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Pablo Neruda

oyes en medio del otoño

-- de Pablo Neruda --

Oyes en medio del otoño
detonaciones amarillas?
por qué razón o sinrazón
llora la lluvia su alegría?
qué pájaros dictan el orden
de la bandada cuando vuela?
de qué suspende el picaflor
su simetría deslumbrante?

Poema oyes en medio del otoño de Pablo Neruda con fondo de libro

Garcilaso de la Vega

La mar en medio y tierras he dejado

-- de Garcilaso de la Vega --

La mar en medio y tierras he dejado
de cuanto bien, cuitado, yo tenía;
y yéndome alejando cada día,
gentes, costumbres, lenguas he pasado.

Ya de volver estoy desconfiado;
pienso remedios en mi fantasía;
y el que más cierto espero es aquel día
que acabará la vida y el cuidado.

De cualquier mal pudiera socorrerme
con veros yo, señora, o esperallo,
si esperallo pudiera sin perdello;

mas no de veros ya para valerme,
si no es morir, ningún remedio hallo,
y si éste lo es, tampoco podré habello.

Poema La mar en medio y tierras he dejado de Garcilaso de la Vega con fondo de libro

Hernando de Acuña

En medio del placer que el pensamiento

-- de Hernando de Acuña --

En medio del placer que el pensamiento
me causa con mostrárseme presente,
Amor, que por ser bien no lo consiente,
le vuelve por usanza al mal que siento.

Yo al gusto del primer contentamiento
le esfuerzo para el bien do me contente,
mas no me vale, que absolutamente
Amor en sólo el mal le tiene atento.

Y aunque Amor todo su poder me diese,
no vale contra el vuestro, en siendo mío,
ni quiero yo que valga, aunque pudiese.

Mi bien y mal podéis, de vos lo fío:
bástame el mal, si yo lo mereciese,
que pensar en el bien es desvarío.

Poema En medio del placer que el pensamiento de Hernando de Acuña con fondo de libro

Antonio Machado

En medio de la plaza y sobre tosca piedra

-- de Antonio Machado --

En medio de la plaza y sobre tosca piedra,
el agua brota y brota. En el cercano huerto
eleva, tras el muro ceñido por la hiedra,
alto ciprés, la mancha de su ramaje yerto.
La tarde está cayendo frente a los caserones
de la ancha plaza en sueños. Relucen las vidrieras
con ecos mortecinos de sol. En los balcones
hay formas que parecen confusas calaveras.
La calma es infinita en la desierta plaza,
donde pasea el alma su traza de alma en pena.
El agua brota y brota en la marmórea taza.
En todo el aire en sombra no más que el agua suena.



Miguel Hernández

13

-- de Miguel Hernández --

13
mi corazón no puede con la carga
de su amorosa y lóbrega tormenta
y hasta mi lengua eleva la sangrienta
especie clamorosa que lo embarga.
Ya es corazón mi lengua lenta y larga,
mi corazón y es lengua larga y lenta...
¿Quieres contar sus penas? anda y cuenta
los dulces granos de la arena amarga.
Mi corazón no puede más de triste:
con el flotante espectro de un ahogado
vuela en la sangre y se hunde sin apoyo.
Y ayer, dentro del tuyo, me escribiste
que de nostalgia tienes inclinado
medio cuerpo hacia mí, medio hacia el hoyo.



Juan Ramón Jiménez

cénit

-- de Juan Ramón Jiménez --

Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú te unas con mi vida
y me completes así todo;
hasta que mi mitad de luz se cierre
con mi mitad de sombra
y sea yo equilibrio eterno
en la mente del mundo:
unas veces, mi medio yo, radiante;
otras, mi otro medio yo, en olvido.
Yo no seré yo, muerte,
hasta que tú, en tu turno, vistas
de huesos pálidos mi alma.



Roberto Juarroz

poemas de otredad 15

-- de Roberto Juarroz --

Nos quedamos a veces detenidos
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso,
con los ojos inmóviles
como dos largos vasos de agua solitaria,
con la vida inmóvil
y las manos quietas entre un gesto y el que hubiera seguido,
como si no estuvieran ya en ninguna parte.
Nuestros recuerdos son entonces de otro,
a quien apenas recordamos.
Es como si prestásemos la vida por un rato,
sin la seguridad de que nos va a ser devuelta
y sin que nadie nos la haya pedido,
pero sabiendo que es usada
para algo que nos concierne más que todo.
¿No será también la muerte un préstamo,
en medio de una calle,
de una palabra
o de un beso?



Rubén Darío

rima xi

-- de Rubén Darío --

Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el caso
que a las veces mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín los fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que me miran? agravio.
¿Me han hablado? zahiero.
Medio loco de atar, medio sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y remolino,
por las cuatro paredes del cerebro
repicando a compás sus consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las músicas macabras de los muertos!
¡y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la musa pálida,
la triste musa de los días negros!
yo soy así. ¡Qué se hace! ¡boberías
de soñador neurótico y enfermo!
¿quieres saber acaso
la causa del misterio?
una estatua de carne
me envenenó la vida con sus besos.
Y tenía tus labios, lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes, bellos...



Rubén Darío

de invierno

-- de Rubén Darío --

En invernales horas, mirad a carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
envuelta con su abrigo de marta cibelina
y no lejos del fuego que brilla en el salón.
El fino angora blanco junto a ella se reclina,
rozando con su hocico la falda de alençón,
no lejos de las jarras de porcelana china
que medio oculta un biombo de seda del japón.
Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
voy a besar su rostro, rosado y halagüeño
como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
y en tanto cae la nieve del cielo de parís.
Regresar a azul



Rubén Darío

De invierno (Darío)

-- de Rubén Darío --

En invernales horas, mirad a Carolina.
Medio apelotonada, descansa en el sillón,
Envuelta con su abrigo de marta cibelina
Y no lejos del fuego que brilla en el salón.

El fino angora blanco junto a ella se reclina,
Rozando con su hocico la falda de Alençón,
No lejos de las jarras de porcelana china
Que medio oculta un biombo de seda del Japón.

Con sus sutiles filtros la invade un dulce sueño;
Entro, sin hacer ruido; dejo mi abrigo gris;
Voy a besar su rostro, rosado y halagüeño

Como una rosa roja que fuera flor de lis.
Abre los ojos, mírame, con su mirar risueño,
Y en tanto cae la nieve del cielo de París.



Rubén Darío

Rima XI (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

Voy a confiarte, amada,
uno de los secretos
que más me martirizan. Es el caso
que a las veces mi ceño
tiene en un punto mismo
de cólera y esplín los fruncimientos.
O callo como un mudo,
o charlo como un necio,
suplicando el discurso
de burlas, carcajadas y dicterios.
¿Que me miran? Agravio.
¿Me han hablado? Zahiero.
Medio loco de atar, medio sonámbulo,
con mi poco de cuerdo.
¡Cómo bailan en ronda y remolino,
por las cuatro paredes del cerebro
repicando a compás sus consonantes,
mil endiablados versos
que imitan, en sus cláusulas y ritmos,
las músicas macabras de los muertos!
¡Y cómo se atropellan,
para saltar a un tiempo,
las estrofas sombrías,
de vocablos sangrientos,
que me suele enseñar la musa pálida,
la triste musa de los días negros!
Yo soy así. ¡Qué se hace! ¡Boberías
de soñador neurótico y enfermo!
¿Quieres saber acaso
la causa del misterio?
Una estatua de carne
me envenenó la vida con sus besos.
Y tenía tus labios, lindos, rojos
y tenía tus ojos, grandes, bellos...



