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Se han encontrado 30 poemas con la palabra atento

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Teófilo V. Méndez Ramos

Con el oído atento

-- de Teófilo V. Méndez Ramos --

Con el oído atento voy marchando en la vida,
auscultando el rumor que emerge de las cosas,
en espera angustiosa de la estrofa, aprendida
a la lírica fuente de notas armoniosas.

Mientras tanto el silencio, alma mía, alma ansiosa
de encontrar el sendero que te lleve a la cima
promisoria y serena. Al silencio acuciosa...
Mañana, al alba hermana, te ofrecerá su rima.

Si acaso la palabra, como el mármol, desnuda,
Se resiste a dar forma al pensamiento grave,
tornarase la lira trágicamente muda
hasta que llegue el verso transparente y suave.

Con el oído atento voy marchando en la vida
auscultando el rumor que emerge de las cosas,
en espera angustiosa de la estrofa aprendida
a la lírica fuente de notas armoniosas.

Poema Con el oído atento de Teófilo V. Méndez Ramos con fondo de libro

Fernando de Herrera

Pienso en mi pena atento y mal presente

-- de Fernando de Herrera --

Pienso en mi pena atento y mal presente,
y procuro algún medio al daño instante;
pero soy en mi bien tan inconstante,
que vuelvo a la ocasión la incierta frente.

Cuando me aparto y cuido estar ausente,
menos de mi peligro estoy distante;
voy siempre con mis culpas adelante,
sin que de tantos yerros escarmiente.

Noble vergüenza mía, que el perdido
valor sientes, ¿por qué no abrasa el pecho
y vence tu virtud mi desvarío?

Si del error y sombra del olvido
me sacas, diré, en honra de este hecho,
que sólo debo a ti poder ser mío.

Poema Pienso en mi pena atento y mal presente de Fernando de Herrera con fondo de libro

Fernando de Herrera

Probó atento el artífice dichoso

-- de Fernando de Herrera --

Probó atento el artífice dichoso
a la imagen impresa y forma pura
hacer no inferior la hermosura,
por quien Betis va al piélago pomposo.

La gracia dio, dio el resplandor hermoso
que en la nieve la púrpura figura,
lumbre que a la tiniebla vence oscura,
mas que todos osado y temeroso;

pero la majestad de la belleza
tierna, y serena gloria de la frente,
y ojos dulces do el blando amor se cría,

no pudo, y justo fue que su rudeza
vuestra beldad no alcance floreciente,
sola entre tantas, ¡oh ínclita María!

Poema Probó atento el artífice dichoso de Fernando de Herrera con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Aviso a mi persona

-- de Adelardo López de Ayala --

Adelardo, sutiliza;
investiga; inquiere; vela;
tu fiereza martiriza...
¡Mira que el odio te cela;
mira que la envidia atiza
la leña de su candela!

¡Nada importa que te estés
encerrado en tu aposento,
si allí te entregas después
a uno y otro pensamiento....
Y al empeño en que te ves
no te dedicas atento!

¡Aunque te encierres un mes,
ese desvanecimiento
no es trabajar!... ¡Antes es
holgar sin remordimiento!



Lope de Vega

Don Juan, el hilo de oro de tu intento

-- de Lope de Vega --

Don Juan, el hilo de oro de tu intento
que por el laberinto de esta vida
llevaba el alma a la esperanza asida,
cortole el tiempo y esparciole el viento.

Al alto vuelo estaba el mundo atento
cuando la general fiera homicida,
de envidia armada, de traición vestida,
precipitó del sol tu pensamiento.

Ahora ¿quién habrá que el llanto enfrene
al Duero y a mis ojos, que a su vega
y a mí de dueño eternamente priva?

Conde, quien va subiendo, como tiene
un pie en vacío, si la muerte llega,
¡ay Dios! qué fácilmente le derriba.



Lope de Vega

Por convidado un sátiro tenía

-- de Lope de Vega --

Por convidado un sátiro tenía
un hombre, a cuyo rostro estando atento,
consideró que con un mismo aliento
calienta el frío y la comida enfría.

A las fieras después, «Guardaos decía
de un animal que con diverso intento,
trocando solamente el movimiento,
varios efectos de una causa cría.

Tal es la lengua, si aborrece o ama,
que lo que ama alaba y engrandece,
y vitupera aquello que desama.

Julio, ¿a qué fiera Antandro se parece,
que porque no se envidia no se infama,
y porque no se ve no se aborrece?



