Buscar Poemas con Gemido


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Se han encontrado 50 poemas con la palabra gemido

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Mariano José de Larra

Siempre ha gemido la prensa

-- de Mariano José de Larra --

Siempre ha gemido la prensa;
pero hoy que le das, Talidio,
a imprimir tus obras todas,
gime al menos con motivo.

Poema Siempre ha gemido la prensa de Mariano José de Larra con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

El olvido

-- de Adelardo López de Ayala --

¿Por qué me has olvidado? ¿Por qué, ingrata,
niegas tu corazón a mi gemido,
y, afligiendo mi pecho comprimido,
tu inhumano silencio se dilata?

No le roba la muerte al que arrebata,
ni el nombre ni el recuerdo agradecido...-
¡Tumba sin epitafio es el olvido,
que traga al muerto y hasta el nombre mata!-

¡Háblame, por piedad; aunque al hablarme
destruyas mi esperanza y sea mi suerte
vivir llorando tu rigor eterno!...

Acuérdate siquiera de matarme;
que odio más el olvido que la muerte,
y más temo la nada que el infierno.

Poema El olvido de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Adelardo López de Ayala

Mi pensamiento

-- de Adelardo López de Ayala --

Bendigo el pensamiento, que no cesa
de abrasarse en tus ojos seductores,
y alado, como el dios de los amores,
siempre a tu oído mi pasión te expresa;

que te sigue constante, y se embelesa
en vagar por las hojas de tus flores,
y te abraza, a pesar de tus rigores,
y cuanto más te enojas, más te besa.

Pájaro que del vuelo sostenido
gime cansado, reposar ansía
entre las pajas del oculto nido...

¡Oh Madre del Amor! En este día
confúndanse en un trémulo gemido
mi pensamiento y la adorada mía.

Poema Mi pensamiento de Adelardo López de Ayala con fondo de libro

Amado Nervo

nadie conoce el bien

-- de Amado Nervo --

Había un ángel cerca de mí,
mas no le vi...
Posó las plantas maravillosas
entre las zarzas de mi erial, y
yo, en tanto, estaba viendo otras cosas.
Cuando, callado, tendió su vuelo
y quedó al irse torvo mi cielo,
mi vida huérfana, mi alma vacía,
comprendí todo lo que perdía.
Alcé los ojos despavorido,
llamé al ausente con un gemido,
plegó mis labios convulso gesto...
Mas pronto el ángel dejó traspuesto,
con vuelo de ímpetu soberano,
las lindes negras del mundo arcano,
y todo vano fué... ¡Todo vano!
¡quién del espacio devuelve un ave!
¡qué imán atrae a un dios ya ido!
dice el proloquio que nadie sabe
el bien que tiene... ¡Sino perdido!



Amado Nervo

todo inútil

-- de Amado Nervo --

Inútil es tu gemido:
no la mueve tu dolor.
La muerte cerró su oído
a todo vano rumor.
En balde tu boca loca,
la suya quiere buscar:
dios ha sellado su boca:
¡ya no te puede besar!
nunca volverás a ver
sus amorosas pupilas
en tus veladas arder
como lámparas tranquilas.
Ya sus miradas tan bellas
en ti no se posarán:
dios puso la noche en ellas
y llenas de noche están...
Las manos inmaculadas
le cruzaste en su ataúd,
y estarán siempre cruzadas:
¡ya es eterna su actitud!
al noble corazón tierno
que sólo por ti latió,
como a pájaro en invierno
la noche lo congeló.
¿Y su alma? ¿por qué no viene?
¡fue tan mía...! ¿Donde está?
dios la tiene, dios la tiene:
¡él te la devolverá quizá!



Amado Nervo

tal vez...

-- de Amado Nervo --

Tal vez ya no le importa mi gemido
en el indiferente edén callado
en que el espíritu desencarnado
vive como dormido...
Tal vez ni sabe ya cómo he llorado
ni cómo he padecido.
En profundo quietismo,
su alma, que antes me amara de tal modo,
se desliza glacial por ese abismo
del eterno mutismo,
olvidada de sí, de mí, de todo...



Amado Nervo

perlas negras - amiga, mi larario está vacío

-- de Amado Nervo --

Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapiz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huido...
¡Pobre jaula sin aves! ¡pobre nido!
¡misterioso ataúd de trinos muertos!
¡ah, si vieras tu huerto! ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡muerta!
el cierzo pasa, suspirando: ¡llora!