Adelardo López de Ayala

Plegaria (López de Ayala)

-- de Adelardo López de Ayala --

¡Dame, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud;
la que sabe en el golfo hallar quietud
y en medio de las sombras claridad:

la que trueca en tesón la veleidad
y el ocio en perenal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud,
y los torpes engaños en verdad!

Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí,
te ofrezcan algún fruto en galardón...

Y aun tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mí.



Adelardo López de Ayala

Plegaria.

-- de Adelardo López de Ayala --

AME, Señor, la firme voluntad,
Compañera y sostén de la virtud;
La que sabe en el golfo hallar quietud
Y en medio de las sombras claridad:

La que trueca en tesón la veleidad
Y el ocio en perennal solicitud,
Y las ásperas fiebres en salud,
Y los torpes engaños en verdad!

Y así conseguirá mi corazón
Oue los favores que a tu amor debí
Te ofrezcan algún fruto en galardón...

Y aun tú, Señor, conseguirás así
Que no llegue a romper mi confusión
La imagen tuya que pusiste en mí.



Adelardo López de Ayala

Mi cuaderno de bitácora

-- de Adelardo López de Ayala --

ENERO

Día 1.º

Entró en mi cuarto de un brinco;
me miró con faz severa,
y me habló de esta manera
el año sesenta y cinco:

-«Sin razón quejas exhalas,
porque mi vuelo apresuro:
tienes un medio seguro
para arrancarme las alas.
Si escribiendo te señalas,
si tu inspiración recobras,
no experimentes zozobras
al perderme; que a tu lado
siempre estaré transformado
en el fruto de tus obras».

Día 2

Hoy Jovellanos se emplea
en ensayar con cuidado
el por mí resucitado
Alcalde de Zalamea;
y el cantor de Dulcinea
demanda mi inspiración...-
¡De buen pronóstico son
los trabajos de este día,
pues que me hacen compañía
Cervantes y Calderón!



Alejandra Pizarnik

peregrinaje

-- de Alejandra Pizarnik --

A elizabeth azcona cranwell

llamé, llamé como la náufraga dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero nombre
de la muerte.

He llamado al viento,
le confié mi ser.

Pero un pájaro muerto
vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado azul.

No es la soledad con alas,
es el silencio de la prisionera,
es la mudez de pájaros y viento,
es el mundo enojado con mi risa
o los guardianes del infierno
rompiendo mis cartas.

He llamado, he llamado.
He llamado hacia nunca.



Amado Nervo

predestinación

-- de Amado Nervo --

Para ciro b. Ceballos.
Grabó sobre mi faz descolorida
su mane thecel phares el dios fuerte,
y me agobian dos penas sin medida:
un disgusto infinito de la vida,
y un temor infinito de la muerte.
¿Ves cómo tiendo en rededor los ojos?
¡ay, busco abrigo con esfuerzos vanos...!
¡En medio de mi ruta, sólo abrojos!
¡al final de mi ruta, sólo arcanos!
¿qué hacer cuando la vida me repela
si la pálida muerte me acobarda?
digo a la vida: ¡sé piadosa, vuela...!
Digo a la muerte: ¡sé piadosa, tarda...!
¡Estaba escrito así! no más te afanes
por borrar de mi faz el torvo estigma;
impélenme furiosos huracanes,
y voy, entre los brazos de abrimanes,
a las fauces hambrientas del enigma.



Amado Nervo

parábola. jam faotet

-- de Amado Nervo --

Jam faotet
para ezzequiel a. Chávez.
Jesucristo es el buen samaritano:
yo estaba malherido en el camino,
y con celo de hermano,
ungió mis llagas con aceite y vino;
después, hacia el albergue, no lejano,
me llevó de la mano,
en medio del silencio vespertino.
Llegados, apoyé con abandono
mi cabeza en su seno,
y él me dijo muy quedo: «te perdono
tus pecados, ve en paz; sé siempre bueno
y búscame: de todo cuanto existe
yo soy el manantial, el ígneo centro...»
Y repliqué, muy pálido y muy triste:
«¿señor, a qué buscar si nada encuentro?
¡mi fe se me murió cuando partiste,
y llevo su cadáver aquí dentro!
»estando tú conmigo viviría...
Mas tu verbo inmortal todo lo puede:
dila que surja en la conciencia mía,
resucítala, ¡oh dios, era mi guía!»
y jesucristo respondió: «ya hiede».



Amado Nervo

ofrecimiento

-- de Amado Nervo --

Señor, tú regaste los campos de flores
que llenan el aire de aroma y frescor,
cubriste los cielos de inmensos fulgores
y diste a los mares su eterno rumor.
Doquier resplandece tu amor sin segundo;
la tierra proclama tu gloria doquier;
y en medio a esos himnos que brotan del mundo,
yo quiero elevarte mi voz de placer.
Nota: «esta composición debe ser la final» (amado nervo)



Amado Nervo

seis meses...

-- de Amado Nervo --

¡seis meses ya de muerta! y en vano he pretendido
un beso, una palabra, un hálito, un sonido...
Y, a pesar de mi fe, cada día evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...
Si yo me hubiese muerto, ¡qué mar, qué cataclismos,
qué vórtices, qué nieblas, qué cimas niqué abismos
burlaran mi deseo febril y omnipotente
de venir por las noches a besarte en la frente,
de bajar, con la luz de un astro zahorí,
a decirte al oído: ¡no te olvides de mí!
y tú, que me querías tal vez más que te amé,
callas inexorable, de suerte que no sé
sino dudar de todo, del alma, del destino,
¡y ponerme a llorar en medio del camino!
pues con desolación infinita evidencio
que detrás de la tumba ya no hay más que silencio...



Amado Nervo

De vuelta

-- de Amado Nervo --

-Salí al alba, dueño mío,
y llegué, marcha que marcha
entre cristales de escarcha,
hasta la margen del río.
¡Vengo chinita de frío!

¡De la escarcha entre el aliño,
era el dormido caudal
como un sueño de cristal
en un edredón de armiño!
(Emblema de mi cariño).

Alegre estaba, señor,
junto a la margen del río,
alegre en medio del frío:
Es que me daba calor
dentro del alma tu amor.

Te vi al tornar, mi regreso
esperando en la ventana,
¡y echó a correr tu Damiana
por darte más pronto un beso!
-¿Por eso? -¡No más por eso!



Amado Nervo

El torbellino

-- de Amado Nervo --

»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;

»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;

»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.

