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Se han encontrado 86 poemas con la palabra corona

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César Vallejo

deshojación sagrada

-- de César Vallejo --

Deshojación sagrada
¡luna! ¡corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
¡roja corona de un jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!
¡luna! alocado corazón celeste
¿porqué bogas así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?
¡luna! y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres tal vez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos!...

Poema deshojación sagrada de César Vallejo con fondo de libro

César Vallejo

Deshojacion sagrada

-- de César Vallejo --

Luna! Corona de una testa inmensa,
que te vas deshojando en sombras gualdas!
Roja corona de un Jesús que piensa
trágicamente dulce de esmeraldas!

Luna! Alocado corazón celeste
¿por qué bogas así, dentro la copa
llena de vino azul, hacia el oeste,
cual derrotada y dolorida popa?

Luna! Y a fuerza de volar en vano,
te holocaustas en ópalos dispersos:
tú eres talvez mi corazón gitano
que vaga en el azul llorando versos...!

Poema Deshojacion sagrada de César Vallejo con fondo de libro

Dolores Veintimilla

Sufrimiento

-- de Dolores Veintimilla --

Pasaste, edad hermosa
En que rizó el ambiente
Las hebras del cabello por mi frente
Que hoy anubla la pena congojosa.
Pasaste, edad de rosa,
De los felices años,
Y contigo mis gratas ilusiones....
Quedan en su lugar los desengaños
Que brotó el huracán de las pasiones.

Entonces ay! entonces, madre mía,
Tus labios enjugaban
Lágrimas infantiles que surcaban
Mis purpúreas mejillas....Y en el día
¡Ay de mí! no estás cerca para verlas....
¡Son del color alquitaradas perlas....

Madre! madre! no sepa la amargura
Que aqueja el corazón de tus Dolores,
Saber mi desventura
Fuera aumentar tan solo los rigores
Con que en ti la desgracia audaz se encona.
En mi nombre mi sino me pusiste!
Sino, madre, bien triste!
Mi corona nupcial, está en corona
De espinas ya cambiada....
Es tu Dolores ay! tan desdichada!!!

Poema Sufrimiento de Dolores Veintimilla con fondo de libro

Gutierre de Cetina

[a doña maría de cardona]

-- de Gutierre de Cetina --

Ilustre honor el nombre de cardona,
no décima a las nueve de parnaso,
mas la primera del oriente a ocaso,
a quien rara beldad honra y corona;
y a quien la fama por sin par pregona
de virtudes colmado y rico vaso,
por elección, y no por suerte o caso,
dignísima de cetro y de corona.
Perdería la pena y el trabajo,
donde la envidia su malicia enfrena,
si cantase de ti aun el más instruto;
pues tu santa virtud tomó a destajo,
con pura caridad de afectos llena,
producir para el cielo eterno fruto.



Fernando de Herrera

Quién osa desnudar la bella frente

-- de Fernando de Herrera --

¿Quién osa desnudar la bella frente
del puro resplandor y luz del cielo?
¿Quién niega el ornamento y gloria al suelo
de las crespas lazadas de oro ardiente?

El impío Febo este dolor consiente
con sacrílega envidia y mortal celo,
después que ve cubrir de oscuro velo
las llamas de sus hebras reluciente.

Con dura mano lleva los despojos
y quiere mejorar cuanto perdía,
y altivo, de sus trenzas se corona,

porque ya vean los mortales ojos
siempre con viva luz un claro día
en sus sagrados cercos y corona.



Francisco Sosa Escalante

A Lelia (Sosa Escalante V)

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh causa de mi triste desvarío,
Casto sueño de amor y de ventura!
¿Por qué, ingrata, á la voz de mi ternura
Fué así tu pecho, como el mármol, frío?

¿Por qué corresponder con el desvío
Que del dolor es fuente, y de amargura,
A quien tanto ensalzara tu hermosura,
Mitad del corazón, ídolo mío?

¡Qué vida tan feliz, acariciada
Con los arrullos de pasion ardiente,
Mi amor tenia para tí guardada!

¡Qué corona más pura y refulgente
Que la corona excelsa, Lélia amada,
Del maternal amor, para tu frente!



Francisco Sosa Escalante

Adelfa

-- de Francisco Sosa Escalante --

¿Nueva corona de ciprés? ya zumba
Terrible nuncio el Aquilon, de muerte,
Y llega hasta mi hogar y así me advierte
Que el destino fatal cavó otra tumba?

¿La víctima será que se derrumba
En la insondable eternidad, inerte
El sabio ilustre, ó el guerrero fuerte
Por quien el eco del cañon retumba?

No; la corona de ciprés, guardada
Hoy debe de quedar; otra de flores,
Mis amigos, traed: murió mi amada.

Con ella los ensueños seductores
Mueren del corazón, y la anhelada
Ventura que cifrara en sus amores.



Francisco Sosa Escalante

Epitalamio (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Luce en tu frente la corona diva,
Nieve que en oro tu cabello engasta,
La corona nupcial, enseña casta
Que en tí el fulgor de la hermosura aviva.

Con hojas de la verde siempreviva
Permite que la adorne; pues no basta
Tanta dicha gozar, si al fín se gasta,
Si no es eterna, si en el bien no estriba.

Hoy que en tu sien alabastrina pone
Esa diadema Amor, á mi terneza
Este recuerdo tu bondad perdone:

Es un cielo el hogar, si la belleza
Dulce y amante su dintel traspone
Llevando por tesoro la pureza.



José Lezama Lima

rueda el cielo

-- de José Lezama Lima --

Rueda el cielo -que no concuerde
su intento y el grácil tiempo-
a recorrer la posesión del clavel
sobre la nuca más fría
de ese alto imperio de siglos.
Rueda el cielo -el aliento le corona
de agua mansa en palacios
silenciosos sobre el río
a decir su imagen clara.
Su imagen clara.

Va el cielo a presumir
-los mastines desvelados contra el viento-
de un aroma aconsejado.
Rueda el cielo
sobre ese aroma agolpado
en las ventanas,
como una oscura potencia
desviada a nuevas tierras.
Rueda el cielo
sobre la extraña flor de este cielo,
de esta flor,
única cárcel:
corona sin ruido.



Carolina Coronado

para el álbum poético. a la memoria del sr. d. nicolás de azara

-- de Carolina Coronado --

Corona ciñe el triunfador guerrero
¡ay! ¡más corona a las naciones cara
es ésa que la gloria le prepara
con la punta sangrienta de su acero!
tú, modelo del noble caballero,
orgullo y honra de tu estirpe clara,
tú has hecho que tu nombre, ilustre azara,
venere el español y el extranjero.
Pero no porque el grito de la guerra
hiciste resonar con loca sana,
difundiendo el espanto en nuestra tierra,
sino por dar a la infeliz españa,
genio de diplomático eminente,
paz al furor de su irritada gente.



Clemente Althaus

A un poeta (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sufre, oh vate, con pecho adamantino,
y recuerda que a nadie impunemente
tener dejan el mundo y el destino
corazón grande o inspirada mente.
Y de su envidia y su furor triunfante
fue siempre el vate principal terrero:
ve errar mendigo de la Grecia al Dante,
mira proscripto al Italiano Homero.
Ve a Torcuato entre insanos detenido
por el vil que en su canto endiosar quiso,
y morir ciego y pobre en el olvido
el cantor del perdido Paraíso.
Como él, Cervantes da el postrer aliento
de una vida misérrima y mezquina;
mira a Gilbert agonizar hambriento,
y ensangrentar Chenier la guillotina.
Así el mundo al poeta galardona:
su ardiente inspiración juzga delirio;
es corona de espinas su corona,
y su palma es la palma del martirio.