Lope de Vega

Si habéis visto al sofí sin caperuza

-- de Lope de Vega --

Si habéis visto al sofí sin caperuza
en dorado cuartel de boticario,
o a Barbarroja, el ínclito cosario,
y en nariz de sayón tez de gamuza;

si habéis visto a Merlín, si al moro Muza,
o a Juan Francés vendiendo letuario,
si el rostro de un corito cuartanario
que quiso ser lechón y fue lechuza.

Ése soy yo, que, a la virtud atento,
sólo concedo a su vitoria palma;
que todo lo demás remito al viento.

Pero supuesto que el argén me calma,
tengo con ropa limpia el nacimiento,
la cara en griego y en romance el alma.



Lope de Vega

Suspenso aquel divino movimiento

-- de Lope de Vega --

Suspenso aquel divino movimiento
del sol de sus estrellas celestiales,
encendida la nieve en dos corales,
al pie de un lauro, haciendo son el viento,

durmió Lucinda, y el Amor atento
a la causa amorosa de mis males,
dijo, alzando la voz, palabras tales
que parece que hurtó mi pensamiento:

«Venus, hermosa y dulce madre mía,
con Psiques andarás de nuevo en puntos;
ésta es cárcel de amor, ya tengo dueño».

Oyó Lucinda lo que Amor decía,
y abrazando al rapaz, durmieron juntos
para quitarme eternamente el sueño.



Lope de Vega

Cual engañado niño que, contento

-- de Lope de Vega --

Cual engañado niño que, contento,
pintado pajarillo tiene atado,
y le deja en la cuerda, confiado,
tender las alas por el manso viento;

y cuando más en esta gloria atento,
quebrándose el cordel, quedó burlado,
siguiéndole, en sus lágrimas bañado,
con los ojos y el triste pensamiento,

contigo he sido, Amor; que mi memoria
dejé llenar de pensamientos vanos,
colgados de la fuerza de un cabello.

Llevóse el viento el pájaro y mi gloria,
y dejóme el cordel entre las manos,
que habrá por fuerza de servirme al cuello.



Ignacio María de Acosta

Hay una alondra

-- de Ignacio María de Acosta --

Hay una Alondra en nuestro hermoso valle
que tierno atisba un cazador atento:
Ave divina cuyo dulce acento
al coro manda volador que calle.

Y calla, y se suspende el escuchalle...
Que de la Alondra al divinal concento
plega sus alas de placer el viento,
y no hay ave ni flor que no avasalle.

Triunfante su expresión desde su nido
el valle todo con su voz encanta,
y está el amor ante sus pies rendido.

Nada turba el trinar de su garganta,
y si suena en el bosque algún gemido
es de la voz del cazador que canta.



Enrique González Martínez

a la que va conmigo

-- de Enrique González Martínez --

Iremos por la vida como dos pajarillos
que van en pos de rubias espigas, y hablaremos
de sutiles encantos y de goces supremos
con ingenuas palabras y diálogos sencillos.

Cambiaremos sonrisas con la hermana violeta
que atisba tras la verde y oscura celosía,
y aplaudiremos ambos la célica armonía
del amigo sinsonte que es músico y poeta.

Daremos a las nubes que circundan los flancos
de las altas montañas nuestro saludo atento,
y veremos cuál corren al impulso del viento
como un tropel medroso de corderillos blancos.

Oiremos cómo el bosque se puebla de rumores,
de misteriosos cantos y de voces extrañas;
y veremos cuál tejen las pacientes arañas
sus telas impalpables con los siete colores.

Iremos por la vida confundidos en ella,
sin nada que conturbe la silenciosa calma,
y el alma de las cosas será nuestra propia alma,
y nuestro propio salmo el salmo de la estrella.

Y un día, cuando el ojo penetrante e inquieto
sepa mirar muy hondo, y el anhelante oído
sepa escuchar las voces de los desconocido,
se abrirá a nuestras almas el profundo secreto.



Pedro Soto de Rojas

A Fénix, habiendo cantado

-- de Pedro Soto de Rojas --

Al dulce son de vuestro blando acento
vi las aves sin dueño ya cautivas,
suspensas vi las aguas fugitivas
del Dauro en su orgulloso movimiento,

vi el rumor de los árboles atento,
vi del aire cesar las lenguas vivas,
vi humanarse las fieras más esquivas
y moverse las piedras de su asiento.

Vime también de vuestro canto asido,
Fénix bella, y al céfiro, a las aves,
piedras, árboles, fieras y corriente

dije: «Pues este canto os da sentido,
sentid, testigos de este bien suaves,
que ya mi alma de sentir no siente».