»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?

»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;

»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,

»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»

Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,

Y clamé, después de oír
«¡Oh mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»



Lope de Vega

antes que el cierzo de la edad ligera

-- de Lope de Vega --

Antes que el cierzo de la edad ligera
seque la rosa que en tus labios crece
y el blanco de ese rostro, que parece
cándidos grumos de lavada cera
estima la esmaltada primavera,
laura gentil, que en su beldad florece,
que con el tiempo se ama y se aborrece,
y huirá de ti quien a tu puerta espera.
No te detengas en pensar que vives,
oh laura, que en tocarte y componerte
se entrará la vejez, sin que la llames.
Estima un medio honesto, y no te esquives,
que no ha de amarte quien viniere a verte,
laura, cuando a ti misma te desames.



Lope de Vega

entre aquestas columnas abrasadas

-- de Lope de Vega --

Entre aquestas columnas abrasadas,
frías cenizas de la ardiente llama
de la ciudad famosa, que se llama
ejemplo de soberbias acabadas;
entre éstas otro tiempo levantadas,
y ya de fieras deleitosa cama,
entre aquestas ruinas, que la fama
por memoria dejó medio abrasadas;
entre éstas ya de púrpura vestidas,
y ahora solo de silvestres hiedras,
despojos de la muerte rigurosa,
busco memorias de mi bien perdidas,
y hallo solo una voz, que entre estas piedras
responde: aquí fue troya la famosa.



Lope de Vega

Desde que viene la rosada Aurora

-- de Lope de Vega --

Desde que viene la rosada Aurora
hasta que el viejo Atlante esconde el día
lloran mis ojos con igual porfía
su claro sol, que otras montañas dora;
y desde que del caos, adonde mora,
sale la noche perezosa y fría,
hasta que a Venus otra vez envía,
vuelvo a llorar vuestro rigor, señora.
Así que ni la noche me socorre,
ni el día me sosiega y entretiene,
ni hallo medio en extremos tan extraños.
Mi vida va volando, el tiempo corre,
y mientras mi esperanza con vos viene,
callando pasan los ligeros años.



Lope de Vega

Llorar cuando nací, señal fue cierta

-- de Lope de Vega --

Llorar cuando nací señal fue cierta
de la miseria del vivir futuro,
¿pues qué será de la vida que procuro,
si lágrimas le aguardan a la puerta?
Incierto el cuando, aunque la muerte cierta,
¿cómo a tantos peligros me aventuro?
¿Qué tiene el alma por defensa y muro,
aunque de terrapleno está cubierta
Oh, pues, vida, llorad; llorar conviene,
que no reír, pues si reír pretendo,
no es el efeto que esta causa tiene.
Proporcionad el medio, porque entiendo
que, si reís, impropiamente viene
nacer llorando con vivir riendo



Lope de Vega

Los que fuera del curso y armonía

-- de Lope de Vega --

Los que fuera del curso y armonía,
que con ley inmortal gobierna el suelo,
vistes el sol entristecer el cielo,
y suceder la noche al medio día
los que vistes con triste melodía
llorar las piedras y romperse el velo,
morir la vida y convertirse en hielo
a la luz del mundo, que en sí misma ardía,
mirad el Sol que la prisión levanta
al luminoso cuerpo soberano;
mirad la Vida que a la muerte espanta.
Pues con los rayos de su eterna mano
renueva de su templo el alma santa
el cinco veces roto velo humano.



Lope de Vega

Nunca me vi tan lejos de temeros

-- de Lope de Vega --

Nunca me vi tan lejos de temeros,
mi Dios, que me olvidase de estimaros,
porque cuando más cerca de olvidaros,
entonces me pesaba de ofenderos.
Impulsos tuve yo para quereros,
por quien con más razón podéis quejaros:
no sé como tardaba de buscaros
en medio del temor de conoceros.
Andaba yo cual suele el delincuente,
que se le antoja vara de justicia
cualquier rumor, que a las espaldas siente;
pero de mis deleites la codicia
me daban armas y ánimo valiente,
para que se doblase mi malicia.



Lope de Vega

Oh, nunca fueras, África desierta

-- de Lope de Vega --

Oh, nunca fueras, África desierta,
en medio de los trópicos fundada,
ni por el fértil Nilo coronada
te viera el alba cuando el sol despierta;

nunca tu arena inculta descubierta
se viera de cristiana planta honrada,
ni abriera en ti la portuguesa espada
a tantos males tan sangrienta puerta.

Perdióse en ti de la mayor nobleza
de Lusitania una florida parte,
perdióse su corona y su riqueza.

Pues tú que no mirabas su estandarte,
sobre él los pies, levantas la cabeza
ceñida en torno del laurel de Marte.



Lope de Vega

Quejósele una dama de un bofetón que le había dado su galán

-- de Lope de Vega --

Para que no compréis artificiales
rosas, señora Filis, Fabio os puso
las naturales, si el calor infuso
las puede conservar por naturales.

Ya que no os da regalos, da señales
de que os los ha de dar, galán al uso,
puesto que en la venganza estoy confuso,
viendo perlas en vos sobre corales.

¿Herir al sol en medio de su esfera?
¡Cruel temeridad! ¡Matad a Fabio!
Mas ¡ay, que vuestros brazos Fabio espera.

Y si amistades son el desagravio,
tantos celos me dais, que más quisiera
vengar las amistades que el agravio.



Lope de Vega

Púsose Amor en la nariz el dedo

-- de Lope de Vega --

Púsose Amor en la nariz el dedo,
jurando, por la vida de Accidalia,
castigar mi rigor, aunque a Tesalia,
fuese por hierbas para algún enredo.

Y Juana, por la puente de Toledo,
más en holanda que en tabí de Italia,
pasó con cuatro puntos de sandalia:
¡máteme Amor si medio punto excedo!

Del pie a mis ojos, de su pie despojos,
tal flecha de oro entonces enherbola,
como la que a Filipo daba enojos.

Pero halló el macedón farmacopola,
yo no; que, con la flecha por los ojos,
remedio espero de la muerte sola.



Esta cordera, que tornó en abrojos

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Esta cordera, que tornó en abrojos
su corta juventud los gustos míos,
medio anegada de los hondos ríos,
¡oh honor!, de tantas lágrimas y enojos,

ofrezco a tu deidad; estos despojos
—-como ya de piedad, de miedo fríos,
de tu poder ejemplo y de mis bríos—-
de hoy más ocupen peregrinos ojos.

Quede en tus aras la segur colgando,
cuyo afilado acero, ¡oh honor!, entiendo
la humilde sangre le ha dejado blando.

Mas no cures de mí, que, si venciendo
mi fe cumplí contigo, ¡oh honor!, dejando,
voy a cumplir con el amor muriendo.