Alberti

EN EL DÍA DE SU MUERTE A MANO ARMADA

-- de Alberti --

Decidme de una vez si no fue alegre todo aquello
5 x 5 entonces no eran todavía 25
ni el alba había pensado en la negra existencia de los malos cuchillos.
Yo te juro a la luna no ser cocinero,
tú me juras a la luna no ser cocinera,
él nos jura a la luna no ser siquiera humo de tan tristísima cocina.
¿Quién ha muerto?
La oca está arrepentida de ser pato,
el gorrión de ser profesor de lengua china,
el gallo de ser hombre,
yo de tener talento y admirar lo desgraciada
que suele ser en el invierno la suela de un zapato.
A una reina se le ha perdido su corona,
a un presidente de república su sombrero,
a mí...
Creo que a mí no se me ha perdido nada,
que a mí nunca se me ha perdido nada,
que a mí...
¿Qué quiere decir buenos días?



Alberto Lista

Del amor

-- de Alberto Lista --

Alcino, quien los ásperos rigores
de una ingrata beldad vencer procura,
ni encantos a la tésela espesura,
ni a la remota Colcos pida flores.

Amar es el hechizo, que en amores
la victoria y las dichas asegura,
y somete el pudor y la hermosura,
y corona al amante de favores.

Mas si el vil seductor quiere que sea
una impura pasión amor hermoso,
no se admire de verla desdeñada.

Que no es amante el que gozar desea,
sino el que sacrifica generoso
su bien y su placer al de su amada.



Alejandro Tapia y Rivera

A una dama (Tapia y Rivera)

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Con gozo mi pluma escribe
en tu libro de memorias
estos versos, que aunque humildes,
sinceros del alma brotan.
Mujer bendita del cielo
del cielo bendita esposa,
mujer que diste por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Tú has debido ser tan bella
como la espléndida aurora,
mecerse debió tu cuna
entre perfumes y aromas,
ser debió tu primavera,
como ninguna, señora,
puesto que has dado por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Las flores en tu himeneo
darte debieron coronas,
hicieron tu epitalamio
las dulces aves cantoras,
porque solo así pudieras
(tú la más bella entre todas)
dar a natura por hijas
en vez de mujeres, rosas.

Que premie el cielo tu unión
con el esposo que adoras,
que te celebren los genios
cual bella madre de hermosas,
y natura agradecida
al ver que tú, bienhechora
con un ramo de primores
has ornado su corona,
proclame que das por hijas
en vez de mujeres, rosas.



Alejandro Tapia y Rivera

Una ausencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

¡Oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!
Si la mañana hermosa
con su rosado velo,
con plácida armonía
me saluda al subir al alto cielo,
por mi amante deliro
y saluda a la aurora mi suspiro.

Si la tarde apacible
con su franjado cielo bonancible
risueña me corona,
y si arrulla mi frente
con deleitoso y perfumado ambiente,
me contristo también, porque mi alma
no halla sin ella la apacible calma.

¡Si la noche serena,
de paz y encanto llena,
me halaga cariñosa,
si luz vierten radiosa
los astros que se encumbran,
en vano piden luz mis tristes ojos,
sus ojos no me alumbran!

¡Cuán dichosos aquellos que en la ausencia
del hado hallan clemencia
y ven do quiera la mujer querida;
en tanto que a mi queja dolorida
responde soledad muda y eterna!
Su imagen pura, su memoria tierna
son recuerdo no más, ilusión vana...
Deliciosa mañana,
encantadora tarde, noche fría,
¡oh! ¡cuán triste se queja el alma mía!



Alfonsina Storni

A Eros

-- de Alfonsina Storni --

He aquí que te cacé por el pescuezo
a la orilla del mar, mientras movías
las flechas de tu aljaba para herirme
y vi en el suelo tu floreal corona.

Como a un muñeco destripé tu vientre
y examiné sus ruedas engañosas
y muy envuelta en sus poleas de oro
hallé una trampa que decía: sexo.

Sobre la playa, ya un guiñapo triste,
te mostré al sol, buscón de tus hazañas,
ante un corro asustado de sirenas.

Iba subiendo por la cuesta albina
tu madrina de engaños, Doña Luna,
y te arrojé a la boca de las olas.



Amado Nervo

transmigración

-- de Amado Nervo --

Mmmm ant. Christ.
Mdccc post christ.
A veces, en sueños, mi espíritu finge
escenas de vidas lejanas:
yo fui
un sátrapa egipcio de rostro de esfinge,
de mitra dorada, y en menfis viví.
Ya muerto, mi alma siguió el vuelo errático,
ciñendo en solima, y a osiris infiel,
la mitra bicorne y el éfod hierático
del gran sacerdote del dios de israel.
Después, mis plegarias alcé con el druida
y en bosque sagrado velleda me amó.
Fui rey merovingio de barba florida;
corona de hierro mi sien rodeó.
Más tarde, trovero de nobles feudales.
Canté sus hazañas, sus lances de honor,
yanté a la su mesa, y en mil bacanales
sentime beodo de vino y de amor.
Y ayer, prior esquivo y austero los labios
al dios eucarístico, temblando acerqué:
por eso conservo piadosos resabios,
y busco el retiro siguiendo a los sabios
y sufro nostalgias inmensas de fe.



Amós de Escalante

Con ruda saña el padecer se encona

-- de Amós de Escalante --

Con ruda saña el padecer se encona
en el doliente pecho que fallece,
y mi lozana juventud parece,
marchita y deshojada su corona.

En vano altivo el corazón blasona
de ilusorio valor, su angustia crece
y el porvenir incierto se oscurece
y la esperanza amiga me abandona.

Si el alma mía decretaba el cielo
que en prematura ancianidad perdiera
su ardiente fuego y generoso brío,

que como planta de infecundo suelo
su triste amor sin florecer muriera,
¡por qué me hiciste amar, por qué, Dios mío!



Ana Francisca Abarca de Bolea

Soneto fúnebre

-- de Ana Francisca Abarca de Bolea --

Canten tu amor,¡oh Príncipe glorioso!
en los remotos términos de España,
pues tu cariño y tu fineza extraña
te previenen aplausos de dichoso.

Timbre será que te haga más famoso,
porque el materno amor,que te acompaña,
tu mismo ser ilustra en tanta hazaña
como es morir de amor tan cariñoso.

Tu muerte fue de amar,como se ha visto.
Tanto puede en tu pecho una memoria.
Que aún no te libra del amor previsto.

