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Se han encontrado 69 poemas con la palabra toma

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Líber Falco

Regresó al fondo, hueco y eco de la nada

-- de Líber Falco --

Regresó al fondo, hueco y eco de la nada.
Allí el dolor antiguo le esperaba.
–Hijo, tú cerraste indiferente la puerta,
pero yo te esperaba.
¿Acaso crees que no me debes tu alegría?
Un hombre nace y de su dolor toma nombre.
Y luego su alegría, también de su dolor toma nombre.
Lo que fue tuyo siempre será tuyo.
Y lo que un hombre busca olvidar amando,
ni los demás lo saben, ni apenas tú lo sabes.

Si para huir de mí pones una losa
sobre el hueco y cantas y bailas,
no olvides que yo velo.
Tuya es la embriaguez,
pero yo soy tu padre y no te olvido.

Poema Regresó al fondo, hueco y eco de la nada de Líber Falco con fondo de libro

Félix María Samaniego

La confesión (Samaniego)

-- de Félix María Samaniego --

Confesándose un soldado

dijo muy arrepentido:

-Acúsome que he jodido

un barril de bacalao.

El fraile, muy admirado,

le preguntó: -¿Cómo ha sido?

-Porque el barril he robado,

en la plaza le he vendido,

del dinero que me han dado

varias veces he jodido,

aunque no con gran exceso.

-Toma, toma, dijo el padre,

según eso,

si se ajustan cuentas mías,

también habré yo jodido

más de cuatrocientas misas.

Poema La confesión (Samaniego) de Félix María Samaniego con fondo de libro

Gabriela Mistral

el ángel guardián

-- de Gabriela Mistral --

Es verdad, no es un cuento;
hay un ángel guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.
Tiene cabellos suaves
que van en la venteada,
ojos dulces y graves
que te sosiegan con una mirada
y matan miedos dando claridad.
(No es un cuento, es verdad.)
Él tiene cuerpo, manos y pies de alas
y las seis alas vuelan o resbalan,
las seis te llevan de su aire batido
y lo mismo te llevan de dormido.
Hace más dulce la pulpa madura
que entre tus labios golosos estrujas;
rompe a la nuez su taimada envoltura
y es quien te libra de gnomos y brujas.
Es quien te ayuda a que cortes las rosas,
que están sentadas en trampas de espinas,
el que te pasa las aguas mañosas
y el que te sube las cuestas más pinas.
Y aunque camine contigo apareado,
como la guinda y la guinda bermeja,
cuando su seña te pone el pecado
recoge tu alma y el cuerpo te deja.
Es verdad, no es un cuento:
hay un ángel guardián
que te toma y te lleva como el viento
y con los niños va por donde van.

Poema el ángel guardián de Gabriela Mistral con fondo de libro

Carlos Pellicer

recinto XVII

-- de Carlos Pellicer --

xx
amor, toma mi vida, pues soy tuyo
desde ayer más que ayer y más que siempre.
La voz tendida hacia tus voces mueve
los instantes de flor a hacerse fruto.
Ya el aire nuevo su cantar se puso,
ya caminos por ágil intemperie
con la desnuda invitación nos tiende
las manos del encuentro que ambas juro.
Amor, toma mi vida y dame el ansia
tuya, de ti y eterna; ven y cambia
mi voz que pasa, en corazón sin tiempo.
Manos de ayer, de hoy y de mañana
libren a la cadena de los sueños
de herrumbre realidad que, mucha, mata.



Abraham Valdelomar

Corazón, ponte en pie...

-- de Abraham Valdelomar --

¡Corazón, ponte en pie! Cierra tu herida.
Seca tu llanto, alegra tu mansión,
olvida tu dolor, tu pena olvida,
cubre de flores, tu sutil guarida
y hoy que la Primavera te convida,
¡Corazón, ponte en pie, cierra tu herida
toma el tricornio y canta, Corazón!

No invoques a la musa, hoy que te implora
tu propio dueño una sutil canción,
para cantar un cielo que se adora,
para decirle a un pueblo que se llora,
cuando llega esta hora
de la separación,
para triste decir
¡tú eres la única musa, Corazón!



Alfonsina Storni

Olvido

-- de Alfonsina Storni --

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco. Tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda... Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.



Alfonsina Storni

Imagen

-- de Alfonsina Storni --

Palermo, espesa cabellera verde,
sueltas sus crenchas
sobre el lomo diestro de Buenos Aires:
Cosas de ensueño, como peinetas
de colores,
las avivan y fijan.
El Río de la Plata,
musculoso brazo derecho,
acciona
articulado al torso de hierro de la ciudad:
con sus dedos nerviosos
toma un racimo a los emigrantes,
los desparrama en el puerto;
conduce los seres reparados
a sus tierras natales;



Alfonso Reyes

a eugenio florit

-- de Alfonso Reyes --

Florit, la primavera se desborda
y vuelca flora el azafate henchido,
y la naturaleza en cada nido
lanza un temblor y hace la vista gorda,
¿qué pasa entonces, cuando el viento asorda
y el campo es todo asombro y todo ruido,
y aun el más recatado y retraído
toma el alma y la echa por la borda?
¿qué arcaico rito o gresca dionisíaca,
que endiablada, o mejor, paradisiaca
celebración de las celebraciones?
es que el poeta cumple el mandamiento:
hacer razones con el sentimiento
y dar en sentimiento las razones.



Alfredo Mario Ferreiro

Lavando nubes

-- de Alfredo Mario Ferreiro --

El viento está lavando las nubes.
Toma una nave negra,
la empapa en lluvia,
la retuerce en seguida,
la golpea contra el molino,
nos moja el campo,
lava el cielo,
y sale la nube blanca
de negra que era,
para ir a colgarse
en el hilo del horizonte,
a secarse.