Líber Falco

Canción por la España obrera

-- de Líber Falco --

Cruzados el alba nueva
son los obreros de España.
Cantando cruzan la Noche
Noche oscura y luna negra
(sotana y borrón de frailes).

Cantando cruzan la Historia.
Grito y gemido en el canto.
Que nunca parió una madre
sin el bautismo del llanto

Cruzados el alba nueva
son los obreros de España.
Cantando cruzan la Noche
Noche oscura y luna negra
(sotana y borrón de frailes).

En la Noche negra Noche:
los fusiles proletarios.
Cada fusil un candil
que empuja a la Noche afuera.

Oh! fusil de proletario.
Dos brazos de luz
te escoltan.
Y una luz alta en la frente
señala caminos claros.



Ignacio María de Acosta

Hay una alondra

-- de Ignacio María de Acosta --

Hay una Alondra en nuestro hermoso valle
que tierno atisba un cazador atento:
Ave divina cuyo dulce acento
al coro manda volador que calle.

Y calla, y se suspende el escuchalle...
Que de la Alondra al divinal concento
plega sus alas de placer el viento,
y no hay ave ni flor que no avasalle.

Triunfante su expresión desde su nido
el valle todo con su voz encanta,
y está el amor ante sus pies rendido.

Nada turba el trinar de su garganta,
y si suena en el bosque algún gemido
es de la voz del cazador que canta.



César Vallejo

intensidad y altura

-- de César Vallejo --

Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay toz hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.
Vámonos! vámonos! estoy herido;
vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.



Diego de Torres Villarroel

cuenta los pasos de la vida

-- de Diego de Torres Villarroel --

De asquerosa materia fui formado,
en grillos de una culpa concebido,
condenado a morir sin ser nacido,
pues estoy no nacido y ya enterrado.
De la estrechez obscura libertado,
salgo informe terrón no conocido,
pues sólo de que aliento es un gemido
melancólico informe de mi estado.
Los ojos abro, y miro lo primero
que es la esfera también cárcel obscura;
sé que se ha de llegar el fin postrero.
Pues ¿adónde me guía mi locura,
si del ser al morir soy prisionero,
en el vientre, en el mundo y sepultura?



Julián del Casal

prometeo

-- de Julián del Casal --

Bajo el dosel de gigantesca roca
yace el titán, cual cristo en el calvario,
marmóreo, indiferente y solitario,
sin que brote el gemido de su boca.
Su pie desnudo en el peñasco toca
donde agoniza un buitre sanguinario
que ni atrae su ojo visionario
ni compasión en su ánimo provoca.
Escuchando el hervor de las espumas
que se deshacen en las altas peñas,
ve de su redención luces extrañas,
junto a otro buitre de nevadas plumas,
negras pupilas y uñas marfileñas
que ha extinguido la sed en sus entrañas.



Octavio Paz

crepúsculos de la ciudad v

-- de Octavio Paz --

Fluye el tiempo inmortal y en su latido
sólo palpita estéril insistencia,
sorda avidez de nada, indiferencia,
pulso de arena, azogue sin sentido.
Hechos ya tiempo muerto y exprimido
yacen la edad, el sueño y la inocencia,
puñado de aridez en mi conciencia,
vana cifra del hombre y su gemido.
Vuelvo el rostro: no soy sino la estela
de mí mismo, la ausencia que deserto,
el eco del silencio de mi grito.
Todo se desmorona o se congela:
del hombre sólo queda su desierto,
monumento de yel, llanto, delito.



Pablo Neruda

trabajo frío

-- de Pablo Neruda --

Dime, del tiempo resonando
en tu esfera parcial y dulce
no oyes acaso el sordo gemido?
no sientes de lenta manera,
en trabajo trémulo y ávido,
la insistente noche que vuelve?
secas sales y sangres aéreas,
atropellado correr ríos,
temblando el testigo constata.
Aumento oscuro de paredes,
crecimiento brusco de puertas,
delirante población de estímulos,
circulaciones implacables.
Alrededor, de infinito modo,
en propaganda interminable,
de hocico armado y definido
el espacio hierve y se puebla.
No oyes la constante victoria
en la carrera de los seres
del tiempo, lento como el fuego,
seguro y espeso y hercúleo,
acumulando su volumen
y añadiendo su triste hebra?
como una planta perpetua aumenta
su delgado y pálido hilo
mojado de gotas que caen
sin sonido en la soledad.