¡Oh Príncipe leal!,tu fe notoria
prémiela de su mano el mismo Cristo
dándote la corona de su Gloria.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. la noche de montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿adónde adónde está, dice el infante,
ese feroz tirano de castilla?
pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.
Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla
beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados el temido instante.
Herido el rey por la fraterna mano,
joven espira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.
No aguarde premios en el mundo vano
la inocente virtud; si da la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. con motivo de haber hecho un pequeño sentimmiento la cúpula de s. pedro en el año 1810 cuando napoleón reunió el estado romano del reino de italia

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Con motivo de haber hecho un pequeño sentimmiento la cúpula de s. Pedro en el año 1810 cuando napoleón reunió el estado romano del reino de italia
porque amenazas trágica ruina
¡oh! tiempo a la gran mole sacrosanta
que en bóvedas soberbias se levanta
honor de tibre, la ciudad latina
y cuanto existe a perecer camina
y todo el brazo tuyo lo quebranta
harto merece maravilla canta
huellas su destrucción menos vecina
caiga si cumple así precipitado
de pedro el trono el rayo de la guerra
rompa y trastorne llaves y corona
días no su tempo insigne ofenda agrado
y tú para consuelo de la tierra:
los monumentos del sudor perdona.



Leandro Fernández de Moratín

soneto. para el retrato de felipe blanco primer gracioso del teatro de barcelona 1816

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿me veis que serio estoy? pues no os espante
la adusta gravedad de mi persona,
que adentro tengo el alma retozona
diverso de mi genio es mi semblante.
Prosa o verso me dicten elegante
los que trepan al cerro de helicona,
mis gracias aseguran su corona
cuando animo la crítica picante.
Los que quieren gemir y dar suspiros,
y sus lágrimas compran con dinero,
lloren, oyendo heroicidades tristes;
mas si queréis vosotros divertiros,
venid a mí: que el amargor severo
de la verdad os disimulo en chistes.



Leandro Fernández de Moratín

La noche de Montiel

-- de Leandro Fernández de Moratín --

¿Adónde, adónde está, dice el Infante
ese feroz tirano de Castilla?
Pedro al verle, desnuda la cuchilla,
y se presenta a su rival delante.

Cierra con él, y en lucha vacilante
le postra, y pone al pecho la rodilla:
Beltrán (aunque sus glorias amancilla)
trueca a los hados del temido instante.

Herido el rey por la fraterna mano,
joven expira con horrenda muerte,
y el trono y los rencores abandona.

No aguardes premios en el Mundo vano
la inocente virtud; si das la suerte
por un delito atroz, una corona.



Leopoldo Lugones

La última careta

-- de Leopoldo Lugones --

La miseria se ríe con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casaca el huérfano que tiene por Delfín.

El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.

Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.

Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.



Lope de Vega

Al rey Nino, Semíramis famosa

-- de Lope de Vega --

Al rey Nino, Semíramis famosa
por último pidió de tantos dones
el cetro, que tan bárbaras naciones
redujo a paz y a sujeción forzosa.

Rendida pues la mano victoriosa
a la lasciva, humillan sus blasones
los capitanes, y entre mil pendones
corona de laurel su frente hermosa.

«Pasadle el pecho, dijo, pues ya reino,
con una flecha de una persa aljaba,
que no quiere el gobierno compañía».

Perdiendo Nino, en fin, vida, honor, reino,
dijo muriendo: «Justamente acaba
con muerte vil quien de mujer se fía».



Lope de Vega

Como suele correr desnudo atleta

-- de Lope de Vega --

Como suele correr desnudo atleta
en la arena marcial al palio opuesto,
con la imaginación tocando el puesto,
tal sigue a Dafne el fúlgido planeta.

Quitósele al coturno la soleta,
y viéndose alcanzar, turbó el incesto;
vuelto en laurel su hermoso cuerpo honesto,
corona al capitán, premia al poeta.

Si corres como Dafne, y mis fortunas
corren también a su esperanza vana,
en seguirte anhelantes y importunas,

¿cuándo serás laurel, dulce tirana?
Que no te quiero yo para aceitunas,
sino para mi frente, hermosa Juana.



Lope de Vega

El cabello tendido por el manto

-- de Lope de Vega --

El cabello tendido por el manto,
que humilde el sol para corona estima,
María llega a que en su prima imprima,
amor los brazos, que ella baña en llanto.
«Bendito el fruto de tu vientre santo»,
dice Isabel a su querida prima,
y ella responde: «Mi humildad sublima
Dios, que por ella me engrandece tanto».
El monte se conmueve a su alabanza,
y los pastores tan alegremente,
que reventaba por hablar un mudo.
Juan de contento salta, baila y danza,
que el maestro que entonces tiene enfrente,
es el más primo que tocar le pudo.



Lope de Vega

Excelso monte, cuya verde cumbre

-- de Lope de Vega --

Excelso monte, cuya verde cumbre
pisó difícil poca planta humana,
aunque fuera mejor que fuera llana
para subir con menos pesadumbre..

Tú que del sol a la celeste lumbre
derrites loco la guedeja cana,
y por la hierba de color de rana
deslizas tu risueña mansedumbre,

a tu fuente conducen mi persona,
poeta en pelo mientras tengo silla
vanos deseos de inmortal corona.

Que para don Quijote de Castilla,
desdichas me trujeron a Helicona,
pudiéndome quedar en la Membrilla.



Lope de Vega

La noche viene descorriendo el velo

-- de Lope de Vega --

La noche viene descorriendo el velo
bordado de las luces de Diana,
vense la bella Copa y Ariana
con la corona de que ilustra el cielo.

Vense la hermosa Andrómeda y el vuelo
del alado Pegaso y la inhumana
espada de Orión, y con su hermana
Helice clara, tan notoria al suelo.

Sólo faltan aquí mis luces bellas
que, si salieran no se viera alguna
de cuantas hace el resplandor de Apolo.

Salid, que a vuestra luz, mis dos estrellas,
esconderase la envidiosa luna,
y gozaré mi bien secreto y solo.



Lope de Vega

Luz de mis ojos, yo juré que había

-- de Lope de Vega --

Luz de mis ojos, yo juré que había
de celebrar una mortal belleza,
que de mi verde edad la fortaleza
como enlazada yedra consumía.
Si me ha pesado y si llorar querría
lo que canté, con inmortal tristeza
y si la que tenéis en la cabeza
corona agora de laurel la mía,
Vos lo sabéis a quien está presente
el más oculto pensamiento humano
y que desde hoy, con nuevo celo ardiente,
cantaré vuestro nombre soberano,
que a la hermosura vuestra eternamente
consagro pluma y voz, ingenio y mano.



Lope de Vega

Oh gran Virgilio!, si sangrientas vieras

-- de Lope de Vega --

¡Oh gran Virgilio!, si sangrientas vieras
de tu primera cuna las pizarras,
y el águila imperial, con pico y garras,
morder murallas y romper banderas,

con trompa, y no con lira, interrumpieras
el ocio a sombra de hayas y de parras,
y la pluma de cisne en las bizarras
del intrépido Marte convirtieras.

Mejor (viendo que el César los soldados
germánicos de nuevo galardona)
hicieras versos de dolor bañados.

¡Ay del verde laurel de tu corona,
entre vestigios de ceniza helados!
¡Ay Mantua, la vecina de Cremona!



Lope de Vega

Oh, nunca fueras, África desierta

-- de Lope de Vega --

Oh, nunca fueras, África desierta,
en medio de los trópicos fundada,
ni por el fértil Nilo coronada
te viera el alba cuando el sol despierta;

nunca tu arena inculta descubierta
se viera de cristiana planta honrada,
ni abriera en ti la portuguesa espada
a tantos males tan sangrienta puerta.

Perdióse en ti de la mayor nobleza
de Lusitania una florida parte,
perdióse su corona y su riqueza.

Pues tú que no mirabas su estandarte,
sobre él los pies, levantas la cabeza
ceñida en torno del laurel de Marte.