Leandro Fernández de Moratín

Julio Bruto

-- de Leandro Fernández de Moratín --

Suena confuso y mísero lamento
por la ciudad; corre la plebe al foro,
y entre las faces que le dan decoro
ve al gran Senado en el sublime asiento.

Los cónsules allí. Ya el instrumento
de Marte llama la atención sonoro;
arde el incienso en los alteres de oro,
y leve el humo se difunde al viento.

Valerio alza la diestra; en ese instante
al uno y otro joven infelice
hiere el lictor, y sus cabezas toma.

Mudo terror al vulgo circunstante
ocupa. Bruto se levanta, y dice:
«Gracias, Jove inmortal; ya es libre Roma.»



Lope de Vega

Contaba, Clori, ayer un estudiante

-- de Lope de Vega --

Contaba, Clori, ayer, un estudiante
que, Hércules, os hizo la mamona,
de cuya hazaña el bárbaro blasona
como si fuera trompa de elefante.
Que de veros tan frígida me espante,
no me puede negar vuestra persona,
pero no diré yo que fuiste mona
por más que lo pida el consonante.
Ninguno con razón en vos se emplea;
calva sois de nariz, y así no toma
nadie vuestra ocasión por más que os vea
Nacisteis cuervo y presumís paloma;
muchas faltas tenéis para ser fea,
pocas gracias tenéis para ser Roma.



Lope de Vega

De la ignorancia en que dormí recuerdo

-- de Lope de Vega --

De la ignorancia en que dormí recuerdo
el tiempo que a la envidia tuve en poco,
pues a tenerla agora me provoco
de los que viven fuera de su acuerdo.

Tú ganas sin sentir; sintiendo pierdo;
gozas tocando; imaginando toco;
dichoso loco, pues mereces loco
lo que jamás he merecido cuerdo.

Si es loco Amor, ¿por qué soy yo tenido
por cuerdo?. Y si soy cuerdo, ¿qué procura
Amor con tanta fuerza en mi sentido?

Loco, pues me ganaste la ventura,
troquemos el discurso, o el vestido:
toma mi seso, y dame tu locura.



Lope de Vega

Deja los judiciarios lisonjeros

-- de Lope de Vega --

Deja los judiciarios lisonjeros,
Lidia, con sus aspectos intrincados,
sus opuestos, sus trinos, sus cuadrados,
sus planetas benévolos o fieros;

las hierbas y carácteres ligeros
a Venus vanamente dedicados:
que siempre son sus dueños desdichados,
y recíproco amor, cuando hay Anteros.

Sin duda te querrán, si eres hermosa;
la verde edad es bella geomancía;
si sabes, tú sabrás si eres dichosa.

Toma un espejo al apuntar del día;
y si no has menester jazmín ni rosa,
no quieras más segura astrología.



Lope de Vega

La clara luz, en las estrellas puesta

-- de Lope de Vega --

La clara luz en las estrellas puesta
del fogoso León por alta parte
bañaba el sol, cuando Acidalia y Marte
en Chipre estaban una ardiente siesta.

La diosa por hacerle gusto y fiesta
la túnica y el velo deja aparte,
sus armas toma y de la selva parte,
del yelmo y plumas y el arnés compuesta.

Pasó por Grecia, y Palas viola en Tebas
y díjole: «Esta vez tendrá mi espada
mejores filos en tu blanco acero».

Venus le respondió: «Cuando te atrevas
verás cuanto mejor te vence armada
la que desnuda te venció primero».



Lope de Vega

Pasando un valle escuro, al fin del día

-- de Lope de Vega --

Pasando un valle escuro, al fin del día,
tal que jamás, para su pie dorado,
el sol hizo tapete de su prado,
llantos crecieron la tristeza mía.

Entrando, en fin, por una selva fría,
vi un túmulo de adelfas coronado,
y un cuerpo en él vestido, aunque mojado,
con una tabla, en que del mar salía.

Díjome un viejo de dolor cubierto:
«Éste es un muerto vivo, (¡extraño caso!),
anda en el mar, y nunca toma puerto».

Como vi que era yo, detuve el paso:
que aun no me quise ver después de muerto.
Por no acordarme del dolor que paso.



Lope de Vega

Poned la limpia mesa a Cristo, y coma

-- de Lope de Vega --

Poned la limpia mesa a Cristo, y coma,
espíritus divinos, del cordero,
de cuyo sacrificio verdadero
el humo sube en oloroso aroma.
Color de rosa en las parrillas toma;
sazón le ha dado amor, servidle entero;
vuele a mejor Arabia y hemisfero
deste fénix la cándida paloma.
Está sin corazón, asóse presto,
y que le vuelvan de otro lado avisa,
para llevar mejor el fuego impreso.
Ángeles, si la mesa se habéis puesto,
decidle que la carne coma aprisa,
que el más cristiano Rey espera un hueso.



Lope de Vega

Suelta mi manso, mayoral extraño

-- de Lope de Vega --

Suelta mi manso, mayoral extraño,
pues otro tienes de tu igual decoro;
deja la prenda que en el alma adoro,
perdida por tu bien y por mi daño.

Ponle su esquila de labrado estaño
y no le engañen tus collares de oro;
toma en albricias este blanco toro
que a las primeras yerbas cumple un año.

Si pides señas, tiene el vellocino
pardo, encrespado, y los ojuelos tiene
como durmiendo en regalado sueño.

Si piensas que no soy su dueño, Alcino,
suelta y verásle si a mi choza viene,
que aun tienen sal las manos de su dueño.



Luis Palés Matos

sabado de gloria

-- de Luis Palés Matos --

Esta mañana loca de campana,
y una como alegría retozona,
rebosa rica limpidez cristiana
en su franca pureza de madona.

¡Cristo, cristo! resuena en la pradera
la elocuencia de abril. Toma estas flores;
colna me las brindó en la primavera
y ellas pueblan de triunfo mis ardores...

