Buscar Poemas con Celestial


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Se han encontrado 73 poemas con la palabra celestial

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Lope de Vega

Como es la patria celestial colonia

-- de Lope de Vega --

Como es la patria celestial colonia,
bien que el camino a los mortales agro,
ilustrísimo Conde, a quien consagro
los árboles de Apolo y de Tritonia,

fuiste contra la fiera Babilonia,
aunque cordero tierno por milagro,
nuevo, divino, heroico Meleagro
de la escocesa silva Caledonia.

Ya muerto, otro Mercurio te contemplo,
que tomando las arnas y la espada,
despojos de tu noble mausoleo,

en defensa de Cristo, y de su templo,
Julián y Babilonia derribada,
confiesen que ha vencido el Galileo.

Poema Como es la patria celestial colonia de Lope de Vega con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Previsión inútil

-- de Adelardo López de Ayala --

Yo vi, y aún me parece que la veo,
su mirada en amores encendida,
y entre mis manos, quieta y complacida,
su mano cual riquísimo trofeo.

Yo vi sus labios de sabor hybleo
brindar risueños celestial bebida...
¡Yo vi rasgado el cielo y prometida
toda la dicha que soñó el deseo!

Cantaba el alma, al presentir su gloria,
cual bosque alegre cuando el sol avanza
arrollando la noche en su victoria...

¡Todo cambió!... ¡Trocóse la bonanza
en tempestad!... -¡Infierno es la memoria
donde pena un amor sin esperanza!

Poema Previsión inútil de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

La música (en un album)

-- de Adelardo López de Ayala --

La música es el acento
que el mundo arrobado lanza,
cuando a dar forma no alcanza
a su mejor pensamiento:
de la flor del sentimiento
es el aroma lozano;
es del bien más soberano
presentimiento suave,
y es todo lo que no cabe
dentro del lenguaje humano.

Dichosa tú que su palma
has llegado a merecer,
conmoviendo a tu placer
la mejor parte del alma.
Tu voz infunde la calma
y arrebata y enamora...
¡Ay de mí! Tu seductora
y celestial armonía,
¡cuántas veces calmaría
este afán que me devora!

Poema La música (en un album) de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Alejandro Tapia y Rivera

El ángel del amor

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

Dios hizo el mundo; con su voz divina
del caos lo sacó,
y admirando su obra peregrina
se dice que la amó.

Su grandioso querer cumplido estaba
magnífico, inmortal;
pero amante, colmar aun le faltaba
su afecto celestial.

Y ante el dulce mirar de su ternura
la esfera se extasió,
y el ángel de la luz y la hermosura
en luna se trocó.

Y el grato aroma de su noble aliento
lanzó sobre el Abril,
y el ángel del perfume en el momento
fue rosa del pensil.

Y emanando su labio regalado
al ángel de la miel,
fue emblema de su néctar delicado
la dulce abeja fiel.

Y formó de su voz la simpatía,
un eco seductor,
y el ángel de la plácida armonía
trocose en ruiseñor.

Empero deseaba el Dios potente
formar un nuevo ser;
y un ángel de su Edén trajo clemente
y fuiste tú, mujer.

Y te ornó con diadema de hermosura,
te alzó como deidad;
dio a tus ojos mil perlas de ternura,
de gozo y de piedad.

Y emblema, oh Celia, del amor divino
te quiso el Hacedor
consagrar al benéfico destino
del ángel del amor.



Alejandro Tapia y Rivera

Himno-salve a la Virgen de la Providencia

-- de Alejandro Tapia y Rivera --

CORO
Dios te saluda, oh María:
trajiste a la tierra amor
y el hombre en su desamparo
«Providencia» te llamó.

Llena estás de eterna gracia,
flor preciosa
y amorosa
que el eterno cultivó;
y cuando a la tierra fuiste
enviada,
perfumada
para siempre ella quedó.

El Señor está contigo:
su clemencia
y alta esencia
te dio, virgen inmortal;
bendita entre las mujeres,
la más bella,
cual estrella
luz y norte celestial.

Y bendito ha sido el fruto
venturoso
que amoroso
al mundo anunció Gabriel,
pues con su sangre querida
y su cruz y
su luz
nos redimió de Luzbel.

Si los ángeles te cantan
melodías,
que alegrías
dan a tu egregia mansión;
ángeles somos nosotros
por ti amados,
¡desterrados!...
Danos pues tu bendición.



Amado Nervo

cuando dios lo quiera

-- de Amado Nervo --

Santa florecita, celestial renuevo,
que hiciste mi alma una primavera,
y cuyo perfume para siempre llevo:
¿cuándo en mi camino te hallaré de nuevo?
¡cuándo dios lo quiera, cuando dios lo quiera!
¡qué abismo tan hondo! ¡qué brazo tan fuerte
desunirnos pudo de tan cruel manera!
mas ¡qué importa! todo lo salva la muerte
y en otra ribera volveré yo a verte...
¡En otra ribera..., Sí! ¡cuando dios quiera!
corazón herido, corazón doliente,
mutilada entraña: si tan tuya era
(carne de tu carne, mente de tu mente,
hueso de tus huesos), necesariamente
has de recobrarla... ¡Sí, cuando dios quiera!



Lope de Vega

¿qué es esto , dijo el israelita, viendo

-- de Lope de Vega --

«¿qué es esto?», dijo el israelita, viendo
decender el maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
«¿Qué es esto?», dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.
«¿Qué es esto?», dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy cristo les responde en sacramento:
«éste es mi cuerpo». La respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo dios sustento.



Lope de Vega

Artífice rarísimo, que a Apeles

-- de Lope de Vega --

Artífice rarísimo que a Apeles,
a Zeuxis, a Parrasio, a Metrodoro,
vencéis en precio, como al plomo el oro,
en modelos, en tablas y papeles:

Suspended los colores y pinceles,
pues os suspende el alma el bien que adoro
y no perdáis el tiempo en su decoro,
pues imitáis jazmines y claveles.