Pedro Miguel Obligado

¿para qué

-- de Pedro Miguel Obligado --

¿para qué este deseo de una afecto profundo,
y este afán de ser noble, y esta lucha por ser;
si sólo viviremos un instante en el mundo,
y la vida que aisla, no nos deja querer?

¿para qué transformar el gemido en un canto,
y aprender en las penas, a dar nuestros consuelos;
si todos van huyendo, sordos por desencanto;
y el hombre perseguido tiene horror de los cielos?

¿para qué la bondad que provoca el abuso,
cual los mimos que vuelven más caprichoso al niño;
si aceptarán apenas, o le darán mal uso,
al corazón que se hace pesado de cariño?

el esfuerzo destroza las alas del anhelo,
y el bien con que soñamos, es un ciego derroche.
¡Todas las flores no hacen jardín de este suelo,
y todas las estrellas no pueden con la noche!...

Y ¿par qué alma mía, vas a seguir tu empeño?
el camino se pierde: no se oye, no se ve
mejor es descansar en el lago del sueño:
¿para qué?... ¿Para qué?...



José Tomás de Cuellar

Ayer

-- de José Tomás de Cuellar --

POR siempre huyó!... Fantasma vaporoso
De mi perdido ayer, adios: tu giro
Sigue doquiera entre tinieblas densas
De mi laúd el fúnebre gemido....
¡Adios! ¡adios!... Hundístete liviano
En las horas que fueron: el abismo
Se presentó ante tí: raudo volaste
Como un ave que cruza en el vacío....



Gustavo Adolfo Bécquer

rima xv

-- de Gustavo Adolfo Bécquer --

Cendal flotante de leve bruma,
rizada cinta de blanca espuma,
rumor sonoro
de arpa de oro,
beso del aura, onda de luz,
eso eres tú.
Tú, sombra aérea que cuantas veces
voy a tocarte, te desvaneces
como la llama, como el sonido,
como la niebla, como un gemido
del lago azul.
En mar sin playas onda sonante,
en el vacío cometa errante,
largo lamento.
Del ronco viento,
ansia perpetua de algo mejor,
eso soy yo.
¡Yo, que a tus ojos, en mi agonía
los ojos vuelvo de noche y día
yo, que incansable como demente
tras una sombra, tras la hija ardiente
de una visión!



Gutierre de Cetina

dos sonetos a la muerte de pedro mexía ii

-- de Gutierre de Cetina --

ii
«¿qué pérdida, qué mal, qué sentimiento,
qué voces, qué gemido es el que suena?
¿qué gente, de color, de angustia llena,
llora sobre este triste monumento?»
«aquellas, que con tanto desatiento
muestran señales tristes de su pena,
las musas son, y aquél que el llanto ordena
febo». «Y éste, ¿quién es?» «conocimiento».
«Y la que llora más, ¿quién es?» «españa».
«¿Y aquel que muestra haber perdido tanto?»
«carlo, cuya inmortal tela tejía».
«¿Quién la tejía, pues?» «¡ay, pena extraña!
lee el verso, que a mí me ahoga el llanto».
Aquí reposa el gran pero mexía.



Hernando de Acuña

Apenas el aurora había mostrado

-- de Hernando de Acuña --

Apenas el aurora había mostrado
las flores que en la noche había escondido,
cuando un pastor, de amor entristecido,
penoso estaba a un árbol arrimado.

Hablando con su hato y su cayado,
alzó con ronca voz un gran gemido,
diciendo: «¿Para qué dejas perdido
el cuerpo, pues el alma me has llevado,

pastora desleal? ¿En qué pusiste
el querer que con palabras me mostraste
en pago del amor que me ofreciste?

¿Por qué tan sin razón, di, me trocaste?
Pues otro mayor bien no pretendiste
que verme muerto aquí do me dejaste».



Ventura de la Vega

A Lope de Vega (Ventura de la Vega)

-- de Ventura de la Vega --

Tres siglos ha que este sol
que hoy luce en el firmamento
alumbraba el nacimiento
del gran poeta español.
Purificado al crisol
de una edad y de otra edad,
monstruo de fecundidad,
numen de la patria escena,
Lope con su nombre llena
del mundo la inmensidad.

En la modesta mansión
que oyó su postrer gemido
hoy a Lope se ha rendido
tributo de admiración.
Aquí con mayor razón,
aquí, templo de su gloria,
donde una y otra victoria
le ornaron de resplandores,
demos público y actores
un aplauso a su memoria.