Cristo mira las almas sonriendo;
en sus sonrisas inquietantes, mudas,
un calor de entusiasmo se deslíe;

mientras todo ridículo, corriendo
sobre un pellejo hecho pollino, judas
al verse tan estúpido, se ríe.



Luis Rosales

memoria del tránsito

-- de Luis Rosales --

Herido de amor huido
f. García lorca
abril, porque siento, creo,
pon calma en los ojos míos,
¿los montes, mares y ríos,
qué son sino devaneo?;
mirando la nieve veo
memoria de tu hermosura,
y cuando vi en su blancura
tu inmediata eternidad,
¿fuiste si no claridad,
temblor, paciencia y dulzura?
tu leve paso indolente
deja en mis ojos su aroma,
los ojos en donde toma
revelación permanente;
bienaventuradamente
nacieron para el olvido,
tu piel de asombro encendido,
tus ojos de limpio viento,
y esta ternura que siento
«herido de amor huido».
Los sitios donde has estado
en la memoria los llevo
sólo para ver de nuevo
el rastro que allí has dejado;
la tierra que tú has pisado
vuelvo a pisar; nada soy
más que este sueño en que voy
desde tu ausencia a la nada.
Me hizo vivir tu mirada:
fiel al tránsito aquí estoy.



Manuel de Zequeira

El destino

-- de Manuel de Zequeira --

Del grueso tronco del mejor madero,
suele arbitrariamente el artesano,
hacer que salga de su docta mano
el asiento que ocupa un zapatero:

Toma otras veces este mismo obrero
una porción del leño más villano,
y forma con instinto soberano
el busto de una diosa o un guerrero.

El destino también inicuamente
al artífice imita en sus deslices,
haciendo venturoso al delincuente;

y aquellos que debieran ser felices
por sus nobles virtudes, inclemente
los deja miserables e infelices.



Manuel del Palacio

La profecía

-- de Manuel del Palacio --

Víctima de sus vicios fué Sodoma,
Jerusalem de su impiedad insana,
De su ambición Cartago la africana,
De su avaricia y su soberbia Roma.

Hoy por su propio peso se desploma
De Pelayo la herencia soberana,
Y hecho pedazos rodará mañana
El trono que de Dios origen toma.

Y nadie de la edad en el misterio
Buscará de esa ruina las razones
De fácil comprensión al hombre serio:

Lo que sí ha de admirar á las naciones,
Es cómo vivió siglos un imperio
Gobernado por monjas y bribones.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIII

-- de Manuel del Palacio --

Fué galán, es galán, será galán
Mientras conserve al arte la afición,
Que en ser galán se cifra su ambición
Aunque no puede ya con el gabán.

Lo mismo hace el Manolo que el Guzman,
Lo mismo el Campanero que el Barón,
Que Dios le dió talento y corazón
Y él toma con placer lo que le dan.

Una cosa tan sólo no hace bien,
Que es llevar sus empresas hasta el fin,
Ó ser de las ajenas el sosten;

Y es porque tiene á ratos tal esplin,
Que parece su tropa un somaten
Y una jaula de grillas su magin.



Manuel del Palacio

Semblanzas: XIV

-- de Manuel del Palacio --

Tradujo á Beranger cuando era mozo,
Y una historia escribió de cabo á rabo;
Para tomar las once toma un pavo,
Se duerme andando, y ronca sin rebozo.

Tiene la anchura del brocal de un pozo,
Imita en su resuello á un toro bravo,
Y de fijo tuviera á ser esclavo
La caldera del gas por calabozo.

Nadie hay que por su genio no le inciense;
Mas dió un drama del Príncipe á la escena,
Y se oyeron los gritos en Orense;

De lo cual yo deduzco, no sin pena,
Que no existe un autor que mejor piense
Sumando lo que come y lo que cena.



Jacinto Verdaguer

Blanca como un sirio

-- de Jacinto Verdaguer --

Blanca como un cirio,
pura como un lirio,
la Virgen divina
al templo camina,
llevando en sus brazos cual rayo de luz
al niño Jesús.
Cuando Simeón
ve a Cristo en Sión
le toma y le mira,
y canta y suspira.
María: ¡qué espada de pena y dolor
herirá tu amor!
La Virgen María,
después de aquel día,
miraba a Jesús,
entre dos ladrones, clavado en la cruz.



Jaime Sabines

me dueles

-- de Jaime Sabines --

Me dueles.
Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza, córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.
Entre los escombros de mi alma búscame,
escúchame.
En algún sitio mi voz, sobreviviente, llama,
pide tu asombro,
tu iluminado silencio.
Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.
¡Qué claridad tu rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!
amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.



César Vallejo

Trilce: XXXI

-- de César Vallejo --

Esperanza plañe entre algodones.

Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
Natividad. Cállate, miedo.

Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.

Y Dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.

Señor, lo quiero yo...
Y basta!



César Vallejo

Trilce: LII

-- de César Vallejo --

Y nos levantaremos cuando se nos dé
la gana, aunque mamá toda claror
nos despierte con cantora
y linda cólera materna.
Nosotros reiremos a hurtadillas de esto,
mordiendo el canto de las tibias colchas
de vicuña ¡y no me vayas a hacer cosas!

Los humos de los bohíos ¡ah golfillos
en rama! madrugarían a jugar
a las cometas azulinas, azulantes,
y, apañuscando alfarjes y piedras, nos darían
su estímulo fragante de boñiga,
para sacarnos
al aire nene que no conoce aún las letras,
a pelearles los hilos.

Otro día querrás pastorear
entre tus huecos onfalóideos
ávidas cavernas,
meses nonos,
mis telones.
O querrás acompañar a la ancianía
a destapar la toma de un crepúsculo,
para que de día surja
toda el agua que pasa de noche.

