Ejemplos con ásperos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El griego ático, que era un dialecto no psilotico, poseía también otro sonido, la fricativa laringal sorda /h/, rapresentada por los espíritus ásperos, un apice orientado hacia la derecha que en la canonica transcripción en minuscula, de edad tardo-bizantina, se coloca encima de la vocal minuscula inicial de la palabra, y en alto de la izquierda de la mayuscula inicial, debajo el acento circunflejo y al lado del acento agudo.
El autor que ofrece a sus lectores textos tejidos de palabras bien elegidas, palabras refinadas y también los, más ásperos, que son indispensables para pintar la vida y los vivos, son un amo de la narración y el diálogo.
En los planes del rey entraba consolidar todo el área, con Niebla a la cabeza, como territorio de realengo, similar a los de Cádiz y Jerez, reservando los territorios más ásperos serranos para las órdenes militares.
Variando el tamaño de las partículas de carbón, la cantidad usada y el tiempo, los artesanos pueden eliminar entre otras cosas el color y los sabores ásperos, e incluso eliminar cada uno por separado.
El estado moderno, para alcanzar influencia y poder, necesitó realizar cambios en la estructura social para instaurar una economía capitalista competitiva, y una economía capitalista requiere un estado fuerte para controlar sus efectos más ásperos.
Sus mercaderes eran audaces para la navegación, ásperos para la ganancia, prontos para la pelea.
Sólo en los raros momentos de amor acallaban su hambre y su crueldad estos ásperos guerreros, despobladores del mar.
Otros, más ásperos de alma, empezaban a mirarse con recelo y suspicaz vigilancia, temiendo una mutua traición en el negocio que aún estaba por venir.
¡Todavía viven algunos de los que oyeron a caballo y con la mano a la cintura su elocuencia arrebatadora: todavía viven algunos de los que le vieron sin cansancio y sin fatiga andando con el rifle al hombro por las montañas agrias, por los pedregales ásperos, por los ríos creídos, por las ciénegas espantables.
Temiendo a las compañeras que seguían su mismo camino, entreteníase en la fábrica algún tiempo, dejándolas salir delante como una tromba, de la que partían escandalosas risotadas, aleteos de faldas, atrevidos dicharachos y olor de salud, de miembros ásperos y duros.
Colgando de los brazos o en el fondo de dos bolsones de lienzo, llevaban las medias de lana burda y asfixiante, los calcetines ásperos que un puñal no podría atravesar.
La torre del reloj, cuadrada, desnuda, monótona, partiendo el edificio en dos cuerpos, y éstos exhibiendo los ventanales con sus bordados pétreos, las portadas que rasgan el robusto paredón, con sus entradas de embudo, compuestas de atrevidos arcos ojivales, entre los que corretean en interminable procesión grotescas figurillas de hombres y animales en todas las posiciones estrambóticas que pudo discurrir la extraviada imaginación de los artistas medievales, en las esquinas, ángeles de pesada y luenga vestidura, diadema bizantina y alas de menudo plumaje, sustentando con visible esfuerzo los escudos de las barras de Aragón y las enroscadas cintas con apretados caracteres góticos de borrosas inscripciones, arriba, en el friso, bajo las gárgolas de espantosa fealdad que se tienden audazmente en el espacio con la muda risa del aquelarre, todos los reyes aragoneses en laureados medallones, con el casco de aletas sobre el perfil enérgico, feroz y barbudo, y rematando la robusta fábrica, en la que alternan los bloques ásperos con los escarolados y encajes del cincel, la apretada rúa de almenas cubiertas con la antigua corona real.
Sólo una vez consiguió que Andresito se esperase hasta las dos, pero al día siguiente sospechó con fundamento que en habían estado a la espera, tras la puerta, unos ásperos bigotes y una vara de medir, para dar las ¡buenas noches! en las costillas al bailarín rezagado.
Luego, al reclinar la cabeza en los ásperos almohadones del vagón, se acordó del suave pecho de Cristeta.
En la Alpujarra, las cortijeras se echan sobre la cabeza la saya a guisa de manto, y, como la saya está forrada de amarillo, y el refajo es encarnado, ofrecen a distancia, en aquellos ásperos montes, un aspecto interesantísimo.
A imitación nuestra, otros muchos de los pretendientes de Leandra se han venido a estos ásperos montes, usando el mismo ejercicio nuestro, y son tantos, que parece que este sitio se ha convertido en la pastoral Arcadia, según está colmo de pastores y de apriscos, y no hay parte en él donde no se oiga el nombre de la hermosa Leandra.

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