
que él cree imagen de la nada;
pero le atrae... Le atrae el vacío
en donde flotas, genio invisible,
siempre llamándole hacia el abismo.

Y cae al fin... Y nadie sabe,
ni nadie pregunta por qué ha caído.



Miguel Unamuno

Barateros de la gracia

-- de Miguel Unamuno --

Departían así en el refectorio:
— Más negro cada vez es el bodigo...
— Parece de bellota de quejigo...
— A qué ha venido á dar el ofertorio!

— Es decreto de Dios y bien notorio,
por andarlo buscando de trastrigo,
á la gula nos manda este castigo.
— Debe de estar en quiebra el Purgatorio!



Juan Meléndez Valdés

la paloma

-- de Juan Meléndez Valdés --

Suelta mi palomita pequeñuela
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuanto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.
Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si ésta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.
Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,
lumbroso el cuello, y el piquito breve...
Mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi mano el grano.



Juan Meléndez Valdés

La paloma (Valdés)

-- de Juan Meléndez Valdés --

Suelta mi palomita pequeñuela
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuanto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.

Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si ésta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.

Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,

lumbroso el cuello, y el piquito breve...
Mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi mano el grano.



Juan Ramón Jiménez

su sitio fiel

-- de Juan Ramón Jiménez --

Las nubes y los árboles se funden
y el sol les trasparenta su honda paz.
Tan grande es la armonía del abrazo,
que la quiere gozar también el mar,
el mar que está tan lejos, que se acerca,
que ya se oye latir, que huele ya.
El cerco universal se va apretando,
y ya en toda la hora azul no hay más
que la nube, que el árbol, que la ola,
síntesis de la gloria cenital.
El fin está en el centro. Y se ha sentado
aquí, su sitio fiel, la eternidad.
Para eso hemos venido. (Cae todo
lo otro, que era luz provisional.)
Y todos los destinos aquí salen,
aquí entran, aquí suben, aquí están.
Tiene el alma un descanso de caminos
que han llegado a su único final.



Evaristo Carriego

Después del olvido

-- de Evaristo Carriego --

Porque hoy has venido, lo mismo que ntes,
con tus adorables gracias exquisitas,
álguien ha llenado de rosas mi cuarto
como en los instantes de pasadas citas.

¿Te acuerdas?... Regreso de noches lejanas,
aun guardo, entre otras, aquella novela
con la que soñabas imitar, a ratos,
no sé si a Lucía, no sé si a Grazziela.

Y aquel abanico, que sentir parece
la inquieta, la tibia presión de tu mano;
aquel abanico ¿te acuerdas? Trasunto
de aquel apacible, distante verano...

Y aquellas memorias que escribiste un día!
— un libro risueño de celos y quejas. —
¡Rincón asoleado! Rincón pensativo
de cosas tan vagas, de cosas tan viejas!...



Federico García Lorca

casida de los ramos

-- de Federico García Lorca --

Por las arboledas del tamarit
han venido los perros de plomo
a esperar que se caigan los ramos,
a esperar que se quiebren ellos solos.
El tamarit tiene un manzano
con una manzana de sollozos,
un ruiseñor apaga los suspiros,
y un faisán los ahuyenta por el polvo.
Pero los ramos son alegres,
pero los ramos son como nosotros.
No piensan en la lluvia y se han dormido,
como si fueran árboles, de pronto.
Sentados con el agua en las rodillas
dos valles aguardaban al otoño.
La penumbra con paso de elefante
empujaba las ramas y los troncos.
Por las arboledas del tamarit
hay muchos niños de velado rostro
a esperar que se caigan mis ramos,
a esperar que se quiebren ellos solos.
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Francisco de Quevedo

salmo xvi quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Ven ya, miedo de fuertes y de sabios:
irá la alma indignada con gemido
debajo de las sombras, y el olvido
beberán por demás mis secos labios.
Por tal manera curios, decios, fabios
fueron; por tal ha de ir cuanto ha nacido.
Si quieres ser a alguno bien venido,
trae con mi vida fin a mis agravios.
Esta lágrima ardiente, con que miro
el negro cerco que rodea a mis ojos,
naturaleza es, no sentimiento.
Con el aire primero este suspiro
empecé, y hoy le acaban mis enojos,
porque me deba todo al monumento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 64

-- de Francisco de Quevedo --

Solo sin vos, y mi dolor presente
mi pecho rompo con mortal suspiro;
sólo vivo aquel tiempo cuando os miro,
mas poco mi destino lo consiente.
Mi mal es propio, el bien es accidente;
pues, cuando verme en voz presente aspiro,
no falta causa al mal porque suspiro,
aunque con vos estoy, estando ausente.
Aquí os hablo, aquí os tengo, y aquí os veo,
gozando de este bien en mi memoria,
mientras que el bien que espero, amor dilata.
¡Mirad cómo me mata mi deseo:
que he venido a tener sólo por gloria
vivir contento en lo que más me mata!



José Eustasio Rivera

vibradora cigarra...

-- de José Eustasio Rivera --

Vibradora cigarra: con tu lírico empeño
los veranos cantabas en la azul lejanía,
y al temblor de tus alas resonantes, fulgía
todo el sol en mis ojos y en el valle risueño.

Y callabas al verme por el linde pampeño
divagar, cuando el rayo moribundo del día,
con las blondas palmeras que la tarde mecía
tuve amores, y el llano me enseñaba el ensueño.

Hoy que lánguidas brumas se vistió la pradera,
algo espera mi alma sin saber lo que espera:
¡que el sol brille, que vuelvas y en la luz te remontes!

ni siquiera un celaje sobre el páramo eterno...
Como tú ya no cantas, ha venido el invierno
y las mudas neblinas encanecen los montes.



Cristóbal de Castillejo

sonetos - gentes en estas partes tan extraña

-- de Cristóbal de Castillejo --

Gentes en estas partes tan extraña,
¿cómo habéis venido a nuestra españa
tan nuevas y hermosas clavellinas?

o ¿quién os ha traído a ser vecinas
del tajo, de sus montes y campaña?
o ¿quién es el que os guía y acompaña
de tierras tan ajenas peregrinas?-

-don diego de mendoça y garcilaso
nos truxeron, y boscán y luis de haro
por orden y favor del dios apolo.

Los dos llevó la muerte paso a paso,
solimán el uno y por amparo
nos queda don diego, y basta solo.

3



Roque Dalton García

mi dolor

-- de Roque Dalton García --

conozco perfectamente mi dolor:
viene conmigo disfrazado en la sangre
y se ha construido una risa especial
para que no pregunten por su sombra.
Mi dolor, ah, queridos,
mi dolor, ah, querida,
mi dolor, es capaz de inventaros un pájaro,
un cubo de madera
de esos donde los niños
le adivinan un alma musical al alfabeto,
un rincón entrañable
y tibio como la geografía del vino
o como la piel que me dejó las manos
sin pronunciar el himno de tu ancha desnudez de mar
mi dolor tiene cara de rosa,
de primavera personal que ha venido cantando.
Tras ella esconde su violento cuchillo,
su desatado tigre que me rompió las venas desde antes de nacer
y que trazó los días
de lluvia y de ceniza que mantengo.
Amo profundamente mi dolor,
como a un hijo malo.



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