Y llegas muriéndote de risa,
y en el almuerzo musical,
cancha reventada, harina con manteca,
con manteca,
le tomas el pelo al peón decúbito
que hoy otra vez olvida dar los buenos días,
esos sus días, buenos con b de baldío,
que insisten en salirle al pobre
por la culata de la v
dentilabial que la vela en él.



César Vallejo

esperanza plañe entre algodones

-- de César Vallejo --

xxxi
esperanza plañe entre algodones.
Aristas roncas uniformadas
de amenazas tejidas de esporas magníficas
y con porteros botones innatos.
¿Se luden seis de sol?
natividad. Cállate, miedo.
Cristiano espero, espero siempre
de hinojos en la piedra circular que está
en las cien esquinas de esta suerte
tan vaga a donde asomo.
Y dios sobresaltado nos oprime
el pulso, grave, mudo,
y como padre a su pequeña,
apenas,
pero apenas, entreabre los sangrientos algodones
y entre sus dedos toma a la esperanza.
Señor, lo quiero yo...
Y basta!



César Vallejo

altura y pelos

-- de César Vallejo --

¿quién no tiene su vestido azul?
¿quién no almuerza y no toma el tranvía,
con su cigarrillo contratado y su dolor de bolsillo?
¡yo que tan sólo he nacido!
¡yo que tan sólo he nacido!
¿quién no escribe una carta?
¿quién no habla de un asunto muy importante,
muriendo de costumbre y llorando de oído?
¡yo que solamente he nacido!
¡yo que solamente he nacido!
¿quién no se llama carlos o cualquier otra cosa?
¿quién al gato no dice gato gato?
¡ay, yo que sólo he nacido solamente!
¡ay!, ¡yo que sólo he nacido solamente!



César Vallejo

Aldeana

-- de César Vallejo --

Lejana vibración de esquilas mustias
en el aire derrama
la fragancia rural de sus angustias.
En el patio silente
sangra su despedida el sol poniente
El ámbar otoñal del panorama
toma un frío matiz de gris doliente!

Al portón de la casa
que el tiempo con sus garras torna ojosa,
asoma silenciosa
y al establo cercano luego pasa,
la silueta calmosa
de un buey color de oro,
que añora con sus bíblicas pupilas,
oyendo la oración de las esquilas,
su edad viril de toro!

Al muro denla huerta
aleteando la pena de su canto,
salta un gallo gentil, y, en triste alerta,
cual dos gotas de llanto,
tiemblan sus ojos en la tarde muerta!

Lánguido se desgarra
en la vetusta aldea
el dulce yaraví de una guitarra,
en cuya eternidad de hondo quebranto
la triste voz de un indio dondonea,
como un viejo esquilón de camposanto.

De codos yo en el muro,
cuando triunfa en el alma el tinte oscuro
y el viento reza en los ramajes yertos
llantos de quenas, tímidos, inciertos,
suspiro una congoja,
al ver que la penumbra gualda y roja
llora un trágico azul de idilios muertos!



César Vallejo

Ágape

-- de César Vallejo --

Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.

No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!

En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.

He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!

Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.

Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!



Julián del Casal

a la primavera

-- de Julián del Casal --

Rasgando las neblinas del invierno
como velo sutil de níveo encaje,
apareces envuelta en el ropaje
donde fulgura tu verdor eterno.
El cielo se colora de azul tierno,
de rojo el sol, de nácar el celaje,
y hasta el postrer retoño del boscaje
toma también tu verde sempiterno.
¡Cuán triste me parece tu llegada!
¡qué insípidos tus dones conocidos!
¡cómo al verte el hastío me consume!
muere al fin, creadora ya agotada,
o brinda algo de nuevo a los sentidos...
¡Ya un color, ya un sonido, ya un perfume!



Julián del Casal

la nube

-- de Julián del Casal --

de teófilo gautier
en la fuente cristalina
de su jardín solitario,
se baña la fiel sultana
de hermoso cuerpo rosáceo.
Ya no ocultan finas telas
de su seno los encantos,
ni la red de hilos de oro
sus cabellos destrenzados.
El sultán que la contempla,
tras los vidrios del serrallo,
dice: «el eunuco vigila,
yo solo la veo en el baño».
«Yo también, dice una nube
que cruza el azul espacio,
veo su cuerpo desnudo
de mil perlas inundado».
Pálido achmed, cual la luna,
toma el puñal en su mano
y mata a la favorita...
Cuando la nube ha volado.



Oliverio Girondo

río de janeiro

-- de Oliverio Girondo --

La ciudad imita en cartón, una ciudad de pórfido.
Caravanas de montañas acampan en los alrededores.
El pan de azúcar basta para almibarar toda la bahía...
El pan de azúcar y su alambre carril, que perderá elequilibrio por no usar una sombrilla de papel.
Con sus caras pintarrajeadas, los edificios saltan unos encima de otrosy cuando están arriba, ponen el lomo, para que las palmeras lesden un golpe de plumero en la azotea.
El sol ablanda el asfalto y las nalgas de las mujeres, madura las perasde la electricidad, sufre un crepúsculo, en los botones deópalo que los hombres usan hasta para abrocharse la bragueta.
¡Siete veces al día, se riegan las calles con agua dejazmín!
hay viejos árboles pederastas, florecidos en rosas té; yviejos árboles que se tragan los chicos que juegan al arco enlos paseos. Frutas que al caer hacen un huraco enorme en la vereda;negros que tienen cutis de tabaco, las palmas de las manos hechas decoral, y sonrisas desfachatadas de sandía.
Sólo por cuatrocientos mil reis se toma un café, queperfuma todo un barrio de la ciudad durante diez minutos.