Que si os viera del Tormes al Hidaspe
medir llorando el áspero camino,
no me ablandara más que bronce o jaspe;

que si vos sois de ser de Apeles dino,
yo para dar mi celestial Campaspe,
de ser Magno Alejandro soy indino:
Que fuera desatino
daros yo su belleza,
y en él fue poco amor, si fue grandeza



Lope de Vega

¡Con qué artificio tan divino sales

-- de Lope de Vega --

¡Con qué artificio tan divino sales
de esa camisa de esmeralda fina,
oh rosa celestial alejandrina,
coronada de granos orientales!
Ya en rubíes te enciendes, ya en corales,
ya tu color a púrpura se inclina,
sentada en esa basa peregrina
que forman cinco puntas desiguales.
Bien haya tu divino autor, pues mueves
a su contemplación el pensamiento,
a aun a pensar en nuestros años breves.
Así la verde edad se esparce al viento,
y así las esperanzas son aleves
que tienen en la tierra el fundamento.



Lope de Vega

Cuando elegante, de los dos idiomas

-- de Lope de Vega --

Cuando elegante, de los dos idiomas,
Bernarda celestial, versos imprimas,
con que los montes y árboles animas,
las penas mueves y las fieras domas;

si lira en soledad, si bronce tornas
del estruendo marcial heroicas rimas,
rindan a tu laurel remotos climas,
oro, perlas, coral, palmas y aromas.

Pues ya con más honor que al cisne en Tracia,
¡oh Safo lusitana!, a las difusas
regiones tu valor la fama espacia,

serás, pues tantas te dio el cielo infusas,
con la excelencia de la cuarta gracia,
la décima del coro de las musas.



Lope de Vega

La santa Virgen, que en la sacra idea

-- de Lope de Vega --

La santa Virgen, que en la sacra idea
de Dios fue fabricada antes que el cielo,
del Verbo en carne original modelo,
que su estudio santísimo hermosea,
naciendo en la dichosa Galilea
fue cuadro celestial, en cuyo velo
de tela humana y de divino celo
Dios los pinceles de su ciencia emplea.
Lucas, gloria y honor de la pintura,
fue sólo digno de copiar un día,
con envidia del cielo su hermosura
¡Oh soberano Apeles de María,
pues retrató la virginal figura,
adonde Dios mostró lo que sabía.!



Lope de Vega

Ojos, por quien llamé dichoso al día

-- de Lope de Vega --

Ojos, por quien llamé dichoso al día
en que nací, para morir por veros,
que por salir de noche a ser luceros,
cercáis de azul la luz que al sol envía;

hermosos ojos, que del alma mía
un inmortal engaste pienso haceros
de envidia del safir, que por quereros,
entre cristal y rosa el cielo cría;

agora sí, que vuestras luces bellas
son de mi noche celestial consuelo,
pues en azul engaste vengo a vellas.

Agora sí, que sois la luz del suelo,
agora sí, que sois, ojos estrellas,
que estáis en campo azul, color de cielo.



Lope de Vega

¿Qué es esto?, dijo el israelita, viendo

-- de Lope de Vega --

«¿Qué es esto?», dijo el Israelita, viendo
decender el maná, llover el cielo
cándidos copos de sabroso hielo,
los árboles del monte encaneciendo.
«¿Qué es esto?», dijo, cuando está comiendo
aquel licor de celestial consuelo,
sombra de la verdad, de la luz velo,
que agora vive en blanca nieve ardiendo.
«¿Qué es esto?», dijo, viendo como llueve
sobre la salas del templado viento
débil manjar envuelto en aura leve.
Y hoy Cristo les responde en sacramento:
«Éste es mi cuerpo». La respuesta es breve,
enigma el pan, y el mismo Dios sustento.



Lope de Vega

Si de la sombra de tu cuerpo santo

-- de Lope de Vega --

Si de la sombra de tu cuerpo santo
puesto en la cruz un bárbaro homicida
recibe luz para pedirte vida,
y vida eterna por tan breve llanto;
si la divina fimbria de tu manto
salud concede a quien la tiene asida,
más es tenerte en celestial comida.
¡Dichosa el alma que merece tanto!
No sombra de tu cuerpo, o fimbria tuya,
sino tu cuerpo mismo, ¿cuál efeto
hará en el alma que a tu mesa llega?
¡Qué reino pedirá? ¿Qué salud suya,
que tú la niegues, si con dulce efeto
tan cerca te ama, abraza, goza y ruega?



Lope de Vega

Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!

-- de Lope de Vega --

Si quise, si adoré, ¡qué error terrible!,
hermosura mortal, ¿cómo ignoraba
la tuya celestial, pues me enseñaba
lo invisible, Señor, por lo visible?
Tu gloria, eterno Dios, incorruptible,
cuando ídolos humanos fabricaba,
como gentil y bárbaro trocaba
en imagen del hombre corruptible.
¡Ay, Dios, y cuán escuro que tenía
entonces mi turbado entendimiento,
sin ver la luz en la mitad del día!
¿Qué excusa te dará mi entendimiento?
Pero con tu piedad la más tardía
halla en tu pecho dulce acogimiento.



Lope de Vega

Era la alegre víspera del día

-- de Lope de Vega --

Era la alegre víspera del día
que la que sin igual nació en la tierra,
de la cárcel mortal y humana guerra,
para la patria celestial salía;

y era la edad en que más viva ardía
la nueva sangre que mi pecho encierra,
(cuando el consejo y la razón destierra
la vanidad que el apetito guía),

cuando Amor me enseñó la vez primera
de Luciana en su sol los ojos bellos
y me abrasó como si rayo fuera.

Dulce prisión y dulce arder por ellos;
sin duda que su fuego fue mi esfera,
que con verme morir descanso en ellos.



Lope de Vega

Mi bien nacido de mis propios males

-- de Lope de Vega --

Mi bien nacido de mis propios males,
retrato celestial de mi Belisa,
que en mudas voces y con dulce risa,
mi destierro y consuelo hiciste iguales;
segunda vez de mis entrañas sales,
mas pues tu blanco pie los cielos pisa,
¿por qué el de un hombre en tierra tan aprisa
quebranta tus estrellas celestiales?
Ciego, llorando, niña de mis ojos,
sobre esta piedra cantaré, que es mina
donde el que pasa al indio en propio suelo,
hallé más presto el oro en tus despojos,
las perlas, el coral, la plata fina.
Mas, ¡ay!, que es ángel y llevólo al cielo.



Lope de Vega

No sabe qué es amor quien no te ama

-- de Lope de Vega --

No sabe qué es amor quien no te ama,
celestial hermosura, esposo bello;
tu cabeza es de oro, y tu cabello
como el cogollo que la palma enrama.