Rafael María Baralt

Adán en la redención

-- de Rafael María Baralt --

Cuando al morir Jesús, en su cimiento
retiembla el orbe, y con fragor y susto
se abren las tumbas, soñoliento, adusto,
Adán en pie se pone al caso atento.

Mira absorto en redor, mira al portento,
e inquiere con afán quien es el justo
que en medio a chusma vil, sublime, augusto,
así se ofrece en sacrificio cruento.

Sábelo, en fin, y al punto la rugosa
frente, y el rostro, y los cabellos canos,
con rudo brazo arrepentido hiere.

Y mostrando la Cruz, dice a la esposa:
«Yo recibí la muerte de tus manos,
y Él por tu culpa y por mi culpa muere.»



Juan de Tassis y Peralta

amor es un alterno beneficio

-- de Juan de Tassis y Peralta --

Que recíprocos lazos multiplica,
unión de voluntades que se aplica
a felizmente acepto sacrificio;
gloriosa diversión, atento oficio
de un alma ya de afectos nobles rica,
dulcísima abusión que califica
en sublime concordia alto ejercicio;
vïolenta opresión que se dispone
a lograr en sí misma, interiormente,
fe que en gémina luz rayos enciende;
pasto que la ambición del gusto pone,
dulce dolor que aplaude lo que siente,
arte en que ignora más, quien más entiende.



Félix María Samaniego

El gallo y el zorro

-- de Félix María Samaniego --

Un gallo muy maduro,
de edad provecta, duros espolones,
pacífico y seguro,
sobre un árbol oía las razones
de un zorro muy cortés y muy atento,
más elocuente cuanto más hambriento.

«Hermano», le decía,
«ya cesó entre nosotros una guerra
que cruel repartía
sangre y plumas al viento y a la tierra.
Baja; daré, para perpetuo sello,
mis amorosos brazos a tu cuello.»

«Amigo de mi alma»,
responde el gallo, «¡qué placer inmenso
en deliciosa calma
deja esta vez mi espíritu suspenso!
Allá bajo, allá voy tierno y ansioso
a gozar en tu seno mi reposo.

«Pero aguarda un instante,
porque vienen, ligeros como el viento,
y ya están adelante,
dos correos que llegan al momento,
de esta noticia portadores fieles,
y son, según la traza, dos lebreles.»

«Adiós, adiós, amigo,
dijo el zorro, «que estoy muy ocupado;
luego hablaré contigo
para finalizar este tratado.»
El gallo se quedó lleno de gloria,
cantando en esta letra su victoria:

Siempre trabaja en su daño
el astuto engañador;
a un engaño hay otro engaño,
a un pícaro otro mayor.



Gaspar María de Nava Álvarez

Retrato de la tristeza del doctor Young

-- de Gaspar María de Nava Álvarez --

Sobre la negra tumba recostado
está el anciano Young. Contempla atento
bajo la losa todo su contento,
porque nada la Muerte le ha dejado.

Con lágrimas su rostro está bañado,
y temblando su cuerpo macilento.
Sólo consta de un ¡ay! su triste acento,
que resuena en el techo embovedado.

Supremo Ser, exclama que, subido
sobre el cerco de estrellas prodigioso,
ves con tedio al que gusta de esta vida,

¿cuándo será mi espíritu impelido
de tu potente diestra y con reposo
hará junto a tu trono su manida?



Gutierre de Cetina

a doña cecilia millás

-- de Gutierre de Cetina --

El amoroso piélago corría
la nave del curioso entendimiento,
y no sin ocasión miraba atento
las islas más hermosas que en él vía.
Al fin de navegar arribé un día,
cansado ya de ver islas sin cuento,
en la bella sicilia, do contento
quedé de aquel deseo que tenía.
Y visto todo el bien que puede verse,
exclamaba diciendo: «¡oh soberano
aquél que habrá de ti la alta corona!
»si por milagro, amor, puede hacerse,
haz que sea una hora siciliano,
ya que no puede ser de barcelona».



Gutierre de Cetina

mientra el fiero dolor de su tormento

-- de Gutierre de Cetina --

Con mayor soledad vandalio llora,
con voz de su morir denunciadora
dijo triste, lloroso y descontento:
«¡oh gloria de estas selvas y ornamento,
sombras que tanto ardor templáis agora!
¡oh tú, eco, perpetua habitadora
del bosque que este llanto escucha atento!
»quédese para vos sola guardado
mi tan secreto bien, mi buena suerte,
que tanto me costó por no mostralle.
»Y si tanto favor me niega el hado,
ya que a alguno contar queráis mi muerte,
dígase sólo el mal, el bien se calle».