Pablo Neruda

poema 10 veinte poemas de amor y una canción desesperada (1924)

-- de Pablo Neruda --

Hemos perdido aun este crepúsculo.
Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas
mientras la noche azul caía sobre el mundo.
He visto desde mi ventana
la fiesta del poniente en los cerros lejanos.
A veces como una moneda
se encendía un pedazo de sol entre mis manos.
Yo te recordaba con el alma apretada
de esa tristeza que tú me conoces.
Entonces, dónde estabas?
entre qué gentes?
diciendo qué palabras?
por qué se me vendrá todo el amor de golpe
cuando me siento triste, y te siento lejana?
cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo,
y como un perro herido rodó a mis pies mi capa.
Siempre, siempre te alejas en las tardes
hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas.



José Tomás de Cuellar

A María Inmaculada

-- de José Tomás de Cuellar --

¡Salve, divina emperatriz del cielo,
Como la gracia pura,
Mística luz de paz y de consuelo,
Tesoro de hermosura!

¡Salve, limpio fanal resplandeciente
De donde el sol fecundo
Toma su luz para lanzarla ardiente
Al adormido mundo!

¡Salve otra vez! ¡mil veces salve, oh fruto
Del grande pensamiento
Más bello del Señor! débil tributo
Te da mi acatamiento.



José Tomás de Cuellar

La caridad (II)

-- de José Tomás de Cuellar --

BLANCA la tez, y dulce la mirada
Cual de casta paloma;
Grave y noble el andar en la escarpada
Ruta que amante toma;
Pobre su vestidura,
Descalzo el pié sobre la peña dura.

Cerrado el labio; y la serena frente
Limpia como ese cielo
Que en invierno inclemente
No mancha torvo y nebuloso velo.



José Tomás de Cuellar

La gota de miel

-- de José Tomás de Cuellar --

GOTA de miel depositó el destino
En el sagrario de tu amor divino.
Yo muero por beberla.
Sediento el labio trémulo la ansía.
Toma el alma, el amor, la vida mía,
Todo, por esa perla.

Céfiro esperas que con beso puro
De la flor de tu alma el inseguro
Broche desate leve.
Ya ese céfiro viene en lontananza.
Lo siento en mi deseo, en mi esperanza.
Dentro de mí se mueve.



José Tomás de Cuellar

Lejos

-- de José Tomás de Cuellar --

EN donde estás? Como ave en el espacio
Errante y solitaria en tarde negra
Te pierdes para mí,
Y aún te siento en mi sér, y aún algo tuyo
Hay en cada latido de mi pecho
Cansado de sufrir.
¿Es que toma otro rumbo incierto y vago
Tu alma en la ausencia, y á horizontes nuevos
Que nunca conocí
Vas á buscar mi luz que aquí te sigue,
Y el amor que, cual nadie, dentro el alma
Conservo para tí?



Juan Bautista Arriaza

A la entrada victoriosa

-- de Juan Bautista Arriaza --

Pisa Ricardo la ciudad tomada
y entre el tropel de la vencida gente
Febo divino, Marte armipotente,
sale también a celebrar su entrada.

Febo le toma la invencible espada,
y con laurel eterno alegremente
ciñe y enjuga la gloriosa frente
de espeso polvo y de sudor bañada.

Contempla Marte al ademán bizarro,
y al ver que resplandece en su semblante
la gloria de Cortés y de Pizarro.

Alargole la diestra fulminante,
e hizo montar en su soberbio carro
al domador del Rosellón triunfante.



Juan Bautista Arriaza

Venus burlada

-- de Juan Bautista Arriaza --

Vio Venus en la alfombra de esmeralda
de un prado a mi adorado bien dormido,
y engañada, creyendo ser Cupido,
alegremente le acogió en su falda.

La frente le ciñó de una guirnalda
y por hacer terrible su descuido,
puso en sus manos un arpón bruñido
y la aljaba le cuelga de la espalda.

¡Hijo!, le iba a decir, mas despertando
mi Silvia le responde con enojos,
la aljaba y el arpón de sí arrojando:

«¡Toma, madre engañosa, esos despojos,
porque me son inútiles, estando
sin ellos hechos a vencer mis ojos!»



Juan Boscán

Como el triste que a muerte está juzgado

-- de Juan Boscán --

SONETO CVIII

Como el triste que a muerte está juzgado,
y de esto es sabidor de cierta ciencia,
y la traga y la toma en paciencia,
poniéndose al morir determinado.

Tras esto dícenle que es perdonado,
y estando así se halla en su presencia
el fuerte secutor de la sentencia
con ánimo y cuchillo aparejado:

así yo, condenado a mi tormento,
de tenelle tragado no me duelo,
pero, después, si el falso pensamiento

me da seguridad de algún consuelo,
volviendo el mal, mi triste sentimiento
queda envuelto en su sangre por el suelo.



Gabriela Mistral

la tierra

-- de Gabriela Mistral --

Niño indio, si estás cansado,
tú te acuestas sobre la tierra,
y lo mismo si estás alegre,
hijo mío, juega con ella...
Se oyen cosas maravillosas
al tambor indio de la tierra:
se oye el fuego que sube y baja
buscando el cielo, y no sosiega.
Rueda y rueda, se oyen los ríos
en cascadas que no se cuentan.
Se oyen mugir los animales;
se oye el hacha comer la selva.
Se oyen sonar telares indios.
Se oyen trillas, se oyen fiestas.
Donde el indio lo está llamando,
el tambor indio le contesta,
y tañe cerca y tañe lejos,
como el que huye y que regresa...
Todo lo toma, todo lo carga
el lomo santo de la tierra:
lo que camina, lo que duerme,
lo que retoza y lo que pena;
y lleva vivos y lleva muertos
el tambor indio de la tierra.
Cuando muera, no llores, hijo:
pecho a pecho ponte con ella,
y si sujetas los alientos
como que todo o nada fueras,
tú escucharás subir su brazo
que me tenía y que me entrega,
y la madre que estaba rota
tú la verás volver entera.