Miguel Unamuno

¡Dime qué dices, mar!

-- de Miguel Unamuno --

¡Dime qué dices, mar, qué dices, dime!
Pero no me lo digas; tus cantares
son, con el coro de tus varios mares,
una voz sola que cantando gime.

Ese mero gemido nos redime
de la letra fatal, y sus pesares,
bajo el oleaje de nuestros azares,
el secreto secreto nos oprime.

La sinrazón de nuestra suerte abona,
calla la culpa y danos el castigo;
la vida al que nació no le perdona;

de esta enorme injusticia sé testigo,
que así mi canto con tu canto entona,
y no me digas lo que no te digo.



Juan Gelman

hemos comido...

-- de Juan Gelman --

Hemos comido
hemos bebido
hemos hecho el amor como es debido
¿te puedo hablar oh cuerpo
que abrigaste mis furias?
hemos andado toda la noche
y gemido
y gozado
y creído en la vida
pero mejor callar ahora hay sol
y eso es bueno o llueve
y es mejor y cantan
todos los pajaritos del mundo o todos
los pajaritos que
nacen vuelan y mueren
entre nosotros dos
entre nosotros dos



Juan Meléndez Valdés

Cuando de mi camino atrás volviendo

-- de Juan Meléndez Valdés --

Cuando de mi camino atrás volviendo
miro, señora, en mi preciso daño,
tal es mi pena y mi dolor tamaño
que me siento en angustias feneciendo.

Mas cuando vuelvo a vos, alegre viendo
la dulce causa de mi dulce engaño,
luego en mi pecho siento un bien extraño
y con gusto mis males voy sufriendo.

Con vos se alivia mi dolor crecido
y en vos todo mi bien miro cifrado,
cuanto puedo esperar y cuanto espero;

y aunque ni el mal acaba ni el gemido,
me miro en la aflicción tan consolado
que no siento morir si por vos muero.



Juan Nicasio Gallego

A Corina ausente

-- de Juan Nicasio Gallego --

Mi solo y dulce amor, Corina hermosa,
anhelada mitad del alma mía,
de cuyos bellos ojos nace el día
puro como en abril purpúrea rosa:

El alma que sin ti jamás reposa,
sin ti, su única gloria y su alegría,
en un gemido el para bien te envía,
pues Febo dio su vuelta presurosa.

Vuelan los años ¡ay! y sin estruendo
fugaz los sigue juventud florida,
su mágica ilusión con ella huyendo.

¡Feliz quien goza el sol de su querida!
¡Y triste aquel, que en soledad gimiendo,
ausente pasa el mayo de la vida!



Julio Flórez

mística

-- de Julio Flórez --

Cuando bajo la comba de la nave,
del vasto templo, rezas con fervor,
y tu oración se eleva, como un ave,
del órgano al gemido vibrador,
desde un rincón oscuro te contemplo,
fijos los ojos en el viejo altar,
en tanto que en los ámbitos del templo
el órgano parece sollozar.
Mientras se va tu espíritu del mundo,
de la infinita claridad en pos,
exclamo a solas con dolor profundo:
¡ah, si me amara a mí... Como ama a dios!
julio flórez



Julio Flórez

a colombia

-- de Julio Flórez --

Golpea el mar el casco del navío
que me aleja de ti, patria adorada.
Es medianoche; el cielo está sombrío;
negra la inmensidad alborotada.
Desde la yerta proa, la mirada
hundo en las grandes sombras del vacío;
mis húmedas pupilas no ven nada.
Qué ardiente el aire; el corazón qué frío.
Y pienso, oh patria, en tu aflicción, y pienso
en que ya no he de verte. Y un gemido
profundo exhalo entre el negror inmenso.
Un marino despierta... Se incorpora...
Aguza en las tinieblas el oído
y oigo que dice a media voz ¿quién llora?
julio flórez



Julio Flórez

El canto libre

-- de Julio Flórez --

Poem

Soy un pájaro lírico. Yo estuve en una jaula, -la ciudad- hoy vuelo sin trabas, como el cóndor y la nube, por el mar, por la tierra y por el cielo.

Ayer en mi prisión ruidosa y vasta hondamente canté mis propias penas, mis decepciones y mis iras, y hasta mis otras desventuras, las ajenas.