Lope de Vega

¿Quién es aquel Atleta esclarecido

-- de Lope de Vega --

¿Quién es aquel Atleta esclarecido,
que sale de la bélica palestra
con tres coronas en la mano diestra,
y el manto negro en púrpura teñido?
Si vence y triunfa, ¿cómo viene herido?
Si viene herido, ¿cómo el triunfo muestra?
Que es nueva imagen a la vista nuestra
laurel sangriento y vencedor vencido.
¡Oh solo peregrino de Verona!,
¿negras y blancas armas, sangre y palma
no muestran que es de Pedro la persona?
Si sangre, si laurel te tuvo en calma,
así reparten lo que Dios corona:
las heridas al cuerpo, el triunfo al alma.



Lope de Vega

Tantas virtudes, honras, glorias, famas

-- de Lope de Vega --

Tantas virtudes, honras, glorias, famas,
sólo se hallarán, Álvaro famoso,
en sangre de Guzmán, que el generoso
tronco produce siempre iguales ramas.

Que muestre el sol al Austro ardientes llamas
es fuerza, está en la suya poderoso,
pero al Oriente es caso prodigioso;
tal es la luz con que al nacer te inflamas.

En el mirar al sol claro y sereno,
para que de sus dudas se confirme,
es del águila el hijo conocido.

Probándote a su sol, Guzmán el Bueno,
llamarte puede, viéndote tan firme,
corona y gloria de su excelso nido.



Remataba en los cielos su belleza

-- de Luis Carrillo y Sotomayor --

Remataba en los cielos su belleza,
alivio, un alto chopo, a un verde prado,
amante de una vid y de ella amado,
que amor halló aposento en su dureza.

Soberbia, exenta, altiva su cabeza
era lengua de Céfiro enojado;
del verde campo rey, pues coronado
daba leyes de amor en su corteza.

Le robó su corona, airado, el viento;
sintió tanto su mal, que fue tornada
en verde oscura su esperanza verde.

Yo, sin los lazos de mi Celia amada,
¿qué mucho a mal me traiga un pensamiento,
si un árbol me dio Amor que me lo acuerde?



Góngora

A Juan Rufo, jurado de Córdoba

-- de Góngora --

Culto jurado, si mi bella dama,
en cuyo generoso mortal manto
arde, como en cristal de templo santo,
de un limpio amor la más ilustre llama,

tu musa inspira, vivirá tu fama
sin invidiar tu noble patria a Manto,
y ornarte ha, en premio de tu dulce canto,
no de verde laurel caduca rama,

sino de estrellas inmortal corona.
Haga, pues, tu dulcísimo instrumento
bellos efectos, pues la causa es bella,

que no habrá piedra, planta, ni persona,
que suspensa no siga el tierno acento,
siendo tuya la voz, y el canto della.



Luis Lloréns Torres

a puerto rico

-- de Luis Lloréns Torres --

(a tomás carrión)

la américa fue tuya. Fue tuya en la corona
embrujada de plumas del cacique agüeybana,
que traía el misterio de una noche de siglos
y quemóse en el rayo de sol de una mañana.

El áfrica fue tuya. Fue tuya en las esclavas
que el surco roturaron, al sol canicular.
Tenían la piel negra y españa les dio un beso
y las volvió criollas de luz crepuscular.

También fue tuya españa. Y fue san juan la joya,
que aquella madre vieja y madre todavía,
prendió de tu recuerdo como un brillante al aire

sobre el aro de oro que ciñe la bahía.
¿Y el yanki de alto cuerpo y alma infantil quizás?...
¡E1 yanki no fue tuyo ni lo será jamás!



Manuel Acuña

A Rosario

-- de Manuel Acuña --

Esta hoja arrebatada a una corona
que la fortuna colocó en mi frente
entre el aplauso fácil e indulgente
con el primer ensayo se perdona.

Esta hoja de un laurel que aún me emociona
como en aquella noche, dulcemente
por más que mi razón comprende y siente
que es un laurel que el mérito no abona.

Tú la viste nacer, y dulce y buena
te estremeciste como yo al encanto
que produjo al rodar sobre la escena.

Guárdala y de la ausencia en el quebranto
que te recuerde de mis besos, llena,
al buen amigo que te quiere tanto.



Manuel del Palacio

La restauración

-- de Manuel del Palacio --

Bien haces, Isabel, por vida mía,
En no abdicar tu cetro y tu corona,
Que los bravos que cercan tu persona
Bastan para salvar tu dinastía.

Mientras les des el pan de cada día,
Y gocen junto á tí la vita bona,
Te ofrecerán su pluma ó su tizona,
Que de léjos insulta ó desafía.

Los conozco muy bien; acaso alguno,
Que si le nombro manchará mis labios,
Me pagó benefícios con agravios;

Y sé bien que entre todos, ó uno á uno,
Te llevarán con uñas ó con cuernos,
No digo yo á palacio, á los infiernos.



Manuel del Palacio

Los diamantes de la corona

-- de Manuel del Palacio --

Que hubo en Palacio joyas es sabido,
Y aun se sabe también que eran muy bellas:
Solamente se ignora qué fué de ellas,
Pues, como ustedes saben, se han perdido.

Quién dice que Isabel las ha vendido,
Quién que se las llevó Pepe Botellas,
Quién que las han limpiado las doncellas,
Quién que al partir las empeñó el marido.

En esta confusión pasan las horas,
Crecen las dudas, los insultos crecen,
Hablan de honor cien voces seductoras,

Y al fin ¿qué resultado nos ofrecen?
Que hay muchos caballeros y señoras,
Pero que las alhajas no parecen.



Manuel Gutiérrez Nájera

Para Entonces

-- de Manuel Gutiérrez Nájera --

Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía,
y el alma, un ave que remonta el vuelo.

No escuchar los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste, retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira:
algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven: antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona;
cuando la vida dice aún: soy tuya,
aunque sepamos bien que nos traiciona.



Jorge Luis Borges

la pesadilla

-- de Jorge Luis Borges --

Sueño con un antiguo rey. De hierro
es la corona y muerta la mirada.
Ya no hay caras así. La firme espada
lo acatará, leal como su perro.
No sé si es de nortumbria o de noruega.
Sé que es del norte. La cerrada y roja
barba le cubre el pecho. No me arroja
una mirada su mirada ciega.
¿De qué apagado espejo, de qué nave
de los mares que fueron su aventura,
habrá surgido el hombre gris y grave
que me impone su antaño y su amargura?
sé que me sueña y que me juzga, erguido.
El día entra en la noche. No se ha ido.



Jorge Manrique

coplas por la muerte de su padre 33

-- de Jorge Manrique --

Después de puesta la vida
tantas veces por su ley
al tablero;
después de tan bien servida
la corona de su rey
verdadero:
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de ocaña
vino la muerte a llamar
a su puerta,



César Vallejo

marcha nupcial

-- de César Vallejo --

A la cabeza de mis propios actos,
corona en mano, batallón de dioses,
el signo negativo al cuello, atroces
el fósforo y la prisa, estupefactos
el alma y el valor, con dos impactos
al pie de la mirada; dando voces;
los límites, dinámicos, feroces;
tragándome los lloros inexactos,
me encenderé, se encenderá mi hormiga,
se encenderán mi llave, la querella
en que perdí la causa de mi huella.
Luego, haciendo del átomo una espiga,
encenderé mis hoces al pie de ella
y la espiga será por fin espiga.