Gutierre de Cetina

al pie de un monte que divide a españa

-- de Gutierre de Cetina --

De francia, do más alto el cuello asoma,
en las faldas de aquél que el nombre toma
del ladrón más subtil, de mayor maña,
en un valle hermoso a do la extraña
alteza el blanco monte abaja y doma,
no lejos de la fuente por quien roma
dio nombre a la región que en torno baña,
cerca de do perdió el francés famoso
la gloria de que aún hoy soberbio viene,
allí nació la causa del mal mío;
después la crió el tajo, y de invidioso
pisuerga la robó, betis la tiene:
intendami chi può, ch'i' m'intend'io.



Hernando de Acuña

La red de amor, pues por Amor es hecha

-- de Hernando de Acuña --

La red de amor, pues por Amor es hecha,
no es de maravillar si a tantos prende
ni que, pues él la coge y él la tiende,
la guarde sin estar rota o deshecha;

ni que, del arco que Amor hace y flecha,
trabaje en vano aquel que se defiende,
ni que se engañe quien le da y le vende,
mirando y deseando, tanta flecha.

Es niño y vence, porque él solo viene
a poder lo imposible, tal que ciego
muy cierta, sin mirar, toma la mira,

y nos hace sentir que a un tiempo tiene
las manos en el arco y en el fuego,
y prende con la red, y abrasa y tira.



Hernando de Acuña

Sobre la red de amor

-- de Hernando de Acuña --

Dígame quién lo sabe: ¿cómo es hecha
la red de Amor, que tanta gente prende?
¿Y cómo, habiendo tanto que la tiende,
no está del tiempo ya rota o deshecha?

¿Y cómo es hecho el arco que Amor flecha,
pues hierro ni valor se le defiende?
¿Y cómo o dónde halla, o quién le vende,
de plomo, plata y oro tanta flecha?

Y si dicen que es niño, ¿cómo viene
a vencer los gigantes? Y si es ciego,
¿cómo toma al tirar cierta la mira?

Y si, como se escribe, siempre tiene
en una mano el arco, en otra el fuego,
¿cómo tiende la red y cómo tira?



Salvador Díaz Mirón

Dentro de una esmeralda

-- de Salvador Díaz Mirón --

Junto al plátano sueltas, en congoja
de doncella insegura, el broche al sayo.
La fuente ríe, y en el borde gayo
atisbo el tumbo de la veste floja.

Y allá, por cima de tus crenchas, hoja
que de vidrio parece al sol de mayo,
toma verde la luz del vivo rayo,
y en una gema colosal te aloja.

Recatos en la virgen son escudos;
y echas en tus encantos, por desnudos,
cauto y rico llover de resplandores.

Despeñas rizos desatando nudos;
y melena sin par cubre primores
y acaricia con puntas pies cual flores.



¿Sabes cuándo?

-- de Vicenta Castro Cambón --

Hazte del sol naciente tibio rayo,
o cámbiate en crepuscular frescor,
o vuélvete corola perfumada,
o toma de avecilla forma y voz.

Y cuando seas matinal caricia
del sol, o brisa de la tarde, o flor,
o te hayas en jilguero convertido,
tal vez entonces... Hasta entonces, no.



Andrés Eloy Blanco

Soneto de la rima pobre

-- de Andrés Eloy Blanco --

Me das tu pan en tu mano amasado,
me das tu pan en tu fogón cocido,
me das tu pan en tu piedra molido,
me das tu pan en tu pilón pilado.

Me das tu rancho en tu palma arropado,
me das tu lecho en tu rincón sumido,
me das tu sorbo, a tu sed exprimido,
me das tu traje, en tu sudor sudado.

Me das, oh Juan, tu dame de mendigo,
me das, oh Juan, tu toma de pobrero,
tu clara fe, tu oscuro desabrigo,
y yo te doy, por lo que dando espero,
el oscuro esperar con que te sigo
y el claro corazón con que te quiero.



Antonio-Plaza-Llamas

¡déjala!

-- de Antonio-Plaza-Llamas --

Toma niña, este búcaro de flores;
tiene azucenas de gentil blancura
lirios fragantes y claveles rojos,
tiene también camelias, amaranto
y rosas sin abrojos,
rosas de raso, cuyo seno ofrecen
urnas de almíbar con esencia pura,
que en sus broches de oro se estremecen.

Admítelas, amor de mis amores,
admítelas, mi encanto;
las cristalinas gotas de mi llanto,
tibio llanto que brota
del alma de una madre que en ti piensa,
y por eso hallarás en cada gota
emblema santo de ternura inmensa.

Una tarde de abril, así decía,
mi esposa sollozante, mi esposa infortunada,
a mi hija indiferente que dormía
en su lecho de tablas reclinada;
y como herminia, ¡nada!;
nada en su egoísmo respondía
a esa voz que me estaba asesinando.
La madre entonces se alejó llorando,
y ella en la tumba continuó durmiendo.
Déjala dije, -tu dolor comprendo. . .



Marilina Rébora

san goar

-- de Marilina Rébora --

San goar
preséntase san goar y suspende la capa
en un rayo de sol, al suponerlo un «palo»,
pues que no advierte cómo desde un cristal escapa,
satisfecho, después de encontrar tal regalo.
Del haz de luz entonces el atavío cuelga,
frente al mirar atónito de todo circunstante
que conviene en silencio, ya que la duda huelga
al ver aquel prodigio que tiene por delante.
San goar nada ve: obediente se inclina
ante el obispo trémulo que se ha quedado mudo
y para quien el santo la información termina.
Luego y mientras testigos lanzan voces a coro
de la percha de luz, toma, con un saludo,
la capa que lo envuelve en un halo de oro.