Luis Cañizal de la Fuente

condeixa a velha

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Mil novecientos era en todo el mundo
una coimbra-oído medio del durmiente
a cuyo margen se alejaba un coche,
comiendo, enamorado,



Luis Cañizal de la Fuente

landre coma [a] landrú

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Landre coma landrú
quién esconde palabras, quién escatima honra,
quién calla como losa la condición del leño;
y por culpa de todos hay mendigos de almendra,
hay bocados de adán que
piden misericordia de un ladrido
a las luces en forma de bombilla en bodega.
Mas por detrás del mundo hay otras veces
en que ingresan miradas inocentes como manos de pez,
desplazan en dos golpes de aleta dos nadas laterales,
lo ignoran todo generosamente
con el gesto fraterno del jabón,
y así se desgañitan en continuum.
Por el camino manso de naturalidad
protenden su natura de ladrillo;
si el reloj de ataúd da manchas de fatiga,
ostentan más y más que son de arcilla
y de curiosidad truncada a medio asombro.
Por fin, contentos, se
vuelven atrás de su propósito,
hacen el águila imperial a levante y poniente,
suben el abrigado cuello de la indiferencia
y profieren joviales sin desplegar los labios:
landre, coma, landrú.
Yo soy todo inocente. Mira si lo eres tú.



Luis Cañizal de la Fuente

padre de todas las crismas

-- de Luis Cañizal de la Fuente --

Padre de todas las crismas
(paisaje pasoliniano)
se colmulga también en templos de la sordidez:
has de reconocerlos
por los ojos de arcadas aturdidos
que tienen en las plazas los patios de caballos
y, en sus puertas, montantes
con el cristal de medio real saltado
al modo guerra de la independencia
por turbas que convierten estaciones de tren abandonadas
en catedral del vómito en ayunas.
Entrado el sol en esos deambulatorios
todo lo hace el fervor,
la mano como garra piadosa sobre el pecho,
el rosario sonoro de las gotas pendientes,
la mirada ascendente,
la actitud recogida del cobarde,
la salida gloriosa del que huye por la puerta grande
a las afueras en que crece la hierba de la desconfianza,
anhelando a barrunto los trazados termómetro
y su camino alegre; y encontrarlo
cicatrizado por la violencia
en túmulos canela.
Desolación. Desnorte. Mirada circular,
y es sólo entonces cuando se despierta
el hedor del baldío de la tierra.



Góngora

Mientras por competir con tu cabello

-- de Góngora --

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;

goza cuello, cabello, labio, y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o víola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.



Góngora

Mientras por competir

-- de Góngora --

Mientras por competir con tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:

goza cuello, cabello, labio y frente
antes que, lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en polvo, en humo, en sombra, en nada.



Luis Gonzaga Urbina

redención

-- de Luis Gonzaga Urbina --

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita;

te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero; nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas!



Luis Gálvez de Montalvo

Si a tanto llega el dolor

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si á tanto llega el dolor
De sospechas y recelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Dolor que siempre está verde,
Aunque vos mas no os sequeis,
Y adonde quiera que esteis,
Veis presente á quien os muerte:
Mal que para su rigor
Se conjurar hoy los cielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Pues derriba una sospecha
La vida mas poderosa,
Y una presunción celos
Deja una gloria deshecha,
Y á fuerza de su furor
Se aborrecen los consuelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

No valen fuerzas ni mañas
Contra mal tan inhumano,
Porque el hambriento gusano
Que se ceba en las entrañas
Alli vierte á su sabor
Sus centellas y sus hielos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.

Si de este diente tocado
Debe un corazon rabiar,
Nadie lo podrá juzgar
Sino aquel que lo ha probado.
Yo que en medio del favor
Gusté tan enormes duelos,
No le llame nadie celos
Sino rabia del amor.



Luis Gálvez de Montalvo

Si tanto gana, pastora

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Si tanto gana, pastora,
Quien mira tus ojos bellos,
¿Qué hara el mirado dellos?
Entre mirarse y mirar
La ventaja es conocida,
Como de buscar la vida,
A venir ella á buscar.
No le queda que hallar
A aquel que merece vellos,
Sino ser mirado dellos.
Aunque en su luz sin igual
No puede haber competencia,
Por oficio hay diferencia
De mas, y menos caudal;
Que si el medio principal
Del deseo es conocellos,
El fin ser mirado dellos.



Manuel Acuña

la brisa

-- de Manuel Acuña --

A mi querido amigo j.C. Fernandez.
Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:
dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?
¿o vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?
¿o vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?
recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.
Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.
Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel Acuña

Hidalgo

-- de Manuel Acuña --

Sonaron las campanas de Dolores,
voz de alarma que el cielo estremecía,
y en medio de la noche surgió el día
de augusta libertad con los fulgores.

Temblaron de pavor los opresores
e Hidalgo audaz al porvenir veía,
y la patria, la patria que gemía,
vió sus espinas convertirse en flores.

¡Benditos los recuerdos venerados
de aquellos que cifraron sus desvelos
en morir por sellar la independencia;

aquellos que vencidos, no humillados,
encontraron el paso hasta los cielos
teniendo por camino su conciencia!



Manuel Acuña

La brisa (Manuel Acuña)

-- de Manuel Acuña --

Aliento de la mañana
que vas robando en tu vuelo
la esencia pura y temprana
que la violeta lozana
despide en vapor al cielo:

Dime, soplo de la aurora,
brisa inconstante y ligera,
¿vas por ventura a esta hora
al valle que te enamora
y que gimiendo te espera?

¿O vas acaso a los nidos
de los jilgueros cantores
que en la espesura escondidos
te aguardan medio adormidos
sobre sus lechos de flores?

¿O vas anunciando acaso,
sopla del alba naciente,
al murmurar de tu paso,
que el muerto sol del ocaso
se alza un niño en oriente?

Recoge tus leves alas,
brisa pura del estío,
que los perfumes que exhalas
vas robando entre las galas
de las violetas del río.

Detén tu fugaz carrera
sobre las risueñas flores
de la loma y la pradera,
y ve a despertar ligera
al ángel de mis amores.

Y dile, brisa aromada,
con tu murmullo sonoro,
que ella es mi ilusión dorada,
y que en mi pecho grabada
como a mi vida la adoro.



Manuel del Palacio

Maldita pereza

-- de Manuel del Palacio --

Al bosque me llevó mi fantasía,
Y en su fondo erizado de retamas.
Hallé un gigante pino, cuyas ramas
Eclipsaban la luz del medio dia.

Su viejo hendido tronco parecia
Reptil informe de ásperas escamas,
Y su copa volcan de verdes llamas
Que sobre tierra y aire se extendia.

Bajo su dulce sombra reclinado
En los goces pensé de la existencia,
Y en la felicidad que va á su lado:

Recordé de los años la sentencia,
Até al pino un cordon bien ensebado,
¡Y no me estrangulé... Por indolencia!



Manuel del Palacio

Semblanzas: V

-- de Manuel del Palacio --

Estuvo mes y medio en la facción
Con una charretera de oficial,
Vino el convenio, se hizo liberal
Y halló en Don Baldomero protección.

Se fué el cuarenta y tres con Don Ramón
Y con él proclamó la ley marcial,
Le hicieron el cincuenta general
Y mandáronle á Francia en comisión.

