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Se han encontrado 23 poemas con la palabra guarde

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Baltasar del Alcázar

Dios nos guarde

-- de Baltasar del Alcázar --

De la que a nadie despide
y al que la pide a las nueve
a las diez ya no le debe
nada de lo que la pide:
De la que así se comide
como si no hubiera tarde
Dios nos guarde
De la que no da esperanza,
porque no consiente medio
entre esperanza y remedio,
que el uno al otro no alcanza;
de quien desde su crianza
siempre aborreció dar tarde
Dios nos guarde
De la que en tal punto está
que de todo se adolece,
y al que no la pide ofrece
lo que al que le pide da;
de quien dice al que se va
sin pedirla, que es cobarde,
Dios nos guarde.
De la que forma querella
de quien en su tierna edad
le impidió la caridad
y los ejercicios de ella;
de la que si fue doncella
no se acuerde por ser tarde,
Dios nos guarde

Poema Dios nos guarde de Baltasar del Alcázar con fondo de libro

Anónimo

Yo me levantara, madre...

-- de Anónimo --

Yo me levantara, madre,
mañanica de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce,
sola tiende en un rosal;
mientras los paños se enjugan
dice la niña un cantar:
-¿Dó los mis amores, dó los,
¿dó los andaré a buscar?
Mar abajo, mar arriba,
diciendo iba el cantar,
peine de oro en las sus manos
por sus cabellos peinar:
-Dígasme tú, el marinero,
sí, Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si los viste allá pasar.

Derivación

Yo me levantara, madre,
mañanica de San Juan,
vide estar una doncella
ribericas de la mar.
Sola lava y sola tuerce,
sola tiende en un rosal;
mientras los paños s'enjugan
dice la niña un cantar:
-¿Dó los mis amores, dó los,
¿dónde los iré a buscar?
Mar abajo, mar arriba,
diciendo iba un cantar,
peine de oro en las sus manos
por sus cabellos peinar:
-Dígasme tú, el marinero,
sí, Dios te guarde de mal,
si los viste mis amores,
si los viste allá pasar.

Poema Yo me levantara, madre... de Anónimo con fondo de libro

Amado Nervo

Damiana se casa

-- de Amado Nervo --

-Con mis amargos pensares
y con mis desdichas todas,
haré tu ramo de bodas,
que no será de azahares.

Mis ojos, que las angustias
y el continuado velar
encienden, serán dos mustias
antorchas para tu altar.

El llanto que de mi cuita
sin tregua brotando está,
tu frente pura ungirá
como con agua bendita...

-Señor, no penes, tu ceño
me duele como un reproche;
-¡Que pálida estás, mi dueño!
-Es que pasé mala noche,
el amor me quita el sueño...

-¡Y te vas!...
-Me voy, es tarde,
me aguardan; ¡el templo arde
como un sol! Tu mal mitiga,
Señor, ¡y Dios te bendiga!
-Damiana, que Dios te guarde...

Poema Damiana se casa de Amado Nervo con fondo de libro

Manuel del Palacio

Los alfonsistas

-- de Manuel del Palacio --

¡Miradlos! ¡Ellos son! Turba cobarde,
Que de su afan en el delirio insano,
Empuja á Robespierr con una mano
Y acaricia con otra á Calomarde.

Ayer luchaba con bizarro alarde
Contra un poder estúpido y tirano;
Hoy por resucitar se esfuerza en vano
Aquella estirpe, de que Dios nos guarde.

Para ser de sus culpas Cirineo
Nada encuentra mejor que un niño intenso,
Si no por él, por su familia reo;

Y mezclando el hosanna y el responso
Desdeña el nombre de Tomás por feo,
Y se llena la boca de Alifonso.



Manuel del Palacio

Tierra

-- de Manuel del Palacio --

Envuelta en los celajes de la tarde
Oh, tierra codiciada, al fín te miro,
Y brota de mis labios un suspiro
Y se dilata el corazón cobarde.

¡Tierra que siempre amé, que Dios te guarde!
Y ora tumba me ofrezcas ó retiro,
Haz que la dulce brisa que respiro
El fuego temple que en mis venas arde.