Gutierre de Cetina

el dulce fruto en la cobarde mano II

-- de Gutierre de Cetina --

Al mísero vandalio, que guiaba
sus ovejuelas, por su mal mostraba
cosa que su dolor mayor hacía.
Una avecilla que caído había
en la encubierta liga, vio que estaba,
y mientra por soltarse trabajaba,
más la enredaba el visco y la prendía.
Mirando el mal ajeno estaba atento,
y pensando hallar en él consuelo,
duro ejemplo le trajo al pensamiento.
«¡Mirad dijo el pastor que ha hecho el cielo
por mostrar en dibujo aquel tormento
que padece el que ha dado en un recelo!»



Gutierre de Cetina

mientra, por alegrarme, el sol mostraba

-- de Gutierre de Cetina --

La divina beldad que en sí tenía,
de pura envidia de la gloria mía
nube enojosa, oscura, lo celaba.
Céfiro, que a mirar atento estaba
aquel bien que la nube en sí escondía,
de enamorado, por mirar, la abría,
mas luego, de celoso, la cerraba.
El amor, que mirando estaba el juego,
vencedor a la fin quiso mostrarse,
encendido quizá de un mesmo fuego;
y a fuerza de saetas alargarse
hizo la nube que me tenía ciego,
o por cegarme más o por holgarse.



Gutierre de Cetina

si con cien ojos como el pastor argo

-- de Gutierre de Cetina --

Antes si con cien mil mirase atento,
si alcanzase la vista al pensamiento,
si de néstor tuviese el vivir largo,
si el alma libre más, más sin embargo,
pusiese en sola vos su entendimiento,
no basta a ver las partes que sin cuento
el cielo de beldad os hizo cargo.
La envidia, que poner suele defeto
do no lo puede haber, arde y suspira
mirándoos, y a sí mesma se reprueba;
y el mundo, que subir con el conceto
no puede desde acá, mientra que os mira
cree por fe, sin desear más prueba.



Hernando de Acuña

En medio del placer que el pensamiento

-- de Hernando de Acuña --

En medio del placer que el pensamiento
me causa con mostrárseme presente,
Amor, que por ser bien no lo consiente,
le vuelve por usanza al mal que siento.

Yo al gusto del primer contentamiento
le esfuerzo para el bien do me contente,
mas no me vale, que absolutamente
Amor en sólo el mal le tiene atento.

Y aunque Amor todo su poder me diese,
no vale contra el vuestro, en siendo mío,
ni quiero yo que valga, aunque pudiese.

Mi bien y mal podéis, de vos lo fío:
bástame el mal, si yo lo mereciese,
que pensar en el bien es desvarío.



Vital Aza

Cuento

-- de Vital Aza --

Ayer hallé a un cesante
de rostro macilento,
que frente a un panecillo
tan duro como un hierro,
–pues que quizás tuviera
dos meses por lo menos,–
contábale afligido
dolores y tormentos,
vertiendo cada lágrima
que era un dolor el verlo.
Tomele por un loco
y a él me acerqué con miedo,
diciéndole: –Amiguito,
perdone si molesto;
pero saber quisiera
por qué tan triste y serio
le encuentro conversando
con ese pan tan seco.
Y respondiome el hombre
al punto, y muy atento:
–¿Desea usted, amigo,
saber lo que pretendo?
La cosa es muy sencilla,
y aunque a las claras veo
que usted me juzga loco,
verá que soy muy cuerdo.
¡Seis días han pasado!
¡Seis días, caballero,
sin que un bocado solo
entrara en este cuerpo!
Y como el tiempo pasa
y el hambre va creciendo,
con este pan me encaro,
–porque es fuerza comerlo,–
mas como está tan duro
y así con él no puedo,
le cuento mil desgracias
y horrores mil le cuento
¡a ver si de este modo
consigo enternecerlo!