Tu boca como lirio que derrama
licor al alba; de marfil tu cuello;
tu mano el torno y en su palma el sello
que el alma por disfraz jacintos llama.

¡Ay, Dios!, ¿en qué pensé cuando, dejando
tanta belleza y las mortales viendo,
perdí lo que pudiera estar gozando?

Mas si del tiempo que perdí me ofendo,
tal prisa me daré, que una hora amando
venza los años que pasé fingiendo.



Luis Gálvez de Montalvo

Pastora, tus ojos bellos

-- de Luis Gálvez de Montalvo --

Pastora, tus ojos bellos
Mi cielo puedo llamallos,
Pues en llegando á mirallos,
Se me pasa el alma á ellos.

Ojos cuya perfeccion
Desprecia humanos despojos,
Los ojos los llaman ojos,
Quel alma sabe quien son.
Pastora, la fuerza dellos
Por espejo hace estimallos,
Pues viene junto el mirallos
Y el pasarse el alma á ellos.

Desta verdad sin recelo,
Que tus ojos son el cielo,
Y su poder celestial,
Pastora, pues solo vellos
Fuerza el corazon á amallos,
Y la gloria de mirallos,
A pasarse el alma á ellos.



Manuel del Palacio

La Vénus de Médicis

-- de Manuel del Palacio --

Por la fuerza del genio concebida,
En un delirio de placer creada,
Eres la imágen del amor soñada
Que á la ventura celestial convida.

Nada te falta para ser querida;
Hermosura, candor, juventud, nada:
¡Ay! ¡quién al mármol de que estás formada
Llevar pudiera el fuego de la vida!

Más de una vez, cuando al pasar te veo
Del pedestal queriendo desprenderte
Buscando á tu belleza digno empleo,

Los brazos vuelvo á tí para cogerte:
¡Aberracion sublime del deseo
Que cura pronto el hielo de la muerte!



Manuel José Othón

el ruiseñor

-- de Manuel José Othón --

Oid la campanita, cómo suena,
el toque del clarín, cómo arrebata,
las quejas en que el viento se desata
y del agua el rodar sobre la arena.

Escuchad la amorosa cantilena
de favonio rendido a flora ingrata
y la inmensa y divina serenata
que pan modula en la silvestre avena.

Todo eso hay en mis cantos. Me enamora
la noche; de los hombres soy delicia
y paz, y entre los árboles cubierto,

sólo yo alcé mi voz consoladora,
como una blanda y celestial caricia,
cuando jesús agonizó en el huerto.



Pedro Antonio de Alarcón

A Carmen, al piano

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

No mujer... ¡Hada eres! Si amorosa
las manos tiendes al callado viento,
en él despiertas lánguido concierto
como la brisa en arpa melodiosa.

No mujer, bella Carmen... Eres diosa;
y de tu rostro el celestial portento
irradia el infinito sentimiento,
ser de tu ser, inspiración hermosa.

No mujer... ¡Eres ángel! Tu pureza
eclipsa la del sol: la sensitiva
no es como tú modesta y delicada.

Yo admiro arrebatado tu grandeza;
pero calla mi voz, no osando altiva
cantar a la que es ángel, diosa y hada.



Pedro Antonio de Alarcón

La hija del poeta

-- de Pedro Antonio de Alarcón --

Como, en verano, inútil el rocío
truécase en nube que disipa el viento;
así del noble vate el sentimiento
espiraba sin eco en el vacío.

Y cual la nube en lluvia y ésta en río
trueca de abril el generoso aliento,
tal, realizado en celestial portento,
miró el cantor su vago desvarío.

Tú, gentil Isabel, tierna y piadosa,
tú del paterno amor, tú de su alma,
de sus dolores tú fuiste nacida:

y eres amor en que su fe reposa,
dulce tristeza que las suyas calma,
numen del arte, ensueño de su vida.



Pedro Calderón de la Barca

Décimas a San Isidro

-- de Pedro Calderón de la Barca --

Ya el trono de luz regía
el luminoso farol,
el fénix del cielo, el sol,
cuya edad es sólo un día.
Ya desde la tumba fría
en su fuego vuelve a ser
hoy lo mismo que era ayer;
que, si en todo es de sentir
que nace para morir,
él muere para nacer.

Veloz la vida se quita,
con que más gloria se adquiere,
pues cuando en el agua muere,
en el fuego resucita.
Las aves, a quien incita
la luz de sus resplandores,
cantando dulces amores,
eran, con belleza suma,
al campo flores de pluma
cuando al viento aves de flores.

Entre las rosas cantaban
y el aura que las movía
solamente conocía
por aves las que las volaban.
Todas a Isidro esperaban,
cuando el labrador dichoso
se quedaba perezoso
de su trabajo olvidado:
¿quién vio vicioso al cuidado
y al descuido virtuoso?

Antes de labrar el suelo
(¡oh tardanza de amor llena!)
en la Virgen de Almudena
labraba piadoso el cielo;
y como su santo celo
en el sol le suspendía
de la celestial María,
divertido, no pensaba;
como siempre, al sol miraba,
que pudo pasarse el día.



Rafael Carvajal

A una poetisa

-- de Rafael Carvajal --

Ni el dulce murmurar del arroyuelo
que se desliza con variado encanto,
ni el triste arrullo con que eleva al cielo
la tórtola afligida su quebranto,

ni al descorrer el misterioso velo
natura ufana con su rico manto,
me ofrecieron jamás ese consuelo
que ofrecen las dulzuras de tu canto.

Canta feliz, de un cielo bonancible
hija privilegiada, que tu lira
te muestra hermosa cuanto más sensible.

¡Por Dios! canta, otra vez y el alma inspira
de un triste trovador que en su amargura
halla en tus versos celestial ternura.



Rafael María Baralt

Imprecación al sol

-- de Rafael María Baralt --

¡Rey de los astros, eternal lumbrera,
del vasto mundo, fecundante llama
que al hombre, al bruto, al vegetal inflama,
y luz, vida, y amor vierte do quiera!

Por ti se rige la anchurosa esfera;
el jilguero feliz trina en su rama;
brilla el rocío, y su caudal derrama,
de flores coronada, primavera.