Dicha, esperanza, amor, en tí se encierra
Cuanto el humano corazón ansía,
Cuanto nos da placer, encanto y guerra;

Por eso lloro al verte de alegría:
Y pues te llaman todos madre tierra,
¡Recíbeme en tus brazos, madre mia!



Jorge Luis Borges

un soldado de lee (1862)

-- de Jorge Luis Borges --

Lo ha alcanzado una bala en la ribera
de una clara corriente cuyo nombre
ignora. Cae de boca. (Es verdadera
la historia y más de un hombre fue aquel hombre.)
El aire de oro mueve las ociosas
hojas de los pinares. La paciente
hormiga escala el rostro indiferente.
Sube el sol. Ya han cambiado muchas cosas
y cambiarán sin término hasta cierto
día del porvenir en que te canto
a ti que, sin la dádiva del llanto,
caíste como cae un hombre muerto.
No hay un mármol que guarde tu memoria;
seis pies de tierra son tu oscura gloria.



Dulce María Loynaz

la hormiga

-- de Dulce María Loynaz --

La miel guardé y se me agrió la miel:
-mariposa con sed junto a mis rosas...-

Guardé la luz y se extinguió en lo obscuro:
-noche la de tu amor... ¡Y sin auroras...! -

Guarde el beso... Y el beso se hizo estrella,
dulzura muerta, claridad remota
y fría... -Tú en la tierra; yo en la tierra...
La tierra dura que se pega... -Ahora
guardo la estrella y me pregunto a veces
qué nueva frialdad será en la hora
de mañana, qué sal aun no probada,
¡qué sombra todavía entre mi sombra!...



José María Heredia

para grabarse en un árbol. soneto

-- de José María Heredia --

Para grabarse en un árbol
soneto
árbol, que de fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.
Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.
A dios, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.
Aquí moró el placer: aquí premiado
miró fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron, fue dichoso.



José María Heredia

Para grabarse en un árbol

-- de José María Heredia --

Árbol, que de Fileno y su adorada
velaste con tu sombra los amores,
jamás del can ardiente los rigores
dejen tu hermosa pompa marchitada.

Al saludar tu copa embovedada,
palpiten de placer los amadores,
y celosos frenéticos furores
nunca profanen tu mansión sagrada.

Adiós, árbol feliz, árbol amado:
para anunciar mi dicha al caminante
guarde aquesta inscripción tu tronco añoso.

Aquí moró el placer: aquí premiado
miró Fileno al fin su amor constante:
sensible amó, le amaron fue dichoso.



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xxxiv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cruza callada y son sus movimientos
silenciosa armonía;
suenan sus pasos, y al sonar recuerdan
del himno alado la cadencia rítmica.
Los entreabre, aquellos ojos
tan claros como el día,
y la tierra y el cielo, cuando abarcan,
arden con nueva luz en sus pupilas.
Ríe, y su carcajada tiene notas
del agua fugitiva;
llora, y es cada lágrima un poema
de ternura infinita.
Ella tiene la luz, tiene el perfume,
el color y la línea,
la forma, engendradora de deseos,
la expresión, fuente eterna de poesía.
¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando
guarde obscuro el enigma,
siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla
más que lo que cualquiera otra me lo diga.



Gutierre de Cetina

del dulce fuego que en el pecho me arde

-- de Gutierre de Cetina --

No sé cómo decir que estoy quejoso,
ni en medio del ardor fiero, rabioso,
sé de quién fíe, ni de quién me guarde.
Contra la ley de amor soy tan cobarde
que aun el mismo dolor pedir no oso
tanto tiempo de venia y de reposo
que me pueda quejar, aunque es ya tarde.
Pero si a dicha alcanzo tanta suerte
que la turbación pierda del sentido,
y al corazón torna el valor usado,
aún espero, señora, que el sonido
del triste lamentar podrá moverte
a piedad de haberme maltratado.



Hernando de Acuña

La red de amor, pues por Amor es hecha

-- de Hernando de Acuña --

La red de amor, pues por Amor es hecha,
no es de maravillar si a tantos prende
ni que, pues él la coge y él la tiende,
la guarde sin estar rota o deshecha;

ni que, del arco que Amor hace y flecha,
trabaje en vano aquel que se defiende,
ni que se engañe quien le da y le vende,
mirando y deseando, tanta flecha.

