Ejemplos con viento

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Y el borriquillo se destrozaba contra el viento, intentando, inútilmente, arrancar del fango la carreta, al grito sollozante de la chiquilla.
En la paz brillante, se oye el hervor de la olla que cuece en el campo, la brama de la dehesa, la alegría del viento del mar en la maraña de los eucaliptos.
El viento Platero, que anda, manso, entre los pinos quemados, se llega, poco a poco.
Los redondos papelillos de colores van rodando paralelamente por la acera, al viento agudo de la tarde, y las máscaras, ateridas, hacen bolsillos de cualquier cosa para las manos azules.
Pero era el viento en las rendijas.
Otro día hablaremos, hablaremos, mi muy querido señor Coliñón, hablaremos hasta que el corazón se nos derrita en saliva, y la saliva en palabras, y las palabras en el viento.
Sobre todos ellos corre un viento de tempestad heroicamente resistida y sobrellevada con heroísmo silencioso y viril, tanto más admirable, cuanto menos consciente.
Esta era la necesidad más apremiante, y era otra, bastante urgente, la de abrir algunos canales de riego, por los cuales se distribuyera convenientemente el caudal del arroyo en invierno, a fin de que empapase toda la campiña por igual, de modo que en verano conservara alguna frescura, ya que en tan calorosa estación todo canal era inútil, puesto que se secaba el regato hasta su origen, y no corrían por su cauce otras cosas que las nubes de polvo que levantaba el viento, las lagartijas y las cucarachas.
Era día claro, y tampoco reinaba este viento, cuando largamos de Flavia-Longa.
El viento es contrario y no llegaremos en toda la noche.
Noble Caballero, aquí tiene acomodo donde estará más resguardado del viento y de la lluvia.
Aquel ventanal tiene rotos los cristales, y como entra el viento pudo entrar la lechuza.
En el centro de estos campos desolados, que se destacaban sobre la hermosa vega como una mancha de mugre en un manto regio de terciopelo verde, alzábase la barraca, o más bien dicho, caía, con su montera de paja despanzurrada, enseñando por las aberturas que agujerearon el viento y la lluvia su carcomido costillaje de madera.
Disolvióse su familia, desapareció como un puñado de paja en el viento.
Su cabeza se hundió en el barro, tragando el líquido terroso y rojizo, creyó morir, quedar enterrado en aquel lecho de fango, y al fin, con un esfuerzo poderoso, consiguió enderezarse, sacando fuera del agua sus ojos ciegos por el limo, su boca que aspiraba anhelante el viento de la noche.
La tarde era desapacible, soplaba un viento demasiado fresco para la estación.
El viento, cada vez más fuerte, trajo hasta la barraca un lejano eco de lamentos y voces furiosas.
El triste Octubre prodigaba en laderas y rastrojos amarillas flores, y al soplo del viento que pasaba susurrando, los fresnos se estremecían y dejaban caer las muertas hojas.
En medio la fuente secular, ancho pilón de ocho lados con surtidor de granito, en forma de alcachofa, del cual salía poderosamente grueso chorro de agua cristalina, que cuando el viento huracanado de invierno le hacía pedazos inundaba las baldosas del contorno.
Mi sitio favorito, a donde iba yo todas las tardes, era una roca casi plana, que parecía derrumbada del último picacho, y que ladeada sobre un peñasco, me brindaba cómodo asiento que circundaban buvardias coralíneas, cebadillas de suave fragancia, helechos maravillosos y vaporosas gramíneas que, mecidas por el viento, esparcían el pardo plumón de sus espigas maduras.
Las aves volvían raudas a sus nidos, millares de pajarillos cantaban en los matorrales de la colina, y el viento susurraba en las gramíneas.
¿Temes? ¿Por qué, mi dulce niña? ¿Sabes acaso que hace mucho tiempo me robó el corazón una chiquilla graciosa y bella? ¡Ah! Piensa que ese amor fué un delirio un sueño fugitivo, algo así como esos alcázares de nubes, palacios de plata que forma el viento de la noche en la serena inmensidad de los cielos, brillantes edificios que duran un instante, y luego se desvanecen, dejándonos ver un reguero de astros.
El viento inundaba la habitación con los mil aromas del jardín, y el amor derramaba en mi alma el perfume embriagante de los años juveniles.
La visión desapareció arrebatada por una ráfaga del viento matinal que pasó estremeciendo las copas de los naranjos y columpiando los floripondios.
Silbaban los insectos nocturnos en lo más escondido de los follajes, los floripondios, mecidos por el viento, columpiaban pesadamente sus campanas de raso, el huele de noche no tenía aromas, y el agua corría silenciosa por el sumidero del pilón.
De pronto arreció el viento, me estremecí de frío, y cerré los ojos.
Ningún viento interrumpía el hondo sosiego de la noche.

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