¿Por qué, cual barro vil, inerte y ciego,
al malvado y al justo igual concedes
tus rayos de oro, tu esplendor, tu fuego?

¡Oh! La luz celestial, al bien propicia,
si severa castiga, da mercedes;
pues Dios no es la Igualdad: es la Justicia.



José María Heredia

A mi querida

-- de José María Heredia --

Ven, dulce amiga, que tu amor imploro:
luzca en tus ojos esplendor sereno,
y bajo en ondas al ebúrneo seno
de tus cabellos fúlgidos el oro.

¡Oh mi único placer! ¡oh mi tesoro!
¡Cómo de gloria y de ternura lleno,
estático te escucho, y me enageno
en la argentada voz de la que adoro!

Recíbate mi pecho apasionado:
ven, hija celestial de los amores,
descansa aquí, donde tu amor se anida.

¡Oh! nunca te separes de mi lado;
y ante mis pasos de inocentes flores
riega la senda fácil de la vida.



José Tomás de Cuellar

Las golondrinas (Cuéllar)

-- de José Tomás de Cuellar --

Cuando veas las pardas golondrinas
Alegres y dispuestas á emigrar,
No pienses que, como ellas, fugitivo
Mi ardiente amor será.
Cuando modulen sus alegres trinos,
Goza de su cadencia celestial;
Pero no pienses que mi amor es eco
De esa ave que se vá.
Medita en que si cruzan revolando.
Es el amor origen de su afán,
Y si cantan y el eco al fin se pierde.
Muy pronto volverán.
Aves y cantos morirán mañana,
Flores, nubes y estrellas pasarán;
Mas la pasión que tu beldad me inspira
No ha de morir jamás.



José Tomás de Cuellar

Solo a tí

-- de José Tomás de Cuellar --

DESCUBRÍ que en el fondo de mi alma
Hay una flor purísima y gentil,
Que á las pasadas tempestades pudo
Lozana resistir.

Es una flor naciente que rebosa
Vida y perfume, como flor de abril;
Á nadie le he contado que ella existe,
Solo á tí.

No sé quien la plantó, ni por qué pudo
Entre despojos tétricos salir;
No tengo á quien deberle su existencia,
Solo á tí.

Amo esa flor porque su blando aroma
Tiene algo celestial que no hay en mí.
Tú la hiciste brotar, tú la cultivas,
Solo á tí, por que es tuya, te la entrego,
Solo á tí.



José Tomás de Cuellar

Tu sueño

-- de José Tomás de Cuellar --

ME dijiste que anoche enamorada
En sueños me veías....
Y la purpúrea tinta de la rosa
Coloró tus mejillas.

El amor me condujo donde estabas
Por que verte quería;
Y el ángel de tu sueño me detuvo
Con celestial sonrisa.

No pude penetrar en tu recinto,
Y solo el alma mía,
En alas de mi amor, fué á despertarte;
Por eso me veías.



Juan de Tassis y Peralta

a josefa vaca, reprendiéndola su marido

-- de Juan de Tassis y Peralta --

«oiga, josefa, y mire que ya pisa
esta corte del rey, cordura tenga;
mire que el vulgo en murmurar se venga
y el tiempo siempre sin hablar avisa.
»Por nuestra santa y celestial divisa,
que de hablar con los príncipes se abstenga,
y aunque uno y otro duque a verla venga,
su marido no más, su honor, su misa».
Dijo morales y rezó su poco,
mas la josefa le responde airada:
«¡oh, lleve el diablo tanto guarda el coco!
»¡mal haya yo si fuese más honrada!»
pero como ella es simple y él es loco,
«miró al soslayo, fuese y no hubo nada».



San Juan de la Cruz

glosa

-- de San Juan de la Cruz --

Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo
todo me voy consumiendo.
Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su dios arrimada.
Por eso ya se dirá
la cosa que más estimo
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.
Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal
no es tan crecido mi mal
porque si de luz carezco
tengo vida celestial
porque el amor da tal vida
cuando más ciego va siendo
que tiene al ama rendida
sin luz y a oscuras viviendo.
Hace tal obra el amor
después que le conocí
que si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí
y así en su llama sabrosa
la cual en mí estoy sintiendo
apriesa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.



San Juan de la Cruz

Glosa (San Juan de la Cruz)

-- de San Juan de la Cruz --

Sin arrimo y con arrimo,
sin luz y a oscuras viviendo
todo me voy consumiendo.

Mi alma está desasida
de toda cosa criada
y sobre sí levantada
y en una sabrosa vida
sólo en su Dios arrimada.

Por eso ya se dirá
la cosa que más estimo
que mi alma se ve ya
sin arrimo y con arrimo.

Y aunque tinieblas padezco
en esta vida mortal
no es tan crecido mi mal
porque si de luz carezco
tengo vida celestial
porque el amor da tal vida
cuando más ciego va siendo
que tiene al ama rendida
sin luz y a oscuras viviendo.

Hace tal obra el amor
después que le conocí
que si hay bien o mal en mí
todo lo hace de un sabor
y al alma transforma en sí
y así en su llama sabrosa
la cual en mí estoy sintiendo
apriesa sin quedar cosa,
todo me voy consumiendo.



Santiago Montobbio

urbe

-- de Santiago Montobbio --

Urbe
me han dicho que por aquí vive un poeta
que a fuer de humano ha llegado a celestial, dije.
Y añadí: si cree que es broma, ahora viene lo bueno:
lo digo totalmente en serio. En antiguas hojas
crepitaba el silencio. Completé rompiéndolo:
nombre no tiene, porque vive
precisamente en su busca. ¡Ah, ese!,
contestó el mesonero. Dicen que se hizo unos andamios
con sonetos celestes, pero la verdad es que nadie
sabe bien dónde para. Probaré si hay suerte, dije.
Y así vi sujetos, telarañas trenzadas por ellos
con sus misterios y cómo entre todos reunían
la leña de los verbos para irse juntos
al fuego del gran verbo. Pero no. No
he podido verlo: está ya muy lejos,
y ha llegado a ciudad extraña, una ciudad
fundada por él o sus sueños y donde
yo me pierdo porque en ella las calles
trazan su cara. Algunos sí que tienen
buenas artes poéticas, pensé al saberlo,
y al pensarlo sentí al momento
que a mí me quedaban derrotadas
las noches, sus imbéciles desiertos.