Delmira Agustini

La musa

-- de Delmira Agustini --

Yo la quiero cambiante, misteriosa y compleja;
con dos ojos de abismos que se vuelven fanales;
en su boca, una fruta perfumada y bermeja
que destile más miel que los rubios panales.

A veces nos asalte un aguijón de abeja;
una raptos feroces a gestos imperiales
y sorprenda en su risa el dolor de una queja;
¡En sus manos asombren caricias y pañales!

Y que vibre, y desmaye, y llore, y ruja, y cante,
y sea águila libre, tugre, paloma en un instante.

Que el universo quepa en sus ansias divinas;
tenga una voz que hiele, que suspenda, que inflame,
y una frente que erguida su corona reclame
de rosas, de diamantes, de estrellas o de espina!



Dulce María Loynaz

tierra cansada

-- de Dulce María Loynaz --

La tierra se va cansando,
la rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de entibiar semillas rotas,
y el cansando de la tierra
sube en la flor que deshoja
el viento... Y allí, en el viento
se queda...

La mariposa
volará toda una tarde
para reunir una gota
de miel...

Ya no son las frutas
tan dulces como eran otras...
Las canas enjutas hacen
azúcar flojo... Y la poca
uva, vino que no alegra...
La rosa no huele a rosa.
La tierra se va cansando
de la raíz a las hojas,
la tierra se va cansando.
(Rosa, rosita de aromas...,
La de la virgen de mayo,
la de mi blanca corona...
¿Que viento la deshojo?)
¡me duele el alma de sola!...

(La virgen se qued6 arriba
toda cubierta de rosas...)

¡No me esperes si me esperas,
rosa mas linda que todas!...

La tierra se va cansando...
El corazón quiere sombra...



Enrique Lihn

gallo I

-- de Enrique Lihn --

Este gallo que viene de tan lejos en su canto,
iluminado por el primero de los rayos del sol;
este rey que se plasma en mi ventana con su corona viva, odiosamente,
no pregunta ni responde, grita en la sala del banquete
como si no existieran sus invitados, las gárgolas
y estuviera más solo que su grito.
Grita de piedra, de antigüedad, de nada,
lucha contra mi sueño pero ignora que lucha;
sus esposas no cuentan para él ni el maíz que en la tardelo hará besar el polvo.
Se limita a aullar como un hereje en la hoguera de sus plumas.
Y es el cuerno gigante
que sopla la negrura al caer al infierno.



Arturo Borja

Soñación

-- de Arturo Borja --

Pálida, en la penumbra de un fugitivo ensueño,
igual que un lirio triste al claror de la luna,
te miré en una noche, desnudando el sedeño
ropaje coronado por tu melena bruna.
Me acerqué... Desflorando mi boca tu risueño
pudor (¡oh, primavera!), te quise y fuiste mía.
Tus esquivas caricias son sólo un loco sueño
que ahuyenta lo brumoso de mi melancolía.
Y aquel sueño de aquella fugaz noche —la sola—
noche que en mi bohemia tiene aroma de amores
en un sabio nepente que aloja mis dolores
trayéndome entre nardos la mística corona
del alma de tu carne, y brillando felina
infinita y enorme: tu mirada divina.

Enero 1904



Julián del Casal

flor de cieno

-- de Julián del Casal --

Yo soy como una choza solitaria
que el viento huracanado desmorona
y en cuyas piedras húmedas entona
hosco búho su endecha funeraria.
Por fuera sólo es urna cineraria
sin inscripción, ni fecha, ni corona;
mas dentro, donde el cieno se amontona,
abre sus hojas fresca pasionaria.
Huyen los hombres al oír el canto
del búho que en la atmósfera se pierde,
y, sin que sepan reprimir su espanto,
no ven que, como planta siempre verde,
entre el negro raudal de mi amargura
guarda mi corazón su esencia pura.



Pablo Neruda

la reina

-- de Pablo Neruda --

Yo te he nombrado reina.
Hay más altas que tú, más altas.
Hay más puras que tú, más puras.
Hay más bellas que tú, hay más bellas.
Pero tú eres la reina.
Cuando vas por las calles
nadie te reconoce.
Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
la alfombra de oro rojo
que pisas donde pasas
la alfombra que no existe.
Y cuando asomas
suenan todos los ríos
en mi cuerpo, sacuden
el cielo las campanas,
y un himno llena el mundo.
Sólo tú y yo,
sólo tú y yo, amor mío,
lo escuchamos.



Pablo Neruda

soneto xxxi cien sonetos de amor (1959) mañana

-- de Pablo Neruda --

Soneto xxxi
con laureles del sur y orégano de lota
te corono, pequeña monarca de mis huesos,
y no puede faltarte esa corona
que elabora la tierra con bálsamo y follaje.
Eres, como el que te ama, de las provincias verdes:
de allá trajimos barro que nos corre en la sangre,
en la ciudad andamos, como tantos, perdidos,
temerosos de que cierren el mercado.
Bienamada, tu sombra tiene olor a ciruela,
tus ojos escondieron en el sur sus raíces,
tu corazón es una paloma de alcancía,
tu cuerpo es liso como las piedras en el agua,
tus besos son racimos con rocío,
y yo a tu lado vivo con la tierra.



Pablo Neruda

soneto lx cien sonetos de amor (1959) tarde

-- de Pablo Neruda --

Soneto lx
a ti te hiere aquel que quiso hacerme daño,
y el golpe del veneno contra mí dirigido
como por una red pasa entre mis trabajos
y en ti deja una mancha de óxido y desvelo.
No quiero ver, amor, en la luna florida
de tu frente cruzar el odio que me acecha.
No quiero que en tu sueño deje el rencor ajeno
olvidada su inútil corona de cuchillos.
Donde voy van detrás de mí pasos amargos,
donde río una mueca de horror copia mi cara,
donde canto la envidia maldice, ríe y roe.
Y es ésa, amor, la sombra que la vida me ha dado:
es un traje vacío que me sigue cojeando



Pedro Antonio de Alarcón

A Ronconi

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Errante nube al africano suelo
llega en alas del viento adormecida;
rómpese al fin, y en lluvia convertida,
templa la sed del abrasado suelo.

Al alma estéril que agostara el duelo,
tú eres, Ronconi, lluvia bendecida,
que le das con tus lágrimas la vida
y flores al dolor para consuelo.

Hoy, al verte partir, sigo esas flores
y recojo esas perlas de rocío,
con ramos de laurel para tejerlas...

Si, pues, al son de públicos honores,
una corona con mi adiós te envío,
tuyas sus flores son tuyas sus perlas.



Rafael María Baralt

A Dios I

-- de Rafael María Baralt --

Perlas son de tu manto las estrellas;
tu corona los soles que al vacío
prendió tu mano, y de tu imperio pío
espada y cetro al par son las centellas.

Por el éter y el mar andas sin huellas;
y cuando el huracán suelta bravío
sus mil voces de un polo al otro frío,
con tu voz inmortal sus labios sellas.

Doquiera estás; doquier llevan tu nombre
mares, desiertos, bosques y palacios,
cielos y abismos, el animal, el hombre.

Aunque estrechos la mente y los espacios
te llevan, ¡oh Señor!, sin contenerte;
te adoran, ¡oh Señor!, sin conocerte.