De Francia regresó poco después,
Hallóse de Vicálvaro en la lid,
Y hoy el título lleva de Marqués;

En su casa le tienen por un Cid,
Y pintado le han visto más de tres
En el escudo de armas de Madrid.



Manuel del Palacio

Un máscara

-- de Manuel del Palacio --

El martes fué cuando le vi en el Prado,
Llevaba una peluca medio cana,
Un casco de guerrero, una sotana,
Y el Código civil en el costado.

Uno al pasar le dijo: ¡moderado!
De verte sin careta tengo gana;
Y otro añadió: tu empresa será vana,
Que aun conserva las muchas que ha cambiado.

— ¿Quién es, pues, este máscara discreto?
Á un hombre pregunté que le seguia
Con mezcla de ansiedad y de respeto.

— ¿Quién es? De buena gana lo diría;
Pero aquí entre nosotros y en secreto,
Me han nombrado hace un mes de policía.



Jaime Sabines

te quiero porque tienes las partes de la mujer

-- de Jaime Sabines --

En el lugar preciso
y estás completa. No te falta ni un pétalo,
ni un olor, ni una sombra.
Colocada en tu alma,
dispuesta a ser rocío en la yerba del mundo,
leche de luna en las oscuras hojas.
Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy una mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.
Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.
Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.
Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro.
¿En qué lugar, en dónde, a qué deshoras
me dirás que te amo? esto es urgente
porque la eternidad se nos acaba.
Recoge mi cabeza. Guarda el brazo
con que amé tu cintura. No me dejes
en medio de tu sangre en esa toalla.



Jorge Debravo

desvestido

-- de Jorge Debravo --

La noche, deseosa, apenumbrada,
te quitó sin pensar las zapatillas...
Y -por sentirse blanca y alumbrada-
desnudó blancamente tus rodillas.

Luego -por diversión, sin decir nada-
la noche se llevó tu blusa larga
y te arrancó la falda ensimismada
como una cosa tímida y amarga.

Después te colocaste travesura:
desnudaste tus pechos por ternura
y -hablando de un amor vago, inconexo-

porque sí y porque no, a medio reproche,
desnudaste también, entre la noche
la noche pequeñita de tu sexo.



Jorge Manrique

pregunta entre bien y mal doblado

-- de Jorge Manrique --

Entre bien y mal doblado
pasa un gran río caudal;
yo estoy en cabo del mal
y el río no tiene vado.
Galardón, que era la puente,
es ya quebrada por medio;
¿qué me daréis por remedio,
que el nadar no lo consiente
la fuerza de la creciente?



Jorge Manrique

canción no tardes, muerte, que muero

-- de Jorge Manrique --

I
no tardes, muerte, que muero;
ven, porque viva contigo;
quiéreme, pues que te quiero,
que con tu venida espero
no tener guerra conmigo.
Ii
remedio de alegre vida
no lo hay por ningún medio,
porque mi grave herida
es de tal parte venida,
que eres tú sola remedio.
Ven aquí, pues, ya que muero;
búscame, pues que te sigo:
quiéreme, pues que te quiero,
y con tu venida espero
no tener vida conmigo.



Jorge Manrique

¡Oh, mundo! Pues que nos matas...

-- de Jorge Manrique --

I

¡Oh, mundo! Pues que nos matas,
fuera la vida que diste
toda vida;
mas según acá nos tratas,
lo mejor y menos triste
es la partida
de tu vida, tan cubierta
de tristezas, y dolores
muy poblada;
de los bienes tan desierta,
de placeres y dulzores
despojada.

II

Es tu comienzo lloroso,
tu salida siempre amarga
y nunca buena,
lo de en medio trabajoso,
y a quien das vida más larga
le das pena.

Así los bienes -muriendo
y con sudor- se procuran
y los das;
los males vienen corriendo;
después de venidos, duran
mucho más.

FIN DE LA OBRA COMPLETA



Jorge Manrique

Pregunta: Entre bien y mal doblado

-- de Jorge Manrique --

Entre bien y mal doblado
pasa un gran río caudal;
yo estoy en cabo del mal
y el río no tiene vado.
Galardón, que era la puente,
es ya quebrada por medio;
¿qué me daréis por remedio,
que el nadar no lo consiente
la fuerza de la creciente?



César Vallejo

Trilce: XXVI

-- de César Vallejo --

El verano echa nudo a tres años
que, encintados de cárdenas cintas, a todo
sollozo,
aurigan orinientos índices
de moribundas alejandrías,
de cuzcos moribundos.

Nudo alvino deshecho, una pierna por allí,
más allá todavía la otra,
desgajadas, y
péndulas.
Deshecho nudo de lácteas glándulas
de la sinamayera,
bueno para alpacas brillantes,
para abrigo de pluma inservible
¡más piernas los brazos que brazos!

Así envérase el fin, como todo,
como polluelo adormido saltón
de la hendida cáscara,
a luz eternamente polla.
Y así, desde el óvalo, con cuatros al hombro,
ya para qué tristura.

Las uñas aquellas dolían
retesando los propios dedos hospicios.
De entonces crecen ellas para adentro,
mueren para afuera,
y al medio ni van ni vienen,
ni van ni vienen.

Las uñas. Apeona ardiente avestruz coja,
desde perdidos sures,
flecha hasta el estrecho ciego
de senos aunados.

Al calor de una punta
de pobre sesgo ESFORZADO,
la griega sota de oros tórnase
morena sota de islas,
cobriza sota de lagos
en frente a moribunda alejandría,
a cuzco moribundo.



César Vallejo

Trilce: XXXII

-- de César Vallejo --

999 calorías
Rumbbb...Trrrapprrr rrach...Chaz
Serpentínica u del dizcochero
engirafada al tímpano.

Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.

1,000 Calorías.
Azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.

Remeda al cuco: Roooooooeeeis...
Tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.

Aire, aire! Hielo!
Si al menos el calor ( Mejor
no digo nada.

Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.

Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.



César Vallejo

Trilce: XL

-- de César Vallejo --

Quién nos hubiera dicho que en domingo
así, sobre arácnidas cuestas
se encabritaría la sombra de puro frontal.
(Un molusco ataca yermos ojos encallados,
a razón de dos o más posibilidades tantálicas
contra medio estertor de sangre remordida).

Entonces, ni el propio revés de la pantalla
deshabitado enjugaría las arterias
trasdoseadas de dobles todavías.
Como si nos hubiesen dejado salir! Como
si no estuviésemos embrazados siempre
a los dos flancos diarios de la fatalidad!
Y cuánto nos habríamos ofendido.
Y aún lo que nos habríamos enojado y peleado
y amistado otra vez
y otra vez.

Quién hubiera pensado en tal domingo,
cuando, a rastras, seis codos lamen
de esta manera, hueras yemas lunesentes.

Habríamos sacado contra él, de bajo
de las dos alas del Amor,
lustrales plumas terceras, puñales,
nuevos pasajes de papel de oriente.
Para hoy que probamos si aún vivimos,
casi un frente no más.