Ventura de la Vega

Villancicos que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844

-- de Ventura de la Vega --

CORO
Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales,
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono.
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también.

COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.

COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno,
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, ¡oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas
de mi materno amor.



Antonia Díaz Fernández de Lamarque

A Doña María del Pilar Sinués de Marco

-- de Antonia Díaz Fernández de Lamarque --

Con motivo de estar escribiendo una obra
para el príncipe de Asturias, titulada
EL CETRO DE FLORES.

Hoy que brillantes páginas de oro
Anhelante preparas, oh María,
Para el vástago tierno que algun dia
Será sosten del español decoro;

Suene tu voz como raudal sonoro
Y enaltezca con plácida armonía,
Al par que la inmortal sabiduría
De la virtud el celestial tesoro.

¡Oh! reina entre las musas españolas,
Y aparezcan cual astros rutilantes
Los bellos cuadros que tu mente crea:

Ciñan tu sien fulgentes aureolas,
Y la fecunda pluma de Cervantes
Cetro de flores en tu mano sea.



A la sabiduría

-- de Juan Díaz Rengifo --

Pluguiera a Dios, que en ti, Sabiduría
(Guía del alma, y celestial lumbrera)
hubiera yo empleado el largo día,
la fría noche, el tiempo, que perdiera.

Tuviera con tu dulce compañía
alegría en lo adverso, y paz entera:
viera lo que no vi cuando creía,
que veía, lo que ver jamás quisiera.

Vencido de ignorancia, pobre, y ciego
entrego a ti el ingenio envejecido
despedido del ocio y vano juego,

ruégote le recibas, que aunque ha sido
perdido por su gran desasosiego,
sosiego ha de hallar a ti rendido.



Al Santísimo nombre de Jesús

-- de Juan Díaz Rengifo --

Sagrado Redentor, y dulce Esposo,
peregrino, y supremo rey del cielo,
camino celestial, firme consuelo,
amado Salvador, Jesús gracioso:

Prado ameno, apacible, deleitoso,
fino rubí engastado, fuego en hielo,
divino amor, paciente y santo celo,
dechado perfectísimo y glorioso:

Muestra de amor y caridad subida
diste, Señor, al mundo haciéndoos hombre,
tierra pobre, y humilde a vos juntando,

Venistes hombre, y Dios, amparo y vida,
nuestra vida y miseria mejorando;
encierra tal grandeza tal renombre.



Juan Meléndez Valdés

La resignación amorosa

-- de Juan Meléndez Valdés --

¿Qué quieres, crudo Amor? Deja al cansado
ánimo respirar solo un momento;
baste el veneno en que abrasarme siento,
y el dardo agudo al corazón clavado.

Ni duermo, ni reposo; y de mi lado
cual sombra huye el placer; ¡ah!, ¡qué lamento
suena en mi triste oído! De tormento
basta, Amor, basta, pues de mí has triunfado.

Le ruego así; y a mi dolor movido,
él me muestra la lumbre por que muero,
puro rayo de angélica hermosura;

yo me postro a adorarla, y encendido
en fuego celestial, penar más quiero,
y morir pido como gran ventura.



Juan Meléndez Valdés

Ora pienso yo ver a mi señora

-- de Juan Meléndez Valdés --

Ora pienso yo ver a mi señora
de donosa aldeana, y que el cabello
libre le vaga por el alto cuello,
cantando alegre al despertar la Aurora:

Ya en pellico y callado de pastora
los corderillos guía, y suelta al vellos
por el prado brincar corre en pos de ellos;
ya en ocio blando en la cabaña mora.

Tierna ora ríe, y va cogiendo flores:
a caza ora tras ella el monte sigo;
y bailar en la fiesta ora la veo.

Así ausente me alivio en mis dolores;
y aunque sueño de amor es cuanto digo,
el alma siente un celestial recreo.



Juan Nicasio Gallego

A Glicera

-- de Juan Nicasio Gallego --

¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

Renuncia Adán la celestial ventura,
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera
que de tu amor los gustos acibara:

mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.



Juan Nicasio Gallego

A la misma

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando mi bien el campo hermoseaba
que del Órbigo baña la corriente,
yo de su vista celestial ausente
solitario y lloroso me quejaba.

Hoy, que la veo al fin; hoy que esperaba
el dulce premio de mi amor ardiente,
hállola sin piedad, dura, inclemente,
y más mi angustia y mi dolor se agrava.

Pues bien, Pradina: si al afecto mío
perpetuo llanto y desamor le espera,
culpa de ausencia o del olvido impío;

goce yo tu sonrisa placentera,
y más que en fuerza de tu infiel desvío
gimiendo viva, y suspirando muera.



Juan Nicasio Gallego

Al nacimiento de Pradina

-- de Juan Nicasio Gallego --

Cuando al morir el poderoso estío
el Otoño asomó la rubia frente,
frescura dando al congojoso ambiente,
vida a las plantas, movimiento al río,

nació Pradina, y celestial rocío
vivificó las flores de repente;
arrullolas Favonio blandamente,
y el sol brilló con nuevo señorío.

Alegre al verla el ruiseñor trinaba,
y de su boca de coral salía
fragante olor que el aire embalsamaba.

¡Triste de ti, Casinio! (cuando abría
los bellos ojos, el Amor clamaba).
¡Ay, de tu libertad, y aun de la mía!».



Juan Zorrilla de San Martín

Imposible

-- de Juan Zorrilla de San Martín --

Dejadme recordar; y en ese limbo
en que agitan sus alas los amores,
y suspiran insólitos rumores,
que el alma sabe traducir no más,
las palmas donde duermen los recuerdos
abaniquen mi frente soporosa,
que, al beso de su brisa mentirosa
en un seno de amor se dormirá.

¡Qué dulce realidad la del recuerdo,
vaga ilusión que a otra ilusión imita!
No entiendo el corazón cuando palpita,
mecido por su aliento celestial.
¡Y me habla tanto en su lenguaje mudo!
¿Cuándo lo entenderé? ... Cuando la vida,
en mundo de recuerdos convertida,
de mentiras engendre una verdad!



Esteban Echeverría

a una lágrima

-- de Esteban Echeverría --

Si la magia del arte
cristalizar pudiera,
esa gota ligera
de origen celestial;
en la más noble parte
del pecho la pondría:
ningún tesoro habría
en todo el orbe igual.