Marilina Rébora

la hormiga

-- de Marilina Rébora --

La hormiga
sin saber que es domingo, ruidoso día de fiesta,
va llevando su carga la minúscula hormiga:
el trozo de una hoja en perfilada cresta
columpiase oscilante sin impedir que siga.
Apenas se apresura, que caminar le cuesta,
y se esfuerza consciente pues el deber la obliga,
prosiguiendo el sendero, pese a tal lastre, enhiesta,
pero sin detenerse ni demostrar fatiga.
¿Cómo sigue su rumbo el portentoso insecto,
conociendo infalible la dirección que toma?
¿qué indicios lo conducen por previsto trayecto
y alcanzar sin perderse el lugar donde vive?
¿será acaso la brisa? ¿o tal vez el aroma?
¿quizá la propia tierra por su altura o declive?
¿cuál será la conciencia de un obrar tan perfecto?



Miguel Unamuno

tú me levantas, tierra de castilla,

-- de Miguel Unamuno --

Castilla
tú me levantas, tierra de castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,
tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.
Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.
Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tuspáramos.
¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!



Miguel Unamuno

Castilla

-- de Miguel Unamuno --

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo,

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!



Miguel Unamuno

Numancia

-- de Miguel Unamuno --

Desafiando á la orgullosa Roma
desde el adusto páramo, Numancia,
maestra de la ibérica arrogancia
á que jamás por fuerza se la toma

fuiste tú de la patria ya en la infancia.
Pero hoy vuelve á intentar en tí la doma
no ya con catapulta, con carcoma
que de los nobles rinde la constancia.



Miguel Unamuno

Castilla (Unamuno)

-- de Miguel Unamuno --

Tú me levantas, tierra de Castilla,
en la rugosa palma de tu mano,
al cielo que te enciende y te refresca,
al cielo, tu amo.

Tierra nervuda, enjuta, despejada,
madre de corazones y de brazos,
toma el presente en ti viejos colores
del noble antaño.

Con la pradera cóncava del cielo
lindan en torno tus desnudos campos,
tiene en ti cuna el sol y en ti sepulcro
y en ti santuario.

Es todo cima tu extensión redonda
y en ti me siento al cielo levantado,
aire de cumbre es el que se respira
aquí, en tus páramos.

¡Ara gigante, tierra castellana,
a ese tu aire soltaré mis cantos,
si te son dignos bajarán al mundo
desde lo alto!



Juan Ramón Jiménez

cancioncillas intelectuales color

-- de Juan Ramón Jiménez --

color
¡color que, un momento, el humo
toma del sol que lo pasa;
vida mía, vida mía,
fugaz y coloreada!



Evaristo Ribera Chevremont

la negra muele su grano

-- de Evaristo Ribera Chevremont --

La negra muele su grano.
Muele su grano la negra.
Muele que muele su grano
en el pilón de madera.

La negra muele su grano.
La negra, que es mansa bestia.
La negra muele su grano
en el pilón de madera.

Y mientras que muele el grano
sus blancos dientes enseña.
La negra muele su grano
en el pilón de madera.

La negra muele su grano.
Muele su grano la negra.
El sol le toca los bronces
que por los brazos se templan.

La negra muele su grano
en el pilón de madera.
El grano -grano molido-
se torna blanca belleza.

La negra muele su grano
en el pilón de madera.
Y mueve negros y blancos
en cruda luz que marea.

Es su alegría salvaje
cuando lo blanco la llena,
cuando es el blanco el que toma
su ardiente masa de negra.

La negra muele su grano.
La negra, que es mansa bestia.
La negra muele su grano
en el pilón de madera.



Federico García Lorca

media luna

-- de Federico García Lorca --

La luna va por el agua.
¡Cómo está el cielo tranquilo!
va segando lentamente
el temblor viejo del río
mientras que una rama joven
la toma por espejito.
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Fernando de Herrera

El duro hierro agudo que la mano

-- de Fernando de Herrera --

El duro hierro agudo que la mano,
rica de mis despojos por vos siente,
y la sangre esparció que amor ardiente
guardó cual néctar puro y soberano;

guiolo amor, y abrió manso y humano
lugar al dolor vuestro tiernamente;
que el mal que siento grave y vehemente,
blando siente el cruel pecho tirano.

La herida terrible que en mis ojos
de los vuestros entró, y causó mi pena,
venganza toma ahora en vuestro yerro.

No es culpa vuestra, es gloria a mis despojos;
y así, que os hiera el dulce amor ordena,
como a mí vuestros ojos, vuestro hierro.



Francisco de Quevedo

parnaso español 36

-- de Francisco de Quevedo --

Ya llena de sí solo la litera
matón, que apenas anteayer hacía
(flaco y magro malsín) sombra, y cabía,
sobrado sitio, en una ratonera.
Hoy, mal introducido con la esfera
su casa, al sol los pasos le desvía,
y es tropezón de estrellas; y algún día,
si fuera más capaz, pocilga fuera.
Cuando a todos pidió, le conocimos;
no nos conoce cuando a todos toma;
y hoy dejamos de ser lo que ayer dimos.
Sóbrale tanto cuanto falta a roma;
y no nos puede ver, porque le vimos:
lo que fue esconde; lo que usurpa asoma.



Francisco Sosa Escalante

La noche (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Cual dama hermosa que el oscuro velo
Para acercarse á su adorado, toma
Y en él se envuelve, y tras el velo asoma
La luz radiante de su dulce anhelo;

Como el arrullo del amor el vuelo
Detiene apasionada la paloma,
Y envuelta de la flor en el aroma
Se lanza al nido de su dicha cielo,

Oculta así la noche en negro manto
Que el áureo polvo de los astros llena,
Viene y derrama su divino encanto.

Piadosa alivia del mortal la pena,
Las gotas seca de su acerbo llanto
Y brinda al corazon la paz serena.