Entonces fue mi canto un gran gemido; mas hoy que, libre, el firmamento sondo, lejos del fausto y del odioso ruido,

a las miradas del burgués me escondo de un monte en lo más alto, y cuelgo el nido al aire, ¡porque así canto más hondo!



Julio Zaldumbide Gangotena

Al dolor (Zaldumbide)

-- de Julio Zaldumbide Gangotena --

Hiere, hiere, ¡oh Dolor! He, aquí desnudo
mi inerme pecho: el protector escudo
que en otro tiempo rechazó tus dardos,
roto en pedazos estalló a tus golpes,
y contra ti ya nada me defiende.
¡A ti me entrego en mi fatal despecho!
Hiere, pues, rompe, hiende,
destroza sin piedad mi inerme pecho.
Pero sabe, oh Dolor, que, aunque rendido,
a ti me doy perdida la esperanza;
no me verás doblar la erguida frente
y el rudo bote de tu ardiente lanza
del corazón herido
no arrancará ni queja ni gemido
ni de su llanto hará correr la fuente.
Y acaso el solo ruego
que escuchen de mis labios tus oídos,
será que de tu brazo formidable
en mí descargues tan tremendo y fuerte
que con sólo ese golpe me des muerte,
dando fin a esta vida miserable.



Evaristo Carriego

¿Recuerdas?

-- de Evaristo Carriego --

Las rosas del balcón eran celosas
novias bajo el agravio de la fina
ironía falaz de una vecina
que se ponía a reír de ciertas cosas.

Tu perdón desdeñoso fué a las rosas
y tus labios a mí. La muselina
de la suave penumbra vespertina
te envolvió en no sé qué ansias misteriosas.

Dijo el piano motivos pasionales,
y al temblar tus magnolias pectorales
con miel de invitaciones al pecado

de tu posible ruego incomprendido,
terminó la canción con un gemido
de alondra torturada en el teclado.



Fernando de Herrera

Cante quejas y afán de justa pena

-- de Fernando de Herrera --

Cante quejas y afán de justa pena
que padecí cuitoso y ofendido,
a todas las desdichas ofrecido
en que el Amor a un mísero condena.

Fue el premio en tibia voluntad ajena
dolor con esperanza, a do perdido
deseo me inclinó, y al fin vencido
trajo a fuerza arrastrando la cadena.

Tú, a quien rinden sus glorias insignes ríos,
favorece, Tarteso padre, el canto
que tierno y simple en honra tuya espira;

que si me dan lugar los males míos,
no sólo oirás de amor gemido y llanto,
más hazañas que Marte airado inspira.



Fernando de Herrera

Del fiero Marte el canto numeroso

-- de Fernando de Herrera --

Del fiero Marte el canto numeroso
y de la selva olvido, y verde prado
la avena, porque vuelvo al fin cuitado,
en gloria de quien turba mi reposo;

de aquel cruel, que fuerte y poderoso,
terror de hombres y dioses y cuidado,
me forzó a tolerar el mal de grado,
y en mi pasión me agrada estar lloroso.

El silencio, el semblante descontento
y el confuso gemido es muestra abierta
de mi penoso y luengo desvarío.

No me duele aunque inmenso, mi tormento;
duéleme que mi pena, a todos cierta,
no conozca quien causa el error mío.



Fernando de Herrera

Sufro llorando, en vano error perdido

-- de Fernando de Herrera --

Sufro llorando, en vano error perdido,
el miedo y el dolor de mi cuidado,
sin esperanza; ajeno y entregado
al imperio tirano del sentido.

Mueve la voz Amor de mi gemido
y esfuerza el triste corazón cansado,
porque siendo en mis cartas celebrado
de él se aproveche nunca el ciego olvido.

Quien sabe y ve el rigor de su tormento,
si alcanza sus hazañas en mi llanto,
muestre alegre semblante a mi memoria.

Quien no, huya y no escuche mi lamento,
que para libres almas no es el canto
de quien sus daños cuenta por victoria.



Fernando de Herrera

Voy siguiendo la fuerza de mi hado

-- de Fernando de Herrera --

Voy siguiendo la fuerza de mi hado
por este campo estéril y ascondido;
todo calla y no cesa mi gemido
y lloro la desdicha de mi estado.

Crece el camino y crece mi cuidado,
que nunca mi dolor pone en olvido;
el curso al fin acaba, aunque estendido,
pero no acaba el daño dilatado.

¿Qué vale contra un mal siempre presente
apartarse y huir, si en la memoria
se estampa y muestra frescas las señales?