Por ella amor se inflama,
por ella amor suspira,
ella a la par inspira
ternura y compasión:
su luz es como llama
del cielo desprendida,
que infunde al mármol vida,
penetra el corazón.

¡Quién mira indiferente
la lágrima preciosa
que vierte generosa
la sensibilidad!
su brillo, transparente
del alma el fondo deja,
y hasta el matiz refleja
de la felicidad.

Permite que recoja
esa preciosa perla;
los ángeles al verla
mi dicha envidiarán:
amor en su congoja,
para calmar enojos,
en tus divinos ojos
puso ese talismán.

Iv



Federico García Lorca

¡ay voz secreta del amor oscuro!

-- de Federico García Lorca --

¡ay voz secreta del amor oscuro!
¡ay balido sin lanas! ¡ay herida!
¡ay aguja de hiel, camelia hundida!
¡ay corriente sin mar, ciudad sin muro!
¡ay noche inmensa de perfil seguro,
montaña celestial de angustia erguida!
¡ay perro en corazón, voz perseguida,
silencio sin confín, lirio maduro!
huye de mí, caliente voz de hielo,
no me quieras perder en la maleza
donde sin fruto gimen carne y cielo.
¡Dejo el duro marfil de mi cabeza,
apiádate de mí, rompe mi duelo!
¡que soy amor, que soy naturaleza!
regresar a sonetos del amor oscuro



Fernando de Herrera

Ardientes hebras do se ilustra el oro

-- de Fernando de Herrera --

Ardientes hebras do se ilustra el oro,
de celestial ambrosía rociado
tanto mi gloria sois y mi cuidado
cuanto sois del amor mayor tesoro,

luces que al estrellado y alto coro
prestáis el bello resplandor sagrado,
cuanto es Amor por vos más estimado
tanto humildemente os honro más y adoro.

Purpúreas rosas, perlas de Oriente,
marfil terso y angélica armonía,
cuanto os contemplo tanto en vos me inflamo

y cuanta pena el alma por vos siente
tanto es mayor valor y gloria mía,
y tanto os temo cuanto más os amo.



Fernando de Herrera

La muerte pido, un corazón amante

-- de Fernando de Herrera --

La muerte pido, un corazón amante
vos me entregáis, y me dejáis ausente
de las bellas lazadas de oro ardiente
y del sereno y celestial semblante.

¿Por qué no temo pues el mal instante,
aunque sus rayos Marte ya clemente
contraiga, si el dolor que está presente
cansa el pecho en sus lástimas constante?

Este afán no esperado, esta partida
el errante furor enciende fiero,
no el trabajo cruel de enferma suerte.

Tal me hallo en la ausencia aborrecida,
que el dado corazón fue triste agüero
al duro cierto riesgo de la muerte.



Fernando de Herrera

Las luces do el amor su fuerza apura

-- de Fernando de Herrera --

Las luces do el amor su fuerza apura
con el sereno ardor de sus centellas;
el oro crespo, en mil sortijas bellas
de rayos coronado, y llama pura;

las palabras vestidas de dulzura,
que la armonía celestial en ellas
parece, el pecho duro a mis querellas,
la mano que a la nieve vuelve oscura,

son causa del tormento y dolor mío,
con muchas que callando siento y veo,
y no me valen en mi esquiva suerte.

En su dureza sólo el bien confío;
porque a vana esperanza y gran deseo
no se debe pedir sino la muerte.



Fernando de Herrera

Serena Luz, presente, en quien espira

-- de Fernando de Herrera --

Serena Luz, presente, en quien espira
divino amor, que enciende y junto enfrena
pecho gentil, que en la mortal cadena
al alto olimpo glorioso aspira;

ricos cercos y oro, do se mira
tesoro celestial de eterna vena;
armonía de angélica sirena,
que entre las perlas y el coral respira.

¿Cuál nueva maravilla, cuál ejemplo
de la inmortal grandeza nos descubre
la sombra del hermoso y puro velo?

Que yo en esa belleza que contemplo,
aunque a mi flaca vista ofende y cubre,
la inmensa busco y voy siguiendo al cielo.



Fernando de Herrera

Si fuera esta la misma de belleza

-- de Fernando de Herrera --

Si fuera esta la misma de belleza
luz que mi dulce rey pintó serena,
juzgando lo que siento de mi pena,
pensara en ella ver vuestra grandeza;

mas tanta gloria y bien mortal flaqueza
no admite, y del deseo me condena,
que Amor no sufre, oh celestial sirena,
ni sufre veros cerca vuestra alteza.

Y es justo; que si viera de otra suerte,
creciera con tal ímpetu mi llama,
que mis cenizas fueran los despojos.

Mas, oh dichoso yo si de tal muerte
acabara; que el fuego que me inflama,
cual fénix me avivara en vuestros ojos.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 21

-- de Francisco de Quevedo --

En este sitio donde mayo cierra
cuanto con más fecunda luz florece,
tan parecido al cielo, que parece
parte que de su globo cayó en tierra;
testigos son las peñas de esta sierra
(hombros que al peso celestial ofrece)
del duro afán que el corazón padece,
en alta esclavitud, injusta guerra.
Miré la fuente donde ver solía
a fílida, que en ella se miraba,
cuando por serla espejo no corría.
Por imitar mi envidia se abrasaba,
cuando en sus manos mi atención ardía:
y, en dos incendios, fílida se helaba.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 46

-- de Francisco de Quevedo --

Cuando con atención miro y contemplo
la soberana raza, y compostura
de esta divina, y celestial figura,
que de su hacedor es vivo ejemplo.
La prima con razón bajo, y contemplo
del indigno instrumento, que procura
tocar los puntos de mayor altura,
que la madre de amor oyó en su templo.
Pues no es bien ofenderos, y agraviaros
cortamente alabando la riqueza
de los raros extremos, que en vos veo.
Sólo se ocupe el alma en contemplaros,
y estos ojos en ver esta belleza,
que es último sujeto del deseo.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 39

-- de Francisco de Quevedo --

Divina muestra del poder divino,
honra de nuestra edad, por vos dichosa, nobleza sin igual maravillosa,
aviso, ingenio, gusto peregrino.
Milagro de renombre eterno digno
a pesar de la envidia venenosa,
rara beldad, cordura milagrosa,
gloria, que es de gozarla amor indigno.
Ángel con mortal velo disfrazado,
regalo sin medida, que no tiene
igual en todo el bien del ser humano.
Tesoro celestial incomparado,
adonde más el alma se entretiene
es silvia, dueño, y vida de silvano.