Es niño y vence, porque él solo viene
a poder lo imposible, tal que ciego
muy cierta, sin mirar, toma la mira,

y nos hace sentir que a un tiempo tiene
las manos en el arco y en el fuego,
y prende con la red, y abrasa y tira.



Sor Juana Inés de la Cruz

ante la ausencia

-- de Sor Juana Inés de la Cruz --

Divino dueño mío,
si al tiempo de partirme
tiene mi amante pecho
alientos de quejarse,
oye mis penas, mira mis males.
Aliéntese el dolor,
si puede lamentarse,
y a la vista de perderte
mi corazón exhale
llanto a la tierra, quejas al aire.
Apenas tus favores
quisieron coronarme,
dichoso más que todos,
felices como nadie,
cuando los gustos fueron pesares.
Sin duda el ser dichoso
es la culpa más grave,
pues mi fortuna adversa
dispone que la pague
con que a mis ojos tus luces falten,
¡ay, dura ley de ausencia!
¿quién podrá derogarte,
si a donde yo no quiero
me llevas, sin llevarme,
con alma muerta, vivo cadáver?
¿será de tus favores
sólo el corazón cárcel
por ser aun el silencio
si quiero que los guarde,
custodio indigno, sigilo frágil?
y puesto que me ausento,
por el último vale
te prometo rendido
mi amor y fe constante,
siempre quererte, nunca olvidarte



Anónimo

La mora Moraima

-- de Anónimo --

Yo me era mora Moraima

morilla de un bel catar.

Cristiano vino a mi puerta

cuitada, por me engañar:

hablóme en algarabía

como quien la sabe hablar:

«ábrasme las puertas, mora,

sí, Alá te guarde de mal.»

«Cómo te abriré, mezquina,

que no sé quién te serás?»

«Yo soy el moro Mazote

hermano de la tu madre,

que un cristiano dejo muerto

y tras mí viene el alcalde:

si no me abres tú, mi vida,

aquí me verás matar.»

Cuando esto oí, cuitada,

comencéme a levantar,

vistiérame un almejía

no hallando mi brial,

fuérame para la puerta

y abríla de par en par.



Anónimo

Yo me era mora Moraima...

-- de Anónimo --

Yo me era mora Moraima,
morilla de un bel catar,
cristiano vino a mi puerta,
cuitada, por me engañar;
hablóme en algarabía,
como aquel que la bien sabe:
-Ábreme las puertas, mora,
sí Alá te guarde de mal.
-¿Cómo te abriré, mezquina,
que no sé quién te serás?
-Yo soy el moro Mazote,
hermano de la tu madre,
que un cristiano dejó muerto,
tras mí venía el alcalde.
Si no me abres tú, mi vida,
aquí me verás matar.
Cuando esto oí, cuitada,
comencéme a levantar,
vistiérame una almejía
no hallando mi brial,
fuérame para la puerta
y abrila de par en par.



Marilina Rébora

candor

-- de Marilina Rébora --

Candor
no trates de llevarme al mundo de los sabios
para hablar del origen de la criatura humana;
canciones y sonrisas sólo quiero en tus labios
y agradecerle a dios tu ser, cada mañana.
No me ilustres la mente; prefiero no saber,
conservar mi ignorancia hasta en dulces tonteras,
que, como en la niñez, aún quisiera creer
en magos, nigromantes, en elfos y hechiceras.
Déjame porque guarde el candor de la infancia
aunque tal vez parezca desusado por bobo,
sin buscar en el tiempo de remota distancia
la explicación terrena de la divina obra.
Sería tan sensible como pinchar el globo,
cuando el niño, a momentos, lo suelta y lo recobra.



Miguel Unamuno

A Clarín

-- de Miguel Unamuno --

Dios te guarde bufón de la tragedia,
tú que yeldas el llanto con la risa;
cuando la muerte al corazón asedia
la frente nos enjuga fresca brisa,

tu alegre aliento que el pesar remedia
siquiera por un rato y en tal guisa
cabe vivir, pues que sin tí la acedia
acabaría con el alma á prisa.