Rafael María Baralt

A Sevilla

-- de Rafael María Baralt --

Deja los juegos ya; deja de amores
la liviana canción que te adormía
con blando arrullo en la ribera umbría
del Betis claro, entre galanas flores.

Ya probaste del arte los ardores
y al ronco son de bélica armonía
lidiar supiste en temeroso día,
ganar laureles, merecer loores.

Ciñe pues, a tu frente la corona
de inmarcesible lauro con que el cielo
de potente y de justo en ti blasona.

Y ya libre del yugo el patrio suelo
por tu esfuerzo feliz, lleva a Helicona
de más noble cantar el raudo vuelo.



Rafael María Baralt

Al señor Conde de San Luis

-- de Rafael María Baralt --

Sublima al cielo la sagrada frente
el poderoso; a su anhelar estrecho
es el ámbito patrio; al pie del lecho
encadenada la fortuna siente.

Vuelo a mirar... Y el héroe prepotente
por tierra está como ídolo deshecho
al gran soplo de Dios, y el áureo techo
guarida es de traición y odio furente.

¡Oh mengua del poder y su pujanza!
hoy sella el labio, en su defensa mudo,
el que ayer le ensalzó de zona en zona.

Y muriera sin gloria y sin venganza,
si amigo el Arte no le diera escudo
y de oro y lauro su inmortal corona.



José María Eguren

nocturno

-- de José María Eguren --

De occidente la luz matizada
se borra, se borra;
en el fondo del valle se inclina
la pálido sombra.

Los insectos que pasan la bruma
se mecen y flotan,
y en su largo mareo golpean
las húmedas hojas.

Por el tronco ya sube, ya sube
la nítida tropa
de las larvas que, en ramas desnudas,
se acuestan medrosas.

En las ramas de fusca alameda
que ciñen las rocas,
bengalíes se mecen dormidos,
soñando sus trovas.

Ya descansan los rubios silvanos
que en punas y costas,
con sus besos las blancas mejillas
abrazan y doran.

En el lecho mullido la inquieta
fanciulla reposa,
y muy grave su dulce, risueño
semblante se torna.

Que así viene la noche trayendo
sus causas ignotas;
así envuelve con mística niebla
las ánimas todas.

Y las cosas, los hombres domina
la parda señora,
de brumosos cabellos flotantes
y negra corona.



José Tomás de Cuellar

Las lágrimas

-- de José Tomás de Cuellar --

DE noche caen las lágrimas
De las humanas penas,
Y por doquiera á miles
Humedecen la tierra.
Pero viene la aurora
Apacible y risueña;
En las praderas corre
Brisa callada y fresca,
Y de la tierra húmeda
Se levanta la niebla;
Corona el arroyuelo,
El lago, la eminencia,
Y cual flotante gasa
Sube al éter ligera.

En ella van las lágrimas
Que mojaron la tierra,
Y suben hasta el cielo
Donde Dios las espera.



Juan Bautista Arriaza

Sentimientos de la España

-- de Juan Bautista Arriaza --

Triste la España, «¿adónde vas, Fernando?»
al hijo fugitivo dice ansiosa;
y él sigue, y deja de su madre hermosa
llevar los vientos el acento blando.

Ya la materna falda abandonando
pisa de Francia la ribera odiosa;
y aún está oyendo aquella voz piadosa
que le repite, «¿adónde vas?» llorando.

No ve ya al hijo la infeliz matrona:
mas su voz oye, que con regio brío
dice: Tirano, es mía esa corona.

Ella, al primer dolor, gritó ¡hijo mío!
mas luego, vuelta al déspota en Bayona,
dame a Fernando, exclama, oh tiempo impío!



Juan Bautista Arriaza

Soñaba yo

-- de Juan Bautista Arriaza --

Soñaba yo; y en lecho damasquino
una hermosa matrona vi dormida
y entre su misma prole acometida
por un tirano y pérfido Tarquino.

En vano intentan del fatal destino
sus hijos redimir a la afligida;
que ellos sin armas luchan por su vida,
y armado estaba el bárbaro asesino.

Ya el traidor casi su maldad corona;
cuando junto a las márgenes del Duero
se alza un hijo de Marte y de Belona:

Vuela, llega, derriba al monstruo fiero;
y era la Iberia la infeliz matrona,
y era Wellington el audaz guerrero.



Juan de Arguijo

A Baco

-- de Juan de Arguijo --

A tí, de alegres vides coronado,
Baco, gran padre domador de Oriente,
He de cantar; á tí, que blandamente
Tiemplas la fuerza del mayor cuidado;

Ora castigues á Licurgo aírado,
O á Penteo en tus aras insolente,
Ora te mire la festiva gente
En sus convites dulce y regalado,

O ya de tu Ariadna al alto asiento
Subas ufano la mortal corona
Vén fácil, vén humano al canto mio;

Que si no desmerece el sacro aliento,
Mi voz penetrará la opuesta zona,
Y al Tibre envidiará el Hispalio rio.



Juan de Arguijo

Al Guadalquivir, en una avenida

-- de Juan de Arguijo --

Tú, á quien ofrece el apartado polo,
Hasta donde tu nombre se dilata,
Preciosos dones de luciente plata,
Que invidia el rico Tajo y el Pactolo;

Para cuya corona, como á solo
Rey de los rios, entreteje y ata
Pálas su oliva con la rama ingrata
Que contempla en tus márgenes Apolo;

Clara Guadalquivir, si impetuoso
Con crespas ondas y mayor corriente
Cubrieres nuestros campos mal seguros,

De la mejor ciudad, por quien famoso
Alzas igual al mar la altiva frente,
Respeta humilde los antiguos muros.



Garcilaso de la Vega

SONETO XXIV

-- de Garcilaso de la Vega --

Ilustre honor del nombre de Cardona,
décima moradora del Parnaso,
a Tansillo, a Minturno, al culto Taso
sujeto noble de inmortal corona;

si en medio del camino no abandona
la fuerza y el espirtu a vuestro Laso,
por vos me llevará mi osado paso
a la cumbre difícil de Helicona.

Podré llevar entonces, sin trabajo,
con dulce son que el curso al agua enfrena,
por un camino hasta agora enjuto,

el patrio celebrado y rico Tajo,
que del valor de su luciente arena
a vuestro nombre pague el gran tributo.



Garcilaso de la Vega

Ilustre honor del nombre de Cardona

-- de Garcilaso de la Vega --

Ilustre honor del nombre de Cardona,
décima moradora del Parnaso,
a Tansilo, a Minturno, al culto Tasso
sujeto noble de inmortal corona;

si en medio del camino no abandona
la fuerza y el espirtu a vuestro Laso,
por vos me llevará mi osado paso
a la cumbre difícil de Helicona.

Podré llevar entonces, sin trabajo,
con dulce son que el curso al agua enfrena,
por un camino hasta agora enjuto,

el patrio, celebrado y rico Tajo,
que del valor de su luciente arena
a vuestro nombre pague el gran tributo.



Gertrudis Gómez de Avellaneda

En la muerte del laureado poeta señor don Manuel José Quintana

-- de Gertrudis Gómez de Avellaneda --

Cantos de regocijo y de victoria
Nuestras voces alzaron aquel día
Que regia mortal mano te ceñía
Mezquino lauro de terrestre gloria:

Y hoy que a la voz de tu Hacedor acudes,
A recibir la fúlgida diadema
Que la inmutable Majestad Suprema
Guarda en la eterna patria a las virtudes

Hoy nuestra flaca condición humana
Su aliento en vano a remontar aspira
¡No le es dado arrancar, noble Quintana,
Ni un tierno adiós de la enlutada ¡ira!

