Ejemplos con vagonetas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Actualmente la banda se encuentra mostrando su disco debut, titulado Los Vagonetas, en distintos lugares de la region, esperando presentarse en el resto del país.
Vagonetas del Frente Único de Trabajadores del Volante que pueden ser abordades en la central ubicada en el parque de San Juan en Merida Yucatan.
Pero aún hoy en día pueden verse diferentes restos mineros de gran interés: desde los malacates de la mina *****, hasta la torreta y vagonetas de la mina Sta.
Los avatares de la historia hicieron que parte de las infraestructuras mineras, especialmente los metales de los raíles de ferrocarril, los hornos, las vagonetas,.
Bloqueo por Ocupación Ordinario: Este bloqueo sólo puede ser usado para trenes de trabajos y vagonetas automóviles en el trayecto en el que vayan a operar siempre que se dirijan a cargar o descargar materiales, inspeccionar la vía o la catenaria, etc.
Este bloqueo se emplea, principalmente, para la realización de trabajos, trenes de trabajos, vagonetas automóviles y trenes de pruebas, aunque también puede ser utilizado para la circulación de otros tipos de trenes.
Se cargaban las mulas y vagonetas del tren de suministros y formaban las unidades.
Decauville fue un fabricante francés de equipo ferroviario, locomotoras, vagonetas, trenes industriales y de vía estrecha ampliamente utilizados en todo el mundo a finales del siglo XIX y durante la primera mitad del siglo XX.
Soltaban desde las alturas ejes de hierro con ruedas, arrancados de las vagonetas de las minas, y estos carros de la muerte descendían saltando de peñasco en peñasco, con una velocidad vertiginosa que aumentaba a cada choque, a cada aspereza del terreno.
Desde lo alto del Triano se veían minas y más minas, ferrocarriles con rosarios de vagonetas, planos inclinados, tranvías aéreos, rebaños de hombres atacando las canteras: de él, todo de él.
En el fondo de las grandes cortaduras de las canteras, corrían sobre los rieles lijeramente tendidos, las vagonetas de mineral, tiradas unas por caballos, empujadas otras por hombres.
La vía automática de una compañía extranjera deslizaba en un espacio de varias leguas sus vagonetas, que parecían seres animados.
Crecía la hierba allí donde se amontonaban las vagonetas volcadas, las plataformas carcomidas, delatando una explotación abandonada.
Un día, las vagonetas, al chocar unas con otras, aplastaban a un obrero: otro día saltaban de los rieles al bajar por el plano inclinado cayendo sobre un grupo encorvado ante el trabajo, que no recelaba la muerte traidora que llegaba a sus espaldas: los barrenos estallaban inesperadamente abatiendo los hombres como si fuesen espigas, llovían pedruscos en mitad de la faena, matando instantáneamente, y por si esto no era bastante, había que contar con los navajazos a la salida de la taberna, con las riñas en la cantera, con las disputas en los días de cobro, con la feroz acometividad de aquella inmensa masa ignorante y enfurecida por la miseria, en la cual vivían confundidos los que al salir de los penales de Santoña, Valladolid o Burgos no encontraban otro camino abierto que el de las minas de Bilbao, en las que se necesitaban brazos, y a nadie se preguntaba quién era y de dónde venía.
Llegaban los peones fatigados por el trabajo de romper los bloques arrancados por el barreno, de cargar los pedruscos en las vagonetas, de arrastrarlas hasta el depósito de mena y volverlas a su primitivo sitio.
Corrían por las vías de los descargaderos las vagonetas repletas de hierro y al llegar al punto más avanzado inclinábanse como si quisieran arrojarse al agua, soltando en los vientres de los buques su rojo contenido.
¡El paseo! Así llaman los mineros a su ir y venir empujando vagonetas casi a cuatro patas, a sus choques contra las piedras, a sus resbalones en los carriles, a su marcha a ciegas entre peligrosas negruras, a su faena de locomotoras vivientes, que tienen por ejes músculos y nervios, por combustible, sangre, por engrase, la transpiración de sus cuerpos, por motor, la miseria, por estación de descanso, una zahurda, por taller de reparaciones, un hospital, por depósito de arrumbamiento, la fosa común.
Durante aquellas quince horas de ruda faena arrancaba del filón un número de vagonetas superior al mínimum reglamentario.
Sus vecinos en la cantera abandonaron sus labores trasladándose a otro sitio, y el carretillero encargado del arrastre de las vagonetas se negó a efectuar ese trabajo, viéndose obligado Fariña para no abandonar la faena a ser barretero y carretillero a la vez.
¡El paseo! Acaso la ironía, metiéndose de contrabando bajo el cráneo de un minero, de un empujador de vagonetas, le hizo tropezar con tal nombre y poner dentro de él todos sus odios, todas sus angustias, todas sus miserias de criatura humana convertida en bestia por mandato del hambre y codicia de los patronos.
Iban y venían aquellos hombres de las «torbas» a la boca del pozo y de la boca del pozo a las «torbas», sin descanso, pataleando sobre el cieno, contrayendo los músculos, aferrándose a las vagonetas para no resbalar, echando hacia atrás las cabezas para absorber el aire, mezclando sus jadeos de bestia al chirriar de los ejes, el trepidar de los vehículos al choque de las piedras en viaje.
La bóveda de éste se perdía en tinieblas, como apariciones pasaban y repasaban las vagonetas al empujo de hombres semidesnudos cubiertos de sudor.
Oíase el ruido metálico de los picos golpeando en el mineral, el agrio crujir de las vagonetas, el gruñido de los perforadores.
Eran los rumores de tempestad, trajín de máquinas perforadoras, los ecos gimientes, gritos de mineros acompañando la maniobra de las vagonetas y el vaivén de los picos, los reflejos lívidos, oscilación de candiles en las tinieblas.
Iban unos grupos hacia los lavaderos, donde el vapor o la fuerza eléctrica ayudan a los trabajadores en el cernimiento y distribución del mineral, otros, a los lavaderos de brazo, donde el músculo es sola fuerza y la humana sangre único combustible, otros, pegándose a las vagonetas con apegamiento moluscular, las empujan por carriles angostos hasta engancharlas a las locomotoras que pitaban y recrujían, despidiendo chorros de vapor, coronándose de humo.
Envidia porque mientras ellos abrasados por el sol en el verano y calados por la lluvia en el invierno, forcejean sin tregua desde el brocal del pique hasta la cancha del depósito, empujando las pesadas vagonetas, él, bajo la techumbre de zinc, no da un paso ni gasta más energía que la indispensable para manejar la rienda de la máquina.
Marchaba presuroso, deslizándose sin ruido entre las hileras de vagonetas vacías, y pronto dejó a un lado las arterias principales para penetrar en una galería abandonada, que sólo servía de corredor de ventilación.

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