Francisco Sosa Escalante

A la Sra. A...

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si te es amarga la verdad, perdona;
Mas permite que te diga mi cariño
Que te alejes de aquí; te aguarda el niño
Que es de una madre la mejor corona.

Quien de modestia y de virtud blasona,
No há menester tan esmerado aliño,
Ni sus formas blanquísimas de armiño
A las torpes miradas abandona.

Vaso es que guarda celestial perfume
De la mujer casada la belleza,
Para el santuario del hogar tan solo.

Aléjate de aquí, pues se consume
Del corazón amante la pureza.
En donde imperan la lisonja, el dolo.



Francisco Sosa Escalante

A Teresa

-- de Francisco Sosa Escalante --

Hay tanta juventud y tanta vida
¡Oh Teresa gentil! en tu hermosura,
Que al ver tus ojos do el placer fulgura
Todo un pasado de dolor se olvida.

¡Cómo no amarte, si de flor garrida
Tienes el talle; si tu voz murmura
Cual aura en el pensil; si la ternura
Tu sér pregona y al amor convida!

Hay algo en tí de celestial promesa,
Hay algo en tí de arrobador ensueño
Que paz al corazon y dicha infunde.

¡Feliz quien logre proclamar, Teresa,
Que es de tu encanto seductor el dueño,
Que tu sér con el suyo se confunde.



Francisco Sosa Escalante

A una artista (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

No canta el ave así; no así del viento
El suspirar se escucha en la arboleda,
Ni el manso arroyo que entre guijas rueda
El són iguala de tu dulce acento.

Ya revele tu voz del pensamiento
Amargura tenaz ó dicha leda,
Es nota de arpa celestial; remeda
Alegre risa ó funeral lamento.

Mas ay! si á influjo de tu dulce canto
Olvida el triste corazón sus penas
Tambien es causa de dolor y llanto.

Infundes el amor cual las sirenas,
Y á aquel que admira tu hechicero encanto
A eterno vasallaje le condenas!



Francisco Sosa Escalante

Al sueño (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh sueño bondadoso! á tí me entrego,
A tí que alejas el mortal quebranto
Cuando te acercas con cariño santo
Brindando al alma celestial sosiego.

Cierra mis ojos escuchando el ruego
Del triste corazón que anega el llanto,
Y en onda pura de inefable encanto
De mi rudo penar apaga el fuego.

Ven; á tu influjo bienhechor las horas
Veloces se deslizan, como ruedan
Del arroyo las aguas bullidoras.

Ven, sueño dulce, ven; solo me quedan
Tus bellas ilusiones seductoras
Que la pasada realidad remedan.



Francisco Sosa Escalante

Amina

-- de Francisco Sosa Escalante --

De negra envidia, de rabiosos celos
Siempre víctima fué la joven pura
Que revela en su cándida hermosura
Ser un ángel bajado de los cielos

Por eso, Amina, con amargos duelos
Trastorna tu razón la desventura;
Mas no importa; sabrás con tu ternura
De la calumnia desgarrar los velos.

De tu voz celestial el eco grato
Al alma llegará del sér que adoras,
Y entónces volverá de amor henchido.

Libre de dudas tornará el ingrato,
Y si hoy, Amina, con angustia lloras,
Tu llanto en breve secará el olvido.



Francisco Sosa Escalante

Gilda

-- de Francisco Sosa Escalante --

Allí en tu corazón enamorado
Que es de ternura celestial venero,
Veleidoso y falaz dejó Gualtero
Su nombre, Gilda, por tu mal, grabado.

Tu pecho estaba á la pasión guardado
Y él fué quien lo hizo palpitar primero
Con la delicia del amor, y fiero
Dejó el infiel tu hogar abandonada

Por él las notas de tu canto triste
Que el aura lleva al cielo de zafiro,
Doliente lanzas pues partir le viste.

Y en tanto que te aplaudo y que te admiro,
Pues nadie el eco de tu voz resiste,
Para él será tu postrimer suspiro.



Francisco Sosa Escalante

La pecadora

-- de Francisco Sosa Escalante --

Si fuera cierto que el amor redime,
Y la angustia y dolor en paz serena
Se tornan, una vez que el alma llena
De encanto celestial pasión sublime,

Oh Laura seductora! acaso, dime
¿No serias contrita Magdalena?
Allí en tu frente blanca de azucena
¿Qué haria la mancha que el pecado imprime?

Amor te daba el corazón ardiente
Del hombre que te habia perdonado;
Mas ay! en tu alma destructor torrente

Existe contenido, no cegado,
Y á pesar de los sueños del presente
Se mira que renace tu pasado.



Francisco Sosa Escalante

Margarita (Sosa Escalante II)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Dices bien, Margarita encantadora,
En tu régia mansión la paz serena
De dicha celestial el alma llena,
Nadie suspira, se lamenta ó llora.

Tesoro de bondad, la mediadora
Quisieras ser en la ciudad del Sena,
En el fatal instante en que resuena
De religión la lucha asoladora.

¡Mas ay! en vano tu divino acento
Calmar pretende á la iracunda y ciega
Turba, que ruge cual leon hambriento;

En vano, en vano tu piedad le ruega,
Que esa campana en su clamor violento
Grita que el pueblo á asesinar se entrega.



Francisco Sosa Escalante

Violeta

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Oh mujer celestial, gloria del arte!
A cuánto alcanzan de tu voz sonora
La magia y el poder! ¿quién no te adora,
Ni quién te puede ver sin admirarte?

Dispuesto el corazón á perdonarte
Se encuentra, si apareces pecadora
En Violeta infeliz, y atronadora
Salva de aplausos rompe á saludarte.

En vano grita la razon severa
Que nadie preste abrigo bondadoso
A quien las leyes del honor vulnera:

Al escuchar tu canto melodioso
Te brinda el alma compasion sincera,
Y olvida tu pasado tormentoso.