José de Diego

tu nombre

-- de José de Diego --

Dulce es tu nombre en nuestro dulce idioma;
suena en las preces del fervor cristiano,
y es verso en el lenguaje soberano
con que aun nos habla en su sepulcro roma.

De un pie latino la cadencia toma
cuando vibra en el ritmo castellano
cual breve arrullo de cantar lejano
o eco de amor con alas de paloma.

Dos silabas; un beso; algo muy triste
para el que te ha perdido; la elegía
del sueño muerto, que en la muerte existe.

Carmen el mundo te llamó algún día;
pero después de lo que a ml me hiciste...
¿Cómo te llamaremos, alma mía?.



José Martí

águila blanca

-- de José Martí --

Águila blanca
de pie, cada mañana,
junto a mi áspero lecho está el verdugo.
Brilla el sol, nace el mundo, el aire ahuyenta
del cráneo la malicia,
y mi águila infeliz, mi águila blanca
que cada noche en mi alma se renueva,
al alba universal las alas tiende
y, camino del sol, emprende el vuelo.
.............................................................
.............................................................
.............................................................(1)
Y en vez del claro vuelo al sol altivo
por entre pies ensangrentada y rota,
de un grano en busca el águila rastrea.
Oh noche, sol del triste, amable seno
donde su fuerza el corazón revive
perdura, apaga el sol, toma la forma
de mujer, libre y pura, a que yo pueda
ungir tus pies, y con mis besos locos
ceñir tu frente y calentar tus manos.
Librame, eterna noche, del verdugo,
o dale a que me dé con la primera
alba una limpia y redentora espada.
Que con qué la has de hacer? con luz de estrellas!



Carolina Coronado

el pájaro perdido

-- de Carolina Coronado --

¡huyó con vuelo incierto,
y de mis ojos ha desparecido!
¡mirad si a vuestro huerto
mi pájaro querido,
niñas hermosas, por acaso ha huido!
sus ojos relucientes
son como los del águila orgullosa;
plumas resplandecientes
en la cabeza airosa
lleva, y su voz es tierna y armoniosa.
Mirad si cuidadoso
junto a las flores se escondió en la grama:
ese laurel frondoso
mirad rama por rama,
que él los laureles y las flores ama.
Si le halláis por ventura,
no os enamore su amoroso acento;
no os prende su hermosura:
volvédmele al momento,
o dejadle, si no, libre en el viento.
Porque su pico de oro
sólo en mi mano toma la semilla,
y no enjugaré el lloro
que veis en mi mejilla
hasta encontrar mi prófuga avecilla.
Mi vista se oscurece
si sus ojos no ve, que son mi día;
mi ánima desfallece
con la melancolía
de no escucharle ya su melodía.



Roberto Juarroz

en alguna parte hay un hombre

-- de Roberto Juarroz --

En alguna parte hay un hombre
que transpira pensamiento.
Sobre su piel se dibujan
los contornos húmedos de una piel más fina,
la estela de una navegación sin nave.
Cuando ese hombre piensa luz, ilumina,
cuando piensa muerte, se alisa,
cuando recuerda a alguien, adquiere sus rasgos,
cuando cae en sí mismo, se oscurece como un pozo.
En él se ve el color de los pensamientos nocturnos
y se aprende que ningún pensamiento carece
de su noche y su día.
Y también que hay colores y pensamientos
que no nacen de día ni de noche,
sino tan sólo cuando crece un poco más el olvido.
Ese hombre tiene la porosidad de una tierra más viva
y a veces, cuando sueña, toma aspecto de fuego,
salpicaduras de una llama que se alimenta con llama,
retorcimientos de bosque calcinado.
A ese hombre se le puede ver el amor,
pero eso tan sólo quien lo encuentre y lo ame.
Y también se podría ver en su carne a dios,
pero sólo después de dejar de ver todo el resto.



Roberto Juarroz

degradación sin rebajas

-- de Roberto Juarroz --

Degradación sin rebajas,
sin parihuelas de suspiros disecados con esmero
como especies aparte de las taxonomías,
sin tiendas violáceas donde cultivar las congojas,
sin altibajos de ubres
repletas con el jugo
de fermentar acoplados
en imponderables desniveles.
Tu último velo está en mi sangre.
Lo rasgaremos juntos
para descender desnudos por la fuente que baja,
sin la esgrima venal con que ascendía.
Una rotonda agreste nos separa del mundo,
de la playa de estacionamiento de los besos,
de los domicilios para caricias portátiles,
de la fúnebre virtud de los espejos con horario.
La piel de los que esperan
es demasiado clara.
La mentira de la mentira es darla vuelta.
Toda nuestra verdad es no tenerla.
La incongruencia de estar solos
toma el tren más puntual
hacia las emergencias del olvido.



Rubén Darío

prólogo iii

-- de Rubén Darío --

No predico, no interrogo.
De un sermón ¡qué se diría!
esto no es una homilía,
sino amargo desahogo.
Si hay versos de amores, son
las flores de un amor muerto
que brindo el cadáver yerto
de mi primera pasión.
Si entre esos íntimos versos
hay versos envenenados,
lean los hombres honrados
que son para los perversos.
Y tú, mi buen compañero,
toma el libro; que, en verdad
de poeta y caballero,
con mis abrojos no hiero
las manos de la amistad.



Rubén Darío

Prólogo III (Rubén Darío)

-- de Rubén Darío --

No predico, no interrogo.
De un sermón ¡qué se diría!
Esto no es una homilía,
sino amargo desahogo.
Si hay versos de amores, son
las flores de un amor muerto
que brindo el cadáver yerto
de mi primera pasión.
Si entre esos íntimos versos
hay versos envenenados,
lean los hombres honrados
que son para los perversos.
Y tú, mi buen compañero,
toma el libro; que, en verdad
de poeta y caballero,
con mis Abrojos no hiero
las manos de la amistad.



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