Que aunque la Fe con resplandor divino
La densa noche del sepulcro alumbre,
Y la Esperanza hasta la excelsa cumbre
Vuele, mostrando tu triunfal camino;

Aquí -al mirar tus fúnebres despojos
A la tierra volver- sólo nos queda,
Con tu corona, que la España hereda,
¡Duelo en el corazón llanto en los ojos!



Gutierre de Cetina

a doña cecilia millás

-- de Gutierre de Cetina --

El amoroso piélago corría
la nave del curioso entendimiento,
y no sin ocasión miraba atento
las islas más hermosas que en él vía.
Al fin de navegar arribé un día,
cansado ya de ver islas sin cuento,
en la bella sicilia, do contento
quedé de aquel deseo que tenía.
Y visto todo el bien que puede verse,
exclamaba diciendo: «¡oh soberano
aquél que habrá de ti la alta corona!
»si por milagro, amor, puede hacerse,
haz que sea una hora siciliano,
ya que no puede ser de barcelona».



Gutierre de Cetina

al sepulcro de diego de esquivel

-- de Gutierre de Cetina --

El despojo mortal yace aquí solo,
la beata alma es ya tornada al cielo,
del pastor esquivel, que fue en el suelo
un émulo de orfeo, un nuevo apolo.
Rabiosa muerte de entre nos llevólo;
inmortal fama con piadoso celo
haga su virtud, tendido el vuelo,
se manifieste al uno y otro polo.
Mirad pues, ninfas, musas y pastores
no haya flor en parnaso, ni helicona
destile humor que el lauro os tenga verde.
Y pues fue en el cantar de sus amores
el que puso más alta sus corona,
amor lo llore, que es el que más pierde.



Salvador Díaz Mirón

El predestinado

-- de Salvador Díaz Mirón --

Bajo el ronco motín que grita muerte,
el sagrado bajel cruje de suerte
que semeja reír - El genio es fuerte;

Y aún ante indicio, de locura o dolo,
no culpa de falaz a Marco Polo,
y se obstina en creer, inmenso y solo.

Su fe suele medrar cuando vacila...
¡Así la llama del hachón oscila
al viento, y es mayor por intranquila!

En el ignoto piélago la nave
sigue al azar el ímpetu de un ave.
¿A dónde va? ¡Ni el Genovés lo sabe!

A la esperanza el mísero se aferra,
como a la tabla el náufrago que yerra
en la furia del mar. La noche cierra.

Bien luego magnífica su corona...
Y es que Dios con su soplo hincha la lona,
¡desde los astros de la nueva zona!

Voz que nace al timón sube a la caña...
¡El Ponto bulle con cadencia extraña
y parece que dice: ¡Viva España!

Colón, en pie sobre la proa mira...
¡Y en el cordaje un hálito respira
Y canta, como un estro en una lira!

Franja de luna por el agua riela...
¡Y al grande hombre simula rica estela,
rastro de victoriosa carabela!



Salvador Díaz Mirón

Lance

-- de Salvador Díaz Mirón --

Es un viejo borracho que me provoca,
que me cierra el camino y al diablo evoca,
recio, locuaz, inmundo, descalzo y fiero,
con terribles ojazos de un gris de acero
y con una calvicie de yerma roca.
-La testa perdió greña, razón y toca.

Hasta el pecho la barba se le desliza,
como espuma de arroyo por cana y riza.
La diestra dura y fuerte, como una marra,
enseña entre uñas corvas, como de garra,
pipa roja con aire de cruenta triza.
-La mano es tan aleve como maciza.

Paro el corcel fogoso y alzo la fusta...
-Occiduo el Sol corona cúspide augusta,
y el ebrio tiene al rubro y oblicuo rayo
sangre a linfas rebelde que aun pinta el sayo-.
Y me afirmo en el potro, y él se me asusta,
y el anciano derriba y en lodo incrusta.



Ventura de la Vega

A la Sra. condesa del Montijo, en sus días

-- de Ventura de la Vega --

I
Ausente y presente a un tiempo,
te aflige y te halaga amor;
que el Adur y el Manzanares
dividen tu corazón.
Y en dulce duda,
fijando estás
aquí tus ojos,
tu mente allá.

II
Allá un suspiro del alma
pide a tu amor maternal
la que en premio a sus virtudes
ciñe corona imperial.
Y en dulce duda,
fijando estás
aquí tus ojos,
tu mente allá.

III
Aquí otra prenda querida,
que también tiene a sus pies,
cual reina de la hermosura,
vasallos cuantos la ven.
Y en dulce duda,
fijando estás
aquí tus ojos,
tu mente allá.



Ventura de la Vega

Villancicos que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844

-- de Ventura de la Vega --

CORO
Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales,
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono.
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también.

COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno,
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, ¡oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas
de mi materno amor.



Vicente Huidobro

exprés

-- de Vicente Huidobro --

Una corona yo me haría
de todas las ciudades recorridas
londres madrid parís
roma nápoles zurich

silban en los llanos
locomotoras cubiertas de algas

aqui nadie ha encontrado

de todos los ríos navegados
yo me haría un collar

el amazonas el sena
el támesis el rin

cien embarcaciones sabias
que han plegado las alas

y mi canción de marinero huérfano
diciendo adiós a las playas

aspirar el aroma del monte rosa
trenzar las canas errantes del monte blanco
y sobre el zenit del monte cenis
encender en el sol muriente
el último cigarro

un silbido horada el aire
no es un juego de agua

adelante

apeninos gibosos
marchan hacia el desierto

las estrellas del oasis
nosdarán miel de sus dátiles

en la montaña
el viento hace crujir las jarcias
y todos los montes dominados
los volcanes bien cargados
levarán el ancla.



Vicente Huidobro

Expres

-- de Vicente Huidobro --

Una corona yo me haría
De todas las ciudades recorridas
Londres Madrid París
Roma Nápoles Zurich

Silban en los llanos
Locomotoras cubiertas de algas

Aquí nadie ha encontrado

de todos los ríos navegados
Yo me haría un collar

El Amazonas El Sena
El Támesis El Rin

Cien embarcaciones sabias
Que han plegado las alas

Y mi canción de marinero huérfano
Diciendo adiós a las playas

Aspirar el aroma del Monte Rosa
Trenzar las canas errantes del Monte Blanco
Y sobre el Zenit del Monte Cenis
Encender en el sol muriente
El último cigarro

Un silbido horada el aire
No es un juego de agua

Adelante

Apeninos gibosos
Marchan hacia el desierto

Las estrellas del oasis
Nos darán miel de sus dátiles

En la montaña
El viento hace crujir las jarcias
Y todos los montes dominados
Los volcanes bien cargados
Levarán el ancla.