Vuela Amor en mi alcance y no consiente,
en mi afrenta, que olvide aquella historia
que descubrió la senda de mis males.



Fernando de Herrera

Yerto y doblado monte, y tú, luciente

-- de Fernando de Herrera --

Yerto y doblado monte, y tú, luciente
río de mi zampoña conocido,
cuando de los pastores el gemido
canté y mi mal con cítara doliente;

si nunca en vuestra cima y pura fuente
de oír se deja mi dolor crecido,
y si por el camino que han seguido
otros, su afán llorando, voy presente,

dos bellos ojos y un semblante honesto
son causa; que cantar bien deseara
el principio y los fines de las cosas.

El tiempo a todo pone en ser perfeto;
espero pues -si me es la edad no avara-
mostrar cuán varias son y cuán hermosas.



Francisco de Quevedo

salmo xvi quevedo

-- de Francisco de Quevedo --

Ven ya, miedo de fuertes y de sabios:
irá la alma indignada con gemido
debajo de las sombras, y el olvido
beberán por demás mis secos labios.
Por tal manera curios, decios, fabios
fueron; por tal ha de ir cuanto ha nacido.
Si quieres ser a alguno bien venido,
trae con mi vida fin a mis agravios.
Esta lágrima ardiente, con que miro
el negro cerco que rodea a mis ojos,
naturaleza es, no sentimiento.
Con el aire primero este suspiro
empecé, y hoy le acaban mis enojos,
porque me deba todo al monumento.
Esta obra se encuentra en dominio público.
Esto es aplicable en todo el mundo debido a que su autor falleció hace
más de 100 años. La traducción de la obra puede no estar en dominio
público.



Francisco de Quevedo

parnaso español 29

-- de Francisco de Quevedo --

Si de un delito propio es precio lido
la horca, y en menandro la dilema,
¿quién pretendes, ¡oh júpiter!, que tema
el rayo a las maldades prometido?
cuando fueras un pobre endurecido,
y no del cielo majestad suprema,
gritaras, tronco, a la injusticia extrema,
y, dios de mármol, dieras un gemido.
Sacrilegios pequeños se castigan;
los grandes en los triunfos se coronan,
y tienen por blasón que se los digan.
Lido robó una choza, y le aprisionan;
menandro un reino, y su maldad obligan
con nuevas dignidades que le abonan.



Francisco de Quevedo

muestra el error de lo que se desea

-- de Francisco de Quevedo --

Si me hubieran los miedos sucedido
como me sucedieron los deseos,
los que son llantos hoy fueran trofeos:
mirad el ciego error en que he vivido!
con mis aumentos proprios me he perdido;
las ganancias me fueron devaneos;
consulté a la fortuna mis empleos,
y en ellos adquirí pena y gemido.
Perdí, con el desprecio y la pobreza,
la paz y el ocio; el sueño, amedrentado,
se fue en esclavitud de la riqueza.
Quedé en poder del oro y del cuidado,
sin ver cuán liberal naturaleza
da lo que basta al seso no turbado.



Francisco de Quevedo

parnaso español 31

-- de Francisco de Quevedo --

¿cuándo seré feliz con mi gemido?
¿cuándo sin el ajeno afortunado?
el desprecio me sigue desdeñado;
la envidia, en dignidad constituido.
U del bien u del mal vivo ofendido;
y es ya tan insolente mi pecado,
que, por no confesarme castigado,
acusa a dios con llanto inadvertido.
Temo la muerte, que mi miedo afea;
amo la vida, con saber es muerte:
tan ciega noche el seso me rodea.
Si el hombre es flaco y la ambición es fuerte,
caudal que en desengaños no se emplea,
cuanto se aumenta, caridón, se vierte.



Francisco de Quevedo

las tres musas últimas castellanas 92

-- de Francisco de Quevedo --

Contó tu reino dios; hale cumplido;
su reino sobre el tuyo se ha llegado;
cumplirá su justicia en tu pecado,
contará su castigo tu gemido.
Ya fuiste en sus balanzas suspendido
y lo que menos tiene ha pesado;
por lo que falta te será quitado
lo poco que en horror has detenido.
Tu reino es dividido, y a los medos
y persas se da, porque en violenta
mesa bebas sacrílego tus miedos.
Dios, para castigar, primero cuenta;
pesa después su mano, y con los dedos
escribe: división, muerte y afrenta.