César Vallejo

Trilce: LXXII

-- de César Vallejo --

Lento salón en cono, te cerraron, te cerré,
aunque te quise, tú lo sabes,
y hoy de qué manos penderán tus llaves.

Desde estos muros derribamos los últimos
escasos pabellones que cantaban.
Los verdes han crecido. Veo labriegos trabajando,
los cerros llenos de triunfo.
Y el mes y medio transcurrido alcanza
para una mortaja, hasta demás.

Salón de cuatro entradas y sin una salida,
hoy que has honda murria, te hablo
por tus seis dialectos enteros.
Ya ni he de violentarte a que me seas,
de para nunca; ya no saltaremos
ningún otro portillo querido.

Julio estaba entonces de nueve. Amor
contó en sonido impar. Y la dulzura
dió para toda la mortaja, hasta demás.



César Vallejo

quién nos hubiera dicho que en domingo

-- de César Vallejo --

xl
quién nos hubiera dicho que en domingo
así, sobre arácnidas cuestas
se encabritaría la sombra de puro frontal.
(Un molusco ataca yermos ojos encallados,
a razón de dos o más posibilidades tantálicas
contra medio estertor de sangre remordida).
Entonces, ni el propio revés de la pantalla
deshabitado enjugaría las arterias
trasdoseadas de dobles todavías.
Como si nos hubiesen dejado salir! como
si no estuviésemos embrazados siempre
a los dos flancos diarios de la fatalidad!
y cuánto nos habríamos ofendido.
Y aún lo que nos habríamos enojado y peleado
y amistado otra vez
y otra vez.
Quién hubiera pensado en tal domingo,
cuando, a rastras, seis codos lamen
de esta manera, hueras yemas lunesentes.
Habríamos sacado contra él, de bajo
de las dos alas del amor,
lustrales plumas terceras, puñales,
nuevos pasajes de papel de oriente.
Para hoy que probamos si aún vivimos,
casi un frente no más.



César Vallejo

999 calorías

-- de César Vallejo --

xxxii
999 calorías
rumbbb... Trrraprrrr rrach... Chaz
serpentínica u del bizcochero
engirafada al tímpano.
Quién como los hielos. Pero no.
Quién como lo que va ni más ni menos.
Quién como el justo medio.
1,000 Calorías
azulea y ríe su gran cachaza
el firmamento gringo. Baja
el sol empavado y le alborota los cascos
al más frío.
Remeda al cuco; roooooooeeeis...
Tierno autocarril, móvil de sed,
que corre hasta la playa.
Aire, aire! hielo!
si al menos el calor (mejor
no digo nada.
Y hasta la misma pluma
con que escribo por último se troncha.
Treinta y tres trillones trescientos treinta
y tres calorías.



César Vallejo

calor, cansado voy con mi oro, a donde

-- de César Vallejo --

Calor, cansado voy con mi oro, a donde
acaba mi enemigo de quererme.
¡C'est septembre attiédi, por ti, febrero!
es como si me hubieran puesto aretes.
París, y 4, y 5, y la ansiedad
colgada, en el calor, de mi hecho muerto.
¡C'est paris, reine du monde!
es como si se hubieran orinado.
Hojas amargas de mensual tamaño
y hojas del luxemburgo polvorosas.
Ic'est l'été, por ti, invierno de alta pleura!
es como si se hubieran dado vuelta.
Calor, parís, otoño, ¡cuánto estío
en medio del calor y de la urbe!
¡c'est la vie, mort de la mort!
es como si contaran mis pisadas.
¡Es como si me hubieran puesto aretes!
¡es como si se hubieran orinado!
¡es como si te hubieras dado vuelta!
¡es como si contaran mis pisadas!



César Vallejo

lento salón en cono, te cerraron, te cerré

-- de César Vallejo --

lxxii
lento salón en cono, te cerraron, te cerré,
aunque te quise, tú lo sabes,
y hoy de qué manos penderán tus llaves.
Desde estos muros derribamos los últimos
escasos pabellones que cantaban.
Los verdes han crecido. Veo labriegos trabajando,
los cerros llenos de triunfo.
Y el mes y medio transcurrido alcanza
para una mortaja, hasta demás.
Salón de cuatro entradas y sin una salida,
hoy que has honda murria, te hablo
por tus seis dialectos enteros.
Ya ni he de violentarte a que me seas,
de para nunca; ya no saltaremos
ningún otro portillo querido.
Julio estaba entonces de nueve. Amor
contó en sonido impar. Y la dulzura
dió para toda la mortaja, hasta demás.



César Vallejo

Capitulación

-- de César Vallejo --

Anoche, unos abriles granas capitularon
ante mis mayos desarmados de juventud;
los marfiles histéricos de su beso me hallaron
muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron
una tarde amaranto que dije un canto a sus
cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron
las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres
sus velas cremas que iban al tope en las salobres
espumas de un marmuerto. Vencedora y vencida,

se quedó pensativa y ojerosa y granate.
Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,
de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.



Diego Hurtado de Mendoza

Por tan difícil parte me han llevado

-- de Diego Hurtado de Mendoza --

Por tan difícil parte me han llevado
Los importunos años que he vivido,
Que aun bien el medio dellos no he cumplido,
Y mil veces el fin he deseado.

Y toda la esperanza por do he andado,
De un mal á otro mayor siempre he venido;
En fin, á tal extremo soy traido,
Que no puedo temer mas triste estado.

Ansí que, ya sin bien, sin confianza,
Estoy de aqueste mal, que ahora muero,
Podría ya muy bien hacer mudanza;

Mas tanto por la causa mi mal quiero,
Que siento que me estraga la esperanza,
Y estoy harto mejor si desespero.



Emilio Bobadilla

A oscuras

-- de Emilio Bobadilla --

En la mano un espejo con marco malaquita;
vestida de princesa oriental; otra viste
de oro con sombrero de plata; la marchita
cara bajo el reflejo de un cansancio muy triste...

De terciopelo verde Veronés, otra surge,
cenefa piel de lobo al ras de los tobillos;
apurando se aduerme capitoso menjurge
que de piedras preciosas tiene los verdes brillos...

De pronto cae una bomba y los violines callan
y luego cae otra bomba y horrísonas, sangrientas
en medio de la orgía delicuecente estallan;

a las risas histéricas sucede la congoja,
y se apagan las luces y París anda a tientas
guiado de su torre por la pupila roja...



Emilio Bobadilla

El año 1916

-- de Emilio Bobadilla --

Saltan los bosques hechos astillas;
surcos enormes rajan la tierra;
huyen los hombres, arden las villas;
clamor de angustia, gritos de guerra!

¡Ya no hay crepúsculos suaves, risueños;
ya no hay arpegios de ruiseñores;
ya no hay canciones, ya no hay ensueños,
sino metralla, sangre y rencores!

Y el año expira y el año nuevo
viene impregnado también de saña
—del año viejo digno renuevo—.