Julio Flórez

entonces

-- de Julio Flórez --

Jamás con mi recuerdo estarás sola:
viviré sin cesar en tu presencia,
mientras el lago aquél tenga una ola;
mientras el bosque aquél... Guarde una esencia.
Mientras que de tu pecho en los ardores
des a mi imagen cariñoso abrigo;
mientras reces por mí, mientras me implores,
mientras me quieras, estaré contigo.
¿Sabes cuándo, en la vida, estarás sola?
¿cuándo no me verás en tu presencia?
cuando en el lago aquél no haya una ola.
Cuando el bosque aquél no haya una esencia.
¡Ay...! Cuando de tu pecho en los ardores
a mi imagen no des cálido abrigo,
cuando por mí no reces, ni me implores,
ni me quieras, tú, sí estarás conmigo.
Julio flórez



Julio Flórez

ley implacable

-- de Julio Flórez --

¡ay! ¿cómo quieres que tu madre encuentre
en este mundo bienhechora calma,
si le desgarras, al nacer, el vientre,
y le desgarras, al morir, el alma?
¡y esa madre infeliz, cómo a porfía
quiere darte, en el mundo, horas serenas,
si en la leche fetal con que te cría,
bebes tú... Todo el zumo de sus penas!
¿cómo quieres, mortal, que en la existencia
tu esposa guarde fiel tus atributos...
Si tú mismo, al robarle la inocencia,
le enseñas el deleite de los brutos?
hombre, eres pasto de un rencor violento:
al mal te empujan invisibles manos;
vives, y te devora el sufrimiento;
mueres, y te devoran los gusanos.
Julio flórez



Fernando de Herrera

Osé y temí; más pudo la osadía

-- de Fernando de Herrera --

Osé y temí; más pudo la osadía
tanto, que desprecié el temor cobarde.
Subí a do el fuego más me enciende y arde
cuanto más la esperanza se desvía.

Gasté en error la edad florida mía;
ahora veo el daño, pero tarde,
que ya mal puede ser que el seso guarde
a quien se entrega ciego a su porfía.

Tal vez pruebo -mas, ¿qué me vale?- alzarme
del grave peso que mi cuello oprime;
aunque falta a la poca fuerza el hecho.

Sigo al fin mi furor, porque mudarme
no es honra ya, ni justo que se estime
tan mal de quien tan bien rindió su pecho.



José Hierro

como la rosa: nunca con las piedras, con el viento... (1950)

-- de José Hierro --

Como la rosa: nunca
te empañe un pensamiento.
No es para ti la vida
que te nace de dentro.
Hermosura que tenga
su ayer en su momento.
Que en sólo tu apariencia
se guarde tu secreto.
Pasados no te brinden
su inquietante misterio.
Recuerdos no te nublen
el cristal de tus sueños.
Cómo puede ser bella
flor que tiene recuerdos.



Baltasar del Alcázar

Constanza

-- de Baltasar del Alcázar --

Dos galanes pelearon
sobre Constanza una tarde:
Mirad, así Dios nos guarde,
para donde lo guardaron.
Si nació la enemistad
de verse un poco apretados,
dos pueden caber holgados
y aún tres a necesidad.



Clemente Althaus

Imitado del quichua

-- de Clemente Althaus --

No más respondas incierto,
y pues que tus padres crudos
se oponen a nuestros nudos,
huye conmigo al desierto.
¡Eres hombre y del temor
te dejas así vencer!
Yo no temo, y soy mujer,
que audacia me da el amor.
A la hora en que el sol más arde
yo tenderé mis cabellos,
toldo formando con ellos
que de sus rayos te guarde.
Cuando el cansancio prolijo
mover no te deje el pie,
yo en brazos te llevaré,
cual madre amorosa al hijo.
Si sed te abrasa encendida,
yo lloraré tanto y tanto,
que pueda mi triste llanto
darte copiosa bebida;
y serán los ojos míos
dos inagotables fuentes,
donde tus labios ardientes
beban del dolor los ríos.
Y, si te empieza a acosar
del hambre el fiero aguijón,
mi arrancado corazón
te ofreceré por manjar.



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