Francisco Sosa Escalante

A un amigo (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

En sueño eterno, por su bien, dormido
Se encuentra el niño que formó tu encanto;
La muerte le ha cubierto con su manto,
Ya no su voz deleitará tu oído.

Así lo quiso Dios! cese el gemido
Del alma triste, y el acerbo llanto;
Ya el niño es ángel que al Eterno y Santo
Por tí hoy implora y por tu hogar querido.

Del mundo miserable en los abrojos,
El hombre arrastra la fatal cadena
De dudas, de tormentos y de enojos.

¡Dichoso aquel que párte a la serena
Region do nunca nublará sus ojos
El llanto inextinguible de la pena!



Francisco Sosa Escalante

Adiós (Sosa Escalante)

-- de Francisco Sosa Escalante --

Adios! adios! si al suspirar el viento
Entre las flores de tu hogar querido
Remeda alguna vez hondo gemido
Que un pecho exhala en su letal tormento,

Escucha allí mi voz; será el lamento
Del bardo triste por tu amor herido,
Que á demandarte irá que no al olvido
Su nombre legues en fatal momento.

Adios, mi bien; doquiera la ventura
Tu senda borde con fragantes flores
Dignas de tu beldad, de tu alma pura.

Adios, y sé feliz; que siempre ignores.
En tanto que padezco, la amargura
De los tristes recuerdos punzadores.



Francisco Sosa Escalante

Inés

-- de Francisco Sosa Escalante --

¡Cómo pudo escuchar Vasco de Gama
Sin caer á tus pies, de amor rendido,
Aquel sublime , aquel gemido
Que en vivo fuego el corazón inflama!

Tórtola triste que su bien reclama
Cuando contempla su desierto nido,
No se queja cual tú, ni es tan sentido
Su dulce acento, si á su dueño llama.

Lluvia de perlas en cristal sonoro
Son las notas, Inés, de tu garganta;
Divino arpegio que á su lira de oro

Arranca el ángel que al Señor levanta
La hermosa voz en el celeste coro,
Y su poder y su grandeza canta.



Francisco Sosa Escalante

Reconciliación

-- de Francisco Sosa Escalante --

Y es verdad? y es verdad? y no es un sueño
Que al fín, dolida de mi mal, me llamas
A tu lado otra vea, y que proclamas
Que soy tu solo amor, tu solo dueño?

Tu semblante dulcísimo y risueño
Aun más que el labio, dice que te inflamas
En intensa pasion, y que reclamas
Mis besos puros con febril empeño.

Ven á mis brazos, ven; daré al olvido
De tu ausencia fatal las tristes horas
Y de mi pecho callará el gemido.

Ven, Lélia mia, ven; tus seductoras
Caricias, gozaré de amor rendido
Y fiel te adoraré cual tú me adoras.



José Asunción Silva

Serenata (José Asunción Silva)

-- de José Asunción Silva --

La calle está desierta; la noche fría;
velada por las nubes pasa la luna;
arriba está cerrada la celosía
y las notas vibrantes, una por una,
suenan cuando los dedos fuertes y ágiles,
mientras la voz que canta, ternuras narra,
hacen que vibren las cuerdas frágiles
de la guitarra.

La calle está desierta; la noche fría;
una nube borrosa tapó la luna;
arriba está cerrada la celosía
y se apagan las notas, una por una.
Tal vez la serenata con su ruido
busca un alma de niña que ama y espera,
como buscan alares donde hacer nido
las golondrinas pardas en primavera.

La calle está desierta; la noche fría;
en un espacio claro brilló la luna;
arriba ya está abierta la celosía
y se apagan las notas una por una.
El cantor con los dedos fuertes y ágiles,
de la vieja ventana se asió a la barra
y dan como un gemido las cuerdas frágiles
de la guitarra.



José Cadalso

octava. a meléndez

-- de José Cadalso --

Cuando laso murió, las nueve hermanas
lloraron con tristísimo gemido:
destemplaron sus liras soberanas,
que sólo daban fúnebre sonido:
gimieron más las musas castellanas,
temiéndose entregadas al olvido.
Mas febo dijo: «aliéntese el parnaso.
Meléndez nacerá, si murió laso».



José Martí

sólo el afán...