Francisco Villaespesa

el caimán

-- de Francisco Villaespesa --

En la paz celestial de las alturas,
cual velos de quiméricas huríes,
nubes blancas, doradas, carmesíes,
despliegan sus eternas vestiduras.
Garzas de epitalámicas blancuras,
guacamayos, centzontles, colibríes,
enjoyan la floresta de rubíes,
topacios, perlas y amatistas puras.
En la ilusión de la corriente brilla
un zafiro de mística pureza...
Cruzan nubes moradas, rojas, gualdas...
Y en la arena de oro de la orilla,
al sol, la incuria de un caimán, bosteza
resplandores de vivas esmeraldas.



Francisco Villaespesa

misa del alba

-- de Francisco Villaespesa --

En el dulce silencio campesino,
y en copas de cristal, el labio bebe
la frescura del alba, como un vino
de rosas rojas conservado en nieve.
La geórgica blancura de un molino
como en una oración sus aspas mueve
se apaga el astro y se despierta el trino,
y una paz celestial de todo llueve.
¡Oh, sentir, entre sueños, el sonoro
clamor de la campana cristalina
llamando a misa con su voz de oro!...
¡Y mirar florecer en tu ventana,
en el pico de alguna golondrina,
la campanilla azul de la mañana!



José Cadalso

idilio anacreóntico a batilo I

-- de José Cadalso --

Ya veis cuál viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por sacras manos de la misma flora.
Ya veis su blanco rostro que enamora
su vista alegre y sonreír que agrada
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.
Oís su voz, y el halagüeño acento;
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,
con envidia miráis la suerte mía.
Ni veis ni oís el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere,
la envidia en compasión se trocaría.



José Cadalso

Ya veis cual viene, amantes, mi pastora

-- de José Cadalso --

Ya veis cual viene, amantes, mi pastora
de bulliciosos céfiros cercada,
la rubia trenza suelta, y adornada
por manos sacras de la misma Flora.

Ya veis su blanco rostro que enamora;
su vista alegre y sonreír que agrada,
su hermoso pecho, celestial morada
del corazón a quien el mío adora.

Oís su voz y el halagüeño acento
y al ver y oír que sólo a mí me quiere,
con envidia miráis la suerte mía.

Mas si vierais el mísero tormento
con que mil veces su rigor me hiere
la envidia en compasión se trocaría.



José de Diego

arte poética

-- de José de Diego --

A una coqueta

una leyenda, tu azarosa vida;
tu espíritu voluble, una dolora;
tu boca un madrigal es que atesora
la dulzura en sus frases escondida.

Es de tu frente la risueña aurora
idilio tierno que al amor convida
y en tu faz palpitante y encendida
una égloga de flores puso flora.

De una armonía celestial emblema,
tienen tus ojos la cantante llama
que alumbre y da la inspiración suprema.

¡Y todo en ti es poesía y todo ama!
¡y no eres un magnifico poema
porque eres un magnifico epigrama!



Bartolomé de Argensola

Dime, Padre común, pues eres justo

-- de Bartolomé de Argensola --

«Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia,
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?

»¿Quién da fuerzas al brazo, que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?

»Vemos que vibran vitoriosas palmas
manos inicas, la virtud gimiendo
del triunfo en el injusto regocijo.»

Esto decía yo, cuando, riendo,
celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego!, ¿es la tierra el centro de las almas?»



Clemente Althaus

A la quina

-- de Clemente Althaus --

Febrífuga corteza, de la humana
enferma gente celestial tesoro,
por el que más que por su plata y oro
el mundo debe a la región peruana:

¡Cuántas gracias te rinde el alma ufana!
Por ti se enjuga mi encendido lloro;
tú vuelves la salud a la que adoro,
y a su semblante la nativa grana.

Por ti de nuevo blancos velos viste,
y sus divinas perfecciones muestra
a Lima, con sil ausencia sola y triste;

por ti en el baile alegre con su diestra
mi diestra junto, y venturoso enlazo
su talle estrecho con mi amante brazo.



Clemente Althaus

A mi alma

-- de Clemente Althaus --

Alma que en cadenas graves
vives triste o infeliz,
y ya en tu prisión no cabes,
como el ave, de las aves
coronada emperatriz,
que, aprisionada, no deja
su altivo instinto rëal,
y aletëando forceja
por romper la dura reja
de su cárcel de metal:
de tu triste hermano, a quien
casi moribundo han puesto
tu inquietud y tu desdén,
piedad generosa ten,
ni quieras romper tan presto
la misteriosa lazada
con que la mano de Dios,
al enviarte desterrada
a esta doliente morada,
un ser formó de los dos.
Calma ese encendido anhelo,
sufre esa angustia mortal;
de Dios aguarda el consuelo
de desplegar libre vuelo
a la patria celestial.



Clemente Althaus

A Rossini

-- de Clemente Althaus --

Aún me parece que en el Cielo santo
con desusada gloria
en medio de los ángeles estuve
a donde de tu canto
la constante memoria
de nuevo el alma estremecida sube:
mas di Rossini, dime
si propicio querube,
celeste amigo que tu canto inspira,
en noche solitaria
te enseñó el más ardiente y más sublime
himno que sabe su divina lira,
en esa pura celestial plegaria;
o si tú mismo al cielo suspendido,
al angélico coro
¿la escuchaste cantar en harpas de oro,
con ella absorto el soberano oído?
Por esa hora dichosa,
por el celeste olvido
del mundo, de mí mismo, de mis males;
por el alto placer que mi alma endiosa,
a tu valor divino desiguales,
estos versos te envío agradecido,
¡oh delicia y amor de los mortales!



Clemente Althaus

Recorriendo las campiñas de Baden

-- de Clemente Althaus --

Volar parece nuestro leve coche,
y huir veloces al opuesto lado
montes, árboles, quintas; y el plateado
luminar de la noche
presuroso nos sigue por el cielo:
¡oh! ¡qué placer! mi descubierta frente
azota el aura fresca blandamente
en su contrario vuelo.
¿Dónde vamos? no sé, mas imagino
que a una encantada celestial morada
a donde nos espera cortés hada
va a dar nuestro camino.
En vuestra tan querida compañía,
con vuestra dulce plática sabrosa,
y en noche recorriendo tan hermosa,
clara rival del día,
esta amena región, Edén segundo,
quisiera que este viaje eterno fuera,
y nos llevara tan veloz carrera
al término del mundo.



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