Vicente Huidobro

Marino

-- de Vicente Huidobro --

Aquel pájaro que vuela por primera vez
Se aleja del nido mirando hacia atrás

Con el dedo en los labios
os he llamado

Yo inventé juegos de agua
En la cima de los árboles

Te hice la más bella de las mujeres
Tan bella que enrojecías en las tardes

La luna se aleja de nosotros
Y arroja una corona sobre el polo

Hice correr ríos
que nunca han existido

De un grito elevé una montaña
Y en torno bailamos una nueva danza

Corté todas las rosas
De las nubes del este

Y enseñé a cantar un pájaro de nieve

Marchemos sobre los meses desatados

Soy el viejo marino
que cose los horizontes cortados



Antonio-Plaza-Llamas

a una actriz

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

A una actriz
intérprete feliz del pensamiento.
Ángel que brillas en la gloria humana,
ciñéndole a tu frente soberana
la espléndida corona del talento.
Heroína del noble sentimiento,
no me admira el laurel que te engalana;
porque sé que en la tierra mexicana
el genio tiene su mejor asiento.
Sigue de gloria con tu sueño santo
y conquista renombre sin segundo
en la futura edad, que yo entretanto,
al aplaudirte con afán profundo,
diré orgulloso en atrevido canto:
nada envidias, ¡oh patria!, al viejo mundo.
Antonio plaza llamas



Rosalía de Castro

A la memoria del poeta gallego Aurelio Aguirre

-- de Rosalía de Castro --

Lágrima triste en mi dolor vertida,
perla del corazón que entre tormentas
fue en largas horas de pesar nacida,
en fúnebre memoria convertida
la flor será que a tu corona enlace;
las horas de la vida turbulentas
ajan las flores y el laurel marchitan;
pero lágrimas, ¡ay!, que el alma esconde,
llanto de duelo que el dolor fecunda,
si el triste hueco de una tumba anega
y sus húmedos hálitos inunda,
ni el sol de fuego que en Oriente nace
seco su manantial a dejar llega
ni en sutiles vapores le deshace,
¡y es manantial fecundo el llanto mío
para verter sobre un sepulcro amado
de mil recuerdos caudaloso río!



Rosalía de Castro

Viendo que, semejantes a las flores

-- de Rosalía de Castro --

Viendo que, semejantes a las flores
Que el huracán en su furor deshace,
Éstos, después de aquéllos,
Llenos de vida y de esperanzas caen
Al entrar en la lid donde con gloria
Por la patria combaten,

Tal como el pobre abuelo que contempla
Del nietezuelo amado los despojos,
Exclamó alzando la mirada al cielo
De angustia lleno y doloroso asombro:
— ¡Pero es verdad, Dios mío, que ellos mueren
Y quedamos nosotros!

En la Corona fúnebre de Andrés Muñíais, 1883.



Meira Delmar

instante

-- de Meira Delmar --

Ven a mirar conmigo
el final de la lluvia.
Caen las últimas gotas como
diamantes desprendidos
de la corona del invierno,
y nuevamente queda
desnudo el aire.
Pronto un rayo de sol
encenderá los verdes
del patio,
y saltarán al césped
una vez más los pájaros.
Ven conmigo y fijemos el instante
-mariposa de vidrio-
en esta página.
!--Img



Meira Delmar

ofelia

-- de Meira Delmar --

Con paso de gacela vulnerada
cantando vienes por el bosque umbrío
coronada de juncos, ramos , lirios.
Oculto entre los árboles
un silencio de pájaros anuncia
tu presencia,
y te llama el arroyo con los lentos
ademanes del sauce.
Enajenada sigues recogiendo
las últimas violetas. En tus manos
la postrera corona es la más bella.
Pronto la linfa sentirá tu peso
de seda,
y un breve instante flotará en su espejo
tu memoria.
!--Img



Meira Delmar

soneto marinero

-- de Meira Delmar --

Digo tu nombre, mar, tu nombre ardido
de soles y de júbilo creciente,
y el corazón enamorado siente
más clara la presencia del latido.
Velero que navega repetido
por los quietos espejos de la frente,
regresa tu paisaje lentamente
como si retornara del olvido.
Y surge tu comarca marinera
con una trashumante primavera
de espumas en la mano de cristal.
Y tu voz de colores, y tu alada
corona de blancura trabajada
en gaviotas y pétalos de sal.
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Miguel Hernández

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-- de Miguel Hernández --

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umbrío por la pena, casi bruno,
porque la pena tizna cuando estalla,
donde yo no me hallo no se halla
hombre más apenado que ninguno.
Sobre la pena duermo solo y uno,
pena es mi paz y pena mi batalla,
perro que ni me deja ni se calla,
siempre a su dueño fiel, pero importuno.
Cardos y penas llevo por corona,
cardos y penas siembran sus leopardos
y no me dejan bueno hueso alguno.
No podrá con la pena mi persona
rodeada de penas y cardos:
¡cuánto penar para morirse uno!



Miguel Unamuno

en un cementerio de lugar castellano II

-- de Miguel Unamuno --

Refrescaban tus sienes al volar;
las mismas que, piadosas, hoy, teresa,
sobre tu tierra vuelan sin cesar.
Las mismas que al señor, de la corona
espinas le quitaron al azar;
las mismas que me arrancan las espinas
del corazón, que se me va a parar.
Golondrinas que vienen de tu campo
trayéndome recuerdos al pasar
y cuya sombra acarició la yerba
bajo que has ido al fin a descansar.



Miguel Unamuno

Portugal (RSL)

-- de Miguel Unamuno --

Del atlántico mar en las orillas
desgreñada y descalza una matrona
se sienta al pié de sierra que corona
triste pinar. Apoya en las rodillas

los codos y en las manos las mejillas
y clava ansiosos ojos de leona
en la puesta del sol; el mar entona
su trágico cantar de maravillas.



Juan Nicasio Gallego

A San Fernando

-- de Juan Nicasio Gallego --

Desciende de las fúlgidas mansiones,
ilustre leonés, santo guerrero;
muévate a compasión el trono ibero
que en el Betis plantaron tus legiones.

No tiene ya Corteses ni Colones
que rindan a sus pies otro hemisferio:
el que era envidia ayer del orbe entero
ludibrio es hoy de reyes y naciones.

Mira a tu nieta, cándida, inocente,
que en infantiles juegos divertida
ni aun el rumor de la borrasca siente.

Guarda y protege su preciosa vida,
y esa corona trémula en su frente
de mi contrarios vientos combatida.



Julio Flórez

¡Oh luna!

-- de Julio Flórez --

Poem

Melancólica reina pudibunda que vagas por los ámbitos del cielo como un místico témpano de hielo entre la negra oscuridad profunda.

En esta noche en que tu faz circunda un halo transparente como el velo de las vírgenes novias, un anhelo, azul y enorme como el mar, me inunda.

¿Sabes lo que mi espíritu ambiciona en esta noche de noviembre, fría, en que el cierzo las tumbas desmorona?

Que bajes de la bóveda sombría, y pongas esa sideral corona sobre el sepulcro de la madre mía.



Evaristo Carriego

Por el corazón

-- de Evaristo Carriego --

¡Tan colorada la sandía!
¿Será más rica que el melón?
Esta primer tajada es mía:
para ti, prima, el corazón.

Ya salió la otra... ¡No digo!
Ayer fué lo mismo ... ¡Es gracioso!
Comenzó a llorar por el higo
que le arrebatara el mocoso

del hermano. ¿Más? ¡En seguida!
¿Volvemos? ¡Pues no se figura
que hay que brindarle cuanto pida:
caramba con la criatura!

¡Linda se ha puesto! ¡Sí, señor!
se ha puesto lo más regalona...
No quiere sino lo mejor,
como si tuviese corona!



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