¡La Muerte en medio de tanto escombro
pasa a lo lejos con su guadaña
como un labriego, la azada al hombro!



Emilio Bobadilla

El héroe (Bobadilla)

-- de Emilio Bobadilla --

—Si no vas a la guerra te fusilo,
te fusilo si huyes o desertas—
y con el alma el mísero en un hilo
entra confuso en trágicas reyertas.

A puntapiés y voces va adelante
bajo una catarata de metralla,
el ojo abierto, lívido el semblante,
envuelto en el fragor de la batalla.

¡Corre aturdido sin saber adónde,
dando tajos en medio de la grita:
uno cae, otro huye, otro se esconde...

Y de pronto aclamado, ve consigo
una bandera que su mano agita
y que tomó al azar al enemigo...!



Emilio Bobadilla

Iluso

-- de Emilio Bobadilla --

Numerosos ejércitos sin piedad se desgarran
a Jesús invocando se persiguen con odio;
los cañones el aire de pólvora anubarran
y sigue a un episodio de sangre otro episodio.

En el hogar luctuoso gime a solas la viuda;
de Dios la pobre madre —de angustia medio loca-
implora noche y día, con lágrimas, la ayuda;
y es un volcán de súplicas inauditas su boca.

Los campos en estepas la metralla convierte;
la industria y el comercio se acaban en un día:
¡sólo mandan los odios, sólo triunfa la muerte!

Y Cristo paz no pone en la humana discordia
y asiste de los pueblos inerme a la agonía...
¡Iluso que creíste predicar la concordia!



Emilio Bobadilla

Matar

-- de Emilio Bobadilla --

¡En medio de la brega coger al enemigo,
la yugular cortarle o sacarle las tripas,
y ser de otros crímenes análogos testigo
y fumarse tranquilo después una o dos pipas!

¡La muerte es a la vida un llamamiento ardiente
y la vida es absurdo, injusticia, atropello,
es dar un quiebro diario al Destino inconciente,
y estar nadando siempre con el agua hasta el cuello!

Maldecir de la guerra, provocando la guerra,
—la guerra es un delito cuando da en descalabro—
¡qué paradoja irónica tan evidente encierra!

¿Por qué su pensamiento tras la justicia esconde?
¡Oh guerrero que mueres, matando! ¡Qué macabro
placer que a tus instintos destructores responde!



Emilio Bobadilla

París en la guerra

-- de Emilio Bobadilla --

Emporio voluptuoso de fiestas y placeres,
de artísticos torneos, de decadentes vicios;
para la carne, ardores de exquisitas mujeres,
y para el pensamiento complejos artificios.

La germánica ira tu esplendor amenaza
y en tu cara de pronto la risa se congela;
en el aire sereno siniestros giros traza
el avión traicionero que en torno tuyo vuela.

La orgía —ola de lujo, de músicas y besos—,
el pavor paraliza en medio de la noche.
¡Adiós, horas febriles de lúbricos excesos!

Huyen de ti, empujados por militares leyes,
millonarios y pobres, en tren, a pie o en coche,
y hoy pacen en tu bosque de Bolonia los bueyes...



Enrique Lihn

de todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor

-- de Enrique Lihn --

De todas las desesperaciones, la de la muerte tiene que ser la peor
ella y el miedo a morir, cruz y raya
cuando ya se puede pronosticar el día y la hora
hay una fea probabilidad de que el miedo a morir y ladesesperación de la muerte sean
normalmente inseparables como la uña y la carne
recuerdo a un amigo de otros años él huía de nochede su casa y del hospital
sin más salvoconducto que el que se daría a un condenadoen el infierno
se dejaba caer en casa de amigas que no compartían su amor porellas, condenadamente bellas
exigía con argumentos propios de la ciencia de la locura
que lo recibieran en esas casas como huésped estable
me parece ver cómo al final de esas conversaciones imposibles
era reconducido a su madriguera por las señoras y los esposos
en medio del gran silencio, él, el gnomo de la selva negra delamanecer
de vuelta a su anticasa
o al aeródromo de los hospitales para que no perdiera su vuelo.



Enrique Álvarez Henao

Los tres ladrones

-- de Enrique Álvarez Henao --

Época fue de grandes redenciones:
El mundo de dolor estaba henchido
y en Gólgota, en sombras convertido,
se hallaban en sus cruces tres ladrones.

A un lado, en espantosas contorsiones,
se encontraba un ratero empedernido;
en el otro, un ladrón arrepentido,
y en medio el robador de corazones.

De luto se cubrió la vasta esfera;
Gestas, el malo, se retuerce y gime;
Dimas, el bueno, su dolor espera.

Y el otro, el de la luenga cabellera,
que sufre, que perdona y que redime,
se robó al fin la humanidad entera.



Ernesto Cardenal

epigrama XV

-- de Ernesto Cardenal --

Tú eres sola
entre las multitudes
como son sola
la luna
y sólo el sol
en el cielo
ayer estabas en el estadio
en medio de miles de gentes
y te divisé desde
que entré
igual que si hubieras
estado sola



Arturo Borja

Por el camino de las quimeras

-- de Arturo Borja --

Para Carmen Rosa

Fundiendo el oro
de tu belleza con el tesoro
de mi tristeza,
fabricaré yo un cáliz de áurea realeza
en donde, juntos, exprimiremos
el ustorio racimo de los dolores,
en donde, juntos, abrevaremos
nuestros amores...
Será una copa sacra. Labios humanos
no mojarán en ella;
decorarán sus bordes lirios gemelos como tus manos
como tus labios habrá pétalos rojos,
y en su fondo un zafiro que fue una estrella
como tus Ojos. . .
El sortilegio
declinará. La magia de nuestro encanto
tendrá un veneno de sacrilegio;
la última gota
la absorberemos, locos, mezclada en llanto;
la copa rota,
se perderá, camino de las quimeras ...
Tú estarás medio muerta. Mi último beso
morirá en tus ojeras,
mi último beso
se alejará, camino de las quimeras...



Julián del Casal

ante el retrato de juana samary

-- de Julián del Casal --

Ante el retrato de juana samary
nunca te conocí, mas yo te he amado
y, en mis horas amargas de tristeza,
tu imagen ideal he contemplado
extasiándome siempre en su belleza.
Aunque en ella mostrabas la alegría
que reta a los rigores de la suerte,
detrás de tus miradas yo advertía
el terror invencible de la muerte.
Y no te amé por la sonrisa vana
con que allí tu tristeza se reviste;
te amé, porque en ti hallaba un alma hermana,
alegre en lo exterior y dentro triste.
Hoy ya no atraes las miradas mías
ni mi doliente corazón alegras,
en medio del cansancio de mis días
o la tristeza de mis noches negras;
porque al saber que de tu cuerpo yerto
oculta ya la tierra tus despojos,
siento que algo de mí también ha muerto
y se llenan de lágrimas mis ojos.
¡Feliz tú que emprendiste el raudo vuelo
hacia el bello país desconocido
donde esparce su aroma el asfodelo
y murmura la fuente del olvido!
igual suerte en el mundo hemos probado,
mas ya contra ella mi dolor no clama:
si tú nunca sabrás que yo te he amado
tal vez yo ignore siempre quién me ama.