Antonio Machado

Acaso

-- de Antonio Machado --

Como atento no más a mi quimera
no reparaba en torno mío, un día
me sorprendió la fértil primavera
que en todo el ancho campo sonreía.
Brotaban verdes hojas
de las hinchadas yemas del ramaje,
y flores amarillas, blancas, rojas,
alegraban la mancha del paisaje.
Y era una lluvia de saetas de oro
el sol sobre las frondas juveniles;
del amplio río en el caudal sonoro
se miraban los álamos gentiles.
—Tras de tanto camino es la primera
vez que miro brotar la primavera—,
dije, y después, declamatoriamente:
—¡Cuán tarde ya para la dicha mía!—
Y luego, al caminar, como quien siente
alas de otra ilusión: —Y todavía
¡yo alcanzaré mi juventud un día!



Marilina Rébora

pinturas de dios

-- de Marilina Rébora --

Pinturas de dios
para evitar que el hombre en el mundo se hastíe,
cada día el señor, atento, lo celebra,
y a fin de que el paisaje se embellezca y varíe,
desparrama colores y arcos iris enhebra.
Que son de dios pinturas en las que dios sonríe:
las manchas del leopardo, las rayas de la cebra,
en el tigre bordados, por que en rey se atavíe,
y escamas de esmeralda dedica a la culebra.
Tanto que a las vaquitas esas de san antonio
adornó con lunares como puntos en íes,
blancos sobre las negras, negros en carmesíes.
Su lápiz, su pincel, siempre en ágil diseño,
hasta en las cosas fútiles dejan el testimonio:
todo lo glorifica. Para el nada hay pequeño.



Nicasio Álvarez de Cienfuegos

Por su carrera el sol iba corriendo

-- de Nicasio Álvarez de Cienfuegos --

Por su carrera el sol iba corriendo
cual acostumbra a hacer todos los días
y salido, mi Files, aún no habías
para irte con tus soles encubriendo.

Yo me estaba allá adentro consumiendo
al ver que tú de casa no salías
y por lo mismo el sol no oscurecías
antes bien le dejabas ir luciendo.

Mas al fin advertí ya venturoso
que ibas por la escalera ya bajando.
Saliste pues al fin con traje airoso,

quédeme al sol atento yo mirando
y noto ¡caso raro y prodigioso!
que como antes seguí iluminando.



Francisco de Quevedo

parnaso español 45

-- de Francisco de Quevedo --

¡cuántas manos se afanan en oriente
examinando la mayor altura,
porque en tus dedos, breve coyuntura,
con todo patrimonio, esté luciente!
¡cuánta descaminada ciega gente
tiene en poco del mar la saña dura,
sólo para que adorne tu locura
rubia calamidad, púrpura ardiente!
¡cuánto pirata de noruega, atento
ministro de tu gula, remontado,
despuebla de familia alada el viento!
¡cuánto engaño de cáñamo anudado
tiene el golfo, inquiriendo su elemento
al pasto delicioso del pecado!



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 68

-- de Francisco de Quevedo --

Pues hoy derrama noche el sentimiento
por todo el cerco de la lumbre pura,
y amortecido el sol en sombra oscura
da lágrimas al fuego y voz al viento;
pues de la muerte el negro encerramiento
descubre con temblor la sepultura,
y el monte, que embaraza la llanura
del mar cercano, se divide atento,
de piedra es, hombre duro, de diamante
tu corazón, pues muerte tan severa
no anega con tus ojos tu semblante.
Mas no es de piedra, no; que si lo fuera,
de lástima de ver a dios amante,
entre las otras piedras se rompiera.



José Joaquín de Mora

Álzase Marco Tulio de su asiento

-- de José Joaquín de Mora --

Álzase Marco Tulio de su asiento
con grave pompa y majestad divina;
tiembla de espanto y rabia Catilina,
inmóvil el Senado escucha atento.

Brota el raudal sonoro y al momento
sálvase Roma de fatal ruina,
el pueblo al Cónsul la cerviz inclina,
y padre clama en jubiloso acento.

Ahora si me preguntas en qué autores
adquirió Cicerón el privilegio
de arrancar tan magníficos honores,

yo ye responderé, que ese hombre egregio,
modelo de abogados y oradores,
ni estudió a Vinio, ni pisó el colegio.



José Martí

en el negro callejón

-- de José Martí --

xxxii
en el negro callejón
donde en tinieblas paseo,
alzo los ojos, y veo
la iglesia, erguida, a un rincón.
¿Será misterio? ¿será
revelación y poder?
¿será, rodilla, el deber
de postrarse? ¿qué será?
tiembla la noche: en la parra
muerde el gusano el retoño;
grazna, llamando al otoño,
la hueca y hosca cigarra.
Graznan dos: atento al dúo
alzo los ojos y veo
que la iglesia del paseo
tiene la forma de un búho.



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