-- de José Martí --

Sólo el afán...
Sólo el afán de un náufrago podría,
compararse a mi afán:
lejos el cielo y hondo el mar;
a un alma sin amor, que en el tumulto
de rostro en rostro, por su tarda amante
en vano inquiere, y lívida jadea:
¡yo sé, madres sin hijos, la tortura
de vuestro corazón! ¡yo sé del triste
sediento, y del hambriento, y del que lleva
un muerto en las entrañas! asgo el aire,
suplico en alta voz, desesperado
gimo, a la sorda sombra pido un beso:
de mí no sé. Me olvido. Me recoge
la desesperación: y entre los brazos
del hambre, a tanto el plato, me despierto!
yo sé que de las rosas
holladas al morir brota un gemido:
yo he visto el alma pálida que surge
de la yerba que troncha el casco duro
cual lágrima con alas: yo padezco
de aquel dolor del agua cristalina
que el sol ardiente desdeñoso seca.
Sé de mis náuseas mortales y el deseo
de vaciar de una vez el pecho ansioso,
como en la mesa el bebedor cansado
vuelca la copa del inútil vino.



Carolina Coronado

el salto de léucades

-- de Carolina Coronado --

El sol a la mitad de su carrera
rueda entre rojas nubes escondido;
contra las rocas la oleada fiera
rompe el leucadio mar embravecido.
Safo aparece en la escarpada orilla,
triste corona funeral ciñendo:
fuego en sus ojos sobrehumano brilla,
el asombroso espacio audaz midiendo.
Los brazos tiende, en lúgubre gemido
misteriosas palabras murmurando;
y el cuerpo de las rocas desprendido
«faón» dice, a los aires entregando.
Giró un punto en el éter vacilante;
luego en las aguas se desploma y hunde:
el eco entre las olas fluctuante
el sonido tristísimo difunde.



Carolina Coronado

¡no hay nada más triste que el último adiós!

-- de Carolina Coronado --

Si dos con el alma se amaron en vida
y al fin se separan en vida los dos.
¿Sabéis que es tan grande la pena sentida
que nada hay más triste que el último adiós!
en esa palabra que breve murmuran,
en ese gemido que exhalan los dos,
ni verse prometen, ni amarse se juran,
que en esa palabra se dicen ¡adiós!
no hay queja más honda, suspiro más largo
que aquella palabra que dicen los dos:
el alma se entrega a horrible letargo;
la vida se acaba diciéndose ¡adiós!
al fin ha llegado la muerte en la vida,
y al fin para entrambos morimos los dos;
al fin ha llegado la hora cumplida,
la hora más triste... El último ¡adiós!
ya nunca en la vida, gentil compañero,
ya nunca volvemos a vernos los dos;
por eso es tan triste mi acento postrero,



Clemente Althaus

Éxtasis (Althaus)

-- de Clemente Althaus --

Sobre el vasto universo adormecido
brilla en silencio la serena luna;
duerme la mar cual plácida laguna,
y suspenden las auras su gemido.

Todo calla en redor: ningún rüido
de la naturaleza, voz ninguna
de los dormidos hombres importuna,
en tanta paz, el solitario oído.

Y en la profunda misteriosa calma
de la tierra, del aire y océano,
el oído interior levanta el alma;

y poseída de ferviente anhelo,
oír espera algún rumor lejano
de la inefable música del cielo.



Clemente Zenea

Adiós (JCZ)

-- de Clemente Zenea --

¿Qué te puedo ofrecer? –De un alma inquieta
un suspiro de amor desesperado,
mis pálidos laureles de poeta
y mis sueños de mártir emigrado!

Vengo a brindarte una esperanza tierna
para pagarle a mi pasión tributo,
y a pronunciar mi despedida eterna
vistiendo el arpa con crespón de luto.

Amargo adiós entre mis labios vaga,
como rueda en el aire el eco incierto
del gemido de un hombre que naufraga
cuando corta el bajel ondas del puerto.

¡Ya no más te veré! –Ronco murmullo
levanta mi conciencia, y yo indignado
imponiendo cadenas a mi orgullo
perdón te pido por haberte amado!

¡Perdón! ¡Perdón! –No pienses, inhumana,
que mi tormento y mi dolor mitiga
la promesa de hallar en ti una «hermana,»
o el pensamiento de llamarte «amiga.»

Olvida el loco afán y el entusiasmo
con que tu imagen adoré de hinojos,
y no pagues con risas de sarcasmo
las gotas más acerbas de mis ojos.

Olvida si es posible, las pasadas
noches, en que al cruzar junto a tus rejas
blanquearon mis cabellos las nevadas,
y el viento se llevó mis tristes quejas!



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