Julián del Casal

al juez supremo

-- de Julián del Casal --

No arrancó la ambición las quejas hondas
ni el orgullo inspiró los anatemas
que atraviesan mis mórbidos poemas
cual aves negras entre espigas blondas.
Aunque la dicha terrenal me escondas
no a la voz de mis súplicas le temas,
que ni lauros, ni honores, ni diademas
turban de mi alma las dormidas ondas.
Si algún día mi férvida plegaria,
¡oh, dios mío!, en blasfemia convertida
vuela a herir tus oídos paternales,
es que no siente mi alma solitaria,
en medio de la estepa de la vida,
el calor de las almas fraternales.



Manuel José Othón

paisajes

-- de Manuel José Othón --

Meridies

rojo, desde el cenit, el sol caldea.
La torcaz cuenta al río sus congojas,
medio escondida entre las mustias hojas
que el viento apenas susurrando orea.

La milpa, ya en sazón, amarillea,
de espigas rebosante y de panojas,
y reveberan las techumbres rojas
en las vecinas casas de la aldea.

No se oye estremecerse el cocotero
ni en la ribera sollozar los sauces;
solos están la vega y el otero,

desierto el robledal, secos los cauces
y, tendido a la orilla de un estero,
abre el lagarto sus enormes fauces.

Ii
noctifer

todo es cantos, suspieros y rumores
agítanse los vientos tropicales
zumbando entre los verdes carrizales,
gárrulos y traviesos en las flores.

Bala el ganado, silban los pastores,
las vacas mugiendo a los corrales,
canta la codorniz en los maízales
y grita el guacamayo en los alcores.

El día va a morir; la tarde avanza.
Súbito llama a la oración la esquila
de la ruinosa erminta, en lontananza.

Y venus, melancólica y tranquila,
desde el perfil del horizonte lanza
la luz primera de su azul pupila.



Rafael Obligado

semejanzas

-- de Rafael Obligado --

Brisa que en medio de la selva canta,
apacible rumor del oleaje,
es el susurro de su blanco traje
al deslizarse su ligera planta.

Luz de la estrella que al caer la tarde
de moribunda palidez se viste,
es el reflejo cariñoso y triste
que en los cristales de sus ojos arde.

Luna del seno de la mar naciente,
que va escalando, en silencioso vuelo,
y con tranquila majestad, el cielo,
es el relieve de su tersa frente.

Plácido arrullo, que ocultar no sabe
de la paloma la ignorada pena,
y en el silencio de los bosques suena,
es la armonía de su voz suave.

Cielo sin nubes que a la tierra envía
la luz y el fuego de su sol fecundo,
cielo sin nubes de un azul profundo,
es el cariño de la amada mía.



Rafael Obligado

sombra

-- de Rafael Obligado --

¿has podido dudar del alma mía?
¿de mí que nunca de tu amor dudé?
¡dudar! ¡cuando eres mi naciente día,
mi solo orgullo, mi soñado bien!

¡dudar! ¡sabiendo que en tu ser reposa
cuanta esperanza palpitó en mi ser,
y que mis sueños de color de rosa
el ala inclinan a besar tu sien!

por eso, lleno de profundo anhelo,
me oyó la tarde, divagando ayer,
decir al valle, preguntar al cielo:
¿por qué ha dudado de mi amor, por qué?

la luz rosada de la tarde bella,
huyó a mis pasos para no volver;
y la naciente, luminosa estrella,
veló sus rayos para huir también.

Y mudo, triste, solitario, errante,
el alma enferma, por primera vez,
hundí en la sombra, y se apagó un instante
la luz celeste de mi antigua fe.

Perdido en medio de la noche en calma,
brumoso el río que nos vio nacer,
de alzar el vuelo a la región del alma
sentí la viva, la profunda sed.

¡Fugaz deseo! tu inmortal cariño
ardió en la noche, y en su llama cruel
la mariposa de mi amor de niño
quemó sus alas y cayó a tus pies.



Olga Orozco

la realidad y el deseo

-- de Olga Orozco --

A luis cernuda
la realidad, sí, la realidad,
ese relámpago de lo invisible
que revela en nosotros la soledad de dios.
Es este cielo que huye.
Es este territorio engalanado por las burbujas de la muerte.
Es esta larga mesa a la deriva
donde los comensales persisten ataviados por el prestigio de no estar.
A cada cual su copa
para medir el vino que se acaba donde empieza la sed.
A cada cual su plato
para encerrar el hambre que se extingue sin saciarse jamás.
Y cada dos la división del pan:
el milagro al revés, la comunión tan sólo en loimposible.
Y en medio del amor,
entre uno y otro cuerpo la caída,
algo que se asemeja al latido sombrío de unas alas que vuelven desde la eternidad,
al pulso del adiós debajo de la tierra.
La realidad, sí, la realidad:
un sello de clausura sobre todas las puertas del deseo.



Oliverio Girondo

habría

-- de Oliverio Girondo --

Habría
con cresta
o candor niño
o envión varón habría que osar izar un yo flamanteen gozo
o autoengendrar hundido en el propio ego pozo
un nimio virgo vicio
un semi tic o trauma o trac o toc novicios
un novococo inédito por poco
un mero medio huevo al menos de algo nuevo
e inmerso en el subyo intimísimo
volver a ver reverdecer la fe de ser
y creer en crear
y croar y croar
ante todo ende o duende visiblemente real o inexistente
o hacer hacer
dentro de un nido umbrío y tibio
un hijo mito
mixto de silbo ido y de hipo divo de ídolo
o en rancia última instancia del cotidiano entreasco
a escoplo y soplo mago
remodelar habría los orificios psíquicos y físicoscorrientes
de tanto espectro diario que desnutre la mecha
o un lazariento anhelo que todavía se yerga
como si pudiera
y darle con la proa de la lengua
y darle con las olas de la lengua
y furias y reflujos y mareas
al todo cráter cosmos
sin cráter
de la nada



Oliverio Girondo

destino

-- de Oliverio Girondo --

Destino
y para acá o allá
y desde aquí otra vez
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento
y del principio o término del precipicio íntimo
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste a aquelloo de lo opuesto
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajo arriba ávido asqueado
por vivir entre huesos
o del perpetuo estéril desencuentro
a lo demás
de más
o al recomienzo espeso de cerdos contratiempos y destiempos
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en plenovuelo
cálido o helado
y vuelta y vuelta
a tanta terca tuerca
para entregarse entero o de tres cuartos
harto ya de mitades
y de cuartos
al entrevero exhausto de los lechos deshechos
o darse noche y día sin descanso contra todos los nervios delmisterio
del más allá
de acá
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno de lo aparenteo lo supuesto
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo
con todos los sentidos sin sentido
en el sofocatedio
con uñas y con piensos y pellejo
y porque sí nomás



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